Cuenta la leyenda que Heráclito de Éfeso no era un simple filósofo. Había algo más oscuro dentro de él que le hizo especial.
Unos dicen que se volvió loco debido a la disciplinaria enseñanza que recibía de su familia. Otros dicen que, tras descubrir el fuego como arjé, intentó averiguar más cosas sobre el fuego y acabó dominándolo. Sin embargo, todas estas ideas van mas allá de una simple conjetura. Y todo esto se proyecta en uno de sus descendientes: El Pequeño Heráclito.
Como otro día cualquiera, Heráclito iba de camino a clase acompañado de la música que emanaba de sus auriculares. Sus pasos iban al son del ritmo. Eran diez minutos celestiales en los que se evadía de todo lo que estaba a su alrededor.
Pero siempre estaba ahí Yin para romper su momento de meditación. Yin, así le había llamado Heráclito a su parte oscura.
Se había dado cuenta hace tiempo que ese lado ''malo'' convivía con él, por eso Heráclito se autodenominaba Yang. Aun así, él había encontrado la forma de destruir a Yin, pero sospechaba que algo malo le iba a ocurrir si acababa con él. Como su antepasado sabía, las cosas opuestas deben vivir en armonía, y no puede existir una sin su respectiva antagónica.
Y ahí estaba Yin, enviando a su mente todas las situaciones malas que pasaba en el Instituto. Heráclito huía de esas imágenes, pero cuanto más quería olvidarlas, con más fuerza volvían a su mente.
Yin & Yang llegó finalmente al Instituto, y, como de costumbre, al pasar por los pasillos, las burlas comenzaban a resonar en su cabeza.
- Oh.... ¡venga ya! Sabes que la vida es cambio. ¿No te gustaría ''cambiar'' el tono de sus rosadas pieles por un tono más rojizo?
- Déjame en paz Yin, no merecen la pena y no pienso jugarme el futuro para que te sacies varios minutos con sus almas.
Su discusión se vio interrumpida de repente cuando Heráclito se tropezó debido a la zancadilla que le había puesto alguien. Todos empezaron a reír sin cesar. Heráclito, por su lado, se incorporó y le agarró el brazo al chico que le había hecho la zancadilla. Le miró a los ojos con furia y sin decir nada siguió su camino. Todos volvieron a reírse, pero cuando cesaron las bromas, el chico vio que la manga de su camiseta estaba quemada, justamente una quemadura en forma de mano...
Yin y Yang no volvieron a hablar en toda la hora, pero Yang sabía que Yin estaba incitándole a actuar. Heráclito intentaba prestar atención en clase, pero sólo llegaban a su cabeza imágenes de todos los alumnos del Instituto brutalmente asesinados, litros y litros de sangre fluían por su cabeza.
- Todo fluye Yang, todo fluye... Dejemos que su sangre fluya.
-¡BASTA!
-¡BASTA!
Desafortunadamente gritó de verdad. El profesor le expulsó de clase mientras todos intentaban aguantar la risa. Le trataban como a un loco...
Llegó la hora del recreo y Heráclito se fue a un banco a tomarse el bocadillo tranquilamente. Unos minutos más tarde observó como tres sombras se acercaban a él.
-Tú, ¿qué le has hecho a mi camiseta? Era nueva, estúpido.
- Yo no he hecho nada, dile a tu madre que aprenda a planchar.
-¿Me estás vacilando?
- Todo es posible...
- Yo no he hecho nada, dile a tu madre que aprenda a planchar.
-¿Me estás vacilando?
- Todo es posible...
Casi no le dio tiempo a terminar la frase. El puño del chico le impactó en la mandíbula haciendo que se mordiera la lengua. Mientras intentaba recuperar la compostura un corro se hizo alrededor de ellos dos acompañado de gritos para avivar la pelea.
Heráclito se pasó la mano por la barbilla y vio que había sangre. Flujo sanguíneo... ese era el aliciente que necesitaba. Empezó a reírse sin mirar a nadie. Una risa de un desquiciado comenzó a oírse por todo el patio.
Cada vez la risa se volvía más gutural, hasta que, con un tono casi demoniaco, Yang dijo: ''Yin, sustitúyeme''
En ese instante, la temperatura de Heráclito aumentó bruscamente y la gente más cercana a él lo empezó a notar. Dos líneas negras brotaron de sus ojos y llegaron a los extremos de la boca. Aparecieron dos mechones canosos en los laterales de su cabeza y, en cuanto abrió sus párpados, todos vieron que ya no tenía pupilas, a cambio tenía dos rojizas brasas que indicaban toda la furia que Yin había recolectado todo este tiempo.
De una patada envió al chico de la camiseta quemada a la otra punta del patio. Yin quería dejarlo para el final. Sus manos comenzaron a crear fuego y a lanzarlo en todas direcciones. Yin era imparable.
Los gritos de los chicos eran estremecedores. Cada vez se agravaba más el olor a carne ahumada. Yin hundía las manos en los cuerpos de sus ''compañeros'' como un cuchillo caliente se abre paso a través de la mantequilla. Nadie se salvaba, los que intentaban huir eran los que más sufrían. Heráclito fijaba la mirada en ellos y aumentaba la energía cinética de sus particulas hasta desmembrarles en infinitas partes. Explotaba tanta gente que parecía que verdaderamente estaba lloviendo sangre.
Por su lado, Yang observaba todo el panorama desde el interior de Heráclito, ahora dominado por Yin. Y no sentía ningún tipo de represalia. De hecho verles agonizar hasta esos límites le resultaba interesante. ''¿Por qué chillan? El cambio es la esencia de la vida'' Se preguntaba Yang con tono burlón. ''Puede que les disguste nuestra idea de arjé'' Contestaba Yin riéndose.
Varios minutos después el patio se volvió un cementerio humeante. Sólo quedaban el chico de la camiseta y el Pequeño Heráclito. El chico estaba paralizado por el miedo, varios trozos de entrañas estaban por todo su cuerpo y no hablemos ya de las manchas de sangre.

- Por... favor... no diré nada. ¡Te lo juro! Déjame escapar y no diré nada, no hay mas testigos, así que te prometo que no lo haré... por favor...
- A ver, si por mí fuera, te dejaría ir. Pero mira, fíjate en esta llama, que bonita es, ¿verdad? La pobre necesita alimento, no le dirías que no a una pequeña llamita, ¿no?
- Haré lo que me pidas, pero déjame vivir....
- Bueno, me lo pensaré. Pero antes reflexiona sobre esta frase.
- Di.... di.... dime
- Nunca te bañarás en las mismas aguas del Aqueronte...
- Así no era la fra...
Antes de que acabase, Heráclito le agarró el cuello y le envió todo el calor posible. En menos de dos segundos, el chico estaba completamente arrugado y decrépito, ya que, lo que Yin había hecho había sido extraerle todo el agua del cuerpo.
- Ya sé que así no es la frase. Pero me gusta más mi versión. ¡Ah! Dile a Caronte que vas de mi parte.
Todo terminó y Yang quiso volver a controlar el cuerpo, pero Yin no quería, había disfrutado tanto con esta matanza que quería seguir. Yang volvió a intentarlo, pero no tenía suficiente fuerza. Tras unos minutos de reflexión, Yang optó por lo que debería haber hecho hace tiempo.
Yang destruyó a Yin y consiguió dominar el cuerpo unos breves instantes. Inmediatamente después, Heráclito comenzó a sufrir convulsiones y a sangrar. Tras un grito de agonía, Heráclito, al no poseer su lado opuesto, explotó. Sin embargo no hubo sangre ni vísceras, sólo hubo humo y fuego.
Más tarde, cuando el espesor del humo disminuyó, se pudo observar que en el suelo, justamente donde Heráclito había muerto, se había quedado impregnada una llama eterna que nunca se consiguió apagar. Pero no sólo tenía esa peculiaridad, había una palabra escrita con ese fuego: αλλαγή