Noticias desde la Oscuridad

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28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 26 de julio de 2012

Lil' Heraclitus


Cuenta la leyenda que Heráclito de Éfeso no era un simple filósofo. Había algo más oscuro dentro de él que le hizo especial.
Unos dicen que se volvió loco debido a la disciplinaria enseñanza que recibía de su familia. Otros dicen que, tras descubrir el fuego como arjé, intentó averiguar más cosas sobre el fuego y acabó dominándolo. Sin embargo, todas estas ideas van mas allá de una simple conjetura. Y todo esto se proyecta en uno de sus descendientes: El Pequeño Heráclito.
Como otro día cualquiera, Heráclito iba de camino a clase acompañado de la música que emanaba de sus auriculares. Sus pasos iban al son del ritmo. Eran diez minutos celestiales en los que se evadía de todo lo que estaba a su alrededor.
Pero siempre estaba ahí Yin para romper su momento de meditación. Yin, así le había llamado Heráclito a su parte oscura.
Se había dado cuenta hace tiempo que ese lado ''malo'' convivía con él, por eso Heráclito se autodenominaba Yang. Aun así, él había encontrado la forma de destruir a Yin, pero sospechaba que algo malo le iba a ocurrir si acababa con él. Como su antepasado sabía, las cosas opuestas deben vivir en armonía, y no puede existir una sin su respectiva antagónica.
Y ahí estaba Yin, enviando a su mente todas las situaciones malas que pasaba en el Instituto. Heráclito huía de esas imágenes, pero cuanto más quería olvidarlas, con más fuerza volvían a su mente.
Yin & Yang llegó finalmente al Instituto, y, como de costumbre, al pasar por los pasillos, las burlas comenzaban a resonar en su cabeza.
- Oh.... ¡venga ya! Sabes que la vida es cambio. ¿No te gustaría ''cambiar'' el tono de sus rosadas pieles por un tono más rojizo?
- Déjame en paz Yin, no merecen la pena y no pienso jugarme el futuro para que te sacies varios minutos con sus almas.
Su discusión se vio interrumpida de repente cuando Heráclito se tropezó debido a la zancadilla que le había puesto alguien. Todos empezaron a reír sin cesar. Heráclito, por su lado, se incorporó y le agarró el brazo al chico que le había hecho la zancadilla. Le miró a los ojos con furia y sin decir nada siguió su camino. Todos volvieron a reírse, pero cuando cesaron las bromas, el chico vio que la manga de su camiseta estaba quemada, justamente una quemadura en forma de mano...
Yin y Yang no volvieron a hablar en toda la hora, pero Yang sabía que Yin estaba incitándole a actuar. Heráclito intentaba prestar atención en clase, pero sólo llegaban a su cabeza imágenes de todos los alumnos del Instituto brutalmente asesinados, litros y litros de sangre fluían por su cabeza.
- Todo fluye Yang, todo fluye... Dejemos que su sangre fluya.
-¡BASTA!
Desafortunadamente gritó de verdad. El profesor le expulsó de clase mientras todos intentaban aguantar la risa. Le trataban como a un loco...
Llegó la hora del recreo y Heráclito se fue a un banco a tomarse el bocadillo tranquilamente. Unos minutos más tarde observó como tres sombras se acercaban a él.
-Tú, ¿qué le has hecho a mi camiseta? Era nueva, estúpido.
- Yo no he hecho nada, dile a tu madre que aprenda a planchar.
-¿Me estás vacilando?
- Todo es posible...
Casi no le dio tiempo a terminar la frase. El puño del chico le impactó en la mandíbula haciendo que se mordiera la lengua. Mientras intentaba recuperar la compostura un corro se hizo alrededor de ellos dos acompañado de gritos para avivar la pelea.
Heráclito se pasó la mano por la barbilla y vio que había sangre. Flujo sanguíneo... ese era el aliciente que necesitaba. Empezó a reírse sin mirar a nadie. Una risa de un desquiciado comenzó a oírse por todo el patio.
Cada vez la risa se volvía más gutural, hasta que, con un tono casi demoniaco, Yang dijo: ''Yin, sustitúyeme''
En ese instante, la temperatura de Heráclito aumentó bruscamente y la gente más cercana a él lo empezó a notar. Dos líneas negras brotaron de sus ojos y llegaron a los extremos de la boca. Aparecieron dos mechones canosos en los laterales de su cabeza y, en cuanto abrió sus párpados, todos vieron que ya no tenía pupilas, a cambio tenía dos rojizas brasas que indicaban toda la furia que Yin había recolectado todo este tiempo.
De una patada envió al chico de la camiseta quemada a la otra punta del patio. Yin quería dejarlo para el final. Sus manos comenzaron a crear fuego y a lanzarlo en todas direcciones. Yin era imparable.
Los gritos de los chicos eran estremecedores. Cada vez se agravaba más el olor a carne ahumada. Yin hundía las manos en los cuerpos de sus ''compañeros'' como un cuchillo caliente se abre paso a través de la mantequilla. Nadie se salvaba, los que intentaban huir eran los que más sufrían. Heráclito fijaba la mirada en ellos y aumentaba la energía cinética de sus particulas hasta desmembrarles en infinitas partes. Explotaba tanta gente que parecía que verdaderamente estaba lloviendo sangre.
Por su lado, Yang observaba todo el panorama desde el interior de Heráclito, ahora dominado por Yin. Y no sentía ningún tipo de represalia. De hecho verles agonizar hasta esos límites le resultaba interesante. ''¿Por qué chillan? El cambio es la esencia de la vida'' Se preguntaba Yang con tono burlón. ''Puede que les disguste nuestra idea de arjé'' Contestaba Yin riéndose.

Varios minutos después el patio se volvió un cementerio humeante. Sólo quedaban el chico de la camiseta y el Pequeño Heráclito. El chico estaba paralizado por el miedo, varios trozos de entrañas estaban por todo su cuerpo y no hablemos ya de las manchas de sangre.
-Mírate, acurrucado como un cobarde. Anímate hombre que es Diciembre, piensa que en breves instantes vas a entrar en calor.
- Por... favor... no diré nada. ¡Te lo juro! Déjame escapar y no diré nada, no hay mas testigos, así que te prometo que no lo haré... por favor...
- A ver, si por mí fuera, te dejaría ir. Pero mira, fíjate en esta llama, que bonita es, ¿verdad? La pobre necesita alimento, no le dirías que no a una pequeña llamita, ¿no?
- Haré lo que me pidas, pero déjame vivir....
- Bueno, me lo pensaré. Pero antes reflexiona sobre esta frase.
- Di.... di.... dime
- Nunca te bañarás en las mismas aguas del Aqueronte...
- Así no era la fra...
Antes de que acabase, Heráclito le agarró el cuello y le envió todo el calor posible. En menos de dos segundos, el chico estaba completamente arrugado y decrépito, ya que, lo que Yin había hecho había sido extraerle todo el agua del cuerpo.
- Ya sé que así no es la frase. Pero me gusta más mi versión. ¡Ah! Dile a Caronte que vas de mi parte.
Todo terminó y Yang quiso volver a controlar el cuerpo, pero Yin no quería, había disfrutado tanto con esta matanza que quería seguir. Yang volvió a intentarlo, pero no tenía suficiente fuerza. Tras unos minutos de reflexión, Yang optó por lo que debería haber hecho hace tiempo.
Yang destruyó a Yin y consiguió dominar el cuerpo unos breves instantes. Inmediatamente después, Heráclito comenzó a sufrir convulsiones y a sangrar. Tras un grito de agonía, Heráclito, al no poseer su lado opuesto, explotó. Sin embargo no hubo sangre ni vísceras, sólo hubo humo y fuego.
Más tarde, cuando el espesor del humo disminuyó, se pudo observar que en el suelo, justamente donde Heráclito había muerto, se había quedado impregnada una llama eterna que nunca se consiguió apagar. Pero no sólo tenía esa peculiaridad, había una palabra escrita con ese fuego: αλλαγή

Una simple charla


Los dos amigos llegaron al parque y se sentaron en un banco. Llevaban mucho tiempo sin verse y hubo un largo silencio después de sentarse, hasta que al final, el amigo que había sido citado por el otro, dijo unas palabras para romper ese silencio sepulcral.
-¿Y si todo esto, la vida en sí, lo que vemos a diario, fuera un simple sueño?
-¡Bah! Los sueños son bonitos y agradables. Esto, ten por seguro que no es un sueño.
-Bueno, tienes razón. Pero y si...
-Veo que no vas a preguntarme el motivo de nuestra reunión.
-Ni se me había pasado por la cabeza, perdona. ¿Por qué razón me pediste ayer que nos reuniéramos aquí?
-Sabes, mi madre no va a durar mucho más. Se está muriendo... Lleva varias semanas agonizando por un dolor insoportable. Los médicos no pueden hacer nada excepto sedarla hasta su último aliento.
-No... no sé qué decir. ¿Puedo hacer algo?
-No... y no te preocupes por eso, yo tampoco sabría qué decir en tu situación. Sólo quiero que recuerdes eso que te decía de pequeño, bueno, no de tan pequeño... ¿Lo recuerdas? Eso que te solía decir y de lo que tú siempre te reías.
-Lo recuerdo... siempre con la misma idea metida en tu cabeza... Un momento... ¿estarás bromeando, no? ¿No irás a hacerlo de verdad?
-Amigo mío. Han pasado algunos años. Y sigo sin encontrar otra cosa por la que luchar que no sea mi madre. Y ahora ella se está marchando.
-Pero eso son cosas que se dicen de joven, cosas que se dicen sin pensar. Tío... hemos crecido, hemos seguido nuestras vidas y ya nos hemos forjado ese futuro con el que tanto soñábamos años atrás.
-Mero aburrimiento para mí... ¿Algo tenía que hace mientras esperaba la muerte de mi madre, no?
-Entonces vas a hacerlo... vas a acabar con tu vida. Todo lo que te ha costado llegar hasta aquí lo vas a destruir por una vaga idea pesimista.
-¿Pesimista? Dime algo más por lo que luchar. Esperé a que pasaran los años y, ¡vaya si han pasado! Y aquí me ves, sigo con un único motivo por el que vivir y ese motivo se está desvaneciendo...
-Joder tío... tus perros, tus estudios, tu hermana, tu carrera.
-Mis perros murieron pocos años atrás y no quise tener más... Mi hermana sabe cuidar de ella sola, por supuesto que llorará, pero durará menos de un año su tristeza. ¿Mi carrera? Eso me da igual... te vuelvo a repetir que estudié por aburrimiento, para al menos mantener contenta a mi madre mientras mi condenada vida seguía su curso.
-¿Mantener contenta a tu madre? En el fondo tu sabes que estudiabas por otro motivo, alegrar a tu madre era secundario.
-¡Está bien! Puede que más tarde me empezara a gustar el mundo de la ciencias, pero era como jugar a patear una lata, te da simplemente igual que sigas pateando la lata a que se desvíe y se salga de tu trayecto.
-Veo que no vas a entrar en razones... ¿Y yo? ¿Yo no soy un motivo para que sigas vivo?
-Es cierto que somos casi hermanos, pero, al igual que mi hermana, una temporada de tristeza y todo volverá a retomar su curso.
-Al menos intenta ir a un psicólogo antes de poner en marcha tu plan, por favor.
-Quizás tenga razón...
En ese momento el chico se remangó la camiseta. Sus brazos estaban llenos de cortes, se contaban por decenas.
-... estas cosas no son propias de una persona cuerda, ¿pero acaso hay alguien en este mundo cuerdo?
-Has vuelto a usar los cuchillos para desahogarte, ¿cierto?
-Un mes. Hoy hace un mes exacto desde la primera cicatriz. Estoy entrenándome.
-Veo que no vas a recapacitar... Al menos cuéntame cómo vas a hacerlo, ¿vas a cortarte las venas?
-Jajajajaja... no no... Ya sabes que la última vez tan sólo conseguí acabar ingresado en un hospital. Ahora que tengo coche, lo usaré para asfixiarme con el monóxido de carbono del tubo de escape. Es irónico, ni siquiera estudié cuando fui a sacarme el permiso de conducir y aprobé a la primera. Puede que alguien quiera que muera.
-Nadie quiere que mueras. ¿Y por qué has elegido esa muerte?
-La llaman ''muerte dulce''. He estado informándome de este tipo de suicidio desde que tenía quince años. Es una muerte realmente deliciosa, simplemente el monóxido de carbono te invade la sangre hasta que te duermes y mueres intoxicado sin ningún tipo de dolor.
-Pensaba que estas ideas se te iban a ir de la cabeza de mayor.
-Desde que era muy pequeño tenía esta idea en la cabeza. Y... después de lo ocurrido con los cuchillos y mis muñecas, le prometí a mi madre que no me quitaría la vida. Sin embargo sólo tenía pensado no suicidarme mientras ella viviese, tampoco era mi intención verla sufrir, pues, al igual que yo, ella tenía muy pocos motivos para seguir aquí, y yo era uno de ellos, tenía que cuidarla. A mi ahora ya no me quedan motivos. Sólo quería despedirme de ti. Al menos para que no te enteres de esto por leer la esquela. Y bueno... también era para decirte que en mi ''testamento'' te dejo mi ordenador.
-¡Jajajajaja! No va a hacer falta. No vas a suicidarte.
-¿Por qué estás tan seguro? Ya tengo preparado todo, hasta la carta de despedida. Mira la tengo aquí en el bolsillo, te la leeré: Querida hermana siento que...
-Sé perfectamente que dudas. En el fondo tu cerebro sabe que tienes más cosas por las que seguir viviendo pero tu lo niegas.
-¿Cómo puedes decir eso? No tengo nada por lo que luchar que no sea ella.
-Entonces, ¿por qué estas teniendo esta reflexión con tu cerebro?
-¿Qué quieres decir?
Justo entonces, el amigo del chico comenzó a desaparecer. No era una persona, ni tampoco un fantasma, tan solo era una parte de él que no quería morir.
-Así que... hay algo más...
Dejando escapar algunas lágrimas agarró con fuerza la carta de despedida y la hizo añicos. Miró al suelo y vio una nota. Se sorprendió al ver que estaba escrita con su misma letra, seguramente del ''amigo''.
''Sabes perfectamente que tienes más cosas por las que seguir en el campo de batalla, no puedes caer al suelo por la primera estocada, ni por la quinta o la decimoctava. Te has curtido en la batalla durante años y ahora no es momento de caer. Grita para hacer que esa niebla que hay en tu cabeza se esfume de una vez por todas. Ahora lo verás todo perdido, pero dale tiempo, más tiempo. Y si, tras ese tiempo, sigues viéndolo todo negro, volveremos a hablar y si quieres, acabar con tu vida con tranquilidad.''
El chico se guardó la nota en el bolsillo y se levantó del banco. Se alejó unos cuantos metros de él y, entonces, se paró. Miró atrás y dijo:
-Está bien, te daré más tiempo, amigo.

Más que una batalla

El campo de batalla era desolador. Solo se sentía un ambiente mortecino y el polvo de la carne incinerada. La tierra expresaba su tristeza dejando correr ríos de sangre. Silencio. Frío. Destrucción. ¿Había terminado todo? ¿Quién había ganado? Dos preguntas cuyas respuestas no tenían un sentido razonable. Y pensar que todo empezó por un cambio…
Sólo quedaban de pie dos jinetes, cada uno de un bando. El Jinete Radiante bajó de su caballo y dio unos cuantos pasos hacia su contrario. Mientras tanto, el otro, el Jinete de Ébano, permaneció montado, sin a penas fijar su mirada en él.
Cuando el Jinete Radiante se acercó del todo, el Jinete de Ébano empezó a reírse.
-Incauto… yo no soy nada diplomático, aprovecharé cualquier oportunidad para derrotaros a todos vosotros. Y tú acabas de ponerte en desventaja al abandonar tu montura, ¿o acaso piensas que mi honor hará que descienda de la mía? Honor… eso quedó muy atrás.
-De eso mismo venía a intentar conversar, del pasado.
-¡Bah! Todos hemos cambiado. Unos nos hemos hecho fuertes eligiendo el verdadero camino y otros habéis preferido seguir con cautela la senda de la debilidad. Dame un buen motivo para que no atraviese tu frágil corazón con mi espada.
-Permíteme al menos que te recuerde algo, tan sólo eso. Después podrás hacer lo que veas más conveniente. Yo, por mi parte, no voy a seguir luchando por un imposible.
-Está bien… escucharé lo que tengas que decir…
-Muy bien.
En ese momento el Jinete de Ébano decidió bajar la cabeza para verle. Y fue ese mismo contacto visual el que dio comienzo al discurso del Jinete Radiante.
-No hace mucho tiempo, varios años quizá, tú y yo combatíamos en el mismo bando, ¿lo recuerdas? Ambos luchábamos por un mismo fin, llegar a cumplir nuestro cometido, llenarnos de gloria y poder morir tranquilos. Pero, ¿sabes una cosa? En lo más profundo de mi ser yo ya veía distintas nuestras armaduras, tal y como lo son ahora. ¿Qué te ha ocurrido amigo mío? Es cierto que el cambio es inevitable, pero no debería de haber sido tan extremo. No entiendo por qué nos enfrentamos, he olvidado la finalidad de esta batalla y no quiero recordarla.
Sé que tú también te acuerdas, cuando disfrutábamos en las victorias y nos apoyábamos en las derrotas, cuando, si un enemigo cargaba contra mí, tú te interponías en su trayectoria, cuando advertíamos a la mismísima Parca que ni ella podría evitar que llegáramos a lo más alto. ¿Te acuerdas?
Pero no sé qué ha ocurrido, tal vez el tiempo haga mucha más mella de la que yo pensaba. Yo no puedo luchar por ti y tampoco tengo ninguna razón para decir qué camino tienes que escoger, sin embargo, siempre me pregunté qué te impulsó a tintar tus placas de negro.
Mira el campo de batalla, todos estos caídos antes eran camaradas tuyos, daban la vida por ti al igual que tu la dabas por ellos, y ahora has renegado de ellos y te has unido al bando de la destrucción… Creo que aún tienes tiempo de tirar las armas y volver. Nunca es demasiado tarde, ha finalizado una batalla, sí, pero aún puedes elegir en qué bando acabar la guerra.
-¿Has terminado?
-Por tu tono de indiferencia supongo que ya has elegido un camino.
No hizo falta decir nada más. El Jinete de Ébano impulsó su espada contra el pecho del Jinete Radiante. La sangre comenzó a teñir su armadura blanca de un tono carmesí. Pero antes de caer al suelo, inerte, el Jinete Radiante dijo unas últimas palabras.
-Por favor, rememora el pasado… La destrucción no es el camino, pues, el que juega con ella, acaba contagiándose también… Hasta siempre hermano…

viernes, 20 de julio de 2012

Ellos


Yo antes era, y ahora ya no soy…

Es mi deber avisar de que algo se ha abierto, algo se ha liberado… Alguien… Todo esto está sometido a un equilibrio, pero algo ha ocurrido, no sé que pudo fallar… yo estaba ahí, sin más, y de repente… Oh… es tan difícil de explicar… Ellos. Sí, Ellos, los causantes de este ultimátum. Ellos no deberían de estar aquí y sin embargo lo están. Seres ajenos a nuestro mundo, o tal vez sean los primigenios del globo… Sea como sea, Ellos no vienen a traer la paz. No sienten, no tienen alma… están fuera del ciclo.

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Ellos llegaron a este mundo. Lo sé. Fui testigo. Concebidos por un mal. O tal vez por un bien. No lo sé. No puedo asimilarlo en mi mente, está tan destrozada… Un día cualquiera. Lo recuerdo, eran las seis de la mañana. Bueno… ya habían pasado realmente seis minutos y seis segundos de las en punto. Pero allí estaban mis ojos, presente en mente, no en cuerpo. Algo etéreo.  Sí… podría ser eso… algo etéreo… No tienen rostros, pero son como nosotros. No tienen latidos, pero son como nosotros. Ciertamente, ¿nos diferenciamos de Ellos?

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Nunca llegué a comprender la finalidad de su llegada, pero aquí están, hay que aceptarlo y actuar. Salvadores, vengadores… ¿pacificadores tal vez? No lo sé… pero sus presencias… frío, miedo y allí estarán. No pueden verse, no pueden tocarse, pero están. No puedes huir de sus garras. ¿Garras? Es posible. No lo sé… Muchos caen a su paso. ¿Los recuerdas? No. Por supuesto. Ellos lo borran todo, no dejan restos, sus gritos, sus lágrimas, sus almas… Lo engullen todo. Han llegado a este mundo y no pretenden marcharse hasta acabar su cometido. ¿Cuál?

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Soy curioso… Era. Ellos me vigilaban. Yo lo sabía. Rodeaban mi cuerpo. Jugaban. ¿A qué? Oscuridad o luz… no se puede definir. Pero aquí están… No quise enfadarles y no opuse resistencia, pero no logré nada. Ellos no ensucian, no es su forma de actuar, Ellos no magullan tu carne. Lo saben. Las carcasas son solo eso, meras carcasas, simples pieles que protegen lo verdaderamente suculento. Poco a poco lo fui sintiendo. El olor a Muerte era cada vez más cercano. Pero la defunción no era la salvación… Lo saben. Hasta la Muerte puede morir…

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Susurros. Sí… empiezo a recordar. Ellos enloquecen, controlan, Ellos manejan tus actos. Son bestias. Son perfectos. Son un gran número, pero no atacan solos. No les hace falta matar, les basta con mover los hilos. Les gusta saber que acatamos sus órdenes sin más. Susurros enloquecedores que nos vuelven compulsivamente obsesos por minucias. Piensa. Recuerda. Tú ya lo estás haciendo. No actuamos como tales, actuamos como títeres al son de la macabra música que emerge de sus bocas. ¿Bocas? No… el sonido sólo emana de sus “no rostros”.

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Tuve miedo, pero pronto se desvaneció. Sentí tristeza, pero pronto se esfumó. Noté frío, pero pronto desapareció. Quizá nos quieran mostrar algo. El camino es doloroso, o tal vez no. Aún mi mente está nublada. Día a día salgo a la calle y cada vez son más. El pavor se llega a respirar. Miradas que se cruzan y ya no puedes huir. Plaga. Un fatídico día el portal se abrió y los liberó. ¿Quién los encerró? ¿Alguien bueno? ¿Alguien malo? ¿Acaso alguien? Ya es demasiado tarde para escapar. Conocen el mundo mejor que nosotros. Conocen tus átomos.

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Algo tétrico circula por las venas y arterias del mundo. Corrupción o purificación. Dije Plaga, dije Liberadores. ¿Quién es quién? No lo sé. ¿Y si quienes de verdad son Ellos somos Nosotros? Estoy tan confuso. No lo entiendo. Solo nosotros. Solo el Ser Humano es aniquilado. ¿Qué hemos hecho? Oh… Sí… Tal vez sea eso… ¿Qué quieren de nosotros? No es la pregunta precisa, sería más correcta otra. ¿A quién quieren proteger de nosotros? Transcurren los meses y no se puede detener su cometido. No cesarán, no pararán hasta vernos… ¿Vernos cómo?

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Pocos quedan que aún mantengan la compostura ante este aterrador evento. Y aunque se aclare la duda de qué ocurre tras nuestra caza, nunca se resolverá la cuestión de por qué se abrió el portal. Pero yo soy curioso… Era. Investigué. Sí… Pero no recuerdo. ¡Estúpida mente! No me falles por favor. Tú aún eres pura. Resiste compañera. Tengo varias piezas del puzle. ¿Es posible que encajen? Ellos no viven tal y como la vida es. Ellos tienen edad, pero el infinito no es numerable. Ellos son Ellos. Pero no son superiores, algo les ordena… Alguien…

Yo antes era, y ahora ya no soy…

¡Mi mente despierta! Subconsciencia o consciencia. Realidad o sueño. No lo sé. Recuerdos me llegan de lo pasado. Sí… Ahora lo veo, ahora lo siento. No son unidades. No. Pertenecen a algo más grande. Apéndices de un organismo. Viven solos. Viven juntos. Sólo se desprenden por razones críticas. ¿Somos eso quizás? Vienen a devorar nuestras esencias. Pero no hay que temer. Morir no es el fin. Tienen compasión, pero no la sienten. Compasión abstracta insensible… Sólo transforman nuestro interior. Lo moldean. Lo… ¿reparan?

Yo antes era, y ahora ya no soy…

Ahora lo veo finalmente claro… Nos vuelven a introducir en ese Organismo Madre. De vuelta al vientre materno primigenio… Hemos afligido a nuestra Dadora de Vida. Y por eso Ellos vienen. Nos recogen, nos van llevando al inicio. Abrimos los ojos. Ya es tarde. O tal vez temprano. No dañan. No es un ojo por ojo. ¿Lo merecemos? No lo sé, pero ya no hay marcha atrás. No es Muerte, no es Rencarnación. Es algo complejo… De vuelta a la Tierra… ¿No lo sientes? Llegó la hora… Sí… Ahí está… Detrás de ti. Justo a tus espaldas. No te muevas… No respires…

Yo antes era Humano, y ahora no lo soy… Soy uno de Ellos…


jueves, 19 de julio de 2012

Rendición


Abrí los ojos en un súbito impulso aterrador acompañado de una entrecortada respiración y mililitros de angustioso sudor. Ya había despertado, pero… ¿para qué? Silencio era lo único que podía encontrar dentro de esta habitación. Silencio sepulcral… Y, siendo honestos, lo encontré acogedor. Ese mutismo me hacía soñar con ese lugar feliz, ese sitio tranquilo… el otro lado… Hoy era el día.

Me aproximé a la silla de mi cuarto y agarré con delicadeza mis vestimentas. Ya estaba todo preparado, tenía que ir bien vestido para la ceremonia. Y mientras mi compañero, el silencio, me acompañaba a lo largo de toda la casa, yo iba preparándome para romper mis lazos con la vivienda. Me acogió durante mucho tiempo y se lo agradezco. Pero todo tiene un final y hoy llegó el momento de dejar para siempre estas cuatro paredes acogedoras. No desayuné. No tenía apetito.

El silencio se rompió con el ruido, ahora ensordecedor, del motor de mi cepillo de dientes. Mi rostro se reflejaba en el espejo. Mis ojos clavaron la mirada en los de mi reflejo. Intenté apartar la vista, pero no podía resistirme. Quería mirar a mi verdugo pero no quería ver a la víctima. Escupí la pasta de dientes al lavabo. Hilos de sangre brotaron de mi boca. Creo que apreté con demasiada fuerza las cerdas del cepillo contra mi encía. No importa. Ahora mismo el dolor me hacía sentir vivo… En vano…

Salí finalmente a la calle. Gris. Comencé a ver mi entorno en un tono grisáceo. Un gris apagado, sin sentimientos, inanimado, muerto… Un daltonismo sentimental que no me impidió partir mi viaje. No había viento, no había gente. Solamente estábamos nosotros dos. El silencio y yo.

Llevaba unas cuantas monedas para comprar un par de objetos que necesitaba. Supongo que con eso sería suficiente. Aunque no quería comprar algo barato, necesitaba material fiable. Al menos para hacer esta última acción bien. Algo bien entre tanto fracaso… Y de repente el silencio murió para ser sustituido por un inesperado aullido eólico. Un sonido intimidante que parece que iba directo a mis canales auditivos. ¿Acaso querría decirme algo?

Llegué a la ferretería y el vendedor me dio la bienvenida con una amplia sonrisa. Quise responderle de la misma forma… ¡lo juro! Pero no podía… Yo no manejaba mis músculos en ese momento… Sólo tuve fuerzas para decirle un susurrante “gracias” cuando me trajo el material que le pedí. Finalmente tenía todos los preparativos: una pequeña escalera y una cuerda gruesa, muy gruesa, la más gruesa que pudo encontrar el vendedor en su tienda.

El vendedor se despidió de mi, y yo, como respuesta, y, ante mi asombro, le contesté con un “hasta nunca”. Pero aún mayor fue el asombro de mi asombro. ¿Podría ser que algo dentro de mí realmente se opusiera a esto? … Me daba igual.

En cuanto salí de la tienda rompió a llover. No quise empapar mi indumentaria. Me senté en un escalón, cubierto de la lluvia y esperé. No hizo falta aguardar mucho tiempo. Era una lluvia de verano, de esas que duran tan poco, tan efímeras… como la vida misma. Sin embargo, durante el escaso tiempo de las precipitaciones, me percaté de que un pájaro quería también refugiarse de la lluvia. Y con todo su esfuerzo logró llegar hasta mí. No dudé en secarle con mis prendas. Entonces, como agradecimiento, él se quedó conmigo hasta el cese de la lluvia.

Pero, cuando finalmente paró de llover, el pájaro salió volando a ras del suelo y, desgraciadamente, fue atropellado por un vehículo. Fui corriendo para ver su estado y vi a la pequeña ave retorciéndose de dolor sobre  un minúsculo charco de sangre. Tenía las dos patas y una de sus alas totalmente destrozadas. No iba a sobrevivir… Ante mi más inmenso dolor, no tuve más remedio que sentenciar su vida… Parece que su destino en todo momento era perecer. Ya teníamos algo en común. Cerré los ojos y, mientras me brotaban de ellos alguna que otra lágrima, aplasté su delicada cabeza con mi zapato. Escuché profundamente el crujir de su cráneo. No fue fácil la decisión, pero debía hacerlo. Otro sufridor más no, por favor.

Volví al escalón y recogí mis cosas. Me limpié en el felpudo de la entrada de la ferretería la sangre de mi zapato y continué mi travesía. Una travesía marcada siempre por la oscura silueta de la muerte. Entre muerte nací, crecí envuelta en ella y mi final será su esencia…  Algunos me tacharon de pesimista, yo prefiero denominarme perspectivista, pues no encuentro otro significado en la vida que no sea la oscuridad plena, un estadío cenizo. Mi perspectiva puede que no sea la correcta, pero por algo cada organismo es independiente de los demás. Y por eso no encuentro otra finalidad a la vida que esta. Algunos entran a esa tienda que es la vida a comprar porque les gusta; otros, en cambio, sólo entran a mirar y se van porque no les agrada lo que se les ofrece…

Llegué al parque. Vacío completamente. Y, nuevamente, el silencio me encontró. Me senté en un banco y me quedé mirando la nada. Tan sólo esperando a que la noche cayera. Afortunadamente, durante mi vigilia, pude entretenerme observando a gente pasar. Allí estaban, caminando contentos sin importarles que estuvieran condenados a morir algún día. Pasaron niños con sus padres, parejas, ancianos… Toda clase de entes humanoides. Y todos felices… ignorantes de lo que el futuro les tuviera preparado. Quizá a los pocos segundos morirían de un atropello, como mi difunto amigo. O tal vez un ladrón les apuñalase. Pero parecía que el futuro no les impedía sonreír ante este camino amargo. ¿Cómo lo harían?

Escasas horas faltaban ya para que saliese la luna. Eterna compañera de la noche, de la oscuridad, de aquella no-materia que envuelve todo. El suelo seguía húmedo por la lluvia. Caminé lentamente hasta el cementerio, irónicamente próximo al parque. Tan cerca niños, otorgados con vida tan recientemente, de cadáveres.

De repente tropecé y rodé ladera abajo impactando contra un charco. Parece que vestirme bien no sirvió de nada, pues me manché completamente de barro. Otro fracaso… Levanté la cara del suelo y miré mi reflejo en el charco iluminado por la luna. Un rostro tan demacrado y tan pálido, la emulación cadavérica de un futuro que ya se podía palpar con la mano. Recogí del suelo la escalera y la cuerda y proseguí.

Empecé a tener frío… Mucho frío. Tal vez sería la presencia gélida de los difuntos que me acogían en su territorio. Tal vez sería esa sensación que llegaba a mí envolviéndome ya en lo que iba a sentir el resto de mis días. No lo sé con seguridad…

Pronto, caminando a través de las lápidas e, invadido por el silencio absoluto, pude escuchar con nitidez el crujir de la tierra, de las mandíbulas moviéndose al son de un mismo ritmo. Descomponedores devorando los cuerpos de los otrora seres vivos. Lo escuchaba perfectamente. Estremecedor quizá, pero ese sonido tan rítmico me estaba calmando.

Subí una pequeña colina en cuya cima se encontraba un árbol. Até la cuerda a su rama más fuerte y comencé a hacer un nudo. Doblé la cuerda, enrollé varias veces un extremo alrededor del otro saqué el extremo por uno de los bucles y listo. Una soga perfecta… Por último, coloqué la escalera, subí y me puse la soga alrededor del cuello. Eché un último vistazo al panorama. Oteando el horizonte solo veía niebla donde lo único que la vencía era la brillante y enorme luna que iluminaba todo el paisaje. Volví la mirada y las lápidas que reposaban en la falda de la colina me recordaron de nuevo la oscuridad de mi existencia.

Finalmente, en un último suspiro, apreté la soga. Hubo unos segundos de reflexión. ¿Reflexión? No creo que fuera necesario. Llevaba meses con esta idea en mente, pero bueno, ya se sabe, no es lo mismo pensarlo plácidamente en tu cerebro que vivirlo ya al límite del final.

No quise esperar más. Cada segundo que estaba estático era un segundo más de inmenso dolor. Le di un empujón con el pie a la escalera y caí a la nada siendo sostenido por la letal soga. Al principio fue doloroso, noté un duro golpe en la tráquea, pero escaso tiempo después se disipó. Mi cuerpo me exigía respirar a pesar de su incapacidad para hacerlo, pues la obstrucción de la garganta era total. No circuló ni una mota de oxígeno más por mi laringe. Había llegado el desenlace de todo. Ahora sólo quería cerrar los ojos… sólo quería… descansar…

Y allí se halló mi cuerpo. Una carcasa mecida por el frágil viento cuya silueta era el singular contraste de una luna totalmente pálida, del mismo color de mi nueva piel. El silencio volvió a retomar la corona al recibir la bienvenida al lugar de los difuntos. Ahora la oscuridad que permaneció durante toda mi estancia en ese mundo por fin captó una tenue luz mortecina. D.E.P.

viernes, 13 de julio de 2012

El clímax de la humanidad


Bienvenidos a un mundo nuevo. Un mundo donde todo lo que te propones puedes llegar a conseguirlo. Donde cada día la tecnología nos hace las cosas más fáciles y podemos vivir en un magnífico estado de bienestar. Bienvenidos a la era del avance, donde la ciencia, convertida en la doctrina más importante del momento, lucha constantemente para que el ser humano pueda gozar de las mejores condiciones sanitarias y para erradicar las peores amenazas que ponen en riesgo a la humanidad. Bienvenidos a la finalmente conseguida utopía del hombre donde nuestras máximas al fin son la tolerancia y el respeto. Bienvenidos al nuevo milenio, una era próspera llena de grandes oportunidades donde la igualdad se puede palpar con las manos. Bienvenidos al sueño hecho realidad. Bienvenidos al planeta donde reina la armonía, donde todos llevamos la misma insignia, la misma bandera: la felicidad. Bienvenidos al verdadero planeta Tierra, lo prometido fue deuda y ahora lo hemos conseguido. Bienvenidos al éxito del trabajo humano por excelencia, un planeta que se alza glorioso y al final brilla cegando al mismísimo Sol. Lo logramos, aprovechamos el tiempo en conseguir un futuro mejor y lo conseguimos. Bienvenidos a…

¿A quién pretendo engañar?

Bienvenidos al reino de la podredumbre, un reino en toda regla. Separados en estamentos siempre nos hemos encontrado. Individualistas aún más que las propias ratas rastreras que emulamos. Nos pisoteamos como bestias sañosas para conseguir cualquier cosa. Bienvenidos a la supremacía del capitalismo, pues no hay don sin din, la supremacía de un hemisferio rechoncho que absorbe a un escuálido hermano. Bienvenidos al mundo donde ignoramos todas nuestras puyas y nos rajamos las comisuras de los labios con el cuchillo de la hipocresía para fingir una sonrisa. Una sonrisa sangrante que cicatriza en una putrefacción de la que no podremos escapar.

Bienvenidos al planeta gris. Un mundo totalmente existente para los bienes de consumo donde nuestro egoísmo nos ciega, donde sólo albergamos una palabra en nuestro diccionario antropocentrista: YO. Nos rompemos las propias vertebras para doblar nuestro cuello y mirar a otra parte cuando el prójimo suplica clemencia. Una masa de zombis de plástico. Repugnantes seres embuchados en tejidos sintéticos donde la naturaleza pasó al propio diario histórico de este mundo decadente.

Bienvenidos a las tierras del miedo donde el peor virus es macroscópico. Donde nos arrancamos las masas grises de cuajo para dejar espacio a la ignorancia, única salida para no encontrar la tristeza. Bienvenidos a un reino lleno de elitistas y religiosos fanáticos que no saben que en la muerte todos acabaremos devorados por los descomponedores. Esos mismos que aplastamos mientras sonreímos pensando que nuestro imperio del añublo nunca se caerá. Un mundo donde la gente se arrodilla ante figuras encostradas de bendiciones. Un mundo que alaba a las coronas y a los santos, donde piensan que todo se solucionará con la espera.

Bienvenidos al planeta de la inquina. Donde no hay cabida para la diplomática pluma y el sabio papel pero sí para la furiosa espada y el conflictivo puño. Un mundo donde todos desechamos nuestra porquería donde nos da la gana para luego llorar como patéticos inocentes y echarnos las manos a la cabeza suplicando otra oportunidad. ¿Te suena de algo acaso el séptimo continente?

Bienvenidos a un mundo donde para triunfar hay que cometer delitos, eso sí, a gran escala para que sean considerados simples errores. Un mundo que se balancea constantemente entre dos manos del mismo ambicioso ser. Donde una armada de destrucción avanza lentamente y los mass media se encargan de paralizar los obstáculos. Bienvenidos al mundo de la demagogia donde se promete un futuro próspero, pero… ¡eh! Se les olvida que sólo para los ricos. Un mundo que no gira alrededor de una estrella sino alrededor de un símbolo… $

Bienvenidos a las ruinas del otrora un real planeta. Bienvenidos al verdadero inframundo virtualizado por nuestras propias manos. Sedientos de más, babeando ante la codicia, como perros falderos, capaces de demacrar a nuestro propios padres para generar algo más de fama en el escenario de la fatalidad. Como actores llevábamos máscaras para ocultarnos de los monstruos, pero ahora esas máscaras no se pueden despegar y nos hemos transformado todos. Tentáculos agónicos emanan de nuestro pútrido corazón para estrangular a los demás y hacerles caer.

Bienvenidos a un mundo en el que cualquier intento de reparación de esta vieja máquina es finiquitado. Un mundo donde Darwin es un mero cómico. Donde la supervivencia del más apto ha dejado de estar vigente. Un mundo que clama a los cuatros vientos una guerra mundial donde nos masacremos ahogándonos en una inmensa orgía de sangre para dejar finalmente espacio a las demás bestias, bestias las cuales les hemos manchado su nombre.

Bienvenidos a un mundo donde el sufrimiento te acompañará si quieres hacer algo bueno y donde te aplaudirán como bufones de mente uniforme si derramas la sangre del planeta. Bienvenidos al mundo donde la palabra pícaro ha tomado otro significado. Víctimas morales de un maestro del disfraz ético, ocultado bajo togas rasgadas y con telarañas, una silueta que nos lava el cerebro con el mejor disolvente que existe: la supresión de las masas.

Bienvenidos al final del eón fanerozoico. Un gran momento donde ya no es necesario implorar que abran los ojos; ahora hay que arrancar los párpados de golpe para que el propio fluir de sus sangres les haga rememorar, les haga pensar en dónde se ha ocultado la evolución todo este tiempo. Bienvenidos al mundo donde cajas nos emiten imágenes de un mundo próspero que no es más que la sombra de un vertedero de sueños fallidos. Bienvenidos al cementerio viviente. Donde los propios difuntos dictadores siguen gobernando desde sus herencias psíquicas este moribundo planeta.

Bienvenidos al fin de una etapa, bienvenidos al inicio del estado de naturaleza de Hobbes pincelado con el despotismo modernista de los estafadores. Bienvenidos a un océano de amenazas que nunca acabarán. Ya queda menos para cumplir lo que tantos pronosticaron. Bienvenidos a un taller… un taller donde se está fabricando el primer cataclismo artificial, el Big Rip antropogénico. Bienvenidos a la ejecución del hombre. Una muerte no corpórea que nos convierta en autómatas dejando a un lado el raciocinio.

Bienvenidos al mejor mundo en lo que se refiere a distorsión racional. Donde lo que se pretende arreglar se estropea por otro lado. Donde la ciencia es invidente y es guiada por unos dogmas religiosos que aseguran un mundo mejor. ¿Cómo, si este lo hemos dejado en ruinas? Un mundo donde la investigación es propugnada solamente por aquello que llene las huchas hasta reventar. Un lugar en el que antes no era necesario pagar tu vida y, curiosamente, ahora hay que hacerlo hasta para tu muerte.

Porque cuando hay un descontrol desmesurado de los cánones, cuando la hipnosis ya ha arraigado en el psique, cuando buscamos como simples rabiosas alimañas cualquier motivo para iniciar una disputa para sentirnos bien con nosotros mismos, cuando desgraciadamente la única forma de que la letra entre sea con sangre, cuando la vida ya no fluye, sino que se encuentran estática, estancada y podrida, cuando los salvajes destruyen aquello por lo que dudosamente están luchando, cuando los cobardes no tienen el valor de reivindicar lo que quieren a los verdaderos causantes; cuando hay que luchar hasta por el mismo aire que respiramos, cuando ya no se trabaja para vivir, sino que se vive para trabajar, entonces ya no consiste sencillamente en vivir. Ahora hay que SOBREVIVIR.

La cosecha


Y lo que todo ha empezado en un viernes 13, acabará en otra fecha igual. Un paso del tiempo cicloidal que hará de esta página un escritorio maldito...

Semana tras semana, este lugar será visitado por personajes trastornados y oscuros que tan sólo podrán manifestarse a través de la letra. Historias de terror, de fantasía. Relatos donde lo irreal convive plácidamente con lo cotidiano. Escritos de reflexión, cuentos fatales y alguna que otra cosa que te transmita un escalofrío insoportable que recorra toda tu médula.

Os doy la bienvenida a un rincón donde un ente solitario, errante,  ha viajado por los lugares más recónditos de infinitas dimensiones en busca de almas abandonadas y que ahora, acompañado de ellas, espectros los cuales necesitan transmitir sus vidas, se encargará de hacer relevante lo que antes pasaba desapercibido: el caos se ha materializado. Tantas historias perdidas en el olvido que ahora verán una pequeña luz para que estas ánimas perturbadas puedan descansar al fin…

Que se abran las puertas de la oscuridad, que se rompan las ataduras de la locura. Ahora los monstruos de Pandora se han liberado. Sin más dilación, queridos testigos de los imposible, disfrutad del suculento manjar de los delirios... los delirios de una sombra...