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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Interrogatorio

El interrogador dio un sorbo a su vaso de café antes de comenzar la audaz “entrevista”. Tras dar un buen trago separó la silla de la mesa y se sentó bruscamente. Mientras tanto, el otro, su objetivo, que estaba escondiendo la cabeza entre sus brazos en señal de sueño, se incorporó y le miró fijamente a la vez que dejaba escapar una leve sonrisa.

-Tú y yo sabemos lo que ha ocurrido y todo apunta a que fuiste el causante. No hay ninguna forma de que se desvanezca tu involucración activa en este acto deleznable, así que… ¿dónde están los cuerpos?

-El juego terminaría si lo dijera ahora, ¿no crees? Soy ahora más valioso que tú y dudo que me metáis entre rejas y mucho menos que permitas que me sentencien a muerte…. JAJAJAJA… muerte… sí, por supuesto…

-¿Qué pretendes ganar con esto? Fin del juego, de verdad, no hay nada más que hacer excepto alargar el dolor de sus familiares. Sé que no es tu estilo, no eres tan frío como para hacer daño a gente que no lo merece y, además, ya te has vengado de las dos personas que te traicionaron. No tiene que sufrir nadie más…

-Sufrir… No te preocupes. El único que quiere propagar ese dolor eres tú…

-¡BASTA DE ESTUPIDECES! –gritó el interrogador dando un puñetazo a la mesa –. ¡Dime de una vez dónde están los malditos cadáveres o empezaré a tomarme la ley por mi cuenta!

-Bueno, intenta matarme, lo empeorarás todo…

-¿Matarte? Hacer eso te daría la paz que tu retorcida mente siempre ha anhelado. No… yo no te ejecutaría… Conozco otras formas de hacer hablar a los engendros como tú.

El sospechoso se levantó de la silla y se acercó a la pared que tenía más próxima. De repente empezó a trazar garabatos en la pared con la punta de su dedo. Parecía que estaba escribiendo algo.

-¿Y ahora qué se supone que estás haciendo?

-Nada. Esperar a que te des cuenta de lo que está ocurriendo… Recuerda. Ya sabes dónde están los cadáveres.

-¡¿Pero cómo voy a saberlo si estamos los dos aquí?!

-Sabes, el cerebro humano es muy curioso. Todo lo que no conseguimos recordar desaparece de nuestras neuronas, como si no lo hubiéramos vivido nunca… aparentemente. Sin embargo, el día menos esperado, el subconsciente empieza a trabajar juntando esos recuerdos desmembrados y les da formas extrañas que nunca relacionarías con lo real. Nuestra mente actúa como el mismísimo Victor Frankenstein. Pero piensa esto, para que eso ocurra el cerebro tiene que mantenerse activo a posteriori. Y aquí viene la guinda del pastel. Si la muerte fuera el olvido de todo lo que el ser humano ha hecho a lo largo de su escasa vida, ¿cómo es posible que ahora mismo seamos capaces de recopilar información? Si alargamos a una cuarta dimensión el tiempo, lo que por un lado es presente por otro es futuro y viceversa, afirmando, entonces, que el final ya habría ocurrido si de verdad nuestra memoria finalizase tras ese último aliento. ¿No piensas lo mismo?

El interrogador estuvo prestando atención a su monólogo y se mantuvo varios segundos después reflexionando. En esos instantes en los que el interrogador se encontraba ausente, el sospechoso consiguió alcanzar las llaves de sus esposas, que se encontraban en la mesa, justo al lado del ahora pensativo interrogador. Se quitó las esposas velozmente y con una palmada hizo que el pensador volviera en sí. Le enseñó sus manos libres y empezó a reírse.

-¿Has visto qué fácil me hubiera sido escapar?

-Dejando a un lado lo cuan interesante que me parece esa teoría…

-Me alegro.

-¡Silencio! Dejando eso aparte… me ha impresionado que hayas recapacitado. Veo que has averiguado quién de los dos tiene el arma.

-¡Ah! No, no es eso, digamos que… no me gusta abrir puertas. –el sospechoso aproximó su cara a la del interrogador y bajó el tono de voz –. Y, por cierto, las balas me dan risa…

Tras esa frase ambos se quedaron en silencio durante varios minutos. Mientras que el interrogador no paraba de mirarle con furia, el sospechoso, como si fuera un niño, se dedicó a hacer garabatos en el aire a la vez que tatareaba una canción, eso sí, no una canción normal, ni más ni menos que la marcha fúnebre…

Cuando el interrogador terminó de tomarse por completo el café, volvió a la carga. Sacó el revólver de su tobillo y abrió el tambor. Extrajo cinco balas y dejó una, cerró el tambor y lo giró. Por su lado, el sospechoso, seguía pincelando el aire. El otro le lanzó el arma a la cabeza y cuando se percató de la agresión le miró fijamente.

-Ahí tienes tu billete de salida. Seis intentos, una bala.

-¿Pretendes jugar conmigo a la ruleta rusa? ¿No crees que eso se sale de los protocolos policiales?

-¿Ruleta rusa? No, por favor. No voy a jugarme la vida por una escoria como tú. Con seis intentos me refiero a que tienes seis lugares a elegir. Tus dos manos, tus dos pies, el corazón y la cabeza. Tú eliges el orden y el destino elige cuándo mi amiga tiene que escupir el plomo.

-Está bien, estaba aburrido… Como primera opción elijo el corazón. ¡Qué divertido va a ser esto!

Parece que el sospechoso no tenía miedo a ese juego macabro, pero el interrogador mantuvo la calma y le siguió la corriente. Tal vez tras unos disparos se empezase a preocupar y finalmente dijera el paradero de los cuerpos.

Como era de esperar, en el primer disparo no salió ningún proyectil. Pero no era importante, aún le quedaba una zona mortal. El sospechoso escogió como siguiente objetivo el pie izquierdo. Nada… Después eligió su mano derecha. Tampoco… Le siguió su pie derecho y no ocurrió nada… Bueno, algo sí que ocurrió. Viendo que la bala estaba a punto de salir por el cañón, el sospechoso empezó a ponerse nervioso. La decisión que tomase ahora sería vital, o su mano o su cabeza, ¿cuándo saldría disparada la bala?

-¡Anda! Pero si eres humano, sientes miedo y todo…

-¡No es miedo! Simplemente intento contener la risa.

-Ya, claro… no te andes con rodeos y elige el siguiente punto de disparo.

-…

-Se me olvidó decirte que este juego tiene un tiempo de respuesta, si cuando el tiempo termina no has escogido un sitio, los dos disparos irán a la zona de riesgo, ya sabes, tu inservible cráneo.

-¡Está bien, joder! Elijo… la mano.

El interrogador deseó con todas sus fuerzas que la bala no saliese ahora. Ya se estaba imaginando al sospechoso de rodillas, suplicando piedad por la vida cuando él mismo no respetó la de dos personas. Sería tan delicioso devolverle la misma moneda…

Fueron pocos los segundos en los que el interrogador puso a quemarropa el cañón del revólver en la mano de su víctima, pero para este último parecieron horas. El interrogador se tomó un breve momento antes de apretar el gatillo para observar su rostro. Estaba aterrorizado de verdad. Y entonces, sin previo aviso, apretó.

-¡No puede ser! –ahora sí que el sospechoso lo estaba pasando mal. Desgraciadamente para él, pero afortunadamente para el policía, no había salido ningún proyectil del arma –. Oye, escúchame, de verdad que no puedo decirte dónde se encuentran los cuerpos, eso debe ser cosa tuya.

-Pues en eso estoy. Yo voy a averiguarlo de una forma u otra, de ti depende si quieres colaborar en vida… o en muerte. Además, ¿no decías que las balas no te daban miedo? No deberías asustarte entonces…

El interrogador comenzó a dirigir lentamente el cañón del revólver hacia su sien. El sospechoso seguía en su intento por convencerle de que no era su cometido revelarle el lugar de los difuntos. Sin embargo, parecía que el interrogador no le prestaba atención y lo más impactante era que se estaba planteando si disparar realmente o fingir.

-Tienes diez segundos. Uno, dos, tres…

-Por favor, de verdad que yo no puedo…

-Cuatro, cinco, seis…

-¿Por qué lo haces? ¡Esto va en contra de todo! ¿Te da igual que te detengan por homicidio? ¡Serías como yo!

-Siete, ocho, nueve…

-Está bien, espero que no me duela mucho…

-Y diez.

El sospechoso cerró los ojos mientras el interrogador seguía pensando si apretaba el gatillo. La víctima, por su lado, al ver que no había disparado, abrió los ojos con miedo. Este observó cómo el interrogador tenía la mirada clavada totalmente en el arma. Pero, al final, concluyó su debate moral y disparó.

-¿Pe… pero cómo es posible? ¡Tendría que haber salido una bala!

En efecto, misteriosamente no impactó nada contra su cráneo. Envuelto en una risa insana, le mostró al interrogador la palma de su mano derecha donde yacía esa supuesta bala sentenciadora. Entonces, inmediatamente el interrogador buscó con desesperación munición para darle muerte. El sospechoso, de forma tranquila, volvió a levantarse de su asiento y caminó lentamente hacia su ejecutor, arrinconándole.

-Ya es hora de que abras tu mente...

La voz del sospechoso había cambiado completamente. Ahora se escuchaba un eco vacío, lejano y espeluznante. Pero el interrogador no quiso caer en las fauces de la locura e intentó autoconvencerse de que eran meras alucinaciones.

-¡Deja esos trucos baratos y dime de una maldita vez dónde están los cadáveres!

-Sabes perfectamente dónde se encuentran. Siempre lo has sabido, desde el día en el que sus almas comenzaron el “viaje”. ¿No te interesa saber cómo ha llegado tu querida bala a mi mano?

-¡¿Dónde los has escondido?!

-Realmente no somos tan diferentes. –continuó el sospechoso ignorando su pregunta reiterativa –. Estamos más ligados de lo que tú piensas, créeme.

El interrogador, aterrado, le esquivó y se dirigió veloz hacia la puerta. Pero… al abrirla su cordura pereció. Un montón de tierra se le vino encima impidiéndole escapar. Había un muro enorme de tierra que tapiaba por completo la puerta. Sin embargo, no se dio por vencido y cogió una silla para intentar romper el cristal de la sala. No debería haberlo hecho… Lo que vio reflejado en el espejo no fue de su agrado en absoluto. Observó su rostro con tan solo las cuencas de los ojos, no tenía globos oculares; y el resto de su cara llena de sangre seca. Tal fue el shock de la visión que el sospechoso pudo acercarse a él y charlar.

-Ya empiezas a ver, por lo que parece… ¡Oh! Perdón por la frase, no iba en ese…

-¡¿Qué me está ocurriendo?!

-Piensa. Recuerda. Ya falta poco. Los cadáveres están muy cerca. Tan cerca que puedes olerlos…

Tras eso, el interrogador cayó mareado al suelo. Le empezaron a venir a la mente recuerdos en forma de imágenes, recuerdos que habían quedado sepultados en el olvido de un pasado no muy lejano.

-Olvidaste lo que ocurrió. Por eso te dije lo del cerebro. Por eso te dije lo de la muerte. No permitas que tu cerebro siga conteniendo ese suceso.

-¿Qué suceso?

-Sigue recordando…

En ese momento el interrogador lo comprendió todo. Finalmente recordó algo espeluznante. Esos dos cadáveres por los que tanto empeño estaba poniendo para encontrarlos no eran ni más ni menos que ellos mismos: el sospechoso y él. Todo ocurrió hace quince horas. El sospechoso de homicidio sólo era un simple ladrón de tiendas al que este policía estaba persiguiendo. Los dos acabaron en un cementerio, y el interrogador, lleno de impotencia al ver que no iba a conseguir atraparle, le disparó en una pierna haciendo que cayese destartaladamente en una fosa. Cuando se acercó a la fosa para esposarlo, el ladrón le lanzó un cuchillo al cuello que le atravesó por completo la garganta. Pero desafortunadamente para el ladrón el cuerpo moribundo del interrogador se desplomó contra él de espaldas haciendo que la hoja del cuchillo penetrara en la cabeza del, ahora sí, asesino.

-Tú…. ¡¿Me has matado?!

-Ambos sufrimos una penitencia por nuestros actos. Admítelo, no ibas simplemente a esposarme y yo, bueno, ya sabes que ocurrió.

-¿Y lo de los ojos? Esto es un sueño… ¡Tiene que serlo!

-Mantente callado y escucharás graznidos. Cuervos. Este lugar es conocido por ellos y ya sabes que nuestros ojos son suculentos para estas aves oscuras.

Justo después de terminar esa frase, el sospechoso se quitó las gafas de sol y mostró las mismas cicatrices que presentaba el asustado interrogador. El interrogador ya empezó a admitir su nefasto destino.

-Bueno, está bien, hemos muerto… Y ahora que me he percatado de ello es cuando divisamos la luz y subimos al cielo, ¿cierto?

-Tío, me caes bien, me haces reír mucho. NO. No hay cielo, no hay infierno, no hay nada, sólo esto por toda la eternidad. Así que espero que encontremos algún pasatiempo entretenido porque nos queda mucho tiempo. Encerrados aquí por siempre. Sin salida. Sin redención…


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