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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

martes, 14 de agosto de 2012

El Consejo de los Seis Puñales: Fénix [2]


El lago quedó seco, sin ninguna gota de agua. Una neblina oscura comenzó a invadir el lugar. El portal invocado por Nexus se cerró y unas finas hebras de pura magia demoníaca brotaron de cada uno de los brujos. Pocos minutos después de que cayeran todos al suelo inconscientes, unas ánimas distorsionadas extrajeron a la fuerza las almas de los brujos. Al parecer Nexus no había dado mucha información acerca de todo el ritual.

Muchos supieron contratacar con avidez las “pruebas” de estas ánimas. Sin embargo, otros Brujos, algo más despistados, esto les pilló de improvisto cual emboscada mortal de un feroz enemigo. Todas las almas fueron sometidas a embestidas incesantes de las manifestaciones de la magia demoníaca. Oleadas de sombras, fuego, y vacío impactaban en cada uno de los brujos. El dolor era insoportable. Muchos sucumbieron a la locura y explotaron. Otros murieron engullidos por las sombras. Otros, simplemente, fueron carbonizados. El lago se convirtió en un escenario de chirriantes gritos del más allá. Un bosque aullante…

Tras unos eternos segundos de indescriptible agonía, las ánimas dejaron en paz a los Brujos y desaparecieron en un sombrío destello. Las almas fueron tragadas de nuevo por los cuerpos y poco a poco fueron despertando.

Nexus, que fue de los primeros en despertar, conjuró un poco de alimento y lo depositó cuidadosamente encima de una pequeña tela de seda en la orilla del lago más próxima. Hecho esto, fue a ayudar a sus camaradas a despertar.

-¡Menuda estafa! ¿Me acribillan a descargas del vacío y mi recompensa es un pastel de limón seco? ¡Por favor! Al menos conjura un mísero cántaro de hidromiel. Ah, y respecto a lo de ayudar a los demás a despertarse… un acto muy benévolo por tu parte. Pero si nos has enviado a una prueba cuasi mortal lo de menos es despertarse. Créeme, después de esa salva mágica, esos Brujos están anhelando abrir los ojos. Tu ayuda es innece…

-A ver si pulimos esa educación. –contestó uno de los Brujos de entre la multitud que estaban sentados comiendo –Si vieras lo que ha ocurrido con la cabeza fría te habrías percatado de lo vital que era que pasásemos este ritual. Un ser vivo de una dimensión no puede captar la esencia de otra dimensión, ajena a él, sin quedar trastocado. Esta, con diferencia, ha sido una penitencia muy leve comparada con el gran poder que se nos ha otorgado. Fui de los primeros en buscar información sobre otras fuentes de poder. Sinceramente, que Nexus haya podido abrir un portal para que nos bañemos directamente en un río de puro maná y más siendo del mismísimo Plano Demoníaco, uno de los lugares más poderosos del Universo, es, cuanto menos, impresionante. Además, –dijo mientras buscaba con la mirada a Nexus –de un acto muy generoso. Ha preferido compartir este inmenso poder con sus hermanos hechiceros a guardarse el secreto para ser el único Brujo de la Tierra.

-¡Bah! Irrelevante…

Nexus, mientras tanto, que se encontraba lejos de esos dos Brujos, escuchaba con dificultad lo que decían. Sumándole a eso, también, que estaba ocupado despertando a los otros pocos que aún seguían dormidos.

Poco a poco, los Brujos que ya habían despertado y repuesto fuerzas con la comida conjurada, se fueron uniendo a Nexus para despertar al resto. Aunque unos cuantos, en vez de ayudar, se acumularon alrededor de un Brujo que estaba tendido en el suelo. Todos le miraban pero nadie hacia nada. Cuando Nexus se dio cuenta se dirigió hacia la multitud y se abrió paso entre ella. Nada más pudo ver al individuo en cuestión se sobresaltó.

-¡Agua! ¡Necesito agua! ¡Dejad de estar ahí quietos, panda de ineptos, y traedme algo de agua!

Nexus no podía creérselo. Era su gran amigo, su fiel compañero en las batallas, Ignis el Moldeabrasas. En su vida anterior a la de Brujo, Ignis fue ganándose una enorme reputación en los campos de batalla. Su manejo del fuego era insuperable y podía devastar pequeños pueblos alzando un solo dedo. Nexus le perdió la vista en una pequeña escaramuza que se formó pocos días antes del pacto. Ignis quiso prepararse para la batalla, quizás demasiado bien… Tras duras horas de entrenamiento, logró convertir en una llama viviente su alma. Su intención era potenciar sus hechizos ígneos con cada nuevo conjuro suministrándose de su propia energía vital. Con el primer proyectil de fuego que invocó su cuerpo, este fue devorado completamente por las llamas. Nexus trató de socorrerle pero llegó tarde. Su cuerpo explosionó a los pocos segundos de prenderse fuego. No quedo ni rastró de su cuerpo. Mas al parecer consiguió sobrevivir. Sin embargo parece que su alma siguió transformada en fuego durante todo este tiempo y al tener esta peculiaridad y ser golpeada por olas flamígeras durante el ritual se volvió inestable. Tan inestable que ni su propio cuerpo consiguió evitar chamuscarse con esa alma incandescente. Efectivamente, Ignis ahora mismo era una masa de carne chamuscada y humeante. A pesar de ello, era fascinante que siguiera vivo tras toda esa avalancha de magia llameante cuando otros Brujos, puede que más débiles, no habían resistido ni dos simples hechizos abrasadores.

De todas formas su aspecto no era muy bueno. La poca energía vital que le quedaba se estaba consumiendo tan rápido como una vela; por eso rápidamente Nexus alertó al resto de Brujos para que se alejaran de esa zona, puesto que iba a invocar un portal que conducía directamente a un lago cercano a donde se encontraban. El agua comenzó a brotar de forma fluida del portal refrescando la piel carbonizada de Ignis.

-Eso está mejor… Me alegro de verte Nexus. Siento no haberme acercado a hablar contigo antes. He de decir que tus invocaciones en masa necesitan mejorar mucho. Bromas aparte, gracias, pero la próxima vez invoca un escudo protector para los que tenemos “almas especiales”.

Aunque Ignis quisiera disimular su sufrimiento a su amigo, tanto Nexus como Ignis sabían que el gran Moldeabrasas no iba a seguir mucho más tiempo en este mundo. Que su cuerpo le otorgara unos minutos de resistencia frente al fuego era una bendición. Pero todo cuerpo tiene un límite, incluidos los cuerpos de los hechiceros.

Nexus indicó a los demás Brujos que ayudasen a sus compañeros mientras él se ocupaba de Ignis. Todos obedecieron menos uno que se quedó junto a Nexus observando con curiosidad a Ignis.

-¿No me has escuchado? Ve y ayuda a despertar a los otros Brujos. Tenemos muchas cosas que hacer.


-No obstante tú prefieres quedarte cuidando a este Brujo en concreto. Os conozco perfectamente a los dos. Fuimos… enemigos en una batalla. Recordad, aquella batalla que duró meses y en la que ningún bando conseguía aventajarse del otro.

-¿Tú eres Hex Mal Fario?

-En efecto.

-¿Y a qué vienes? ¿A poner fin a ese conflicto?

-Puede que antes fuésemos enemigos, pero ahora, en nuestra vida como hermanos de sangre, deberíamos dejar a un lado esas viejas rencillas. Simplemente te observo porque es posible que tenga un remedio.

-¿Un maestro de las maldiciones curando a alguien? Eso es tarea imposible…

-Razón no te falta. Pero lo que yo ofrezco no es una cura propiamente dicha. Lo que te pasa, Ignis, es que tu carne esta quemada en su totalidad. Ahora mismo cualquier chispa que conjures sería tu sentencia de muerte. Sin embargo yo puedo atenuar tu magia durante un corto periodo de tiempo. Esto hará que tus quemaduras puedan tratarse con eficacia. Y si a esto le añado un pequeño maleficio para que la carne se te caiga a trozos es posible reparar tu cuerpo. Sólo necesitamos vendas y un ungüento especial… que por suerte llevo siempre conmigo en pequeños tarros dentro de una faltriquera.

-¿Cómo puedes saber tanto de…?

-¿Medicina? Tampoco es para tanto. Conozco todos los maleficios y hechizos malditos existentes en nuestro mundo. También aprendí con el tiempo a conjurar maldiciones de otros Planos. E incluso tengo creaciones propias. Aunque claro, ¿qué pasaría si alguno de mis hechizos se volviera en contra mía? Tras empapar mi mente de miles de maldiciones comencé a indagar en las artes medicinales para curar con rapidez cualquier hechizo o enfermedad que mi cuerpo captara. Al igual que puedo conjurar maleficios, también puedo disiparlos.

-Con razón tus hombres volvían al campo de batalla cada día renovados… Nexus, no nos queda otra alternativa. Si su remedio no puede hacer nada, entonces ya sabes que habrá que esperar…

-Estoy de acuerdo.

Hex abrió su faltriquera y rebuscó en ella mientras Nexus invocaba varias vendas. Hex empapó las vendas con su ungüento y entre los dos vendaron por completo a Ignis a excepción de su cabeza que, gracias a una capucha encantada que confeccionó Ignis para que tuviera resistencia a la magia, no sufrió ninguna quemadura. Lástima que no pudiera hacer lo mismo con su toga porque ya fue tarde, los flujos de maná habían sido sellados cuando empezó a encantarla.

-Bien. ¿Ahora qué hay que hacer? –preguntó impaciente Nexus.

-Ahora necesito que te alejes hasta que no escuches nada de lo que voy a recitar. Cualquiera que pueda escucharlo recibirá mi maldición. Aunque sean susurros, cualquier palabra podría hacerte perder trozos considerables de tu piel.

Nexus caminó hacia atrás lentamente sin apartar la vista de su amigo. Por su parte, Hex, se aproximó al oído de Ignis y empezó a susurrar algo en un lenguaje extraño. No obstante Ignis supo reconocer ese lenguaje, ya que, como buen poderoso hechicero que era, él también conocía algo sobre maldiciones y el idioma de los muertos.

Cuando Hex acabó el recital maldito, Ignis comenzó a convulsionar. Nexus, al verle así, fue corriendo hacia él, pero Hex alzó la mano en señal de que parase. Nexus obedeció y se quedó quieto, impotente. Dos minutos después Ignis dejó de convulsionar. Hex miró a Nexus y le permitió acercarse. Hex pegó su cara al pecho de Ignis para escuchar algún latido.

¡Éxito! Ignis seguía vivo. Ahora sólo quedaba esperar a que la maldición hiciese efecto, tanto la de la piel como la de la inhibición de su magia. Los dos permanecieron en silencio mirando fijamente el cuerpo vendado de Ignis.

Sin embargo algo inesperado sucedió. Ignis empezó a dar pequeños gemidos de dolor. Gemidos que pocos segundos después se convirtieron en enormes gritos de agonía. Su cuerpo empezó a arder de nuevo.

-¿Esto es normal en tu remedio? ¡Dime que sí por lo que más quieras! –dijo entre gritos Ignis.

-Me temo –respondió decepcionado Hex –que no… No sé qué puede haber pasado. ¿Tanta magia ígnea había en tu interior?

Ninguno de los dos Brujos pudo hacer nada. Hex intentó paliar esas llamas inhibiendo aún más la magia de Ignis y Nexus no paraba de invocar portales de los que salía agua. Pero nada… no había nada que apagase esas llamas. El resto de Brujos comenzó a acercarse a esa antorcha humana. Algunos también intentaron apagar el fuego sin éxito alguno.

Finalmente el fuego cesó por sí solo cuando Ignis fue reducido a cenizas. Nexus cayó de rodillas y agarró un par de puñados de su ceniza. No podía creerse que su amigo hubiera muerto por culpa de su estúpido ritual.

-Pobre. Un Brujo débil que casi sobrevive a la conversión. Bueno, sigamos con lo nuestro. ¿Ahora qué tenemos que hacer, Nexus?

-Tú, de momento, cerrar ese pico de arpía que tienes.

Cuando Nexus oyó de nuevo la voz de Ignis abrió completamente sus ojos. La voz provenía de detrás de él. Nexus, aún sin creérselo le preguntó que cómo era posible que estuviera vivo si estaba tocando con sus propias manos las cenizas de su cadáver. Ignis le contestó inmediatamente. Al parecer sí había conseguido algo al convertir su alma en una llama viviente. Si su cuerpo quedaba muy maltrecho durante un largo periodo de tiempo, este se regeneraba de una forma muy peculiar: se quemaba hasta reducirse a cenizas y luego, con el humo de la incineración y su alma llameante, se formaba un cuerpo nuevo. Como un fénix. Tras contarle todo esto a Nexus, los dos se abrazaron.

-… Vaya panda de niños débiles tengo a mi alrededor... –contestó la Bruja de antes al verles abrazarse.

De repente, los aplausos de alguien oculto entre las ramas de un árbol cercano comenzaron a sonar bruscamente. Todos miraron arriba y vieron una silueta vestida con una toga morada sin mangas y una cinta de seda morada en la cabeza en la que estaban sujetos dos cuernos negros y retorcidos de demonio verdaderos.

-Una imagen muy emotiva. Hola hermanita, veo que has sobrevivido al ritual, una lástima… Siento que tengáis que soportar a Inanis –contestó el desconocido mientras bajaba de un salto de la rama del árbol Muerta estaría mejor. Soy Luzbel Lengua Vil y creo que ahora me toca mostraros la senda de un auténtico Brujo.

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