El lago
quedó seco, sin ninguna gota de agua. Una neblina oscura comenzó a invadir el
lugar. El portal invocado por Nexus se cerró y unas finas hebras de pura magia
demoníaca brotaron de cada uno de los brujos. Pocos minutos después de que
cayeran todos al suelo inconscientes, unas ánimas distorsionadas extrajeron a
la fuerza las almas de los brujos. Al parecer Nexus no había dado mucha
información acerca de todo el ritual.
Muchos
supieron contratacar con avidez las “pruebas” de estas ánimas. Sin embargo,
otros Brujos, algo más despistados, esto les pilló de improvisto cual emboscada
mortal de un feroz enemigo. Todas las almas fueron sometidas a embestidas
incesantes de las manifestaciones de la magia demoníaca. Oleadas de sombras,
fuego, y vacío impactaban en cada uno de los brujos. El dolor era insoportable.
Muchos sucumbieron a la locura y explotaron. Otros murieron engullidos por las
sombras. Otros, simplemente, fueron carbonizados. El lago se convirtió en un
escenario de chirriantes gritos del más allá. Un bosque aullante…
Tras
unos eternos segundos de indescriptible agonía, las ánimas dejaron en paz a los Brujos y desaparecieron en un sombrío destello. Las almas fueron tragadas de
nuevo por los cuerpos y poco a poco fueron despertando.
Nexus,
que fue de los primeros en despertar, conjuró un poco de alimento y lo depositó
cuidadosamente encima de una pequeña tela de seda en la orilla del lago más
próxima. Hecho esto, fue a ayudar a sus camaradas a despertar.
-¡Menuda estafa! ¿Me acribillan a descargas del vacío y mi recompensa
es un pastel de limón seco? ¡Por favor! Al menos conjura un mísero cántaro de
hidromiel. Ah, y respecto a lo de ayudar a los demás a despertarse… un acto muy
benévolo por tu parte. Pero si nos has enviado a una prueba cuasi mortal lo de
menos es despertarse. Créeme, después de esa salva mágica, esos Brujos están
anhelando abrir los ojos. Tu ayuda es innece…
-A ver si pulimos esa
educación. –contestó uno de los Brujos de entre la multitud que estaban sentados comiendo –Si vieras lo
que ha ocurrido con la cabeza fría te habrías percatado de lo vital que era que
pasásemos este ritual. Un ser vivo de una dimensión no puede captar la esencia
de otra dimensión, ajena a él, sin quedar trastocado. Esta, con diferencia, ha
sido una penitencia muy leve comparada con el gran poder que se nos ha
otorgado. Fui de los primeros en buscar información sobre otras fuentes de
poder. Sinceramente, que Nexus haya podido abrir un portal para que nos bañemos
directamente en un río de puro maná y más siendo del mismísimo Plano Demoníaco,
uno de los lugares más poderosos del Universo, es, cuanto menos, impresionante.
Además, –dijo mientras buscaba con la mirada a Nexus –de un acto
muy generoso. Ha preferido compartir este inmenso poder con sus hermanos
hechiceros a guardarse el secreto para ser el único Brujo de la Tierra.
-¡Bah! Irrelevante…
Nexus,
mientras tanto, que se encontraba lejos de esos dos Brujos, escuchaba con
dificultad lo que decían. Sumándole a eso, también, que estaba ocupado despertando
a los otros pocos que aún seguían dormidos.
Poco a
poco, los Brujos que ya habían despertado y repuesto fuerzas con la comida
conjurada, se fueron uniendo a Nexus para despertar al resto. Aunque unos
cuantos, en vez de ayudar, se acumularon alrededor de un Brujo que estaba
tendido en el suelo. Todos le miraban pero nadie hacia nada. Cuando Nexus se
dio cuenta se dirigió hacia la multitud y se abrió paso entre ella. Nada más pudo
ver al individuo en cuestión se sobresaltó.
-¡Agua! ¡Necesito agua! ¡Dejad de
estar ahí quietos, panda de ineptos, y traedme algo de agua!
Nexus
no podía creérselo. Era su gran amigo, su fiel compañero en las batallas, Ignis
el Moldeabrasas. En su vida anterior a la de Brujo, Ignis fue ganándose una
enorme reputación en los campos de batalla. Su manejo del fuego era insuperable
y podía devastar pequeños pueblos alzando un solo dedo. Nexus le perdió la
vista en una pequeña escaramuza que se formó pocos días antes del pacto. Ignis
quiso prepararse para la batalla, quizás demasiado bien… Tras duras horas de
entrenamiento, logró convertir en una llama viviente su alma. Su intención era
potenciar sus hechizos ígneos con cada nuevo conjuro suministrándose de su
propia energía vital. Con el primer proyectil de fuego que invocó su cuerpo,
este fue devorado completamente por las llamas. Nexus trató de socorrerle pero
llegó tarde. Su cuerpo explosionó a los pocos segundos de prenderse fuego. No
quedo ni rastró de su cuerpo. Mas al parecer consiguió sobrevivir. Sin embargo
parece que su alma siguió transformada en fuego durante todo este tiempo y al
tener esta peculiaridad y ser golpeada por olas flamígeras durante el ritual se
volvió inestable. Tan inestable que ni su propio cuerpo consiguió evitar
chamuscarse con esa alma incandescente. Efectivamente, Ignis ahora mismo era
una masa de carne chamuscada y humeante. A pesar de ello, era fascinante que
siguiera vivo tras toda esa avalancha de magia llameante cuando otros Brujos,
puede que más débiles, no habían resistido ni dos simples hechizos abrasadores.
De
todas formas su aspecto no era muy bueno. La poca energía vital que le quedaba
se estaba consumiendo tan rápido como una vela; por eso rápidamente Nexus
alertó al resto de Brujos para que se alejaran de esa zona, puesto que iba a
invocar un portal que conducía directamente a un lago cercano a donde se
encontraban. El agua comenzó a brotar de forma fluida del portal refrescando la
piel carbonizada de Ignis.
-Eso está mejor… Me alegro de verte
Nexus. Siento no haberme acercado a hablar contigo antes. He de decir que tus
invocaciones en masa necesitan mejorar mucho. Bromas aparte, gracias, pero la
próxima vez invoca un escudo protector para los que tenemos “almas especiales”.
Aunque
Ignis quisiera disimular su sufrimiento a su amigo, tanto Nexus como Ignis
sabían que el gran Moldeabrasas no iba a seguir mucho más tiempo en este mundo.
Que su cuerpo le otorgara unos minutos de resistencia frente al fuego era una
bendición. Pero todo cuerpo tiene un límite, incluidos los cuerpos de los
hechiceros.
Nexus
indicó a los demás Brujos que ayudasen a sus compañeros mientras él se ocupaba
de Ignis. Todos obedecieron menos uno que se quedó junto a Nexus
observando con curiosidad a Ignis.
-¿No me has escuchado? Ve y
ayuda a despertar a los otros Brujos. Tenemos muchas cosas que hacer.
-No obstante tú prefieres quedarte cuidando a este Brujo en concreto. Os conozco perfectamente a los dos. Fuimos… enemigos en una batalla. Recordad, aquella batalla que duró meses y en la que ningún bando conseguía aventajarse del otro.
-¿Tú eres Hex Mal Fario?
-En efecto.
-¿Y a qué vienes? ¿A poner fin a
ese conflicto?
-Puede que antes fuésemos
enemigos, pero ahora, en nuestra vida como hermanos de sangre, deberíamos dejar
a un lado esas viejas rencillas. Simplemente te observo porque es posible que
tenga un remedio.
-¿Un maestro de las maldiciones
curando a alguien? Eso es tarea imposible…
-Razón no te falta. Pero lo que
yo ofrezco no es una cura propiamente dicha. Lo que te pasa, Ignis, es que tu
carne esta quemada en su totalidad. Ahora mismo cualquier chispa que conjures
sería tu sentencia de muerte. Sin embargo yo puedo atenuar tu magia durante un
corto periodo de tiempo. Esto hará que tus quemaduras puedan tratarse con
eficacia. Y si a esto le añado un pequeño maleficio para que la carne se te
caiga a trozos es posible reparar tu cuerpo. Sólo necesitamos vendas y un
ungüento especial… que por suerte llevo siempre conmigo en pequeños tarros
dentro de una faltriquera.
-¿Cómo puedes saber tanto de…?
-¿Medicina? Tampoco es para tanto.
Conozco todos los maleficios y hechizos malditos existentes en nuestro mundo.
También aprendí con el tiempo a conjurar maldiciones de otros Planos. E incluso
tengo creaciones propias. Aunque claro, ¿qué pasaría si alguno de mis hechizos
se volviera en contra mía? Tras empapar mi mente de miles de maldiciones
comencé a indagar en las artes medicinales para curar con rapidez cualquier
hechizo o enfermedad que mi cuerpo captara. Al igual que puedo conjurar
maleficios, también puedo disiparlos.
-Con razón tus hombres volvían al
campo de batalla cada día renovados… Nexus, no nos queda otra alternativa. Si
su remedio no puede hacer nada, entonces ya sabes que habrá que esperar…
-Estoy de acuerdo.
Hex
abrió su faltriquera y rebuscó en ella mientras Nexus invocaba varias vendas. Hex
empapó las vendas con su ungüento y entre los dos vendaron por completo a Ignis
a excepción de su cabeza que, gracias a una capucha encantada que confeccionó
Ignis para que tuviera resistencia a la magia, no sufrió ninguna quemadura.
Lástima que no pudiera hacer lo mismo con su toga porque ya fue tarde, los
flujos de maná habían sido sellados cuando empezó a encantarla.
-Bien. ¿Ahora qué hay que
hacer?
–preguntó impaciente Nexus.
-Ahora necesito que te alejes
hasta que no escuches nada de lo que voy a recitar. Cualquiera que pueda
escucharlo recibirá mi maldición. Aunque sean susurros, cualquier palabra
podría hacerte perder trozos considerables de tu piel.
Nexus
caminó hacia atrás lentamente sin apartar la vista de su amigo. Por su parte,
Hex, se aproximó al oído de Ignis y empezó a susurrar algo en un lenguaje
extraño. No obstante Ignis supo reconocer ese lenguaje, ya que, como buen
poderoso hechicero que era, él también conocía algo sobre maldiciones y el
idioma de los muertos.
Cuando
Hex acabó el recital maldito, Ignis comenzó a convulsionar. Nexus, al verle
así, fue corriendo hacia él, pero Hex alzó la mano en señal de que parase.
Nexus obedeció y se quedó quieto, impotente. Dos minutos después Ignis dejó de
convulsionar. Hex miró a Nexus y le permitió acercarse. Hex pegó su cara al
pecho de Ignis para escuchar algún latido.
¡Éxito!
Ignis seguía vivo. Ahora sólo quedaba esperar a que la maldición hiciese
efecto, tanto la de la piel como la de la inhibición de su magia. Los dos
permanecieron en silencio mirando fijamente el cuerpo vendado de Ignis.
Sin
embargo algo inesperado sucedió. Ignis empezó a dar pequeños gemidos de dolor.
Gemidos que pocos segundos después se convirtieron en enormes gritos de agonía.
Su cuerpo empezó a arder de nuevo.
-¿Esto es normal en tu remedio?
¡Dime que sí por lo que más quieras! –dijo entre gritos Ignis.
-Me temo –respondió decepcionado Hex –que no… No sé
qué puede haber pasado. ¿Tanta magia ígnea había en tu interior?

Finalmente
el fuego cesó por sí solo cuando Ignis fue reducido a cenizas. Nexus cayó de
rodillas y agarró un par de puñados de su ceniza. No podía creerse que su amigo
hubiera muerto por culpa de su estúpido ritual.
-Pobre. Un Brujo débil que casi sobrevive a la conversión. Bueno, sigamos con
lo nuestro. ¿Ahora qué tenemos que hacer, Nexus?
-Tú, de momento, cerrar ese pico de
arpía que tienes.
Cuando
Nexus oyó de nuevo la voz de Ignis abrió completamente sus ojos. La voz
provenía de detrás de él. Nexus, aún sin creérselo le preguntó que cómo era
posible que estuviera vivo si estaba tocando con sus propias manos las cenizas
de su cadáver. Ignis le contestó inmediatamente. Al parecer sí había conseguido
algo al convertir su alma en una llama viviente. Si su cuerpo quedaba muy
maltrecho durante un largo periodo de tiempo, este se regeneraba de una forma
muy peculiar: se quemaba hasta reducirse a cenizas y luego, con el humo de la incineración
y su alma llameante, se formaba un cuerpo nuevo. Como un fénix. Tras contarle
todo esto a Nexus, los dos se abrazaron.
-… Vaya panda de niños débiles tengo a mi alrededor... –contestó la Bruja de antes al
verles abrazarse.
De
repente, los aplausos de alguien oculto entre las ramas de un árbol cercano
comenzaron a sonar bruscamente. Todos miraron arriba y vieron una silueta
vestida con una toga morada sin mangas y una cinta de seda morada
en la cabeza en la que estaban sujetos dos cuernos negros y retorcidos de demonio verdaderos.
-Una imagen muy emotiva. Hola
hermanita, veo que has sobrevivido al ritual, una lástima… Siento que tengáis que
soportar a Inanis –contestó
el desconocido mientras bajaba de un salto de la rama del árbol –Muerta estaría mejor. Soy Luzbel Lengua Vil y creo que ahora me toca
mostraros la senda de un auténtico Brujo.
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