Sangre.
Un bien muy necesario para cualquier ser vivo, de hecho algo incluso más
indispensable que el oxígeno, el agua o los nutrientes. Cierto que estos tres
factores son necesarios para vivir, pero, ¿quién se encarga de que lleguen a su
destino? Si no hay sangre no hay vida, así de claro. Muchos la consideran como
un medidor de las sustancias de nuestro organismo. Todo viaja por los vasos sanguíneos,
transportado a través de este líquido tan fluido. Otros la consideran un
recurso que se puede donar al prójimo. Otros, quizás la minoría, la consideran
una fuente de energía. Yo, sin embargo, la considero un negocio.
Soy
Santiago y trabajo para una empresa bastante desconocida en el mundo. Pocos la
conocen, sólo los necesarios. Podría decirse que esta empresa para la que
trabajo no sigue al pie de la letra el código moral. Aunque eso de moral e
inmoral perdió su valor hace mucho tiempo. Las sociedades pretenden determinar
cosas que prohíben grandes avances para un futuro mejor por el simple hecho de
que no siguen unas meras reglas inventadas que deforman totalmente nuestra
naturaleza. Bastardos…
¿A qué
se dedica esta empresa? Digamos que es un banco que no maneja precisamente el
dinero tal y como lo conocemos. Más bien es otro tipo de dinero, nosotros lo
denominamos dinero carmesí. Supongo que a partir de aquí ya muchos sabrán cual
es nuestra materia de trabajo: sangre.
La idea
surgió hacen un par de lustros en la cabeza de un economista que estaba en
contra del sistema monetario actual. Él repudiaba la idea de que todo
consistiera en comprar y vender con dinero cuando había otros productos que
podían servir como moneda. Un dato curioso de este economista es que de pequeño
era gótico y su pasión era la sangre. Tal vez ese factor de su pasado fue el
que puso en marcha el mecanismo de su cabeza para encontrar una forma rentable
y pseudolegal de convertir este líquido que circula por cada uno de nosotros en
algo que pudiera ser pasado de mano en mano para la gente que lo necesitase.
Pero se encontró con dos problemas: habían distintos tipos de sangre y no todos
aceptamos la sangre de otros, además del factor RH. “Maldito sistema
inmunitario” pensó.
No
obstante no fue problema para él cuando contrató a un equipo de hematólogos que
investigaron cómo hacer posible crear una sangre universal, una sangre capaz de
interactuar a la perfección con todos los demás tipos de sangre, crear una
sangre que actuara tanto de receptor universal como de donante universal. La
sangre perfecta, el dinero carmesí.
Al
principio mi jefe tenía buenos planes respecto a esto. La sangre de los
donantes de órganos era extraída escasas horas después de su defunción y era
transformada mediante complejos reactivos biológicos a la sangre perfecta para
su posterior consumo. Al principio se pretendieron muchas cosas… como la de dar
esta sangre nueva a gente que lo necesitase para aguantar varios años más con
vida o para curar enfermedades relacionadas con el sistema circulatorio. Esta
sangre tenía integrada una serie de priones que, mediante una reacción en
cadena, modificaban el resto de la sangre del individuo. Era una auténtica
revolución científica, lo más cercano a la fuente de la eterna juventud estaba
en nuestras manos.
Todo
iba a la perfección cuando éramos una pequeña empresa que poseía la suerte de
conocer a personas de las altas esferas que nos apoyaba tanto moral como
económicamente. Hasta entonces poca gente trabajaba en la Compañía Hemato, así
se llamaba la empresa. Había varios cirujanos y hematólogos que se encargaban
de las transfusiones de sangre y algunos funcionarios que trabajaban de sol a
sol estudiando los perfiles médicos de todas las defunciones recientes del
planeta. Allí dónde un donador perecía había uno de ellos para transportar la
sangre lo antes posible al laboratorio de la Compañía Hemato.
Pero
como ya he dicho antes, el jefe de todo esto era un señor que quería crear una
nueva moneda y aunque al principio la gente pensase que todo esto era la acción
de un altruista que les otorgaba otra oportunidad en sus vidas, estaban muy
equivocados, totalmente lo contrario, sólo estaba aguardando el momento idóneo.
Su
empresa ganó fama entre todos los peces gordos del mundo. Mi jefe comenzó a dar
la espalda a los que no daban donativos a la empresa a cambio de sus servicios y
sólo ofreció su sangre a los que podían permitírselo. En resumen, tenía el
mismo altruismo que cualquier insecto chupóptero. Dejó de tener una pequeña
empresa en Madrid para crear cientos de ellas a escala global. Y por supuesto
su nombre cambió, ahora era Blood $ervices, creando también un ingenioso
slogan: Will Work For Blood.
Justo
en este punto, cuando ya había conseguido etiquetarse como un auténtico banco
de sangre, mi jefe nos reclutó a nosotros. ¿Quiénes somos? Somos los nuevos
encargados de traer sangre fresca a Blood $ervices, somos los que hacemos una
“visita” al que no puede permitirse seguir pagando la cuota por una sangre de
calidad, somos los que recolectamos la sangre de los ignotos, es decir, los que
no tienen familiares que reclamen sus desaparición y de los cuales, por ende,
se puede aumentar las reservas de dinero carmesí, somos, lo que nuestro jefe
dice, los Flebotomistas.
No
tengo compasión, no tengo remordimientos, no tengo familia, no tengo nada por lo
que luchar, tal vez por eso varias veces he sido empleado del mes. Mis venas de
escarcha me permiten recolectar dinero carmesí de cualquier “contenedor”:
niños, embarazadas, ancianos, discapacitados… Todos esos sujetos a los que la
sociedad ha decidido darles cierta compasión por ser más… ¿débiles? No es la
definición que yo encuentro cuando intenta huir sin éxito alguno ante mis
retorcidos instrumentos. Mi jefe me envía el perfil del objetivo y yo voy a por
su sangre, ya sea por motivos de impago o por haber sido considerado un ignoto.
Este
último párrafo quizás dé a entender que mucha gente no cumple con parte de su
contrato. En aspectos técnicos esto es cierto, aunque es obvio que las cuotas
que deben pagar no son con el dinero estándar. Sería contradictorio que un
economista en contra de los papeles verdes exigiera un pago con ellos mismo.
No… él reclama lo mismo que ofrece con una sola condición: sangre corriente.
La
diferencia esencial entre la sangre corriente y el dinero carmesí es que la
sangre corriente es eso, corriente, la de toda la vida, la de RH positivo o
negativo y de tipos A, B o cero. Todos los integrantes en Blood $ervices se
preguntan eso, ya que suponemos que sería más rentable una donación de dinero
carmesí del propio consumidor en pequeñas dosis para mantener el banco activo,
pero bueno, nadie pone en cuestión los planes de nuestro jefe. De momento…
Otro
gran misterio que rondará vuestras mentes es qué nos dan a cambio de trabajar
para la susodicha empresa. Por supuesto no es dinero y en realidad no lo
necesitamos. Nosotros trabajamos cuatro horas a la semana que administramos
como queramos. Puedes quitarte del medio las cuatro horas en un mismo día,
puedes dividir la labor en cuatro días durante una sola hora, puedes trabajar
un día tres horas y dos días después concluir con la última hora, lo que tú
prefieras. Lo importante en todo este asunto es el pago que nos dan por esas
escasas horas de trabajo que por cierto no es en absoluto duro si tienes una
buena resistencia mental. Nuestro pago es la inmortalidad, un suministro infinito
de dinero carmesí sin cuota alguna con la única condición de trabajar en Blood
$ervices por siempre. Inmortalidad por estar aquí cuatro horas a la semana y
con el resto del tiempo pudiendo encontrar un trabajo que la propia empresa te
facilita para obtener el dinero necesario para una buena calidad de vida mucha
gente lo considera un… chollo. Pero no es mi caso. Mucho tiempo atrás mi
familia murió y yo rechacé por completo la idea de dejar descendencia. Mi
familia era rica y he ido acumulando todas sus herencias de forma que puedo
permitirme el no tener otro trabajo.
Esto no
quiere decir que lleve una vida de millonario, todo lo contrario, mi estilo de
vida lo considero por debajo de la media en lo que se refiere a una vida
humilde. El único capricho que sobresale de mi estilo de vida es un coche
deportivo que tuve que comprar por obligación de la empresa para hacer mis
“trabajos” con más eficacia y velocidad.
Supongo
que la última duda que os quedará será si mi jefe tiene algún depósito de
dinero común. Bueno, no le hace mucha falta pienso yo. Al contrario que el
resto de integrantes de Blood $ervices, él no tiene en sus venas ni una
minúscula gota de dinero carmesí y por tanto, con la gran suma de dinero que
juntó de los donativos que le daban al principio de todo esto puede vivir sin
ninguna preocupación económica. Eso sí, es extraño que, sin tener dinero
carmesí en su aparato circulatorio, comprobado médicamente por hematólogos,
tenga la asombrosa edad de 108 años y aparente sesenta.
Sin
embargo tal vez haya una incongruencia en todo esto que os he contado. Puede
que no hubiera sido apropiado conjugar el verbo trabajar en presente, hubiera
sido más preciso conjugarlo en pasado. Aunque también tengo que admitir que un
último trabajo lo tenía a medio hacer.
Todo
empezó hace un par de meses, cuando llegaba a la empresa tras terminar un
trabajo. Litros de sangre fresca recién drenada de un niño de nueve años
envasados en varias bolsas de plástico ocupaban mi maletín gris metálico.
Caminaba tranquilamente por el pasillo principal de la sede central de Blood
$ervices donde estaban los funcionarios tecleando sin parar buscando
información de nuevos ignotos. Siempre estaban actualizando los perfiles de
todos nosotros para rellenar nuestros expedientes con nuestras más recientes
acciones. Trabajando sin parar ansiando ser el primero en encontrar una nueva
presa olvidada por todos de la que nadie nunca lamentaría su muerte. Yo los
veía como auténticas aves de carroña, intentando rapiñar cualquier cosa que
pudiera alegrar a su endiosado jefe.
El
sonido de las teclas acompañó mis pisadas en la alfombra desgastada del pasillo
hasta la puerta de madera del fondo donde, siempre sentado en su delicado
sillón de cuero negro, estaba el jefe. Justo al inclinar un poco el picaporte
de la puerta su ronca voz sonó. “Adelante”. Pausé un momento y entré sin decir
nada hasta sentarme y colocar el maletín en la mesa. Con lentitud quité el
seguro del maletín y lo abrí mostrando el botín al impaciente jefe.
-Buen trabajo, como de costumbre. Me
enorgullece que tu eficacia no haya disminuido ni lo más mínimo a pesar de
todos estos años de servicio. Sabes que sin ti esta empresa no habría crecido
hasta convertirse en lo que actualmente es.
Siempre
que le enseñaba mi recolecta decía lo mismo. Supongo que eran alabanzas vacías
para asegurar otro año más en el que contara conmigo. Debía admitirlo, era con
diferencia el mejor Flebotomista que tenía Blood $ervices, pero lo que el jefe
usaba para asegurar mi permanencia en la empresa era lo que en realidad cada
vez hacia que me replantease más lo de dejar en simples recuerdos todas mis
flebotomías.
-Era un chico de nueve años. Tenía madre y
padre que le adoraban, una pandilla de amigos que le echará de menos, un futuro
verdaderamente espléndido por delante, incluso podría haber sido otro de tus…
Flebotomistas. ¿De verdad no se podría haber hecho una excepción al menos esta
vez y que simplemente hubiera donado parte de su dinero carmesí?
-Tantos años al servicio de Blood $ervices y
parece que aún no conoces totalmente bien nuestro protocolo. YO les otorgo una
segunda oportunidad con la única condición de que me den cada mes una mísera
bolsa de medio litro de sangre normal. Ya no digo que lo hiciese el niño, pero
si sus padres no tuvieron las suficientes agallas de desangrar a un desconocido
para pagar la cuota tal vez no querrían demasiado a su hijo. Es el único
requisito para vivir. Así el desangrado también nos pedirá ayuda y gustosamente
se la ofreceremos. Este a su vez, en caso de que aprecie su vida, irá a por
sangre para pagar la mensualidad y así sucesivamente hasta que el dinero
carmesí se globalice completamente. Santiago, recuerda:
Will. Work.
-For Blood…
“For
fucking crimson greed” pensé. Conocía muy bien al jefe y a pesar de ello
a veces seguía asombrándome cuando superaba sus límites. Odiaba tanto el
capitalismo del dinero y él mismo pretendía convertir la sangre en otro juguete
monetario, quería diferenciar por dentro ricos y pobres también. Al final no
todos sangraríamos con el mismo color. A veces me resultaba vomitivo. Como si
fuera un perro me agradeció la respuesta regalándome una bolsa de dinero
carmesí.
-Toma, por si algún
día vas falto de ella.
-Estaba preguntándome…
¿y cuando al final todos posean dinero carmesí seguirás pidiendo como pago
sangre normal? Lo digo porque bueno… la única sangre de ese tipo que quede en
el mundo será de otros animales y dudo que sea compatible con el organismo
humano.
-Eres bueno, pareces
mi hijo, yo mismo me pregunté lo mismo al empezar todo esto. No te preocupes,
hace tiempo que solventé ese problema. ¿Por qué piensas que pido la sangre
normal como pago? Cuando ya no sea necesario cazar ignotos para engordar
nuestras reservas de dinero carmesí a estos se les capturará y se les inyectara
sangre normal con un pequeño cambio proteico que atacará la médula ósea para
que deje de segregar los glóbulos rojos del dinero carmesí y empiece a crear
eritrocitos normales. Cuando unos cuantos de estos ignotos vuelvan a poseer
sangre normal se les volverá a dejar libres en las calles y serán enviados a
los buzones de mis clientes información sobre ellos para que los cacen. Será
entonces cuando se vuelvan locos por encontrar a uno de ellos para seguir
pagando la cuota y entonces deje finalmente de ser codiciada la moneda para
serlo la sangre. A partir de aquí Blood $ervices será la empresa más poderosa,
decidiremos quién vive, quién muere, vigilaremos el flujo de dinero carmesí y
entre todos se pisotearán para acumular la suficiente sangre para los pagos
requeridos. Todos y cada uno de ellos estarán bajo el dominio del nuevo dinero.
La sangre se convertirá en una obsesión de la que no podrán deshacerse porque
será la fuente de la vida. El que pueda pagar la sangre tendrá una vida llena
de comodidades, el que tenga dificultades para recolectarla también podrá
vivir, por supuesto, pero a duras penas convirtiéndole quizá en el más letal de
todos ellos, y por último estará el que no pueda conseguir sangre. Este último
es mi favorito ya que de él se puede sacar todo su jugo y llenar aún más el
almacén de sangre carmesí.
-Vaya… es irónico
viniendo de ti. Tanto repudiabas el sistema capitalista del papel verde y lo
único que has hecho con esto es acelerar el proceso capitalista hasta un
extremo que tarde o temprano, por no decir que ya es, llegaría a ser. La única
diferencia es que tú no das objetos concretos, materiales, cosas tangibles. Tú
lo que haces es alquilar vidas eliminando de la faz de la tierra las almas
pobres y dotando de una macabra eternidad a las almas ricas dándoles una vida
de violencia y sangre que no se encuentran ni en las más oscuras y grotescas
novelas de terror. Lo único que has hecho es teñir el dinero de rojo y nuestras
almas de negro. Me pregunto hasta qué extremo puede llegar a afectar a la mente
humana el dinero carmesí para que tú no quieras inyectártelo.
-Mira chico… he
aguantado toda esta sarta de impertinencias por el aprecio que te tengo.
Después de mí tú eres el integrante más antiguo de esta empresa. Pero mi
paciencia tiene un límite y no tolero que te hayas dirigido hacia mí de esa
manera. Tengo mis razones para no querer tener la sangre universal en mi
cuerpo. Y sobre lo de que en realidad soy capitalista… ¿quién de los dos ha
estudiado economía aquí? Para lo único que sirves es para cortar los vasos
sanguíneos de tus presas y conectar la sangre mediante tubos a estas bolsitas
que me traes. Eres un Flebotomista y yo un empresario con visión de futuro. Así
que si quieres conservar el trabajo más te vale retirar todas esas estupideces
que han salido de tu boca. Eres un buen Flebotomista, podría decir que nadie
podría suplir tu puesto con tu misma eficacia y no estaría equivocado, pero si
tengo que prescindir de ti para cerrar tu boca lo haré. Y espero que nada de
esto salga de este despacho o puede que un informe sobre un nuevo ignoto
aparezca en la taquilla de otro Flebotomista.
-¿Estás amenazándome,
en serio?
-Solamente digo que
nadie aparte de los trabajadores de Blood $ervices conocen tu existencia y
sería muy fácil para mi borrar sus recuerdos sobre ti con tan solo mencionar
que esa inmortalidad que poseen podría “desaparecer”.
-Ah… de acuerdo.
Prometo no decir nada, tienes mi palabra.
-Perfecto. Sé que
puedo confiar en ti, y por eso…
-Por cierto, dimito.
-¿Qué acabas de decir, chico?
-Lo has escuchado
perfectamente. He visto muchas cosas, más de las que tu rechoncha figura ha
podido ver desde ese sillón. ¿Tengo que recordarte la causa principal de la
dimisión de los Flebotomistas? Pura y dura locura es la causa. Llegamos a ver y
hacer cosas horribles para tener en pie a esta empresa. Sangre de miles de inocentes
ha manchado nuestros rostros sin que estos hicieran lel más mínimo signo de
compasión. Hemos visto desvanecerse cientos de vidas en nuestras manos. Hemos
sido la causa de suicidios por culpa de depresiones debido a las pérdidas que
hemos ocasionado. Tú no sabes el lado oscuro de esta atroz empresa. Pregunta a
cualquier Flebotomista por su primera caza, todos responderán lo mismo: tuve
nauseas y no pude dormir, algunos incluso afirmarán que vomitaron. Miles de
personas se nos han puesto de rodillas prometiéndonos cosas inimaginables a
cambio de otra oportunidad. ¿Sabes cuántos órganos han tocado estas manos? El
olor a muerte se ha quedado impregnado en mi pituitaria. Ha llegado a un punto
en el que le hemos dado vacaciones indefinidas al de la guadaña. Afirmas que el
único que sabe el funcionamiento de Blood $ervices eres tú pero, ¿realmente es
así? ¿De verdad conoces A FONDO todo lo que rodea a esta empresa? La única
realidad que vas a hacer vigente va a ser la de las películas futurísticas. Y
no me refiero a esas en las que se ve un mundo mejor en el que el dinero ha
pasado a un problema secundario, no. Me refiero a un futuro apocalíptico. Aún
puedes parar este sanguinario mecanismo, pero supongo que tu mente ha sido
infectada con un nuevo tipo de “escarlatina”.
Mi jefe quedó callado y yo esperé varios segundos a que se
dignase en contestar algo, pero no fue así. Me cansé de esperar y me dirigí a
la puerta para no volver nunca más por allí. Pero justo antes de posar mi mano
derecha en el picaporte mi jefe abrió la boca.
-Si sales por esa
puerta te liberaré de la invulnerabilidad de las cuotas del dinero carmesí. En
pocos días serás catalogado de ignoto e irán a por ti. Es tu decisión.
Suspiré y en silencio salí de allí dando un fuerte portazo.
Las amenazas de ese tipo no me afectaban. Tanto tiempo vivo y nada que
disfrutar, lo de ser ignoto podría llegar a considerarlo una bendición. No
obstante tenía un cabo suelto que atar antes de ser carnaza para los
Flebotomistas.
He de admitir que me sorprendió la rapidez con la que llegó
a mi buzón un certificado de una activación de pago mensual por adquirir sangre
de Blood $ervices. Ahora que era un simple cliente más sólo era cuestión de
tiempo que los funcionarios de la empresa hallasen en mi perfil que cumplía
todos los requerimientos para ser ignoto.
Aunque cometieron un gravísimo error. Mi jefe… ex-jefe borró
mi perfil de Flebotomista tan rápidamente que olvido imperar la devolución de
los materiales que poseía como tal. Estas herramientas serían fantásticas para
hacer de una forma más limpia y eficaz mi última voluntad. ¿Desangrarme para
evitar ser otro contribuyente más a su banco sanguinolento? No, creo que ya
contribuí lo suficiente. Tenía otras cosas en mente, mucho mejores…
A la mañana siguiente observé a un Flebotomista vigilando mi
casa. Cuando me fijé mejor me di cuenta que era Mike, lo más cercano a un buen
compañero de trabajo que yo conocía. Bajé con intranquilidad las escaleras y le
pregunté qué hacía allí. Me contestó que se había enterado de mi dimisión y
sabía todo lo acontecido, desde la versión del jefe de que quería una vida más
tranquila fuera de las huellas del dinero carmesí, hasta la de algunos
empleados que decían que no había sido capaz de soportar todas las durezas que
vive un Flebotomista. Y, claro está, también oyó la verdadera, por eso venía a
traerme la información crítica de todos los familiares de mi antiguo jefe
incluyendo sus viviendas y sus lugares favoritos más frecuentados. Ahora podría
enseñarle la verdadera esencia de su fatídica empresa.
Afortunadamente no tenía mucha familia viva, y seguro que el
número se reduciría bastante si por sus vasos circulase el dinero carmesí. Una
incógnita que quedaría siempre por despejar sería esa: cuál sería su verdadera
razón de no inyectarse esa sangre. Lo contrario que su familia. Todos
absolutamente todos, tenían dinero carmesí a un nivel sanguíneo del 100% y lo
más gracioso de todo ello era que estaban exentos de pago. El chiste lo entenderéis
al saber que estaba terminantemente prohibido regalar dinero carmesí a
cualquier familiar u conocido del trabajador de Blood $ervices de forma que el
beneficiario no tuviera ninguna obligación de cumplir con la mensualidad
impuesta por dicho consumo.
Mis primeros objetivos serían sus seis nietos, seguidos de
sus cuatro hijos. Al parecer cada familia vivía muy alejada de las otras, pero
no lo suficiente lejos como para que llegase a sus viviendas en escasas horas
conduciendo mi, ahora sí, útil deportivo.
Sinceramente, la resistencia que ofrecieron cada uno de
ellos no fue ni una décima parte de la que dieron incluso niños de cortas
edades a la hora de enfrentarse a mis horripilantes instrumentos de
Flebotomista. Cuando el último de sus hijos murió totalmente desangrado, mi ex-jefe
empezó a alarmarse acelerando el proceso de una caza que yo tenía ganada. Eso
sí, pude ganar tiempo gracias a Mike que se encargó de dificultar todo lo
posible el acceso de otros Flebotomistas a mi perfil.
Tan sólo quedaban en su lista los pocos amigos y conocidos
que tenía fuera de su asquerosa empresa. Podían contarse exactamente con dos
manos, y una de ellas amputada. Estos se resistieron bastante más que sus
familiares llegando al caso de que uno me apuñaló un par de veces causándome una
herida mortal. Y fue el propio jefe el que me salvó la vida. Lo explicaré: la
bolsita de sangre que me regaló fue precisamente la que permitió una rauda
coagulación al aplicármela en el pecho. Si se hubiera enterado de esto seguro
que estaría mordiéndose las uñas de pura impotencia.
Por último, después de casi un mes entero derramando sangre
de inocentes, me quedaba el objetivo final. Pero justo cuando me dirigía a
reponer fuerzas a mi casa me llegó un mensaje de Mike breve pero con una
buena carga de información. “Ya lo saben”. Era el aviso de que ya había sido
catalogado como otro ignoto más de los cientos que había. Ahora era una carrera
contrarreloj para llegar a tiempo y arrastrar a mi jefe a la tumba conmigo.
Hablé por última vez con Mike para que me dijera dónde va él
después de salir de la empresa y para que me diera su tarjeta de trabajador. Tenía
la suficiente confianza en él como para saber que lo conseguiría. Sin embargo
lo que no me esperaba era que mi petición le había puesto en el punto de mira
de algunos Flebotomistas que consiguieron alterar su perfil. Nunca llegué a
reunirme con él. Esa fue la última vez que volví a escuchar su voz. Lo habían
exterminado…
Pero su tarjeta llegó a mi buzón un par de días después
alterada para que su barra magnética fuera idéntica a la del jefe. No supe
quién hizo eso, puede que él mismo al ver que el plan no iba a dar resultado o
los otros Flebotomistas que también querían ver la cabeza del jefe servida en
bandeja. No era el momento de pensar en eso, había que aprovechar esa ventaja e
ir a por él. Un objetivo indefenso que iba todas las noches a cenar a un
restaurante con la misma alegría de siempre pareciendo que no le importase para
nada la muerte de todos sus conocidos. Logré entrar y disfrazarme para tomar la
apariencia de un camarero. Cuando le iban a llevar el pedido a la mesa convencí
al camarero de que me dejase a mí llevarlo. Parecía que no sospechaba nada
hasta que hubo un primer contacto visual, entonces ya empezó a ponerse
nervioso, estaba claro que mi cara disfrazada le sonaba.
-Hola señor, ¿nos
conocemos?
-Lo dudo, acabo de
empezar a trabajar aquí y vengo del extranjero. Hace poco que dejé mi antiguo
trabajo.
-Vaya, eso me sue…
-¿Te suena verdad? ¿Y
si me quito esto me reconoces ya? Claro que sí. Hoy el plato viene con una
grata sorpresa.
-No puedes ser tú.
¡Camarero, camarero! ¡Llamad a seguridad, deprisa!
No hubo tiempo de reacción por parte de las fuerzas policiales.
Extraje la tarjeta alterada de mi bolsillo y la rompí ante sus ojos. Al principio
se extrañó al no saber cuál era mi intención por romper una tarjeta de
plástico, pero cuando le dije la singularidad de dicha tarjeta intentó huir.
Yo, por mi parte, le dejé vía libre. Sabía que no iba a llegar muy lejos.
Pocos minutos después, cuando iba en su busca dentro de mi
deportivo, le divisé corriendo como una rata asustada en medio de la carretera.
Al tocar el claxon se giró y se deslumbró con los focos. Paré en seco el coche
y le até sin dificultad alguna los pies y las manos para meterle en el asiento
trasero del vehículo.
Las dos primeras horas lo único que hizo durante el trayecto
fue llorar y llorar, cuando entonces, en un momento de lucidez, empezó a reír al
alertarme de que en realidad no era un ignoto, y la razón no podía quitársela.
Por supuesto que no lo era, ni yo en ese momento, ahora los dos éramos
conocidos y por tanto ningún Flebotomista podía darnos caza. Pero yo, muy tranquilamente,
le expliqué el final de mi plan. Ya sabía de antemano lo que ocurriría al destruir
la tarjeta, sólo era un momento de deleite al observar como su esperanza se
esfumaba con la misma velocidad con la que había surgido.
-¿Por qué piensas que
llevo conduciendo toda la madrugada hacia las afueras de la ciudad? ¿Por qué
piensas que mi cara no ha tenido ni el más mínimo indicio de asombro al oír tu
necedad? Ya sabía que mi acción en el restaurante ocasionaría de inmediato la
inmunidad ante la caza de los Flebotomistas. Pero es tan sencillo resolver ese
pequeño contratiempo… Observa el velocímetro, cada vez marca más y más
velocidad. Y ahora fíjate si puedes en lo que pone en el siguiente cartel por
el que vamos a pasar. ¿Lo has visto? Bueno, si la velocidad te ha impedido su
lectura te lo diré yo mismo. Ponía carretera en construcción.

-Pero yo no quiero
obligarte a algo, no, no soy como tú. Yo te voy a ofrecer dos alternativas.
Alternativa número uno. Te quedas quieto y mueres conmigo dentro del coche siendo
causante de una pequeña pérdida de las reservas de sangre de Blood $ervices.
Alternativa número dos. He quitado el seguro a las puertas del coche y puedes
salir de él. Deambularás hasta que consigas librarte de esas ataduras y
esperarás a que los Flebotomistas, una vez ya declarado oficialmente un ignoto,
vengan a por ti. Y quién sabe, puede que con suerte logres darles esquinazo.
Bueno, tú decides. Quedan pocos kilómetros para llegar al corte de la carretera.
El jefe no se lo pensó dos veces y saltó del coche. Pude ver a través del retrovisor cómo rodaba sin parar por ese terreno árido. A pocos segundos de mi muerte cerré los ojos y sonreí sabiendo que mi libertad psicológica me iba a ser entregada varios metros delante. Tenía la esperanza, también, de que los Flebotomistas fueran eficaces y le desangraran mientras sufría un espantoso dolor. Estaba claro que este nuevo ignoto era uno de los más codiciados por los Flebotomistas. Mucho odio había creado entre algunos como para que ahora no diesen lo mejor de ellos para darle caza.
Y ahora, cuando mi mente se cerraba definitivamente tras una
brusca colisión, solo era cuestión de tiempo que el individuo que inició todo
esto acabara como uno de sus clientes bancarios: exprimido hasta la última gota
de dinero… quiero decir, de sangre.
Supongo que a estas alturas ya sabréis a qué se debía que
pusiera esa singular letra S en el nombre de esta difunta empresa.
Blood Services: Will Work For Blood
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