Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

martes, 18 de septiembre de 2012

El Consejo de los Seis Puñales: Vileza [3]

Los atuendos que Luzbel presentaba eran curiosos para el resto, ningún sastre famoso los había hecho, eso seguro. Y estaba en lo cierto, esas prendas no provenían de aquí, al parecer la senda de la brujería se adentraba en otro lugar, en otro Plano, un sitio donde la magia era más tolerada y donde podrían hablar sin preocupaciones sobre el futuro que les deparaba a todos ellos.

Nexus dio un paso adelante, y como si hablara por todos, aceptó su guía. Todos habían repuesto fuerzas y era crucial alejarse de allí lo antes posible debido al caos mágico que habían provocado. Seguramente algún grupo de exploración habría salido hacia el lugar para indagar. De momento no debían mostrar sus talentos con el resto de humanos, la paciencia ere requerida en esos instantes.

-No es por ser desconfiado ni nada pero no me gusta ir a ciegas y más tras oír tu nombre. He oído hablar de vosotros, los Lengua Vil. Antaño un pequeño grupo de hombres halló la forma de aclimatar su cuerpo para sobrevivir a una larga estancia en un plano ajeno. Tú debes ser uno de ellos.

-No tengo motivos para ocultarme, así es, Lengua Vil no es un simple apodo, es la marca de los que exploraron nuevos territorios y yo, casualmente, decidí investigar la senda de la magia tabú. La gran invocación de Nexus llegó a mí, pero decidí alejarme del grupo y observaros, a mí no me hacía falta esa purificación, yo tomo la magia de otro lugar.

-Pero no has dicho todo, Luzbel...

En ese momento Luzbel se puso nervioso mostrando unos gestos poco sutiles. Nexus dio un pasó para atrás pidiendo explicaciones antes de que fueran con él. Luzbel intentó dar algunos rodeos para evitar que se revelase ese oscuro secreto suyo, pero ninguno caía presa de sus juegos mentales. Ignis, cansado, comenzó a canalizar una enorme roca incandescente para agilizar su respuesta.

-Tranquilos, si él no habla yo lo haré. Tampoco era necesario esos comportamientos, ni el tuyo Ignis ni el tuyo Luzbel, no creo que merezca tanto ocultismo. Al fin y al cabo todos abrazamos artes oscuras y podemos pasar por alto lo tuyo. ¿Comienzas tú o yo?

-...

-Está bien, sin problema. En un viejo libro salía la historia de este grupo de Magos exploradores. Al principio la intención era la de traer nuevas materias primas aquí por la época de escasez que hubo. No soy capaz de imaginarme las maravillas que encontrasteis allí que retrasasteis vuestra fecha de regreso tres años. Por aquel entonces yo era pequeño y esto me lo contaba mi tío con pinceladas típicas de cuentos fantásticos, aunque el germen de la curiosidad arraigó en mí y años después comprobé que todo era cierto. Mucha gente conjuraba amuletos que depositaban en recuerdos vuestros para que prosperaseis en aquellas tierras inhóspitas. Y claro que prosperasteis, pero pagando un precio... Vuestros cuerpos estuvieron mucho más de lo que podían estar en ese plano y la carne empezó a moldearse para aparentar la de cualquier residente de allí. Pezuñas y retorcidos cuernos fueron los que más destacaron cuando regresasteis. Sí, viajaron al Plano Demoníaco. Todos los ciudadanos se horrorizaron al pensar que eran extrañas criaturas del Infierno. Pero cuando algunos familiares reconocieron sus rostros todo se calmó. Trajeron maravillas de allí y afortunadamente con el tiempo sus cuerpos volvieron a la normalidad. Pero esto acaba bien, y vosotros no tuvisteis un final feliz que se diga, ¿no es así, Luzbel?

-No... volvimos allí cuando se agotó lo que trajimos. Pensamos que lo peor que podría pasarnos al volver allí sería esa leve metamorfosis y en pocos días a la vuelta se curaría de nuevo. Pese a estas expectativas, lo sucedido no podía estar más lejos de la realidad. Nuestro cuerpo cedió y nos asustamos cuando, al regresar a casa, la carne no volvía a adoptar forma humana. Pasaron semanas, meses, años... Por suerte los vecinos no nos rechazaron, pero sí que nos "animaban" a viajar cada vez con más frecuencia al Plano Demoníaco para que ellos siguieran deleitándose con aquellos productos tan exóticos. Al principio todo marchaba bien, nuestro cuerpo no cambiaba ni para mejor ni para peor. No obstante, un seis de Junio, cuando quedaban seis horas para medianoche, en nuestra piel empezaron a dibujarse runas verdes. Nuestra piel ardía pero podíamos soportar el dolor. No sabemos con exactitud qué pasó ese día exceptuando lo de las runas, pero desde ese momento nos sentíamos más cómodos allí. Cada segundo que pasaba nos encontrábamos más a gusto en el Plano Demoníaco que en nuestro Plano natal. En ese instante lo supimos. 

Dicho esto, Luzbel cerró los puños y una energía morada comenzó a rodearle. Sus pies se transformaron en pezuñas. De su espalda brotaron dos alas demoníacas que rasgaron su toga. Cientos de runas aparecieron repentinamente en su piel y sus pupilas se alargaron como las de un felino. La cinta de su cabeza se desprendió desvelando que esos cuernos eran propios. Finalmente sus colmillos y uñas de las manos se alargaron y afilaron. La imagen de Luzbel que veían ahora no se parecía en nada a la otra, más humana.

-Nos llamamos a nosotros mismos Lengua Vil, éramos técnicamente una especie nueva, mitad humanos, mitad demonios. Algunos optaron por quedarse en el Plano Demoníaco y otros en el Plano Terrestre. Pasaron algunos meses y algunos no soportaron su nueva forma, como yo. La diferencia entre estos y yo era que ellos tomaron medidas rápidas y poco razonadas. Unos se quitaron la vida y otros usaron la propia magia vil que ahora circulaba por su cuerpo para transformarse definitivamente en demonios. A mí me llevó bastante tiempo adoptar mi forma según el lugar, pero lo conseguí. La razón de Lengua Vil es bien sencilla, nuestro lenguaje cambió a uno muy curioso. Sin conocer dos idiomas, éramos capaces de comunicarnos con el mismo tanto con humanos como con demonios. Tal vez el habla cambie cuando llegue a vuestro oído, no lo sé. Y lo de Vil resulta obvio. Estuvimos recibiendo irradiación de las propias fuentes de magia demoníaca del lugar. La diferencia era que a nosotros nos afectaba de una forma singular mezclándose con la magia arcana de los humanos. Cuando la magia que fluía en nosotros era salvaje, realmente se comportaba como una monstruosidad de maná. Casi todos perecieron antes de lograr dominarla. Y actualmente sólo quedamos dos Lengua Vil. El otro convive con la naturaleza aquí en la Tierra, aunque parece que ya no le apetece estar con otros humanos. Yo, por mi parte, soy un errante que va y viene constantemente entre los planos, hasta hoy.


-Vaya, hermano, no sabía que tú fuiste uno de ellos. Ahora entiendo por qué nuestros padres prefirieron decir que habías muerto. Un ser que reniega de su raza no tiene razón alguna de ayudarla... sin recibir algún beneficio. Lo que me lleva a pensar que puede que seas un proscrito en alguno de estos dos Planos... o en los dos. Hex Mal Fario creo que no conoce en su totalidad a un Lengua Vil. Más pícaros que los propios sátiros... ¿Qué te traes entre manos, Luzbel?


-Chico... creo que cada vez me estoy pensando más lo de aceptar tu ayuda. Por lo que dice Hex y tu hermana, que seguro que te conoce como nadie, es muy probable que te traigas algo entre manos. Además, eso de Lengua Vil no me inspira confianza.

-¿Y un maestro de las maldiciones que se llama Mal Fario sí? Por cierto, el nombre completo de Inanis es Inanis la Abisálica, una auténtica maestra en las artes del vacío. En mi opinión esa clase de magia me aterra más que la mía propia: la maestría de la demonología. Sí, he de admitir que con mi propuesta también quiero sacar beneficio, pero es beneficio mutuo, veréis, lo que pretendo es...

Luzbel paró de hablar súbitamente. Olió algo. No paraba de olfatear de un lado a otro para asegurarse de lo que su nariz había percibido. En efecto, no era un error. Tenían compañía.

-Nos han encontrado...

-¿Cómo? ¿Quién? Espera un segundo, no pueden ser quienes creo. No han tenido tiempo de actuar. Imposible que sean.

-Así es... Gracias a mi... cambio, mi nariz puede oler cosas que como humano no podía. He olido la furia y la sorna. Y el poder... No son meros exploradores, alguien más va con ellos. Alguien que maneja magia.

-¡¿MAGIA?! ¡Los flujos fueron sellados! Nadie que no sea uno de los que estamos aquí ahora mismo puede usar magia.

-Estoy completamente seguro. Yo también me he sorprendido, pero el olor de la magia es inconfundible. Y además la huelo en gran cantidad y en un mismo sujeto. Sea lo que sea, ahora débiles, no podréis hacerles frente y yo no me veo capaz después del largo recorrido que he hecho hasta aquí. Nexus, puedes creer mis palabras o no, pero ahora mismo lo único que nos salvaría sería el crear un portal al Plano Demoníaco.

Nexus miró alrededor suya observando a todos los Brujos. Habían repuesto fuerzas, pero no las suficientes para combatir. Si fuera un simple Mago podrían derrotarle, pero Luzbel había dicho que tenía un gran poder. Él les había salvado y no quería ponerles en peligro por una estúpida desconfianza suya. Ignis e Inanis estaban dispuestos a luchar y él no dudaría en combatir, pero incluso ellos estaban agotados tras la conversión. Tal vez la magia demoníaca fuera más potente que la del desconocido. Pero, ¿y si había almacenado dentro de él una gran cantidad de magia de las cámaras donde habían sido selladas? No había otra opción que hacer el viaje, cualquier otro portal dejaría un rastro mágico que podría rastrear fácilmente cualquier Mago novato. Nexus advirtió de que se hicieran a un lado y comenzó a canalizar en sus manos la magia necesaria para crear un portal de grandes dimensiones.

El silencio sólo se rompía por los chasquidos mágicos de las manos de Nexus. Quedaban pocos segundos para que lograra crearlo cuando de repente una silueta apareció en medio de toda la masa de Brujos dejando tras de sí una humareda arcana. Al parecer el sujeto se había adelantado al escuadrón de exploración.

-Siento la tardanza... quería despedirme de todos vosotros...

Era un hombre de mediana edad vestido exquisitamente. Portaba un monóculo y un bastón con gemas engarzadas que casi le doblaba la altura. De sus hombros y su cabeza no paraba de emanar un humo blanquecino que señalaba el exceso de magia que había en su interior. Dio un bastonazo al suelo y una deflagración de maná empujó a todos varios metros.

-Este no es un mago, -dijo Hex al incorporarse- ni un brujo. Es algo peor, una clase de hechicero que escasea debido a la complejidad de su arte arcano. Es un... Ilusionista...

-Como si es un Dios... No nos va a derrotar un simple hechicero. Nuestra debilidad momentánea es compensada por nuestra superioridad en número. Ha hecho mal en presentarse solo...

Ignis decidió devolverle el ataque con dos bolas de fuego. Pero extrañamente, antes de que las dos bolas impactasen en él, se giraron y fueron directas hacia Ignis. Aunque fuera capaz de resistir el fuego no pudo evitar sufrir el impacto. No sólo las redirigió contra él, sino que aumentó el potencial de las bolas.

-Espero que ahora lo comprendas... No tenemos nada que hacer. Lo poco que conozco de los Ilusionistas es lo justo para saber que ningún otro hechicero puede enfrentarse a ellos. Como dato curioso te diré que sus hechizos son los más débiles que se puedan conjurar, aunque suficientes para matar a alguien que no posea magia. No obstante, es capaz de jugar con nuestro cerebro para  engañarnos y hacernos creer que conjura hechizos muy potentes. Emplea nuestra propia magia a su favor dando igual la procedencia de la fuente. Podría afirmar con total seguridad que tendría más posibilidades alguien que no tiene maná en su cuerpo que nosotros.

-No habría venido en persona si este hombre no hubiera venido aquí. E incluso podríais haber logrado huir del equipo de exploradores si no hubieran visto a Luzbel, pero desgraciadamente lo ocurrido es todo lo contrario. Los Lengua Vil son una aberración de la naturaleza y tenemos órdenes de ejecutarles. Y eliminar a cualquiera que se haya relacionado con ellos.

-Estúpido, si le matas tú también te habrás relacionado con él. Me gustaría ver tu suicidio o reventarte yo misma el corazón.

-Cállate...

El Ilusionista hizo aparecer una roca encima de Inanis golpeándola fuertemente en el pecho y provocando que escupiera sangre. Luzbel fue corriendo a socorrerla, pero antes de que pudiera llegar el Ilusionista levantó su cuerpo del suelo y empezó a apretarle el cuello. Y todo esto sin que moviera ni un músculo, sus propias mentes y su magia eran los verdaderos causantes de lo que él hacía. Y desafortunadamente el Ilusionista había sido previsor y estaba manteniendo a todo el resto de Brujos paralizados ejerciendo una presión enorme que les pegaba al suelo.

Luzbel se estaba asfixiando y nadie podía hacer nada. Parecía que dentro de pocos segundos ya sólo iban a quedar un Lengua Vil vivo... Sin embargo algo ocurrió, ya que la magia del Ilusionista dejó de surtir efecto. Luzbel cayó al suelo con los ojos de color rojo y con la respiración entrecortada. De repente un fuego morado brotó de sus runas y Luzbel miró fijamente al Ilusionista. Este, por su parte, a pesar de la sorpresa, seguía impasible y con aires de superioridad, así que decidió esperar a que Luzbel atacase, si esa era su intención.

-Az'rhek no das, shoren novas tyr, flar no rith'loaq. Ris novas astroren xi... ¡Raj!

Todos estaban atónitos, Ilusionista inclusive. Esa lengua era la antigua lengua de los demonios ancestrales. Podría decirse que eran los dioses del Plano Demoníaco. Cuentan que muchos hechizos se perdieron al no poder traducir sus conjuros al lenguaje demoníaco actual. El Ilusionista sabía que no era buena señal que Luzbel conociera el idioma, pero ¿acaso lo conocía realmente? No. Algo había salido de su interior que le había dominado y le había transformado en algo más que un demonio. Ni el más poderoso de los Demonólogos sería capaz de explicarlo, ni el Brujo más entrenado en la invocación de demonios sería capaz de traer algo así al mundo. Existía una brutal sinergia entre la magia vil de su interior y él. Ahora mismo Luzbel no respondía, lo que le movía era pura vileza...

Sin embargo el Ilusionista sabía que no era momento de quedarse perplejo. Vio a Luzbel correr hacia él alzando sus garras. El Ilusionista creó un escudo arcano alrededor suya que, sorprendentemente para el escudado, Luzbel destrozó con gran facilidad. Sus garras se clavaron en su pecho provocándole una severa hemorragia. El Ilusionista se percató demasiado tarde de la razón por la que sus trucos mentales no tenían efecto en aquella bestia demoníaca. La razón era bien simple: si Luzbel no era dueño de sus actos, tampoco lo era de su mente, así que los hechizos del Ilusionista se presentaban ante él con la debilidad que realmente tenían. Por primera vez el Ilusionista dejó de reír. Aprovechó que Luzbel se había alejado unos pocos metros para sanar sus heridas, pero esa era precisamente lo que quería Luzbel. Mientras él se sanaba, Luzbel recitó algo en esa lengua muerta.

-Sir'ja no ghaz... ther'xa xi salem... reth reth hanaam... Xaa'na.

Mientra lo recitaba, de sus manos surgieron dos espirales moradas minúsculas. Y cuando acabó el conjuro dichas espirales se transformaron en dos letales rayos morados que penetraron en los ojos del Ilusionista. Sus globos oculares se derritieron y murió tres segundos después tras un inmenso dolor. De las dos perforaciones salió un cuerpo gaseoso con forma humanoide. Todos se dieron cuenta al instante que lo que escapaba de su cabeza era su alma. Parece que el hechizo no era tan solo un rayo letal sino un conjuro capaz de hacer visible el alma. Luzbel corrió hacia ella y la agarró apretando con tanta fuerza que estalló en mil pedazos.

Una vez exterminado totalmente el Ilusionista, Luzbel cayó de rodillas tomando ya el control de su cuerpo. Fue consciente de todo lo sucedido y estaba asustado. Había salvado a todos, pero aun así no paraba de pensar en ese poder oculto tan destructivo.

Sin embargo, el hechizo de Luzbel aún permanecía en el cadáver del Ilusionista. De las cuencas de sus ojos comenzó a brotar con fuerza toda la sangre de su interior la cual había sido transformada en ácido. El cuerpo se desintegró completamente dejando tan sólo una mancha seca rojiza. Si eso era un conjuro sencillo y el potencial no era el máximo que podía tener Luzbel, estaba claro que hasta él mismo desconocía los límites que podría alcanzar en las artes de la demonología. Quizás por ellos los Lengua Vil eran perseguidos.

-Fascinante...

-Bueno, visto todo lo ocurrido con... ese desdichado Ilusionista, no cabe duda de que tus intenciones son buenas. Podrías haber escapado, pero no. Creo que debemos partir al Plano Demoníaco.

-Dejaré una Bóveda de Vacío para que al llegar se les borre la memoria, así seguiremos ocultos a ellos. Por cierto Luzbel -Inanis se giró hacia él y bajó el tono de su voz para que sólo pudiera escucharlo su hermano -gracias...

-¿Qué has dicho hermanita? No te he escuchado bien... -respondió con tono burlón.

-No pienso repetirlo. No me hagas que también te borré la memoria a ti, bestia sarnosa.

-Está bien... (estúpida).

Nexus volvió a conjurar el portal. En escasos segundos ya estarían viajando al Plano vecino, un mundo desconocido para ellos del que sólo habían escuchado historias o visto objetos asombrosos traídos por los Lengua Vil. Pero la pregunta primordial que todos se hacían no era cómo sería el lugar sino cuál era la proposición que pensaba hacerles Luzbel. ¿Qué sería beneficioso para todos?

martes, 11 de septiembre de 2012

El legado de Tesla

Nick estaba ansioso por llegar a su casa y verificar lo que ponía en la carta que había encontrado en un baúl que contenía algunas pertenencias de su bisabuelo. Curiosamente la carta iba dirigida para él, y en ella se desvelaba la ubicación de un lugar recóndito en su casa donde habían guardados una serie de inventos ocultos a la humanidad... hasta ahora.

La carta especificaba que bajo una alfombra del sótano había una pequeña compuerta que daba entrada a una sala cuyas extensiones eran bastante superiores a las medidas totales de la casa. El joven Nick Tesla no podía ocultar su impaciencia en la última clase del día y varias veces el profesor le llamó la atención por no estar atento. Pero a él no le importaba, sólo pensaba en ese regalo que su bisabuelo, Nikola, le había dejado en aquel lugar, ¿una máquina del tiempo, un teletransportador, un clonador? Cualquier cosa podría aguardar en ese sitio.

Cuando llegó a casa devoró con rapidez la comida que le había preparado su madre y bajó como una rayo al sótano divisando al instante esa alfombra que separaba el gran secreto de Tesla de él. Una gran nube de polvo se levantó al abrir la compuerta que le impidió respirar con normalidad. Segundos después, cuando la humareda se disipó lo suficiente para reducir la densidad de aquella atmósfera invariable durante décadas, Nick observó maravillado lo que se le presentaba ante sus ojos: una gran cantidad de artilugios metálicos invadían aquella habitación oculta, cientos de herramientas desgastadas por sus innumerables usos reposaban en enormes mesas de madera y una gran pizarra llena de fórmulas y garabatos de máquinas arquetípicas culminaba la primera visión del joven de esa cámara de las maravillas.

Una nota yacíaen la mesa más cercana. Nick la cogió y la leyó. Querido bisnieto, si mis cálculos resultan ciertos y la suerte está de mi parte, tú tendrás ahora, en el nuevo milenio, la suficiente edad e inteligencia para usar estas máquinas. En mi época no serían bien vistas. Espero que en tu tiempo el funcionamiento de mis creaciones no haya sido puesto en marcha por nadie para que de verdad sean un regalo extraordinario. No compartas esto con nadie ni les des un uso tan desmesurado que la gente de tu alrededor sospeche. Lo que tienes ante ti son máquinas que funcionan con la energía eléctrica de los propios electrones que se mueven en la atmósfera, así que no debes preocuparte por el gasto energético. Te concedo esto para facilitar tu vida, ya que si todo ha salido según mis intenciones, tú eres el siguiente después de mí que conoce lo suficiente el campo de las ciencias como para darles un buen uso. En cada máquina encontrarás unas breves instrucciones. Y recuerda, no exprimas al máximo las ventajas que te ofrecen, por tu bien.

Depositó la nota en la mesa y su mirada se dirigió de inmediato al aparato más grande que había. Una caja de placas de metal con dos bobinas tesla, una teñida de rojo y otra de azul. Encima de la caja había un mando con dos botones, también uno rojo y otro azul. La breve nota decía que el botón rojo marcaba la posición del que accionaba el botón y el azul mandaba un rayo a la posición marcada con el suficiente voltaje para matar a una persona de constitución media.

Nick no quiso investigar el resto de inventos. Este ya le había encendido la bombilla de las ideas para lograr algo que se le había pasado por la cabeza un par de veces. Hans, un chico de su clase, pedante como nadie, siempre consiguiendo hacer sombra al resto de alumnos. Había cosechado algo de odio en la Facultad. Aunque el comportamiento indiferente de Nick había hecho que Hans no lo considerase un insignificante como el resto, lo suficiente como para que aceptase una invitación a su casa. Sería demasiado fácil.

Como era de esperar, una petición de ayuda a Hans para que le ayudase con unos problemas de física bastaría para avivar su pedantería. Obviamente aceptó y Hans fue con él a su casa. Nick le dijo que tenía una habitación debajo del sótano insonorizada para poder estudiar tranquilo. Al principio Hans se extrañó con la rara localización de su zona de estudio, pero cuando vio aquella sala la chispa de la envidia se le encendió.

-¿Estas cosas las has hecho tú? preguntó Hans –.

-Bueno... creo que no hace falta recordarte mi apellido.

-Sí, ya... entonces no necesitarías ayuda en estos simples problemas de física teórica.

-La verdad es que no. Quería que me ayudases con un nuevo invento que está en fase de pruebas. Quería los consejos de una mente privilegiada como la tuya. Nada peligroso, te lo prometo. Es aquella máquina, sólo tienes que ponerte a la derecha de la bobina roja y esperar a que la encienda.

-¿Qué se supone que hace? dijo Hans desconfiado –.

-Nada. Sólo interactúa con la energía de tu cuerpo y crea una esfera alrededor tuya. Simple estética, pero lo he probado con animales y es divertido. El único inconveniente es que no puede usarlo la persona que enciende la máquina porque entra en contacto con la energía de la misma. Me llevé un buen calambrazo el día que lo intenté. Y quién mejor que tú para disfrutar de este baile eléctrico.

Sus alabanzas terminaron por convencer a Hans y se situó justo donde le indicó Nick. Este, por su lado, no podía creerse que estuviera a su merced con tan inmensa facilidad. Sin dudarlo pulsó el botón azul y un enorme y luminoso rayó salió directo de la bobina azul al corazón de Hans volatilizando en miles de pedazos sangrientos su caja torácica. Durante las pocas centésimas de segundo en las que Hans se percató de su inevitable muerte, Nick pudo ver una mirada en Hans que nunca antes había visto, una mirada de clemencia, de socorro, una mirada de inferioridad.

Nick Tesla se limpió las escasas gotas de sangre que habían manchado su camiseta y barrió los trozos del difunto Hans a la esquina más lejana de la entrada. Fue curiosa la frialdad con la que hizo todo. Ningún remordimiento tras su primer homicidio, parecía que algún engranaje no iba bien dentro de su maquinaria encefálica. Con su sadismo saciado, dedicó el resto de la tarde a ver los demás aparatos que había preparado Nikola para su uso y disfrute. Aunque su nota discrepaba...

Estaba realmente maravillado con todo lo que había encontrado. En total había diez artilugios cuyos funcionamientos no habían sido ingeniados, a excepción de Nikola Tesla, por nadie a día de hoy. Realmente podría decirse que las funcionalidades podrían darle una severa ventaja en lo referido a la tecnología del nuevo milenio.

Y a pesar de que la nota de su bisabuelo era totalmente clara (no abuses de mis inventos) Nick hizo lo que quiso y más de una vez enseñó a los que le rodeaban las cosas que esa desconocida tecnología podía hacer. Cuando tenía que correr en la clase de gimnasia, Nick llevaba un armazón que alteraba con pequeños calambres la energía de sus moléculas para que pudiera desplazarse a la velocidad de la luz a la vez que un pequeño magnetizador imantaba los átomos de Nick para que tras el desplazamiento no perdiera su estructura molecular.

A la hora de hacer un examen, Nick poseía una microplaca eléctrica que recordaba el recorrido neuronal en un tiempo máximo de 48 horas. Con él, Nick sólo tenía que leer el temario y activar la microplaca para recordar fácilmente lo que había leído. Nunca bajó del 9,5 en las notas. Además, cuando la microplaca no lograba hacerle recordar algo importante, poseía un tubo electromagnético que emitía breves rayos en un radio de diez yardas de forma intermitente que lograban colapsar el cerebro de los que lo veían haciendo que se desmayasen durante varios minutos. Así Nick podía mirar lo que otros ponían en sus exámenes.

Intentó ser un poco discreto, ya que tampoco le hacía mucha gracia la idea de que algún señor de Inteligencia Nacional requisara sus aparatos y mucho peor si se los requisaba y le mataba. Eso sí, podría haber sido bastante más discreto porque ya había gente que hablaba de él en la Facultad. La gente pensaba que, al ser estudiante de física, había diseñado en su tiempo libre algún cachivache electromagnético poco importante.

Pero la cosa llegó a más. Con otro pequeño invento era capaz de enviar oleadas incesantes de electricidad que alteraban a las máquinas que lo sufrían. Con este invento consiguió alterar los cajeros para que le dieran la cantidad de dinero que él decidiera. Parece que Nikola Tesla no había tenido en cuenta un factor importante a la hora de dar a su bisnieto tales maravillas como herencia: la erótica del poder. Cientos de ideas se le ocurrían día a día para poner en práctica con ayuda de aquellos útiles artilugios. Y, respecto a la poca gente que llegaba a sospechar demasiado, Nick los conducía a su habitación fingiendo que les iba a prestar la máquina que ellos eligieran. En realidad la única máquina que probarían sería la misma que dio muerte a Hans. A medida que su ambición aumentaba, la montaña de trozos de cuerpos humanos que dejaba en esa esquina de la habitación también. Cada vez se preocupaba menos de intentar que no vieran en acción los inventos, llegando incluso a salir un día por la televisión mientras ponía en marcha un artefacto que modificaba el clima regional provocando duras tempestades.

Con tal riqueza acumulada, optó por dejar de estudiar y se puso a hacer una lista de los alumnos de la Facultad que no eran de su agrado para probar el séptimo invento. Este consistía en un tubo de bronce lleno de minúsculas bobinas conectadas en serie. Un pequeño gancho abría la corriente creando una energía eléctrica que giraba sin parar en el tubo y que iba en aumento. Si se volvía a tirar del gancho para cerrar la corriente, las bobinas lanzaban un rayo a los aparatos eléctricos más cercanos. Al parecer los efectos en los humanos variaban según el tiempo que se dejaba la corriente abierta. Si se mantenía entre uno y cinco segundos, recibían una pequeña descarga que dejaba sin funcionalidad los aparatos diana y daba un breve calambre a la persona. Si se dejaba de seis a diez segundos, las personas perdían la movilidad durante pocos minutos. Y a partir de los diez segundos en adelante morían.

Cada día siguió al terminar las clases a sus objetivos y los fue matando uno a uno. Si no hubieran llevado sus móviles se hubieran salvado, pero ninguno era excepción. A veces Nick se divertía primero con ellos dejándolos inmóviles viendo cómo suplicaban, pero él no entraba en razones y nunca pactaba con ellos.

Era obvio que haciendo esto en la calle podría haberle visto alguien, pero no era problema teniendo un magnífico artilugio que creaba una atmósfera magnetizada alrededor del poseedor que movía las moléculas del aire para crear un reflejo provocando que cualquiera que se encontrara dentro del campo de acción fuera invisible a los ojos de los de afuera. Los transeúntes sólo podían escuchar los gritos de las víctimas, pero no sabían su procedencia.

Nick había alcanzado un nivel de corrupción insoportable, con una sobredosis inimaginable de poder que le había transformado en una pesadilla viviente para cualquier humano que no fuera de su gusto. La sanguinaria vileza de una sed de sangre que iba en aumento podía verse en sus ojos. Cada vez le costaba más comportarse de forma normal sin hacer uso de esa maquinaria de ciencia ficción.

Aún le quedaban dos artefactos por probar, y con cada uno ya tenía algunas macabras ideas en mente. El octavo artilugio era una esfera de hierro en cuyo interior se encontraban dos imanes rotatorios. Cuando la esfera impactaba contra el suelo con la suficiente fuerza, estos imanes comenzaban a girar velozmente magnetizando el ambiente y provocando que cualquier organismo, sin necesidad de poseer algo de metal, quedase imantado y se adhiriera al objeto metálico más cercano. De este invento hizo uso cuando los cajeros de los bancos no podían escupir más dinero. Fue entonces cuando decidió entrar en el banco y asaltar las cajas fuertes. ¿Y cómo se libraba Nick de quedar imantado? Además de la esfera, había unos guantes de espuelas que contrarrestaban, gracias a leves impulsos electromagnéticos, los efectos de dicha esfera. Él sólo tenía que lanzar la bola, esperar a que la gente se imantara a las paredes, y luego alterar los códigos de las cajas fuertes con el alterador eléctrico de Tesla. Y para rematar la faena, después les colapsaba el cerebro para que recordaran con dificultad todo lo sucedido.

Sin embargo Nick sabía que pronto algo iba a ocurrir, algo intuía que iba a poner fin a todos sus actos. Muy en su interior Nick sabía que el camino que había elegido, el que aquellas maquinas le habían facilitado, no era precisamente el que su bisabuelo Nikola pretendía al darle como herencia todos esos inventos. Pero bueno, él nunca lo sabría, llevaba muerto muchos años.

Se tomó una semana de descanso en la que no hizo uso alguno de ningún artilugio, a pesar de todo, algún resquicio de razón quedaba en su mente y sabía que no podía estar continuamente mostrando al resto de la humanidad esos fenómenos inexplicables. Durante esa semana estuvo reflexionando acerca de la nota que dejó Nikola al lado del último invento. No era como las otras notas donde se explicaba la utilidad, el material y el procedimiento de construcción, no. Esta nota no decía nada sobre el invento, lo único que venía escrito en ella era lo siguiente: Este último regalo no es como los otros, fue mi mejor creación y al contrario que el resto de mis inventos este siempre está en funcionamiento, no necesitas encenderlo, tan sólo cuando llegue el momento apropiado verás lo que es capaz de hacer.

¿Cuándo llegaría ese momento? Era la pregunta que rondó la cabeza de Nick durante esos siete días. Al final optó por olvidar toda esa avalancha de incógnitas y seguir disfrutando de sus otros nueve artefactos.

Pasaron varios meses y ese estilo de vida violento fue decreciendo en Nick, se estaba cansando y cada vez tenía menos motivos y personas por los que comportarse de esa forma tan sañosa. Decidió usar todo el dinero para vivir lujosamente sin necesidad alguna de trabajar. Consiguió una casa la cual tenía una habitación lo suficientemente grande como para guardar allí los diez inventos de Tesla. Y allí vivió tranquilamente dejando en el olvido ese pasado sombrío que no obstante nunca podría arrancar de su interior.

Pero un día una carta de la oficina de correos llegó a su buzón. El mensaje de la carta decía que un paquete debía ser entregado a él justamente en esa fecha. Nick, extrañado, se dirigió lo más rápido que pudo al lugar para reclamar dicho paquete. Justo cuando se lo entregaron un calambre le recorrió toda la espina dorsal destrozando la microplaca de memoria. No le dio mucha importancia, ahora que había abandonado los estudios ese chisme era de poca utilidad. No quiso abrir el paquete hasta llegar a casa, quizá fuera otro invento de Nikola Tesla, ya que databa del año 1903 y se había especificado que se guardase hasta este día para entregárselo a su bisnieto. Se dirigió a un callejón oculto a los ojos de los peatones y activó su chaleco de velocidad.

Sin embargo algo pasó con el funcionamiento del chaleco que hizo que llegase a su casa de mala manera. El magnetizador no había mantenido sus moléculas pegadas lo suficientemente bien para resistir la velocidad de la luz y una pierna salió despedida cuando llegó a su destino. No sintió dolor alguno pues realmente no había recibido ningún corte, pero cuando vio su pierna derecha volando a través del recibidor de su casa se dio cuenta de que si no paraba la hemorragia rápido iba a morir desangrado allí mismo.

Se arrastró a la cocina y agarró varios trapos, se hizo un torniquete en la zona del cuádriceps y espolvoreó sal en un segundo trapo para seguidamente colocarlo en la región cortada de la pierna. Sabía que esto iba a doler, pero ahora mismo la única forma de mantenerse con vida era reduciendo lo máximo posible esa hemorragia.

Cuando observó que la salida de sangre se había reducido considerablemente, se dirigió como pudo al salón para llamar a una ambulancia. Y entonces fue cuando percibió unos destellos eléctricos en la caja. La curiosidad pudo con él y fue hacia ella en vez de hacia el teléfono. Arrancó el papel que la envolvía y cayó al suelo otra nota: No abras esto en un lugar que no sea cercano a mi décimo invento. Sí querido bisnieto, llegó el momento.

La caja misteriosa tenía otra capa de papel de envolver aún más desgastada que la otra. No perdió ningún segundo en distinguir las prioridades del momento. La curiosidad era un buen anestésico. Se incorporó con dificultad y “caminó” a la habitación donde estaban todos los artilugios. Con gran molestia en la pierna alcanzó el décimo invento de su bisabuelo y depositó la caja en la mesa. Esta vez arrancó el papel con más lentitud y cuidado. Lo que tenía delante suya era un cubo de hierro totalmente liso, sin botones ni bobinas tesla ni nada.

Nick no sabía qué debía ocurrir ahora. Impaciente, dio varios golpes bruscos a la caja, entonces de repente la caja vibró y segundos después emitió otra vez esos destellos. Los destellos cada vez eran más fuertes, tanto que uno de ellos empujó un par de metros atrás a Nick. Cuando estos empezaron a impactar repetidamente en el décimo invento, la caja comenzó a levitar y a brillar con la fuerza de una estrella. Nick, cegado y asustado, se arrastró a la puerta para huir. Quizá el décimo invento era una bomba electromagnética y su bisabuelo había tachado esa información.

Mientras le daba la espalda al invento, lo que Nick no pudo ver es que la caja se estaba abriendo a la par que los destellos iban tomando la forma de algo. Las seis placas que formaban la caja finalmente cayeron y los destellos eléctricos siguieron bailando en torno a ese gigantesco paralelepípedo metálico del que se erguía en la parte superior una gran bobina tesla.

Repentinamente, en el momento en el que Nick ya alcanzaba con sus manos el marco de la puerta, los destellos cesaron y una pared lateral del invento se abrió. Con todo ese silencio Nick no pudo evitar girarse para mirar. Lo que vio en ese contenedor le horrorizó. Era el cadáver putrefacto de su bisabuelo. Apenas tenía carne y músculo, era casi en su totalidad hueso y ropa rasgada.

Justo entonces la bobina tesla se encendió y lanzó un rayo enorme en dirección al pecho de Nikola. Este comenzó a convulsionar al recibir tal descarga. Pequeños rayos brotaron de su cuerpo reanimando todo su sistema nervioso. Y Nikola abrió los ojos buscando a su resucitador, Nick, el cual se encontraba paralizado por el miedo.

-No te asustes, hijo, ante ti tienes la mejor máquina que la humanidad haya podido inventar nunca. Con ella los muertos pueden volver a la vida.

-Y... la caja... ¿qué hacía la caja?

-Me disgusta que preguntes eso después de lo ligados que hemos estado...

-¿Qué... qué quieres decir? dijo Nick petrificado por el horror –.

-Todos esos rayos, toda esa electricidad... ¿no te resultó raro lo de “energía infinita”? La energía la proporcionaba MI ESENCIA. Debo confesarlo, te engañé, diseñé otro artefacto más que oculté a la humanidad. Con él pude enlazar mi verdadero ser con la naturaleza, con la electricidad... Todos y cada uno de estos inventos funcionaban gracias a mí, yo estuve presente cada vez que los usabas y lo vi todo. Mi cuerpo murió tiempo atrás pero mi energía siguió viva en el aire... eterna en un fluir incesante. Esa caja sólo contenía imanes, simples imanes que jugaron con tus ojos. Te engañé para que acercaras la caja lo suficiente al resucitador para que el magnetismo pusiera en funcionamiento la vía que necesitaba para que mi esencia eléctrica regresara a mis nervios. Y ahora estoy aquí otra vez, de forma corpórea.

-No... esto no puede ser, eres una aberración, tengo que matarte, nadie puede saber todo lo ocurrido, aunque seas tú, nada ni nadie debe poner en peligro MIS instrumentos.

-¿Tus instrumentos? Puse toda mi fe en ti y te has comportado de una forma deleznable. Adelante, intenta matarme, la electricidad no podrá hacerme nada, solamente darme más fuerza.

-La electricidad puede que no, pero el metal sí.

De un impulso Nick saltó hacia él empuñando un afilado trozo de metal roto clavándoselo en el mediastino. Nikola, viendo su inepta reacción, no pudo contener la risa.

-He de recordarte que mi esencia permaneció muchos años en armonía con las tormentas. No tengo la débil carcasa de carne que tenía antes. Los objetos materiales no me hacen nada, tus ataques no me hieren...

Nick observó su pecho y se dio cuenta de que no había herida alguna, se había cicatrizado instantáneamente mientras alrededor emanaban pequeños rayos. Nikola había conseguido fusionarse con su materia de estudio. Ahora la electricidad y él eran uno sólo. Nick no sabía qué hacer excepto llorar de desesperación.

-Tus lágrimas no van a perdonar todos tus actos. Siento que esto haya tenido que terminar así, quizá si hubieras tomado otro camino algo más concienzudo no estaría ahora vivo de nuevo.

Nikola apuntó con el brazo a su bisnieto mientras se despedía de él. Nick sabía que si no huía rápido de allí moriría, pero le fue imposible ya que Nikola le había imantado contra el suelo por culpa del chaleco que llevaba. De su brazo salieron varios rayos que saltaron hacia su dedo índice fusionándose en una bola eléctrica cuyo tamaño iba en aumento. Cuando el tamaño era el de una pelota, un rayo enorme impactó contra la cabeza de Nick volatilizándola por completo y haciendo que el resto del cuerpo por culpa del enorme golpe fuera irónicamente a parar a la montaña de restos humanos que había amontonado el chico.

Nikola salió de la habitación y se miró en el espejo. Se limpió la suciedad de la ropa y abrió la puerta principal de la casa. Fuera había comenzado a llover. Parecía que se avecinaba una tormenta.

-Edison consiguió que muchos me olvidasen... creo que ya es hora de que mi nombre vuelva a ser recordado... sangre por sangre.

Y, en medio de la tormenta, Nikola se desvaneció.


martes, 4 de septiembre de 2012

Antropofobia


El sujeto se mostraba completamente paralizado ante la expectativa mirada de aquellos que le vigilaban a través del espejo semiplateado, aquellos que se hacían llamar investigadores científicos, apuntando en sus pequeñas libretas cualquier indicio de actividad cinética de su juguete de experimentos. Tal vez la imagen que se presentaba en estos instantes pudiera inclinar la balanza a favor del encarcelado, no obstante, siempre es necesario profundizar en los asuntos para poder dictar un juicio con absoluta seguridad…

Hace poco menos de un año llegó a duras penas arrastrándose a la periferia del laboratorio este hombre, vestido en unos harapos rasgados y sucios como si hubiera estado días y días errando por estos territorios. Al principio estos científicos le acogieron gustosamente esperando que repusiera fuerzas para retomar el rumbo o llamar a algún conocido para que le recogiese. Pero todo cambió cuando vieron que tenía una desmesurada atracción por la soledad y de hecho llegaron a sospechar que no sabía hablar. No mostraba ni los gestos de los animales, simplemente se quedaba quieto y obedecía.

Los científicos esperaron varios meses para ver si alguien venía a buscarle o veían en las noticias algún informe de desaparición. Nada. Cuando entonces se percataron de que ese hombre era una desconocido para la humanidad y una verdadera incógnita para la investigación optaron por indagar en su misteriosa estaticidad.

A partir de aquí, ya que obviamente tampoco colaboraba en decir su nombre, fue bautizado como Sujeto α, aunque más tarde pasó a llamarse directamente Alpha. Él mismo eligió vivir en una sala de observación en vez de una habitación como el resto de residentes de allí. Por supuesto los científicos no se negaron ya que esto facilitaría mucho el moverle todas las mañanas a las salas. Casi no comía ni bebía y a pesar de ello parecía que su cuerpo no sufría las consecuencias de la desnutrición para nada. Desde luego era un humano digno de ser investigado.

Día a día Alpha fue sometido a una serie de pruebas estándar, las pruebas típicas que se les hacían a todos los animales del laboratorio para sus documentos de investigación. Las pruebas las pasó exitosamente y entonces comenzaron a someterle a otras pruebas más específicas para los seres humanos. Los resultados fueron más que asombrosos. Al parecer su inteligencia sobrepasaba con creces la media global e incluso logró resolver algunos enigmas que los propios científicos del laboratorio no eran capaces de solucionar.

Integrales complejas, acertijos antiguos, símbolos incomprensibles, lenguas muertas imposibles de traducir, cualquier tipo de problema era solventado por su particular cerebro en pocos segundos. ¿Podría ser que estuvieran ante el siguiente eslabón del hombre? ¿Sería un extraterrestre con un cuerpo humanoide? La propia incógnita de qué era había empequeñecido frente a la cuestión de cuáles eran sus límites psíquicos. Desde luego no podían informar a nadie más sobre ello… a excepción de un investigador conocido por sus exitosos estudios con cientos de especies que eran totalmente desconocidas antes de que él indagase en sus hábitats. Se llamaba Alex.

Tardó semanas en llegar al lugar, realmente estaba oculto de cualquier coordenada que figurase en el mapa. Y nada más tener la primera toma de contacto con Alpha se fascinó, con sólo ver sus pupilas totalmente contraídas y su iris verde pálido ya supo que sería todo un desafío encontrar un diagnóstico que se mantuviera en los márgenes de la lógica humana.

Para conocer más a su sujeto decidió pasar con él la primera noche. Ninguno discrepó ante su decisión pero uno de ellos optó por ir a vigilar de vez en cuando la sala para ver el comportamiento de Alpha al tener un “compañero de piso”. En su tercer paseo este observó una oscuridad demasiado abundante dentro de la sala y decidió entrar no sin antes agarrar una pequeña linterna. Abrió la puerta despacio y entró con sigilo. Cuando estaba a escasos centímetros de la puerta agudizó la vista para intentar distinguir algunas siluetas y ciertamente pudo diferenciar algo en medio de toda la sala umbría. Sin embargo no tuvo el valor de aproximarse y encendió la linterna enfocando a ese perfil oscuro. Era el cuerpo de Alex durmiendo… pero eso no fue lo que impactó al científico… al lado de Alex permanecía inamovible en una silla Alpha mostrando una sonrisa de oreja a oreja digna de cualquier desquiciado. Al mirar su espeluznante rostro pudo ver como Alpha tenía sus desalmados ojos clavados en el desafortunado científico. Este, del susto, pulsó sin querer el interruptor de la linterna y la apagó. Con torpeza consiguió volver a encenderla y entonces vio el horror. No sabía cómo lo había hecho sin hacer ruido alguno pero Alpha estaba justamente en frente suya, rostro con rostro y con la misma sonrisa maliciosa. No le dio tiempo alguno a recapacitar cuando se abalanzó sobre él la fatalidad materializada… Un aullido aterrador retumbó en todo el laboratorio y curiosamente Alex pareció no haberlo escuchado, seguía durmiendo plácidamente en la sala que ahora acababa de convertirse en la cripta de esa alma desdichada.

A la mañana siguiente todos fueron corriendo a ver si Alex había presenciado algo que abriese un nuevo camino en la investigación sobre Alpha, pero nada, ni siquiera sabía el origen de aquel extraño ruido de madrugada. Y lo más curioso es que no había rastro alguno de aquel científico incauto, ni sangre, ni carne, ni entrañas, nada… Se había desvanecido de tal forma que todos pensaron que se había marchado a casa, aunque los que tenían contacto telefónico con él no recibían respuesta alguna. Aunque nadie agravó demasiado tal suceso a causa de las nuevas posibilidades con respecto a Alpha. Pudiera ser que el primer día Alex no hubiera obtenido avance alguno en su estudio, pero eso no suprimía la oportunidad de que más adelante su estudio viera una luz.

Alex se pasó todo el día mirándole a través del espejo semiplateado. Algo que no le había contado al resto de investigadores es que durante su letargo dentro de la sala notó una sensación no incómoda pero sí algo extraña. Optó, entonces, por seguir sus estudios un poco más lejos del individuo en cuestión, había que tomar preocupaciones, cualquier error podría poner en peligro todo el trabajo de investigación. Y, al igual que su objeto de estudio, él tampoco comió durante todo el día, y en lo que se refería a la hidratación, poco, un vaso de agua y ya está. Algo le llamaba demasiado la atención de ese humano, era como si no pudiera dejar de observarle, algo en su cabeza le decía que no podía perderse ningún segundo sin mirarle, que podría en un momento realizar algo increíble que pusiera un punto de partida en todo el trabajo. ¿Pero cuándo?

Pasaron días y Alpha no hacía nada fuera de lo normal y a pesar de ello Alex seguía sin cesar de observarle. Había perdido mucho peso y tenía unas oscuras ojeras que ocupaban gran parte de la zona circundante a los globos oculares. Se mantenía solo a base de agua, un vaso o dos al día bebía y nada más. A veces, algunos científicos del laboratorio le proponían una sustitución mientras él comía algo, pero les respondía con un malhumorado no. A veces cuando se le pasaba por la cabeza el desistir, de repente Alpha, como si lo supiera, hacía algún movimiento brusco o clavaba la mirada en el espejo coincidiendo siempre sus ojos con los de Alex como si pudiera ver a través del espejo. Tras esas, no muy fuera de lo común, acciones de Alpha, la idea de rendirse de Alex se esfumaba de su cabeza.

Día a día, hora a hora, minuto a minuto, el cuerpo de Alex gritaba con agobio ayuda, una ayuda que él mismo se negaba a darle. Estaba destrozando su cuerpo y poco le quedaba ya para morir de inanición y a pesar de todo, él seguía pegado al espejo mirando cada acción suya, cada respiración, cada pestañeo, cada paso que daba Alpha él lo veía sin poder evitarlo. Era como una auténtica hipnosis.

Pasaron tres semanas y a Alex ya se le podían ver los vasos sanguíneos a través de la piel y también se le marcaban todos los huesos, era un esqueleto andante. Al menos el resto de investigadores consiguió diluir algunas pastillas nutritivas insípidas en los vasos de agua que le traían para mantenerlo con vida, con poca vida pero lo suficiente para evitar una muerte inminente.

Una noche, cuando se cumplía un año de la llegada de Alpha al laboratorio, el sujeto se levantó por la noche y logró abrir la puerta rompiendo hábilmente el cerrojo. Caminó sin hacer ruido apenas hasta la sala de al lado donde dormía Alex. Con la misma destreza que antes, rompió el cerrojo y entró. Paso a paso, con lentitud, se fue acercando a Alex mostrando la misma sonrisa que le enseñó a su anterior víctima. Cuando estaba junto a Alex se agachó y le giró para observar su cara. Una vez esto, y sin hacer absolutamente nada más, regresó a su sala y se echó a dormir.

Esa misma noche, en el mundo de los sueños, Alex no paraba de soñar con cosas terroríficas, pesadillas horripilantes que le hacían sudar y entumecerse de dolor y sin embargo no podía lograr despertarse para evitarlas. ¿Qué le ocurría? ¿Sería todo obra de la enorme desnutrición que estaba sufriendo o sería algo más… paranormal?

Al despertarse a las diez de la mañana parecía que Alex esta vez no recordaba ninguna de esa serie de pesadillas que había tenido esa noche, pero sabía que algo raro había sucedido y lo primero que se le pasó por la cabeza fue reducir sus horas de sueño para prestar más atención a Alpha. Su cuerpo ya no podía resistir más, iba a haber un momento en el que su cuerpo le obligase a parar sí o sí y si ese día llegaba ya podía despedirse de la investigación para siempre...

Y empezaron los vómitos de sangre y las punzadas en el abdomen. El cuerpo de Alex se estaba consumiendo a sí mismo. En su estado, el resto de investigadores tuvo que tomar la decisión de sedarle e inmovilizarle en una cama hasta restaurar su cuerpo introduciéndole nutrientes por vía intravenosa, no había otro remedio que obligarle. Y así fue como ese día a las dos de la tarde irrumpieron en la sala y se lo llevaron por la fuerza con una inesperada dificultad. Alex había quedado trastornado por la falta de alimento en su cuerpo y había comenzado a comportarse como un animal. Hicieron falta cinco hombres para inmovilizarle y a pesar de ello Alex consiguió arrancarle un ojo a uno y arañarle la cara a otro. Sufría convulsiones y no paraba de lanzar berridos a diestro y siniestro. Algo ocurría, no eran los síntomas comunes en un desnutrido, había otro factor que causaba todo ese comportamiento.

Al final lograron reducirle completamente y lo anestesiaron. Para cuando Alex despertó ya le habían metido la vía en el brazo y se encontraba en una camilla con las muñecas y los tobillos atados. Lo gritos de rabia alarmaron a los dos investigadores que hacían guarda en la puerta de su habitación. Estos dos entraron y miraron la bolsa de suero, estaba vacía, era necesario traer otra. Uno fue en busca de suero y el otro, menos afortunado, se quedó lo más lejos posible de Alex dentro de la habitación. Alex le miraba como una bestia salvaje encerrada en una jaula, lleno de furia e impotencia. Mostraba los dientes como un cánido y daba mordiscos al aire que a veces cortaban sus labios. Su boca, llena de su propia sangre, pedía a gritos, y nunca mejor dicho, probar un bocado de aquel joven asustado.

Al ver que su rabia aumentaba más y más decidió suministrarle una dosis de anestesia. Cogió una jeringuilla del mueble y se acercó con precaución al brazo de Alex. Pero la fatalidad fue súbita cuando vio que el grillete estaba suelto, el chico no tuvo tiempo para reaccionar cuando el brazo de Alex se dirigió veloz a su cuello. Alex apretó sin compasión obstruyéndole cualquier paso de aire, mas su intención no era asfixiarle, siguió apretando hasta que hundió sus dedos en la carne del futuro cadáver. Cuando ya lo tenía agonizando dio un tirón y cayó en la cama. Golpeó entonces su cuello contra el hierro de la camilla con tanta fuerza que tras pocos impactos el cuerpo del joven investigador se separó en su totalidad de su cabeza. Una última hondonada de aire emanó de su tráquea cortada a la par que litros de sangre se esparcían por el blanco suelo de mármol de la habitación otorgando a dicha sala un color un poco más “vivo”.

No pasó mucho tiempo después cuando llegó el otro con la bolsa de suero nueva, la cual se desprendió de sus manos nada más ver tal asoladora imagen. Y, para aun más desgracia, Alex estaba mordisqueando el último grillete que le aprisionaba en esa cama de hospital. Tampoco tuvo tiempo para huir. Alex ya se había abalanzado a la cara de su segunda víctima arrancándole todos y cada uno de sus músculos faciales dejando tras de sí una rojiza calavera.

Ahora la bestia estaba suelta, ¿qué haría ahora? ¿Buscar nuevas víctimas? ¿Escapar de aquel laboratorio? Para nada, volvió a comportarse como cualquier otro humano ajeno a su naturaleza animal y regresó a la sala de observación de Alpha. Se limpió la sangre con una toalla y siguió viendo con la misma curiosidad con la que vino el primer día a Alpha. Este miró al espejo otra vez como si pudiera verle y mostró su apabullante sonrisa. Alex, por su lado, al ver sus amarillentos dientes, decidió devolverle una sonrisa del mismo calibre. Y con esa mueca facial permanecieron ambos hasta que un científico entró en la sala con aire preocupante. Le preguntó a Alex qué había sucedido y este, muy tranquilo, le respondió que ya se encontraba mejor y quería seguir con su investigación. El otro, aliviado, asintió y cerró la puerta dejándole con su nuevo amigo. Para añadir un toque más misterioso a todo, hace falta decir que los dos muertos desaparecieron sin dejar rastro alguno, tal y como lo hizo la víctima de Alpha.

Aún quedaban seis investigadores más en ese laboratorio, excluyendo a Alex y Alpha. Ninguno de ellos volvió a preocuparse por el estado de Alex porque al parecer volvió a comer con normalidad y recuperó un peso aceptable en escasos días. Aunque lo que no podían quitarse de la cabeza era la razón de su enfermizo interés por el Sujeto α ni las desapariciones repentinas de sus tres compañeros. Eso sí, tenían que admitir que ahora lo observaba menos tiempo, tal vez fuera por la poca información importante que recogía cada día del individuo. En general, parecía que todo se había calmado, incluso Alex pidió disculpas a todos y de vez en cuando iba a la sala de heridos a visitar al compañero al que le había arrancado un ojo, en pocos días vendría un helicóptero para llevárselo al hospital más cercano.

Cada vez que se cumplía un mes más contando desde la llegada de Alpha al laboratorio este volvía a repetir el proceso que hizo con Alex esa noche en la que se hizo un año. Sin embargo Alex se levantaba todos los días con normalidad y ya no sufría pesadillas. Cada vez prestaba menos atención a los pocos movimientos que hacía diariamente Alpha.

Pero un día todo cambió cuando Alex vio a través del espejo como un científico entraba en la sala de Alpha portando una jeringuilla con un líquido que tenía el color exacto del somnífero que le inyectaron meses atrás. Algo en su interior surgió, esa bestia interna que había permanecido semanas en un oscuro letargo. Trató de calmarse y esperó a ver la intención del científico. Pese a su intento por controlarse, no pudo evitar liberar su naturaleza sanguinaria al ver como Alpha lloraba de miedo cuando el científico pretendía clavarle la dolorosa aguja en su brazo. No podía permitirlo, algo dentro de él le decía que no tenía que sufrir daño alguno tal asombroso espécimen de humano.

Golpeó el espejo hasta resquebrajarlo avisando así al “agresor” de Alpha de su inmediata llegada. Un golpe final envío cientos de pequeños trozos de cristal directos a la cara de su objetivo. Alex saltó encima de él y lo tiró al suelo impidiendo que se moviera. En ese momento, viendo como Alpha le agradecía el haberle salvado con un leve movimiento de cabeza, Alex cogió un puñado de cristales provocándose cientos de heridas en su mano sin importancia alguna para él pues su propósito era hacérselos tragar a su compañero. Le metió el puño en la boca y soltó todos los trozos de cristal en su lengua obligándole a tragar y masticar. Otra vez los regueros de sangre estuvieron presentes, esta vez en la garganta y el maxilar inferior del científico. No obstante, antes de morir desangrado, pudo pedir ayuda en su busca por lo que pocos minutos después de que Alex se lanzara contra él, otro científico, este portando una pistola, abrió la puerta y disparó indiscriminadamente a cualquier ser viviente (o muriente) de la sala con tal “mala suerte” que una bala alcanzó el corazón de Alpha antes de que Alex consiguiese romperle el cuello con tanta brutalidad que el crujido se escuchó por todo el pasillo que conducía a esa mortífera sala.

Un gemido hueco alertó a Alex de que algo iba mal. Se giró y vio a Alpha de rodillas en el suelo apretando su pecho con unas manos incapaces de taponar la hemorragia. Se moría. Alex soltó un no lleno de impotencia y fue corriendo a socorrerle. Como el propio viento aulló sin poder hacer nada mientras lo acunaba en sus brazos. Y fue entonces cuando al fin Alpha rompió su incomprensible mutismo.

Yo no puedo morir. Fue lo que dijo antes de abandonar este mundo. Alex no estaba para resolver acertijos en ese momento. Era un saco lleno de lágrimas, dolor, sed de sangre, violencia y pura demencia. Se secó las lágrimas y agarró la pistola del difunto. Se dirigió con calma a la cafetería donde se encontraban los otros tres investigadores. Estaban charlando y contando chistes hasta que pararon al ver llegar a Alex con la bata, las manos y la cara completamente llenas de sangre. Se levantaron de las sillas para ayudarle pero ese afán de solidaridad terminó cuando se percataron de que llevaba en su mano derecha una pistola.

Alex no esperó y ejecutó su venganza apresuradamente disparando en la frente a uno de ellos. El del ojo, que yacía acostado en una habitación cercana a la cafetería pudo oír el ruido y ya conjeturaba la posibilidad de que Alex hubiera vuelto a entrar en ese estado salvaje. Se incorporó y agarró un bisturí que había en una mesilla próxima. Volvió a sonar otro disparo. Se asomó despacio y vio en el suelo arrastrándose a uno de sus compañeros. Este, que antes de morir pudo verle asomado, le dijo que corriera a la sala 15 donde había una pistola cargada. No se lo pensó dos veces y corrió raudo aprovechando que Alex estaba ocupando dando el golpe de gracia al tercero y aparentemente para él, último residente en ese laboratorio. Ahora quedaban él y su compañero tuerto.

Este último encontró con facilidad la pistola y salió con cautela al pasillo. Intentó doblar la esquina para echar un vistazo a la cafetería, pero nada más girarse se topó cara a cara con Alex. Un disparó sonó. Después silencio…

Horas más tarde llegó el helicóptero y los tres militares que iban en él entraron al laboratorio. Fueron avisados previamente de la situación y llevaban armamento defensivo, pero desde luego no se esperaban el panorama que les había preparado aquel sádico científico. Cuando llegaron a la cafetería escucharon unos leves gemidos de angustia. Alguien estaba vivo. Se asomaron y vieron a un tuerto agonizante manchado de sangre seca pidiendo ayuda a la nada. Pronto le sacaron de allí y se lo llevaron en helicóptero.

Bueno, has tenido suerte tío, el único superviviente. Por cierto, ¿qué pasó con tu ojo que no me enteré muy bien? Fue la frase de un confiado médico militar, una frase que nunca tendría que haber salido de sus labios, pues la respuesta a esa pregunta no sería bien recibida por los otros dos militares del avión.
Yo mismo me lo arranqué para vivir…

Vuestras mentes no deliran (una lástima). Efectivamente, era Alex. Él disparó y no el otro. Y, sabiendo que pronto vendría un helicóptero en busca de un tuerto, no dudó un segundo en arrancarse el ojo con una cuchara que tenía a mano para que pudiera escapar de allí. Tras arrancárselo lo colocó en la cuenca vacía de su antiguo compañero y fingió ese estado moribundo. Todo había salido tal y como lo pensó.

Cuando terminó de pronunciar la palabra vivir dio una patada al médico y disparó al piloto y al copiloto. Por último abrió la puerta y arrojó los cuerpos al vacío, médico vivo inclusive, haciéndose con el control del helicóptero. Aunque no fue necesario ya que en esos pocos segundos en los que los mandos estaban sueltos el helicóptero había entrado en una pequeña corriente de aire que le conducía hacia una torre eléctrica. Alex no pudo hacer nada para esquivarla y el helicóptero se estrelló seguida de una brusca colisión contra el suelo. Las llamas lo engulleron todo… ¿Todo?



No todo. A varios kilómetros del laboratorio había un centro de investigación medioambiental bastante parecido al laboratorio donde sucedió la masacre. Un hombre que trabaja allí estaba paseando por los alrededores analizando las corrientes de aire y la humedad del ambiente cuando de repente vio moverse algo entre unos arbustos. Se aproximó y vio que era un hombre que se arrastraba con mucho esfuerzo totalmente lleno de magulladuras y con traje militar. El estudiador medioambiental le ayudó a levantarse y lo acompañó al interior del centro.  Por el uniforme supieron que pertenecía al campo militar de la zona así que llamaron para que viniera alguien a recogerle. Tardarían un par de días dijeron. En esas pocas horas que el militar residió allí el investigador que le había encontrado entre los arbustos sintió curiosidad por su comportamiento.
Antes de que los militares perdieran el punto de localización del centro para poder ir a buscar a dicho militar, recibieron un mensaje de radio proveniente del mismo centro. Es fascinante, no habla pero su inteligencia es abrumadora. Si hay que sacarle un defecto sería que no puede ver bien la profundidad del espacio a causa del ojo que le falta. Y el mensaje se cortó.

Yo no puedo morir.