
Cuando llegó a casa devoró
con rapidez la comida que le había preparado su madre y bajó
como una rayo al sótano divisando al instante esa alfombra que
separaba el gran secreto de Tesla de él. Una gran nube de
polvo se levantó al abrir la compuerta que le impidió
respirar con normalidad. Segundos después, cuando la humareda
se disipó lo suficiente para reducir la densidad de aquella
atmósfera invariable durante décadas, Nick observó
maravillado lo que se le presentaba ante sus ojos: una gran cantidad
de artilugios metálicos invadían aquella habitación
oculta, cientos de herramientas desgastadas por sus innumerables usos
reposaban en enormes mesas de madera y una gran pizarra llena de
fórmulas y garabatos de máquinas arquetípicas
culminaba la primera visión del joven de esa cámara de
las maravillas.
Una nota yacíaen la mesa más
cercana. Nick la cogió y la leyó. Querido bisnieto,
si mis cálculos resultan ciertos y la suerte está de mi
parte, tú tendrás ahora, en el nuevo milenio, la
suficiente edad e inteligencia para usar estas máquinas. En mi
época no serían bien vistas. Espero que en tu tiempo el
funcionamiento de mis creaciones no haya sido puesto en marcha por
nadie para que de verdad sean un regalo extraordinario. No compartas
esto con nadie ni les des un uso tan desmesurado que la gente de tu
alrededor sospeche. Lo que tienes ante ti son máquinas que
funcionan con la energía eléctrica de los propios
electrones que se mueven en la atmósfera, así que no
debes preocuparte por el gasto energético. Te concedo esto
para facilitar tu vida, ya que si todo ha salido según mis
intenciones, tú eres el siguiente después de mí que
conoce lo suficiente el campo de las ciencias como para darles un
buen uso. En cada máquina encontrarás unas breves
instrucciones. Y recuerda, no exprimas al máximo las ventajas
que te ofrecen, por tu bien.
Depositó la
nota en la mesa y su mirada se dirigió de inmediato al aparato
más grande que había. Una caja de placas de metal con
dos bobinas tesla, una teñida de rojo y otra de azul. Encima
de la caja había un mando con dos botones, también uno
rojo y otro azul. La breve nota decía que el botón rojo
marcaba la posición del que accionaba el botón y el
azul mandaba un rayo a la posición marcada con el suficiente
voltaje para matar a una persona de constitución media.
Nick no quiso
investigar el resto de inventos. Este ya le había encendido la
bombilla de las ideas para lograr algo que se le había pasado
por la cabeza un par de veces. Hans, un chico de su clase, pedante
como nadie, siempre consiguiendo hacer sombra al resto de alumnos.
Había cosechado algo de odio en la Facultad. Aunque el
comportamiento indiferente de Nick había hecho que Hans no lo
considerase un insignificante como el resto, lo suficiente como para
que aceptase una invitación a su casa. Sería demasiado
fácil.
Como era de
esperar, una petición de ayuda a Hans para que le ayudase con
unos problemas de física bastaría para avivar su
pedantería. Obviamente aceptó y Hans fue con él
a su casa. Nick le dijo que tenía una habitación debajo
del sótano insonorizada para poder estudiar tranquilo. Al
principio Hans se extrañó con la rara localización
de su zona de estudio, pero cuando vio aquella sala la chispa de la
envidia se le encendió.
-¿Estas cosas las has hecho
tú? –preguntó
Hans –.
-Bueno...
creo que no hace falta recordarte mi apellido.
-Sí, ya... entonces no necesitarías
ayuda en estos simples problemas de física teórica.
-La verdad es que no. Quería
que me ayudases con un nuevo invento que está en fase de pruebas.
Quería los consejos de una mente privilegiada como la tuya.
Nada peligroso, te lo prometo. Es aquella máquina, sólo
tienes que ponerte a la derecha de la bobina roja y esperar a que la
encienda.
-¿Qué se supone que
hace? –dijo Hans desconfiado –.
-Nada. Sólo interactúa
con la energía de tu cuerpo y crea una esfera alrededor tuya.
Simple estética, pero lo he probado con animales y es
divertido. El único inconveniente es que no puede usarlo la
persona que enciende la máquina porque entra en contacto con
la energía de la misma. Me llevé un buen calambrazo el
día que lo intenté. Y quién mejor que tú
para disfrutar de este baile eléctrico.
Sus alabanzas
terminaron por convencer a Hans y se situó justo donde le
indicó Nick. Este, por su lado, no podía creerse que
estuviera a su merced con tan inmensa facilidad. Sin dudarlo pulsó
el botón azul y un enorme y luminoso rayó salió
directo de la bobina azul al corazón de Hans volatilizando en
miles de pedazos sangrientos su caja torácica. Durante las
pocas centésimas de segundo en las que Hans se percató
de su inevitable muerte, Nick pudo ver una mirada en Hans que nunca
antes había visto, una mirada de clemencia, de socorro, una
mirada de inferioridad.
Nick Tesla se
limpió las escasas gotas de sangre que habían manchado
su camiseta y barrió los trozos del difunto Hans a la esquina
más lejana de la entrada. Fue curiosa la frialdad con la que
hizo todo. Ningún remordimiento tras su primer homicidio,
parecía que algún engranaje no iba bien dentro de su
maquinaria encefálica. Con su sadismo saciado, dedicó
el resto de la tarde a ver los demás aparatos que había
preparado Nikola para su uso y disfrute. Aunque su nota discrepaba...
Estaba realmente
maravillado con todo lo que había encontrado. En total había diez artilugios cuyos funcionamientos no habían sido
ingeniados, a excepción de Nikola Tesla, por nadie a día
de hoy. Realmente podría decirse que las funcionalidades
podrían darle una severa ventaja en lo referido a la
tecnología del nuevo milenio.
Y a pesar de que la
nota de su bisabuelo era totalmente clara (no abuses de mis inventos)
Nick hizo lo que quiso y más de una vez enseñó a
los que le rodeaban las cosas que esa desconocida tecnología
podía hacer. Cuando tenía que correr en la clase de
gimnasia, Nick llevaba un armazón que alteraba con pequeños
calambres la energía de sus moléculas para que pudiera
desplazarse a la velocidad de la luz a la vez que un pequeño
magnetizador imantaba los átomos de Nick para que tras el
desplazamiento no perdiera su estructura molecular.
A la hora de hacer
un examen, Nick poseía una microplaca eléctrica que
recordaba el recorrido neuronal en un tiempo máximo de 48
horas. Con él, Nick sólo tenía que leer el
temario y activar la microplaca para recordar fácilmente lo
que había leído. Nunca bajó del 9,5 en las
notas. Además, cuando la microplaca no lograba hacerle
recordar algo importante, poseía un tubo electromagnético
que emitía breves rayos en un radio de diez yardas de forma
intermitente que lograban colapsar el cerebro de los que lo veían
haciendo que se desmayasen durante varios minutos. Así Nick
podía mirar lo que otros ponían en sus exámenes.
Intentó ser
un poco discreto, ya que tampoco le hacía mucha gracia la idea
de que algún señor de Inteligencia Nacional requisara
sus aparatos y mucho peor si se los requisaba y le mataba. Eso sí,
podría haber sido bastante más discreto porque ya había
gente que hablaba de él en la Facultad. La gente pensaba que,
al ser estudiante de física, había diseñado en
su tiempo libre algún cachivache electromagnético poco
importante.
Pero la cosa llegó
a más. Con otro pequeño invento era capaz de enviar
oleadas incesantes de electricidad que alteraban a las máquinas
que lo sufrían. Con este invento consiguió alterar los
cajeros para que le dieran la cantidad de dinero que él
decidiera. Parece que Nikola Tesla no había tenido en cuenta
un factor importante a la hora de dar a su bisnieto tales maravillas
como herencia: la erótica del poder. Cientos de ideas se le
ocurrían día a día para poner en práctica
con ayuda de aquellos útiles artilugios. Y, respecto a la poca gente que
llegaba a sospechar demasiado, Nick los conducía a su
habitación fingiendo que les iba a prestar la máquina
que ellos eligieran. En realidad la única máquina que
probarían sería la misma que dio muerte a Hans. A
medida que su ambición aumentaba, la montaña de trozos
de cuerpos humanos que dejaba en esa esquina de la habitación
también. Cada vez se preocupaba menos de intentar que no
vieran en acción los inventos, llegando incluso a salir un día
por la televisión mientras ponía en marcha un artefacto
que modificaba el clima regional provocando duras tempestades.
Con tal riqueza
acumulada, optó por dejar de estudiar y se puso a hacer una lista de los
alumnos de la Facultad que no eran de su agrado para probar el séptimo
invento. Este consistía en un tubo de bronce lleno de
minúsculas bobinas conectadas en serie. Un pequeño
gancho abría la corriente creando una energía eléctrica
que giraba sin parar en el tubo y que iba en aumento. Si se volvía
a tirar del gancho para cerrar la corriente, las bobinas lanzaban un
rayo a los aparatos eléctricos más cercanos. Al parecer
los efectos en los humanos variaban según el tiempo que se
dejaba la corriente abierta. Si se mantenía entre uno y cinco segundos, recibían una pequeña descarga que dejaba sin
funcionalidad los aparatos diana y daba un breve calambre a la
persona. Si se dejaba de seis a diez segundos, las personas perdían
la movilidad durante pocos minutos. Y a partir de los diez segundos en adelante morían.
Cada día
siguió al terminar las clases a sus objetivos y los fue
matando uno a uno. Si no hubieran llevado sus móviles se
hubieran salvado, pero ninguno era excepción. A veces Nick se
divertía primero con ellos dejándolos inmóviles
viendo cómo suplicaban, pero él no entraba en razones y nunca
pactaba con ellos.
Era obvio que
haciendo esto en la calle podría haberle visto alguien, pero
no era problema teniendo un magnífico artilugio que creaba una
atmósfera magnetizada alrededor del poseedor que movía
las moléculas del aire para crear un reflejo provocando que
cualquiera que se encontrara dentro del campo de acción fuera
invisible a los ojos de los de afuera. Los transeúntes sólo
podían escuchar los gritos de las víctimas, pero no
sabían su procedencia.
Nick había
alcanzado un nivel de corrupción insoportable, con una
sobredosis inimaginable de poder que le había transformado en una pesadilla
viviente para cualquier humano que no fuera de su gusto. La
sanguinaria vileza de una sed de sangre que iba en aumento podía
verse en sus ojos. Cada vez le costaba más comportarse de
forma normal sin hacer uso de esa maquinaria de ciencia ficción.
Aún le
quedaban dos artefactos por probar, y con cada uno ya tenía
algunas macabras ideas en mente. El octavo artilugio era una esfera
de hierro en cuyo interior se encontraban dos imanes rotatorios.
Cuando la esfera impactaba contra el suelo con la suficiente fuerza,
estos imanes comenzaban a girar velozmente magnetizando el ambiente y
provocando que cualquier organismo, sin necesidad de poseer algo de metal, quedase imantado y se adhiriera al objeto
metálico más cercano. De este invento hizo uso cuando
los cajeros de los bancos no podían escupir más dinero.
Fue entonces cuando decidió entrar en el banco y asaltar las
cajas fuertes. ¿Y cómo se libraba Nick de quedar
imantado? Además de la esfera, había unos guantes de
espuelas que contrarrestaban, gracias a leves impulsos
electromagnéticos, los efectos de dicha esfera. Él sólo
tenía que lanzar la bola, esperar a que la gente se imantara a las paredes, y luego alterar los códigos de las cajas fuertes
con el alterador eléctrico de Tesla. Y para rematar la faena,
después les colapsaba el cerebro para que recordaran con
dificultad todo lo sucedido.
Sin embargo Nick
sabía que pronto algo iba a ocurrir, algo intuía que
iba a poner fin a todos sus actos. Muy en su interior Nick sabía
que el camino que había elegido, el que aquellas maquinas le
habían facilitado, no era precisamente el que su bisabuelo
Nikola pretendía al darle como herencia todos esos inventos.
Pero bueno, él nunca lo sabría, llevaba muerto muchos
años.
Se tomó una
semana de descanso en la que no hizo uso alguno de ningún
artilugio, a pesar de todo, algún resquicio de razón
quedaba en su mente y sabía que no podía estar
continuamente mostrando al resto de la humanidad esos fenómenos
inexplicables. Durante esa semana estuvo reflexionando acerca de la
nota que dejó Nikola al lado del último invento. No era
como las otras notas donde se explicaba la utilidad, el material y el
procedimiento de construcción, no. Esta nota no decía
nada sobre el invento, lo único que venía escrito en
ella era lo siguiente: Este último regalo no es como los
otros, fue mi mejor creación y al contrario que el resto de
mis inventos este siempre está en funcionamiento, no necesitas
encenderlo, tan sólo cuando llegue el momento apropiado verás
lo que es capaz de hacer.
¿Cuándo
llegaría ese momento? Era la pregunta que rondó la
cabeza de Nick durante esos siete días. Al final optó
por olvidar toda esa avalancha de incógnitas y seguir
disfrutando de sus otros nueve artefactos.
Pasaron varios
meses y ese estilo de vida violento fue decreciendo en Nick, se
estaba cansando y cada vez tenía menos motivos y personas por
los que comportarse de esa forma tan sañosa. Decidió
usar todo el dinero para vivir lujosamente sin necesidad alguna de
trabajar. Consiguió una casa la cual tenía una
habitación lo suficientemente grande como para guardar allí
los diez inventos de Tesla. Y allí vivió tranquilamente
dejando en el olvido ese pasado sombrío que no obstante nunca
podría arrancar de su interior.
Pero un día
una carta de la oficina de correos llegó a su buzón. El
mensaje de la carta decía que un paquete debía ser
entregado a él justamente en esa fecha. Nick, extrañado,
se dirigió lo más rápido que pudo al lugar para reclamar dicho paquete. Justo cuando se lo entregaron
un calambre le recorrió toda la espina dorsal destrozando la
microplaca de memoria. No le dio mucha importancia, ahora que había
abandonado los estudios ese chisme era de poca utilidad. No quiso
abrir el paquete hasta llegar a casa, quizá fuera otro invento
de Nikola Tesla, ya que databa del año 1903 y se había
especificado que se guardase hasta este día para entregárselo
a su bisnieto. Se dirigió a un callejón oculto a los
ojos de los peatones y activó su chaleco de velocidad.
Sin embargo algo
pasó con el funcionamiento del chaleco que hizo que llegase a
su casa de mala manera. El magnetizador no había mantenido sus
moléculas pegadas lo suficientemente bien para resistir la
velocidad de la luz y una pierna salió despedida cuando llegó
a su destino. No sintió dolor alguno pues realmente no había
recibido ningún corte, pero cuando vio su pierna derecha
volando a través del recibidor de su casa se dio cuenta de que
si no paraba la hemorragia rápido iba a morir desangrado allí
mismo.
Se arrastró
a la cocina y agarró varios trapos, se hizo un torniquete en
la zona del cuádriceps y espolvoreó sal en un segundo
trapo para seguidamente colocarlo en la región cortada de la pierna.
Sabía que esto iba a doler, pero ahora mismo la única
forma de mantenerse con vida era reduciendo lo máximo posible
esa hemorragia.
Cuando observó
que la salida de sangre se había reducido considerablemente, se
dirigió como pudo al salón para llamar a una
ambulancia. Y entonces fue cuando percibió unos destellos
eléctricos en la caja. La curiosidad pudo con él y fue
hacia ella en vez de hacia el teléfono. Arrancó el
papel que la envolvía y cayó al suelo otra nota: No
abras esto en un lugar que no sea cercano a mi décimo invento.
Sí querido bisnieto, llegó el momento.
La caja misteriosa
tenía otra capa de papel de envolver aún más
desgastada que la otra. No perdió ningún segundo en
distinguir las prioridades del momento. La curiosidad era un buen
anestésico. Se incorporó con dificultad y “caminó”
a la habitación donde estaban todos los artilugios. Con gran
molestia en la pierna alcanzó el décimo invento de su
bisabuelo y depositó la caja en la mesa. Esta vez arrancó
el papel con más lentitud y cuidado. Lo que tenía
delante suya era un cubo de hierro totalmente liso, sin botones ni
bobinas tesla ni nada.
Nick no sabía
qué debía ocurrir ahora. Impaciente, dio varios golpes bruscos
a la caja, entonces de repente la caja vibró y segundos
después emitió otra vez esos destellos. Los destellos
cada vez eran más fuertes, tanto que uno de ellos empujó
un par de metros atrás a Nick. Cuando estos empezaron
a impactar repetidamente en el décimo invento, la caja comenzó
a levitar y a brillar con la fuerza de una estrella. Nick, cegado y
asustado, se arrastró a la puerta para huir. Quizá el
décimo invento era una bomba electromagnética y su
bisabuelo había tachado esa información.
Mientras le daba la
espalda al invento, lo que Nick no pudo ver es que la caja se estaba
abriendo a la par que los destellos iban tomando la forma de algo.
Las seis placas que formaban la caja finalmente cayeron y los
destellos eléctricos siguieron bailando en torno a ese gigantesco paralelepípedo metálico del que se erguía
en la parte superior una gran bobina tesla.
Repentinamente, en
el momento en el que Nick ya alcanzaba con sus manos el marco de la
puerta, los destellos cesaron y una pared lateral del invento se
abrió. Con todo ese silencio Nick no pudo evitar girarse para
mirar. Lo que vio en ese contenedor le horrorizó. Era el
cadáver putrefacto de su bisabuelo. Apenas tenía carne
y músculo, era casi en su totalidad hueso y ropa rasgada.
Justo entonces la
bobina tesla se encendió y lanzó un rayo enorme en
dirección al pecho de Nikola. Este comenzó a
convulsionar al recibir tal descarga. Pequeños rayos brotaron
de su cuerpo reanimando todo su sistema nervioso. Y Nikola abrió
los ojos buscando a su resucitador, Nick, el cual se encontraba
paralizado por el miedo.
-No te asustes, hijo, ante ti tienes la mejor máquina que la humanidad haya
podido inventar nunca. Con ella los muertos pueden volver a la vida.
-Y... la caja...
¿qué hacía la caja?
-Me disgusta que
preguntes eso después de lo ligados que hemos estado...
-¿Qué...
qué quieres decir? –dijo Nick petrificado por el horror –.
-Todos esos rayos, toda esa
electricidad... ¿no te resultó raro lo de “energía
infinita”? La energía la proporcionaba MI ESENCIA. Debo
confesarlo, te engañé, diseñé otro
artefacto más que oculté a la humanidad. Con él
pude enlazar mi verdadero ser con la naturaleza, con la
electricidad... Todos y cada uno de estos inventos funcionaban
gracias a mí, yo estuve presente cada vez que los usabas y lo
vi todo. Mi cuerpo murió tiempo atrás pero mi energía
siguió viva en el aire... eterna en un fluir incesante. Esa
caja sólo contenía imanes, simples imanes que jugaron
con tus ojos. Te engañé para que acercaras la caja lo
suficiente al resucitador para que el magnetismo pusiera en
funcionamiento la vía que necesitaba para que mi esencia
eléctrica regresara a mis nervios. Y ahora estoy aquí
otra vez, de forma corpórea.
-No... esto no puede ser, eres una
aberración, tengo que matarte, nadie puede saber todo lo
ocurrido, aunque seas tú, nada ni nadie debe poner en peligro
MIS instrumentos.
-¿Tus instrumentos? Puse toda
mi fe en ti y te has comportado de una forma deleznable. Adelante,
intenta matarme, la electricidad no podrá hacerme nada,
solamente darme más fuerza.
-La electricidad puede que no, pero
el metal sí.
De un impulso Nick
saltó hacia él empuñando un afilado trozo de metal roto clavándoselo en el mediastino. Nikola, viendo su
inepta reacción, no pudo contener la risa.
-He de
recordarte que mi esencia permaneció muchos años en
armonía con las tormentas. No tengo la débil carcasa de
carne que tenía antes. Los objetos materiales no me hacen
nada, tus ataques no me hieren...
Nick observó
su pecho y se dio cuenta de que no había herida alguna, se
había cicatrizado instantáneamente mientras alrededor
emanaban pequeños rayos. Nikola había conseguido
fusionarse con su materia de estudio. Ahora la electricidad y él
eran uno sólo. Nick no sabía qué hacer excepto llorar
de desesperación.
-Tus lágrimas no van a
perdonar todos tus actos. Siento que esto haya tenido que terminar
así, quizá si hubieras tomado otro camino algo más
concienzudo no estaría ahora vivo de nuevo.
Nikola apuntó
con el brazo a su bisnieto mientras se despedía de él.
Nick sabía que si no huía rápido de allí
moriría, pero le fue imposible ya que Nikola le había
imantado contra el suelo por culpa del chaleco que llevaba. De su
brazo salieron varios rayos que saltaron hacia su dedo índice
fusionándose en una bola eléctrica cuyo tamaño
iba en aumento. Cuando el tamaño era el de una pelota, un rayo
enorme impactó contra la cabeza de Nick volatilizándola
por completo y haciendo que el resto del cuerpo por culpa del enorme
golpe fuera irónicamente a parar a la montaña de restos
humanos que había amontonado el chico.
Nikola salió de la habitación y se miró en el espejo. Se limpió la suciedad de la ropa y abrió la puerta principal de la casa. Fuera había comenzado a llover. Parecía que se avecinaba una tormenta.
-Edison consiguió que muchos
me olvidasen... creo que ya es hora de que mi nombre vuelva a ser
recordado... sangre por sangre.
Y, en medio de la
tormenta, Nikola se desvaneció.
No hay comentarios:
Publicar un comentario