- ¿Estáis seguros de entrar? Tíos, yo no
conozco a nadie…
- ¡No te preocupes! Ya verás, harás amistades
muy rápido. Además, es Halloween, y no hay otro sitio cercano que posea el
mismo ambiente que este lugar.
A pesar
de lo que su amigo Dani decía, Gorka seguía sin estar seguro. Pero tampoco
quería quedarse solo esa noche. ¡Halloween! Sólo un día al año. Habría que
entrar sí o sí, sus tres amigos, Dani, Álex y Carlos no dudarían entre elegir
la fiesta o quedarse con él dando vueltas erráticas por el barrio.
-Está bien… entremos –suspiró Gorka –.

El
trabajo se vio recompensado cuando nada más entrar todas las miradas se
dirigieron a ellos cuatro. Ellos también devolvieron las miradas con aires
triunfantes, todos a excepción de Gorka, el cual prefirió fijarse en una gran
bandera que colgaba en una de las paredes del segundo piso. Era una bandera
roja con el símbolo alfa en negro que tenía un efecto con gotas que hacía que
pareciese que se derretía. Al instante a Gorka se le pasó por la cabeza una
única palabra: hermandades.
-Dani… supuestamente tú conoces a las
personas de aquí. ¿Eso de ahí arriba, la bandera, es el símbolo de alguna
hermandad?
-¡Oh, pues ni idea! Si te digo la verdad tampoco
conozco a la mayoría. Ya sabes, uno habla con dos, estos dos con otros tres,
etcétera. Pero supongo que sí, con los pocos universitarios que me rodeo creo
que alguna vez vi esas banderas. Olvídalo, no hemos venido aquí a ver
simbolitos, me dijeron que aquí hay cuatro tías por cada tío. Esta noche
triunfamos… mira como van disfrazadas.
-¿Como putas? –preguntó irónicamente Álex.
-¡Exactamente! –clamó Dani –Ya veréis qué poco tardamos en entablar conversación con alguna de
ellas. Vamos a la otra sala que hay más movimiento.
-Id tirando. Ahora… ahora os alcanzo –contestó Gorka –.
-¿Ya le vas a estar dando vueltas toda la
noche a eso? Es una maldita letra griega –refunfuñó Carlos –... Siempre tan conspirativo. Bueno, no nos pierdas de vista, eh.
-No… no tranquilos.
Gorka
subió las escaleras sin apartar la mirada de aquella bandera, la cual ya tenía
algunas pequeñas manchas de alcohol por culpa de algún descuidado. Se acercó
todo lo que pudo a ella y se quedó mirándola perplejo. Al cabo de un rato una
chica se puso a su lado sin que este se percatara. Hasta que tras unos breves
segundos de silencio la chica habló.
-Bonito disfraz, ¿lo has hecho tú mismo?
-Sí. Me llevó bastante tiempo. Oye, tal vez
te parezca extraña esta pregunta pero… ¿sabes qué significa eso?
-Tienes suerte. Hace poco yo tampoco sabía
qué era, pero una amiga me lo dijo. Se trata de una bandera de la Hermandad
Rubí. Es una hermandad integrada solamente por chicas. Lo que no llegué a saber
es el significado de esa letra alfa.
-Así que aquí también existen hermandades
universitarias…. Yo pensaba que esas cosas sólo salían en las películas
americanas.
-¡Pues ya ves que no! –respondió tras soltar una fina
risa –Por cierto, me llamo Amanda, ¿y tú?
-Soy Gorka. Una cosa. Entonces, si está tan “visible”
el símbolo de su hermandad, ¿eso quiere decir que la fiesta ha sido organizada
por ellas?
-Ni idea, supongo que sí, aunque a lo mejor
ha sido para que personas como tú sientan curiosidad… lástima que seas un
chico. Pero bueno, digo yo que estamos aquí
para pasar una noche divertida y no para charlar sobre banderas.
-Sí… supongo.
Amanda
le sonrió y le dijo que la siguiera mientras le agarraba la mano. Gorka se dejó
llevar aún medio ausente. Todo lo poco que sabía sobre las hermandades le
fascinaba y al mismo tiempo era una clase de rol que le aterraba, sus secretos
y ritos, sus normas y reglas de iniciación, ¿serían igual las hermandades de
ficción que las de la realidad?
Mientras
tanto, Amanda, ajena a los pensamientos de Gorka, tiraba de él por las escaleras
hasta la tercera planta. Algunas veces Gorka se paraba y entonces ella se
giraba y le miraba mostrando una tímida sonrisa. Entonces continuaban la ruta.
Gorka no sabía hacia dónde le llevaba esa desconocida. A lo mejor iba a
enseñarle un secreto sobre la hermandad, tal vez por eso iba con prisa.
Finalmente
Amanda se paró frente a una puerta de un largo pasillo. Gorka se puso a su lado
y antes de que abriera la boca para preguntar Amanda respondió que dentro había
algo que le gustaría ver. Abrió la puerta sin cesar de sonreír y ante ambos se
mostró una habitación corriente iluminada tan solo por una pequeña lámpara que
se encontraba en una mesilla de noche de madera.
De un
suave empujón metió a Gorka en la habitación. Amanda se aproximó a la lámpara y
sujetó el interruptor con las dos manos. Los dos se miraron y ella volvió a
enseñarle su dentición perfecta enmarcada en unos labios finos carmesíes. Un
silencio se apoderó de la habitación. Gorka, aún sin comprender nada, sólo se
dignó a devolver la sonrisa.
Al
final Amanda apretó el interruptor oscureciendo completamente la habitación. El
silencio permaneció durante varios segundos junto con la estaticidad de ellos
dos hasta que la chica habló.
-Vamos a jugar…
Amanda volvió a empujar a Gorka, esta vez con más fuerza, haciendo que se cayera en la cama. Él, con la poca luz que había en la habitación, pudo observar cómo Amanda se iba quitando el disfraz de vampiresa que llevaba.

Amanda
dejó de besarle y alzó la cabeza mostrándole un par de afilados colmillos.
Dispuesta a clavárselos en la yugular, Gorka logró volver en sí y rodó por la
cama esquivando la salvaje dentellada justo a tiempo.
Tuvo
que valerse del tacto para llegar hasta la puerta y escapar. Fue fácil. Amanda
se quedó en la cama riendo. ¿Estaría el depredador jugando con su presa? Ahora
mismo Gorka no estaba para preguntarse eso, sólo quería buscar a sus amigos y
salir de allí. Corrió hacia donde se encontraban ellos tres. Nada más divisarles
paró en seco. Los tres estaban charlando con tres chicas disfrazadas también de
vampiresas.
-Podría ser que ellas también… no. Demasiada
coincidencia, pero tengo que llevármelos de aquí. A ver cómo lo logro ahora que
han conocido a esas tres… -pensó Gorka.
-¡Hombre, Gorka, ya has vuelto! –exclamó Álex nada más verle –Tío, te presento a Úrsula, Luna y Silvia.
-Eh… sí, hola. Encantado. Chicos, escuchadme
un momen…
-¿Por qué llevas la bragueta abierta? –preguntó Carlos interrumpiéndole
–¿has conocido a alguien, eh, eh?
-Una larga historia, por favor, tenemos que…
-Oh, estabas aquí.
Era
Amanda. Había bajado a buscarle, seguramente para impedir que informara a sus
amigos de lo sucedido. Gorka, a pesar de verla de nuevo, estaba aliviado,
Amanda no le atacaría delante de todos los invitados, ¿verdad?
Y
entonces fue cuando nuestro protagonista vio la prueba estrella de que era una
vampiresa de verdad: sus colmillos, se veían a la perfección. Agarró a Amanda
de la boca y la obligó a enseñar los dientes ante los otros seis. Entre sus chillidos y los gritos de ellos
todos los invitados se giraron y se hizo el silencio. Cuando ella enseñó los
colmillos todos empezaron a reírse del paranoico Gorka. Él no comprendía nada
hasta que Amanda le contestó.
-Relájate, cielo. Estos colmillos son de
mentira…
Amanda
se metió la mano en la boca y se quitó los colmillos postizos. Gorka no
comprendía nada de lo ocurrido. A lo mejor sólo quería “jugar” con esos
colmillos y no lo que pensaba él. Poniéndose realista: los vampiros no existen.
Pero
esa calma poco duró cuando Amanda le insistió para que volviera a la
habitación, y claro, sus tres amigos, al oír eso, también le insistieron. En
ese momento algo empezó a olerle mal, pero para cerciorarse tendría que aceptar…
Una vez
los dos de vuelta a la habitación se repitió el mismo proceso. Gorka se dejó besar por ella hasta que mostró de nuevo sus colmillos. No obstante esta vez él
se encontraba cuerdo y aguardó al momento justo. La delicada figura de Amanda
se lanzó contra él y sonó un golpe seco dejando tras de sí un pequeño fluir de
sangre. Y luego silencio.
Los otros tres amigos seguían charlando con las vampiresas hasta que Dani, que no apartaba la vista del resto de chicas que pasaban al lado suya , se fijó de que había muchas vestidas como vampiresas y, en cambio, ninguno de los chicos con los que se había cruzado hasta el momento llevaban un disfraz en honor al famoso chupasangre. De hecho, durante unos minutos, pensó que las que llevaban dicho disfraz estaban proliferando, es decir, sin que llegasen más invitados cada vez había más disfraces de ese estilo.
A pesar de lo pasota que pudiese resultar Dani, Gorka era su mejor amigo y juntos, más pequeños, habían engullido cientos de historias de terror, visto películas de gore e investigado miles y miles de leyendas urbanas. Conocían al pie de la letra todos los monstruos creados por la (¿)imaginación(?) del hombre. Sabía que Gorka era muy fantasioso y tal vez no ocurriese nada malo ni paranormal con aquella hermosa chica, pero que no existan los vampiros no quiere decir que no existan los asesinos. Una hermandad y un montón de chicas con un “uniforme”. Tenía que ir en busca de Gorka.
Desafortunadamente, Luna, que se dio cuenta de que se marchaba, le agarró del brazo y acercó su boca a su oído.
-Veo que aquí no estás cómodo. ¿Vienes a un lugar más tranquilo? –susurró dulcemente Luna.
Y tal y como ocurrió con Gorka, Dani perdió el control locomotriz y fue detrás de ella. Aunque sí que pudo ver con sus ojos como todas las que iban disfrazadas de vampiresas estaban charlando con chicos, seduciéndoles, sin importar nada. Como si fuera una caza…
Nada
más verlas, los tres comenzaron a sentir un dolor agudo en esa zona. Dani se
echó la mano en la zona que le dolía y entonces comprendió todo. No iban a ser
convertidos… ya habían sido transformados en esas bestias… Por eso se reían
todas de ellos. Por eso ardieron el chico del crucifijo y Nuria. No todo lo que presuponía el chaval fue cierto. Estaban
encadenados esperando a que la transformación fuera completa. Y entonces, ¿por
qué su cuello no ardía a causa de su collar? Efectivamente, se lo habían
quitado… Ahora sí que no había salida, no había marcha atrás. No hizo falta
explicárselo a los otros, parece que ellos ya estaban empezando a comprenderlo
también.
Los otros tres amigos seguían charlando con las vampiresas hasta que Dani, que no apartaba la vista del resto de chicas que pasaban al lado suya , se fijó de que había muchas vestidas como vampiresas y, en cambio, ninguno de los chicos con los que se había cruzado hasta el momento llevaban un disfraz en honor al famoso chupasangre. De hecho, durante unos minutos, pensó que las que llevaban dicho disfraz estaban proliferando, es decir, sin que llegasen más invitados cada vez había más disfraces de ese estilo.
A pesar de lo pasota que pudiese resultar Dani, Gorka era su mejor amigo y juntos, más pequeños, habían engullido cientos de historias de terror, visto películas de gore e investigado miles y miles de leyendas urbanas. Conocían al pie de la letra todos los monstruos creados por la (¿)imaginación(?) del hombre. Sabía que Gorka era muy fantasioso y tal vez no ocurriese nada malo ni paranormal con aquella hermosa chica, pero que no existan los vampiros no quiere decir que no existan los asesinos. Una hermandad y un montón de chicas con un “uniforme”. Tenía que ir en busca de Gorka.
Desafortunadamente, Luna, que se dio cuenta de que se marchaba, le agarró del brazo y acercó su boca a su oído.
-Veo que aquí no estás cómodo. ¿Vienes a un lugar más tranquilo? –susurró dulcemente Luna.
Y tal y como ocurrió con Gorka, Dani perdió el control locomotriz y fue detrás de ella. Aunque sí que pudo ver con sus ojos como todas las que iban disfrazadas de vampiresas estaban charlando con chicos, seduciéndoles, sin importar nada. Como si fuera una caza…
Cuando
subieron las escaleras su mirada se clavó en la bandera de aquella hermandad.
Justo en ese instante una chispa de credibilidad surgió en él. ¿Y si Gorka
tenía razón? ¿Y si la fiesta es una tapadera y estas chicas están buscando
jóvenes víctimas? Dani escuchó una vez que en la noche de Halloween se suelen
hacer ritos satánicos… ¿Y si iba a ser un testigo en primera persona de
aquello? Tenía que librarse de Luna, pero sentía por ella ahora mismo una
atracción descontrolada. ¡Malditas hormonas!
Pero
entonces vio la salvación cuando Luna tuvo que parar gracias a una amiga de
Dani que se encontraba allí. Su amiga, Nuria, fue a saludar a Dani y debido a
ello logró apoderarse de su cuerpo nuevamente. Viendo que Nuria corría peligro
si lo que de verdad sospechaba era cierto, le comunicó a Luna que subiera a la
segunda planta para después alcanzarla, era la única forma de que pudiese
escapar de ella. Por fortuna Luna aceptó.
-¡Nuria, tienes que acompañarme! Creo que
aquí está pasando algo raro.
-¿Más raro que haber dejado escapar a esa
monada de chica?
-¡Hablo en serio! ¿Sabes si en esta fiesta ha
intervenido alguna hermandad?
-Hermandades… mi tema favorito de conversación –respondió
alegremente Nuria –. Enséñame cualquier
símbolo y te diré a qué hermandad de la universidad pertenece.
-Vale… ¿qué me dices de un alfa negro
goteante sobre un fondo rojo?
-Esa es la Hermandad Rubí. –contestó convencida.
-¿Y… sabes algo raro de esta hermandad?
-Raro… Bueno, lo más raro, por decir algo, es
que actualmente sólo está integrada por chicas, pero años atrás también hubo
algún que otro chico, o eso dicen, no sé por qué ya no están…
-¿Y la letra alfa? ¿Algo interesante?
-Que yo sepa no tiene nada de especial su
letra alfa. Ya sabes que muchas hermandades llevan letras griegas para
americanizarse.
-De acuerdo… Supongo que teniendo mucho menos
conocimiento que tú sobre la Hermandad Rubí no creerás lo que te voy a decir
pero… creo que están cazándonos.
-¿Cazando chicos? ¡Menuda novedad! En las
fiestas muchas personas van a “cazar”.
-¡No me refiero en ese sentido! –gritó Dani debido a la
respuesta poco seria de ella.
-A ver… ¿qué insinúas entonces con cazar?
-Lo que pretendo decirte es que…
En ese
instante las luces de toda la casa se apagaron y comenzaron a escucharse gritos
masculinos en todos partes. Al lado de Nuria y Dani también se escuchó un gritó
ensordecedor, lo suficientemente cerca como para que, a pesar de la oscuridad, pudieran
ver de dónde provenía: un chico estaba recibiendo una mordedura en la yugular
por parte de una de las chicas que iban disfrazadas de vampiresas.
-Tú eres una mujer, estarás más segura. Ve a
la otra habitación y busca a Álex y a Carlos.
-¿Y tú? –preguntó preocupada.
-Voy en busca de Gorka, está arriba con… su
cazadora.
-Nos vemos en las escaleras en cinco minutos,
¿me lo prometes?
-Prometido. (Si salimos de esta).
Nuria
corrió a la habitación con su mechero encendido para ver mejor. No tardó mucho
en distinguirles entre todos los chicos desplomados en el suelo, ya que sabía
cuáles eran sus disfraces. Justo antes de que pudiera acercarse lo suficiente
para comprobar sus constantes vitales una chica se interpuso en su camino y,
cómo no, vestida de vampiresa.
No tuvo
tiempo alguno de reacción. La vampiresa la golpeó con algo contundente que
tenía en la mano. Mientras caía al suelo con la vista nublada al menos pudo
calmarse al ver que el pecho de Álex y el de Carlos se movían. Respiraban.
Al
mismo tiempo que esto ocurría, Dani subió como una centella las escaleras y
cautelosamente se asomó una por una a todas las puertas intentando escuchar
algo. Cuando apoyó la cabeza en la quinta puerta comprobó que se encontraba entornada.
En silencio y despacio la abrió y palpó la pared hasta dar con el interruptor
de la luz.
Craso
error encender la luz… En la cama de la habitación se hallaban varios cuerpos
llenos de sangre. Y todos con dos perforaciones en sus cuellos. Homicidios
dignos de un vampiro… o de una… La bizarra imagen le dejó de piedra y no le
permitió darse cuenta de que detrás de él se encontraba Luna.
-Hola, cariño… Has tardado mucho…
Su
mente se quedó en blanco. La experiencia que a iba a vivir a continuación era
un verdadero misterio para él. Tras la muerte hay olvido. Tras la conversión…
¿qué habrá? Exiliado del control de su cuerpo otra vez, miró impotente como
ella acariciaba su cuello y se relamía los labios. Dani cerró los ojos y sus
glándulas lacrimales entraron en acción. El tiempo en el que ella abría la boca
y se lanzaba a por su cuello, segundos reales, se le hicieron realmente
eternos. Y sin embargo no sintió ningún dolor puntiagudo en su cuello, al
contrario, sólo vio como la fuerza de la mano de Luna que sujetaba su cuello
disminuía. ¿Qué había ocurrido?
La
pregunta se respondería en otro momento, ahora era tiempo de aprovechar el
retorno del control y golpearla en la cabeza mientras estaba aturdida. Y así lo
hizo Dani. Durante los pocos segundos que pudo ver su cara mientras se giraba
para golpearla observó que sus labios estaban quemados. Ya entendía todo: por fortuna
él llevaba pegado a su cuello un collar del que colgaba un pequeño crucifijo
regalo de su abuela, tal vez de los bruscos movimientos al correr el crucifijo
se había movido justamente a la zona del cuello que Luna se disponía a morder.
Aunque
la fortuna le duró poco pues los escasos metros que logró alejarse de allí sólo
le hicieron toparse con otra vampiresa. Y esta no quería morderle, tan solo le
dio un golpe en la cabeza con una vara de hierro dejándole completamente
inconsciente. ¿Y ahora qué?
Álex,
Nuria, Carlos y Dani despertaron en el sótano de la casa iluminados por una
multitud de velas rojas junto a un montón de chicos y chicas. Algunos eran
simplemente cadáveres desangrados y apilados. Se encontraban encadenados y al
otro lado del sótano estaban diez integrantes de la sádica hermandad
observándoles y relamiéndose. Los cuatro amigos estaban completamente
aterrorizados. Carlos, al borde de un ataque ansiedad, no paraba de gritar qué
iban a hacerles. Recibió respuesta, pero no de ellas sino de otro encadenado
que se encontraba colindante a ellos.
-Conozco esta clase de rito… Podría decirse
que nuestro destino es mil veces peor que el de aquellos muertos de ahí.
Piensan transformarnos…
-¿¡Transformarnos en qué!? –preguntó Carlos imperante a su
vecino.
-¿Aún no te has fijado? Nos van a convertir
en vampiros. Llevaba tiempo sospechando de la Hermandad Rubí… y parece que
todas mis sospechas han sido ciertas.
-Pero si eso fuera así sólo estaríamos atados
nosotros, los chicos –dijo Álex aún sin poder creerse lo que estaba sucediendo –, pero también está Nuria.
-Pues siento decirte que lo que van a hacer contigo no va a ser
morderte y transformarte en vampiresa –respondió
dirigiéndose a Nuria –. No… de esas ya hay muchas en la
Hermandad Rubí. ¿No sabéis qué quiere decir la letra alfa de su bandera? Es la
primera letra de sangre en griego. Y eso es lo que precisan de ti. Una
conversión en masa requiere mucha energía y en vez de sacrificar a una hermana
deciden verter en un círculo hecho de velas la sangre de una mujer virgen. Lo
siento por ti… eras la única de la fiesta que lo era…
Nuria
no sabía cómo reaccionar en ese momento. Suponía que desangrarse gota a gota
iba a ser doloroso, muchísimo más que un mordisco o ser asesinada como los
otros invitados. Invitados… ¡eso! También había chicos muertos. No dudó en preguntárselo
inmediatamente y él gustosamente respondió.
-No todos pasamos su test. Sólo quieren
convertidos con las mejores sangres. ¿Cómo lo hacen? Pues ni idea. Se dice que
los vampiros pueden oír el fluir de la sangre a kilómetros de distancia. Los latidos de nuestros corazones abren su apetito. Cada vaso sanguíneo superficial
es una provocación para ser mordido. Son maestros sangrientos, con oler una
minúscula gota de tu sangre pueden rastrearte días y días. Algo bueno se puede sacar de
esto. Tenemos sangre de alta calidad.
-Pero bueno… ¿y a quién le importa eso?
¡Vamos a morir y te pones a hacer bromas! –gritó Carlos.
-No pienso preocuparme por algo sin solución.
Además, no moriremos técnicamente, a excepción de…
-Callaos –interrumpió Dani –. Oigo algo.
Una
vampiresa, oculta entre las sombras, agarró de repente a Nuria con una fuerza
abrumadora. Soltó sus cadenas y la arrastró al centro del círculo. Los tres
amigos, sabiendo ya lo qué iba a ocurrir, no pudieron evitar llorar llenos de
rabia e impotencia. En cambio, el vecino encadenado, el que sabía tanto de la
Hermandad Rubí, cerró los ojos y suspiró, balbuceó un “todo saldrá bien” y tras
ello se levantó y arremetió contra la vampiresa que agarraba a Nuria. Al
parecer había logrado liberar sus manos de las cadenas. Había posibilidades,
había salvación.
Portando
una estaca, apartó del círculo a Nuria y le clavó el arma afilada a su captora
en el corazón. Esta se estremeció de dolor mientras sus hermanas gritaban. Con
ira, el resto de vampiresas fueron directas a darle muerte. No obstante, parece
que el chico iba preparado, sacó del bolsillo de su chaqueta un crucifijo de
madera. Todas se echaron atrás sin poder hacer nada por su moribunda hermana.
Se giró y lanzó un cuchillo a Dani diciéndole que rompiera las cadenas.
Un par
de minutos después todos estaban libres y las vampiresas no podían hacer nada.
No podían creérselo aún. Estaban salvados, habían sobrevivido a esa
espeluznante noche. Pero toda la euforia se vino abajo cuando la mano del chico
que sujetaba el crucifijo comenzó a arder sin razón alguna. Seguidamente, sin
que nadie pudiera ayudarle, el resto de su cuerpo se prendió convirtiéndole en
un montón de cenizas y un puñado de crucifijos que guardaba en sus vestimentas.
Las
vampiresas comenzaron a reír sin parar. Los demás supusieron que había sido un
conjuro de ellas. Nuria, mientras tanto, se incorporó e intentó correr hacia el
grupo… en vano. La vampiresa que había recibido la estocada se había levantado
y la había apuñalado en el corazón con esa misma estaca. Y al igual que sucedió
con el chico, Nuria comenzó a arder hasta reducirse a cenizas.
Dani,
Álex y Carlos cada vez comprendían menos. Ya habían perdido a dos amigos y uno
de ellos delante de sus ojos. Pero no era momento de lamentarse… si querían
salvar sus vidas. Todos se dirigieron rápidamente hacia la salida al son de las
carcajadas de sus depredadoras. En cabeza iban ellos tres. Y justo antes de
poner la mano en el picaporte de la puerta, esta se arrancó de cuajo por obra
de un desconocido. ¿Quién era? Nada más y nada menos que Gorka.
¿Qué
pasó en esa habitación? Sencillo. Amanda logró morderle, justamente la chica
que casi moría en el sótano por la estaca, justamente la vampiresa que ahora se
encontraba detrás de los chicos saludándole. Y cuando Gorka le devolvió el
saludo mostró a sus tres amigos las dos perforaciones de su cuello.

Y
tampoco se lo tuvo que comunicar a Gorka. Con el contacto visual supo que ya
entendían qué pasaba. El resto de vampiresas caminó hacia ellos en busca cada
una del que había mordido. Sin nada más que hacer, Gorka mostró una amplia
sonrisa con sus dos respectivos colmillos y su mirada de pupilas rojas como la
sangre. Sólo se permitió el lujo de decir una breve frase:
-Bienvenidos a la Hermandad Carmesí.
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