Hay una
leyenda que dice que si justo a las cero horas del día 24 de junio, en San
Juan, te miras fijamente en un espejo, puedes ver en el reflejo de tus ojos
cómo vas a morir… Y así fue, yo miré y lo vi, sí… Me contemplé a mi mismo en el
ordenador… sin vida… aún fresco… una cosecha reciente.
No
obstante, que me gustaran las leyendas urbanas no quería decir que me las
creyese, por supuesto, y precisamente por ese escepticismo me condené. Ya lo
decía mi madre: yo no creo pero mejor dejarlo como está. Si al menos hubiera hecho caso al reflejo de
mis ojos… ahora no estaría narrando esto atrapado en este lugar…
Empezaré
desde el principio, como ya dije antes, de esto hace ya más de una semana. Era
por la noche, no tenía nada que hacer y me puse a buscar nuevas leyendas
urbanas. De entre todas las que vi una de ellas me impactó realmente. El que
narraba la historia, supuestamente un testigo superviviente de aquel horror,
contaba la leyenda de una manera tremendamente espeluznante. Se trataba de la
leyenda de Blind Maiden, la Doncella Ciega. Uno de los rasgos que más me atrajo
de esta leyenda es que la historia sucedía en Internet. Eso me dio seguridad,
ya que no puede pasar nada paranormal en las redes y si así fuera se apaga el
ordenador y listo. Otras leyendas son peores, como aquella de que si en
Nochebuena, a medianoche, vas a un espejo y tienes toda la habitación a oscuras
a excepción de un par de velas, ves la cara del Diablo observándote. Esta
última confieso que estuve a punto de comprobarla, pero mis padres a esa hora
me obligaban a quedarme a hablar con la familia en la mesa… lástima.
Bueno,
al grano, aunque tengo todo el tiempo del mundo… Resulta que la leyenda de
Blind Maiden cuenta que hay una página web en Internet que está maldita. La
dirección prefiero no decirla, no quiero que otra persona venga a… este lugar…
Se dice que si entras a esa página una noche sin luna podrás acceder a un lugar
lleno de fotografías horripilantes. No soy capaz de describir cómo eran
aquellas imágenes, realmente ningún adjetivo de nuestro idioma sería capaz de
definir aquello… Sólo puedo decir que aparecía un sinfín de fotos de personas
muertas y todas con un factor común: no tenían ojos… Lo único que había en sus
cuencas era una oscuridad abismal, miradas perdidas, de un sufrimiento
insoportable, una agonía que aún perduraba en sus rostros inertes.

Cuando
te gires verás una hermosa mujer, pero eso es solo mera apariencia, nada más
ella se acerque su rostro cambiará completamente. No verás nada en sus ojos,
solamente vació, no veras nariz alguna, tan solo dos agujeros oscuros dignos de
la calavera más tétrica, no veras unos dientes perfectos, sólo colmillos
aterradores, no verás una piel delicada, estará manchada por la sangre de otros
desafortunados, y por último, no verás unas delicadas manos, únicamente unas
afiladas garras, garras las cuales irán directas a tus ojos para arrancártelos.
Y, entonces, serás otra víctima más que quedará grabada en esa página.
Obviamente
hay más requisitos que el de ser una noche sin luna. Tienen que ser justamente
las doce en punto, debes estar solo y, cómo no, estar a oscuras. Personalmente,
en el momento en el que leí esto no pude contener la risa… así, con esas
condiciones, con cualquier ruido te asustas y más aun en plena oscuridad y
predispuesto a ver un espectro errante, toda sombra que veas será procesada por
tu cerebro para interpretarla como la imagen de un humanoide… ¡Menuda tontería!
Ojalá pudiera retirar esas palabras y volver atrás en el tiempo, ojalá…
Una noche que mis padres decidieron salir se me pasó por la cabeza el ver si era cierto lo de aquella página. Por supuesto intenté entrar muchas veces antes, pero extrañamente no salía nada, como si la página no existiera. Sin embargo esa noche, cerciorándome de que no había luna y eran las doce, volví a intentarlo. Al principio la página tardó en cargar, no sabía la razón, acaba de estar en Internet y no hubo problema. Estuve esperando y seguía cargando. No había Internet… Reinicié el router y escribí nuevamente la dirección web. Se fue la luz… No podía creer la mala suerte que estaba teniendo. ¿Mala suerte? Era como si algo no quisiera que entrara ahí.
Finalmente,
con todo en orden, logré entrar. La página a la que llegué no se parecía para
nada en la de las otras veces. Realmente había accedido a la página de la
leyenda urbana. ¿Estaba asustado? No. ¿Era extraño? Para qué negarlo.
Era una
página negra. Y no había ninguna foto de cadáveres. Aguardé varios minutos
observando aquel vacío virtual. Un escalofrío recorrió mi espalda. Y entonces
vi movimiento en la pantalla. Ante mi apareció repentinamente la imagen de una
mujer de cabellos de ébano mirándome
fijamente… y con los ojos arrancados. De mis auriculares salieron alaridos de
varias personas, como si estuvieran matando a cientos de personas. Jamás pensé
que el miedo pudiese paralizarte hasta tales extremos, no sabía que hacer,
hasta lo más lógico, apagar el ordenador, no se me pasó por la cabeza. Sólo
podía cerrar los ojos y suplicar que eso acabase. Al final, a punto de sufrir
un infarto, mi mano recuperó la cordura y apagó el ordenador. Pese a ello no
logré moverme más, permanecí inmóvil en la silla mirando la pantalla apagada y
recordando ese ser que me miraba a través de la pantalla. Tras quince minutos
más o menos volví en mí y me fui a la cama a intentar conciliar el sueño.

Al día siguiente
me desperté muy temprano buscando por toda la habitación la presencia de la
noche anterior. Quizás estuviera delirando. Tal vez fuera una pesadilla muy
realista. En absoluto… Sí hubo alguien esa noche. Mirando en los cristales de
mi ventana observé varias huellas de mano por todo el vidrio. Unas manos
realmente grandes, no eran mías ni de mis padres. Alguien estuvo, ¿pero quién… o
qué?
Ese
mismo día, después de comer, decidí entrar a la página. Podría ser que
escribiera algo mal en la dirección y hubiera entrado en una página web hecha
por algún desalmado para asustar a los demás. Si fuera así, el resto de cosas
se justificaría automáticamente con el miedo, el cerebro a veces nos hace
auténticas jugarretas.
Comprobé
escrupulosamente que todos los dígitos estaban correctos e hice click. Aparecí
en la misma página, la del fondo negro. No me lo explicaba, se suponía que no
era de noche, no estaba cumpliendo ningún requisito y podía entrar, ¿cómo era
posible esto?
Permanecí
en la página para ver si aparecía de nuevo la imagen de esa mujer y los gritos
espeluznantes. Nada. Aun esperando casi media hora no ocurrió nada, tan solo se
veía un fondo negro. Sumamente extraño todo. Por un lado podía entrar sin
cumplir ninguna condición, por otro lado no lograba avanzar en la página.
¿Habría hecho algo cerrando el ordenador y dejando aquella “maldición” a la
mitad?
Tenía
que encontrar más información acerca de Blind Maiden. A lo mejor hice algo mal
y la visita nocturna fue causa de ello. No sé, si me dan a elegir entre morir o
dormir todas las noches “acompañado” elijo sin pensármelo ni un segundo la
primera opción. Lo que viví esas horas fue horripilante, los segundos pasaban
lentamente y yo ahí, indefenso, sin poder hacer nada, incluso suplicando que me
ejecutase ya y dejara de jugar. No debí haber jugado con esas cosas. He llamado
a algo a lo que no puedo enfrentarme, a algo que va a despedazar algo más que
mi cuerpo. Necesitaba ayuda… Nadie me creería…
Busqué
y busqué pero no hallaba nada que se asemejase a mi situación. Se hizo tarde y
ya era hora de dormir. Hacía muchos años que no tenía tanto miedo a la
oscuridad. Me tomé unas pastillas para dormir mejor y me acosté. Y otra vez
igual: pesadillas espantosas y el presentimiento de que alguien me estaba
vigilando. Hubo un momento en el que no sabía si era mejor estar despierto y
soportar el aliento de ese ente o estar dormido y observar aquellos horrores.
Algo había salido mal, pero que muy mal…
Por la
mañana fui a la biblioteca a buscar más información sobre el asunto. Pregunté
al bibliotecario y afortunadamente me enseñó un libro repleto de información de
leyendas urbanas. La leyenda de Blind Maiden era bastante moderna, pero es que
no tenía otra alternativa… Me senté y empecé a buscar desesperadamente por la
letra B. Nada. Miré en D de doncella y tampoco. Tal vez en C de ciega o M de
maiden… o en I de Internet… nada de nada. Maldito eternamente, quizás peor que
los que murieron por ella…
Y
entonces la salvación apareció a mis espaldas. Un señor bastante mayor me
preguntó qué leyenda urbana estaba buscando. Cuando le dije todo lo ocurrido él
se compadeció enormemente de mí. No entendí el motivo de su reacción, hasta que
me respondió…
“Has cometido un error muy grave al no
informarte de todos los requisitos. Hay leyendas urbanas que permiten saltarse
algunas normas, hay otras que si no cumples algo no se manifiestan, pero luego están
las peores, las más vengativas, un ejemplo es esa doncella ciega. Si te saltas
alguno de esos requerimientos, normalmente los que son menos conocidos, recae
sobre ti algo peor que la muerte: la condena. Cumpliste todo, pero por lo que
me cuentas no entraste exactamente a las doce de la noche. Y fue un error
gravísimo interrumpir el ritual. Internet está enlazado en nuestras vidas,
pertenece a nosotros. Aunque tú no lo veas, cuando la pantalla se ilumina ante
ti se crea un vínculo. Tú captas información y la envías, estáis en completa
armonía. Tuviste que haber esperado a que la imagen desapareciese. Cerrar los
ojos y taparse los oídos hubiera bastado para evitar esa inducción a la locura,
pero NUNCA haber desconectado el ordenador… Interrumpiste el vínculo entre ella
y tú. Ahora hay una parte en tu alma que te atormenta y sale todas las noches a
destrozar tus sueños. Y esto no parará hasta que reinicies el ritual. Morir o
no vivir, eso es tarea tuya.”
Por un
lado me alivió mucho lo que me dijo, pero por otro no. Vale, había solución,
pero había dos malas noticias: sólo se puede acceder correctamente a la página
los jueves y por tanto tendría que pasar cinco noches más con esa condena (para colmo el jueves era el día justo después de Halloween) y la
peor noticia era que debería soportar todo lo que viera y escuchase allí.
La maldita relatividad no colaboraba en esos momentos. Los días pasaban rápidamente y las noches todo lo contrario. Quería exprimir al máximo esos cinco días, algo dentro de mí creía que iba a salir mal, e incluso me despedí de todos mis amigos, a pesar de que sus respuestas fueron meras carcajadas. Respecto a mis padres tan sólo hice una nota de despedida que colocaría en el bolsillo del pantalón que iba a llevar puesto el día que todo se sabría… Me pregunto cómo estarán ahora todos, ¿habrán visto ya mi habitación? Realmente no he contado el tiempo que llevo aquí…
Y llegó
el día. Me encontraba realmente agotado, casi no pude dormir, y no sabía decir
con exactitud, pero creo que también la demencia estaba arraigando dentro de
mí. Mis padres estaban empezando a preocuparse de mi estado somnoliento,
presentaba unas ojeras realmente considerables y me costó mucho convencerles
para que salieran esa noche. Habría hecho cualquier cosa para quedarme solo ese
jueves, no soportaría otra semana de terror nocturno.
Faltaban
diez minutos para las doce y ya estaba todo preparado. Había desenchufado todos
los aparatos de casa para evitar que saltaran los plomos, el router acababa de
ser encendido, me encontraba solo, toda la casa estaba a oscuras y la dirección
web ya estaba escrita en el buscador. Solamente tenía que hacer click cuando
fueran las doce. Pero entonces me percaté de algo: había luna. No podía
creérmelo, no era cuestión de esperar una semana, sino un mes hasta que la
dichosa luna decidiera volver a estar nueva. No tenía alternativa, habría que
probar así. Mirándolo detenidamente, tampoco es que se viera mucha luna, acababa
de entrar en estado creciente. Las palabras del viejo regresaron a mi cabeza,
morir o no vivir, tendría que arriesgar. Pensé que la doncella ciega no sería
tan meticulosa, al fin y al cabo estaba ofreciéndola mi alma.
Las doce
en punto. Suspiré y entré. Ahí estaba de nuevo la pantalla negra. Empecé a
temblar y a arrepentirme de haber entrado. Pero algo recorrió mi espalda, esta
vez no fue un escalofrío, fue valor, estaba enfrentándome a algo peor que la
muerte, tenía que ser valiente, después incluso me reiría de esta situación o
me serviría de buen material para contar a mis amigos alguna historia de
terror. Era el momento de mostrar a esa doncella que apreciaba la vida y haría lo
que fuera por recuperarla. Abrí los ojos y me puse los auriculares. Al poco
tiempo apareció la cara y los alaridos. Permanecí sin temblar retando con la
mirada aquella fotografía. Lo logré. Al cabo de un minuto los gritos
desaparecieron al igual que la imagen. Pero fue a peor… más gritos e imágenes
de un terror que se salía de la escala humana se sucedieron, cada una peor que
la anterior.
Tras
perder completamente el sueño acumulado a causa de lo que estaba escuchando y
viendo apareció la pregunta que libraría mi alma de esta condena: ¿Te gustaría
participar en una experiencia de horror absoluto? Según me dijo el señor, tras
esta pregunta la condena de mi alma se desvanecería y sólo tendría que negarme.
Pero ya
sabéis que no fue así. Sin explicación alguna el cursor de mi ordenador comenzó
a moverse. Se dirigía lentamente hacia la ventana para aceptar el desafío. Con
rapidez desenchufé el ratón, pero el cursor seguía. No comprendía nada de lo
que estaba sucediendo. ¡A nadie le pasaba eso cuando llegaba hasta aquí! O
aceptaba o rechazaba. No sabía qué hacer, todo el valor que había reunido para
ver las imágenes se había debilitado y ahora había desaparecido por completo.
Paralizado por el miedo… otra vez…
Tuve
que contemplar con horror como el cursor se posaba en la ventana. A partir de
ahí lo primero que vi fue una imagen de la puerta principal de mi casa. El plan
estúpido de huir de la casa acababa de morir mientras veía como se arrastraba
la doncella por la puerta. Eso… eso era todo menos humano. Después fotos del
pasillo. Me quité los auriculares y ya escuchaba los pasos y los crujidos. La
situación que estaba viviendo también era indescriptible. Fue la peor forma de
dejar mi escepticismo a un lado…
Por
último la imagen de mi habitación surgió. Allí me vi, de espaldas, temblando.
No era capaz de girarme, no hay cosa peor que observar el marco de tu puerta y
ver como lentamente un rostro asoma de ella, a pesar de que sea el rostro más
bello que jamás haya existido… Todos sabemos en qué se transformaría aquella
cara.
Noté de nuevo su aliento, exactamente lo mismo que por las noches. Admito que haber estado condenado una semana palió bastante esa situación final. O eso creo. Me giré lentamente con los ojos llorosos. Antes de ver mi muerte saqué la nota de mi pantalón y la deposité en el escritorio con cuidado y lo suficientemente lejos para que no se manchara de mi sangre.
La
dulce figura de la doncella empezó a transformarse. Mi cerebro colapsó, ni
siquiera reaccioné cuando sus garras se lanzaron contra mis ojos, ni un mísero
reflejo. La conexión de mi sistema nervioso se había apagado debida al horror.
Fue lo mejor, es bueno eso de que los últimos segundos antes de morir no los
recuerdes, debe de haber un sufrimiento peor que cualquier tortura.
Sin
embargo fui consciente de lo posterior. La doncella caminó de nuevo hacia la
puerta principal con las garras llenas de mi sangre. Mis ojos estaban al lado
de mis pies bañados en un charco de tal líquido. Aún respiraba cuando me los arrebató,
tal vez el último suspiro. Pero cuando en esa habitación dejó de haber vida
alguna el ordenador se apagó llevándose consigo una parte de mí.
Ahora
ya sabéis dónde me encuentro. Ahora ya sabéis a quiénes pertenecían esas
imágenes. Y ahora que conocéis mi historia espero que seáis más precavidos que
yo. No se está bien aquí. Dije que preferiría morir antes que pasar más noches
de terror. Lo retiro. Solamente puedo ver el exterior cuando la doncella logra
que otro desdichado entre a la página. Yo no hice caso a los avisos que me
obstaculizaron este destino. Espero que vosotros hagáis caso a alguien que lo
ha vivido en primera persona.
Pero si
algún día osas retar a tu escepticismo, mi nombre es Lucas Molina Hernández y estaré
encantado de observarte a través de la oscuridad abismal de lo que antes eran
mis ojos. Buena suerte.
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