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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Especial Halloween: Blind Maiden


Hace más de una semana que todo comenzó. Hasta entonces era un chico normal, como otro cualquiera del montón. Y hubiera preferido que todo hubiera quedado así, pero no… mi pasión por las leyendas urbanas me llevó a la ruina. Tuve que haberlo sabido, tuve que haberlo evitado… Debí tirar el ordenador a la basura cuando sabía perfectamente que esto podría pasar. Inepto…
Hay una leyenda que dice que si justo a las cero horas del día 24 de junio, en San Juan, te miras fijamente en un espejo, puedes ver en el reflejo de tus ojos cómo vas a morir… Y así fue, yo miré y lo vi, sí… Me contemplé a mi mismo en el ordenador… sin vida… aún fresco… una cosecha reciente.

No obstante, que me gustaran las leyendas urbanas no quería decir que me las creyese, por supuesto, y precisamente por ese escepticismo me condené. Ya lo decía mi madre: yo no creo pero mejor dejarlo como está.  Si al menos hubiera hecho caso al reflejo de mis ojos… ahora no estaría narrando esto atrapado en este lugar…

Empezaré desde el principio, como ya dije antes, de esto hace ya más de una semana. Era por la noche, no tenía nada que hacer y me puse a buscar nuevas leyendas urbanas. De entre todas las que vi una de ellas me impactó realmente. El que narraba la historia, supuestamente un testigo superviviente de aquel horror, contaba la leyenda de una manera tremendamente espeluznante. Se trataba de la leyenda de Blind Maiden, la Doncella Ciega. Uno de los rasgos que más me atrajo de esta leyenda es que la historia sucedía en Internet. Eso me dio seguridad, ya que no puede pasar nada paranormal en las redes y si así fuera se apaga el ordenador y listo. Otras leyendas son peores, como aquella de que si en Nochebuena, a medianoche, vas a un espejo y tienes toda la habitación a oscuras a excepción de un par de velas, ves la cara del Diablo observándote. Esta última confieso que estuve a punto de comprobarla, pero mis padres a esa hora me obligaban a quedarme a hablar con la familia en la mesa… lástima.

Bueno, al grano, aunque tengo todo el tiempo del mundo… Resulta que la leyenda de Blind Maiden cuenta que hay una página web en Internet que está maldita. La dirección prefiero no decirla, no quiero que otra persona venga a… este lugar… Se dice que si entras a esa página una noche sin luna podrás acceder a un lugar lleno de fotografías horripilantes. No soy capaz de describir cómo eran aquellas imágenes, realmente ningún adjetivo de nuestro idioma sería capaz de definir aquello… Sólo puedo decir que aparecía un sinfín de fotos de personas muertas y todas con un factor común: no tenían ojos… Lo único que había en sus cuencas era una oscuridad abismal, miradas perdidas, de un sufrimiento insoportable, una agonía que aún perduraba en sus rostros inertes.

Si conseguías aguantar toda esa avalancha de cadáveres olvidados en la pantalla veías una pregunta: “¿Te gustaría participar en una experiencia de horror absoluto?” Si tenías las suficientes agallas para aceptar el desafío entrabas en una zona de la página donde podías observar tu propia casa. Las primeras imágenes son de las partes de tu casa más distantes a ti. Entonces verás como por esos lugares se arrastra una silueta femenina. Seguidamente verás imágenes de zonas de la casa más próximas y, por supuesto, caminando en ellas aquel macabro ser. Finalmente, la última imagen será el terror definitivo: te observarás a ti mismo en el ordenador y esa sombra deslizándose a tus espaldas.

Cuando te gires verás una hermosa mujer, pero eso es solo mera apariencia, nada más ella se acerque su rostro cambiará completamente. No verás nada en sus ojos, solamente vació, no veras nariz alguna, tan solo dos agujeros oscuros dignos de la calavera más tétrica, no veras unos dientes perfectos, sólo colmillos aterradores, no verás una piel delicada, estará manchada por la sangre de otros desafortunados, y por último, no verás unas delicadas manos, únicamente unas afiladas garras, garras las cuales irán directas a tus ojos para arrancártelos. Y, entonces, serás otra víctima más que quedará grabada en esa página.

Obviamente hay más requisitos que el de ser una noche sin luna. Tienen que ser justamente las doce en punto, debes estar solo y, cómo no, estar a oscuras. Personalmente, en el momento en el que leí esto no pude contener la risa… así, con esas condiciones, con cualquier ruido te asustas y más aun en plena oscuridad y predispuesto a ver un espectro errante, toda sombra que veas será procesada por tu cerebro para interpretarla como la imagen de un humanoide… ¡Menuda tontería! Ojalá pudiera retirar esas palabras y volver atrás en el tiempo, ojalá…

Una noche que mis padres decidieron salir se me pasó por la cabeza el ver si era cierto lo de aquella página. Por supuesto intenté entrar muchas veces antes, pero extrañamente no salía nada, como si la página no existiera. Sin embargo esa noche, cerciorándome de que no había luna y eran las doce, volví a intentarlo. Al principio la página tardó en cargar, no sabía la razón, acaba de estar en Internet y no hubo problema. Estuve esperando y seguía cargando. No había Internet… Reinicié el router y escribí nuevamente la dirección web. Se fue la luz… No podía creer la mala suerte que estaba teniendo. ¿Mala suerte? Era como si algo no quisiera que entrara ahí.

Finalmente, con todo en orden, logré entrar. La página a la que llegué no se parecía para nada en la de las otras veces. Realmente había accedido a la página de la leyenda urbana. ¿Estaba asustado? No. ¿Era extraño? Para qué negarlo.

Era una página negra. Y no había ninguna foto de cadáveres. Aguardé varios minutos observando aquel vacío virtual. Un escalofrío recorrió mi espalda. Y entonces vi movimiento en la pantalla. Ante mi apareció repentinamente la imagen de una mujer de cabellos de ébano  mirándome fijamente… y con los ojos arrancados. De mis auriculares salieron alaridos de varias personas, como si estuvieran matando a cientos de personas. Jamás pensé que el miedo pudiese paralizarte hasta tales extremos, no sabía que hacer, hasta lo más lógico, apagar el ordenador, no se me pasó por la cabeza. Sólo podía cerrar los ojos y suplicar que eso acabase. Al final, a punto de sufrir un infarto, mi mano recuperó la cordura y apagó el ordenador. Pese a ello no logré moverme más, permanecí inmóvil en la silla mirando la pantalla apagada y recordando ese ser que me miraba a través de la pantalla. Tras quince minutos más o menos volví en mí y me fui a la cama a intentar conciliar el sueño.

Esa noche me vi envuelto en terribles pesadillas, pero no me atrevía ni a moverme de la cama, ni siquiera a abrir los ojos. Notaba algo raro, como si alguien estuviera en mi habitación observándome. Escuchaba pasos en el suelo, crujidos, su propio respirar, había realmente algo allí y estaba cerca de mí… muy cerca.

Al día siguiente me desperté muy temprano buscando por toda la habitación la presencia de la noche anterior. Quizás estuviera delirando. Tal vez fuera una pesadilla muy realista. En absoluto… Sí hubo alguien esa noche. Mirando en los cristales de mi ventana observé varias huellas de mano por todo el vidrio. Unas manos realmente grandes, no eran mías ni de mis padres. Alguien estuvo, ¿pero quién… o qué?

Ese mismo día, después de comer, decidí entrar a la página. Podría ser que escribiera algo mal en la dirección y hubiera entrado en una página web hecha por algún desalmado para asustar a los demás. Si fuera así, el resto de cosas se justificaría automáticamente con el miedo, el cerebro a veces nos hace auténticas jugarretas.

Comprobé escrupulosamente que todos los dígitos estaban correctos e hice click. Aparecí en la misma página, la del fondo negro. No me lo explicaba, se suponía que no era de noche, no estaba cumpliendo ningún requisito y podía entrar, ¿cómo era posible esto?

Permanecí en la página para ver si aparecía de nuevo la imagen de esa mujer y los gritos espeluznantes. Nada. Aun esperando casi media hora no ocurrió nada, tan solo se veía un fondo negro. Sumamente extraño todo. Por un lado podía entrar sin cumplir ninguna condición, por otro lado no lograba avanzar en la página. ¿Habría hecho algo cerrando el ordenador y dejando aquella “maldición” a la mitad?

Tenía que encontrar más información acerca de Blind Maiden. A lo mejor hice algo mal y la visita nocturna fue causa de ello. No sé, si me dan a elegir entre morir o dormir todas las noches “acompañado” elijo sin pensármelo ni un segundo la primera opción. Lo que viví esas horas fue horripilante, los segundos pasaban lentamente y yo ahí, indefenso, sin poder hacer nada, incluso suplicando que me ejecutase ya y dejara de jugar. No debí haber jugado con esas cosas. He llamado a algo a lo que no puedo enfrentarme, a algo que va a despedazar algo más que mi cuerpo. Necesitaba ayuda… Nadie me creería…

Busqué y busqué pero no hallaba nada que se asemejase a mi situación. Se hizo tarde y ya era hora de dormir. Hacía muchos años que no tenía tanto miedo a la oscuridad. Me tomé unas pastillas para dormir mejor y me acosté. Y otra vez igual: pesadillas espantosas y el presentimiento de que alguien me estaba vigilando. Hubo un momento en el que no sabía si era mejor estar despierto y soportar el aliento de ese ente o estar dormido y observar aquellos horrores. Algo había salido mal, pero que muy mal…

Por la mañana fui a la biblioteca a buscar más información sobre el asunto. Pregunté al bibliotecario y afortunadamente me enseñó un libro repleto de información de leyendas urbanas. La leyenda de Blind Maiden era bastante moderna, pero es que no tenía otra alternativa… Me senté y empecé a buscar desesperadamente por la letra B. Nada. Miré en D de doncella y tampoco. Tal vez en C de ciega o M de maiden… o en I de Internet… nada de nada. Maldito eternamente, quizás peor que los que murieron por ella…

Y entonces la salvación apareció a mis espaldas. Un señor bastante mayor me preguntó qué leyenda urbana estaba buscando. Cuando le dije todo lo ocurrido él se compadeció enormemente de mí. No entendí el motivo de su reacción, hasta que me respondió…

“Has cometido un error muy grave al no informarte de todos los requisitos. Hay leyendas urbanas que permiten saltarse algunas normas, hay otras que si no cumples algo no se manifiestan, pero luego están las peores, las más vengativas, un ejemplo es esa doncella ciega. Si te saltas alguno de esos requerimientos, normalmente los que son menos conocidos, recae sobre ti algo peor que la muerte: la condena. Cumpliste todo, pero por lo que me cuentas no entraste exactamente a las doce de la noche. Y fue un error gravísimo interrumpir el ritual. Internet está enlazado en nuestras vidas, pertenece a nosotros. Aunque tú no lo veas, cuando la pantalla se ilumina ante ti se crea un vínculo. Tú captas información y la envías, estáis en completa armonía. Tuviste que haber esperado a que la imagen desapareciese. Cerrar los ojos y taparse los oídos hubiera bastado para evitar esa inducción a la locura, pero NUNCA haber desconectado el ordenador… Interrumpiste el vínculo entre ella y tú. Ahora hay una parte en tu alma que te atormenta y sale todas las noches a destrozar tus sueños. Y esto no parará hasta que reinicies el ritual. Morir o no vivir, eso es tarea tuya.”

Por un lado me alivió mucho lo que me dijo, pero por otro no. Vale, había solución, pero había dos malas noticias: sólo se puede acceder correctamente a la página los jueves y por tanto tendría que pasar cinco noches más con esa condena (para colmo el jueves era el día justo después de Halloween) y la peor noticia era que debería soportar todo lo que viera y escuchase allí.


La maldita relatividad no colaboraba en esos momentos. Los días pasaban rápidamente y las noches todo lo contrario. Quería exprimir al máximo esos cinco días, algo dentro de mí creía que iba a salir mal, e incluso me despedí de todos mis amigos, a pesar de que sus respuestas fueron meras carcajadas. Respecto a mis padres tan sólo hice una nota de despedida que colocaría en el bolsillo del pantalón que iba a llevar puesto el día que todo se sabría… Me pregunto cómo estarán ahora todos, ¿habrán visto ya mi habitación? Realmente no he contado el tiempo que llevo aquí…

Y llegó el día. Me encontraba realmente agotado, casi no pude dormir, y no sabía decir con exactitud, pero creo que también la demencia estaba arraigando dentro de mí. Mis padres estaban empezando a preocuparse de mi estado somnoliento, presentaba unas ojeras realmente considerables y me costó mucho convencerles para que salieran esa noche. Habría hecho cualquier cosa para quedarme solo ese jueves, no soportaría otra semana de terror nocturno.

Faltaban diez minutos para las doce y ya estaba todo preparado. Había desenchufado todos los aparatos de casa para evitar que saltaran los plomos, el router acababa de ser encendido, me encontraba solo, toda la casa estaba a oscuras y la dirección web ya estaba escrita en el buscador. Solamente tenía que hacer click cuando fueran las doce. Pero entonces me percaté de algo: había luna. No podía creérmelo, no era cuestión de esperar una semana, sino un mes hasta que la dichosa luna decidiera volver a estar nueva. No tenía alternativa, habría que probar así. Mirándolo detenidamente, tampoco es que se viera mucha luna, acababa de entrar en estado creciente. Las palabras del viejo regresaron a mi cabeza, morir o no vivir, tendría que arriesgar. Pensé que la doncella ciega no sería tan meticulosa, al fin y al cabo estaba ofreciéndola mi alma.

Las doce en punto. Suspiré y entré. Ahí estaba de nuevo la pantalla negra. Empecé a temblar y a arrepentirme de haber entrado. Pero algo recorrió mi espalda, esta vez no fue un escalofrío, fue valor, estaba enfrentándome a algo peor que la muerte, tenía que ser valiente, después incluso me reiría de esta situación o me serviría de buen material para contar a mis amigos alguna historia de terror. Era el momento de mostrar a esa doncella que apreciaba la vida y haría lo que fuera por recuperarla. Abrí los ojos y me puse los auriculares. Al poco tiempo apareció la cara y los alaridos. Permanecí sin temblar retando con la mirada aquella fotografía. Lo logré. Al cabo de un minuto los gritos desaparecieron al igual que la imagen. Pero fue a peor… más gritos e imágenes de un terror que se salía de la escala humana se sucedieron, cada una peor que la anterior.

Tras perder completamente el sueño acumulado a causa de lo que estaba escuchando y viendo apareció la pregunta que libraría mi alma de esta condena: ¿Te gustaría participar en una experiencia de horror absoluto? Según me dijo el señor, tras esta pregunta la condena de mi alma se desvanecería y sólo tendría que negarme.

Pero ya sabéis que no fue así. Sin explicación alguna el cursor de mi ordenador comenzó a moverse. Se dirigía lentamente hacia la ventana para aceptar el desafío. Con rapidez desenchufé el ratón, pero el cursor seguía. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo. ¡A nadie le pasaba eso cuando llegaba hasta aquí! O aceptaba o rechazaba. No sabía qué hacer, todo el valor que había reunido para ver las imágenes se había debilitado y ahora había desaparecido por completo. Paralizado por el miedo… otra vez…

Tuve que contemplar con horror como el cursor se posaba en la ventana. A partir de ahí lo primero que vi fue una imagen de la puerta principal de mi casa. El plan estúpido de huir de la casa acababa de morir mientras veía como se arrastraba la doncella por la puerta. Eso… eso era todo menos humano. Después fotos del pasillo. Me quité los auriculares y ya escuchaba los pasos y los crujidos. La situación que estaba viviendo también era indescriptible. Fue la peor forma de dejar mi escepticismo a un lado…

Por último la imagen de mi habitación surgió. Allí me vi, de espaldas, temblando. No era capaz de girarme, no hay cosa peor que observar el marco de tu puerta y ver como lentamente un rostro asoma de ella, a pesar de que sea el rostro más bello que jamás haya existido… Todos sabemos en qué se transformaría aquella cara.

Noté de nuevo su aliento, exactamente lo mismo que por las noches. Admito que haber estado condenado una semana palió bastante esa situación final. O eso creo. Me giré lentamente con los ojos llorosos. Antes de ver mi muerte saqué la nota de mi pantalón y la deposité en el escritorio con cuidado y lo suficientemente lejos para que no se manchara de mi sangre.

La dulce figura de la doncella empezó a transformarse. Mi cerebro colapsó, ni siquiera reaccioné cuando sus garras se lanzaron contra mis ojos, ni un mísero reflejo. La conexión de mi sistema nervioso se había apagado debida al horror. Fue lo mejor, es bueno eso de que los últimos segundos antes de morir no los recuerdes, debe de haber un sufrimiento peor que cualquier tortura.

Sin embargo fui consciente de lo posterior. La doncella caminó de nuevo hacia la puerta principal con las garras llenas de mi sangre. Mis ojos estaban al lado de mis pies bañados en un charco de tal líquido. Aún respiraba cuando me los arrebató, tal vez el último suspiro. Pero cuando en esa habitación dejó de haber vida alguna el ordenador se apagó llevándose consigo una parte de mí.

Ahora ya sabéis dónde me encuentro. Ahora ya sabéis a quiénes pertenecían esas imágenes. Y ahora que conocéis mi historia espero que seáis más precavidos que yo. No se está bien aquí. Dije que preferiría morir antes que pasar más noches de terror. Lo retiro. Solamente puedo ver el exterior cuando la doncella logra que otro desdichado entre a la página. Yo no hice caso a los avisos que me obstaculizaron este destino. Espero que vosotros hagáis caso a alguien que lo ha vivido en primera persona.
Pero si algún día osas retar a tu escepticismo, mi nombre es Lucas Molina Hernández y estaré encantado de observarte a través de la oscuridad abismal de lo que antes eran mis ojos. Buena suerte.

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