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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

martes, 31 de diciembre de 2013

Sapiofobia

Muchos predijeron la inevitabilidad de este incidente, aquel acontecimiento que arraigaría dentro de la población, un germen a la espera de su momento de gloria, la semilla implosiva que devoraría cualquier resquicio de lucidez. Sin embargo, lo que los sospechaban jamás pensaron que ocurriría tan pronto… Las mentes humanas han involucionado.

Sucedió hace un año aproximadamente. El contexto es inconcluyente, algunos indican que fue la pandemia de un extraño virus cuyo hábitat es el cerebro, otros consideran que la contaminación ha anulado una serie de conexiones neuronales de crucial relevancia, los más escépticos lo achacan al destino, como si este fuera el auténtico camino por el que la humanidad circula. No obstante, un grupo reducido cree que hay algo más oscuro tras todo esto, gente que por suerte aún preserva su total capacidad psíquica, la resistencia contra una idiosincrasia autodestructiva: La Psique Muda.

Esta pequeña organización ha estado durante los últimos meses espiando de sol a sol a las personas afectadas. Unos entre las sombras y otros, más temerarios, caminaban codo con codo fingiendo que también habían sufrido esta lisis mental. Tanto de una manera como de otra el peligro estaba siempre vigente, ya que con dicha desactivación cerebral se habían liberado pulsiones más arcaicas que sacaban afuera una actitud primitivamente agresiva. Los afectados se sentían amenazados si veían a otro de su especie comportarse más sofisticadamente, y por culpa de ello diariamente la lista de homicidios por causas de tal índole iba engrosándose.

Los que no caían en esta maldición eran finiquitados por los malditos, no había lugar para la cordura racional si el nuevo orden de normalidad era la insania. El mundo se había sumido en el terror constante donde los pocos que se oponían a la lisis finalmente ofrecían su rendición. Era más que una pandemia, una gran boca que arrasaba con las sociedades y las vomitaba transformadas en un eslabón abrupto.

¿Habría salvación para lo que parecía un irrevocable avance en el desarrollo nocivo de nuestra especie?

-¡Traigo nuevas, Orzhovian!

Era uno de los cadetes de observación diurna, de los últimos en alistarse. Llevaba consigo una información de especial importancia para la causa de La Psique Muda. Al parecer las semanas de espionaje al fin habían dado sus frutos. El escuadrón centinela donde se encontraba dicho cadete había logrado adentrarse por uno de los pasadizos de máxima vigilancia por los que con asiduidad perdían el rastro a sus objetivos. Hoy, por fortuna, uno de esos pasadizos se encontraba extrañamente desprotegido y pudieron acceder para ver hacia dónde conducía.

El mensajero le entregó, temblando aún por el entusiasmo, toda la recopilación de la investigación a José Manuel, mejor conocido por su sobrenombre, Orzhovian. Este agarró los papeles de inmediato y leyó lo más rápido que pudo, tenía la boca abierta, le temblaban los labios, cada letra que introducía en su cerebro iba confirmando con más claridad que las sospechas de la organización eran bien ciertas: el factor desencadenante que había destruido siglos de evolución intelectual no era ni más ni menos que un ser vivo, pero no era un parásito microscópico, sino macro.

El mensajero, tras esperar a que Orzhovian estructurara en su cabeza aquella recopilación de datos, procuró añadir un interesante punto clave.

-Sé que parece descabellado, días y días de esfuerzo intentando descifrar tantas incógnitas acerca de la sapiofobia y ahora un supuesto despiste ha logrado que demos un paso de gigante. Permíteme dudar de si ha sido una recompensa por nuestra constante vigilia o, por el contrario…

-Lo han hecho a propósito –concluyó José Manuel –.

-Veo… que no soy el único loco aquí.

-No, no te preocupes. A mí también me resulta extraño. Esos guardias no parecen haber sido idiotizados, saben muy bien cuál es su labor. Es raro que, si los encargados de salvaguardar el pasadizo D-31-019 se hallaban indispuestos, no los hubieran sustituido. Que no hubiese nadie para impedir la infiltración de uno de los nuestros se debe, muy probablemente, a que ya se han cansado de ignorarnos. Van a por nosotros…

-Y, entonces, ¿qué es lo que debemos hacer?

-Está claro. Ellos nos han indicado el camino a su hogar, sería poco caballeroso el no acudir a la cita. Zac, avisa a todos de la retirada, ya no necesitamos más observadores, quiero a todos los miembros reunidos para antes del ocaso, tal vez hoy cenemos fuera.

Zac se despidió con el puño izquierdo pegado a su frente, el saludo oficial de La Psique Muda, y salió del zulo. Nada más quedar expuesto en la calle a las miradas de los malditos, su rostro cambió. Por un breve momento se le había olvidado que tenía que adoptar su cotidiano rol de descerebrado. Enlenteció la marcha, mostró un rostro impasible y se dirigió al primer enclave de espionaje. Accedió de inmediato a la mesa de telecomunicaciones y, mediante un mensaje codificado en morse, advirtió al resto de pelotones. No obstante, aún tenía que avisar en persona a dos grupos que se encontraban a las afueras de la ciudad. Tomó munición para su pistola y emprendió el viaje. En cuestión de cuarenta y cinco minutos habría alcanzado al primero.

Mientras tanto, José  Manuel hacía los preparativos para la reunión. Contemplaba la vidriera de las armas, nunca se imaginó que llegaría un día en el que la abriera, seguramente dentro del escondrijo del propagador de la sapiofobia habría un ejército entero de malditos. Ellos no dudarían ni un segundo en abalanzarse contra La Psique Muda, y, por más que le doliera, habrían de defenderse a base de disparos. Lo sabía mucho antes de que los hechos se pusieran a favor de su pesimismo: si el corazón de los sapiófobos albergaba un panorama similar al que tenía en su cabeza hoy morirían muchos inocentes, tanto de un bando, los que cedieron a la lisis sin poder eludirla, como del otro, miembros de una resistencia a los que no les quedaba otra alternativa que enfrentarse a la reprensión de toda una civilización cadavérica.

Se sentó en una de las viejas sillas y extrajo de su faltriquera un bote con una sustancia cárdena. Siempre que se encontraba en una situación de semejantes características, lleno de duda, aprisionado en el dilema, sacaba esa droga y, con la vista clavada en el vial, reflexionaba detenidamente.

Ese producto químico lo encontró en una emboscada que el escuadrón bajo su mandato realizó en un almacén de la periferia de la ciudad. Una serie de científicos, seguramente regidos por el propagador, habían creado una sustancia que, al inhibir un tercio de las sinapsis neuronales, aceleraba el proceso infeccioso de la sapiofobia. La Psique Muda destruyó todos los viales, pero Orzhovian se guardó uno por si algún día era de utilidad, tal vez para investigar alguna manera de revertir la enfermedad.

Pero, con el paso del tiempo, otro tipo de ideas surgieron en su mente. ¿Y si no había forma humana de combatir aquello, y si en realidad, la naturaleza, en su gran sabiduría, había permitido la sapiofobia para dejar a las personas en un estadío más confortable y feliz, y si tomar ahora mismo esa droga era la mejor opción…?

Quitó la tapa, lo acercó a sus labios y…

­-Orzhovian, he venido lo más rápido que he podido, ¿qué ocurre?

Ante la inesperada visita, volvió a tapar el vial y lo guardó. Esa voz le resultaba familiar, se giró y vio a su mano derecha, Thresh, experto en combates cuerpo a cuerpo, portaba en su cinturón una pequeña guadaña y, al otro lado, un farol que le acompañaba en sus turnos nocturnos.

José Manuel vio sus ojos brillando, podía sentir su expectación y su entusiasmo, él ya suponía que pronto tendría que pulir la hoja de su guadaña. Con la reacción de Thresh, maldijo para sus adentros, finiquitó de inmediato la intención absurda de volverse otro maldito más, no podía abandonar a todos los que habían aguantado mil injurias para hacer frente a la sapiofobia, no ahora que estaban llegando a la meta.

-¿Y bien? –volvió a preguntar debido al silencio sepulcral de este –.

-Supongo que Zac ya te habrá contado por encima la situación. Necesito que te prepares bien, tu equipo de apoyo nos cubrirá la retaguardia esta noche.

-Entonces, ¿es cierto? ¿Existe un causante de este mal y hemos hallado su paradero?

-No puedo afirmar con seguridad nada al respecto, pero si te calma… Sí, tal vez mañana consigamos poner de nuevo en el sentido correcto la rueda de la evolución.

La amplia sonrisa de Thresh alegró a Orzhovian, si el resto de miembro iban a mostrarse tan estimulados por tal noticia, sus probabilidades de alzarse con la victoria aumentaban exponencialmente.

Thresh se marchó para dejar listo su equipaje de combate, no sin antes despedirse con el correspondiente saludo. Por su lado, José Manuel volvió a sacar la droga, aunque esta vez no la observó con la misma mentalidad que antes, ahora era su amuleto, el porqué de esta ofensiva, la metáfora de lo que lograría La Psique Muda: esta noche encerrarían este episodio nefasto de la humanidad en un cofre y ahí quedaría, siendo consumido en el olvido para la posteridad. Un amuleto ganado en una pequeña victoria, ahora le seguiría hasta la gloria total. Hoy se iniciaría un duelo entre dos titanes y se determinaría al ganador, ¿ignorancia o sabiduría?

Y el Sol comenzó a ocultarse. Todos los miembros ya habían acudido a la reunión extraordinaria, a excepción de Zac y los dos grupos de las afueras, aquellos con los que no se podía contactar de ninguna forma que no fuera con sus mensajeros.

Orzhovian decidió aguardar media hora, pero la espera no duró más de diez minutos. Un maldito irrumpió en el zulo. De inmediato los custodios apuntaron a su cabeza con sus respectivas armas, sin embargo, viendo José Manuel que portaba consigo una bolsa aparentemente de interés para la organización, dio la orden de bajar las armas y permitió que “hablara”.

-‘ta bolsa es pa’ tos’ los de aquí. M’ han dicho qu’ es servible pa’ vosotros y vuestras intenciones… o algo así.

-¿No será esto una estratagema para derrocar nuestro asalto? –cuestionó Thresh –.

-¿Lo qué?

No iba a llegar muy lejos cualquier intento de conversación con el maldito. Así que Orzhovian le arrebató la bolsa y dejó que se marchara. No importaba que supiera que de verdad La Psique Muda iba a realizar hoy una operación a gran escala, después de todo era un maldito, pronto se le olvidaría lo poco que había visto y escuchado.

Orzhovian llevó la bolsa a la mesa. Durante el breve transporte supo que aquello que contuviese tenía un peso considerable. Todos manifestaban curiosidad por ver el interior. No obstante, la intriga mutó, ipso facto, en arrepentimiento. El contenido consistía en nueve manos cortadas. Enseguida supieron a quiénes les pertenecían: eran justamente de aquellos que aún no habían acudido a la reunión.

Cada integrante tiene tatuados una serie de lunares dispuestos de tal forma que te permiten de inmediato identificarte como miembro de La Psique Muda. Y todas y cada una de las manos presentaban la misma colocación, por lo que no había duda, eran ellos.

Ya no había vuelta atrás, estaba todo dicho, aquel acto homicida advertía de la situación, o la organización iba a por los malditos o ellos no tardarían en darles caza. Desde el primer momento en el que nació esta resistencia todos eran conscientes del peligro que conllevaba, aunque nunca antes había muerto uno, y hoy, súbitamente, les habían arrebatado la vida a nueve soldados. Si alguno se replanteaba si era suficiente aliciente el devolver a la normalidad las mentes de la humanidad, ahora tenía otro pretexto más: la muerte de sus camaradas y, por supuesto, una oportunidad para vengarlos.

-Muy bien –dijo Orzhovian tras unos segundos de silencio lúgubre –. Lo que acabamos de presenciar es una minúscula imagen de lo que, quizás, ocurra durante el enfrentamiento. Por lo que, si alguien quiere echarse atrás está en su total derecho, no habrán coacciones ni desquites, al menos por mi parte. Para todos los que decidan continuar, sólo os puedo decir que rebusquéis en vuestra mente y mezcléis todo lo que odiáis de las personas, la mezcolanza resultante será lo que hallemos allí. También quiero recordaros que quienquiera que haya hecho esta carnicería intelectual nos conoce perfectamente, por lo que habrá preparado el entorno para dejarnos en desventaja. Sin embargo, no cuenta con algo crucial: ¡nuestra voluntad será el caos de este fútil orden!

Todos gritaron llenos de euforia, sus corazones palpitaban desmesuradamente, al final había llegado el día que tanto anhelaban. Hartos de observar de forma pasiva, impotentes viendo diariamente a decenas de nuevos malditos caer en las garras de la ignorancia, hoy podrían liberar toda esa rabia contenida y otorgar al propagador de la sapiofobia el funesto destino que se merecía.

La noche se cernió sobre la ciudad. Las calles estaban vacías. Era la señal. Los 31 integrantes llegaron al pasadizo. Como era de esperar, seguía exento de vigilancia. Afilaron sus hojas, recargaron sus pistolas, afinaron sus reflejos y se adentraron.

Después de un recorrido de unos diez minutos, finalmente una portón les dio paso a una pequeña sala en cuya pared contigua se erguía una gran compuerta. En cuanto todos pusieron pie en aquel lugar, unas luces cegadoras se encendieron y de pronto una voz retumbó, aparentemente del propagador.

-Realmente puntuales, eso me agrada.

-¿Quién eres? ¡Muéstrate! –imperó Thresh.

­-¡Oh! ¿Dónde están mis modales? Podéis llamarme Agnosia. Me complace ser testigo de la última (e inservible) resistencia de este mundo hacia lo que vosotros denomináis… sapiofobia, pese a que yo prefiera llamarlo simplemente verdadera naturaleza humana. Pero bueno, creo que no habéis venido hasta aquí tan sólo para charlar. ¿Algo que alegar?

-Mira, Agnosia –respondió Orzhovian –. Si estás observándonos a través de una cámara, supongo que mis palabras no te convencerán al ver a un grupo de asalto armado hasta los dientes, pero créeme si te digo que nuestra primera intención es dialogar. Únicamente te pido que reviertas esto, ¿no te parece aburrido ser el gobernador de un mundo de necios?

-No sé qué decirte, ¿no es, acaso, lo que todo líder quiere, que sus lacayos no piensen por sí solos? Y fíjate tú por dónde que, en mis andanzas por los laboratorios de la Facultad de Química hallé por error una sustancia gaseosa que potenciaba el cese de la actividad cerebral superior. Una lástima que no fuera efectiva con toda la población, pero, entre que muchos han muerto y otros han hallado nuevas formas de idiotizarse, todo ha salido incluso mejor de lo que pensaba.

-Veo, entonces, que no pretendes recapacitar…

-Sí, sí, ya me sé el resto de la historia ­–expresó Agnosia interrumpiéndole –. Ahora dirás algo como que no os queda más alternativa que recurrir a la violencia y que lamentáis mucho haber tenido que llegar a esto, bla, bla. Os adelanto los hechos: no vais a hacer nada… no sin antes pasar por encima de mis “compatriotas”. Otra ventaja de liderarlos, es sumamente fácil convencerles para que den su vida por mí. ¡Que os vaya bien con vuestra ética y demás sandeces a la hora de defenderos! Me temo que a ellos no les va a importar mucho el desmembraros…

Tras ello, la compuerta se abrió y desveló un gran cúmulo de personas, de malditos, organizados en filas, calmados, como si llevaran días esperando este momento. La imagen, tan conmovedora como espeluznante, concedió un lívido silencio de un par de segundos hasta que Agnosia dio la orden.

-Daos un festín.

Orzhovian no tuvo más remedio, ante la súbita oleada de furia irracional que se arrojaba contra ellos, que iniciar el contraataque. Pronto él se quedó atrás, fuera de combate, paralizado por lo que contemplaba. Jamás creyó que sería testigo de una de esas batallas cuerpo a cuerpo que leía en los libros de historia. Cada pocos minutos varios cuerpos, tanto rebeldes como malditos, caían al suelo sin vida, y aún él, cabizbajo, sin hacer nada.

Sin embargo, ahí estuvo Thresh para hacerle reaccionar. Este lanzó a sus pies su farol, encendido. José Manuel alzó la cabeza y le vio con su guadaña ensangrentada, pero con un rostro preocupado, no hacía falta que se comunicaran por palabras, él lo sabía, aunque el resto estuviera matando civiles lo hacían llenos de remordimiento, al fin y al cabo no había otra solución, tal y como dijo Agnosia los malditos no iban a detenerse aunque el enemigo fuera un familiar.

Por tanto, sin pararse ni un minuto más a reflexionar, Orzhovian se adentró en el combate. No obstante, no consiguió hacer mucho, ya que, de entre la muchedumbre, un encapuchado, surgido de una trampilla oculta, lo agarró y se lo llevó de aquel lugar. Este desconocido fue previsor, aprovechando el lapsus de la sorpresa, lo inmovilizó con unas esposas.

Después de un angustioso viaje de pocos metros, los dos salieron a un habitáculo similar al de antes, con una compuerta idéntica. José Manuel podía escuchar los gritos de la lucha, por lo que no se hallarían muy lejos. Aunque, pese al deseo de querer estar con sus compañeros, ahora tenía algo más importante entre manos…

-¿Qué haces? ¿Quién eres?

-Te creía más avispado, Orzhovian. Soy Agnosia, ¿quién si no?

-¡Esto es juego sucio! No puedes hacer esto, si ya somos pocos de por sí, ¿por qué me has apartado de ellos?

-Yo no lo veo justo, nuestros soldados pelean mientras que los líderes conversan.

-Estás muy equivocado, Agnosia. Yo en ningún momento me he considerado el líder de nada, he sido uno más, sin ventajas sobre el resto, tan sólo un guía de La Psique Muda.

-Ya… muy interesante. Pues ahí tengo que darte la razón, no eres líder de nada. Considérate, más bien, el único.

Al principio José Manuel no entendió qué quería decir con eso, hasta que Agnosia abrió la compuerta y descubrió la cruda realidad. Habían perdido. Muchos malditos habían caído, pero otros cuantos se mantenían en pie. Desgraciadamente para el otro bando, todos yacían ya en el Más Allá, nadie había sobrevivido, ni Thresh…

Orzhovian no supo cómo reaccionar, estaba en colapso, conmocionado, sin apenas escuchar las carcajadas de Agnosia. Observando, impotente, cómo avanzaban los malditos lentamente hasta la sala donde se encontraban, probablemente para ahora darle muerte a él.

-Tómate esto como una lección –sentenció Agnosia –. La ignorancia es el futuro, y por mucho empeño que le ponga la gente como tú, no conseguiréis más que frustración. No decaigas, no es que tú fueras débil, te aseguro que hasta el más carismático habría sido devorado. Y ahora, sintiéndolo mucho, es hora de despedirnos.

Agnosia le quitó la esposas y le dio una patada que le dejó más próximo a los sapiófobos. ¿Era así como acababa todo, después de tanto tiempo de resistencia? No, incluso en el final hay distintos caminos, no le daría el gusto a ese maníaco de verle siendo el festín de esas bestias. Rebuscó en su pantalón y encontró el vial. Su intención era bebérselo y ser otro maldito más, mejor eso que morir…

Pero entonces, justo antes de consumirlo, a través del vidrio distinguió a sus compañeros sin vida. José Manuel pausó un momento y analizó la situación. ¿De verdad los iba a abandonar así? Ellos habían dado la vida por la causa y ahora él se iba a convertir en un sujeto más de los que La Psique Muda despreciaba. ¿Qué hacer, entonces?

Fue cuando lo vio. Las manos de sus futuros asesinos, estaban desgastadas, como sus caras, demacradas. Parecía que habían estado trabajando durante mucho tiempo… Un último vistazo a su alrededor fue la última pieza que le faltaba a su puzle. Ya lo tenía, esbozó una tibia mueca de satisfacción y se puso de pie. Plantó cara a los malditos y procedió.

-¡Vosotros, atendedme! ¿Realmente es esto lo que queréis?

-Por favor Orzhovian –interrumpió Agnosia –. No hagas esto más patético de lo que ya es…

-Paraos y usad la mente por un segundo –continuó él –. Yo, como ningún otro, os comprendo. Sé lo que os pasa. No habéis caído presas de ninguna enfermedad ni nada por el estilo. ¡Miraos vuestras manos! ¿Qué veis? Son cayos. ¿Habéis sido vosotros los que habéis construido todas estas instalaciones, verdad?

Muchos asintieron con la cabeza.

-¿No consideráis eso una habilidad? Ese trabajo en grupo y coordinación ha conseguido crear estas cámaras tan perfectas. Fijaos, son fuertes, no se derrumbarían por el deterioro. No muchos tienen la capacidad para hacerlo. ¿No es, por tanto, de un modo, una muestra de inteligencia el tener la capacidad de haber creado esto?

-Orzhovian, no sé lo que tramas pero cállate ya. ¡Y vosotros, dejaos de estupideces y descuartizarlo!

El nerviosismo de su voz confirmaba a José Manuel que iba por el buen camino. Además, los malditos ignoraron la orden de Agnosia, por lo que de momento le estaban prestando total atención, simplemente tendría que seguir así.

-¿Queréis saber por qué los de mi organización llamamos a lo que padecéis sapiofobia? Porque no es que os hayáis vuelto ignorantes, sino que le tenéis miedo al saber, al conocimiento. Pero no podéis evitarlo, la inteligencia es algo que se lleva en el ADN, aunque cada uno la manifiesta de una forma distinta, lo que pasa es que, seguramente, este individuo que está detrás de mí, os ha hecho creer que si no sois capaces de realizar una operación matemática o de recitar todas las constelaciones de la bóveda celeste entonces no sois sabios. ¿Tengo razón?

Muchos más se unieron a los de antes y volvieron a asentir.

-Os ha cegado, ha anulado vuestra capacidad intelectual, la habéis escondido tan dentro de vosotros que os ha sido imposible recuperarla, pero, como he dicho, lo lleváis en el ADN, y si ya no podíais mostrarla de una forma, se haría de otra, y vosotros lo habéis hecho con esta maravillosa habilidad arquitectónica.

-¡Cállate ya! ¡Matadlo! ¿Me oís? ¡Destripadlo!

Pero ninguno escuchaba a Agnosia, de hecho, unos pocos comenzaban a expresar una mirada vengativa hacia él.

-Abrid los ojos –fue concluyendo José Manuel –. Estáis aterrados pensando que no volveréis a tener lucidez en nada y no es así. Siempre se puede recuperar aquella habilidad perdida, tan sólo tenéis que poner empeño y ser decididos. No podéis seguir permitiendo que alguien os trate de esta forma, no sois estúpidos, tan sólo os han puesto una fina venda en la cabeza, tan fina, que vosotros mismos podéis rasgarla. Hacedlo, por favor. Sé que por dentro gritáis, exigiendo que todo vuelva a la normalidad, pero la llave para que el avance continúe no la tiene nadie a excepción de vosotros mismos. Es el momento de que cambiéis, yo no puedo hacer nada, debéis de engrasar vuestros engranajes y ponerlos en marcha de nuevo. Hacedlo y os prometo que muy pronto la única enfermedad que tendréis será la sapiofilia.

Lentamente, uno a uno, las lágrimas resbalaron por sus faces. Habían comprendido el mensaje, sus mentes se había abierto otra vez. Ahora no era una rabia animal lo que sentían, sino la furia de aquel al que le han confiscado algo tan preciado. No era una estampida, sino una masa violentada por su opresor. Se fueron aproximando poco a poco hasta Agnosia, y este, con la salida para escapar obstruida, tan sólo se puso a gritar, desesperado.

-¡Bien jugado, Orzhovian, mi enhorabuena! Pero ya sabes que no sólo en esta ciudad están estos estúpidos, ellos se encuentran en TODO el globo, ¿cómo remediarás eso, eh? ¿¡Cómo!?

José Manuel se dio la vuelta y le contestó con una breve frase, justo antes de que una salva de contundentes golpes letales cayera sobre él.

-Muy sencillo, con lo mismo que aquí: con la palabra.

Y así ocurrió. Pasaron muchos meses, pero con paciencia y templanza cada vez el número de malditos se iba reduciendo. Algunos estaban más nublados por el miedo que otros. No obstante, al final, todo quedó restaurado y la humanidad pudo seguir su curso.

Con el tiempo, fue inevitable que el nombre de José Manuel apareciera en todos los medios de información. Un día, aceptó una entrevista, y para el fin de los tiempos quedó grabada la respuesta a una de las múltiples preguntas que le realizaron. La pregunta en cuestión fue que si soñaba con algún tipo de recompensa en especial por haber salvado a la humanidad de la ignorancia. A lo que él contestó:

-El regalo ya me lo distéis todos y cada uno de vosotros, y fue la esperanza.  

viernes, 27 de diciembre de 2013

Pequeño diario de una pequeña alma #10

[Esta vez Bruno vuelve a relatar la historia. Regresó a mi lado, sí, pero por cierta razón no ha optado otra vez por introducirse de inmediato en su cosecha. ¿Queréis saber qué ocurrió?]

Pasó como la anterior vez. Desperté en mi habitación con los recuerdos un poco difuminados. Sin embargo, algo fue distinto, tan distinto que no pude evitar llorar desconsoladamente. Fueron dos voces las que me sacaron de mi sueño, dos voces que hacía tanto tiempo que no escuchaba…

No había tomado en consideración que viajar a esta fecha, mucho antes del 31 de Diciembre del 2012, conllevaba volver a vivir con mi madre y mi hermana. Sé que no es lo mismo, ya que era un viaje al pasado, pero para mí era como si hubieran resucitado…

Y allí estaban, en la cocina, esperándome para desayunar, tan sonrientes, tan amables, sin saber que en unos pocos meses sería yo mismo el que acabase con sus vidas por un estúpido trastorno psicótico. Psicótico… ¡por un segundo lo había olvidado! ¿Cómo de fuerte estaría Yin antes del “suceso”? Una cosa era antes de mostrarse en el espejo, pues ya se había manifestado anteriormente con fuerza, pero ahora… en estas fechas ni siquiera conocía su existencia, no creía que esas ideas oscuras fueran de un ente de mi interior con conciencia propia.

Al llegar a la cocina y coger algo de comida, en ningún momento pude mirarlas a la cara, ellas me veían deprimido y me preguntaron el porqué, pero tampoco pude responder, no después del trato que había tenido (o tendré) con ellas… ¡Y todo por tu culpa, Yin! Debía hablar con él muy seriamente. Si era cierto lo que me contó, no tendría que esperar a Nochevieja para poder comunicarme con él.

Terminé de desayunar y me fui a la habitación. Por fortuna, mi depresión crónica excusaba mi comportamiento matutino, así que ambas dejaron de insistir y me dejaron descansar. Aunque mis verdaderas intenciones no eran echarme un rato en la cama, sino coger el pequeño espejo del baño, llevármelo a mi habitación e intentar interactuar con mi otro yo.

Una vez conseguido el vidrio en cuestión, me senté en mi silla de escritorio y coloqué el espejo en la superficie de la mesa. Agaché la cabeza y me concentré en mi reflejo, más en concreto en mis pupilas.

-Sé que estás ahí. Necesito hablar contigo.

Pero no obtuve respuesta, por lo que volví a probar.

Al cuarto intento, finalmente, obtuve algo semejante a una señal de él: mis músculos ciliares comenzaron a contraerse y dilatarse a una velocidad extremadamente rápida, hasta que, a los pocos segundos, los movimientos se calmaron y se estabilizaron, asimilándose al tiempo de contracción de un corazón. ¿Podría indicarme eso, con el símil de las palpitaciones cardíacas, que estaba vivo, que me había escuchado?

Ni idea, al cabo de dos minutos todo cesó. Y tenía demasiado cansada la vista como para volver a comunicarme. Después de todo, tal vez sería mejor ir poco a poco. ¿Y si al entrar en contacto directo ya con él ocasionaría una pesadilla peor que la del principio? No, por disfrutar unas horas con mi hermana y mi madre, sin centrarme en mi misión, no pasaría nada grave.

Me equivoqué completamente.

Fui a dar un paseo con ellas por el centro. Ellas se extrañaron de que tomara la iniciativa de salir a la calle, ya que yo soy alguien más bien de estar siempre en casa, y sumando mi reacción de antes, no hacía falta preguntarlas si consideraban mi actitud de hoy como rara. Pero ahora no importaba, aceptaron la propuesta.

Tras unos minutos de tranquilidad, aún un poco incrédulo al verlas vivas, decidimos parar a tomar algo en una terraza. Yo, como siempre, pedí una gaseosa de naranja, mi hermana una cerveza y mi madre un café. Era la típica mañana de paseo que escasas veces hacíamos, aunque siempre con la misma apacible monotonía, exceptuando hoy, que se distinguía por una pequeña cosa…

No sé cómo explicarlo, lo vi, juro que lo vi acercarse desde el primer momento en el que entró en mi campo de visión. Es esa clase de situación en la que intuyes que va a pasar algo malo pero, hasta que no sucede, no te ves capaz de reaccionar, el tiempo pasa rápido y lo único que puedes hacer es observar el culmen de la catástrofe.

Así ocurrió. Un hombre con una gabardina marrón y un parche del mismo color en su ojo derecho caminó a paso ligero hasta la mesa donde estábamos nosotros tres. Y, en un abrir y cerrar de ojos, destapó una pistola de su abrigo y disparó a mi madre y a mi hermana. La sangre salpicó mi cara, entrando en shock. El siguiente era yo, no había duda. El tiempo desaceleró y su brazo se extendió, apuntándome en la frente.

Sin embargo, de entre los gritos de los transeúntes, uno de ellos me recordó a Samanta. Reaccioné, me giré, no era ella, pero daba igual, fue suficiente para abandonar ese estado ausente. Absorbí todo ese colapso mental y los transformé en furia.

Todo sucedió en pocos segundos, aunque para mí fueron minutos. Escasos momentos después de volver en mí, un camarero, viendo los dos homicidios y el inminente tercero, corrió hacia él para salvarme. Como era de esperar, no consiguió mucho, al menos si su intención era ser un héroe, ya que dejó de apuntarme a mí y le disparó a él justo en el corazón.

Sé que a lo mejor ahora tu alma ronda estos lares, así que si me estás escuchando, te doy las gracias. Con esa distracción conseguí abalanzarme contra él y propiciarle una fuerte dentellada en su antebrazo. No estoy muy habituado al combate, eso son asuntos de Yin, pero soy consciente de que un buen mordisco siempre es efectivo.

El dolor hizo que soltara la pistola, momento oportuno para dar una enérgica patada al arma y alejarla del asesino. Este, viendo que no conseguiría matarme, percatado de que dentro de poco acudiría la policía, no tuvo más remedio que escapar.

Pero yo no le dejaría. Me despedí durante un par de segundos de mi, otra vez difuntas, madre y mi hermana y grité con fuerza.

-¡Yin, te lo imploro, sal de ahí, te necesito!

La gente de mi alrededor se sorprendió ante mi forma de actuar. Lo comprendo, otra persona lloraría o iría tras el homicida, sin embargo yo necesitaba un instante para tomar mi venganza. A pesar de la pausa, valió la pena. Te prometo que nunca antes había sentido algo igual por parte del doppelgänger. Sin tener que tomar las riendas de mi cuerpo, una oleada de vigor envolvió mi cuerpo de la cabeza a los pies, una sobredosis de adrenalina, analgesia y testosterona. Mis músculos, huesos y demás órganos estaban preparados.

Corrí veloz como un rayo, no se había distanciado mucho y pronto le pisé los talones. No tenía escapatoria, después de Yin, este sería la nueva víctima que se cobraría Yang. Ya casi agarraba con mis dedos su gabardina.

No obstante, mi sueño macabro se esfumó al recibir el placaje de otro extraño. Me tiró al suelo y me inmovilizó poniéndose encima de mí. Al parecer era un compañero del asesino, ya que iba con otra gabardina, esta negra, además de la capucha puesta y unas gafas de sol.

-Ni se te ocurra matarle, por tu bien.

Ignorando lo ronca que era su voz, como de ultratumba, esa frase contraargumentaba mis suposiciones. Aunque eso no quiere decir que me calmara, intenté liberarme, pero con escasos resultados, así que tuve que limitarme a observar, en la lejanía, al homicida, quieto, mirándome también. Juraría que su cara dibujaba una risa burlesca.

-Escucha, Bruno. Se supone que yo estoy de su lado, y en parte le habrá sentado mal que haya chafado sus intenciones. Tengo que llevarte con él, pero te prometo que saldrás de esta.

No me quedaba otra. Asentí y se quitó de encima, fingió que me inmovilizaba los brazos en contra de mi voluntad y los dos caminamos hasta el supuestamente traicionado. Mientras tanto, durante los pocos metros que nos separaban de él, el supuesto traidor me narró los detalles principales para que su plan saliera a la perfección.

-Soy Cinco, y el que ves delante es Cuatro. No sé por qué quieren verte muerto, pero estoy en contra de todo asesinato. Créeme, nadie, excepto yo, conoce mejor los efectos que pueden ocasionarte el fallecimiento. Tú tan sólo sígueme la corriente, Cuatro no es como el resto de mortales, no sabrías cómo librarte de él.

Asentí de nuevo y me mantuve en silencio.

-¡Cinco, joder! –calumnió Cuatro –. Si hubieras dejado que me pillara podríamos haberle dado una tortura mejor que la muerte. Pero bueno, supongo que has actuado bien… Después de todo debemos acatar las órdenes de Siete, ¿no?

-Por eso mismo le he detenido… Ha pedido estrictamente que se lo entreguemos a él, ya que Santiago aún no ha despertado. Ni siquiera podemos matarlo antes de llevárselo… y eso me recuerda lo que intentabas hacer antes con la pistola.

-Sí, bueno, uno tiene sus subidones y…

-Lo que sea. Afortunadamente todo está como debe ser. Vayámonos de aquí, creo que ya oigo sirenas en la lejanía.

No sé si uno de esos dos era aquel que pronosticaba los acontecimientos futuros o fue simple casualidad, pero corrieron hasta la estación de cercanías y llegaron justo a tiempo para coger el tren. Yo, por supuesto, tuve que ir con ellos…

Paramos dos estaciones después y llegamos al piso franco donde residían. Allí me ataron a una silla y la función comenzó. Aún tenía dudas de si todo lo que Cinco me había contado era una treta para no oponer resistencia, pero me guiñó un ojo, pronto me sacaría de esta situación. La cuestión era cómo.

-Cuatro, sé que aún estás un poco iracundo.

-Normal… para mí no es suficiente con apretar dos veces un gatillo.

-Precisamente por esa razón te recuerdo que Siete no nos prohibió en ningún momento que no pudiéramos hacerle magulladuras al chico, siempre y cuando no lo matásemos.

-¿Me dejarías desahogarme con él, de verdad? –preguntó como si fuera un niño al que le prometen una gran bolsa de caramelos –.

-Si eso te calma un poco, adelante, todo tuyo. ¡Pero no te pases!

Se chascó los nudillos y me miró con prepotencia. Nadie me dijo que para salir vivo tuviera que sufrir una paliza, creo que en ningún momento Cinco y yo acordamos eso. ¿Qué tramaba? Simple, este, aprovechando que Cuatro le daba la espalda, agarró una silla y la rompió contra su cráneo, abriéndoselo en un recibimiento sanguinolento de su masa cerebral.

-¿Acabas de cargarte a tu compañero? –dije sobresaltado –.

-Ojalá fuera tan sencillo. Si de verdad vienes del futuro, supongo que conocerás los dotes que le van a conceder a Santiago, así que la explicación será sencilla. Cuatro es como él, no puede morir, su corazón se autoreanima y cura todas sus heridas. Aunque él es un poco más débil, no regenera partes de su cuerpo seccionadas, de ahí lo de su parche. En contrapartida, revive de forma muy veloz, por lo que no nos daría tiempo a desmembrarlo. Podría haberlo decapitado en vez de haberle golpeado con la silla, pero por desgracia aquí no hay nada lo suficiente afilado como para ello… Y ya, de hecho, con esta conversación estamos perdiendo tiempo.

Me desató y me entregó un papel doblado.

-Léelo cuando estés muy lejos de aquí. Ahora vete, me volverás a ver, te lo prometo, pero de momento he de quedarme aquí. Fingiré que Samanta nos encontró, se había escondido aquí y nos tendió una emboscada.

Justo entonces, Cinco se arrancó la cabeza de cuajo con sus propias manos.

-Te lo explicaría, pero se hace tarde, ¡vete ya!

Obvié lo que acababa de ocurrir y hui. Admito que me quedé con las ganas de hacerle pagar por el asesinato de mi hermana y mi madre, pero atendiendo a las palabras de Cinco, que le conocía mejor, había de continuar con su estratagema…

Un momento… ¿¡Samanta!? Que yo recuerde, hasta meses después de la resurrección de Santiago ella no vino a protegerme. Ni siquiera había muerto aún él, quedaban unas cuantas horas, ¿cómo iba a estar enemistada con Los Siete y al corriente de mi existencia? Tendría que preguntárselo luego a Cinco. De momento sólo podía leer lo que había apuntado en este papel.

“Reúnete conmigo a las 13:00 en la parada de taxis próxima a la estación, nos vamos a por Santiago.”

¿Taxis? Vale, ya lo entiendo. Qué estúpido soy eligiendo el mismo día en el que Santiago muere. No caí en la cuenta de que él se encontraba en la sede principal de Blood Services, probablemente fuera de España. Y tampoco tenía idea de en qué país… Cosa que tú, Borja, me podrías haber dicho…

Pero bueno, prosigamos. De todos modos fue un golpe fortuito el haberme encontrado con este traidor. El reloj marcó la una de la tarde y le avisté doblando la esquina.

-Oye, ¿cómo te has escabullido de Cuatro?

-Muy fácil, se tragó todo lo de Samanta y ahora he dicho que nos separemos para buscarla. Naturalmente, yo, junto a ti, voy a buscar a otra persona.

-Respecto a ella…

-Oh, un taxi libre, ¡entremos! –contestó cortándome. Sería mejor hablarle acerca de ella en otro momento –.

Nos dirigimos al aeropuerto. Cinco ya tenía, sorprendentemente, los billetes listos para viajar a Londres, aparentemente donde hallaríamos a Santiago y a su resucitador.

El viaje fue tranquilo, y apenas pudimos hablar de algo. Estábamos rodeados de gente, no era conveniente hablar de un hombre inmortal, otro que podía quitarse la cabeza o de un Flebotomista que pronto moriría en un accidente de coche. Si no nos tomaban por terroristas, nos considerarían prófugos de un manicomio.

Finalmente, cogiendo un último taxi para llegar a las afueras de la capital, en una carretera en construcción, pudimos mantener una conversación. Aún faltaba aproximadamente una hora para la colisión.

-Cinco… espero que comprendas que me siento un poco confuso. Han pasado muchas cosas extrañas en un mismo día.

-¡Cierto! Muy maleducado por mi parte el no aclararte nada. Perdón. A ver, ¿por dónde empezar?

-Podrías decirme qué sabes de Sa...

-¡Ya sé! –gritó, interrumpiéndome nuevamente–. Creo que lo que más te ha impactado es mi decapitación. Verás, como sabrás, no pertenecemos a Los Siete por simple aleatoriedad. Cada uno tiene algo interesante, fuera de lo común. Uno posee un increíble sadismo y sus conocimientos de medicina nos son bastante útiles; Dos puede matarte donde, como y cuando sea; Tres conoce todos los sucesos, pasados, futuros y de mundos paralelos; Cuatro es inmortal; yo, Cinco, soy un no-muerto, poseedor de las ventajas de ambos estadíos, vida y muerte, pero mi putrefacción es muy llamativa, por eso voy así de tapado; Seis es un gran manipulador de mentes, y su retentiva no tiene parangón, no deja pasar nada por alto; por último, Siete, bueno… su verdadera facultad la desconozco, aunque sé que es capaz de ejercer cierto control sobre nosotros. Sin embargo, como ya te he dicho, conservo lo mejor de estar muerto y lo mejor de estar vivo. Esa clase de controles sobrenaturales no me afectan, quizás por ello soy el único que ve esto como una atrocidad hacia tu persona. El resto están hipnotizados.

-Y a Santiago, ¿por qué lo quieren resucitar?

-Es Siete quien lo devuelve a la vida. Y me parece que lo ha elegido a él por su desorden mental provocado por su trabajo. Me parece que necesita algo de la empresa, y él es un gran Flebotomista, no tendría problemas en acceder a aquello que busque.

-Y… ¿realmente no tienes ninguna idea de por qué va a por mí?

-Quién sabe. Sé que te va a resultar inverosímil, pero siéntete orgulloso, un hombre que ha regresado de entre los muertos, ha resucitado a un Flebotomista y lo ha sometido a su voluntad para, a posteriori, “reclutar” a seis almas más, y todo ello para matarte, no sé, algo debes tener que te haga tan especial como para que Siete haya puesto tantos recursos en tu captura.

-Sí… En lo referente a lo de las almas, la Sombra me dijo que Los Siete erais tres vivos, tres muertos y uno que oscilaba entre la vida y la muerte, que supongo que serás tú. Sin embargo, para llegar a la Oscuridad tenéis que morir sí o sí, me imagino que el tiempo o algún accidente conduciría a los tres vivos a la muerte. Luego, al regresar aquí volverían a vivir. Pero… aun así, hay tres catalogados como muertos, pese a que también escaparon al mundo de los vivos, ¿cómo es esto?

-Bien sencillo. Creo que tu amigo, cuando menciona a tres muertos, se refiere al destino que han recibido al atravesar tu cosecha. Ellos ya habían entrado al Paraverso y sus esencias se habían impregnado de aquel mundo. Pocas horas tras pisar de nuevo el mundo de los vivos, estallaron en mil pedazos y regresaron al lugar del que ahora pertenecían. No obstante, aún podíamos comunicarnos con ellos, así que seguían siendo de utilidad.

-Presupongo que son, por lo que la Sombra me contó, Hugo, el de la retentiva; el Atemporal #011, viajero del tiempo; y el Insomne, por eliminación ha de ser el que puede matarte en cualquier momento.

-Supongo que sí. No conocemos nuestros nombres reales. Siete borró parte de nuestros recuerdos, quizás para hacernos más frívolos ante las situaciones que se nos presentarían…

-¿Y tú? A ti no te pudo matar nada para llegar a la Oscuridad, ni tampoco llegaste a entrar al Paraverso. ¿A qué se debe tu estado?

-Yo vengo de una realidad en la que los muertos vivientes existen. Sin embargo, no es como las películas quieren hacernos ver, no somos infinitos. A pesar de que seamos inmunes a las cosas que a otro humano le matarían, nuestro proceso de descomposición, aunque de manera más lenta, continúa activo. Como tú bien has señalado antes, el tiempo fue mi asesino, y por ende mi alma quedó libre y pudo hallar el camino a la Oscuridad. De hecho, sé que dentro de unos meses regresaré allí, no puedo ni quiero vivir hasta la vejez.

La conversación no llegó a mucho más, el resto de información que compartió ya la conocía, pero era mejor matar el tiempo de esta forma que en un silencio incómodo.

Los minutos se sucedieron y al final vimos en el horizonte un coche a gran velocidad. Miré de reojo a Cinco y observé que le temblaban las manos, así como que tragaba saliva repetidas veces.

-Vale, el plan es el siguiente ­–dijo de repente –. En algún lugar de la zona estará Siete aguardando, por lo que no sería recomendable detener a Santiago ahora mismo. Mucho me temo que tendremos que esperar a que se estrelle y muera. Cuando Siete salga de su escondite y se concentre en resucitarle será cuando vayamos a por él. Yo llamaré su atención y tú te encargaras de empujar el cuerpo de Santiago a las llamas, asegúrate de que queda inútil, que su carcasa sea inservible, su potencial no puede reparar los daños de un cadáver, esa restauración ocurre una vez lo reviva. Con su cuerpo destrozado Santiago será algo menos de los que preocuparse, entonces te esconderás y esperarás a que se vaya de aquí.

-¿Y qué pasa contigo?

-Yo no quiero vivir así. Busca al jefe del Flebotomista, él te dará la información que necesites sobre Samanta, a partir de ahí tú elegirás tu camino.

Parece que iba a sacrificarse por mí, ¿eh? Estás equivocado, Borja. Toda su solidaridad desapareció cuando el coche estaba a pocos metros de impactar.

-Nunca te fíes de un no-muerto.

Fue lo que dijo justo antes de que, con la explosión, un trozo de la carrocería saliera volando y cortara mi cabeza. Por fortuna, en los pocos segundos que tuve de reacción, instintivamente dirigí mi mano izquierda a mi cuello y apreté con fuerza la piedra del collar.

No sé si por esta razón, en contacto total con las sombras, quedé unos segundos consciente, pero mi cabeza, ya mutilada, seguía siendo capaz de ver y escuchar. De hecho, cuando Cinco la levantó del suelo y la miró fijamente, pude oír todo lo que me decía.

­-Pobre, aún sigues siendo un ingenuo. Agradece esta muerte tan digna del cine a Dos, y a Tres, que nos dijo el segundo exacto en el que tu cuello se interpondría con una trayectoria posible de algún resto del coche. De verdad… ¿cómo has sido capaz de confiar en mí con todos los fallos que he cometido durante mi teatro? ¡Por supuesto que aún Samanta no te conoce, y mucho menos tiene alguna razón por la que salvarte el pellejo! ¿Por qué crees que cada vez que intentabas hablarme de ella te interrumpía? ¿Y lo de afirmar que me habían borrado la memoria? Vamos a ver, si unos segundos antes había dicho que al ser un no-muerto Siete no tenía ningún poder sobre mí. Desde luego… No he traicionado a nadie excepto a ti. Y una mención especial se merece Cuatro, que de verdad tuvo que sufrir el golpe y morir para que todo saliera a la perfección. Y por qué tanto esfuerzo si él me podría haber disparado, te preguntarás. Pues porque necesitaba mostrarte toda esta información. Sé lo de tu collar, sé que en breves regresarás a tu tiempo, al lado de tu amigo y le contarás todo. Infórmale bien, que no se te escape ningún detalle… No sé si ya me escuchas, pero bueno, sería mejor así, con la incertidumbre de por qué te traicioné. Sea como sea, espero que Borja se entere de que ni en el Paraverso puede salvarse de nosotros…

Y, bueno, después todo se nubló y aparecí aquí. Tal vez dijera algo más, pero no pude escucharlo, lo siento…

[Tras terminar, le pregunté si quería alguna fecha en especial para regresar, a lo que él respondió que de momento prefería tomarse un descanso y caminar por los alrededores. No caí en la cuenta, pero pronto se cumpliría un año de su intento de suicidio y el comienzo de todo… Creo que lo mejor sería dejarle darse una vuelta por la Oscuridad, con tocar su collar se iluminaría un camino de vuelta a mí. Lo vendría bien estar solo y que pensara sobre todo lo acontecido.

Respecto a mí, creo que tengo mucho trabajo por delante. A lo mejor Los Siete no lo saben, pero no soy un alma como tal, por lo que puedo descender al Paraverso y regresar aquí sin inconveniente alguno…

Tal vez le haga una visita al Rey Osario.]

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Especial Navidad: Querofobia

Es fácil adivinar en estas fechas las casas donde habitan niños. Asómate a la ventana y observa las residencias colindantes. ¿Qué ves? Yo te lo diré. Un adorno navideño en un cristal, en el balcón de otra casa unas luces coloridas que parpadean, en la terraza de al lado divisas en el interior un luminoso árbol. Y ya está… ¿Qué pasa con el resto de viviendas? Pues ya te lo he dicho, en ellas no hay niños.
¿A dónde quiero llegar con esto? Es bien sencillo. No hay que pensar mucho para darte cuenta que adornar los hogares en estos días es síntoma de ilusión. Un niño es un pequeño recipiente que alberga una densa esencia de este tipo, por ello sus padres mantienen su entusiasmo y alegría y decoran la casa con tantos adornos. Sin embargo, donde no viven niños, ya no hay júbilo, la magia ha desaparecido, ¿para qué realizar estos preparativos? Es otra semana más…

Pero tú me dirás que no es cierto, que has cenado con tu familia, que has hecho regalos, has reído y has disfrutado. Puede que tu carcasa haya vivido todo eso, pero, ¿qué me dices de tu interior, de esa cara que no para de llorar?

Piénsalo de este modo. Se hacen comidas familiares en las que finges soportar al típico pariente inaguantable, puedes oler la tensión y la actitud hipócrita de todos. Las personas gritan a los cuatro vientos toda la solidaridad que ofrecen estos días, aunque el resto del año ignoran a los mismos desfavorecidos que en este mes ayudaron. El veinticinco se festeja el nacimiento de alguien que realmente no fue dado a luz ese día. Tres días después, atendiendo al mismo relato, se celebran con bromas una matanza indiscriminada de niños. Llega Nochevieja y te autoconvences de que no hay mejor forma de entrar en el nuevo año que emborracharte hasta perder el conocimiento… Viéndolo así, ¿no es, acaso, Diciembre el mes que más falsedad rezuma?

¿Qué nos ha pasado? ¿Dónde está la verdadera felicidad que fingimos tener en esta época del año? No vale con afirmar, mentir, que estamos alegres en Navidad. ¿Y el resto del año? ¿Sólo merecemos disfrutar estas dos semanas?

Cada día que pasa me da más miedo crecer. Ya no distingo si es porque voy perdiendo mi inocencia, el filtro de mis ojos se marchita, y veo la cruda realidad, o es que lentamente la decadencia se ha ido apoderando de nosotros. Creo que siempre me mantendré en una angustiosa incertidumbre con respecto a esto. Pero, sea una cosa u otra, yo nunca quise vivir así, no es la humanidad que esperaba en estos tiempos de modernidad, ¿por qué la ciencia se esfuerza tanto en alargar nuestras esperanzas de vida si cada vez tengo más claro que la vida humana es sinónimo de autodestrucción infecciosa?

Así es. Se suponía que con la tecnología, la medicina y la ciencia en general nuestra vida sería más sencilla, más tranquila, menos estresante y, por ende, más plena, satisfactoria y feliz. Sin embargo, veo que está haciendo todo lo contrario. Nos han dado las herramientas, pero no sabemos usarlas bien. Hemos resuelto mil y una dificultades y lo hemos agradecido hundiéndonos aún más en el lodo.

Es desesperante ver que el proceso de deshumanización se va acelerando a un ritmo vertiginoso. Me entristece ver un mundo tan gris que camufla las humaredas contaminantes. El mundo está mecanizado, el libre albedrío ha muerto. ¿Dónde está esa chispa de la que se habla en tantas historias? ¿Por qué la hemos exterminado? No puedo evitar derramar mil lágrimas con cada tumba que cavo en mi mente para un vivo que sin morir ha dejado de respirar.

Todos cabizbajos, no por timidez o depresión, sino para ver la información que almacenan sus dispositivos móviles en forma de píldoras calmantes. Si están más de un minuto sin consultar uno de estos artilugios eléctricos desesperarán. Hasta un heroinómano tiene más aguante si está un día sin su droga.

Todos asustados, no por un ser aterrador o la inminente muerte, sino por una hipocondría sinsentido. Al más mínimo dolor recurrimos a drogas manifestándole a nuestro organismo que no confiamos en su capacidad de recuperación. Vivimos en un mundo tan artificial que hasta engullimos estos materiales sintéticos para recrearnos en una falsa seguridad. Embuchados en química tóxica, más drogodependientes que los vagabundos a los que miramos con desprecio.

Todos enfermos, no por causas idiopáticas o genéticas, sino por el ambiente que hemos confeccionado a nuestro alrededor. Hemos buscado ampliar nuestros años de vida, pero los hemos debilitado. Ya no hay ser en el mundo que no esté diagnosticado de alguna patología. El término salud ha sido arrancado de cuajo de los diccionarios. La enfermedad se ha subido a su trono y con sus miasmas nos besa cada día para darnos las buenas noches. Tal vez mañana no despertemos.

Todos equivocados, no por una malinterpretación o por un engaño, sino porque seguimos creyendo en la selección natural, pero ya no es aplicable a este entorno. Los que no son aptos para sobrevivir han buscado, en su demencial angustia, cualquier artilugio que les mantenga incólumes. Ya no sirve de nada la verdadera fortaleza si una armadura de oro totalmente ergonómica para los escuálidos te puede permitir ser el Rey indiscutible de esa montaña de escoria por la que tantos compiten.

Todos desesperanzados…

Y es que la humanidad ha caído en una laguna donde parece que la única forma de emerger es con el aislamiento. Somos contagiosos, y cada vez que un recién nacido llega a nuestro mundo, comenzamos desde el primer segundo de vida a toserle vocablos descerebrados, a escupir ideas irracionales, a transmitirle, en pocas palabras, la misma sustancia grisácea que yace en nuestra sangre.

Jamás pensé que la herencia que dejaron nuestros antepasados con tanta violencia, muerte y asolación fuera eclipsada por el legado grotesco que depositamos en las generaciones venideras. Estamos rotos, teniendo todo a nuestro alcance hemos preferido extender nuestros brazos a la trituradora del fatalismo.

No miento si digo que ser sociópata empieza a volverse una catarsis hallada a la orden del día. No hay ni un solo ápice de benevolencia que merezca la pena.

¿No estás de acuerdo? Yo tampoco, pero esa última premisa es la que surge en nuestras mentes al distorsionarse tan míseramente nuestro avance en la Historia. ¿Qué aprenderán los estudiantes de dentro de medio siglo acerca de nosotros? ¿Sobre el inventor de un cojín más cómodo, sobre la prohibición de fuentes de energía capaces de evitar conflictos armados absurdos por combustibles finitos, sobre la desolación de terrenos otrora exuberantes, sobre tal vez una nueva guerra a escala global, sobre…?

Es un destino inexorable siempre y cuando sigamos permitiendo que los efluvios de la derrota nos abracen con sus garras. Ya estamos envenenados, pero eso no quiere decir que no exista el antídoto.

Sin embargo, veo, analizo, escucho y reflexiono. Y me percato de que la gente quiere seguir con estas toxinas en su cuerpo, no quieren la cura. Nunca creí que alguien prefiriera continuar enfermo a restablecer su salud, pero, como dije antes, hace tiempo que la palabra salud se esfumó.

La gente deambula hacia delante sin ninguna meta fija, no tienen alicientes reales, sólo recompensas que se desmenuzan en polvo momentos después de conseguirlas. No se detienen para contemplar los pequeños detalles, ansían lo rocambolesco para luego aburrirse y destruirlo.

Los individuos sonríen, pero la humanidad llora. Es como si hubiéramos concebido en nuestro interior una apetencia irresistible por el sufrimiento. Y no me estoy refiriendo a la aflicción notoria, la que es diagnosticada por psicólogos de poca monta, sino a la tristeza intangible, esa en la que se afirma estar bien, pero es precisamente el desconocimiento de la razón de no ser feliz lo que te estrangula, y llenas ese vacío con plásticos inertes, que no son más que petróleo, antiguos restos cadavéricos, y cuanto más abarrotas la cavidad con objetos equívocos, más asfixia sientes. Hasta que al final, ocurre, desistes, te rindes, y asimilas que la felicidad era un cuento de niños y que ahora, siendo adulto, enfrentándote a la realidad, nada de eso existe, tan sólo mereces la amargura.

Pero ya ni los niños se encuentran a salvo. Cada vez el umbral de la inocencia se acorta más, es carcomido por todo este mundo estático y ellos se dan cuenta de que lo que les rodea está descolorido. Entonces, como si sus pieles fueran camaleónicas, ellos emulan el entorno y comienzan a palidecer de forma más y más prematura.

¿Sabes lo que me da miedo? Ya no es que no haya remedio para el tormento que hemos invocado en nosotros mismos, no, ya me acostumbré hace tiempo, como todos. Lo que de verdad me da miedo es que la epidemia consiga que, desde neonatos, ya se adopte como deber inalienable la prohibición de catar la felicidad.

Porque después de todo, empiezo a creer que a veces sí se presentan oportunidades que te ofrecen altruistamente recibir pizcas de esa magia que te provoca una amplia sonrisa, pero, entonces, miras hacia delante y consideras que es mejor rechazarlo, ya que lo que te espera es un duro camino que romperá esos tesoros que has encontrado, y que, por tanto, no merece la pena recogerlos, ¿para qué, si pronto quedarán destrozados?

Por todo esto empiezo a pensar que la verdadera enfermedad que afecta al ser humano cuando ve el mundo más nítidamente es de carácter psicológico. Aparece un miedo al ver que el ambiente que antes observabas ameno, ahora se revela amenazador. Consideras que si te adentras en ese paisaje tenebroso con tu antigua actitud perderás la total cordura, así que no te queda otra que renegar de tu verdadero yo y contagiarte de ese temor que te desapega de todo aquello rebosante de felicidad.

Bienvenido, querófobo.

lunes, 23 de diciembre de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Maná [1/2]

Esto no es una continuación de la trama. Simplemente es un compendio acerca de todos los tipos de hechiceros y nihilistas que existen en el Plano Terrestre, Demoníaco y el resto.

Empecemos por lo básico, como acabo de mencionar, existen dos grandes grupos. Por un lado están los hechiceros, aquellos que poseen maná en su sangre. Los primeros hechiceros de la Tierra surgieron cuando un gigantesco asteroide impactó contra el planeta. Este dejó unos residuos brillantes que irradiaban una energía nunca antes conocida. Poco a poco algunos humanos se acostumbraron a las radiaciones y sus cuerpos comenzaron a absorber dicha energía. No mucho más tarde descubrieron que estas personas eran capaces de moldear las sombras, la luz, el fuego, el agua y muchos elementos más a su antojo. Eran capaces de crear magia.

Sin embargo, esta bendición no duraría para siempre. Los humanos se percataron de que los residuos del meteorito se estaban desvaneciendo, se evaporaban lentamente. Decidieron, entonces, que los que fueran capaces de entrar en contacto con esta energía, más tarde denominada maná, la arrastraran a unos canales subterráneos que habían confeccionado unos hechiceros expertos en el control de la tierra. Así pues, todos se pusieron manos a la obra y crearon lo que a día de hoy se conoce como los flujos de maná. A partir de ese día los humanos capaces de manejar el maná fueron bautizados como Magos.

El tiempo transcurrió y las familias fueron transmitiendo genéticamente el potencial arcano, de modo que los humanos que no eran capaces ni de conjurar un simple hechizo se contaban con los dedos de una mano. No obstante, pronto la supremacía de los hechiceros se vio mermada, justo al finalizar la Guerra de los Arcanos. Esta parte de la historia ya la conocéis, unos Magos sellaron todos los flujos de maná y los rebeldes que se negaron a abandonar la magia se fueron subdividiendo en distintas ramas de la magia arcana, de tal forma que ya no podía usarse el término Mago como algo global, pese a ser el más abundante de todos. Se optó por dejar el nombre de hechiceros, aunque no podía se olvidar que, concibiendo a todos como un árbol, los Magos eran el tronco principal.

Veamos ahora cómo quedó la escisión arcana.

Ancestros: Extintos. No hay información acerca de ellos.

Arcanistas: Fueron de los primeros hechiceros en dejar de llamarse Magos. Ellos eran Magos que ansiaban obtener más y más poder, no dejaban de aprender y cada día intentaban aprender un nuevo conjuro. Sin embargo, en las Universidades estaba prohibido sobrepasar ciertos límites, los cuales causaban una profunda impotencia en ellos. Con el tiempo, cansados de normas estúpidas que sólo entorpecían el inexorable camino a asemejarse a una deidad, abandonaron las escuelas y comenzaron a convivir en terrenos cercanos a los antiguos trayectos de los flujos de maná, donde los mismos miasmas remanentes ya les energizaban. Los meses pasaron y el propio maná mutó, volviéndose más puro e inestable a la vez. Muchos murieron explotando en mil pedazos, la carne se les desprendía o quedaban mutilados ante la enorme presión que el maná de su interior ejercía sobre ellos. Sin embargo, los que sobrevivieron a lo que ellos consideraron una purificación, que no fueron pocos, se autodenominaron a partir de ese momento Arcanistas, ya que creían que este aumento de poder era un regalo de los Arcanos, aquellas divinidades que surgieron en mil leyendas tras el impacto del meteorito y de las que se pensaba que eran los responsables de la ofrenda del maná a la Tierra.

El maná que emplean, así como la magia, es de carácter arcano. Y no hay muchos Arcanistas de renombre, aunque sí ha cobrado fama una casta, los Óbito Astral. Siempre van juntos a cualquier sitio y son los principales encargados de que esta clase de hechiceros no se extinga.

En la batalla son temerarios adversarios. Como ya se ha mencionado antes, ellos no limitan su poder. Conservan el potencial de un Mago y le añaden una pincelada kamikaze, no les importa reventar transformados en un Detonador Arcano si la situación lo requiere, harán lo que sea para aumentar su magia más y más hasta reducir al contrincante a una minúscula humareda de maná. Se dice que o matas o mueres, pero ellos prefieren decir: o matas o matas.

Su hechizo más característico es el Yugo Arcano. Consiste en crear un enlace invisible entre el objetivo y el Arcanista, de forma que con mucha lentitud, mientras que el taumaturgo va aumentando su poder durante el combate, parte de esta potencia se transmite al enemigo transformada en inestabilidad mágica. Con esta técnica la víctima va perdiendo el control y si no se da cuenta a tiempo de que ha sido hechizado con un Yugo Arcano puede sufrir una grave hemorragia interna masiva por culpa de la fuerza del maná, que provoca miles de roturas en sus vasos.

Ascetas: Los Ascetas, al principio, eran unos Magos como otros cualesquiera, capaces de conjurar los hechizos típicos de sombras, magia arcana, fuego y demás. No obstante, algo crucial les diferenciaba: la Fe. Junto con los Resucitadores, los Clérigos, los Clarividentes y los Cruzados, propagaron en la Tierra la existencia de los Arcanos. Nunca se supo si fue una simple creencia vaga para darle una razón al fenómeno del maná o de verdad algunos entablaron contacto con alguna de estas deidades. Fuera como fuera, la verdad se perdió en el pasado y los descendientes preservaron la tradición de adorar a los Arcanos. Haciendo apego a las costumbres más clásicas de los sacerdotes, intentaron atraer a su cuerpo el elemento de la Luz. En primera instancia no fue más que el uso de hechizos de fuego, sólo que las llamas eran más luminosas y los conjuros aparentaban ser blancos, puros, como la Luz Sagrada que reclamaban. Y, al final, este mismo autoengaño hizo que el maná de sus cuerpos se acostumbrara a un fuego tan radiante que acabó convirtiéndose en la energía exclusiva de estos cinco hechiceros. Una vez conseguida su “Luz”, los Ascetas se apartaron de las civilizaciones y se asentaron en monasterios con sus vecinos los Monjes para evitar distracciones que pusieran en riesgo la vuelta de su magia al fuego estándar.

Son fieros adversarios. Su magia sacra se basa en el grado de fanatismo que tiene el hechicero, y de entre los cinco que poseen maná bendito es el Asceta el que más Fe tiene, pese a que muchos, como dice Tathis, únicamente presentan una convicción ciega. Por esta razón es el hechicero sagrado del que más cuidado has de tener, saben realmente hacer daño con la Luz.

Los Ascetas más conocidos son los que aceptaron el cargo de Hechiceros Guardianes, siendo siete Ascetas de cada diez Guardianes, de entre los cuales se encuentra Tathis Portaluz. Sin embargo, hay dos hermanas gemelas con bastante fama, fuera de este cargo, que dirigen el Monasterio Réquiem, el más grande de la Tierra, junto con un Monje. Ellas se llaman Lys y Naofa, de la familia Mente Serena.

Su hechizo por antonomasia es el Rayo Sacro, un hechizo de singular celeridad y con una potencia lo suficientemente considerable como para repeler varios metros hacia atrás al objetivo al que le pille desprevenido el conjuro. Digno de mencionar es que no sólo es capaz de atravesar los cuerpos, sino que cauteriza las heridas o abrasa al enemigo (según su uso), después de todo la magia sacra no es más que magia ígnea levemente modificada.

Brujos: Al contrario de lo que se piensa, no han sido los últimos hechiceros en aparecer, un claro ejemplo son los Hermanos Penumbra: Sitarkne, Ifav e Ily, los responsables de la mala fama que el resto de Brujos ganó sin que ellos hicieran algo para merecerlo. Por esta razón, los hechiceros que se adentraban en la senda de la brujería, que potenciaban sus artes en la invocación de criaturas del Plano Demoníaco y estimulaban sus hechizos de sombras, fuego y maldiciones, eran perseguidos hasta darles muerte. Tal fue la caza, que se extinguieron un par de años después de su alzamiento, pues temían que algún que otro Brujo sufriera la misma fortuna con su arma de batalla que la de los Penumbra y sus Puñales, quedando tan sólo vivo Luzbel Lengua Vil, que consiguió persuadir a sus captores afirmando que él no era realmente un Brujo como tal, ya que sus cambios en su hechicería eran debidos a su “maldición”. Por los demás, no hubo esperanza alguna… Sin embargo, Nexus consiguió revivir las llamas de la brujería con la conversión que realizó a un gran número de Magos fugitivos mediante una fuente de maná del Plano Demoníaco. Actualmente no se sabe si hay algún Brujo superviviente que no pertenezca al Consejo de los Seis Puñales o sea aprendiz del mismo, pero si existe algún proscrito más le vale que encuentre a estos nuevos Brujos antes de que el peligro que su vida corre siga acrecentando. De momento la única alternativa de que estos hechiceros se mantengan con vida es yendo en grupo, aguardando que el nuevo maná de sus cuerpos se estabilice y recuperen la fuerza que poseían tiempo atrás cuando eran Magos, mientras tanto seguirán siendo los hechiceros más débiles, pero esto no implica que sean los más frágiles.

Al igual que los Magos, existen distintas ramas en esta clase de hechicero, aunque eso no quiere decir que un Brujo Infernal, experto en demonología, no sea capaz de crear una lluvia de fragmentos sombríos. No obstante, el Consejo de los Puñales ha preferido centrarse en un arte en concreto, ya que de momento en sus estados, concentrarse en todos los aspectos de la brujería sería demasiado esfuerzo, y en un ambiente siempre hostil el tiempo prima. Pese a ello, estando sujetos a un único tipo de hechizos, la mente de los Brujos está tan expandida en la conjuración que conocen una gran gama de magias de su especialización, lo que contrarresta con creces su desventaja en la variabilidad.

De esta nueva generación destacan los fundadores del Consejo: Nexus el Aespacial, Luzbel Lengua Vil, Inanis la Abisálica, Hex Mal Fario, Tenebra Corazón de Ébano e Ignis el Moldeabrasas. Han sido los que han dividido la brujería en las siguientes especializaciones (en orden según su maestro): Brujos Ubicuos, expertos en la creación de portales; Brujos Infernales, los demonólogos; Brujos del Abismo, maestros en la magia del vacío; Brujos Malditos, encargados de propagar maldiciones y maleficios; Brujos de la Oscuridad, afiliados a la sombra; y Brujos de la Llama, grandes hechiceros ígneos.

A pesar del gran abanico de artes, todos presentan maná demoníaco, al contrario que los antiguos Brujos, de los que se presupone que tenían el mismo maná que los Magos, aunque corrompido tenuemente por la demonología. Respecto a sus hechizos, no tienen ninguno que usen con asiduidad, su repertorio es tan amplio que siempre hay una ocasión oportuna para emplear un nuevo hechizo. Es la gran ventaja de la magia negra, que realmente está viva, les permite a ellos mismos innovar conjuros y crear los propios, tal y como hace Hex.

Clarividentes: Antiguamente eran Curanderos, pero tuvieron la fortuna de aclimatarse a la radiación del meteorito y ser capaces de crear magia. Gracias ello, las injurias que lanzaba el sacerdocio hacia ellos, tachándoles de herejes, cesaron. Sin embargo, el odio tan sólo había cambiado de bando. Los sacerdotes siguieron acusando a aquellos Curanderos que no eran hechiceros, y esto causó que despreciaran a sus compañeros, ahora bendecidos por el asteroide, ya que comenzaron a ser protegidos por la propia doctrina eclesiástica que antes deseaba exterminarles. Los Curanderos hechiceros decidieron abandonar sus residencias, de las cuales ya no eran bien recibidos, y se instalaron en catedrales e iglesias. No obstante, allí comprobaron que el Dios que adoraban obligaba a perseguir a todo aquel que fuera un hereje por no seguir sus dictámenes, obviamente entre esos herejes estaban los Curanderos. A ellos no le gustaba vivir bajo el techo de un Dios que antes imperaba a sus seguidores que discriminaran a aquellas personas que convivían con la naturaleza, por lo que emprendieron de nuevo el viaje y conocieron a los Magos, hechiceros como ellos. A partir de este momento, fue cuestión de tiempo que entablaran amistades con los futuros Ascetas, Resucitadores, Clérigos y Cruzados, quienes compartían sus mismos ideales acerca de unas deidades más dignas y el manejo de la Luz. Al poco tiempo dejaron de llamarse Curanderos, cuando habían logrado controlar la magia sacra, para proclamarse como Clarividentes.

No son diestros en el enfrentamiento cara a cara, pero con las vibraciones extrasensoriales de la Luz son capaces de aproximarse a los exactos acontecimientos del futuro próximo. Los más poderosos hasta han podido predecir lo qué ocurriría meses adelante. Por esta razón ellos prefieren la estrategia a la ofensiva, pero eso no quiere decir que sea fácil derrotarles. Conocen el futuro, saben a la perfección por dónde dirigirás el ataque hacia ellos, lo que dificulta tus probabilidades de acertar. Además de ello, siguen manteniendo sus raíces curanderas, ergo son los hechiceros que menos hacen uso de la magia.

Como Clarividentes conocidos sólo está el anciano Amach el Sabio, quien guió desde el principio a los Curanderos repudiados por sus hermanos, carentes de magia. Fue también el encargado de ayudar a todos los Clarividentes a familiarizarse con el maná bendito, así como el pionero en el potente hechizo ofensivo Paranoia. Tienen pocos hechizos para combatir, pero este conjuro hasta hace sombra a algunas magias de otros hechiceros más habituados con la lucha. Paranoia transmite a la mente del objetivo una imagen falsa de su futuro, infundiéndole pánico y desesperación ante su inminente destino, el cual suele ser la muerte.

Clérigos: Tienen una historia similar a los Clarividentes. Otrora sacerdotes, sus cuerpos se acostumbraron al maná del asteroide y no pasó mucho hasta que descubrieron que sus poderes curativos ya no se basaban en rezos vacíos, sino en hechizos de verdad. La gran mayoría de los sacerdotes consideraban esto una bendición de Dios, como si fueran los elegidos, pero también fue la raíz de la envidia. Muchos sacerdotes no hechiceros, llenos de cinismo, empezaron a actuar de forma perjudicial para los futuros Clérigos, cayendo muchos en profundas depresiones por el acoso que les condujeron al suicidio. Ante la pasividad de los sacerdotes superiores, estos hechiceros acordaron escapar de sus respectivas residencias y reunirse en las Universidades con los Magos. A partir de aquí, al igual que con los Clarividentes, ellos se encontraron con otros hechiceros que tenían ideales semejantes y todos fueron en busca de la Luz, predicando la palabra de esos misteriosos Arcanos. Al contrario que a sus cuatro compañeros de hechicería sagrada, a ellos no les llevó mucho tiempo acoplar la magia sacra a su vida cotidiana, así como que no tuvieron dificultad alguna en transformar el maná de los Magos a su característico maná bendito.

Los Clérigos también son hechiceros que prefieren quedarse atrás en la batalla, junto a los Resucitadores, para sanar a los heridos, y a los Clarividentes, para guiar y bendecir en la lucha a los combatientes. No obstante, ganaron fama tres Clérigos que ya desde pequeños eran grandes amigos. Sus nombres son Kry el Bendito, Korsa la Iluminada y Stavros Paz Interna. Ellos estaban cansados de permanecer en la retaguarda de los campos de batalla, así que empezaron a acompañar a las filas de soldados para sanarles durante el fragor del combate y no después como el resto de Clérigos. Por esa actitud, se les solía confundir con Cruzados, pero sus inconfundibles Quemaduras de Ánima reafirmaban su senda clerical. La Quemadura de Ánima es el mejor hechizo que tienen los Clérigos, daña al enemigo y cura de toda enfermedad, herida, maleficio o maldición al aliado, pero requiere una gran concentración, ya que consiste literalmente en quemar el alma del objetivo, y, dependiendo de la profundidad de este fuego sagrado, servirá como magia sanadora o destructiva.

Cruzados: Ser hechiceros fue su calvario. Los Guerreros rehúyen de cualquier atadura que trascienda de la confrontación bélica. Sin embargo, había varios de ellos que no podían evitar creer en la Justicia de un modo más sagrado. A escondidas portaban amuletos y rezaban antes de cada batalla. Todo iba bien, ninguno sospechaba de sus costumbres, hasta que sus modos de vida atrajeron a sus sangres el maná. Ellos no se dieron cuenta hasta que fue demasiado tarde. Poco a poco la magia se manifestaba sin que ellos pudieran evitarlo. De vez en cuando, algún hechizo aparecía de la nada, sus manos brillaban y sus armas quedaban imbuidas en energía pura. El resto de Guerreros comenzó a quejarse a los Maestros de Batalla acerca del mancillamiento que ellos hacían en las artes de la guerra al incluir la magia en los enfrentamientos. Desgraciadamente los Maestros de Batalla les dieron la razón y todos y cada uno de los Guerreros hechiceros fueron destituidos de sus cargos. No encontraron otro sitio al que ir que no fueran las Universidades. Allí aprendieron nuevos hechizos gracias a los Magos, aunque consideraban que sus conjuros empleaban artes paganas, ellos, ahora autodenominados Cruzados, buscaban algo más acorde con sus creencias. Con las relaciones que enlazaron con Resucitadores, Ascetas, Clarividentes y Clérigos, pronto apareció un nuevo significado de sus vidas: los Arcanos y la búsqueda de la Luz.

Conociendo su existencia, descubrirás que tener en tu interior maná bendito no significa que no te apasionen las acometidas belicosas. En su herencia está la violencia en la batalla y, sin tener miedo a la muerte, hasta son más letales que los propios Guerreros. Su única causa es purificar al enemigo, y al igual que los Ascetas, también son capaces de alienar su Fe, pudiendo potenciar radicalmente su hechicería.

Hay dos grandes referentes para los Cruzados. El primero fue el que desde el principio trató por todos los medios el permitir que los Guerreros hechiceros continuaran con los demás camaradas, que ignoraran sus creencias y hábitos. Se hacía llamar Gericht el Recto. Trágicamente desapareció en una escaramuza, aunque se sospecha que continúa vivo, ya que nunca encontraron su cadáver. El otro Cruzado es Urteil el Vigía, el fundador y máximo líder de los Hechiceros Guardianes.

Gracias a su maestrías con las armas cuerpo a cuerpo, pueden reforzar dichos instrumentos con magia sacra y desatar conjuros devastadores, como la archiconocida Sentencia Impía. Este hechizo se basa en la Fe. Nadie, ni siquiera los otros hechiceros sagrados, presentan el mismo fanatismo que los Cruzados, por lo que el arma siempre golpeará a un objetivo cuyas creencias, en opinión del taumaturgo, son erróneas. Cumpliendo este requisito de “falsa Fe”, la Sentencia Impía rodea el cuerpo de la víctima en cuanto el filo de la espada u otra arma roza su piel y/o indumentarias. A partir de aquí es cuestión de tiempo que la Luz le vaya estrangulando lentamente y se introduzca en su cerebro para desbaratar todos sus pensamientos y no dejarle reaccionar ante el ataque. En cuestión de segundos el objetivo cae al suelo inconsciente.

Druidas: Normalmente se les confunde con los Brujos por sus reuniones en mitad de los bosques, aunque ellos no acuden precisamente para hacer un aquelarre. Están en constante comunión con la naturaleza y, al igual que los Multimorfos, han aprendido a comunicarse con el resto de seres vivos, flora inclusive. Fueron de los primeros en ir a investigar el suceso del asteroide y, por ende, los primerizos en mostrar facultades mágicas. Enseguida vieron que eran capaces de mover la tierra bajo sus pies, así como invocar raíces y crear venenos. Ellos siguieron con sus costumbres y tomaron como algo secundario la hechicería, sin embargo, un grupo de Magos irrumpió en sus vidas y les coaccionó para potenciar sus magias en las Universidades. Pese al buen trato de sus captores y el evidente aumento de sus poderes, los Druidas no estaban conformes con este nuevo estilo de vida impuesto, no querían ser llamados Magos, no necesitaban crear tempestades de fuego ni sendas de hielo, ellos querían volver a la naturaleza. Y más tarde lo lograron gracias al carisma de la revolucionaria Nadur Corteza Verde. Ante sus incesantes revueltas, los Magos no tuvieron más remedio que expulsarles de las Universidades y permitirles regresar a la armonía de las arboledas. Una vez allí, con el paso del tiempo, por sus propios medios, consiguieron alcanzar un nivel de fortaleza druídica que no tenía nada que envidiar a la maestría mágica de otros hechiceros.

Son temibles toxicólogos que pueden poner todo el entorno en tu contra. Es preferible combatir contra ellos en un terreno árido, donde sus recursos se vean mermados, pero, aun así, serán duros contrincantes. Como expertos en la vida, también pueden manipular en cierta medida el organismo humano, pudiendo debilitarte a lo largo de la batalla. Sin embargo, sus creencias abogan por el equilibrio, la justicia y rechazan el juego sucio. Este último factor ha provocado que surjan dos caminos distintos en el druidismo: el conservador, acorde con la naturaleza y fieles a sus enseñanzas, regidos por Nadur; y los renegados que buscan nuevas formas de usar el entorno en su beneficio, aunque eso implique manipularlo de manera opresiva. Este último grupo apareció gracias a los ideales de Nimhi Hoja Herrumbrosa.

Desde el principio su maná, biótico, era muy distinto al de los otros Magos. En consecuencia, los Druidas no eran capaces de controlar el fuego y las sombras, pero con su magia vívida no tenían problemas a la hora de evocar grandes tormentas, lluvias o florecimientos. Y haciendo hincapié en esto último, el florecimiento, encontramos la Ecomorfia, el hechizo más empleado por los Druidas. Consiste en un rayo verdoso que, al impactar en una superficie, esta empieza a adoptar la forma de pétalos, hojas y/o corteza, inmovilizando, por ende, la zona afectada. Es bastante efectivo a la hora de paralizar al enemigo, ya sea para atacar con otro hechizo que requiera una canalización más lenta o, simplemente, para una retirada estratégica efectiva.

Electromantes: Estos hechiceros, muy soberbios y a la vez escasos, se hacen llamar Dioses del Rayo. Su comunidad se divide por estamentos, aunque hasta el de más abajo mira por encima del hombro al resto de hechiceros, sin mencionar la actitud extremadamente altiva que muestran hacia los que no tienen maná en su cuerpo. Consideran que los únicos que merecían el regalo de los Arcanos eran ellos, y que el resto consiguió el maná sin derecho alguno. Nunca quisieron formar parte de las Universidades, y realmente se enervaban cuando los confundían con Magos, por lo que indagaron entre todas las escuelas de magia y encontraron un estilo que nadie se había atrevido a manipular: la electricidad. Y con razón nadie quería estudiar este tipo de magia, durante sus entrenamientos una gran cantidad perecieron debido a las continuas descargas eléctricas a las que eran sometidos sus cuerpos, de ahí lo de que son muy pocos en la actualidad. Sin embargo, aquellos que lo lograron ahora gozan de ciertas ventajas que han estimulado dicho comportamiento ostentoso. Siempre que veas alboroto en una ciudad o retratos y estatuas de alguien portando en la mano un rayo, sabrás que próximo a ti se encuentra un Electromante.

Razón no les falta para ser así. Teme si algún día te enemistas con uno de estos hechiceros. Son pura electricidad y se mueven a la velocidad de la luz. Un mero contacto de pieles, si ellos quieren, puede transmitirte descargas de miles de voltios. Pero no todo es caos y destrucción, algunos saben que la electricidad es un elemento vital en esta época y hacen buen uso de ella, pese a que luego la gran mayoría reclame algún obsequio por prestar sus servicios. Como ejemplos tenemos a los que electrifican ciertos terrenos para que los enemigos queden paralizados y no puedan pasar o las reanimaciones cardiacas, que no es lo mismo que resucitar, usando las palmas de sus manos a modo de desfibriladores.

Al encontrarse en una especie de jerarquía, el que se encuentra en la cima ha corrido la fama de su nombre alrededor de todo el globo. El Señor Zrak Muerte Fugaz. Realmente Muerte Fugaz no son sus apellidos, nadie sabe los reales, pero se avergüenza de ellos. Respecto a otro Electromante conocido, podría tomarse en consideración el experto en medicina Tenent Mente de Trueno, pionero en dirigir la magia eléctrica a un ámbito menos destructivo.

Con su maná galvánico tienen un gran vademécum de hechizos que les permite tomar la delantera en cualquier situación. No obstante, requiere especial mención la Bóveda Elektro. Cuando se ponen serios en un combate, los Electromantes normalmente se escudan en un embozo de pura electricidad. Es difícil dañarles con la Bóveda Elektro activa y pueden agrandar o reducir su amplitud todo lo que quieran, así como su voltaje. Un hechizo verdaderamente letal.

Ilusionistas: Que no te engañen tus ojos. Desde el principio su actitud manipuladora les encerró en el aprendizaje del control de los hechizos del adversario. Tal fue la obsesión que acabaron desconociendo casi todos los hechizos que un Mago normal sería capaz de aprender, preservando tan sólo unos cuantos con un potencial increíblemente débil. Se debilitaron por un lado, sí, pero por el otro se fortalecieron con creces. Se inmutaron ante la pérdida de facultades ofensivas, no les hacían falta. ¿Quién quiere gastar energía y emplear sus recursos de maná pudiendo requisárselos al ajeno? Con esta frase nacieron los Ilusionistas, los hechiceros más débiles y a la vez los más fuertes. Pronto se hicieron un hueco entre los hechiceros de prestigio como los Archimagos, los Electromantes o los Ascetas. Y cuando los flujos de maná fueron sellador, ellos fueron los únicos a los que no les afectó, ya que no se sustentan de estas corrientes, sino del propio maná de los demás, podría decirse que usan a los otros hechiceros como fuentes de energía. Desafortunadamente, esto no impidió que algunos radicales también les persiguieran, por lo que como al resto, su número comenzó a descender. No obstante, los que quedan han jurado apropiarse de la fama y el poder que merecen por su innovadora técnica de hechicería, y no discriminarán a la hora de matar personas, tengan maná o no.

Una vez conocida su técnica de combate, queda claro que un Espadachín tiene más posibilidades de vencerle que un Arcanista, por ejemplo. Harán lo imposible por hacerte creer que una gran roca venenosa va hacia ti, o que una nova de lava acaba de explotar. Pero nada de esto es real, ellos tan sólo oprimen el maná de tus vasos sanguíneos y te dañan con él. Cualquier ser consciente se verá en claro peligro ante un Ilusionista. Pocos puntos débiles tienen, por no decir ninguno.

Existe un Ilusionista que es extremadamente peligroso por su gran retentiva. Fue el único que no olvidó los conjuros ofensivos, por lo que puede atacar como un Mago y manipular tu mente como el hechicero que es. Su nombre es Gardeb Delirio. Muchos Ilusionistas le adoran, pero otros no le tienen mucho aprecio, pues consideran que al emplear también hechizos con su propio maná está quebrando la auténtica definición de un Ilusionista.

Como tal, no tienen un maná ni magia específicas, conservan en su sangre el maná de los Magos, pero sólo para ser capaces de controlar a sus adversarios. En realidad la magia que usen dependerá de la víctima. Asimismo, no tienen ningún hechizo propio, a excepción de Gardeb, que emplea continuamente el Bloqueo Mental. Este hechizo mezcla tanto las técnicas de Magos como de Ilusionistas. Se redirige todo el maná al cerebro del objetivo y este se colapsa, haciéndole creer que le han borrado la memoria y se ha olvidado de cómo conjurar sus magias.

Infectos: No se conoce mucho sobre ellos. Cualquier hechicero puede llegar a ser uno, sólo ha de cumplir un requisito: ser resucitado por un Nigromante. Si los Brujos se consideran los leprosos de la hechicería, habría que preguntar a un Infecto. Los primeros aparecieron cuando los Nigromantes, cansados de que los único que pudiera devolver a la vida a alguien fueran los Resucitadores y, en menor medida, los Electromantes, decidieron adentrarse en esta clase de hechizos, valiéndose de sus conocimientos propios, y conseguir traer de entre los muertos a los caídos. Desafortunadamente el resultado no fue el esperado. Por supuesto que resucitaban, pero ya no eran iguales, sus pieles estaban podridas y se veían controlados por el Nigromante que le había alzado. Ninguno tenía una larga vida, ya que la gente, e incluso los propios Nigromantes, horrorizados, los mataban, o directamente ellos buscaban la forma de quitarse la vida. Otro aspecto clave es que, seas Vulcano, Terráneo o Clérigo, si te despiertas como un Infecto ya no tendrás tus antiguos hechizos, por tu sangre circulará el maná muerto y en su mayoría tendrás hechizos de magia negra, bastante similares a los de tu resucitador. Casi todos los humanos no los consideran un hechicero más, sino que directamente los catalogan de zombis o muertos vivientes y, obviamente, no son bien recibidos en ningún lugar. Solitarios, mudos y llenos de dolor, todo aquel hechicero que muere reza para que un Nigromante no le encuentre y decida jugar con su carcasa.

Hay que tener algo en mente: la muerte es contagiosa. Ellos vienen de las Oscuras Llanuras, un entorno rebosante de hedor mortecino, se le adhiere a las pieles y no se lo pueden desprender. Todos sus hechizos convergen en lo mismo: matar. Y ten cuidado, si no tienes más alternativa que morir a manos de un hechicero, más te vale elegir a otro que no sea un Infecto, ya que, con su famosa aura de Muerte Perenne, olvídate de seguir “vivo” en las Oscuras Llanuras o de ser resucitado, quedarás en el olvido por siempre.

Debido a sus cortas vidas, siempre han sido peones de los Nigromantes y ninguno ha aparecido en los libros para la posteridad. Sin embargo, recientemente ha habido rumores de un Infecto creado de una forma distinta a la de los Nigromantes y en un Plano diferente. No se sabe si por cambiar estos dos factores se ha merecido la fama o ha sido puro azar, pero Inanex será recordado como el primer Infecto capaz de hablar y de romper las cadenas que le atan a su resucitador.