Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Pequeño diario de una pequeña alma #10

[Esta vez Bruno vuelve a relatar la historia. Regresó a mi lado, sí, pero por cierta razón no ha optado otra vez por introducirse de inmediato en su cosecha. ¿Queréis saber qué ocurrió?]

Pasó como la anterior vez. Desperté en mi habitación con los recuerdos un poco difuminados. Sin embargo, algo fue distinto, tan distinto que no pude evitar llorar desconsoladamente. Fueron dos voces las que me sacaron de mi sueño, dos voces que hacía tanto tiempo que no escuchaba…

No había tomado en consideración que viajar a esta fecha, mucho antes del 31 de Diciembre del 2012, conllevaba volver a vivir con mi madre y mi hermana. Sé que no es lo mismo, ya que era un viaje al pasado, pero para mí era como si hubieran resucitado…

Y allí estaban, en la cocina, esperándome para desayunar, tan sonrientes, tan amables, sin saber que en unos pocos meses sería yo mismo el que acabase con sus vidas por un estúpido trastorno psicótico. Psicótico… ¡por un segundo lo había olvidado! ¿Cómo de fuerte estaría Yin antes del “suceso”? Una cosa era antes de mostrarse en el espejo, pues ya se había manifestado anteriormente con fuerza, pero ahora… en estas fechas ni siquiera conocía su existencia, no creía que esas ideas oscuras fueran de un ente de mi interior con conciencia propia.

Al llegar a la cocina y coger algo de comida, en ningún momento pude mirarlas a la cara, ellas me veían deprimido y me preguntaron el porqué, pero tampoco pude responder, no después del trato que había tenido (o tendré) con ellas… ¡Y todo por tu culpa, Yin! Debía hablar con él muy seriamente. Si era cierto lo que me contó, no tendría que esperar a Nochevieja para poder comunicarme con él.

Terminé de desayunar y me fui a la habitación. Por fortuna, mi depresión crónica excusaba mi comportamiento matutino, así que ambas dejaron de insistir y me dejaron descansar. Aunque mis verdaderas intenciones no eran echarme un rato en la cama, sino coger el pequeño espejo del baño, llevármelo a mi habitación e intentar interactuar con mi otro yo.

Una vez conseguido el vidrio en cuestión, me senté en mi silla de escritorio y coloqué el espejo en la superficie de la mesa. Agaché la cabeza y me concentré en mi reflejo, más en concreto en mis pupilas.

-Sé que estás ahí. Necesito hablar contigo.

Pero no obtuve respuesta, por lo que volví a probar.

Al cuarto intento, finalmente, obtuve algo semejante a una señal de él: mis músculos ciliares comenzaron a contraerse y dilatarse a una velocidad extremadamente rápida, hasta que, a los pocos segundos, los movimientos se calmaron y se estabilizaron, asimilándose al tiempo de contracción de un corazón. ¿Podría indicarme eso, con el símil de las palpitaciones cardíacas, que estaba vivo, que me había escuchado?

Ni idea, al cabo de dos minutos todo cesó. Y tenía demasiado cansada la vista como para volver a comunicarme. Después de todo, tal vez sería mejor ir poco a poco. ¿Y si al entrar en contacto directo ya con él ocasionaría una pesadilla peor que la del principio? No, por disfrutar unas horas con mi hermana y mi madre, sin centrarme en mi misión, no pasaría nada grave.

Me equivoqué completamente.

Fui a dar un paseo con ellas por el centro. Ellas se extrañaron de que tomara la iniciativa de salir a la calle, ya que yo soy alguien más bien de estar siempre en casa, y sumando mi reacción de antes, no hacía falta preguntarlas si consideraban mi actitud de hoy como rara. Pero ahora no importaba, aceptaron la propuesta.

Tras unos minutos de tranquilidad, aún un poco incrédulo al verlas vivas, decidimos parar a tomar algo en una terraza. Yo, como siempre, pedí una gaseosa de naranja, mi hermana una cerveza y mi madre un café. Era la típica mañana de paseo que escasas veces hacíamos, aunque siempre con la misma apacible monotonía, exceptuando hoy, que se distinguía por una pequeña cosa…

No sé cómo explicarlo, lo vi, juro que lo vi acercarse desde el primer momento en el que entró en mi campo de visión. Es esa clase de situación en la que intuyes que va a pasar algo malo pero, hasta que no sucede, no te ves capaz de reaccionar, el tiempo pasa rápido y lo único que puedes hacer es observar el culmen de la catástrofe.

Así ocurrió. Un hombre con una gabardina marrón y un parche del mismo color en su ojo derecho caminó a paso ligero hasta la mesa donde estábamos nosotros tres. Y, en un abrir y cerrar de ojos, destapó una pistola de su abrigo y disparó a mi madre y a mi hermana. La sangre salpicó mi cara, entrando en shock. El siguiente era yo, no había duda. El tiempo desaceleró y su brazo se extendió, apuntándome en la frente.

Sin embargo, de entre los gritos de los transeúntes, uno de ellos me recordó a Samanta. Reaccioné, me giré, no era ella, pero daba igual, fue suficiente para abandonar ese estado ausente. Absorbí todo ese colapso mental y los transformé en furia.

Todo sucedió en pocos segundos, aunque para mí fueron minutos. Escasos momentos después de volver en mí, un camarero, viendo los dos homicidios y el inminente tercero, corrió hacia él para salvarme. Como era de esperar, no consiguió mucho, al menos si su intención era ser un héroe, ya que dejó de apuntarme a mí y le disparó a él justo en el corazón.

Sé que a lo mejor ahora tu alma ronda estos lares, así que si me estás escuchando, te doy las gracias. Con esa distracción conseguí abalanzarme contra él y propiciarle una fuerte dentellada en su antebrazo. No estoy muy habituado al combate, eso son asuntos de Yin, pero soy consciente de que un buen mordisco siempre es efectivo.

El dolor hizo que soltara la pistola, momento oportuno para dar una enérgica patada al arma y alejarla del asesino. Este, viendo que no conseguiría matarme, percatado de que dentro de poco acudiría la policía, no tuvo más remedio que escapar.

Pero yo no le dejaría. Me despedí durante un par de segundos de mi, otra vez difuntas, madre y mi hermana y grité con fuerza.

-¡Yin, te lo imploro, sal de ahí, te necesito!

La gente de mi alrededor se sorprendió ante mi forma de actuar. Lo comprendo, otra persona lloraría o iría tras el homicida, sin embargo yo necesitaba un instante para tomar mi venganza. A pesar de la pausa, valió la pena. Te prometo que nunca antes había sentido algo igual por parte del doppelgänger. Sin tener que tomar las riendas de mi cuerpo, una oleada de vigor envolvió mi cuerpo de la cabeza a los pies, una sobredosis de adrenalina, analgesia y testosterona. Mis músculos, huesos y demás órganos estaban preparados.

Corrí veloz como un rayo, no se había distanciado mucho y pronto le pisé los talones. No tenía escapatoria, después de Yin, este sería la nueva víctima que se cobraría Yang. Ya casi agarraba con mis dedos su gabardina.

No obstante, mi sueño macabro se esfumó al recibir el placaje de otro extraño. Me tiró al suelo y me inmovilizó poniéndose encima de mí. Al parecer era un compañero del asesino, ya que iba con otra gabardina, esta negra, además de la capucha puesta y unas gafas de sol.

-Ni se te ocurra matarle, por tu bien.

Ignorando lo ronca que era su voz, como de ultratumba, esa frase contraargumentaba mis suposiciones. Aunque eso no quiere decir que me calmara, intenté liberarme, pero con escasos resultados, así que tuve que limitarme a observar, en la lejanía, al homicida, quieto, mirándome también. Juraría que su cara dibujaba una risa burlesca.

-Escucha, Bruno. Se supone que yo estoy de su lado, y en parte le habrá sentado mal que haya chafado sus intenciones. Tengo que llevarte con él, pero te prometo que saldrás de esta.

No me quedaba otra. Asentí y se quitó de encima, fingió que me inmovilizaba los brazos en contra de mi voluntad y los dos caminamos hasta el supuestamente traicionado. Mientras tanto, durante los pocos metros que nos separaban de él, el supuesto traidor me narró los detalles principales para que su plan saliera a la perfección.

-Soy Cinco, y el que ves delante es Cuatro. No sé por qué quieren verte muerto, pero estoy en contra de todo asesinato. Créeme, nadie, excepto yo, conoce mejor los efectos que pueden ocasionarte el fallecimiento. Tú tan sólo sígueme la corriente, Cuatro no es como el resto de mortales, no sabrías cómo librarte de él.

Asentí de nuevo y me mantuve en silencio.

-¡Cinco, joder! –calumnió Cuatro –. Si hubieras dejado que me pillara podríamos haberle dado una tortura mejor que la muerte. Pero bueno, supongo que has actuado bien… Después de todo debemos acatar las órdenes de Siete, ¿no?

-Por eso mismo le he detenido… Ha pedido estrictamente que se lo entreguemos a él, ya que Santiago aún no ha despertado. Ni siquiera podemos matarlo antes de llevárselo… y eso me recuerda lo que intentabas hacer antes con la pistola.

-Sí, bueno, uno tiene sus subidones y…

-Lo que sea. Afortunadamente todo está como debe ser. Vayámonos de aquí, creo que ya oigo sirenas en la lejanía.

No sé si uno de esos dos era aquel que pronosticaba los acontecimientos futuros o fue simple casualidad, pero corrieron hasta la estación de cercanías y llegaron justo a tiempo para coger el tren. Yo, por supuesto, tuve que ir con ellos…

Paramos dos estaciones después y llegamos al piso franco donde residían. Allí me ataron a una silla y la función comenzó. Aún tenía dudas de si todo lo que Cinco me había contado era una treta para no oponer resistencia, pero me guiñó un ojo, pronto me sacaría de esta situación. La cuestión era cómo.

-Cuatro, sé que aún estás un poco iracundo.

-Normal… para mí no es suficiente con apretar dos veces un gatillo.

-Precisamente por esa razón te recuerdo que Siete no nos prohibió en ningún momento que no pudiéramos hacerle magulladuras al chico, siempre y cuando no lo matásemos.

-¿Me dejarías desahogarme con él, de verdad? –preguntó como si fuera un niño al que le prometen una gran bolsa de caramelos –.

-Si eso te calma un poco, adelante, todo tuyo. ¡Pero no te pases!

Se chascó los nudillos y me miró con prepotencia. Nadie me dijo que para salir vivo tuviera que sufrir una paliza, creo que en ningún momento Cinco y yo acordamos eso. ¿Qué tramaba? Simple, este, aprovechando que Cuatro le daba la espalda, agarró una silla y la rompió contra su cráneo, abriéndoselo en un recibimiento sanguinolento de su masa cerebral.

-¿Acabas de cargarte a tu compañero? –dije sobresaltado –.

-Ojalá fuera tan sencillo. Si de verdad vienes del futuro, supongo que conocerás los dotes que le van a conceder a Santiago, así que la explicación será sencilla. Cuatro es como él, no puede morir, su corazón se autoreanima y cura todas sus heridas. Aunque él es un poco más débil, no regenera partes de su cuerpo seccionadas, de ahí lo de su parche. En contrapartida, revive de forma muy veloz, por lo que no nos daría tiempo a desmembrarlo. Podría haberlo decapitado en vez de haberle golpeado con la silla, pero por desgracia aquí no hay nada lo suficiente afilado como para ello… Y ya, de hecho, con esta conversación estamos perdiendo tiempo.

Me desató y me entregó un papel doblado.

-Léelo cuando estés muy lejos de aquí. Ahora vete, me volverás a ver, te lo prometo, pero de momento he de quedarme aquí. Fingiré que Samanta nos encontró, se había escondido aquí y nos tendió una emboscada.

Justo entonces, Cinco se arrancó la cabeza de cuajo con sus propias manos.

-Te lo explicaría, pero se hace tarde, ¡vete ya!

Obvié lo que acababa de ocurrir y hui. Admito que me quedé con las ganas de hacerle pagar por el asesinato de mi hermana y mi madre, pero atendiendo a las palabras de Cinco, que le conocía mejor, había de continuar con su estratagema…

Un momento… ¿¡Samanta!? Que yo recuerde, hasta meses después de la resurrección de Santiago ella no vino a protegerme. Ni siquiera había muerto aún él, quedaban unas cuantas horas, ¿cómo iba a estar enemistada con Los Siete y al corriente de mi existencia? Tendría que preguntárselo luego a Cinco. De momento sólo podía leer lo que había apuntado en este papel.

“Reúnete conmigo a las 13:00 en la parada de taxis próxima a la estación, nos vamos a por Santiago.”

¿Taxis? Vale, ya lo entiendo. Qué estúpido soy eligiendo el mismo día en el que Santiago muere. No caí en la cuenta de que él se encontraba en la sede principal de Blood Services, probablemente fuera de España. Y tampoco tenía idea de en qué país… Cosa que tú, Borja, me podrías haber dicho…

Pero bueno, prosigamos. De todos modos fue un golpe fortuito el haberme encontrado con este traidor. El reloj marcó la una de la tarde y le avisté doblando la esquina.

-Oye, ¿cómo te has escabullido de Cuatro?

-Muy fácil, se tragó todo lo de Samanta y ahora he dicho que nos separemos para buscarla. Naturalmente, yo, junto a ti, voy a buscar a otra persona.

-Respecto a ella…

-Oh, un taxi libre, ¡entremos! –contestó cortándome. Sería mejor hablarle acerca de ella en otro momento –.

Nos dirigimos al aeropuerto. Cinco ya tenía, sorprendentemente, los billetes listos para viajar a Londres, aparentemente donde hallaríamos a Santiago y a su resucitador.

El viaje fue tranquilo, y apenas pudimos hablar de algo. Estábamos rodeados de gente, no era conveniente hablar de un hombre inmortal, otro que podía quitarse la cabeza o de un Flebotomista que pronto moriría en un accidente de coche. Si no nos tomaban por terroristas, nos considerarían prófugos de un manicomio.

Finalmente, cogiendo un último taxi para llegar a las afueras de la capital, en una carretera en construcción, pudimos mantener una conversación. Aún faltaba aproximadamente una hora para la colisión.

-Cinco… espero que comprendas que me siento un poco confuso. Han pasado muchas cosas extrañas en un mismo día.

-¡Cierto! Muy maleducado por mi parte el no aclararte nada. Perdón. A ver, ¿por dónde empezar?

-Podrías decirme qué sabes de Sa...

-¡Ya sé! –gritó, interrumpiéndome nuevamente–. Creo que lo que más te ha impactado es mi decapitación. Verás, como sabrás, no pertenecemos a Los Siete por simple aleatoriedad. Cada uno tiene algo interesante, fuera de lo común. Uno posee un increíble sadismo y sus conocimientos de medicina nos son bastante útiles; Dos puede matarte donde, como y cuando sea; Tres conoce todos los sucesos, pasados, futuros y de mundos paralelos; Cuatro es inmortal; yo, Cinco, soy un no-muerto, poseedor de las ventajas de ambos estadíos, vida y muerte, pero mi putrefacción es muy llamativa, por eso voy así de tapado; Seis es un gran manipulador de mentes, y su retentiva no tiene parangón, no deja pasar nada por alto; por último, Siete, bueno… su verdadera facultad la desconozco, aunque sé que es capaz de ejercer cierto control sobre nosotros. Sin embargo, como ya te he dicho, conservo lo mejor de estar muerto y lo mejor de estar vivo. Esa clase de controles sobrenaturales no me afectan, quizás por ello soy el único que ve esto como una atrocidad hacia tu persona. El resto están hipnotizados.

-Y a Santiago, ¿por qué lo quieren resucitar?

-Es Siete quien lo devuelve a la vida. Y me parece que lo ha elegido a él por su desorden mental provocado por su trabajo. Me parece que necesita algo de la empresa, y él es un gran Flebotomista, no tendría problemas en acceder a aquello que busque.

-Y… ¿realmente no tienes ninguna idea de por qué va a por mí?

-Quién sabe. Sé que te va a resultar inverosímil, pero siéntete orgulloso, un hombre que ha regresado de entre los muertos, ha resucitado a un Flebotomista y lo ha sometido a su voluntad para, a posteriori, “reclutar” a seis almas más, y todo ello para matarte, no sé, algo debes tener que te haga tan especial como para que Siete haya puesto tantos recursos en tu captura.

-Sí… En lo referente a lo de las almas, la Sombra me dijo que Los Siete erais tres vivos, tres muertos y uno que oscilaba entre la vida y la muerte, que supongo que serás tú. Sin embargo, para llegar a la Oscuridad tenéis que morir sí o sí, me imagino que el tiempo o algún accidente conduciría a los tres vivos a la muerte. Luego, al regresar aquí volverían a vivir. Pero… aun así, hay tres catalogados como muertos, pese a que también escaparon al mundo de los vivos, ¿cómo es esto?

-Bien sencillo. Creo que tu amigo, cuando menciona a tres muertos, se refiere al destino que han recibido al atravesar tu cosecha. Ellos ya habían entrado al Paraverso y sus esencias se habían impregnado de aquel mundo. Pocas horas tras pisar de nuevo el mundo de los vivos, estallaron en mil pedazos y regresaron al lugar del que ahora pertenecían. No obstante, aún podíamos comunicarnos con ellos, así que seguían siendo de utilidad.

-Presupongo que son, por lo que la Sombra me contó, Hugo, el de la retentiva; el Atemporal #011, viajero del tiempo; y el Insomne, por eliminación ha de ser el que puede matarte en cualquier momento.

-Supongo que sí. No conocemos nuestros nombres reales. Siete borró parte de nuestros recuerdos, quizás para hacernos más frívolos ante las situaciones que se nos presentarían…

-¿Y tú? A ti no te pudo matar nada para llegar a la Oscuridad, ni tampoco llegaste a entrar al Paraverso. ¿A qué se debe tu estado?

-Yo vengo de una realidad en la que los muertos vivientes existen. Sin embargo, no es como las películas quieren hacernos ver, no somos infinitos. A pesar de que seamos inmunes a las cosas que a otro humano le matarían, nuestro proceso de descomposición, aunque de manera más lenta, continúa activo. Como tú bien has señalado antes, el tiempo fue mi asesino, y por ende mi alma quedó libre y pudo hallar el camino a la Oscuridad. De hecho, sé que dentro de unos meses regresaré allí, no puedo ni quiero vivir hasta la vejez.

La conversación no llegó a mucho más, el resto de información que compartió ya la conocía, pero era mejor matar el tiempo de esta forma que en un silencio incómodo.

Los minutos se sucedieron y al final vimos en el horizonte un coche a gran velocidad. Miré de reojo a Cinco y observé que le temblaban las manos, así como que tragaba saliva repetidas veces.

-Vale, el plan es el siguiente ­–dijo de repente –. En algún lugar de la zona estará Siete aguardando, por lo que no sería recomendable detener a Santiago ahora mismo. Mucho me temo que tendremos que esperar a que se estrelle y muera. Cuando Siete salga de su escondite y se concentre en resucitarle será cuando vayamos a por él. Yo llamaré su atención y tú te encargaras de empujar el cuerpo de Santiago a las llamas, asegúrate de que queda inútil, que su carcasa sea inservible, su potencial no puede reparar los daños de un cadáver, esa restauración ocurre una vez lo reviva. Con su cuerpo destrozado Santiago será algo menos de los que preocuparse, entonces te esconderás y esperarás a que se vaya de aquí.

-¿Y qué pasa contigo?

-Yo no quiero vivir así. Busca al jefe del Flebotomista, él te dará la información que necesites sobre Samanta, a partir de ahí tú elegirás tu camino.

Parece que iba a sacrificarse por mí, ¿eh? Estás equivocado, Borja. Toda su solidaridad desapareció cuando el coche estaba a pocos metros de impactar.

-Nunca te fíes de un no-muerto.

Fue lo que dijo justo antes de que, con la explosión, un trozo de la carrocería saliera volando y cortara mi cabeza. Por fortuna, en los pocos segundos que tuve de reacción, instintivamente dirigí mi mano izquierda a mi cuello y apreté con fuerza la piedra del collar.

No sé si por esta razón, en contacto total con las sombras, quedé unos segundos consciente, pero mi cabeza, ya mutilada, seguía siendo capaz de ver y escuchar. De hecho, cuando Cinco la levantó del suelo y la miró fijamente, pude oír todo lo que me decía.

­-Pobre, aún sigues siendo un ingenuo. Agradece esta muerte tan digna del cine a Dos, y a Tres, que nos dijo el segundo exacto en el que tu cuello se interpondría con una trayectoria posible de algún resto del coche. De verdad… ¿cómo has sido capaz de confiar en mí con todos los fallos que he cometido durante mi teatro? ¡Por supuesto que aún Samanta no te conoce, y mucho menos tiene alguna razón por la que salvarte el pellejo! ¿Por qué crees que cada vez que intentabas hablarme de ella te interrumpía? ¿Y lo de afirmar que me habían borrado la memoria? Vamos a ver, si unos segundos antes había dicho que al ser un no-muerto Siete no tenía ningún poder sobre mí. Desde luego… No he traicionado a nadie excepto a ti. Y una mención especial se merece Cuatro, que de verdad tuvo que sufrir el golpe y morir para que todo saliera a la perfección. Y por qué tanto esfuerzo si él me podría haber disparado, te preguntarás. Pues porque necesitaba mostrarte toda esta información. Sé lo de tu collar, sé que en breves regresarás a tu tiempo, al lado de tu amigo y le contarás todo. Infórmale bien, que no se te escape ningún detalle… No sé si ya me escuchas, pero bueno, sería mejor así, con la incertidumbre de por qué te traicioné. Sea como sea, espero que Borja se entere de que ni en el Paraverso puede salvarse de nosotros…

Y, bueno, después todo se nubló y aparecí aquí. Tal vez dijera algo más, pero no pude escucharlo, lo siento…

[Tras terminar, le pregunté si quería alguna fecha en especial para regresar, a lo que él respondió que de momento prefería tomarse un descanso y caminar por los alrededores. No caí en la cuenta, pero pronto se cumpliría un año de su intento de suicidio y el comienzo de todo… Creo que lo mejor sería dejarle darse una vuelta por la Oscuridad, con tocar su collar se iluminaría un camino de vuelta a mí. Lo vendría bien estar solo y que pensara sobre todo lo acontecido.

Respecto a mí, creo que tengo mucho trabajo por delante. A lo mejor Los Siete no lo saben, pero no soy un alma como tal, por lo que puedo descender al Paraverso y regresar aquí sin inconveniente alguno…

Tal vez le haga una visita al Rey Osario.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario