
Pasó como la anterior vez. Desperté en mi habitación con los recuerdos un poco
difuminados. Sin embargo, algo fue distinto, tan distinto que no pude evitar
llorar desconsoladamente. Fueron dos voces las que me sacaron de mi sueño, dos
voces que hacía tanto tiempo que no escuchaba…
No
había tomado en consideración que viajar a esta fecha, mucho antes del 31 de
Diciembre del 2012, conllevaba volver a vivir con mi madre y mi hermana. Sé que
no es lo mismo, ya que era un viaje al pasado, pero para mí era como si
hubieran resucitado…
Y allí
estaban, en la cocina, esperándome para desayunar, tan sonrientes, tan amables,
sin saber que en unos pocos meses sería yo mismo el que acabase con sus vidas
por un estúpido trastorno psicótico. Psicótico… ¡por un segundo lo había
olvidado! ¿Cómo de fuerte estaría Yin antes del “suceso”? Una cosa era antes de
mostrarse en el espejo, pues ya se había manifestado anteriormente con fuerza,
pero ahora… en estas fechas ni siquiera conocía su existencia, no creía que
esas ideas oscuras fueran de un ente de mi interior con conciencia propia.
Al
llegar a la cocina y coger algo de comida, en ningún momento pude mirarlas a la
cara, ellas me veían deprimido y me preguntaron el porqué, pero tampoco pude
responder, no después del trato que había tenido (o tendré) con ellas… ¡Y todo
por tu culpa, Yin! Debía hablar con él muy seriamente. Si era cierto lo que me
contó, no tendría que esperar a Nochevieja para poder comunicarme con él.
Terminé
de desayunar y me fui a la habitación. Por fortuna, mi depresión crónica
excusaba mi comportamiento matutino, así que ambas dejaron de insistir y me
dejaron descansar. Aunque mis verdaderas intenciones no eran echarme un rato en
la cama, sino coger el pequeño espejo del baño, llevármelo a mi habitación e
intentar interactuar con mi otro yo.
Una vez
conseguido el vidrio en cuestión, me senté en mi silla de escritorio y coloqué
el espejo en la superficie de la mesa. Agaché la cabeza y me concentré en mi
reflejo, más en concreto en mis pupilas.
-Sé que estás ahí. Necesito hablar contigo.
Pero no
obtuve respuesta, por lo que volví a probar.
Al
cuarto intento, finalmente, obtuve algo semejante a una señal de él: mis
músculos ciliares comenzaron a contraerse y dilatarse a una velocidad
extremadamente rápida, hasta que, a los pocos segundos, los movimientos se
calmaron y se estabilizaron, asimilándose al tiempo de contracción de un corazón.
¿Podría indicarme eso, con el símil de las palpitaciones cardíacas, que estaba
vivo, que me había escuchado?
Ni
idea, al cabo de dos minutos todo cesó. Y tenía demasiado cansada la vista como
para volver a comunicarme. Después de todo, tal vez sería mejor ir poco a poco.
¿Y si al entrar en contacto directo ya con él ocasionaría una pesadilla peor
que la del principio? No, por disfrutar unas horas con mi hermana y mi madre,
sin centrarme en mi misión, no pasaría nada grave.
Me
equivoqué completamente.
Fui a
dar un paseo con ellas por el centro. Ellas se extrañaron de que tomara la
iniciativa de salir a la calle, ya que yo soy alguien más bien de estar siempre
en casa, y sumando mi reacción de antes, no hacía falta preguntarlas si
consideraban mi actitud de hoy como rara. Pero ahora no importaba, aceptaron la
propuesta.
Tras
unos minutos de tranquilidad, aún un poco incrédulo al verlas vivas, decidimos
parar a tomar algo en una terraza. Yo, como siempre, pedí una gaseosa de
naranja, mi hermana una cerveza y mi madre un café. Era la típica mañana de
paseo que escasas veces hacíamos, aunque siempre con la misma apacible
monotonía, exceptuando hoy, que se distinguía por una pequeña cosa…
No sé
cómo explicarlo, lo vi, juro que lo vi acercarse desde el primer momento en el
que entró en mi campo de visión. Es esa clase de situación en la que intuyes
que va a pasar algo malo pero, hasta que no sucede, no te ves capaz de
reaccionar, el tiempo pasa rápido y lo único que puedes hacer es observar el
culmen de la catástrofe.
Así
ocurrió. Un hombre con una gabardina marrón y un parche del mismo color en su
ojo derecho caminó a paso ligero hasta la mesa donde estábamos nosotros tres.
Y, en un abrir y cerrar de ojos, destapó una pistola de su abrigo y disparó a
mi madre y a mi hermana. La sangre salpicó mi cara, entrando en shock. El
siguiente era yo, no había duda. El tiempo desaceleró y su brazo se extendió,
apuntándome en la frente.
Sin
embargo, de entre los gritos de los transeúntes, uno de ellos me recordó a
Samanta. Reaccioné, me giré, no era ella, pero daba igual, fue suficiente para
abandonar ese estado ausente. Absorbí todo ese colapso mental y los transformé
en furia.
Todo
sucedió en pocos segundos, aunque para mí fueron minutos. Escasos momentos
después de volver en mí, un camarero, viendo los dos homicidios y el inminente
tercero, corrió hacia él para salvarme. Como era de esperar, no consiguió
mucho, al menos si su intención era ser un héroe, ya que dejó de apuntarme a mí
y le disparó a él justo en el corazón.
Sé que
a lo mejor ahora tu alma ronda estos lares, así que si me estás escuchando, te
doy las gracias. Con esa distracción conseguí abalanzarme contra él y
propiciarle una fuerte dentellada en su antebrazo. No estoy muy habituado al
combate, eso son asuntos de Yin, pero soy consciente de que un buen mordisco
siempre es efectivo.
El
dolor hizo que soltara la pistola, momento oportuno para dar una enérgica
patada al arma y alejarla del asesino. Este, viendo que no conseguiría matarme,
percatado de que dentro de poco acudiría la policía, no tuvo más remedio que
escapar.
Pero yo
no le dejaría. Me despedí durante un par de segundos de mi, otra vez difuntas,
madre y mi hermana y grité con fuerza.
-¡Yin, te lo imploro, sal de ahí, te
necesito!
La
gente de mi alrededor se sorprendió ante mi forma de actuar. Lo comprendo, otra
persona lloraría o iría tras el homicida, sin embargo yo necesitaba un instante
para tomar mi venganza. A pesar de la pausa, valió la pena. Te prometo que
nunca antes había sentido algo igual por parte del doppelgänger. Sin tener que
tomar las riendas de mi cuerpo, una oleada de vigor envolvió mi cuerpo de la
cabeza a los pies, una sobredosis de adrenalina, analgesia y testosterona. Mis
músculos, huesos y demás órganos estaban preparados.
Corrí veloz
como un rayo, no se había distanciado mucho y pronto le pisé los talones. No
tenía escapatoria, después de Yin, este sería la nueva víctima que se cobraría
Yang. Ya casi agarraba con mis dedos su gabardina.
No
obstante, mi sueño macabro se esfumó al recibir el placaje de otro extraño. Me
tiró al suelo y me inmovilizó poniéndose encima de mí. Al parecer era un
compañero del asesino, ya que iba con otra gabardina, esta negra, además de la
capucha puesta y unas gafas de sol.
-Ni se te ocurra matarle, por tu bien.
Ignorando
lo ronca que era su voz, como de ultratumba, esa frase contraargumentaba mis
suposiciones. Aunque eso no quiere decir que me calmara, intenté liberarme,
pero con escasos resultados, así que tuve que limitarme a observar, en la
lejanía, al homicida, quieto, mirándome también. Juraría que su cara dibujaba
una risa burlesca.
-Escucha, Bruno. Se supone que yo estoy de su
lado, y en parte le habrá sentado mal que haya chafado sus intenciones. Tengo
que llevarte con él, pero te prometo que saldrás de esta.
No me
quedaba otra. Asentí y se quitó de encima, fingió que me inmovilizaba los
brazos en contra de mi voluntad y los dos caminamos hasta el supuestamente
traicionado. Mientras tanto, durante los pocos metros que nos separaban de él,
el supuesto traidor me narró los detalles principales para que su plan saliera
a la perfección.
-Soy Cinco, y el que ves delante es Cuatro.
No sé por qué quieren verte muerto, pero estoy en contra de todo asesinato.
Créeme, nadie, excepto yo, conoce mejor los efectos que pueden ocasionarte el
fallecimiento. Tú tan sólo sígueme la corriente, Cuatro no es como el resto de
mortales, no sabrías cómo librarte de él.
Asentí
de nuevo y me mantuve en silencio.
-¡Cinco, joder! –calumnió Cuatro –. Si hubieras dejado que me pillara podríamos
haberle dado una tortura mejor que la muerte. Pero bueno, supongo que has
actuado bien… Después de todo debemos acatar las órdenes de Siete, ¿no?
-Por eso mismo le he detenido… Ha pedido
estrictamente que se lo entreguemos a él, ya que Santiago aún no ha despertado.
Ni siquiera podemos matarlo antes de llevárselo… y eso me recuerda lo que
intentabas hacer antes con la pistola.
-Sí, bueno, uno tiene sus subidones y…
-Lo que sea. Afortunadamente todo está como
debe ser. Vayámonos de aquí, creo que ya oigo sirenas en la lejanía.
No sé
si uno de esos dos era aquel que pronosticaba los acontecimientos futuros o fue
simple casualidad, pero corrieron hasta la estación de cercanías y llegaron
justo a tiempo para coger el tren. Yo, por supuesto, tuve que ir con ellos…
Paramos
dos estaciones después y llegamos al piso franco donde residían. Allí me ataron
a una silla y la función comenzó. Aún tenía dudas de si todo lo que Cinco me
había contado era una treta para no oponer resistencia, pero me guiñó un ojo,
pronto me sacaría de esta situación. La cuestión era cómo.
-Cuatro, sé que aún estás un poco
iracundo.
-Normal… para mí no es suficiente con apretar
dos veces un gatillo.
-Precisamente por esa razón te recuerdo que
Siete no nos prohibió en ningún momento que no pudiéramos hacerle magulladuras
al chico, siempre y cuando no lo matásemos.
-¿Me dejarías desahogarme con él, de verdad? –preguntó como si fuera un niño
al que le prometen una gran bolsa de caramelos –.
-Si eso te calma un poco, adelante, todo
tuyo. ¡Pero no te pases!
Se
chascó los nudillos y me miró con prepotencia. Nadie me dijo que para salir
vivo tuviera que sufrir una paliza, creo que en ningún momento Cinco y yo
acordamos eso. ¿Qué tramaba? Simple, este, aprovechando que Cuatro le daba la
espalda, agarró una silla y la rompió contra su cráneo, abriéndoselo en un
recibimiento sanguinolento de su masa cerebral.
-¿Acabas de cargarte a tu compañero? –dije sobresaltado –.
-Ojalá fuera tan sencillo. Si de verdad
vienes del futuro, supongo que conocerás los dotes que le van a conceder a
Santiago, así que la explicación será sencilla. Cuatro es como él, no puede
morir, su corazón se autoreanima y cura todas sus heridas. Aunque él es un poco
más débil, no regenera partes de su cuerpo seccionadas, de ahí lo de su parche.
En contrapartida, revive de forma muy veloz, por lo que no nos daría tiempo a
desmembrarlo. Podría haberlo decapitado en vez de haberle golpeado con la
silla, pero por desgracia aquí no hay nada lo suficiente afilado como para ello…
Y ya, de hecho, con esta conversación estamos perdiendo tiempo.
Me
desató y me entregó un papel doblado.
-Léelo cuando estés muy lejos de aquí. Ahora
vete, me volverás a ver, te lo prometo, pero de momento he de quedarme aquí.
Fingiré que Samanta nos encontró, se había escondido aquí y nos tendió una
emboscada.
Justo
entonces, Cinco se arrancó la cabeza de cuajo con sus propias manos.
-Te lo explicaría, pero se hace tarde, ¡vete
ya!
Obvié
lo que acababa de ocurrir y hui. Admito que me quedé con las ganas de hacerle
pagar por el asesinato de mi hermana y mi madre, pero atendiendo a las palabras
de Cinco, que le conocía mejor, había de continuar con su estratagema…
Un
momento… ¿¡Samanta!? Que yo recuerde, hasta meses después de la resurrección de
Santiago ella no vino a protegerme. Ni siquiera había muerto aún él, quedaban
unas cuantas horas, ¿cómo iba a estar enemistada con Los Siete y al corriente
de mi existencia? Tendría que preguntárselo luego a Cinco. De momento sólo
podía leer lo que había apuntado en este papel.
“Reúnete
conmigo a las 13:00 en la parada de taxis próxima a la estación, nos vamos a
por Santiago.”
¿Taxis?
Vale, ya lo entiendo. Qué estúpido soy eligiendo el mismo día en el que
Santiago muere. No caí en la cuenta de que él se encontraba en la sede
principal de Blood Services, probablemente fuera de España. Y tampoco tenía
idea de en qué país… Cosa que tú, Borja, me podrías haber dicho…
Pero
bueno, prosigamos. De todos modos fue un golpe fortuito el haberme encontrado
con este traidor. El reloj marcó la una de la tarde y le avisté doblando la
esquina.
-Oye, ¿cómo te has escabullido de Cuatro?
-Muy fácil, se tragó todo lo de Samanta y
ahora he dicho que nos separemos para buscarla. Naturalmente, yo, junto a ti, voy a
buscar a otra persona.
-Respecto a ella…
-Oh, un taxi libre, ¡entremos! –contestó cortándome. Sería
mejor hablarle acerca de ella en otro momento –.
Nos
dirigimos al aeropuerto. Cinco ya tenía, sorprendentemente, los billetes listos
para viajar a Londres, aparentemente donde hallaríamos a Santiago y a su
resucitador.
El
viaje fue tranquilo, y apenas pudimos hablar de algo. Estábamos rodeados de
gente, no era conveniente hablar de un hombre inmortal, otro que podía quitarse
la cabeza o de un Flebotomista que pronto moriría en un accidente de coche. Si
no nos tomaban por terroristas, nos considerarían prófugos de un manicomio.
Finalmente,
cogiendo un último taxi para llegar a las afueras de la capital, en una
carretera en construcción, pudimos mantener una conversación. Aún faltaba
aproximadamente una hora para la colisión.
-Cinco… espero que comprendas que me siento
un poco confuso. Han pasado muchas cosas extrañas en un mismo día.
-¡Cierto! Muy maleducado por mi parte el no
aclararte nada. Perdón. A ver, ¿por dónde empezar?
-Podrías decirme qué sabes de Sa...

-Y a Santiago, ¿por qué lo quieren resucitar?
-Es Siete quien lo devuelve a la vida. Y me
parece que lo ha elegido a él por su desorden mental provocado por su trabajo.
Me parece que necesita algo de la empresa, y él es un gran Flebotomista, no
tendría problemas en acceder a aquello que busque.
-Y… ¿realmente no tienes ninguna idea de por
qué va a por mí?
-Quién sabe. Sé que te va a resultar inverosímil,
pero siéntete orgulloso, un hombre que ha regresado de entre los muertos, ha
resucitado a un Flebotomista y lo ha sometido a su voluntad para, a posteriori,
“reclutar” a seis almas más, y todo ello para matarte, no sé, algo debes tener
que te haga tan especial como para que Siete haya puesto tantos recursos en tu
captura.
-Sí… En lo referente a lo de las almas, la
Sombra me dijo que Los Siete erais tres vivos, tres muertos y uno que oscilaba entre
la vida y la muerte, que supongo que serás tú. Sin embargo, para llegar a la
Oscuridad tenéis que morir sí o sí, me imagino que el tiempo o algún accidente
conduciría a los tres vivos a la muerte. Luego, al regresar aquí volverían a
vivir. Pero… aun así, hay tres catalogados como muertos, pese a que también
escaparon al mundo de los vivos, ¿cómo es esto?
-Bien sencillo. Creo que tu amigo, cuando menciona a tres muertos, se refiere al destino que han recibido al atravesar tu
cosecha. Ellos ya habían entrado al Paraverso y sus esencias se habían
impregnado de aquel mundo. Pocas horas tras pisar de nuevo el mundo de los
vivos, estallaron en mil pedazos y regresaron al lugar del que ahora
pertenecían. No obstante, aún podíamos comunicarnos con ellos, así que seguían
siendo de utilidad.
-Presupongo que son, por lo que la Sombra me
contó, Hugo, el de la retentiva; el Atemporal #011, viajero del tiempo; y el
Insomne, por eliminación ha de ser el que puede matarte en cualquier momento.
-Supongo que sí. No conocemos nuestros
nombres reales. Siete borró parte de nuestros recuerdos, quizás para hacernos
más frívolos ante las situaciones que se nos presentarían…
-¿Y tú? A ti no te pudo matar nada para
llegar a la Oscuridad, ni tampoco llegaste a entrar al Paraverso. ¿A qué se
debe tu estado?
-Yo vengo de una realidad en la que los
muertos vivientes existen. Sin embargo, no es como las películas quieren
hacernos ver, no somos infinitos. A pesar de que seamos inmunes a las cosas que
a otro humano le matarían, nuestro proceso de descomposición, aunque de manera
más lenta, continúa activo. Como tú bien has señalado antes, el tiempo fue mi
asesino, y por ende mi alma quedó libre y pudo hallar el camino a la Oscuridad.
De hecho, sé que dentro de unos meses regresaré allí, no puedo ni quiero vivir
hasta la vejez.
La
conversación no llegó a mucho más, el resto de información que compartió ya la
conocía, pero era mejor matar el tiempo de esta forma que en un silencio
incómodo.
Los
minutos se sucedieron y al final vimos en el horizonte un coche a gran
velocidad. Miré de reojo a Cinco y observé que le temblaban las manos, así como
que tragaba saliva repetidas veces.
-Vale, el plan es el siguiente –dijo de repente –. En algún lugar de la zona estará Siete
aguardando, por lo que no sería recomendable detener a Santiago ahora mismo.
Mucho me temo que tendremos que esperar a que se estrelle y muera. Cuando Siete
salga de su escondite y se concentre en resucitarle será cuando vayamos a por
él. Yo llamaré su atención y tú te encargaras de empujar el cuerpo de Santiago
a las llamas, asegúrate de que queda inútil, que su carcasa sea inservible, su
potencial no puede reparar los daños de un cadáver, esa restauración ocurre una
vez lo reviva. Con su cuerpo destrozado Santiago será algo menos de los que
preocuparse, entonces te esconderás y esperarás a que se vaya de aquí.
-¿Y qué pasa contigo?
-Yo no quiero vivir así. Busca al jefe del
Flebotomista, él te dará la información que necesites sobre Samanta, a partir
de ahí tú elegirás tu camino.
Parece
que iba a sacrificarse por mí, ¿eh? Estás equivocado, Borja. Toda su
solidaridad desapareció cuando el coche estaba a pocos metros de impactar.
-Nunca te fíes de un no-muerto.
Fue lo
que dijo justo antes de que, con la explosión, un trozo de la carrocería
saliera volando y cortara mi cabeza. Por fortuna, en los pocos segundos que
tuve de reacción, instintivamente dirigí mi mano izquierda a mi cuello y apreté
con fuerza la piedra del collar.
No sé
si por esta razón, en contacto total con las sombras, quedé unos segundos
consciente, pero mi cabeza, ya mutilada, seguía siendo capaz de ver y escuchar.
De hecho, cuando Cinco la levantó del suelo y la miró fijamente, pude oír todo
lo que me decía.
-Pobre, aún sigues siendo un ingenuo.
Agradece esta muerte tan digna del cine a Dos, y a Tres, que nos dijo el
segundo exacto en el que tu cuello se interpondría con una trayectoria posible
de algún resto del coche. De verdad… ¿cómo has sido capaz de confiar en mí con
todos los fallos que he cometido durante mi teatro? ¡Por supuesto que aún
Samanta no te conoce, y mucho menos tiene alguna razón por la que salvarte el
pellejo! ¿Por qué crees que cada vez que intentabas hablarme de ella te
interrumpía? ¿Y lo de afirmar que me habían borrado la memoria? Vamos a ver, si
unos segundos antes había dicho que al ser un no-muerto Siete no tenía ningún
poder sobre mí. Desde luego… No he traicionado a nadie excepto a ti. Y una
mención especial se merece Cuatro, que de verdad tuvo que sufrir el golpe y
morir para que todo saliera a la perfección. Y por qué tanto esfuerzo si él me
podría haber disparado, te preguntarás. Pues porque necesitaba mostrarte toda
esta información. Sé lo de tu collar, sé que en breves regresarás a tu tiempo,
al lado de tu amigo y le contarás todo. Infórmale bien, que no se te escape
ningún detalle… No sé si ya me escuchas, pero bueno, sería mejor así, con la
incertidumbre de por qué te traicioné. Sea como sea, espero que Borja se entere
de que ni en el Paraverso puede salvarse de nosotros…
Y,
bueno, después todo se nubló y aparecí aquí. Tal vez dijera algo más, pero no
pude escucharlo, lo siento…

Respecto a mí, creo que tengo mucho trabajo
por delante. A lo mejor Los Siete no lo saben, pero no soy un alma como tal,
por lo que puedo descender al Paraverso y regresar aquí sin inconveniente
alguno…
Tal vez le haga una visita al Rey Osario.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario