Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Cogito, ergo doleo

Hace unos pocos días mi madre fue diagnosticada de una neoplasia maligna en su pulmón izquierdo, un tumor… Recuerdo que el día que mi hermana me dio la noticia yo estaba en la Universidad, y realmente, debido al impacto, en la última clase que me quedaba no presté mucha atención al temario.

Pero lo que vengo a decir es algo sobre lo que reflexioné de vuelta a casa. No soy una persona a la que le guste manifestar su interior, no quiero decir que sea poco expresivo, sino que sé disfrazar mi rostro. Creo que ya es bastante gris el mundo como para que otro caminante esboce una mueca taciturna.

A lo largo del trayecto me crucé con una gran cantidad de personas. Yo pensaba: ellos solamente ven a un chico con su cartera regresando de las clases. Ninguno podría imaginarse que ahora sobre mis hombros yacía una terrible carga, pensando constantemente en el gran riesgo de que la vida de mi madre se hubiera acortado drásticamente. ¿Quién se haría a la idea de aquello? Absolutamente nadie.

Sin embargo, no vengo aquí para descalificar a los demás por despreocupados, es obvio que no precisaban de los medios necesarios para enterarse de mi infortunio, además, tampoco hay que hacer un mundo de ello. No he sido la primera persona que ha recibido esta noticia ni mucho menos seré la última.

Yendo un poco más al grano, intento transmitir una alerta, pues se está perdiendo en el olvido algo tan importante como es la abnegación. Ponte en mi situación, da un paseo por la calle y observa los rostros de los demás. Los verás muy variopintos, por supuesto, pero no estoy pidiendo que te fijes en el rostro externo…

¿Y si aquel que chocó aparatosamente contigo y apenas tuvo tiempo de disculparse iba con prisas debido a una emergencia? ¿Y si aquella conocida que iba cabizbaja y no te saludó acababa de enterarse de que un amigo había sufrido un accidente? ¿Y si ese joven con cara de pocos amigos se encuentra hastiado por una cruda situación que está viviendo? ¿Y si el frutero de la esquina hoy no te ha podido hacer una rebaja porque este mes iba apurado con los gastos? ¿Y si…?

¿Entiendes a lo que quiero llegar? Somos comprensivos ante nuestra aflicción y siempre encontramos una razón para tenerla, pero no sabemos extrapolar estos sentimientos hacia los demás. No nos vemos capaces de ponernos en la situación del ajeno. “Si a mí me pasa eso yo no lo pagaría con el resto”. Pero no se trata de pagarlo contigo mismo o con los que te rodean. Tendrás derecho a juzgar cuando te encuentres en sus situaciones, y si se da el caso de que ya has pasado por algunas similares y no te has comportado de tal forma, enhorabuena, pero debes comprender que no todos manifiestan la desdicha de la misma forma.

Esto no es para justificar la mala actitud ni el trato arisco. Simplemente quiero hacer entender que todos a lo largo de nuestra vida hemos pasado, estamos pasando y pasaremos situaciones desagradables que nos cieguen la mente y nos hagan perder toda esperanza. Estos momentos son inevitables y seguro que cada día te habrás cruzado con más de una persona cuya cabeza esté dándole vueltas a un asunto de tal índole.

Sería conveniente cambiar el espejo que hemos construido delante nuestra por un mero cristal, donde, al visualizar a alguien, los prejuicios queden atrapados en esta barrera y solamente llegue un impoluto contacto visual.

¿Cuándo fue la última vez que viste a algún desconocido con una faceta melancólica y le preguntaste qué le ocurría? Permíteme pecar de sabelotodo y afirmar que de eso ha pasado ya muchísimo tiempo…

No somos capaces de percatarnos de aquel que está al lado. Suspiramos y lloramos porque estamos en una situación complicada, pero nos es imposible adentrarnos durante unos escasos segundos en la piel ajena y comprobar que tal vez él sí tenga razones sólidas para romper a llorar.

Las lágrimas invisibles, insonoras, son, irónicamente, las que más te arañan por dentro y tratan de salir a toda costa, sin embargo hay gente que las retiene, convencida de que nadie se va a preocupar por lo que le ocurre y es una nimiedad revelar su verdadero estado de ánimo.

Es precisamente esta gente la que pasa a tu lado en las calles, se van descomponiendo poco a poco, buscan ayuda con gritos mudos y sus emociones te extienden los brazos para que le sostengas. Sus mentes se van atrofiando y por dentro lentamente su interior comienza a llenarse hasta rebosar de penurias. Pero seguiremos convencidos de que sólo aquel que solicita ayuda es el que realmente la necesita…

Otro aspecto que me gustaría remarcar también está relacionado con la enfermedad de mi madre, así como con el primer punto. Me refiero también a la ayuda al prójimo, aunque visto de una manera peculiar.

¿Es el cáncer la peor patología que puede sufrir una persona? Por supuesto que no, y la ciencia ha avanzado lo suficiente como para solventar a bastantes pacientes que lo padecían. Pero me resulta curiosa la gran cantidad de gente a la que esta noticia, la de que mi madre tiene un tumor, le ha levantado una preocupación sintética.

Y digo sintética porque no es real. No. Mi madre siempre ha presentado en su historial una pluripatología bastante aterradora: fibromialgia, cansancio crónico, depresión cerebral, asma bronquial idiopática, regurgitación en la válvula mitral, ansiedad y distrés crónicos, elevado riesgo de úlcera y artrosis.

No obstante, nada más ser diagnosticada de cáncer, los demás se volvieron tremendamente compasivos con ella. Al enterarse de la noticia sus caras se tornaban incrédulas y apenadas. ¿Por qué, se ha muerto acaso? Ella no llora, no dramatiza, ¿por qué has de hacerlo tú? Es bien simple.

Nos encanta todo aquello que tenga un carácter morboso. Sí, somos así y reaccionamos ante lo que el marketing ha inculcado en nuestros conocimientos. No distinguimos lo trivial de lo fatal, así que los sistemas mediáticos nos “echan una mano”.

Mi madre ha llorado día a día al ver sus fuerzas flaquear por la fibromialgia y la artrosis. Se ha sentido una inútil y tiene el temor de convertirse en una carga para sus hijos dentro de unos años. Sin embargo, estas dos enfermedades no las tiene gente de interés, ni han hecho programas televisivos sobre ellas. No son importantes, no hay demagogia que exprimir.

Nadie me preguntó cómo se encontraba mi madre antes de sufrir la neoplasia. En cambio, ahora, es como si la palabra cáncer rasgara el tejido cerebral del oyente y entrara en colapso con la única respuesta de un compasivo “me tienes aquí para lo que necesites”. Mil puertas se han abierto a una persona que es considerada una moribunda y ha recibido una llave que la permite adentrarse en la pura libertad de acciones. No la contradigas, tiene cáncer…

Pero, ¿qué tiene que ver esto con el primer punto que he tratado? Es sencillo. Revisa todos los sentimientos que has tenido durante la lectura. Puedo apostar a que has prestado más atención a mi narración en cuanto he nombrado la palabra cáncer. Y eso que ni siquiera soy yo el que sufre el susodicho tumor. Seguro que has sentido pena y te has tomado más en serio toda la sarta de paranoias que estoy escupiendo. Probablemente hasta hayas pensado que pronto mi madre morirá. Hasta posiblemente pueda confirmar que en los últimos párrafos me has criticado duramente al mostrarte que no considero el cáncer tan grave como lo quieren pintar.

Muy bien, una vez hecha la revisión, ahora imagina que el vecino al que ves todos los días tiene un tipo de alergia. Parece algo simple a primera vista, ¿no crees? ¿Y si te digo que es alérgico a todo tipo de alimentos? Creo que ya lo ves de otra forma, te lo imaginas todos los días teniendo que introducirse una solución en suero de nutrientes por una vía. Si se le ocurriera probar un solo bocado de comida correría el riesgo de morir por un shock anafiláctico, y no estoy exagerando.

El cáncer, aunque agresivo, tiene tratamiento, pero este vecino hipotético no tiene otra solución que evitar comer de la manera tradicional. Sin embargo, reitero, ¿qué palabra impresiona más: tumor o alergia?

Este es otro factor clave que nos impide dignarnos siquiera a preguntar al de al lado qué tal le va el día. Nos encerramos en un listado, de mayor a menor importancia, de los problemas y solamente entendemos como relevantes los que se encuentren en el ranking. No consideramos variables, y mucho menos se nos ocurre pensar que todo problema, por pequeño que sea, sigue siendo un problema para la persona que lo sobrelleva.

En resumen. Debemos comprender que todo aquel que tiene cerebro, que tiene potencial para pensar, va a sufrir sí o sí. Además, hay que empezar a aprender a no discriminar, creo que uno ya tiene las suficientes herramientas en el taller del raciocinio como para ignorar a los que argumentan con fundamentos débiles, o directamente sin ellos, cuáles han de ser los problemas más temibles del año.

Que la Tierra no gira a tu alrededor y, por desgracia, no tenemos la facultad de realizar metempsicosis. Uno llorará por haber perdido un lápiz, otro se mantendrá impasible por haber perdido un familiar. Así que, una vez seas consciente de que no eres el protagonista número uno de esta tragicomedia, únicamente te faltará una última cosa por albergar en tu ser:

El dolor, imaginario o no, leve o intenso, físico o psíquico, agudo o crónico, provocado o espontáneo, sigue siendo dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario