Me miré
en el espejo. No era capaz de reconocer mi rostro. Hablaba conmigo mismo. Ah…
el alcohol, enemigo de la memoria, enemigo de nosotros… Volví a apoyar los
brazos en el lavabo, alcé la cabeza y me miré de nuevo en el espejo. Ahora pude
detectar que estaba imperfecto, lleno de grietas. Eso era perfecto, así se
reflejaba mi verdadero ser, el de un alma destrozada. Caí al suelo y pataleé
hasta llorar. Apenas había luz, la suficiente para comprobar que estaba entero,
aunque no por mucho tiempo. ¡Jamás debí haber venido! ¡Jamás debí haber
aceptado!
Puedo
recordarlo todo, y eso que ocurrió el año pasado. ¡Jajajajajaja! Permitid que
bromee, a fin de cuentas la risa es una de las pocas cosas que aún conservo…
Por dónde empezar… ¡ah, sí!
Recuerdo
con dificultad todo lo acontecido ayer. Dong, dong, dong… las uvas, feliz año
nuevo. A partir de ahí, todo es turbio. Me puse mis mejores galas, es decir, un
pantalón vaquero y una camisa negra, una corbata rosa y los primeros zapatos
que encontré. Salí. Había gente, hablaban, no sabía qué decían, pero casi todas
las conversaciones acababan en lo mismo: ten cuidado.
Debí
haberme moderado un poco, era la primera Nochevieja que salía de juerga y
quizás estaba un poco extasiado… nada más llegar al centro comencé a beber… una
copa detrás de otra. La embriaguez vino a mí en pocos minutos. Aunque…
recuerdo… sí, me acuerdo de una imagen que se repetía constantemente… cada vez
que me acababa una copa, fuera al sitio que fuera del centro allí estaba… una
silueta vestida con una túnica de terciopelo rojo. Nadie hacía caso a eso,
había más personas disfrazadas esa noche, era normal, pero para mí no. Sabía
perfectamente que iba detrás de mí. También recuerdo bien su cara… no se
divertía, me miraba seriamente, como observándome, analizándome… ¿Por qué?
Ya eran
las seis de la mañana y me encontraba cansado. Me costaba mantenerme de pie…
maldito alcohol. Y para colmo me esperaba un gran trayecto hasta casa, una
trayecto oscuro… casi no hay iluminación por dónde yo voy, pero da igual, nunca
ocurre nada. ¡Qué incauto fui!
A mitad
de camino había una enorme cuesta, cogí aire y subí todo lo deprisa que pude,
me estaba empezando a marear. Agotado, justo cuando quedaban pocos metros para
llegar al final, empecé a caminar a gatas, a punto de ir arrastrándome y
entonces volví a ver esa túnica aterciopelada. El Corazón se me encogió. Se
agachó y me miró seriamente. Al cabo de dos segundos todo cambió… el silencio,
el miedo, el suspense… Sonrió y me levantó. Me dijo que me llevaría a un lugar
en el que me divertiría. Y ni se os ocurra reprocharme la aceptación a dicha
invitación. No estaba en mis cabales y simplemente quería llegar a algún lugar
cómodo y reposar.
Llegamos
a un lugar extraño. Viéndolo por fuera jamás habría imaginado que fuera tan
distinto por dentro. Mientras que el exterior estaba totalmente descuidado el
interior estaba en perfectas condiciones, parecía una auténtica mansión.
Cortinas, alfombras, telares, todos del mismo color rojo que la túnica del que
me ayudó.
Nada
más ver un sofá cómodo le pedí al hombre que me dejara descansar allí. Durante
un momento se paró a pensar, pero al final accedió. Era una maravilla. ¡Aunque
debí haber escapado! Me tumbé y rápidamente caí en un profundo sueño… Pero,
¡espera! Sí, justo antes de dormirme logré escuchar algo… “Traed los
preparativos”.
No sé
cuánto tiempo pasó, pero sé que el suficiente para que les diera tiempo a
convertir la sala donde yacía dormido en… ¡un maldito escenario de pesadilla!
Encontré en el centro de sala un pentagrama hecho con… ¿pintura roja? Ni yo me
lo creo…. Habían alrededor del gran dibujo quince personas, todas llevaban
exactamente la misma túnica que aquel que me trajo aquí. Pero para más gracia,
bueno gracia, por decir algo, todos portaban un puñal.
No
quería molestar ni interrumpir el rito que estuvieran haciendo, así que por
mera supervivencia fingí que seguía dormido. Y creo que fue lo mejor. ¡Mentira!
Al cabo de un rato una puerta se abrió y avanzó otro individuo, este con una
túnica negra como la misma noche, hasta el centro del pentagrama. No llevaba
arma blanca alguna, pero por como actuaba supuse que era el mandamás del lugar.
-Vamos con retraso, pero aún no todo nuestro
globo ha pasado a esta nueva etapa. Hermanos, aún queda tiempo para cumplir los
deseos del Supremo.
Eso
sonaba muy mal. Estaba claro que iban a hacer algo con esos puñales y no era
precisamente cocinar. Eso del Supremo era aún peor, parecía la típica frase
final de un grupo suicida o algo por el estilo. Tenía que salir corriendo de
allí. ¿Lo hice? ¡Por supuesto que no, mi repugnante miedo me había paralizado
en ese sofá!
Poco a
poco las miradas hacia mi persona eran más frecuentes. Me parece que faltaba
poco para que uno de esos desquiciados viniera a darme esa cálida sorpresa. Sin
embargo, por un golpe de suerte, bueno, en realidad no sé la razón, pero lo que
cuenta es que el líder susurró algo y todos se fueron de aquella habitación,
eso sí, no todos por el mismo sitio… me dio rabia que hubieran tantas puertas.
De las diez posibles salidas que había para huir de esta habitación solamente
por una puerta no se fue ninguno, recé para que tras ella hubiera una
escapatoria… Con sigilo anduve hacia ella, bajé el picaporte sin hacer ruido,
abrí lentamente y ante mí me encontré un larguísimo pasillo iluminado de vez en
cuando por velas. Al final de este había otra puerta, no había más en los
laterales así que supuse que iba por buen camino. ¡NO!
Tras
recorrer dos tercios más o menos de aquel pasillo la puerta por la que entré se
abrió de nuevo. Aceleré el paso y llegué al otro extremo, no paraba de escuchar
pasos ajenos a los míos, no se acercaba una persona sino varias. Rápidamente
abrí la puerta y cerré, aún estaba cansado, me apoyé sobre ella para descansar
mi espalda…. ¡Me llevé el peor susto de mi vida! La hoja de un puñal atravesó
la puerta a escasos centímetros de mi cara, recuerdo que incluso cortó un par
de pelos de mi cabello.
Enseguida
sentí el movimiento del picaporte. Salí disparado de allí. Ni siquiera me había
fijado de dónde había entrado. Parecía imposible pero sí, me encontraba en el
mismo lugar que antes, tal vez por la oscuridad no me había percatado del que
pasillo era curvo. ¡Pero cómo no me iba a dar cuenta si corría en línea recta!
No
importa, decidí ir por la puerta más grande. Estaba abierta y nada más la crucé
un puñal se abalanzó contra mi cara. A pesar de la embriaguez logré esquivarlo,
tal vez gracias a la borrachera me perdí el control y no fueron mis reflejos,
fuera como fuera fue suerte. Un “casi me llevo yo el honor” fue lo que me hizo
empalidecer: me estaban cazando, sabían que había despertado, simplemente me
dieron tiempo de ventaja y ahora había comenzado a buscarme para ver quién me
mataba. ¡Locos!
Milagrosamente
iba por buen camino, varios metros delante de mí se hallaba la puerta
principal, la salida, solamente se interponía unas escaleras. Aprovechando la
velocidad me subí a la barandilla y me deslicé. Extendí las manos para agarrar
nada más tocase el suelo el pomo, pero justo antes de descender del todo algo
afilado impactó en mi mano desestabilizándome e impulsándome contra una pared
lateral. Tras el golpe y la caótica caída pude observar mi palma, ¡una flecha,
me había disparado una maldita flecha!
Cogí
aire y me mordí el labio inferior. La extraje velozmente para minimizar el
dolor, pero aun así fue insoportable, ahora cualquier movimiento con la mano me
dolía. Impotente miré hacia donde supuse que era el lugar de partida de la
flecha. Allí se encontraba uno de ellos, el de la túnica negra, el líder. Sin
decir nada caminó hacia mi posición y me agarró la mano perforada. Lo extraño
fue que no venía para ejecutarme, tan solo me disparó la flecha para que no
escapara, él se encargaba de guardar la salida, me empujó hacia otro pasillo y gritó
para que los demás viniesen. No me quedaba otra, tenía que correr hasta encontrar
otra alternativa de huida.
Escuché
el cortar del viento, era otro puñal. Me alcanzó. Justo en el hombro izquierdo.
¡Sí, reíros! Un mismo brazo, dos heridas. Continué corriendo mientras me sacaba
el puñal. La sangre manchó toda mi espalda. Me empezaba a encontrar peor. Nada
estaba ayudando….
Llegué
a otra puerta similar a las del principio, mis anteriores infortunios me
hicieron pensar que volvería a acabar en la primera habitación. Irónicamente,
justo ahora que pensaba eso, en vez de ir a parar a tal lugar, acabé en una
especie de sala donde al final pude divisar un trono. Seguramente, pensé,
habría llegado a la residencia del jefe de esa secta. No podía quedarme a mirar
el sitio, tenía que mantenerme en movimiento. ¡La presa de la demencia era!
Sin
embargo, justo antes de cruzar la salida observé un destello cercano al trono.
Ese brillo era demasiado representativo para no saber diferenciarlo: era un
arma blanca, alguien estaba escondido esperando que le diera la espalda. No
podía seguir huyendo eternamente, eran quince, vale, pero tendría que intentar
enfrentarme ahora. ¡Después sería peor! Corrí hacia él y logré quitarle el
puñal tirándolo a la otra punta de la sala. Rodamos por el suelo, intenté
golpearle la cara, pero era demasiado fuerte había inmovilizado mi brazo
derecho y el otro estaba inutilizado, no era capaz de cerrar la mano.
No
tenía posibilidad en la pelea y los gritos y los ruidos podrían estar alarmando
a los demás. Le solté para permitirle ir a por el puñal, él me soltó a mí
afortunadamente y entonces pude escapar.
Pasillos
silenciosos, salas oscuras, habitaciones tenebrosas y muy de vez en cuando uno
de ellos salía de entre las tinieblas para atacarme. Realmente, a pesar de la
situación, tenía mucha suerte, o eso o eran malos cazando. ¡No importaba eso,
seguía vivo! Al final acabé escondido tras un sillón cuando el pánico me dominó
completamente. No podía seguir más, el cansancio, las heridas, el alcohol… si
daba otro paso más caería al suelo y entonces sí sería una presa fácil.
Únicamente aguardé acurrucado allí.
El
sueño empezó a vencerme. ¡Necesitaba adrenalina! No me quedaba otra, tenía que
dar lo mejor de mí, usar cualquier resquicio de energía que me quedara. Creí
que a lo mejor con suerte la salida de aquel lugar ya no estaría vigilado por
nadie. Recurrí a mi memoria para trazar un mapa de huida. Cuando estaba a punto
de salir de mi escondrijo escuché paso acercándose. Me tiré al suelo y miré por
debajo del sillón. Pude ver mecerse la tela negra de su toga. No me buscaba a
mí, ¡venía a por mí! No entendí cómo pero sabía mi posición exacta. Y si no
pude vencer a uno de los otros jamás tendría posibilidades por el momento con
el líder. Esperé a que decidiera por qué lado rodear el sillón y yo salí como
una bala por el otro. Antes de cerrar la puerta y dejarle atrás pude escuchar
su risa. ¿Cómo era alguien capaz de divertirse con eso…?
Otro
laberinto de oscuridad y puertas se avecinaba. Por suerte esta vez no me
encontré con ninguna emboscada hasta llegar a la ansiada salida. Puse mis manos
en el pomo y tire con fuerzas. ¡Nada! No había caído en la cuenta de que podían
haber bloqueado la salida. ¡Estúpido!
Pero lo
mejor fue que otros dieciséis vinieron justo a mis espaldas. Sí, allí me
encontré a todos con el mismo rostro serio que el que me observaba en la fiesta
de Nochevieja. El líder dio un paso hacia delante y entonces, instantáneamente
y al mismo tiempo, la cara de los otros quince cambió a una espeluznante mueca burlona.
-Siento que el tiempo haya llegado a cero. –dijo él mientras yo permanecía
callado debido al terror –He de decirte
que has sido un buen espécimen, no todos sobrevivieron a la caza y son los
mejores los que logran pasar. Eso tiene su recompensa, pero todo a su debido
tiempo. Supongo que estará confuso, no importa, yo te diré lo que quieres. No
tenemos nombre, nadie nos conoce, no tenemos amigos, familia… solamente nos
tenemos a nosotros mismos. Nuestro deber es cumplir las peticiones de la Madre
Tierra. Cada año, cada vuelta que da al Padre Sol debemos de otorgarle
nutrientes para que pueda reponer energías y así poder dar otra vuelta más.
Este año casi no cumplimos la petición de cien nutrientes porque
desgraciadamente no todos valen. Sin que te lo tomes a mal, sólo valen aquellos
que no aprecian su vida, que nadie les quiere. Nadie más veíamos por los
alrededores que cumpliera estas condiciones. Afortunadamente uno de mis
hermanos tuvo la brillante idea de acudir a la celebración de Fin de Año para
intentar ver si alguno de vosotros acudía. Así ha sido y así te ves ahora,
teniendo el honor de conceder un año de vida más a la humanidad.
Definitivamente
estaban locos.
Le
pregunté la intención de dibujar un pentagrama. ¡Eso no encaja con nada
naturalista! Su respuesta fue que hacía referencia a los cinco elementos.
¿Cinco? Sí, tierra, agua, fuego, aire y… sangre.
Ya no
había sitio al que correr. Lentamente se aproximaron hacia mí. Fue una
sensación rara, saber que vas a morir y no vas a poder evitarlo, además
suponiendo que te va a doler… Como última alternativa intenté darles pena, tal
vez alguno sintiera lástima y se rebelara, no me quedaba otra. Les miré
fijamente aguantando el llanto, aún permanecía en ellos esa macabra sonrisa,
era una imagen horrenda… Pero justo
antes de que algún puñal rozase mi piel mi vista se nubló, todo se volvió
negro, perdí la consciencia.
Y
entonces desperté aquí, en un sitio pequeño, sucio, totalmente distinto al
resto de habitaciones y salas que visité durante mi “caza”. He estado pensando
bastante tiempo que tal vez fuera el primer lugar al que vienes cuando mueres,
pero no creo que ese sea el estilo de los del más allá.
Creo
que ya es momento de marcharme. Me lavo las manos, están llenas de sangre.
Vuelvo a mirarme en el espejo, quiero profundizar en mis pupilas. Necesito
hallar esa alma que se ha ido difuminando poco a poco durante la noche,
deteriorada, como este espejo. En fin, será mejor abrir la puerta y salir, aún
me quedan algunas cosas que recoger, cosas que limpiar.
Ya he
escondido el cuerpo de sus quince seguidores y limpiado su sangre, ahora me
queda lo peor: reunir todos los trocitos del líder. Tendría que haber
recapacitado, sé que no hay nada mejor como clavar tus garras en sus blandas
tripas e ir extrayéndoles las entrañas. Oh sí, y luego tirar hasta arrancarles
las extremidades. Realmente excitante, sí, pero luego dejas un buen estropicio.
Toda la alfombra de la entrada manchada de sangre, creo que tendré que ponerla
a lavar. Mientras iba de camino aplasté un ojo sin querer con mi zapato. ¡Qué mala
suerte la mía! Ahora también el calzado para lavar.
Aún
tengo algunos restos de sangre entre mis dientes. Me parece que lo primero que
voy a hacer nada más llegar a casa va a ser lavarme los dientes. Sí, suena bien
eso, nada mejor que una boca fresca tras una buena comilona.
Bueno,
ya está todo limpio. Reconozco que al final se puso interesante la fiesta.
Supongo que ya puedo abrir las cortinas. Ya ha amanecido y será mejor que se
ventile un poco el lugar, además es agradable que entren algunos rayos de Sol.
Fue una
noche preciosa, lástima que durase poco tiempo aquella fase. Bueno, tal vez
mañana esté más rato.
¡Me
encantan las noches de luna llena!