¡Maldita
batería! ¡Y maldita memoria! Se me había olvidado cargar el reproductor de
música. Ahora me esperaba un largo trayecto de vuelta a casa en ausencia de mis
amadas melodías… Sí, soy un melómano, ¿algo que objetar?
Cuando
estoy solo no hay momento alguno en el que mis oídos no estén captando notas
musicales. No sé qué haría sin la música, sin ella me siento débil, incapaz.
Porque cuando la escucho me transporto a una realidad donde soy imparable,
donde las miradas de los demás me importan menos que la reproducción de las
amebas. Es precisamente el fallo de la vida, le falta una banda sonora de
fondo, con ella todo sería más… llevadero, supongo.
Pero lo
que viene al caso es que voy a estar sin música durante media hora.
¡Inconcebible para mí! Tendré que acortar el trayecto yendo por algunos
callejones. No creo que milagrosamente la batería del reproductor se recargue
por energía cinética. (Me voy a apuntar esta idea).
No era
muy tarde, ni siquiera era más de medianoche, pero sin embargo, había un
silencio sepulcral, incluso las calles estaban más apagadas de lo normal. No sé
cómo explicarlo, es decir, como si flotara una nube de oscuridad, farolas
apagadas, ni el mismísimo viento soplaba. Tampoco veía coches, ni gente en las
ventanas. Vale, admito que cuando voy escuchando música no estoy muy atento a
lo que me rodea, pero dudo mucho que a esas horas todo el mundo esté durmiendo…
Si hasta otras veces que estaba por la calle, mucho más tarde, me he cruzado
con gente. Pero hoy nada, ni un alma en la calle, excepto yo.
A
medida que avanzaba, el silencio y la oscuridad me rodeaban más. Ya no
escuchaba ni los pájaros de los árboles, solamente mis pasos. Y tampoco había
nube alguna en el cielo ni, para colmo, era capaz de ver la Luna. Creo que
incluso encerrado en mi baño con las luces apagadas podía encontrar más luz. Y
que esto quede entre nosotros: me estaba empezando a asustar.
De
repente el sonido de los pasos se duplicó. Eso me tranquilizó, al fin no era el
único que andaba por aquellas calles de pesadilla. Me giré para ver quién era.
No vi a nadie. A lo mejor fue una alucinación mía. Seguí caminando y volví a
escuchar más pasos, estaba seguro de que provenían de detrás de mí. Giré la cabeza
de nuevo y nada otra vez. Cabreado, esta vez caminé sin apartar la vista de mi
espalda y entonces fue cuando supe de dónde venía el sonido.
Hasta
entonces no me había fijado, seguramente porque se ocultaba en las sombras de
los árboles de la calle, pero la sombra de otra persona era lo que me
perseguía. No un señor envuelto en sombras ni nada por el estilo, sino una
sombra, lo que se supone que proyectan los cuerpos cuando incide luz en ellos,
pero la gracia estaba en que NO HABÍA CUERPO. Miré a los pies de la sombra y no
le seguía el calzado de una persona, allí terminaba todo.
En
cuanto lo vi salí corriendo de esa calle, ¿pero cómo dar esquinazo a una sombra
si cuando tú te mueves ella te sigue a la misma velocidad? No era momento de
darse por vencido, había que correr, aunque después fuera en vano.
Por
suerte sus acelerados pasos se oían cada vez más lejos. Doblé la esquina y me
paré para reponer energías. Ya no escuchaba nada. Me asomé y no había ningún
movimiento que se saliera de lo normal, tan solo el de las ramas de los árboles
mecidas por el viento…
¿Viento?
Imposible que hubiera viento. Y estaba en lo cierto, no era viento, esas ramas
estaban alargándose e iban en mi dirección. No sé cómo tuve la suficiente
frialdad para seguir corriendo y no quedarme paralizado del miedo.
Mientras
huía saqué el móvil de mi bolsillo para llamar a alguien, necesitaba escuchar
la voz de alguien, no sentirme solo ante tal situación, aunque fuera tan sólo
para que el otro me escuchara morir…
Justo
cuando iba a marcar el último número un golpe hizo que tirase el móvil al
suelo. Fui a recogerlo y este empezó a levitar. Fue lo primero que creí, pero
entonces vi que estaba sostenido por la mano de esa sombra… Estaba perdido, en
un mundo de sombras, en el mundo de la noche, no puedo escapar a ningún sitio…
¡Luz!
Necesitaba luz, sabía un sitio, un pequeño callejón oculto en el cual habían
puesto una potente farola que no proyectaba ninguna sombra. Ese espacio sería
suficiente para mantenerlas a raya, al menos hasta que amaneciera. Lo malo es
que aún quedaban varios metros para llegar y no podría correr a la velocidad
que antes.
Las
escasas farolas con las que me cruzaba mientras corría no tenían la suficiente
potencia… No podía creerme que la sombra venciera a la luz. A lo mejor aquel
lugar que pensaba que era seguro también resultase ser otro oscuro rincón…
Bueno, había unas escaleras que me permitirían huir de allí sin tener que dar
media vuelta. Tendría que empezar a mentalizarme, podría tener que estar toda
la noche, las cinco horas que quedaban, corriendo sin parar y tratando de no
entrar a lugares plenamente sombríos.
Ya
quedaban dos calles más para alcanzar mi supuesta salvación cuando
repentinamente algo, una sombra seguramente, me agarró el tobillo haciéndome
caer. Por mucho que tirase no me soltaba el pie y cada vez observaba como más
sombras se abalanzaban lentamente contra mí, si no lograba escapar de sus
garras en cuestión de segundos entonces acabaría envuelto en oscuridad y a
saber qué era lo que me tenían preparado…
Fue
entonces cuando me acordé de que, aunque no tuviera batería mi reproductor,
podría encenderlo un momento para que su pantalla emitiera una tenue luz,
suficiente para debilitar aquella garra y huir. He de decir que no confiaba
mucho en mi plan, no obstante funcionó. Me soltó y me incorporé rápidamente con
más energía, ahora tenía esperanza, podía hacer frente a esas… cosas.
Finalmente
llegué. La farola iluminaba con la misma potencia de siempre, o quizás con más,
no sé, mis ojos se habían aclimatado a demasiada oscuridad. No importa. Me
senté en la esquina más iluminada y vi con orgullo cómo las sombras que me
perseguían se paraban en el límite del foco de luz, intentando encontrar la
manera de entrar. Suspiré victorioso y cerré los ojos por un momento, ahora
sólo me quedaba esperar un poco menos de cinco horas para llegar a casa y
descansar de verdad.
Pero
entonces esos aires vencedores se esfumaron. No me percaté de una cosa crucial.
YO estaba proyectando una sombra. MI propia sombra era Bruto y yo su César.
Quise correr pero había crecido demasiado, me había paralizado en esa esquina.
Con el brazo, alargándolo, llegó hasta la farola, rompió el cristal y seguidamente
la farola.
El
resto de sombras, que ahora podían pasar, dibujaron una cara sonriente en el
suelo en señal de mofa. Estaba perdido y encima no sabía cómo iba a morir. Mi
sombra atravesó mi estómago sin abrir nada de carne, pero eso no quiso decir
que no sintiera un inmenso dolor, notaba como un torrente de sangre caótico comenzaba
a fluir dentro de mí. Mientras tanto, unas agarraban mis brazos y otras mis
pies, cada una tiraba en un sentido para arrancarme las extremidades. Y debo confesar que, a pesar de la situación,
no pude evitar reírme, ya que, justo antes de irme de casa de mi amigo habíamos
estado bromeando con las técnicas homicidas de Atila y los hunos.
Derrotado,
tan solo dejé de gritar (ya ni siquiera sentía dolor) y cerré los ojos con
felicidad: al menos la pesadilla había acabado. Sin embargo, justo antes de que
los cerrara mi sombra se puso en frente de mí y me miró profundamente a los
ojos agarrándome de los hombros y zarandeándome. Su boca, que, a causa de que
era un monstruo monocromático, no pude distinguir bien del resto de su cara,
parecía que quisiera decirme algo, pero no entendía nada. Le ignoré, cerré los
ojos y una serie de crujidos puso mi mente en colapso.
Entonces me desperté y lo primero que vi fue la cara de mi amigo sacudiéndome para que dejara de dormir. Al parecer estaba en su casa, con luz, ¡con mucha luz! Pero lo mejor de todo es que sólo había sido una horrible pesadilla. Por lo visto, le tocaba jugar a él con la consola y tuvo una buena partida, por lo que me tiré varios minutos esperando. Cansado decidí echarme en su cama y fue en ese momento cuando el sueño me venció.
Le
conté mi pesadilla y no hacia otra cosa que reírse a carcajada limpia. Aunque
yo también admitía que tenía cierta gracia ahora que sabía que era un mero
sueño, bueno, más bien una pesadilla. Fuera como fuera sabía que estaba a
salvo.
Era ya
muy tarde, así que decidí volver a casa. Me despedí de él mientras aún bromeaba
con lo ocurrido y me fui de su casa. Ahora quedaba un trayecto largo, pero
tenía mi música, así se me haría el camino muchísimo más ameno y evitaría
pensar en el tema de las sombras. Tampoco me gustaba mucho salir a esas horas
de la noche tras esa horrible pesadilla.
Encendí
el reproductor y me puse los cascos. No escuchaba nada. Tal vez estaba tardando
la canción en cargar, pero tras un minuto el silencio permanecía. Fui a mirar y
averigüé la razón. ¡Qué estúpido! No le había dado bien al botón de encender,
el reproductor estaba apagado. Esta vez apreté durante dos segundos para
cerciorarme. Esperando a que apareciera en la pantalla la lista de reproducción salió, de repente, un mensaje en
el que pude leer:
Batería vacía. Ponga el dispositivo a cargar.
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