Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 26 de enero de 2013

Caro Data Vermibus


Nada más nacer se te da la bienvenida al mundo con un buen golpetazo. Ese golpe, ese pequeño dolor ya te abre las puertas a la realidad que te va a acechar aproximadamente durante un siglo. Es el sello estándar de “otro número más”. Y es que es así como nacemos, puede que tu familia, tus amigos o tu pareja te vean como un nombre, como una bolsa de sangre y lágrimas, sí… como una sanguijuela que vive en simbiosis con otras bolsas repugnantes como tú por mera conveniencia. Pero no te engañes, allá donde vayas, donde estés lejos de tus “fuentes de energía carmesí” serás solamente conocido como un número. Mete la mano en tu bolsillo, en tu cartera, y dime que no tengo razón.

Dejas de ser un bebé, quizás el único momento del ser humano en el que vive como tal, para convertirte en niño. Aquí ya empieza lo bueno, te meten en jaulas con otros animales para que te relaciones, obligado a obedecer como una alimaña doméstica. Pero no acaba aquí, si sigues pensando que no eres como el resto de integrantes del reino animal, entonces intenta rememorar tu infancia. Oh sí, bendita infancia… ¿has hecho algo bien? ¡Toma una galletita! Repugnante… porque… ¿qué se supone que has hecho bien? Ah sí, la diosa moral, aquella adorada por todos, sin necesidad de distinguir a los ateos de los creyentes….

Y una vez que has seguido las pautas del colegio y te has relacionado (¿libremente?) con los demás presos de esas celdas…. Espera, espera, tengo una mejor definición, no son celdas, son más bien unos huertos transgénicos, sí, ya sabes, si no nos gustan esas “lechugas” vamos a modificarlas para que florezcan a nuestro gusto… todas uniformes, iguales y… ¿perfectas?

Sí… esta etapa es en la que comienzan a modificar tus “genes mentales”: el paso de niño a preadolescente. Aún conservas algo del verdadero ser humano, pero poco a poco debes destruir esa información innecesaria porque tienes que hacer espacio a datos mucho más importantes, fechas, fórmulas, reglas éticas, comportamientos, textos… Y bueno, todas esas cosas que son de suma importancia para un chaval de unos diez años. Sin meter a presión todo eso en su cabeza, para después vomitarlo en papeles que tienen más capacidad de juicio que cualquier ser vivo, ellos nunca llegarían a triunfar en la vida. Vida… disculpa mi chiste.

Llega la adolescencia y la cosa no va a mejor. El bebé de sus interiores golpea la puerta, comienzan a cuestionar por qué seguir el camino de los demás y no ir por otros menos asfaltados. A esta regresión al verdadero ser humano, aquellos que nos conocen por cifras, le llaman rebeldía. Parece que todo el que no bala es rebelde.

Esta etapa me llevaría horas analizarla, pero vayamos a los puntos clave. Seguro que lo primero que se te ha pasado por la cabeza es el caos hormonal que sucede en la adolescencia. Ese hecho es la causa primera de que hagan locuras como… empezar a pensar por ellos mismos. Y es por ello que aquí puede aplicarse el darwinismo común que se da en el resto de especies. “No creo” dirás. Fíjate bien, hay dos formas de salir de la adolescencia: o bien o en una bolsa. Por supuesto que hay gente que sale mal y no termina muerto, pero veo que aún estás tomando esto de forma demasiada literal. Muerto es aquel que deja de ser como quiere ser. Tú no vives, ahora vive un molde de tu cuerpo y un microchip biológico.

Algunos se suicidan, aquellos que sí acaban verdaderamente en una bolsa, estos podemos denominarlos los débiles de la manada. Cierto es que el cambio de una jaula mansa de niños a una selva llena de peligrosos granudos y descerebrados adolescentes es muy significativo,  pero es la primera prueba real que un ser humano debe afrontar y no la escoria que les hacen tragar en un mundo gris.

Luego tenemos a los otros muertos. Aquí hay dos tipos: los que acaban destruyéndose poco a poco por no acabar como los suicidas y los que aceptan su condición de número y siguen su camino de flores de plástico. Poco que decir de estos dos especímenes. No son mejores destinos que el de que se corta las muñecas.

Por último tenemos a los que logran superar esta ardua prueba. Yo mismo los denomino filósofos. Unos inconformistas que no asienten ante todos los preceptos que apuñalan sus cerebros. Siempre con el por qué en los labios y una mirada de incertidumbre en sus ojos. Estos son los únicos que aún pueden seguir adelante y vivir como un ser humano debería hacerlo. Pero, ya lo sabes bien, aún quedan más fases.

Seguidamente, tras llenar tu cerebro año tras año de basura inservible, te envían a otra prisión. Aun así, puede decirse que esta prisión es optativa, aunque ya sabemos que si dices que no has pasado por ella el resto de lanudos te va a señalar con el dedo lanzando vocablos con más ignorancia de la que creen que tienes tú. Sí, parece que si en la etapa de la entrada a los veinte no estás catalogado como universitario entonces no mereces respeto ni que se te tome en serio. Obviamente tienen razón, la única forma de que todo lo que salga de tu maltrecha boca sean tautologías es si lo certifica un graduado de borrególogo. Tienen suerte los que optan libremente por entrar en esta cárcel, al menos el agobio será menor durante esos años. Pero pobres desdichados aquellos que tengan la obligación de entrar por lo que dictamina el resto del enjambre. Normalmente los que toman el último camino no merecen mucho mérito si a priori lograron superar la adolescencia, pues al fin y al cabo, muertos o supervivientes, estos acaban aquí.

Cada vez se reduce más y más el número de auténticos seres humanos, ¿cierto? Ya sólo nos quedan los que con plena libertad optan por seguir encarcelados y aquellos que deciden tomar otro camino sin importar que el zumbido del resto del enjambre les triture el cerebro.

La penúltima fase, y la más larga, es aquella en la que dedicas todo tu tiempo a hacer feliz a esos que nunca hicieron nada por ti, sí, otra vez ellos, los que te llaman por un secuencia de cifras. Aquí ya da igual muerto o vivo, todos se vuelven masoquistas y pocos logran escapar, normalmente los que logran evadirlo terminan muriendo prematuramente. Aquí el ser humano se vuelve un sumiso y la sociedad es su dominatrix. Día a día se levantan para ser un “buen ciudadano”, se arrancan las legañas de cuajo y se golpean hasta que sus labios afinan una grácil sonrisa. Salen de sus casas y allá van, cientos de días que pueden resumirse con el argumento de uno. Yo los veo y siempre pienso, ¿son felices? Todos andan igual en las calles, con la misma velocidad, con los mismos pasos, todos miran sus relojes, si llegan tarde enfadarán a sus verdugos y puede que les corten las cabezas así como borraron sus colores. Todo gris, contaminado, nocivo, inanimado. ¿Es la sociedad que te imaginabas cuando eras un niño? Dicen que cuanto más avanza la tecnología más felices somos, pero yo cada vez veo más tristeza, los embalses están a rebosar a causa de nuestras lágrimas.

Tal vez, pensándolo bien, merezcamos pasar por todas esas cárceles. Cometimos un enorme delito, asesinamos a la humanidad. Crecemos para ser robots y soñamos con que trabajar duro hará que después podamos relajarnos ser libres, pero ese día nunca llega, es una zanahoria en un palo y tú eres el burro.

Estamos contrarrestando el calentamiento global con el metal frío de nuestras pieles, grises, cada día un sentimiento nuevo se extingue. E incluso a veces me pregunto la razón de seguir siendo uno de esos vivos si al fin y al cabo a todos nos pilla la guadaña de la sociedad, puede que hubiera sido mejor haber perecido en la adolescencia, haberme convertido en un ser que asiente ante todo y agacha la cabeza ante las amenazas sinsentido de los que admiten que 3859188 se ha portado mal.

La fase final, es esa en la que te recompensan con unos escasos años de libertad por haber sido un siervo fiel. Ya no eres un peligro y estás tan dañado que no tienes tiempo siquiera para hacer lo que el ser humano que se albergaba en ti en otros tiempos hubiera querido. Sólo tienes tiempo para reflexionar. ¿He sido feliz? ¿He vivido bien? Patético… tu autocompasión hará que respondas afirmativamente a esas preguntas. Pero… oh, se te olvida otra cuestión. ¿Has vivido como quisiste y fuiste feliz la mayor parte del tiempo? Un rotundo no.

Pero alegra esa cara, eso ya pasó, ya no importa, al menos habrás sido un número que recordarán los demás por siempre, ah, no, espera, que ese número se te arrebatará y pertenecerá a otro desdichado visitante. Bueno, al menos siempre puedes pensar que por mucho que te opriman, te obliguen, te amenacen, te griten, te dañen o te prohíban, nunca podrán evitar que cumplas algo que todo verdadero ser humano ha de hacer.

Felicidades, serás carne entregada a los gusanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario