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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 14 de abril de 2013

No mires por la ventana

Cuatro de la mañana y aún no podía dormir. Estaba tumbado en mi cama, observando el techo de mi habitación. Las farolas de la calle estaba fundidas, había total oscuridad, pero mis ojos llevaban mucho tiempo abiertos, ya se habían acostumbrado a esa escasa iluminación… Ahí permanecía, sin mover ningún músculo más que el de los parpados y los respiratorios… El sonido del aire cruzando mi tronco bronquial era lo único que interrumpía el silencio. Era extraño… Normalmente siempre se escuchaba el típico ruido de algún crujido, de un gato callejero, de algún errante perdido por las calles, siempre había algún ruido, por mínimo que fuera. Dicen que el silencio relaja, pero a mí esa situación me estaba poniendo realmente nervioso…

Y mi mente no colaboraba, por el día a mi cerebro le costaba una gran cantidad de energía arrancar, pero por la noche entraba en hiperactividad y no hacía otra cosa que no fuera maquinar cientos de ideas absurdas…  Suerte, al menos, que era sábado por la noche. Bueno, técnicamente ya era domingo, pero la cosa era que mañana no tenía que madrugar. No obstante, a pesar del estado insomne… yo quería dormir…

Cansado de esperar a que mi cerebro decidiera de una vez por todas quedarse en stand by, decidí levantarme e ir a la cocina a tomarme un vaso de leche caliente. Dicen que eso ayuda a dormir… o eso creo.

El suelo estaba verdaderamente frío, y eso que ya estábamos casi en verano, así que me puse las zapatillas de estar por casa y caminé despacio y con cuidado para no despertar a mi madre. Llegué a la puerta del pasillo y la deslicé suavemente. Mientras iba de camino a la cocina pude observar un leve destello que cruzó la rendija de la puerta principal, la que daba a las escaleras de mi edificio. Fue como la luz de un escáner, de derecha a izquierda y el doble de rápido. Quizás el movimiento de la luz me lo habría imaginado, puesto que ahora mis ojos se manejaban mejor entre la penumbra, pero de lo que sí estaba seguro era de que tras esa puerta había luz… Y si algún vecino había encendido las luces para bajar o subir las escaleras, ¿cómo es que no se escuchaban sus pasos?

Pasé del asunto y continué hasta la cocina. Saqué mi taza blanca del armario superior y abrí la nevera. No recordaba que tuviera tanta potencia la pequeña bombilla del frigorífico… Me dolieron incluso los ojos al contraerse tan rápido mis pupilas frente a esa luminiscencia… Saqué el brik de leche semidesnatada y vertí leche casi hasta el borde la taza. La metí en el microondas y esperé dos minutos a que se calentara.

Mientras esperaba me puse a dar vueltas por el pasillo. Regularmente, cuando me levanto por las noches y voy a algún sitio de la casa, me traigo conmigo mi linterna, pero llevaba varios días sin pilas y se nos había olvidado comprar más, así que tendría que resignarme y evitar que mi cerebro empezara a infundirme miedo.

Mirando tras la ventana de la cocina comprobé que aún no funcionaban las farolas. Y, sin embargo… los coches proyectaban sombras… algo más al fondo de la calle estaba emitiendo luz. Luces extrañas… estaba empezando a cansarme ya de ese asunto, aunque tenga un poco de nictofobia tengo que admitir que, cuanta más luz procesen mis ojos en estos momentos, más me costará luego conciliar el sueño.

Pero mis ojos, instintivamente, se dirigieron al foco de luz durante unos breves segundos. Contemplé, entonces, el horror. En un acto reflejo enseguida me tiré al suelo para que mi figura no estuviera visible tras la ventana. Lo que vi sí se salía de lo normal. Comprendo que un objeto sea el culpable de iluminar algo… una linterna, un móvil, una pantalla, un led… pero, ¿cómo era posible que acabara de ver una silueta humanoide formada totalmente por luz? Y lo peor de todo no era eso, no sé qué era exactamente, pero donde se supone que se hallaba su cabeza pude ver dos agujeros negros, los cuales seguramente serían sus ojos… 

No sé cómo pude verlos a esa distancia, era como si, durante los milisegundos en los que mi mirada se cruzó con ellos, estos absorbieran toda mi visión… eran como dos vórtices oscuros incrustados en una masa lumínica.

Bueno… recurriendo al raciocinio estaba claro que la única explicación a eso era un sueño, o más bien una pesadilla. Y ya sabemos todos que en este tipo de pesadillas la única forma de despertar es muriendo. A pesar de que fuera un sueño no me iba mucho eso de actuar como un kamikaze, así que no me quedaba otra que esperar y aguantar hasta que mi verdadero yo despertase. Creo que era la primera vez que deseaba que el móvil activara su alarma o, en su defecto, que mi madre me levantara con el ruido de la aspiradora.

Socorro…

Ahora tendría que sobrevivir. Estaba claro que si ese… ente había absorbido mi visión era porque él también había mantenido contacto visual… ¡El microondas! Esa maldita luz del microondas iba a llamar la atención del ente. Tuve que arrastrarme por el suelo y alzar el brazo todo lo que pude para evitar dentro de lo posible que gran parte de mi silueta se quedara expuesta a su mirada. Estiré todo lo que pude y logré pulsar el botón del electrodoméstico para pararlo. Desafortunadamente, por el esfuerzo, me dio un tirón en el brazo. Tuve que aguantar el dolor y cerrar la boca… Ahora comprendía por qué decían que era necesario gritar cuando sufrías por algo, ¡qué diferencia! Era casi inevitable gritar frente a tal dolor…

¿Dolor? Un momento… se supone que en los sueños no puedes sentir nada. Y si ahora mismo mis nervios habían superado el umbral… significaba entonces que… no estaba dormido. Genial, una pesadilla real. ¿Y ahora cómo podía explicarse lo de aquella aberración? ¿Un hombre adornado con luces de navidad, un cartel luminoso con forma de humano, un efecto óptico?

No importaba mucho eso, aunque fuera una bombilla gigante no tenía ganas de volver a asomarme a la ventana. Así que me incorporé lentamente cerciorándome de que estaba en completa oscuridad, extraje la taza del microondas y me bebí la leche de un solo trago. Dejé la taza en el fregadero y volví a mi habitación.

Sin embargo no tuve en cuenta un minúsculo detalle: la ventana de mi habitación estaba frente a mi puerta. Nada más abrirla, inevitablemente, de nuevo, mis ojos se clavaron en esa luz, y otra vez su mirada vacía…

Salté a la cama temblando de terror, no sin antes cerrar la puerta de mi habitación. Me cubrí entero con las sábanas, a pesar de que tras un par de minutos comencé a sudar sin parar, y cerré los ojos con fuerza. El silencio aún perpetuaba, exceptuando el sonido de mi respiración acelerada y los movimientos involuntarios de mis extremidades debido a la ansiedad.

Quería dormirme y olvidarlo todo. Saqué un brazo de las sábanas y tanteé mi mesilla de noche hasta dar con mi móvil. Rápidamente lo agarré y escondí el brazo nuevamente bajo la manta. Miré la hora y eran las cuatro y media de la mañana… hasta dentro de una hora y media no amanecería. Menuda tortura… Al menos me quedaba la seguridad de que “aquello” no podía entrar en mi casa, al fin y al cabo teníamos una puerta blindada y por mucha luz que pudiera irradiar no sería capaz de entrar y hacer eso que pretendiera hacer…

Tras diez minutos, un poco más calmado, decidí sacar la cabeza de aquel horno. Ahora, por haber tenido tanto tiempo los ojos cerrados, debería esperar para que se adaptaran a la oscuridad. Pero creo que no hizo falta mucho tiempo para distinguir los objetos que me rodeaban… Una luz, exactamente como la de antes, la de la puerta principal, emanaba bajo la puerta de mi habitación. ¡Imposible! ¿Es que acaso ese ente estaba justo tras la puerta? ¿Cómo habría logrado entrar? Pero la mejor pregunta era: ¿si había conseguido traspasar la blindada, por qué no traspasaba esta y me mataba de una vez por todas?

Volví a esconder mi cabeza entre las sábanas y esperé a que se marchara. Si era él el mismo causante de la luz “escaneadora” de antes, entonces con el tiempo se marcharía… ¿verdad? Esperé con la cabeza al borde del colchón, abriendo una pequeña fisura en las sábanas para que mi ojo izquierdo pudiese observar el reflejo lumínico que el ente proyectaba en el suelo de mi habitación.

Por suerte, no pasó mucho tiempo cuando él, o al menos la luz que emitía, se fue. Para comprobar al cien por cien su ida me dejé caer despacio al suelo y me arrastré hasta la reja inferior de la puerta. Intenté mirar a través pero me era imposible. La única forma sería abriendo la puerta y… enfrentarme a lo desconocido.

Por el momento, al asomarme un poco al pasillo, todo parecía normal, así que continué hasta el salón principal y tampoco vi nada. A excepción de un cuadrado de luz que estaba en la pared próxima a la entrada de la cocina. Al principio creí que él se hallaba allí, pero la potencia era muy débil, esa luz debería provenir de más lejos. ¿Ya le habría dado tiempo a volver a su punto de inicio? Parecía rápido…

El silencio enfrió el ambiente, había una atmósfera tenebrosa, se notaba que él había pasado por aquí y esto era la prueba de que no toda la luz es símbolo de esperanza y paz. Ese individuo traía consigo la pura muerte y el olvido. Lo más extraño era que aún no había sido atrapado. Quizás mis métodos de supervivencia eran buenos…

No, seguro que estaba jugando conmigo.

Caminé agachado y agarré con mis manos el borde inferior del marco de la ventana de la cocina. Me asomé con lentitud hasta que mis ojos quedaron expuestos al panorama. Era imposible no verle, ahí estaba, justo en el mismo sitio que antes y, por desgracia, sus ojos me divisaron… Parecía imposible espiarle sin que me advirtiera.

Fueron unos breves instantes, pero algo en mi interior me decía que corriera de nuevo a la “seguridad” de mi cama. No estaba para tonterías, si mis instintos me advertían de peligro estaba claro que les iba a hacer caso.

Anduve deprisa pero con la fragilidad necesaria para hacer el menor ruido posible. Podría haber despertado a mi madre, pero estaba totalmente seguro de que no me creería, y no quería poner en riesgo su vida. Si tenía que afrontar en solitario esta amenaza sobrenatural yo lo haría encantado. De momento mi madre estaba segura en su habitación… durmiendo… Qué afortunada…

Por mi parte, como una centella, me tapé con las sábanas, pero esta vez me tumbé al revés, con los pies en el cabecero, así podría tener más controlada la puerta sin tener que levantar demasiado la manta para poder observar mi entorno. Todo estaba perfecto, apenas quedaba mi cara descubierta, sólo estaban fuera mi ojo derecho y poco más. Pero pensar minuciosamente en cómo colocarme en la cama para protegerme hizo que me olvidara de algo crucial: cerrar la puerta.

Sin pensar en nada más salté de la cama hasta la puerta para cerrarla. Y si hubiera llegado a tardar un segundo más creo que hubiera muerto… Justo al cerrar, la luz apareció iluminándome los pies. Esta vez, viendo el ente que estaba tras la puerta, no se quedó quieto esperando, sino que empezó a intentar girar el pomo y a dar empujones… Era fuerte, pero yo también estaba recibiendo fuerzas gracias a las cantidades ingentes de adrenalina y noradrenalina que mi cuerpo estaba segregando. Al menos ahora podía usar el miedo como herramienta y no como obstáculo.

Cada vez los golpes eran más fuertes, era raro que mi madre no se despertara, pero estaba en tal nivel de paranormalidad que ya era capaz de creerme todo lo que sucediera. Seguí haciendo presión para evitar la apertura. Solamente estaban pasando segundos, pero a mí me parecían infinitos minutos, una eternidad en la que echaba un pulso con mi propio destino. Simples centímetros me separaban de mi defunción. Cualquier movimiento en falso cambiaría las tornas del juego… De verdad, era una situación que no recomendaría ni al peor de mis enemigos…

Pero al final cedió y se marchó, todo se volvió oscuro de nuevo… Era la primera vez que agradecía estar rodeado de silencio, sombras y tranquilidad. Apoyé la cabeza contra la madera de la puerta para descansar un momento. Y cuando digo un momento es un momento…

El crujido de un cristal hizo sobresaltarme. Provenía de mi ventana. Sin embargo no había peligro, no había luz que me advirtiera de la presencia del ente, así que sería otra cosa… Confiado me giré y entonces pude verle, era la cosa más horripilante que había visto, pude notar el colapso de mi cerebro, no era capaz de procesar esa imagen… Una especie de humano anoréxico sin ojos, con tan solo cuencas, y una enorme boca, estaba agarrado a mi ventana, como si fuera una araña. En cuanto me vio abrió más la boca y emitió un grito agudo y ensordecedor. Me apresuré a bloquear la ventana para que no entrara, aunque, a juzgar por su aspecto amenazador, me extrañaría que no fuera capaz de romper el cristal…

¿Y ahora qué?

Me quedé quieto, sin poder parar de mirarle, seguía gritando pero no hacía nada por entrar… No entendía por qué no venía ya a matarme, estaba claro que hacía tiempo que había perdido el juego. Y sin embargo lo único que hacía esa aberración era gritar… Incluso hubo un momento en el que sus gritos se volvieron completamente mudos, solamente se abría su boca y fruncía el ceño mostrando una agresividad digna de la más fiera de las bestias.

Mi organismo había superado con creces el nivel permitido de terror, ya ni siquiera temblaba, lo único que hacía era quedarme quieto observando mi perdición, yo no le llamaría rendición, pero si así lo deseáis…
Después de un rato, percatándome de que nunca iba a acceder a través de la ventana, opté por irme a dormir. Algo bueno podía sacar de esta situación, tanta tensión me había dejado agotado y por fin tenía algo de sueño. Me tumbé e intenté olvidar todo aquello. Me puse de espaldas a la ventana, mirando la pared, así sería más fácil huir de aquí y entrar al mundo de los sueños… Sí, quería descansar… Cerré los ojos y enseguida el sueño me venció.

No obstante no duré mucho tiempo así. Me desperté tras un rato. Algunos rayos de sol ya iluminaban el cielo, así que a juzgar por la intensidad más o menos serían las seis de la mañana. Aún estaba bastante oscuro, pero se podían diferenciar en cierta medida los objetos. Fui a girarme en la cama para estar más cómodo, pero una sombra que observé en la pared evitó que lo hiciera. No recuerdo que a estas horas hubiera una sombra ahí, varias veces me fui a dormir o me desperté sobre las seis de la mañana y nunca vi aquello. Conocía hace tiempo a qué hora y dónde se proyectaban cada una de ellas en mi habitación para así evitar miedos innecesarios. Y la mayor razón de que desconfiara de esa sombra era precisamente que tenía forma humana.

Estaba claro quién era… Al final había conseguido acceder a mi habitación. Pero a pesar de ello no me había matado… Tal vez no pudiera atacar a la gente dormida. Después de todo, seguramente no sería la primera vez que este ente se paseaba por estos lares, posiblemente no tendría poder alguno con los que dormían, él necesitaría víctimas despiertas, para lo que fuera que hiciese…

No me quedaba otra, entonces, que fingir que dormía… Al menos podía observar mientras tanto su sombra para saber en todo momento acerca de sus movimientos. En este instante tenía ventaja sobre él. Ahora sólo me quedaba controlar el miedo y no hacer ningún movimiento brusco, cualquier cosa que le hiciera dudar de mi letargo podría desencadenar mi muerte.

Creo que esa fue la peor hora de mi vida… Cuando el reloj marcó las siete, con ya una considerable iluminación solar, aquel ente decidió abandonar la casa, pude escuchar incluso la puerta principal cerrándose. Se iba, se marchaba, había sobrevivido, había ganado a un ser digno de la más oscura pesadilla. No daba crédito a lo que había pasado.

Pero toda mi alegría se hizo pedazos al levantarme de la cama para hacerme el desayuno. En la pared más cercana a mi puerta había un mensaje escrito con lo que parecía algún tipo de tinte rojo…

Sabía que estabas despierto.

La sangre se me congeló. Ahora sí que los niveles de la ilógica habían reventado… No sabía qué hacer así que fui a la habitación de mi madre para enseñarle el mensaje de la criatura. Tal vez ella me hubiera creído… Y digo hubiera porque lo que pude ver en su habitación fue lo que me hizo descubrir la procedencia de esa “tinta”.  El cuerpo de mi madre estaba decapitado y su cabeza se postraba al filo de la cama, justo con la cara en dirección a la puerta para que fuera lo primero que viera al entrar, como un último contacto visual entre madre e hijo…

Mamá…

El shock fue terrible, permanecí de rodillas llorando sin parar, sin aún creer que el cuerpo sin cabeza que había en esa habitación era el de mi madre. Mi teoría de que no atacaba a los durmientes acababa de ser derrocada. Ese maldito sólo jugaba conmigo. Primero fue mi madre y luego sería yo… No quería morir así, no de esa forma… Tenía que hacer algo…

Y aquí estoy yo ahora. Fui a comprar decenas de tablones de madera. He tapiado todas las ventanas de forma que no se pueda ver nada. No hay manera de que ese ente vuelva a verme. También he comprado varias pastillas, unas para el sueño y otras para mantenerme despierto, las voy tomando según me convenga. Tengo un desorden importante en mis ciclos circadianos, pero todo sea por sobrevivir. Además, la falta de luz solar ya está haciendo efecto en mi piel y en mi organismo en sí. Me encuentro débil y cansado… Mi cuerpo está cediendo…

Creo que de una manera o de otra al final acabaré muerto por su culpa.

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