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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 31 de marzo de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Regreso [7]


El aullido de una bestia despertó a Hex. Durante toda la noche no había conseguido entrar en un sueño profundo, y ese penetrante sonido había logrado desvelarle completamente. No era muy normal, según lo que le había contado el posadero de la Posada del Cuervo, que los animales del lugar estuvieran activos durante la noche. Eran inteligentes y sabían que en la oscuridad las manifestaciones arcanas ponían en peligro sus vidas. No era el típico bosque en el que debías tener cuidado de los animales nocturnos, al contrario, la noche era el momento perfecto para no morir de un mordisco, aunque podías morir de otras formas…
                                                              
Además del aullido, había una gran duda que rondaba la cabeza de Hex. ¿Qué pasaría en la reunión de mañana? Lo más seguro es que acabaran yendo cada uno por su lado hasta que pasasen unos cuantos años. Y era precisamente esto lo que le provocaba tanta incertidumbre. Él podría arreglárselas en solitario, pero había Brujos como Inanis o Ignis que eran demasiado inestables. Si no acababan autodestruyéndose, seguramente destrozarían a sus aprendices. De entre los seis, estos dos eran claramente los que más se beneficiaban del Consejo. Incluso Luzbel, el cual había creado esto por mera supervivencia, podría valérselas por sí mismo en el caso de que se disolviera el Pacto.

Y Nexus… Cada uno de ellos tenía sus rarezas. La irascibilidad de Ignis, el mutismo de Tenebra, la apatía de Inanis, el humor de Luzbel… hasta él mismo, Hex, destacaba por su meticulosidad. Por su lado, Nexus, parecía tan normal, comprensivo, con dotes de líder y tolerante. No encajaba como Brujo. Aunque tal vez era ese ocultismo el que justamente le catalogaba como tal. Quizás, después de todo, escondiera algo a los otros cinco, él fue el que invocó a todos esos hechiceros moribundos; compartió la magia demoníaca y no se la guardó para él solo. Al fin y al cabo eso podría tener el mismo rasgo conveniente que tenía la idea del Consejo propuesta por Luzbel. Pero claro, lo de Luzbel era razonable, huía de sus predadores, formar una alianza con alguien era esencial. Sin embargo, ¿cómo se beneficiaría Nexus de esto? Era imposible que sólo lo hiciera por mero orgullo, no podía ser por el simple de hecho de dar a conocer a unos hechiceros que habían permanecido años en la sombra. ¿Fama? ¿Poder? ¿Qué destacaba en Nexus?

Otro aullido interrumpió sus pensamientos. El Bosque estaba intranquilo, desde luego. Habría que salir a investigar. Agarró de la mesilla su faltriquera y su Puñal Agónico y bajó las escaleras. Abrió la puerta y en la lejanía contempló a alguien envuelto en llamas que caminaba arrastrando algo. ¿Ignis? No, imposible, la forma en la que fluía esa clase de fuego no era la misma que la que los Brujos eran capaces de invocar. Esa magia la había visto escasas veces, pero podía reconocerla, un fuego tan espeso, tan viscoso, era como lava. ¿Podría ser un Vulcano? También era poco probable. Esos hechiceros eran completamente diurnos, se alimentaban de la radiación que rebotaba de la tierra, del calor. Una fría noche como la de hoy no podría proporcionarle tanta energía como para rodear su cuerpo de magia.

Fuera como fuera, había algo que sí era seguro: peligro. Hex invocó un minúsculo conjuro imperceptible que se adhería a su objetivo para que el taumaturgo que lo creara pudiera saber en todo momento la ubicación del otro. Esperó unos segundos hasta que en la palma de su mano izquierda se dibujara una runa verde, señal de que el hechizo se había realizado con éxito, y fue en dirección al Féretro Cenizo, la posada más cercana a la suya, donde dormían Luzbel y sus Brujos Infernales.

Mal Fario no comprendía por qué Luzbel había elegido justamente esa posada. Estaba en una zona verdaderamente peligrosa del Bosque de la Penuria, su nombre lo decía todo, aquel sitio estaba en un lugar rodeado de árboles muertos, pero que aún permanecían de pie, ramas retorcidas y corteza putrefacta creaban el panorama que podía observase a través de sus ventanas. Era con diferencia la zona de descanso donde más viajeros habían perecido por causas extrañas. Pero claro, era Luzbel, le gustaban los riesgos, aunque Hex no sabía con total certeza si sus aprendices compartían esa misma afinidad.

Enseguida supo que se aproximaba al lugar, la oscuridad se volvía más espesa y asfixiante. Tenía que ampliar su campo de visión, así que encendió su mano derecha con fuego vil, verde. Comenzó a escuchar alaridos de almas en pena. La temperatura del lugar descendió drásticamente. Hex sonrió, sabía que iban a atacarle, pero sus agresores estaban en desventaja, era el Gran Brujo Profano, estaba más próximo a la muerte que a la vida, ningún maleficio que aquellos espíritus pudieran lanzarle a él le haría el más mínimo efecto.

-Adelante. ­–dijo mientras desenvainaba el Puñal Agónico con gesto desafiante.

Un enorme grito vacío fue el aviso de que los espíritus iban a por él. Hex se rodeó de una esfera de un tenue tono verde y sonrió. Cada espectro que intentó tocarle estalló en miles de pedazos. Aquella burbuja no era un simple escudo protector, sino que, al entrar en contacto con alguien que no fuera el conjurador, le inyectaba una sobredosis de maná que le hacía reventar. Nadie podía resistirlo, pues aunque pudieras expulsar tu maná para evitar el exceso, a la sobredosis se le añadía una maldición que coagulaba tu maná sanguíneo. Era el hechizo defensivo-ofensivo perfecto. La Esfera Penitenciaria.

Siguió avanzado hasta que su vista divisó el Féretro Cenizo. Llamó a la puerta y el posadero le abrió. Preguntó si Luzbel aún permanecía aquí y este respondió que no, hasta sus aprendices se habían marchado. Por suerte Luzbel le había dicho hacia dónde iba, parece que ya se dirigía al Descanso del Muerto. Hex le agradeció la información con unas monedas y se marchó. Parece que durante la vuelta los espíritus le habían cogido miedo, ninguno decidió atacarle esta vez, ni siquiera hicieron ningún alarido, el Brujo volvió a sonreír victorioso.

Lo mejor ahora sería avisar a sus Brujos Malditos, en la Posada del Cuervo, e ir también al centro del Bosque. Cuando llegó se encontró en la puerta a Inanis y sus Brujos del Abismo. Le pareció raro que Inanis hubiera decidido recorrer el Bosque de una punta a otra para llegar hasta él cuando era más sencillo ir ya de camino al Descanso del Muerto.

Inanis le explicó que habían llegado tan rápido mediante un hechizo de distorsión espacial, había difuminado el terreno para que la distancia fuera menor. Tenía que hablar con Hex, ella también había percibido una gran alteración y había visto a aquel hombre extraño en llamas. Le costó reconocerlo, pero de entre todos los del Consejo de los Seis Puñales, al que veía más sensato era a Hex, incluso más que a Nexus.

Tras el halago, Mal Fario se quedó pensando. Al final concluyó que lo mejor sería viajar ya al centro. Inanis asintió y se dispuso a realizar el hechizo de antes para distorsionar la realidad, pero un grito de alguien conocido la hizo parar. Esa voz grave e iracunda era inconfundible, algo le pasaba a Ignis. Después escucharon otro grito, esta vez más agudo, de mujer… Tenebra.

Todos, aprendices inclusive, fueron al lugar de procedencia de aquellos chillidos, primero un hombre arrastrando un objeto, y ahora Tenebra e Ignis estaban en el mismo lugar y gritando de dolor. Al final las sospechas de Hex eran ciertas, aquel desconocido emanaba peligro.

Y aquello fue lo que le hizo recordar que él sabía perfectamente su localización. Observó la palma de su mano, casualmente el individuo estaba próximo a ellos. Efectivamente el extraño en llamas estaba con sus compañeros. Cuando estaban cerca de él, Hex pudo ver sorprendido como la runa de su mano se borraba. ¡Imposible! Era fácil disipar el hechizo, pero para ello tendría que haberlo…
Descubierto.

El extraño apareció de repente delante de todos, haciéndoles parar en seco. A pesar de sus ropas rasgadas y su cuerpo incinerado y esquelético, supieron reconocerlo. Shan había cambiado, como si se hubiera corrompido.

El Insano no les dejó tiempo para reaccionar, envió una gran ola de magma hacia ellos. Inanis invocó un gran vórtice abisal y Hex construyó un muro anulamaná. Todos los que estaban detrás de esos dos conjuros sobrevivieron al ataque, pero muchos otros fueron carbonizados. Al unísono, Hex e Inanis obligaron a sus aprendices a huir; estos, aterrados, asintieron y corrieron lo más rápido posible.

-No me importan esas alimañas. Os quiero a vosotros dos.

Ambos ignoraron las palabras de Shan. Estaban atentos a la imagen que había tras él. Estaban intentando escapar de la jaula donde estaban metidos, pero el maná que conformaba la jaula era irrompible, más duro que el propio titanio. Cada vez que tocaban los barrotes sufrían una descarga eléctrica.

Intentaron correr hacia ellos, trataron de esquivar a Shan, pero este, viendo lo que pretendían, alzó sus demacrados brazos, con los que empuñaba su gran hoz, e invocó un hechizo que hizo que la tierra bajo sus pies se arremolinara alrededor de ellos y les impidiera el avance.

-¿¡Pero en qué clase de hechicero se ha convertido!? –se preguntó Inanis con furia.

-Inanis, observa. Ya no es un simple Segador. Algo ha pasado en el mercado que le ha transformado en esa aberración. Fíjate en la jaula, también controla la electricidad, y dudo que se haya convertido en un Electromante. Tal vez…

-¿Tal vez qué?

-Tal vez… no sea un hechicero en concreto, sino que domine todos los tipos de magia… Fíjate en el maná de la jaula, mira atentamente y descubrirás que es una composición de todos los colores y texturas que un maná puede tener, es como… un maná universal…

-Bien observado. Una pena que tu cerebro tenga que perecer junto a ti… Por cierto, me gustaría quedarme y acabar la faena, pero amanecerá pronto, y aún tengo que dar muerte a otros dos de los vuestros.

-¿Acaso piensas que un simple geohechizo nos va a matar?

-Por supuesto que no. ¡Esto sólo es la bienvenida!

Tras ello, Shan clavó la hoja de su hoz en el suelo. Un temblor comenzó a propagarse hasta alcanzar los cadáveres de los Brujos quemados. Hilos negros rodearon los muertos y empezaron a levitar. Las hebras se introdujeron en los cuerpos y los rompieron en cientos de trozos. Después fueron transportados a un mismo sitio donde formaron una gran bola de carne.

-Y ahora el toque final… Os presento a vuestro hijo, Inanex.

Hex e Inanis se quedaron de piedra. Shan empujó un disco de magia de las sombras que atravesó a los dos. No les hizo daño alguno, pero pudieron sentir como parte de su maná les era arrancado. Se giraron y vieron como el disco iba ahora a la gran masa de carne. El impacto fue devastador, tanto que incluso lograron desprenderse de las garras de tierra que les paralizaban. El único que parecía inmutarse ante la colisión era Shan, el cual ya se estaba preparando para marcharse. Levantó con magia la jaula, no sin antes provocar una enorme descarga para dejar inconscientes de nuevo a Ignis y a Tenebra, y echó un último vistazo a la situación de los futuros cadáveres.

-Luego volveré a por los Puñales.

Fue precisamente esa última palabra la que encajó la última pieza en el puzle mental que Hex tenía. Si Shan iba en busca de los Puñales de la Insania, seguramente ellos habrían provocado tal atrocidad en su esencia, y si han podido hacer eso, el efecto podrá ser revertido o, en el peor de los casos, podrá destruirse su carcasa corrupta. Se incorporó y se dio la vuelta para atacarle con su Puñal, pero por desgracia ya se había marchado… era veloz.

-Hex, creo que es tontería ir tras él. Tenemos aquí nuestro problema personal.

El impacto mágico había hecho que todos esos cuerpos descuartizados formaran uno nuevo. La palma de su mano derecha desprendía magia violeta y su palma izquierda emanaba maná verde. Shan había creado un monstruo que poseía sus hechizos, maestro del vacío y de los maleficios, algo más poderoso que un Gran Brujo.

Sin embargo, cuando Inanex dejó de levitar, al tocar el suelo, los pocos hierbajos vivos que había en el Bosque se secaron ipso facto al estar cerca de sus pies, como si desprendiera un aura de pura muerte. Ese efecto en concreto le llamó especialmente la atención a Hex.

-Interesante… No es tan sólo un muerto con hechizos nuestros. Shan ha mezclado nuestros poderes, y de ambos no podía salir nada más que magia relacionada con el olvido y la muerte. Lo que hay delante de nosotros es un Infecto. Al parecer no es que tan solo Shan pueda manejar todo tipo de magia, sino que encima puede crear hechiceros nuevos.

-Un Infecto… Siempre creí que no existían.

-Hasta hoy yo creía lo mismo. Siempre me fascinó su historia. También les llaman “Hijos de los Nigromantes”, pues la única forma de que alguien sea un Infecto es siendo un hechicero en vida y luego resucitar de entre los muertos. Aunque esto es grosso modo, hay un montón de condiciones más… Y es justamente esa dificultad la que hace que sea un hechicero peligroso.

Una calavera sombría, que pasó por en medio de los dos, interrumpió la conversación. Parece que la voluntad estaba controlada por Shan, aunque estuviera formado por siete aprendices de ellos, ninguno controlaba ese amasijo cárnico, no había posibilidad de que recapacitara, habría que luchar.

Los dos entraron en acción. Inanex seguía lanzando hechizos, pero por suerte eran sencillos de esquivar, aún faltaba bastante tiempo hasta que el Infecto recuperara la total movilidad. Hex e Inanis empezaron a crear algunos hechizos ofensivos leves, no querían causarle mucho daño a la aberración, después de todo, estaba formado por sus aprendices, quizás ellos aún podrían sentir el dolor. Mientras “bailaban”, Hex continuó hablando.

-Los Infectos, aunque tengan que ser creados por Nigromantes, son mucho más poderosos que estos. Los Nigromantes han de gastar energía para invocar hechizos de muerte, los Infectos, sin gasto alguno, tienen un aura de escasos metros que provoca la Muerte Perenne, un tipo de muerte que ni los Resucitadores ni los Nigromantes son capaces de revertir. Pero lo más importante es el contacto visual, son como Medusa, no le mires nunca o tu piel y tus órganos se pudrirán en cuestión de segundos. Lo demás es pura magia de las sombras, aunque seguramente posea una mezcla del vacío y las maldiciones.

-Ya veo. Así que habrá que emplear la intuición. Supongo que no será incauto, si se da cuenta de que estamos fijando la mirada en él, de inmediato buscará con sus ojos nuestra mirada.

-Lo has entendido a la perfección.

-¿Y cuál es la mejor forma para matarle?

-Ninguna. Está muerto, no puede volver a morir… Lo único que podemos hacer es alejarle de sus fuentes de poder… Es decir, Shan, tú y yo. El Segador ya se habrá alejado y no podemos ir a ayudar a Luzbel y a Nexus. Si traemos al Infecto a las proximidades de Shan, lo único que conseguiremos será reforzarle. La única forma es…

-Escapar.

Hex asintió. Por mucho que les doliera, no podían ir a alertar al Aespacial y al Lengua Vil. Primero tendrían que huir, esperar a que Inanex perdiera toda su energía y, después, ir veloces al Descanso del Muerto, aunque fuera para ayudarles a combatir contra Shan. Al menos estaba Inanis, que con la distorsión espacial podría acortar el tiempo que tardarían en alejarse. Sin embargo, con las incesantes oleadas de magia que lanzaba Inanex, la Abisálica no podría concentrarse para realizar el conjuro.

Pero no estaba todo perdido, Inanis tenía otra forma de desplazarse, algo parecido a los portales de Nexus, pero que llevaban a distancias más cortas, su número de viajeros era mucho menor y había un gran riesgo de muerte. También requería un tiempo de canalización, pero bastante menor comparada con la distorsión.

Mal Fario la convenció para que le dejara a él luchar y así distraerle. Inanis tuvo que ceder, no había otra forma de salvar a los otros cuatro. Hex creó una humareda tóxica y se abalanzó contra el Infecto. Inanis no podía creérselo, estaba tocando ahora mismo al no-muerto y su piel no se pudría. ¿Cómo?

Era simple, ella no lo sabía, pero Hex se había maldecido a sí mismo fechándose su muerte. Era una maldición que por un lado podía usarse como bendición. Cinco minutos después de ser maldecido morías, sin embargo, este hechizo también evitaba que murieras antes de ese tiempo. Por eso Hex, aunque estuviera en pleno contacto físico con Inanex, no era afectado por el Aura de Muerte Perenne.

Con esa ventaja, infundió de pleno poder su Puñal y le apuñaló sin parar en el torso. Eso no iba a detenerle, pero las repetidas puñaladas le provocarían tal molestia que haría que se olvidara de Inanis y la permitiera crear el Agujero de Vacío. Mientras continuaba, Hex, por curiosidad, ahora que tenía cinco minutos de inmortalidad, decidió mirarle a los ojos. Fue una sensación extraña, percibió cien veces su muerte, pero en ninguna de ellas sintió dolor, al contrario, sentía paz y tranquilidad. Paró de apuñalarle y cayó al suelo. Ante el sonido contundente, Inanis, que ya estaba acabando de crear el portal, desvió la cabeza hacia Hex, sus ojos estaban emitiendo una intensa luz verde. Durante un segundo optó por cancelar el conjuro e ir en su ayuda, no obstante la voz de Hex invadió su cabeza, seguramente por un hechizo que él habría invocado por si ocurría algo semejante.

-Continúa. Estoy viendo. No puedo morir tan fácilmente.

Y estaba en lo cierto, Hex se levantó. Así como le brillaban los ojos, la esmeralda de su Puñal Agónico también emitía un destello. Este siguió moviéndose por los humos venenosos y volvió a provocar a Inanex para que se fijara en él. No podía correr riesgos ahora, había anulado su maldición de Muerte Segura y ahora el aura si podía afectarle. Pero tenía un as en la manga, con el Puñal potenciando sus hechizos, lanzó contra el Infecto un maleficio Imitador. Ahora todo lo que hiciera Hex lo haría Inanex. Mal fario simplemente se quedó quieto y así logró inutilizar al enemigo.

No obstante, justo cuando ya el Agujero de Gusano estaba creado e Inanis le avisaba para la retirada, una hebra surgió de la nada y agarró a Hex. No había tenido en cuenta un pequeño detalle, imitaba los movimientos del hechicero, pero no de sus magias. Inanis quiso detener el hechizo con un Desvanecedor, un pequeño conjuro que destruía los conjuros simples, pero fue demasiado tarde, la pierna derecha de Mal Fario entró en contacto con el Aura de Muerte Perenne. Sí, segundos después había sido liberado y pudo alejarse de Inanex, pero el contacto era irremediable. Poco a poco la putrefacción se iba extendiendo por su cuerpo, en cuestión de diez segundos ya alcanzaba su rodilla.

-No le des importancia a esto. Entremos en el vórtice, estoy seguro de que si pierde su energía, entonces los efectos de su aura perecerán con él. ¡Vamos!

Hex sabía que las probabilidades de que eso ocurriera eran realmente escasas, aunque no había nada que hacer, preocuparse sólo pondría en riesgo la vida de otros,  ahora lo primordial era alejarse y hacer que Inanex regresara a la tumba.

Los dos se adentraron y fueron escupidos a una verde colina, podía aún divisarse el Bosque de la Penuria en el horizonte, pero seguramente estaban lo suficientemente lejos como para que Inanex se quedase sin fuentes de energía. El aterrizaje fue bastante brusco. Inanis estaba acostumbrada a esos viajes y aun así todavía no había conseguido caer de pie, por lo que seguramente Hex habría sufrido algunos daños.

Inanis no lo veía en la cima de la colina. Empezó a llamarle y no respondía, así que se puso a buscarle. Lo encontró abajo, había impactado contra un árbol. Se acercó corriendo había él y vio su piel totalmente putrefacta, aunque aún estaba vivo, respiraba, y una muy tenue voz salía de su boca. Estaba pidiéndole un favor a ella, decía que extrajese de su faltriquera todas las vendas mágicas que tenía. En cuanto desenrolló las vendas, aparentemente, cortas, pudo ver que su longitud era casi hectométrica. Hex dijo que estaban empapadas en maná de un antiguo amigo suyo Curandero, así que posiblemente si vendaba su cuerpo con ellas, su estado volvería a la normalidad.

La Abisálica fue vendándole con cuidado, pero cada segundo que pasaba podía observar su piel asemejarse más a la de un cadáver. Ahora mismo parecía un muerto viviente. A pesar de ello, ella no se dio por vencida y siguió vendándole. Cuando estuvo completamente rodeado por ellas, Inanis observó que Mal Fario había cerrado los ojos. Intentó despertarle pero no conseguía nada… Hex Mal Fario había muerto.

Aunque aún había una última oportunidad. Una última imagen de su compañero blandiendo su Puñal hizo que pensara en el suyo, en el Puñal Ignoto. Si este era capaz de hacer desaparecer todo, quizás podría hacer desaparecer la muerte. Sin embargo, esa pequeña luz de esperanza se apagó cuando recordó lo que Hex la había contado acerca de los Infectos: eran hechiceros resucitados… Pero esto sólo se cumplía si la resurrección se llevaba a cabo por un Nigromante o un Resucitador. Ni siquiera sabía si su idea iba a funcionar, y si funcionaba no iba a ser ella realmente la que le despertara de la muerte, sino su Puñal… No perdía nada, si se alzaba como un Infecto, tan sólo tendría que alejarse de él antes de que cobrara no-vida completamente.

Así que se puso manos a la obra. Agarró el Puñal con las dos manos y se puso de rodillas frente a Hex. Se concentró y canalizó toda su magia hacia el Puñal, el cuarzo de la empuñadura brilló con tanta fuerza que ni siquiera sus párpados pudieron evitar el impacto de la luz. Siguió canalizando magia del Vació hasta que quedó exhausta. Finalmente, cuando vio que la hoja estaba completamente violeta y desprendía vapor de maná, clavó el Puñal Ignoto en el corazón de Hex.

Una gran explosión arcana surgió cuando la hoja penetró en su pecho. Todo se nubló debido a la gran cantidad de vapor de maná que había surgido a causa de la liberación de tanta energía mágica. Inanis fue repelida varios metros atrás. No lograba ver nada y tuvo que esperar con impaciencia a que el ambiente se volviera más nítido.

Poco a poco pudo distinguir las siluetas de lo que la rodeaba y enseguida se llevó una gran alegría al ver que la resurrección había sido efectiva. La silueta de Hex Mal Fario estaba de pie, definitivamente estaba vivo. Ahora quedaba eliminar otra intriga, Inanis debía ver si era un Infecto o seguía siendo el Gran Brujo Profano.

Cuando al final casi todo el vapor desapareció, Inanis supo que ya no era como antes. Aunque tampoco era un Infecto. Sus prendas grises aún permanecían, así como las vendas, pero ya no tenía carne, todo su cuerpo había sido sustituido por magia pura. Hex era como un fantasma de maná, pero no estaba muerto, Inanis podía oírle murmurar mientras observaba su mano. Aun así, ella debía cerciorarse de que seguía siendo él mismo… al menos por dentro. Y fue una única palabra, típica de él, lo que lo corroboró.

-Fascinante…


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