
Por esta razón a ella no le gustaba
hablar de su pasado, y menos de aquel en el que debía recordar sus vivencias
con su familia. Ya habéis visto que ella no hace honor a su apellido, ella es
comprensiva, apacible y solidaria, y fueron estas razones, este comportamiento,
lo que provocó rechazo en su familia, con sus consecuencias pertinentes, tales
como llevarla desde pequeña a las escaramuzas para enfriar su corazón,
obligarla a quitarle la vida a los moribundos, saquear las casas de inocentes
campesinos, emplear su magia para la tortura e incluso enseñarla a autoinfringirse
dolor y disfrutar con ello.
-Veréis… Esto sucedió hace cinco años, cuando tenía
quince. Ya habían pasado muchos meses en los que mi familia intentaba
corromperme. Cuando nací no se esperaban nada de esto. Poseía, ya desde bebé,
una armonía con la magia negra nunca antes vista, y eso les hizo pensar que
desarrollaría la mayor violencia y maldad que un Corazón de Ébano pudiera tener.
No les culpo, mi familia había crecido con la creencia de que todo Mago Oscuro,
por ser una ramificación de los Magos que daba de lado la magia pura para dar
todo de sí en la maleabilización de la magia negra, casi acercándose a los
Nigromantes o a los futuros Brujos, había de envolver su esencia en una
negrura, en una metamorfosis de crueldad y apatía… Sin embargo yo era un caso
aparte, tal vez el único. Nunca consiguieron lavarme el cerebro, jamás
comprendí por qué actuaban así. La oscuridad no implica maldad, por supuesto
que yo era otra Maga Oscura, pero no empleaba mis conjuros para destruir, sino
para todo lo contrario. Aunque bueno… formulaba dichos hechizos en privado,
cuando nadie me veía, y por tanto lo hacía muy pocas veces. Recuerdo la primera
vez que me vieron salvar a una minúscula hormiga de ser devorada por un pájaro.
Ese día iba acompañada por mi madre, Kelheit Corazón de Ébano, ella esperó para
ver qué hacía ante esa situación, creyendo que mataría al pájaro. Pero no fue
así, únicamente envolví en una esfera oscura a la hormiga y la alejé del pájaro
lo suficiente para que no la encontrara. Cuando mi madre vio esta benevolente
acción, invocó dos garras que me sostuvieron por los hombros y me zarandearon
sin parar de forma brusca hasta que me lanzaron contra un árbol… Desde ese día
supe que no era afecto lo que sentía mi familia hacia mí, sino esperanzas de
que aflorara maldad en mi interior. Y si el precio por ser querida era
convertirme en un ser despiadado, prefería el odio acérrimo que a día de hoy,
si siguiera alguno de ellos vivo, me seguirían guardando. Pero bueno, vayamos a
lo que nos concierne, la razón de que Androk haya aceptado colaborar con Tathis…
A partir de aquí comenzó todo.
Tenebra había sido obligada, como de
costumbre, a presenciar la carnicería que sus familiares iban a cometer en una
batalla casi a terminar entre uno Bárbaros y unos Arcanistas. Era conocido
entre todos el odio que se tenían recíprocamente ambos bandos. Los Arcanistas
dieron la espalda hace varios años a las Universidades de Magos ya que
afirmaban que esto sólo limitaba el potencial que un hechicero podía alcanzar.
Ellos se iban directamente en busca de flujos arcanos para experimentar con
ellos y estimular las corrientes de maná de sus vasos sanguíneos. Eran, en
pocas palabras, hechiceros purasangres. Y, como era obvio, cuanto más maná
poseía el prójimo, más furia se desarrollaba en las mentes de los Bárbaros.
Unos por desprecio a la magia, otros para demostrar que el futuro era el uso de
dicha energía. Dos razones dispares, un único y sanguinario objetivo.
Para los Corazones de Ébano esto era
irrelevante, como si se masacraban por puro placer, lo único que les interesaba
era ese odio que desprendían. Gracias a ello incluso sin que la batalla
terminara podían infiltrarse en mitad de la lucha para ir exterminándoles.
Ellos estarían protegidos ya que, ciegos por la ira, los Arcanistas no
distinguirían su magia, blanca, de la negra, y los Bárbaros ni siquiera tenían
la experiencia necesaria para saber diferenciar un tipo de magia de otra.
No obstante, los Corazones de Ébano no
eran, de los tres bandos, los que conocían a la perfección toda la situación.
Habían pasado por alto un aspecto realmente crucial. No eran unos Bárbaros
cualesquiera, eran ni más ni menos que de la casta de los Descuajeringadores.
Entre ellos se encontraba un joven Androk, con una edad similar a la de
Tenebra.
Eran tan diferentes en el campo de
batalla. Tenebra, ya infiltrada con el resto, aprovechaba cualquier momento en
el que las miradas de sus familiares no se clavaran en ella para, en vez de
rematar al herido, sanar sus heridas difuminándolas entre las sombras. Allí estaba
ella, temblando, sin saber qué hacer, observando cada movimiento extraño del
terreno, aterrada. Por otro lado, a metros de distancia, Androk, hacha en mano,
decidido, enfurecido, sediento de violencia, iba matando a cualquier Arcanista
que se ponía en su camino.
La joven miraba de vez en cuando al
resto, carentes de piedad escogían a los
que llevaban reliquias con un buen precio en el mercado y les rebanaban el
cuello con un Haz Sombrío. A veces ella deseaba poder plantarles cara y
hacerles probar su propia medicina, pero era tarea imposible. Pese a que los
hechizos de sombras contienen un poder inimaginable, tienen una gran desventaja,
y es que no puedes combatir la sombra con la sombra. Aunque eso no quería decir
que ella también fuera invulnerable a sus hechizos.
Había unos diamantes negros provenientes
de una mina actualmente derruida. Cuando los mineros descubrieron que dichos
diamantes eran algo fuera de lo común, que provocaban pesadillas, alucinaciones
y locura en su poseedor, optaron por cerrar esta mina. Afortunadamente, esta
noticia llegó a oídos de varios Corazones de Ébanos, que decidieron dejar un
cristal de maná imbuido de sombras dentro, para así poder teletransportarse al
interior empleando un segundo cristal en el exterior. Estos cristales se
cargaban con la magia característica del taumaturgo y podían permitirte viajar
por el espacio como lo haría un Mago de Retaguardia con un potencial un poco
inferior.
Los investigadores fueron trayendo
varios diamantes negros en aras de conducir dicha demencia hacia un beneficio
propio. Sin embargo, descubrieron algo mejor. Tras intentar infundir de magia
los diamantes, comprobaron que, si el poseedor del mineral era un hechicero,
entonces lo que hacía era distorsionar la magia de su sangre, consiguiendo que,
aparte de hacerla más potente, fuera capaz de combatirse a sí misma, es decir,
un Mago Oscuro en posesión de un diamante negro podría matar a otro Mago Oscuro,
tuviera este otro diamante o no.

La única opción para deshacerse de la
opresión que ejercían sobre ella era apoderarse de un diamante negro y
aprovechar la clara ventaja que tenía en la magia negra. Pero ello conllevaría
seguramente el caer en las fauces de la locura. Tendría, por tanto, que buscar
otra solución. Y si nunca llegaba a hallar otra alternativa, al final debería,
o bien dejarse llevar por la corriente y volverse otro Corazón de Ébano más, o
bien arriesgarse a robar un diamante y rezar para que su mente fuera lo
suficientemente fuerte para no enloquecer.
Pero aún estaba lejos de la rendición.
Tenía la respuesta en ese mismo campo de batalla. Los Bárbaros, capaces de
dañar la magia y resistir su daño mucho más de lo que cualquier otro guerrero
cuerpo a cuerpo de la época pudiera. Si convencía a uno de ellos para aliarse
temporalmente con ella, podría quizá deshacerse por fin de los dañinos
grilletes de su familia.
Allí encontró a Androk, el Bárbaro con
el rostro más juvenil y más inocente, dentro de lo posible, que se encontraba
en las filas de los “Antiarcanos”. No sería fácil convencerle, seguramente en
cuanto se enterara de que ella era una hechicera arremetería contra su cuello
con el hacha. De todas formas, precisamente por ser el más joven, quizás podría
persuadirle y hacerle entrar en razones, no esperaba quitarle ese odio ilógico
por los “Proarcanos”, con que le ayudara a acabar con una de las estirpes más
crueles sería más que suficiente.
La Corazón de Ébano se desvaneció,
transformada en pura sombra, y se deslizó por el suelo para llegar sin
impedimentos hasta él. Tampoco sería tarea sencilla mantener una conversación
en medio de la encarnizada batalla. Por tanto, optó por licuar la sombra y
hundirle en el Charco Umbrío. Aprovechó, además, para poner algo a favor según
su plan, así que usó todo su poder para llevar al Charco Umbrío al nivel de la
Penumbra Eterna. Este hechizo, pese a la simplicidad de su conjuración, sólo
podía ser evocado por un Corazón de Ébano. Mientras que cualquier hechicero
estudioso de la magia negra podía crear un Charco Umbrío, eran sólo los
familiares de Tenebra quienes podían aumentar su efectividad.
La Penumbra Eterna impedía que te
ahogaras en las sombras, te inducía en un breve coma y finas hebras oscuras
arraigaban en tu mente reproduciendo en tu sueño todos los tormentos que
perseguían al taumaturgo creador del Charco Umbrío. Por lo que, una vez Tenebra
se encontraba lejos del campo de batalla y había sacado de las sombras a
Androk, este ya conocía todas las atrocidades por las que la joven había
pasado. Sin embargo, como cualquier otro sueño, existía en ese momento
demasiada incertidumbre en el Descuajeringador.
-¿¡Qué es lo que quieres!? –preguntó
desconcertado, con la noción del espacio perdida –.
-Simplemente hablar contigo. Ya sabrás que soy una
hechicera, más en concreto una Maga Oscura, pero…
-Así que eres uno de esos perros sarnosos adictos
del maná. ¡Dame un segundo para recuperarme y te partiré en dos con mi hacha! –contestó
interrumpiéndola –.
-No estás en una posición favorecedora. Estás
mareado, ahora mismo tu pericia en el combate flaquea y podría atravesarte el
corazón con un Haz Sombrío…
-¡Que así sea! No me importa lo desaventajado que
esté, si opongo resistencia, morir en la batalla es un honor para un
Descuajeringador.
-¡Pero yo no vengo a luchar! Por favor, olvida por
un momento que por mi sangre fluye maná. De hecho tienes dos opciones: no
escucharme y añadirme a tu lista de muertes bélicas o escucharme y tener la
posibilidad de acabar con una casta entera de Magos Oscuros. En tus manos está
la decisión. Yo no tengo nada en contra tuya, ¿acaso realmente tú tienes algo
en mi contra?
Fue digno de mención ver a un Bárbaro meditar antes que actuar. Parece que Tenebra había dado con el Antiarcano adecuado.
El joven se levantó, envainó su hacha y tendió la mano a la Maga Oscura.
-Soy Androk, de la estirpe de los
Descuajeringadores, el primogénito de la nueva generación que creará un nuevo
mundo sin la peste del maná.
-Yo me llamo Tenebra, y por desgracia pertenezco a
los Corazón de Ébano, unos Magos Oscuros que sólo se mueven por el interés
propio.
-¿Y a qué se debe el traicionar a tus hermanos, a
otros hechiceros?
-Si te has dado cuenta, Androk, yo no soy como esos
que están ahí abajo, empleando la magia para destruir, para matar. Yo creo que,
si tenemos el privilegio de manejar algo tan poderoso como es el maná,
deberíamos emplear nuestro poder para mejorar este mundo y no para estropearlo
aún más. En cierto modo, os entiendo a vosotros, los Bárbaros, pero quiero que
comprendas que no soy la única que piensa de esta forma, te aseguro que hay
muchos hechiceros más que emplean la magia para crear, no para asolar el
planeta.
-Hagamos un trato, ¿de acuerdo? Si cumples tu
palabra y permites desatar mi rabia con esos Corazón de Ébano, entonces te
creeré y te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para que mi familia
sea tolerable con Proarcanos dignos… como tú.
Era un trato bastante extraño. Una paz
inestable a cambio de un parricidio, pero era eso o nada. Además, las futuras
víctimas no eran del aprecio de Tenebra. Pasara lo que pasara ella no saldría
perdiendo. Aceptó y empezó por contarle el plan a Androk, no sin antes
informarle del objeto clave: el diamante negro.
-Androk, precisaré de tu maestría en el combate. Vas
a enfrentarte a unos hechiceros de un poder inimaginable. Si yo he podido
infundirte un terrible tormento creando un Charco Sombrío, imagínate de lo que
serán capaces Magos Oscuros más instruidos. Basta con decirte que la parte
fácil será entrar ahora en el campo y matar a uno de ellos para arrebatarle su
diamante negro.
-Tú no te preocupes. Mi poder se basa en el dolor,
cuanto más daño recibo más furia tengo. En otro guerrero podría ser
contraproducente, pero nosotros, los Bárbaros, la moldeamos a nuestro favor. Te
aseguro que si no hubiera peligro alguno, para mí resultaría más difícil. Así
que continúa con el plan, sin rodeos.
-Está bien. Una vez tengas el diamante negro aquí habremos
acabado. Si quieres seguir luchando no me molestará. Yo te estaré esperando
justo en este lugar para potenciar el diamante, el cual habrá perdido su poder
por la muerte de su poseedor, con magia negra, así será efectivo contra mi
clan. Tras esto aguardaremos hasta la noche y te conduciré al pueblo donde
residimos. Será entonces cuando nuestros caminos se dividan y tú desates la
destrucción. Ten cuidado de no matarme a mí porque yo estaré por ahí fingiendo
que soy otra presa más.
-Entiendo, y cuando acabe con todo Corazón de Ébano
viviente, exceptuándote a ti, será cuando llegaré a comprender que existen
hechiceros que desprecian a los que tienen el caos y la desolación como modo de
vida, ¿no?
-Yo ahí no me inmiscuyo. No me importa si tu idea antiarcana
sigue vigente tras esto… Aunque mentiría si dijera que no me alegraría ver un
cambio de mentalidad en los Bárbaros acerca de los hechiceros –respondió
Tenebra sonriendo –.
Volvieron a darse un apretón de manos y
se pusieron manos a la obra. Androk agarró su hacha con fuerza y cargó hacia la
batalla con total determinación. Tenebra le informó con detalle de los atuendos
de un Corazón de Ébano para que no perdiera el tiempo despedazando a algún que otro Arcanista. Algo
la decía que muy posiblemente tendría que esperar por el ansia de sangre de su
aliado temporal.
No obstante, y para su asombro, a los
pocos minutos regresó a la colina donde se hallaba Tenebra. Estaba lleno de
sangre, con varias heridas incandescentes que desprendían humo negruzco, señal
de que había recibido varios hechizos de magia negra; y, por supuesto, con el
diamante negro en su puño.
Tenebra corrió a socorrerle. Pese a que
la lucha hubiera sido rápida, había sido complicada al menos para Androk. Este
cayó exhausto, pero ordenó a Tenebra que no se preocupara por sus heridas, que
pronto sanarían con el descanso. Esa era otra ventaja de los Bárbaros, no
puedes dejarles descansar o recuperarán todas sus fuerzas para una segunda
ronda de violencia y sangre. Por tanto, ella se ocupó del diamante. Se hizo a
un lado y se concentró en canalizar su energía hacia el interior del mineral.
Unos pocos segundos después el conjuro
se había completado sin impedimentos, el diamante negro estaba cargado de nuevo
con magia negro, dispuesto a hacer frente a cualquier Corazón de Ébano que se
interpusiera ante el ataque de Androk.
La Maga Oscura y el Bárbaro esperaron
hasta la noche matando el tiempo con una amena charla en la que se conocieron
mucho más a fondo. Por primera vez Tenebra se encontraba a gusto con alguien, y
quién la diría que iba a ser precisamente con su enemigo por antonomasia, con
un Antiarcano. Por su lado, Androk debía de admitir que no era precisamente
odio lo que sentía hacia esa Proarcana, se sentía muy cómodo hablando y
descubriendo que, aquellos humanos de los que los Bárbaros se mantenían
alejados, no eran tan diferentes. ¿Quizás era el principio de una amistad o
quizás de…?
El Sol se ocultó en el horizonte. Ya
ambos bandos se habían retirado de la batalla. Muchos habían caído, en gran
parte por la emboscada de los Corazón de Ébano. Tenebra observaba el panorama
con rabia, le hubiera gustado haber puesto fin a esto antes de otra carnicería,
pero era más sensato esperar a la tranquilidad de la noche para pillarles con
la guardia baja. Mientras tanto, entre sus pensamientos de desconsolación, una
pregunta del Descuajeringador la asaltó.

-La familia no se define por compartir una misma
sangre, sino por compartir el apoyo y la compañía, tanto en los momentos buenos
como en los malos. Ellos no son mi familia, son sólo mis carceleros. Acaba con
ellos.
-Que así sea.
Y los dos partieron hacia Luz Oculta, el
pueblo donde residía la casta Corazón de Ébano. No tardaron demasiado, ya que
Tenebra empleó nuevamente el Charco Umbrío para transportar a Androk con ella a
una mayor velocidad. Eso sí, esta vez sin causarle secuelas traumáticas como
las de la otra vez.
Llegaron y, como estaba previsto, él se
ocultó entre unos arbustos y esperó a que la Maga Oscura entrara en su casa. A
partir de ahí contó sesenta segundos y la operación parricida dio inicio.
Enseguida salieron oleadas de Magos
Oscuros para detenerle, pero el diamante negro hacía a Androk imparable. Uno a
uno fueron cayendo bajo su hacha. El Bárbaro no lo sabía, pero Tenebra la había
ocultado la verdadera acción del diamante. El filo de su arma estaba impregnado
de magia negra que había depositado ella misma sin que él se percatara, por lo
que esa masacre también era consecuencia de un hechizo de Tenebra: el
Encantamiento Azabache. Hoy, la Corazón de Ébano más débil demostraba que la
fuerza podía obtenerse de otras formas.
Con la pericia de él y la magia de ella
poco podrían hacer esos Magos Oscuros. Y no pasó mucho tiempo hasta que fueron conscientes
de la inutilidad de su ofensiva. Algunos comenzaron a escapar, aunque Androk
estuvo alerta e impidió que la gran mayoría lo consiguiera. No obstante, unos
cuantos, un poco más hábiles, sí lo lograron.
Al cabo de una hora la tarea había
concluido. Tenebra procedió a atraparlo por tercera vez en un Charco Umbrío
para llevárselo de allí raudamente y poder hablar en un lugar seguro y
tranquilo.
-De verdad, te estaré eternamente agradecida. No
tengo palabras para expresar mi gratitud.
-El placer ha sido mío, Tenebra. Creo que he matado
más hechiceros hoy que en cualquier batalla en la que he estado con
anterioridad.
-Y… bueno… Supongo que aquí nuestras vidas van por
trayectos distintos.
-Mucho me temo que así es. No sería recomendable
seguir viéndonos… Pero ya te prometí que haré todo lo posible para que los
Bárbaros, o al menos los Descuajeringadores, no actúen de forma hostil contra
el primer hechicero que se les cruce por el camino.
-Lo entiendo. Gracias por todo, Androk, siempre te
recordaré. Espero que algún día volvamos a encontrarnos, y no como enemigos.
-Los Dioses son sabios. Ten por seguro que algún
día, tal vez pronto, volvamos a vernos.
Ambos se dieron un fuerte abrazo y se
marcharon por lados opuestos. Tenebra ahora tenía que ir con aquellos que
consiguieron huir, no debía levantar sospechas.
Estos se encontraban a las afueras de
Luz Oculta, eran tan sólo cuatro, entre ellos, por desgracia, se encontraba
Kelheit, su madre. Tenebra maldijo para sus adentros y trató de calmarse, esto
seguía siendo mucho mejor que seguir con toda la familia viva.
Sin embargo, no en vano Kelheit tenía el
apodo de la Matriarca Obsidiana. Se había granjeado su fama por su perspicacia.
Sabía que la única manera de que un Bárbaro llegase aquí era si un Corazón de
Ébano le guiaba y, además, que tuviera esa destreza para matarles indicaba que
era poseedor de un diamante negro, seguramente facilitado también por ese
traidor.
Preguntar quién había ayudado al Bárbaro
no serviría de nada. No obstante, había una manera eficaz de hacer salir al
sospechoso. Una simple cuestión no cambiaría su rostro, pero atacar fríamente el
campamento de los Descuajeringadores tal vez esbozaría una mueca de asombro en
el traidor.
Con el transcurso de los días, sin
informar a los cuatro sospechosos, Kelheit contactó con un antiguo compañero
que era Magotrón, una clase de Mago especializado en la investigación y
tecnología. Llegó al acuerdo de darle todos los diamantes negros que quisiera
si bombardeaba con los explosivos más potentes todo lugar donde residiera algún
Descuajeringador.
El Magotrón aceptó, y pronto diseñó
bombas de energía pura especialmente diseñadas para desintegrar la robusta piel
de los Descuajeringadores. Con todo listo, a los pocos días un escuadrón
liderado por este hechicero arrasó con todas las casas de la familia de Androk,
incluyendo su campamento.
Durante este ataque, Kelheit había
llevado a los otros cuatro Corazón de Ébano a contemplar desde la lejanía la
devastación de este cuartel. Fue entonces cuando Tenebra no pudo contenerse y
rompió a llorar, muy seguramente Androk habría muerto y nunca más volvería a
verle.
Kelheit, percatada de quién les había
traicionado, pese a que fuera su hija, la estranguló sin piedad con sombras y
la transportó hasta el campamento para que viera desde más cerca aquella
destrucción. Los otros tres Corazón de Ébano, libres de sospecha, acompañaron a
la Matriarca Obsidiana para deleitarse con la tortura que iba a emprender en el
joven cuerpo de Tenebra.
Comenzó invocando unas Garras Negras que
arrancaron jirones de su piel, dejando expuesta la musculatura. El dolor era
terrible y tan sólo era el preludio. Pero no le importaba morir, Kelheit era la
única fémina que sobrevivió y ya no era fértil. La posibilidad de que la
estirpe Corazón de Ébano no desapareciera era nula. Daba igual lo que
ocurriera, su cometido se había cumplido, tan sólo tenía que evitar
concentrarse en la tortura de su madre.
Pero entonces, de entre las llamas de
una de las tiendas de campaña, un Bárbaro con unas heridas de maná puro y una
espada demacrada se lanzó a por ellos decapitando de un solo tajo a los tres
Magos Oscuros que hacían de espectadores. Era ni más ni menos que Androk,
milagrosamente había sobrevivido.
La Matriarca Obsidiana, ante este
imprevisto, soltó a Tenebra y atacó con un potente Haz Sombrío al
Descuajeringador. Por desgracia, en cuanto el hechizo rozó su piel, este se
convirtió en un polvo brillante, sin efecto dañino alguno en él.
Ahora Tenebra lo entendía. Gracias al
diamante negro la explosión no lo había desintegrado, sino que el efecto mágico
de la bomba se le había impregnado en el cuerpo y había mejorado sus
capacidades de resistencia frente a los conjuros. Si antes era un guerrero
temible, ahora cualquier hechicero temblaría.
Llegó el turno de Androk. Kelheit no
tuvo nada que hacer. Este, con todas sus fuerzas, lanzó su espada hacia su
corazón y atravesó su pecho matándola al instante dejando en el suelo un gran
charco de sangre negra.
-¡Androk, no has muerto! Me alegra que…
-Me has traicionado, Tenebra… -dijo
Androk cortando el júbilo de ella –.
-¿Cómo? No, lo que pasa es que…
-Así que estas eran tus verdaderas intenciones, ¿no?
Primero traicionas a tu familia y luego a la familia de quien ejecutó tu plan. Eres
peor que los Corazón de Ébano a los que criticabas.
-¡Androk, escúchame!
-¡Déjame en paz! ¿Sabes qué? Al principio pensé en
matarte, pero prefiero dejarte viva, que crezcas, rodeada de soledad, y sufras.
Aunque te aseguro que algún día iré a por ti, cuando te halles en la peor
situación y ya tu corazón quede marchito… ¡como hoy el mío! Será entonces
cuando te dé muerte.
En estos momentos Tenebra estaba a punto
de terminar la historia.
-No dejó que le diera explicaciones. Salió corriendo
y nunca le volví a ver… hasta hoy. Comprendo lo que tuvo que sentir. Por una
vez pone su confianza en una hechicera y a las horas acaba con toda su familia
masacrada… Tal vez yo hubiera actuado de esa misma forma vengativa.
-Interesante… Así que Tathis ha buscado bien a su
aliado, alguien que mata hechiceros ya no por odio, sino por venganza y sobre
todo si entre ellos te hallas tú.
-Sin embargo creo que con él la cosa no tiene que
acabar necesariamente en muerte. Es posible que consigas hacerle entrar en
razones y que se alíe con nosotros para combatir a Tathis. Si eso pasase, ¡me
gustaría ver el rostro boquiabierto del Portaluz!
-Sí… Podría ser efectivo, un buen as en la manga.
-Ya, ya, lo que digáis. Si habéis terminado de
contar batallitas es mejor que volvamos a movernos.
-¿A qué tanta prisa, hermana?
-¿Te has dignado en mirar hacia el este? Tenemos
compañía.
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