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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Carne [11]

Tenebra se mostró inquieta, se arrepentía de haber contestado. Era una Corazón de Ébano después de todo, podría decirse que su casta era repudiada hasta por los hechiceros de peor calaña. Viles, sádicos, despiadados, fríos y manipuladores. En la Guerra de los Arcanos no iban en ningún bando, simplemente esperaban a que dos ejércitos se enfrentaran en un campo de batalla y empezaran a debilitarse para así, ellos, rematar a los heridos y apropiarse de sus pertenencias.

Por esta razón a ella no le gustaba hablar de su pasado, y menos de aquel en el que debía recordar sus vivencias con su familia. Ya habéis visto que ella no hace honor a su apellido, ella es comprensiva, apacible y solidaria, y fueron estas razones, este comportamiento, lo que provocó rechazo en su familia, con sus consecuencias pertinentes, tales como llevarla desde pequeña a las escaramuzas para enfriar su corazón, obligarla a quitarle la vida a los moribundos, saquear las casas de inocentes campesinos, emplear su magia para la tortura e incluso enseñarla a autoinfringirse dolor y disfrutar con ello.

-Veréis… Esto sucedió hace cinco años, cuando tenía quince. Ya habían pasado muchos meses en los que mi familia intentaba corromperme. Cuando nací no se esperaban nada de esto. Poseía, ya desde bebé, una armonía con la magia negra nunca antes vista, y eso les hizo pensar que desarrollaría la mayor violencia y maldad que un Corazón de Ébano pudiera tener. No les culpo, mi familia había crecido con la creencia de que todo Mago Oscuro, por ser una ramificación de los Magos que daba de lado la magia pura para dar todo de sí en la maleabilización de la magia negra, casi acercándose a los Nigromantes o a los futuros Brujos, había de envolver su esencia en una negrura, en una metamorfosis de crueldad y apatía… Sin embargo yo era un caso aparte, tal vez el único. Nunca consiguieron lavarme el cerebro, jamás comprendí por qué actuaban así. La oscuridad no implica maldad, por supuesto que yo era otra Maga Oscura, pero no empleaba mis conjuros para destruir, sino para todo lo contrario. Aunque bueno… formulaba dichos hechizos en privado, cuando nadie me veía, y por tanto lo hacía muy pocas veces. Recuerdo la primera vez que me vieron salvar a una minúscula hormiga de ser devorada por un pájaro. Ese día iba acompañada por mi madre, Kelheit Corazón de Ébano, ella esperó para ver qué hacía ante esa situación, creyendo que mataría al pájaro. Pero no fue así, únicamente envolví en una esfera oscura a la hormiga y la alejé del pájaro lo suficiente para que no la encontrara. Cuando mi madre vio esta benevolente acción, invocó dos garras que me sostuvieron por los hombros y me zarandearon sin parar de forma brusca hasta que me lanzaron contra un árbol… Desde ese día supe que no era afecto lo que sentía mi familia hacia mí, sino esperanzas de que aflorara maldad en mi interior. Y si el precio por ser querida era convertirme en un ser despiadado, prefería el odio acérrimo que a día de hoy, si siguiera alguno de ellos vivo, me seguirían guardando. Pero bueno, vayamos a lo que nos concierne, la razón de que Androk haya aceptado colaborar con Tathis…

A partir de aquí comenzó todo.

Tenebra había sido obligada, como de costumbre, a presenciar la carnicería que sus familiares iban a cometer en una batalla casi a terminar entre uno Bárbaros y unos Arcanistas. Era conocido entre todos el odio que se tenían recíprocamente ambos bandos. Los Arcanistas dieron la espalda hace varios años a las Universidades de Magos ya que afirmaban que esto sólo limitaba el potencial que un hechicero podía alcanzar. Ellos se iban directamente en busca de flujos arcanos para experimentar con ellos y estimular las corrientes de maná de sus vasos sanguíneos. Eran, en pocas palabras, hechiceros purasangres. Y, como era obvio, cuanto más maná poseía el prójimo, más furia se desarrollaba en las mentes de los Bárbaros. Unos por desprecio a la magia, otros para demostrar que el futuro era el uso de dicha energía. Dos razones dispares, un único y sanguinario objetivo.

Para los Corazones de Ébano esto era irrelevante, como si se masacraban por puro placer, lo único que les interesaba era ese odio que desprendían. Gracias a ello incluso sin que la batalla terminara podían infiltrarse en mitad de la lucha para ir exterminándoles. Ellos estarían protegidos ya que, ciegos por la ira, los Arcanistas no distinguirían su magia, blanca, de la negra, y los Bárbaros ni siquiera tenían la experiencia necesaria para saber diferenciar un tipo de magia de otra.

No obstante, los Corazones de Ébano no eran, de los tres bandos, los que conocían a la perfección toda la situación. Habían pasado por alto un aspecto realmente crucial. No eran unos Bárbaros cualesquiera, eran ni más ni menos que de la casta de los Descuajeringadores. Entre ellos se encontraba un joven Androk, con una edad similar a la de Tenebra.

Eran tan diferentes en el campo de batalla. Tenebra, ya infiltrada con el resto, aprovechaba cualquier momento en el que las miradas de sus familiares no se clavaran en ella para, en vez de rematar al herido, sanar sus heridas difuminándolas entre las sombras. Allí estaba ella, temblando, sin saber qué hacer, observando cada movimiento extraño del terreno, aterrada. Por otro lado, a metros de distancia, Androk, hacha en mano, decidido, enfurecido, sediento de violencia, iba matando a cualquier Arcanista que se ponía en su camino.

La joven miraba de vez en cuando al resto, carentes de piedad  escogían a los que llevaban reliquias con un buen precio en el mercado y les rebanaban el cuello con un Haz Sombrío. A veces ella deseaba poder plantarles cara y hacerles probar su propia medicina, pero era tarea imposible. Pese a que los hechizos de sombras contienen un poder inimaginable, tienen una gran desventaja, y es que no puedes combatir la sombra con la sombra. Aunque eso no quería decir que ella también fuera invulnerable a sus hechizos.

Había unos diamantes negros provenientes de una mina actualmente derruida. Cuando los mineros descubrieron que dichos diamantes eran algo fuera de lo común, que provocaban pesadillas, alucinaciones y locura en su poseedor, optaron por cerrar esta mina. Afortunadamente, esta noticia llegó a oídos de varios Corazones de Ébanos, que decidieron dejar un cristal de maná imbuido de sombras dentro, para así poder teletransportarse al interior empleando un segundo cristal en el exterior. Estos cristales se cargaban con la magia característica del taumaturgo y podían permitirte viajar por el espacio como lo haría un Mago de Retaguardia con un potencial un poco inferior.

Los investigadores fueron trayendo varios diamantes negros en aras de conducir dicha demencia hacia un beneficio propio. Sin embargo, descubrieron algo mejor. Tras intentar infundir de magia los diamantes, comprobaron que, si el poseedor del mineral era un hechicero, entonces lo que hacía era distorsionar la magia de su sangre, consiguiendo que, aparte de hacerla más potente, fuera capaz de combatirse a sí misma, es decir, un Mago Oscuro en posesión de un diamante negro podría matar a otro Mago Oscuro, tuviera este otro diamante o no.

Por esta razón, mientras Tenebra no cumpliera la mayoría de edad y, evidentemente, no se doblegara a la tradición sañosa de su casta, no recibiría un diamante negro, el cual el resto ya tenía. Factor del que ella, además, sospechaba que era el causante de un aumento de sus malevolencias, ya que a raíz del descubrimiento de la mina ya ni siquiera tenían piedad por aquellas víctimas totalmente indefensas.

La única opción para deshacerse de la opresión que ejercían sobre ella era apoderarse de un diamante negro y aprovechar la clara ventaja que tenía en la magia negra. Pero ello conllevaría seguramente el caer en las fauces de la locura. Tendría, por tanto, que buscar otra solución. Y si nunca llegaba a hallar otra alternativa, al final debería, o bien dejarse llevar por la corriente y volverse otro Corazón de Ébano más, o bien arriesgarse a robar un diamante y rezar para que su mente fuera lo suficientemente fuerte para no enloquecer.

Pero aún estaba lejos de la rendición. Tenía la respuesta en ese mismo campo de batalla. Los Bárbaros, capaces de dañar la magia y resistir su daño mucho más de lo que cualquier otro guerrero cuerpo a cuerpo de la época pudiera. Si convencía a uno de ellos para aliarse temporalmente con ella, podría quizá deshacerse por fin de los dañinos grilletes de su familia.

Allí encontró a Androk, el Bárbaro con el rostro más juvenil y más inocente, dentro de lo posible, que se encontraba en las filas de los “Antiarcanos”. No sería fácil convencerle, seguramente en cuanto se enterara de que ella era una hechicera arremetería contra su cuello con el hacha. De todas formas, precisamente por ser el más joven, quizás podría persuadirle y hacerle entrar en razones, no esperaba quitarle ese odio ilógico por los “Proarcanos”, con que le ayudara a acabar con una de las estirpes más crueles sería más que suficiente.

La Corazón de Ébano se desvaneció, transformada en pura sombra, y se deslizó por el suelo para llegar sin impedimentos hasta él. Tampoco sería tarea sencilla mantener una conversación en medio de la encarnizada batalla. Por tanto, optó por licuar la sombra y hundirle en el Charco Umbrío. Aprovechó, además, para poner algo a favor según su plan, así que usó todo su poder para llevar al Charco Umbrío al nivel de la Penumbra Eterna. Este hechizo, pese a la simplicidad de su conjuración, sólo podía ser evocado por un Corazón de Ébano. Mientras que cualquier hechicero estudioso de la magia negra podía crear un Charco Umbrío, eran sólo los familiares de Tenebra quienes podían aumentar su efectividad.

La Penumbra Eterna impedía que te ahogaras en las sombras, te inducía en un breve coma y finas hebras oscuras arraigaban en tu mente reproduciendo en tu sueño todos los tormentos que perseguían al taumaturgo creador del Charco Umbrío. Por lo que, una vez Tenebra se encontraba lejos del campo de batalla y había sacado de las sombras a Androk, este ya conocía todas las atrocidades por las que la joven había pasado. Sin embargo, como cualquier otro sueño, existía en ese momento demasiada incertidumbre en el Descuajeringador.

-¿¡Qué es lo que quieres!? –preguntó desconcertado, con la noción del espacio perdida –.

-Simplemente hablar contigo. Ya sabrás que soy una hechicera, más en concreto una Maga Oscura, pero…

-Así que eres uno de esos perros sarnosos adictos del maná. ¡Dame un segundo para recuperarme y te partiré en dos con mi hacha! –contestó interrumpiéndola –.

-No estás en una posición favorecedora. Estás mareado, ahora mismo tu pericia en el combate flaquea y podría atravesarte el corazón con un Haz Sombrío…

-¡Que así sea! No me importa lo desaventajado que esté, si opongo resistencia, morir en la batalla es un honor para un Descuajeringador.

-¡Pero yo no vengo a luchar! Por favor, olvida por un momento que por mi sangre fluye maná. De hecho tienes dos opciones: no escucharme y añadirme a tu lista de muertes bélicas o escucharme y tener la posibilidad de acabar con una casta entera de Magos Oscuros. En tus manos está la decisión. Yo no tengo nada en contra tuya, ¿acaso realmente tú tienes algo en mi contra?

Fue digno de mención ver a un Bárbaro meditar antes que actuar. Parece que Tenebra había dado con el Antiarcano adecuado. El joven se levantó, envainó su hacha y tendió la mano a la Maga Oscura.

-Soy Androk, de la estirpe de los Descuajeringadores, el primogénito de la nueva generación que creará un nuevo mundo sin la peste del maná.

-Yo me llamo Tenebra, y por desgracia pertenezco a los Corazón de Ébano, unos Magos Oscuros que sólo se mueven por el interés propio.

-¿Y a qué se debe el traicionar a tus hermanos, a otros hechiceros?

-Si te has dado cuenta, Androk, yo no soy como esos que están ahí abajo, empleando la magia para destruir, para matar. Yo creo que, si tenemos el privilegio de manejar algo tan poderoso como es el maná, deberíamos emplear nuestro poder para mejorar este mundo y no para estropearlo aún más. En cierto modo, os entiendo a vosotros, los Bárbaros, pero quiero que comprendas que no soy la única que piensa de esta forma, te aseguro que hay muchos hechiceros más que emplean la magia para crear, no para asolar el planeta.

-Hagamos un trato, ¿de acuerdo? Si cumples tu palabra y permites desatar mi rabia con esos Corazón de Ébano, entonces te creeré y te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para que mi familia sea tolerable con Proarcanos dignos… como tú.

Era un trato bastante extraño. Una paz inestable a cambio de un parricidio, pero era eso o nada. Además, las futuras víctimas no eran del aprecio de Tenebra. Pasara lo que pasara ella no saldría perdiendo. Aceptó y empezó por contarle el plan a Androk, no sin antes informarle del objeto clave: el diamante negro.

-Androk, precisaré de tu maestría en el combate. Vas a enfrentarte a unos hechiceros de un poder inimaginable. Si yo he podido infundirte un terrible tormento creando un Charco Sombrío, imagínate de lo que serán capaces Magos Oscuros más instruidos. Basta con decirte que la parte fácil será entrar ahora en el campo y matar a uno de ellos para arrebatarle su diamante negro.

-Tú no te preocupes. Mi poder se basa en el dolor, cuanto más daño recibo más furia tengo. En otro guerrero podría ser contraproducente, pero nosotros, los Bárbaros, la moldeamos a nuestro favor. Te aseguro que si no hubiera peligro alguno, para mí resultaría más difícil. Así que continúa con el plan, sin rodeos.

-Está bien. Una vez tengas el diamante negro aquí habremos acabado. Si quieres seguir luchando no me molestará. Yo te estaré esperando justo en este lugar para potenciar el diamante, el cual habrá perdido su poder por la muerte de su poseedor, con magia negra, así será efectivo contra mi clan. Tras esto aguardaremos hasta la noche y te conduciré al pueblo donde residimos. Será entonces cuando nuestros caminos se dividan y tú desates la destrucción. Ten cuidado de no matarme a mí porque yo estaré por ahí fingiendo que soy otra presa más.

-Entiendo, y cuando acabe con todo Corazón de Ébano viviente, exceptuándote a ti, será cuando llegaré a comprender que existen hechiceros que desprecian a los que tienen el caos y la desolación como modo de vida, ¿no?

-Yo ahí no me inmiscuyo. No me importa si tu idea antiarcana sigue vigente tras esto… Aunque mentiría si dijera que no me alegraría ver un cambio de mentalidad en los Bárbaros acerca de los hechiceros –respondió Tenebra sonriendo –.

Volvieron a darse un apretón de manos y se pusieron manos a la obra. Androk agarró su hacha con fuerza y cargó hacia la batalla con total determinación. Tenebra le informó con detalle de los atuendos de un Corazón de Ébano para que no perdiera el tiempo  despedazando a algún que otro Arcanista. Algo la decía que muy posiblemente tendría que esperar por el ansia de sangre de su aliado temporal.

No obstante, y para su asombro, a los pocos minutos regresó a la colina donde se hallaba Tenebra. Estaba lleno de sangre, con varias heridas incandescentes que desprendían humo negruzco, señal de que había recibido varios hechizos de magia negra; y, por supuesto, con el diamante negro en su puño.

Tenebra corrió a socorrerle. Pese a que la lucha hubiera sido rápida, había sido complicada al menos para Androk. Este cayó exhausto, pero ordenó a Tenebra que no se preocupara por sus heridas, que pronto sanarían con el descanso. Esa era otra ventaja de los Bárbaros, no puedes dejarles descansar o recuperarán todas sus fuerzas para una segunda ronda de violencia y sangre. Por tanto, ella se ocupó del diamante. Se hizo a un lado y se concentró en canalizar su energía hacia el interior del mineral.

Unos pocos segundos después el conjuro se había completado sin impedimentos, el diamante negro estaba cargado de nuevo con magia negro, dispuesto a hacer frente a cualquier Corazón de Ébano que se interpusiera ante el ataque de Androk.

La Maga Oscura y el Bárbaro esperaron hasta la noche matando el tiempo con una amena charla en la que se conocieron mucho más a fondo. Por primera vez Tenebra se encontraba a gusto con alguien, y quién la diría que iba a ser precisamente con su enemigo por antonomasia, con un Antiarcano. Por su lado, Androk debía de admitir que no era precisamente odio lo que sentía hacia esa Proarcana, se sentía muy cómodo hablando y descubriendo que, aquellos humanos de los que los Bárbaros se mantenían alejados, no eran tan diferentes. ¿Quizás era el principio de una amistad o quizás de…?

El Sol se ocultó en el horizonte. Ya ambos bandos se habían retirado de la batalla. Muchos habían caído, en gran parte por la emboscada de los Corazón de Ébano. Tenebra observaba el panorama con rabia, le hubiera gustado haber puesto fin a esto antes de otra carnicería, pero era más sensato esperar a la tranquilidad de la noche para pillarles con la guardia baja. Mientras tanto, entre sus pensamientos de desconsolación, una pregunta del Descuajeringador la asaltó.

-Pronto no habrá vuelta atrás. ¿De verdad quieres que acabe con tu familia, padres y hermanos inclusive?

-La familia no se define por compartir una misma sangre, sino por compartir el apoyo y la compañía, tanto en los momentos buenos como en los malos. Ellos no son mi familia, son sólo mis carceleros. Acaba con ellos.

-Que así sea.

Y los dos partieron hacia Luz Oculta, el pueblo donde residía la casta Corazón de Ébano. No tardaron demasiado, ya que Tenebra empleó nuevamente el Charco Umbrío para transportar a Androk con ella a una mayor velocidad. Eso sí, esta vez sin causarle secuelas traumáticas como las de la otra vez.

Llegaron y, como estaba previsto, él se ocultó entre unos arbustos y esperó a que la Maga Oscura entrara en su casa. A partir de ahí contó sesenta segundos y la operación parricida dio inicio.

Enseguida salieron oleadas de Magos Oscuros para detenerle, pero el diamante negro hacía a Androk imparable. Uno a uno fueron cayendo bajo su hacha. El Bárbaro no lo sabía, pero Tenebra la había ocultado la verdadera acción del diamante. El filo de su arma estaba impregnado de magia negra que había depositado ella misma sin que él se percatara, por lo que esa masacre también era consecuencia de un hechizo de Tenebra: el Encantamiento Azabache. Hoy, la Corazón de Ébano más débil demostraba que la fuerza podía obtenerse de otras formas.

Con la pericia de él y la magia de ella poco podrían hacer esos Magos Oscuros. Y no pasó mucho tiempo hasta que fueron conscientes de la inutilidad de su ofensiva. Algunos comenzaron a escapar, aunque Androk estuvo alerta e impidió que la gran mayoría lo consiguiera. No obstante, unos cuantos, un poco más hábiles, sí lo lograron.

Al cabo de una hora la tarea había concluido. Tenebra procedió a atraparlo por tercera vez en un Charco Umbrío para llevárselo de allí raudamente y poder hablar en un lugar seguro y tranquilo.

-De verdad, te estaré eternamente agradecida. No tengo palabras para expresar mi gratitud.

-El placer ha sido mío, Tenebra. Creo que he matado más hechiceros hoy que en cualquier batalla en la que he estado con anterioridad.

-Y… bueno… Supongo que aquí nuestras vidas van por trayectos distintos.

-Mucho me temo que así es. No sería recomendable seguir viéndonos… Pero ya te prometí que haré todo lo posible para que los Bárbaros, o al menos los Descuajeringadores, no actúen de forma hostil contra el primer hechicero que se les cruce por el camino.

-Lo entiendo. Gracias por todo, Androk, siempre te recordaré. Espero que algún día volvamos a encontrarnos, y no como enemigos.

-Los Dioses son sabios. Ten por seguro que algún día, tal vez pronto, volvamos a vernos.

Ambos se dieron un fuerte abrazo y se marcharon por lados opuestos. Tenebra ahora tenía que ir con aquellos que consiguieron huir, no debía levantar sospechas.

Estos se encontraban a las afueras de Luz Oculta, eran tan sólo cuatro, entre ellos, por desgracia, se encontraba Kelheit, su madre. Tenebra maldijo para sus adentros y trató de calmarse, esto seguía siendo mucho mejor que seguir con toda la familia viva.

Sin embargo, no en vano Kelheit tenía el apodo de la Matriarca Obsidiana. Se había granjeado su fama por su perspicacia. Sabía que la única manera de que un Bárbaro llegase aquí era si un Corazón de Ébano le guiaba y, además, que tuviera esa destreza para matarles indicaba que era poseedor de un diamante negro, seguramente facilitado también por ese traidor.

Preguntar quién había ayudado al Bárbaro no serviría de nada. No obstante, había una manera eficaz de hacer salir al sospechoso. Una simple cuestión no cambiaría su rostro, pero atacar fríamente el campamento de los Descuajeringadores tal vez esbozaría una mueca de asombro en el traidor.

Con el transcurso de los días, sin informar a los cuatro sospechosos, Kelheit contactó con un antiguo compañero que era Magotrón, una clase de Mago especializado en la investigación y tecnología. Llegó al acuerdo de darle todos los diamantes negros que quisiera si bombardeaba con los explosivos más potentes todo lugar donde residiera algún Descuajeringador.

El Magotrón aceptó, y pronto diseñó bombas de energía pura especialmente diseñadas para desintegrar la robusta piel de los Descuajeringadores. Con todo listo, a los pocos días un escuadrón liderado por este hechicero arrasó con todas las casas de la familia de Androk, incluyendo su campamento.

Durante este ataque, Kelheit había llevado a los otros cuatro Corazón de Ébano a contemplar desde la lejanía la devastación de este cuartel. Fue entonces cuando Tenebra no pudo contenerse y rompió a llorar, muy seguramente Androk habría muerto y nunca más volvería a verle.

Kelheit, percatada de quién les había traicionado, pese a que fuera su hija, la estranguló sin piedad con sombras y la transportó hasta el campamento para que viera desde más cerca aquella destrucción. Los otros tres Corazón de Ébano, libres de sospecha, acompañaron a la Matriarca Obsidiana para deleitarse con la tortura que iba a emprender en el joven cuerpo de Tenebra.

Comenzó invocando unas Garras Negras que arrancaron jirones de su piel, dejando expuesta la musculatura. El dolor era terrible y tan sólo era el preludio. Pero no le importaba morir, Kelheit era la única fémina que sobrevivió y ya no era fértil. La posibilidad de que la estirpe Corazón de Ébano no desapareciera era nula. Daba igual lo que ocurriera, su cometido se había cumplido, tan sólo tenía que evitar concentrarse en la tortura de su madre.

Pero entonces, de entre las llamas de una de las tiendas de campaña, un Bárbaro con unas heridas de maná puro y una espada demacrada se lanzó a por ellos decapitando de un solo tajo a los tres Magos Oscuros que hacían de espectadores. Era ni más ni menos que Androk, milagrosamente había sobrevivido.

La Matriarca Obsidiana, ante este imprevisto, soltó a Tenebra y atacó con un potente Haz Sombrío al Descuajeringador. Por desgracia, en cuanto el hechizo rozó su piel, este se convirtió en un polvo brillante, sin efecto dañino alguno en él.

Ahora Tenebra lo entendía. Gracias al diamante negro la explosión no lo había desintegrado, sino que el efecto mágico de la bomba se le había impregnado en el cuerpo y había mejorado sus capacidades de resistencia frente a los conjuros. Si antes era un guerrero temible, ahora cualquier hechicero temblaría.

Llegó el turno de Androk. Kelheit no tuvo nada que hacer. Este, con todas sus fuerzas, lanzó su espada hacia su corazón y atravesó su pecho matándola al instante dejando en el suelo un gran charco de sangre negra.

-¡Androk, no has muerto! Me alegra que…

-Me has traicionado, Tenebra… -dijo Androk cortando el júbilo de ella –.

-¿Cómo? No, lo que pasa es que…

-Así que estas eran tus verdaderas intenciones, ¿no? Primero traicionas a tu familia y luego a la familia de quien ejecutó tu plan. Eres peor que los Corazón de Ébano a los que criticabas.

-¡Androk, escúchame!

-¡Déjame en paz! ¿Sabes qué? Al principio pensé en matarte, pero prefiero dejarte viva, que crezcas, rodeada de soledad, y sufras. Aunque te aseguro que algún día iré a por ti, cuando te halles en la peor situación y ya tu corazón quede marchito… ¡como hoy el mío! Será entonces cuando te dé muerte.

En estos momentos Tenebra estaba a punto de terminar la historia.

-No dejó que le diera explicaciones. Salió corriendo y nunca le volví a ver… hasta hoy. Comprendo lo que tuvo que sentir. Por una vez pone su confianza en una hechicera y a las horas acaba con toda su familia masacrada… Tal vez yo hubiera actuado de esa misma forma vengativa.

-Interesante… Así que Tathis ha buscado bien a su aliado, alguien que mata hechiceros ya no por odio, sino por venganza y sobre todo si entre ellos te hallas tú.

-Sin embargo creo que con él la cosa no tiene que acabar necesariamente en muerte. Es posible que consigas hacerle entrar en razones y que se alíe con nosotros para combatir a Tathis. Si eso pasase, ¡me gustaría ver el rostro boquiabierto del Portaluz!

-Sí… Podría ser efectivo, un buen as en la manga.

-Ya, ya, lo que digáis. Si habéis terminado de contar batallitas es mejor que volvamos a movernos.

-¿A qué tanta prisa, hermana?

-¿Te has dignado en mirar hacia el este? Tenemos compañía.

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