Mi alma navegaba en una pequeña barca, junto a un decrépito
barquero oculto bajo una rasgada túnica gris de aspecto monacal. Sus huesudas
manos manejaban un vasto remo que guiaba el navío a través de una especie de
río el cual albergaba un fluido nunca antes visto.
-¿Hacia dónde me
llevas, extraño?
-Pronto lo
descubrirás…
-Al menos me gustaría
que me dijeras qué está ocurriendo. Verás, sé perfectamente que hace poco morí,
y sin embargo parece que hago las mismas cosas que alguien vivo. Nada de
oscuridad, ni aullidos ni ángeles revoloteando alrededor de una luz cegadora.
¿He muerto realmente?
-Así es, muchacho –respondió
con una leve sonrisa–. Pero, aunque
aproximadas, todas las historias que se cuentan en tu mundo acerca del Más Allá
no son muy acertadas. De todos modos, estoy seguro de que, si te paras a pensar
durante un par de segundos, averiguarás quién soy yo. Ya sabes, has muerto… te
lleva un barquero… el agua bajo nosotros emite un brillo casi fantasmal…
-¿¡Caronte!?
-El mismo. Y justo
ahora emprendemos viaje a Mortuallis, el puerto del Purgatorio.
-Espera un segundo… Si
de verdad eres Caronte, ¿no se supone que me tendrías que llevar hasta el
Inframundo? ¿Purgatorio? Acaban de mezclarse dos religiones.
-Un consejo, si me lo
permites: olvida todo lo que aprendiste en vida. Si aplicásemos de manera
estricta todas y cada una de esas creencias, nuestro mundo se habría derrumbado
hace tiempo. Más aún, en muchos textos se indica que yo soy la propia Parca… A
ver, puedo parecer un esqueleto, pero aún conservo mi piel, pese a que los años
la hayan arrugado.
-Está bien, tienes
razón. Esto me sobrepasa, creí que lo peor que podría ocurrirme sería el no ser
consciente de mi muerte y vagar como alma en pena por mi ciudad, pero veo que
hay aspectos más importantes. Te lo agradecería si me dieras un poco más de
información sobre el lugar al que voy.
-Por supuesto –dijo
Caronte mientras se arrancaba su brazo izquierdo, lo dejaba, mágicamente
flotando, empuñando el remo y se sentaba delante de mí–. Y… no te alarmes por eso, prácticamente no siento nada, yo también
estoy muerto, je.
Me era imposible concebir tal imagen del barquero de Hades,
habiendo acompañado un sinfín de almas, escuchando sus lamentos de sol a sol,
siempre creí que sería un tipo callado y amargado. Sin embargo, parecía un señor
bastante afable, ni siquiera había mencionado la moneda de pago por el viaje,
aunque a estas alturas seguramente sería otra leyenda falsa de mi mundo.
-No me está permitido
decirte gran cosa. Pese a ello, hay algo de información que sí puedo compartir.
Por ejemplo, me imagino que habrás supuesto que, así como existe el Purgatorio,
el Infierno y el Cielo también son reales. Pues no. Existen Siete Mundos, tú
provienes del Mundo de los Vivos, también conocido como Bios, luego está el
Purgatorio, donde las almas “marcadas” han de habitar durante un periodo de
tiempo. Respecto a los otros Mundos, me temo que el Simposio impide contarte
algo de ellos, ni sus nombres, tan sólo se me da carta blanca para revelarte
sus existencias.
¿Siete Mundos? ¿Almas marcadas? ¿Simposio? Por cada duda que
me aclaraba aparecían muchas otras más en mi cabeza. Esto no ayudaba… Creo que de
hecho estaba provocándome una confusión aún mayor de la que ya tenía. Parecía
una tortura por algo que… ¿no merecía? Al fin y al cabo, no podrían estar tan
equivocados los relatos del Purgatorio: si de verdad soy un alma marcada,
quiere decir que por poco me he librado del castigo eterno y he de pasar una
serie de pruebas. Más o menos eso tendría sentido si lo relaciono con lo poco
que me ha contado acerca de dicho Mundo.
-¿Y… por alma marcada
te refieres a…?
-Puedo leer tu mente a
través de tus ojos, chico. Efectivamente, faltó muy poco para que tu destino
hubiera sido el Subsuelo, o Inframundo como lo llamáis ahí arriba. En realidad,
cuando el Simposio se reunió para determinar tu sentencia, fue la diferencia de
un solo voto el que consiguió salvarte. Hazte a la idea: son nueve integrantes,
de los cuales cuatro juzgaron que tu alma no merecía su salvación. No sé lo que
habrás hecho en vida, pero normalmente las opiniones del Simposio suelen ser
unánimes, como mucho con un voto en contra, sin embargo, tú has causado bastante
polémica entre ellos. Estuvieron un día entero, veinticuatro horas, únicamente
tratando tu sentencia.
-Ya veo… Pero que yo recuerde
mi vida no fue algo extraordinario, ni estuvo llena de fechorías ni de una gran
benevolencia. Sólo tenía dieciocho años cuando fallecí, dudo que me diera
tiempo a hacer algo tan polémico, como tú dices.
-Apuesto a que sólo
has hecho memoria de los recuerdos con algún factor ético. Esa ética, la de tu
Mundo, no se aplica aquí. Yo mismo he transportado almas de genocidas dementes
que han sido enviadas al Paraíso estando el Simposio al completo a favor. Así
que no trates de rememorar si ese plato que rompiste o ese insulto que gritaste
tuvo una implicación mayor, no. Hay algo que debes haber pasado por alto que
sea moralmente ambiguo para estos señores.
-Pues genial, ahora
estoy en la cuerda floja, con el devastador Infierno debajo de mí, y ni siquiera
sé el motivo…
-¡No te preocupes!
Mira, no debería decirte esto, pues ya te informará de todo el guía que aguarda
en Mortuallis, pero me duele verte así de intranquilo. Tu alma es joven, así que
tu castigo, por llamarlo de alguna forma, no es sino una estancia de cuatro
años en una Academia. Será más o menos como si a día de hoy iniciaras tu paso
por… ¿cómo se dice? ¡Ah, sí! La Universidad.
-Muy sagaces, me
parece que no hay mejor condena para alguien de mi edad que, aun estando muerto,
tenga que madrugar y hacer exámenes. ¿Y bien, ciencias, letras, o arte?
-Nada de eso –negó
extrañado–. Te van a preparar cuatro
años con unas asignaturas especiales. Y, si apruebas todo, tu sentencia será
modificada, no tendrás que pisar el Subsuelo como condenado.
-¡Fantástico! Con lo
bien que se me da estudiar…
-No seas pesimista, es
más fácil de lo que parece. Nunca he oído de un estudiante de la Academia que
haya sido enviado al Subsuelo por no pasar las pruebas. Excepto…
-¿Excepto?
-Nada, nada, tú no te
pongas nervioso, ya verás que hasta te lo pasarás gratamente bien.
Siempre hay excepciones, y con la suerte que había tenido desde
que nací me parecía que la ruleta volvería a apuntarme a mí.
-Bueno –dijo Caronte
intentando cambiar de tema, seguido de un profundo aclaramiento de garganta–. El resto de aspectos ya te los contará el
guía. Es mejor que no te explique más cosas, mis conocimientos acerca de todo
lo que acontece en el Purgatorio no son del todo precisos, y a lo mejor meto la
pata haciendo que te pongas más nervioso. Queda poco para llegar, así que te
recomiendo que eches un vistazo al paisaje, no es que rezume belleza, pero
relaja bastante, al menos a mí.
-Oye, y ahora que lo
pienso… Llevamos unos cuantos minutos de trayecto. Que yo sepa, según las
estadísticas, durante la travesía habrán venido al Más Allá una gran cantidad
de almas. Si sólo recogieras las del Purgatorio y el Subsuelo lo comprendería,
sin embargo, me has dicho que acompañas a todas y cada una de ellas. Entonces,
¿cómo es posible que vayamos tan… lentos? ¿A este ritmo no se te acumularían
millares de almas en el punto de recogida?
-Una buenísima
pregunta. Además, es mejor que te conteste alguien a esto cuanto antes, ya que
este tipo de “magia” la verás muy a menudo. Bien, ¿conoces a Chronos?
Asentí con la cabeza.
-Pues gracias a él existen
por estos lares lo que conocemos como fallas atemporales. A nosotros dos la
duración del viaje nos ha supuesto unos diez minutos, no obstante, en cuanto
abandones este lugar notarás que, desde que te recogí hasta que atracamos en
Mortuallis, solamente habrán transcurrido décimas de segundo. Esto es debido a
las fallas que te he mencionado, Chronos se encarga de que ninguna de ellas se
quiebre, y si eso ocurre, las repara de inmediato. Pero no sólo son importantes
para mí, sino para una gran cantidad de menesteres que suceden aquí y allá, día
sí y día también.
-Increíble, y yo
pensaba que Chronos era un ser cruel y arrogante.
-Me imagino que te
refieres al chistoso mito de Cronos, el rey de los Titanes. De quien yo te
hablo, con una h entre c y r, es de la personificación del tiempo. Aun así, he
de decirte que el Titán Cronos jamás se comportó de tal forma, pese a que sí
hubo que darle muerte por otro tipo de actos atroces. Pero bueno, vayamos a lo
que nos concierne, Chronos, el del tiempo, es alguien incluso más amable que
yo, si cabe.
Caronte concluyó con una sonora risotada y señaló con su
mano derecha detrás de mí: Mortuallis ya se veía en la lejanía. Se aproximaba
el momento de despedirse del barquero.
-Creo que… durante el
camino hacia la Academia esa trataré de reestructurar todo lo que me has
contado, siento decirte que aún estoy un poco confuso…
-Es normal, bastante
bien te has tomado ya eso de morir. Que por cierto, ¿puedo saber qué te
ocurrió?
-Pues te mentiría si
te dijera que me acuerdo. Sólo me viene a la mente una vaga imagen de mí en mi
habitación, tras eso todo se tornó oscuro. Tal vez fue una muerte rápida, quién
sabe. De todos modos, eso ya forma parte del pasado, ahora tengo que poner todos
mis esfuerzos en aprobar durante estos cuatro años que se avecinan.
-¡Ese es el espíritu!
Y no va con doble sentido.
Finalmente atracamos en el puerto. Subí al muelle y me giré
para despedirme de Caronte. Le pregunté que si algún día volveríamos a vernos,
a lo que él me contestó que quizás al acabar los estudios en la Academia
recibiría una visita suya. Esa frase no supe cómo tomarla, es como si la Muerte
te dice que pronto estará a tu lado. Hubiera estado mejor algo como “claro que
sí” o “me temo que no será posible”. Demasiado desconcertante.
-¡Qué puntual!
¡Saludos!
Parece que alguien me hablaba. Era el único que acababa de
llegar a ese muelle, no cabía duda. Probablemente sería el guía.
Piel morada, unos cuernos retorcidos de tamaño medio y del
mismo color, pupilas rasgadas e iris verdes, orejas puntiagudas, dos grandes
alas angelicales de color negro, una vieja toga verde bastante vieja y
polvorienta, garras con uñas afiladas y negras, igual que en sus pies (al menos
no eran pezuñas) y una cadena metálica que le servía como cinturón… Me
arrepentí de haberme girado.
-¡Eh, tranquilo, no
vengo a devorarte ni nada por el estilo!
Intenté retomar la compostura y respiré profundamente, tenía
que empezar a mentalizarme de que ahora estaba en un sitio radicalmente
distinto a… Bios. Aquí seguramente el raro sería yo, por mi aspecto humano.
-Perdón, soy nuevo en
esto de morirme y…
-No pasa nada, uno ya
se acostumbra. Mi nombre es Zaxi, como puedes ver soy un Demonio, y además de
eso seré tu guía. Cualquier duda que tengas sobre la Academia no temas en
consultármela, te responderé con gusto a lo que sea con total franqueza. Puedes
confiar en mí.
Esos colmillos no me inspiraban confianza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario