Vengo
desesperanzado… Creí que apostarme unos días por los lugares más silenciosos de
la Oscuridad me calmaría, pero ha sido todo lo contrario. Borja, no sé cómo
puedes soportar esto. Siendo un lugar donde el número de almas es ridículamente
minúsculo en comparación con los habitantes del Paraverso nunca llegué a
imaginarme lo perturbador que sería alejarse de tus aposentos.
Gritos,
aullidos, lamentos y miradas en la lejanía que congelarían mi piel si la
poseyera. Muchas se comportaban como bestias nocturnas, sólo vigilaban mis movimientos
manteniendo una distancia de seguridad. En cambio, otras, la mayoría tal vez,
aparecían de la nada para intentar volatilizarte, suerte que con tu collar, con la
propia luz que me guiaba a tu situación, les amedrentaba.
Pero
sí, es un lugar realmente triste. Tan sólo he vagado entre las tinieblas
durante poco más de una semana y mi esencia ha quedado demacrada hasta tal
punto que, cuando pedí a mi collar regresar, la misma luz que me protegió
tantas veces de aquellos espectros depredadores, ahora me afectaba, llegándome
a causar un molesto, aunque leve, dolor de quemazón.
Ahora
que conozco casi por completo la Oscuridad, simplemente espero que el día que
muera de forma definitiva no quede atrapado aquí durante mucho tiempo. Sé que
es trabajo de las almas el buscar una fisura hacia el Paraverso, pero no puedo
ocultar que te estaría eternamente agradecido si, cuando llegue ese día, tú me
ayudases a descender al lugar que me correspondería en dicha situación.
Dicho
esto, veo necesario contarte con más detenimiento una serie de vivencias que me
marcaron en mayor medida. Entre ellas, y quizá la culpable número uno de que
mis esperanzas se hallen en un armazón de pino, es que tuve un encuentro con
dos miembros de los Siete…
Llevaba
tres días caminando sin una dirección concreta, únicamente guiado, o más bien espantado,
por algunos de estos residentes de índole insidiosa. Intenté permanecer sereno
y no desviarme a las áreas más densas y con menos visibilidad, no es que me
apasionaran realmente los gruñidos que notaba provenir de estas zonas.
¿A
dónde iba, qué pretendía hacer? Lo mismo que tú, Borja, buscaba algún alma que
despejara mi trayecto en esta vida, que limpiara mis dudas y finiquitara esta
incertidumbre ponzoñosa. Tenía en mente a dos en concreto, no sabía con total
seguridad si habrían aparecido aquí o directamente habían sido enviadas al
Paraverso, pero por buscar no perdía nada, pues dudo que aún posea algo cuyo
valor haga que me agite por su hipotética pérdida.
Eran mi
madre y mi hermana. Habían muerto hace poco y, si por algún casual rondaban por
la Oscuridad, probablemente pudiera tener una oportunidad para hablar una
última vez con ellas. Precisaba de aquel asesoramiento que siempre me ofrecían
con gusto y el cual me había encaminado tanto tiempo, librándome de incontables
obstáculos.
Las
llamé sin cesar, gritando, envuelto en desesperación hasta tal punto que lloré,
para después emitir una voz vacía que inundaría la mejor habitación anecoica.
Me percaté, minutos más tarde, de que estaba empezando a comportarme como otro
de esos que denominas “Aulladores”. Creo que ese entorno tan lóbrego estaba
haciendo mella, así que opté por innovar.
Después
de todo, la piedra que cuelga en mi pecho es pura sombra, elemento autóctono de
aquí. Su singularidad radica en que guía a las almas hacia ti pero, ¿y si su
funcionamiento puede expandirse? Consideré que el camino se ilumina hasta tu
posición porque eres la persona en la que pienso justo en ese instante. No
obstante, esto sigue siendo nigromancia y cualquier humano puede nutrirse de
los encantamientos más sencillos. Probé. Y lo logré.
Me
concentré profundamente en la imagen de ellas dos. Incluso pedí ayuda a Yin,
necesitaba el cien por cien de mi capacidad mental. Con determinación envolví
la piedra en mi puño y cerré los ojos. Apreté con fuerza la mano, hasta
ignoraba aquellas garras gélidas que ocasionalmente surgían de entre la negrura
para intimidarme. Continué sin pausa, cada vez con más energía, y finalmente
una fina línea de una blanca luz cegadora surgió bajo mis pies.
Aún
cabía la posibilidad de que no me llevara hacia las personas que pretendía,
pero algo había cambiado, eso seguro, no había más que ver que ese camino era
mucho más estrecho, apenas se escapa la iluminación si ponía la planta de uno
de mis pies sobre ella. Fuera como fuera, al menos ahora tenía una meta, un
lugar de entre toda esta aflicción homogénea al que acudir.
No me
llevó mucho tiempo hasta llegar al final del trazo de luz. En este mundo la
noción del tiempo está distorsionada, pero más o menos tardé unos diez minutos
en escala mortal. ¿A dónde llegué a parar? Justo delante de una de esas nubes
densas. Claramente no me había guiado hacia ti, pero si de verdad tenía que
cruzar esa sombría niebla para averiguar el destino del collar, me parece que
dar vuelta atrás no era una buena idea.
-Es mejor continuar.
Después
de tanto tiempo me hacía ilusión volver a escuchar a Yin. Regresar al pasado y
ver que se encontraba en una especie de letargo me incomodaba sobremanera. Pero
la cuestión era: ¿por qué me había dicho eso?
-¿Qué quieres decir, Yin?
Desgraciadamente,
no me contestó. A lo mejor fue una alucinación mía, después de todo ahora mismo
sólo soy un alma más, y Yin afirmaba que era como un apéndice de mi cuerpo. Me
temo que sin armazón no hay Yin.
Sin
embargo, fuera un delirio o un consejo real, opté por hacerle caso y adentrarme
en las sombras. Y suena extraño pero, si la Oscuridad es fría per se, aquel
sitio en concreto juraría que se aproximaba al cero absoluto. Era esa sensación
gélida que sientes incluso en el verano más caluroso, aquella que aborda tus
emociones y las paraliza en una inmutabilidad necrótica. No sé explicarlo muy
bien, sin piel no puedo percibir las sensaciones térmicas de una manera
meramente fisiológica, pero aquel frío era muy real, y demasiado estremecedor.
El
silencio era absoluto, no percibía ni los ruidos eólicos que las ánimas
emitimos cuando nos movemos. Aquella sensación hacía que evocase recuerdos
pasados de dramática soledad, por lo que mis mecanismos de defensa se activaron
e, involuntariamente, traté de hablar, aunque fueran sandeces sinsentido. No
obstante, para mi sorpresa, no conseguía escuchar ni mi propia voz, como si
toda onda sónica que pasara por allí se desintegrara ipso facto.
No,
esta no era una nube normal. Con todas las que me había cruzado antes, en las
que observaba ojos vigilándome y gruñidos amenazadores, quedaba más que
confirmado que el sonido podía propagarse, pero estaba viendo que esta era
distinta… Y si el collar me había guiado, tendría que significar algo bueno,
¿no?
Al
final, no sé si yendo en línea recta o curva, alcancé un claro, exento de esas
sombras, donde dos siluetas borrosas se postraban en la distancia. Todo el
paisaje estaba rodeado por este tipo de nube, por lo que me imagino que tan
sólo había llegado a una zona exenta de tamaña densidad, pero ni por asomo
había logrado salir.
A
juzgar por la forma y las estaturas supuse que eran aquellas personas que
buscaba, aunque no debía hacerme muchas ilusiones… Aguanté mi euforia y corrí
hasta que la cercanía las volvió más nítidas frente a mis ojos. ¡Efectivamente,
eran mi hermana y mi madre! Fui a abrazarles, lleno de alegría, pero una
extraña fuerza me repelió hacia atrás. Caí de espaldas, y sin darle mucha
importancia me incorporé y volví a correr hacia ellas. Pero otra vez ese raro
empujón me lanzó por los aires… Definitivamente había una clase de muro
invisible entre mi madre, mi hermana y yo.
-¿Qué pasa? Hay una especie de barrera y no
puedo…
-Ese muro es obra nuestra –contestó mi hermana antes de
que acabara la frase –.
-Pe… pero… ¿por qué?
-Está fabricado con odio –respondió mi madre –. Odio hacia ti, Bruno.
Aquella
respuesta me dejó atónito. No podía ser cierto, ¿qué hice para que me odiaran?
-Tú permitiste que nos mataran, ni siquiera
intentaste detener al asesino –prosiguió ella–. No te mereces
más que mil injurias por lo que has hecho. Eres débil y siempre lo has sido.
¿Sabes por qué no hay ningún espectro más en esta niebla? Porque esta… es la
tuya.
En ese
instante, de los alrededores aparecieron cientos de monstruos de mi infancia,
de todas aquellas pesadillas que me quitaban el aliento cada noche. Se
arrastraban lentamente hacia el lugar donde me hallaba mientras que yo estaba
totalmente en parálisis fóbica. Tenía que reaccionar, en este mundo no hay nada
inexistente, todo es real, y si llegaba a alcanzarme alguno de ellos podría
pasarme algo inimaginable. Necesitaba moverme a toda costa, pero me era
imposible. Hasta que…
-Veo que otra vez tendré que
salvarte.
No fue
una alucinación, Yin estaba conmigo, espectador en mi interior, ahora sería el
ejecutor de mi protección. Caí de rodillas, cegado, con una enorme presión en
mi cabeza, algo similar a lo que sentí cuando se separó de mí aquel día frente
al espejo. Estaba haciendo lo mismo, solo que esta vez era más complicado,
habría de separarse aquella materia etérea, sin las vías que facilitaba una
carcasa. Sufrí (sufrimos) un tremendo dolor ante aquella mitosis paranormal, aunque
al final la escisión se cumplió con éxito, y con tiempo de sobra para que Yin
me echara un sermón.
-¿Cuándo vas a dejar de ser tan
fácil de manipular? ¡Lo mismo ocurrió con aquel no-muerto! ¿En serio crees que
tu madre y tu hermana dirían eso? ¡Estúpido, dale fuerza a ese cerebro e ignora
estas ilusiones!
¿Ilusiones?
Así fue. Yin golpeó aquella barrera invisible y estalló en mil pedazos. Al
quebrarse, el verdadero aspecto de las almas que habían al otro lado se
desveló: no eran quienes creía, pero, entonces, ¿quiénes eran?
Obedecí
al doppelgänger y afiné mi vista. Pronto el embozo mágico que les cubría se
esfumó por completo y sus verdaderas siluetas quedaron expuestas. Uno de ellos
eran tan sólo un torso que se mantenía flotando gracias a su estadío espectral,
su rostro era joven, de mi edad probablemente. El otro era algo más mayor, pero
no mucho, con unas ojeras igual de negras que la nube que nos rodeaba.
-Vaya, creo que la commedia è finita –dijo el joven del torso cercenado
–. No perdemos nada si nos presentamos,
¿no te parece?
-Como veas…
-Perdonadle, estuvo mucho tiempo buscando su
cabeza cuando llegó aquí, aún hay conexiones sinápticas sin funcionamiento,
aunque su eficacia onírica se ha mantenido intacta, una fortuna. En otro orden
de cosas… ¡Ah, sí! Yo soy Seis, y este que está a mi lado es Dos.
-¡Sois de Los Siete! –grité sorprendido –. El chico de la gran retentiva y el que puede
matar a quien sea con sólo dormir. Hugo y el Insomne.
-Me alagas con eso de la retentiva. Sin
embargo no habría sido de utilidad para Los Siete si no llega a ser por la
verdadera naturaleza de mi cerebro. No lo detallé bien pero no sólo puede
memorizar cantidades abismales de información, sino que puede manipular a sus
hermanos, es decir, a otros cerebros… como el tuyo.
-Pues yo aún sigo viendo cómo
vienen hacia aquí todos esos monstruos. ¿No se supone que se ha roto la ilusión?
-Efectivamente, se ha roto, pero al haber
sido creados en la Oscuridad ya no hay forma de que regresen a la mente. La
única forma de deshacerse de ellos es haciendo lo mismo que has hecho tú con la
barrera: destruyéndolos.
-Hablas demasiado, Seis…
-¡Uy, perdón, Dos! Es cierto. Ve tumbándote,
te induciré en un profundo sueño.
-No entiendo qué pretenden ahora…
-¿Es que no lo ves, imbécil? ¡Va
a dormir a Dos para que mueras!
-Si ese es el caso… Aprovechemos, Yin, yo iré
a por Dos y tú a por Seis. Acabemos con ellos. Veo que no saben que si
consiguen matarme únicamente reapareceré al lado de la Sombra. Es nuestra
oportunidad.
-Ese plan flaquea en algo
fundamental: este no es el mundo de los vivos. Dos va a matar tu alma en la
Oscuridad, si mueres se acabó para siempre, ni la piedra podrá salvarte.
-Entonces, ¿qué hacemos?
-No puedo dejarte solo…
-¡Sal de aquí, maldita sea! No
es a mí a quien quieren, cuando salgas corriendo habrás de escabullirte de esa
centena de aberraciones, yo tan sólo me enfrento a dos ánimas. ¿Quién crees que
tiene más papeletas para morir? ¡Deprisa, vete!
Sin que me dejara decir una palabra más, acaté su orden. Pero pronto
me di cuenta de que, de los dos, el que lo tenía más difícil, a pesar de
alejarme de Dos y Seis, seguía siendo yo. No sé qué paso, en cuanto aceleré la
marcha y salí corriendo, aquellos monstruos perdieron el control y dejaron su
lento andar para abalanzarse como feroces depredadores. Mi peor horror en las
noches más nictófobas se había hecho realidad…
Ponte en
situación, cuando vas por un pasillo a oscuras y aceleras el paso creyendo que
criaturas de pesadilla te pisan los talones. Pues igual, pero siendo esas
aberraciones reales… sintiendo sus alientos en tu cuello y el filo de sus uñas
rozando tu espalda. Al más mínimo indicio de agotamiento, con frenar un solo
metro por segundo al cuadrado la aceleración, acabaría engullido por ellos,
destruido para siempre.
No
saldría de esta si estaba más tiempo entre la niebla, los propios vapores
sombríos me ralentizaban y hacían que me cansara mucho más rápido del ritmo.
Tenía que encontrar alguna pista que me llevara en línea recta hacia la salida,
necesitaba esperanza, confiar en algo que no fueran mis instintos… ya me habían
fallado demasiadas veces.
-Por aquí.
La voz
de una mujer resonó en la lejanía. Una voz familiar, muy semejante a la de… ¡mi
madre! ¿Y si era otra vez Seis con un truco mental? ¿Y si no lo era? Ahora
podía tomar dos opciones: la primera era ignorar esa indicación y cruzar los
dedos para escapar por mis propios medios, con el riesgo de acabar dando
vueltas por la nube y ser descuajeringado poco tiempo después. La otra opción,
igual de arriesgada, sería dirigirme hacia esa voz, quedando expuesto a la boca
de un posible lobo traicionero. ¿Sabes lo que hice?
No,
esta vez, gracias a los reiterados avisos de Yin, no me guié por lo evidente.
¿Hacia dónde me llevaba esa voz? No importa, yo iría en la dirección contraria,
no volvería a ser engañado. Me impulsé con las piernas y di media vuelta, una
zarpa voló muy cercana a mi cabeza pero conseguí esquivarla en un vigoroso
movimiento evasivo de cuello. El desgaste hacía mella y muy pronto no tendría
tanta suerte, si de verdad iba por el camino correcto, sería mejor que dejase
enseguida las sombras.
Diez
segundos después una garra me atrapó el brazo derecho. Parece que todo se había acabado.
No
obstante, esto no terminó aquí. Con un impulso final conseguí arrastrar al
monstruo conmigo unos escasos metros hacia delante, los suficientes para, por
fin, liberarme de esa maraña de tinieblas. Acto seguido, viendo que aun estando
fuera de la nube no me había deshecho de mi captor, apreté con mi mano
izquierda el collar para invocar su luz. Y, como era de esperar, la magia le debilitó y lo
volatilizó, además de mantener a raya al resto de la monstruosa estampida que
se dirigía contra mí.
Ya sólo
quedaba un asunto pendiente: Yin. Lo llamé sin parar, con la esperanza de que
en cualquier momento viniese a mi lado. Cada vez gritaba más, y con cada grito
mi desesperación aumentaba. Ya había perdido a mi madre y a mi hermana en dos
ocasiones, y ni las había podido buscar en la Oscuridad, ¿perdería ahora a mi
hermano?
Fue
entonces cuando una sonora carcajada emergió de mi interior. Esa macabra voz
era inconfundible, era Yin. Me explicó que, al igual que Seis podía hacer
realidad todo lo de mi mente mientras mantuviera activa la ilusión, otros con
la suficiente capacidad para manipular mi cerebro también podrían, así que él
me hizo creer que otra vez se había separado de mí, cosa realmente imposible, ya
que para fisionar dos almas se requiere un proceso considerablemente complejo.
Aquello que se quedó combatiendo con ellos dos no era sino un espejismo. Por
desgracia ninguno de nosotros sabía a ciencia cierta si la réplica del
doppelgänger había conseguido derrotar a alguien o lo habían matado.
No
importaba ahora, no era el momento de preocuparse, tarde o temprano volverían a
dar señales de vida si habían sobrevivido. Por mi parte, creo que ya había
transcurrido el tiempo suficiente para las reflexiones. No había sacado gran
cosa en claro a excepción de una gran pérdida de autoestima, pero bueno…
Era
hora de regresar.
[Cuando Bruno llegó y me contó todo esto podía
ver en su mirada un profundo dolor. Afirmaba que por sí solo no era capaz de
nada, no paraban de reírse de él, se burlaban y lo engañaban sucesivamente sin
que él consiguiera de una vez por todas dejarse llevar por esas trampas.
Tampoco había conseguido encontrar a su hermana ni a su madre. Ni siquiera se
veía capaz de vivir sin Yin. Realmente había sufrido un brutal golpe depresivo
al pasar tanto tiempo en la Oscuridad, y admito que por un momento opté por
llevarlo al Paraverso y dejarle descansar, pero preferí que siguiera con su
odisea por restablecer todo. Confío en que en cualquier momento lo logrará y la
satisfacción que sienta para entonces será el antídoto para ese aflictivo
veneno de su esencia.
Desafortunadamente, había que centrarse en
algo importante que pasó por alto. Hubiera muerto o no, el Insomne había
llegado a soñar con Bruno, prueba de ello es que casi muere dos veces en la
persecución. Tal vez ya no le mate ninguno de esos monstruos, pero apuesto mi
guadaña a que aún permanece su nombre escrito en la lista de la Muerte.
Preocupado, le informé acerca de su situación…
Nunca antes había visto una reacción en él así. Me pareció ver hasta su faz
incorpórea palidecer. Sin hacer nada más, casi por inercia ante el miedo a
morir eternamente, saltó directamente dentro de su cosecha, sin establecer una
fecha ni nada, sometido al puro azar. Así que habrá que esperar a que lo maten
o encuentre una senda alternativa para evitar lo primero, algo muy improbable
estando Los Siete al acecho.
En cuanto a mí, mis andanzas por el Paraverso
fueron realmente fructíferas. Tuve una breve audiencia con el Rey Osario y me
contó que las cosas estaban últimamente muy descontroladas en su mundo. Él no
podía gobernar como antes, ya que la mayoría de sus fuerzas se centraban en ese
tal Alpha.
Le pregunté sobre Hugo, el Insomne y el
Atemporal #011 y me respondió que habían confabulado con Alpha, llegando a
poder viajar de la Oscuridad al Paraverso y viceversa a voluntad (Eso explica
que Bruno se encontrara con Seis y Dos aquí).

¿Quién será esa alma?]
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