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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 5 de enero de 2014

Pequeño diario de una pequeña alma #11

Vengo desesperanzado… Creí que apostarme unos días por los lugares más silenciosos de la Oscuridad me calmaría, pero ha sido todo lo contrario. Borja, no sé cómo puedes soportar esto. Siendo un lugar donde el número de almas es ridículamente minúsculo en comparación con los habitantes del Paraverso nunca llegué a imaginarme lo perturbador que sería alejarse de tus aposentos.

Gritos, aullidos, lamentos y miradas en la lejanía que congelarían mi piel si la poseyera. Muchas se comportaban como bestias nocturnas, sólo vigilaban mis movimientos manteniendo una distancia de seguridad. En cambio, otras, la mayoría tal vez, aparecían de la nada para intentar volatilizarte, suerte que con tu collar, con la propia luz que me guiaba a tu situación, les amedrentaba.

Pero sí, es un lugar realmente triste. Tan sólo he vagado entre las tinieblas durante poco más de una semana y mi esencia ha quedado demacrada hasta tal punto que, cuando pedí a mi collar regresar, la misma luz que me protegió tantas veces de aquellos espectros depredadores, ahora me afectaba, llegándome a causar un molesto, aunque leve, dolor de quemazón.

Ahora que conozco casi por completo la Oscuridad, simplemente espero que el día que muera de forma definitiva no quede atrapado aquí durante mucho tiempo. Sé que es trabajo de las almas el buscar una fisura hacia el Paraverso, pero no puedo ocultar que te estaría eternamente agradecido si, cuando llegue ese día, tú me ayudases a descender al lugar que me correspondería en dicha situación.

Dicho esto, veo necesario contarte con más detenimiento una serie de vivencias que me marcaron en mayor medida. Entre ellas, y quizá la culpable número uno de que mis esperanzas se hallen en un armazón de pino, es que tuve un encuentro con dos miembros de los Siete…

Llevaba tres días caminando sin una dirección concreta, únicamente guiado, o más bien espantado, por algunos de estos residentes de índole insidiosa. Intenté permanecer sereno y no desviarme a las áreas más densas y con menos visibilidad, no es que me apasionaran realmente los gruñidos que notaba provenir de estas zonas.

¿A dónde iba, qué pretendía hacer? Lo mismo que tú, Borja, buscaba algún alma que despejara mi trayecto en esta vida, que limpiara mis dudas y finiquitara esta incertidumbre ponzoñosa. Tenía en mente a dos en concreto, no sabía con total seguridad si habrían aparecido aquí o directamente habían sido enviadas al Paraverso, pero por buscar no perdía nada, pues dudo que aún posea algo cuyo valor haga que me agite por su hipotética pérdida.

Eran mi madre y mi hermana. Habían muerto hace poco y, si por algún casual rondaban por la Oscuridad, probablemente pudiera tener una oportunidad para hablar una última vez con ellas. Precisaba de aquel asesoramiento que siempre me ofrecían con gusto y el cual me había encaminado tanto tiempo, librándome de incontables obstáculos.

Las llamé sin cesar, gritando, envuelto en desesperación hasta tal punto que lloré, para después emitir una voz vacía que inundaría la mejor habitación anecoica. Me percaté, minutos más tarde, de que estaba empezando a comportarme como otro de esos que denominas “Aulladores”. Creo que ese entorno tan lóbrego estaba haciendo mella, así que opté por innovar.

Después de todo, la piedra que cuelga en mi pecho es pura sombra, elemento autóctono de aquí. Su singularidad radica en que guía a las almas hacia ti pero, ¿y si su funcionamiento puede expandirse? Consideré que el camino se ilumina hasta tu posición porque eres la persona en la que pienso justo en ese instante. No obstante, esto sigue siendo nigromancia y cualquier humano puede nutrirse de los encantamientos más sencillos. Probé. Y lo logré.

Me concentré profundamente en la imagen de ellas dos. Incluso pedí ayuda a Yin, necesitaba el cien por cien de mi capacidad mental. Con determinación envolví la piedra en mi puño y cerré los ojos. Apreté con fuerza la mano, hasta ignoraba aquellas garras gélidas que ocasionalmente surgían de entre la negrura para intimidarme. Continué sin pausa, cada vez con más energía, y finalmente una fina línea de una blanca luz cegadora surgió bajo mis pies.

Aún cabía la posibilidad de que no me llevara hacia las personas que pretendía, pero algo había cambiado, eso seguro, no había más que ver que ese camino era mucho más estrecho, apenas se escapa la iluminación si ponía la planta de uno de mis pies sobre ella. Fuera como fuera, al menos ahora tenía una meta, un lugar de entre toda esta aflicción homogénea al que acudir.

No me llevó mucho tiempo hasta llegar al final del trazo de luz. En este mundo la noción del tiempo está distorsionada, pero más o menos tardé unos diez minutos en escala mortal. ¿A dónde llegué a parar? Justo delante de una de esas nubes densas. Claramente no me había guiado hacia ti, pero si de verdad tenía que cruzar esa sombría niebla para averiguar el destino del collar, me parece que dar vuelta atrás no era una buena idea.

-Es mejor continuar.

Después de tanto tiempo me hacía ilusión volver a escuchar a Yin. Regresar al pasado y ver que se encontraba en una especie de letargo me incomodaba sobremanera. Pero la cuestión era: ¿por qué me había dicho eso?

-¿Qué quieres decir, Yin?

Desgraciadamente, no me contestó. A lo mejor fue una alucinación mía, después de todo ahora mismo sólo soy un alma más, y Yin afirmaba que era como un apéndice de mi cuerpo. Me temo que sin armazón no hay Yin.

Sin embargo, fuera un delirio o un consejo real, opté por hacerle caso y adentrarme en las sombras. Y suena extraño pero, si la Oscuridad es fría per se, aquel sitio en concreto juraría que se aproximaba al cero absoluto. Era esa sensación gélida que sientes incluso en el verano más caluroso, aquella que aborda tus emociones y las paraliza en una inmutabilidad necrótica. No sé explicarlo muy bien, sin piel no puedo percibir las sensaciones térmicas de una manera meramente fisiológica, pero aquel frío era muy real, y demasiado estremecedor.

El silencio era absoluto, no percibía ni los ruidos eólicos que las ánimas emitimos cuando nos movemos. Aquella sensación hacía que evocase recuerdos pasados de dramática soledad, por lo que mis mecanismos de defensa se activaron e, involuntariamente, traté de hablar, aunque fueran sandeces sinsentido. No obstante, para mi sorpresa, no conseguía escuchar ni mi propia voz, como si toda onda sónica que pasara por allí se desintegrara ipso facto.

No, esta no era una nube normal. Con todas las que me había cruzado antes, en las que observaba ojos vigilándome y gruñidos amenazadores, quedaba más que confirmado que el sonido podía propagarse, pero estaba viendo que esta era distinta… Y si el collar me había guiado, tendría que significar algo bueno, ¿no?

Al final, no sé si yendo en línea recta o curva, alcancé un claro, exento de esas sombras, donde dos siluetas borrosas se postraban en la distancia. Todo el paisaje estaba rodeado por este tipo de nube, por lo que me imagino que tan sólo había llegado a una zona exenta de tamaña densidad, pero ni por asomo había logrado salir.

A juzgar por la forma y las estaturas supuse que eran aquellas personas que buscaba, aunque no debía hacerme muchas ilusiones… Aguanté mi euforia y corrí hasta que la cercanía las volvió más nítidas frente a mis ojos. ¡Efectivamente, eran mi hermana y mi madre! Fui a abrazarles, lleno de alegría, pero una extraña fuerza me repelió hacia atrás. Caí de espaldas, y sin darle mucha importancia me incorporé y volví a correr hacia ellas. Pero otra vez ese raro empujón me lanzó por los aires… Definitivamente había una clase de muro invisible entre mi madre, mi hermana y yo.

-¿Qué pasa? Hay una especie de barrera y no puedo…

-Ese muro es obra nuestra –contestó mi hermana antes de que acabara la frase –.

-Pe… pero… ¿por qué?

-Está fabricado con odio –respondió mi madre –. Odio hacia ti, Bruno.

Aquella respuesta me dejó atónito. No podía ser cierto, ¿qué hice para que me odiaran?

-Tú permitiste que nos mataran, ni siquiera intentaste detener al asesino –prosiguió ella–. No te mereces más que mil injurias por lo que has hecho. Eres débil y siempre lo has sido. ¿Sabes por qué no hay ningún espectro más en esta niebla? Porque esta… es la tuya.

En ese instante, de los alrededores aparecieron cientos de monstruos de mi infancia, de todas aquellas pesadillas que me quitaban el aliento cada noche. Se arrastraban lentamente hacia el lugar donde me hallaba mientras que yo estaba totalmente en parálisis fóbica. Tenía que reaccionar, en este mundo no hay nada inexistente, todo es real, y si llegaba a alcanzarme alguno de ellos podría pasarme algo inimaginable. Necesitaba moverme a toda costa, pero me era imposible. Hasta que…

-Veo que otra vez tendré que salvarte.

No fue una alucinación, Yin estaba conmigo, espectador en mi interior, ahora sería el ejecutor de mi protección. Caí de rodillas, cegado, con una enorme presión en mi cabeza, algo similar a lo que sentí cuando se separó de mí aquel día frente al espejo. Estaba haciendo lo mismo, solo que esta vez era más complicado, habría de separarse aquella materia etérea, sin las vías que facilitaba una carcasa. Sufrí (sufrimos) un tremendo dolor ante aquella mitosis paranormal, aunque al final la escisión se cumplió con éxito, y con tiempo de sobra para que Yin me echara un sermón.

-¿Cuándo vas a dejar de ser tan fácil de manipular? ¡Lo mismo ocurrió con aquel no-muerto! ¿En serio crees que tu madre y tu hermana dirían eso? ¡Estúpido, dale fuerza a ese cerebro e ignora estas ilusiones!

¿Ilusiones? Así fue. Yin golpeó aquella barrera invisible y estalló en mil pedazos. Al quebrarse, el verdadero aspecto de las almas que habían al otro lado se desveló: no eran quienes creía, pero, entonces, ¿quiénes eran?

Obedecí al doppelgänger y afiné mi vista. Pronto el embozo mágico que les cubría se esfumó por completo y sus verdaderas siluetas quedaron expuestas. Uno de ellos eran tan sólo un torso que se mantenía flotando gracias a su estadío espectral, su rostro era joven, de mi edad probablemente. El otro era algo más mayor, pero no mucho, con unas ojeras igual de negras que la nube que nos rodeaba.

-Vaya, creo que la commedia è finita –dijo el joven del torso cercenado –. No perdemos nada si nos presentamos, ¿no te parece?

-Como veas…

-Perdonadle, estuvo mucho tiempo buscando su cabeza cuando llegó aquí, aún hay conexiones sinápticas sin funcionamiento, aunque su eficacia onírica se ha mantenido intacta, una fortuna. En otro orden de cosas… ¡Ah, sí! Yo soy Seis, y este que está a mi lado es Dos.

-¡Sois de Los Siete! –grité sorprendido –. El chico de la gran retentiva y el que puede matar a quien sea con sólo dormir. Hugo y el Insomne.

-Me alagas con eso de la retentiva. Sin embargo no habría sido de utilidad para Los Siete si no llega a ser por la verdadera naturaleza de mi cerebro. No lo detallé bien pero no sólo puede memorizar cantidades abismales de información, sino que puede manipular a sus hermanos, es decir, a otros cerebros… como el tuyo.

-Pues yo aún sigo viendo cómo vienen hacia aquí todos esos monstruos. ¿No se supone que se ha roto la ilusión?

-Efectivamente, se ha roto, pero al haber sido creados en la Oscuridad ya no hay forma de que regresen a la mente. La única forma de deshacerse de ellos es haciendo lo mismo que has hecho tú con la barrera: destruyéndolos.

-Hablas demasiado, Seis…

-¡Uy, perdón, Dos! Es cierto. Ve tumbándote, te induciré en un profundo sueño.

-No entiendo qué pretenden ahora…

-¿Es que no lo ves, imbécil? ¡Va a dormir a Dos para que mueras!

-Si ese es el caso… Aprovechemos, Yin, yo iré a por Dos y tú a por Seis. Acabemos con ellos. Veo que no saben que si consiguen matarme únicamente reapareceré al lado de la Sombra. Es nuestra oportunidad.

-Ese plan flaquea en algo fundamental: este no es el mundo de los vivos. Dos va a matar tu alma en la Oscuridad, si mueres se acabó para siempre, ni la piedra podrá salvarte.

-Entonces, ¿qué hacemos?

-Tú huye, yo intentaré poner en marcha parte de esa idea, probablemente pueda matar a alguno.

-No puedo dejarte solo…

-¡Sal de aquí, maldita sea! No es a mí a quien quieren, cuando salgas corriendo habrás de escabullirte de esa centena de aberraciones, yo tan sólo me enfrento a dos ánimas. ¿Quién crees que tiene más papeletas para morir? ¡Deprisa, vete!

Sin que me dejara decir una palabra más, acaté su orden. Pero pronto me di cuenta de que, de los dos, el que lo tenía más difícil, a pesar de alejarme de Dos y Seis, seguía siendo yo. No sé qué paso, en cuanto aceleré la marcha y salí corriendo, aquellos monstruos perdieron el control y dejaron su lento andar para abalanzarse como feroces depredadores. Mi peor horror en las noches más nictófobas se había hecho realidad…

Ponte en situación, cuando vas por un pasillo a oscuras y aceleras el paso creyendo que criaturas de pesadilla te pisan los talones. Pues igual, pero siendo esas aberraciones reales… sintiendo sus alientos en tu cuello y el filo de sus uñas rozando tu espalda. Al más mínimo indicio de agotamiento, con frenar un solo metro por segundo al cuadrado la aceleración, acabaría engullido por ellos, destruido para siempre.

No saldría de esta si estaba más tiempo entre la niebla, los propios vapores sombríos me ralentizaban y hacían que me cansara mucho más rápido del ritmo. Tenía que encontrar alguna pista que me llevara en línea recta hacia la salida, necesitaba esperanza, confiar en algo que no fueran mis instintos… ya me habían fallado demasiadas veces.

-Por aquí.

La voz de una mujer resonó en la lejanía. Una voz familiar, muy semejante a la de… ¡mi madre! ¿Y si era otra vez Seis con un truco mental? ¿Y si no lo era? Ahora podía tomar dos opciones: la primera era ignorar esa indicación y cruzar los dedos para escapar por mis propios medios, con el riesgo de acabar dando vueltas por la nube y ser descuajeringado poco tiempo después. La otra opción, igual de arriesgada, sería dirigirme hacia esa voz, quedando expuesto a la boca de un posible lobo traicionero. ¿Sabes lo que hice?

No, esta vez, gracias a los reiterados avisos de Yin, no me guié por lo evidente. ¿Hacia dónde me llevaba esa voz? No importa, yo iría en la dirección contraria, no volvería a ser engañado. Me impulsé con las piernas y di media vuelta, una zarpa voló muy cercana a mi cabeza pero conseguí esquivarla en un vigoroso movimiento evasivo de cuello. El desgaste hacía mella y muy pronto no tendría tanta suerte, si de verdad iba por el camino correcto, sería mejor que dejase enseguida las sombras.

Diez segundos después una garra me atrapó el brazo derecho. Parece que todo se había acabado.

No obstante, esto no terminó aquí. Con un impulso final conseguí arrastrar al monstruo conmigo unos escasos metros hacia delante, los suficientes para, por fin, liberarme de esa maraña de tinieblas. Acto seguido, viendo que aun estando fuera de la nube no me había deshecho de mi captor, apreté con mi mano izquierda el collar para invocar su luz. Y, como era de esperar, la magia le debilitó y lo volatilizó, además de mantener a raya al resto de la monstruosa estampida que se dirigía contra mí.

Ya sólo quedaba un asunto pendiente: Yin. Lo llamé sin parar, con la esperanza de que en cualquier momento viniese a mi lado. Cada vez gritaba más, y con cada grito mi desesperación aumentaba. Ya había perdido a mi madre y a mi hermana en dos ocasiones, y ni las había podido buscar en la Oscuridad, ¿perdería ahora a mi hermano?

Fue entonces cuando una sonora carcajada emergió de mi interior. Esa macabra voz era inconfundible, era Yin. Me explicó que, al igual que Seis podía hacer realidad todo lo de mi mente mientras mantuviera activa la ilusión, otros con la suficiente capacidad para manipular mi cerebro también podrían, así que él me hizo creer que otra vez se había separado de mí, cosa realmente imposible, ya que para fisionar dos almas se requiere un proceso considerablemente complejo. Aquello que se quedó combatiendo con ellos dos no era sino un espejismo. Por desgracia ninguno de nosotros sabía a ciencia cierta si la réplica del doppelgänger había conseguido derrotar a alguien o lo habían matado.

No importaba ahora, no era el momento de preocuparse, tarde o temprano volverían a dar señales de vida si habían sobrevivido. Por mi parte, creo que ya había transcurrido el tiempo suficiente para las reflexiones. No había sacado gran cosa en claro a excepción de una gran pérdida de autoestima, pero bueno…

Era hora de regresar.

[Cuando Bruno llegó y me contó todo esto podía ver en su mirada un profundo dolor. Afirmaba que por sí solo no era capaz de nada, no paraban de reírse de él, se burlaban y lo engañaban sucesivamente sin que él consiguiera de una vez por todas dejarse llevar por esas trampas. Tampoco había conseguido encontrar a su hermana ni a su madre. Ni siquiera se veía capaz de vivir sin Yin. Realmente había sufrido un brutal golpe depresivo al pasar tanto tiempo en la Oscuridad, y admito que por un momento opté por llevarlo al Paraverso y dejarle descansar, pero preferí que siguiera con su odisea por restablecer todo. Confío en que en cualquier momento lo logrará y la satisfacción que sienta para entonces será el antídoto para ese aflictivo veneno de su esencia.

Desafortunadamente, había que centrarse en algo importante que pasó por alto. Hubiera muerto o no, el Insomne había llegado a soñar con Bruno, prueba de ello es que casi muere dos veces en la persecución. Tal vez ya no le mate ninguno de esos monstruos, pero apuesto mi guadaña a que aún permanece su nombre escrito en la lista de la Muerte.

Preocupado, le informé acerca de su situación… Nunca antes había visto una reacción en él así. Me pareció ver hasta su faz incorpórea palidecer. Sin hacer nada más, casi por inercia ante el miedo a morir eternamente, saltó directamente dentro de su cosecha, sin establecer una fecha ni nada, sometido al puro azar. Así que habrá que esperar a que lo maten o encuentre una senda alternativa para evitar lo primero, algo muy improbable estando Los Siete al acecho.

En cuanto a mí, mis andanzas por el Paraverso fueron realmente fructíferas. Tuve una breve audiencia con el Rey Osario y me contó que las cosas estaban últimamente muy descontroladas en su mundo. Él no podía gobernar como antes, ya que la mayoría de sus fuerzas se centraban en ese tal Alpha.

Le pregunté sobre Hugo, el Insomne y el Atemporal #011 y me respondió que habían confabulado con Alpha, llegando a poder viajar de la Oscuridad al Paraverso y viceversa a voluntad (Eso explica que Bruno se encontrara con Seis y Dos aquí).

Para concluir, ofrecí mi ayuda, pero el Rey la rechazó. Afirmó que pronto enviaría a un alma especial, la cual yo había conocido tiempo atrás, para que fuera su vigía en la Oscuridad, y que probablemente se reuniría conmigo, haciéndome partícipe en la busca y captura de Dos, Tres y Seis, que ahora vagaban por mi mundo para establecer una mejor conexión con el resto de Los Siete. Y, por cierto…

¿Quién será esa alma?]

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