
Aunque ajena a lo cromático, aquella señal me reconfortó,
pues con ella podía conjeturar que no me localizaba en un área estática, cuasi
inerte. El sonido en cuestión era una especie de zumbido, similar al de una
máquina. Y era tan ruidoso que resultaba tarea fácil seguir las vibraciones
sónicas hasta dar con la fuente.
Prácticamente cegada, me guie por mis oídos, caminando con
cautela por si me tropezaba con algún objeto traicionero que estuviera
camuflado. Pero no anduve mucho, pues a los pocos minutos hallé el objeto que
emitía dicho zumbido.
Era una especie de diamante brillante, blanco, pero de un
tono distinto al resto de la habitación, que levitaba a varios metros del
suelo. Dibujaba un pequeño balanceo arriba y abajo y con cada destello se
propagaba ese sonido característico.
Me aproximé para tocarlo, sin pensar en las consecuencias,
y, nada más lo rocé con las yemas de mis dedos, después de varios intentos
fallidos por la “invisibilidad” de los mismos, una brutal explosión me lanzó
por los aires, aturdiéndome.
En ese mismo instante obtuve la primera indicación de que
después de la muerte la vida continuaba.
-Siete días. Cuatro
intentos.
Fue una voz que retumbó por toda esa sala, intimidante y
profunda. Y… de pocas palabras. No dijo absolutamente nada más. Evidentemente
yo traté de preguntar a quien fuera que hubiera dicho aquello que a qué se
refería, pero no tuve tiempo alguno. En un abrir y cerrar de ojos todo se
volvió oscuro y una sacudida me hizo perder la conciencia.
No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que volví a recuperar
mi funcionalidad cognitiva, pero eso pasó a un segundo plano nada más ver dónde
me encontraba. Colores, sonidos, belleza, armonía. Si eso no era un paisaje
terrestre, se le parecía mucho. Más en concreto se trataba de un árbol, aunque
parecía bastante grande…
No, no es que fuera un gigantesco árbol… sino que yo había
menguado considerablemente. Lo supe nada más escuchar unas estruendosas pisadas
que parecían hacen temblar el pavimento. Fue tan terrible el susto que me pegué
al contemplar tan enorme ser humano que instintivamente emprendí el vuelo.
Sí, fue esa clase de situaciones en las que no te das cuenta
de que algo va mal hasta pasadas ciertas milésimas de segundo… Por suerte había
una cristalera cerca de allí y pude corroborar con más fiabilidad que algo raro
me había sucedido.
Me había convertido en una mosca. Mi percepción sensitiva se
activó en ese instante. No era un sueño, era un insecto volador con todas las
de la ley. Quise gritar pero me era imposible, así que sin saber muy bien qué
hacer, revoloteando caóticamente, me tomé unos segundos para tranquilizarme y
tratar de abordar la situación lo mejor posible.
Busqué por el lugar algo que me permitiera saber en qué
parte del mundo me localizaba. Hallé inmediatamente un quiosco con unos cuantos
periódicos en el expositor. Eso sería suficiente para conocer la fecha y el
idioma autóctono.
Tuve suerte… dentro de lo que cabía. Eran primeros de agosto
y las noticias de la portada estaban escritas en español. Lo que tampoco me
parecía demasiado anómalo, quiero decir, tenía una ligera sensación de haber
recorrido estas calles en algún que otro momento…
Pensé detenidamente. Eran recuerdos lejanos y algo
difuminados. Justo entonces la risa de un niño me despejó la mente. Lo rememoré
velozmente. Aquí era donde vivía de pequeña, y no estaba lejos de la casa de
mis padres, la cual sigue estando habitada por mi madre.
De repente, al mentalizarme de la realidad, surgió de la
nada ese diamante, ahora, por la perspectiva, algo más grande.
-Si logras que alguien
te reconozca, serás recompensada; de lo contrario, te desvanecerás en el vacío.
Recuérdalo: siete días, cuatro intentos.
Y volvió a desaparecer…
Aún no entendía muy bien el mensaje, pero, dejando a un lado
lo irreal que estaba resultando todo aquello, podía teorizar que en un plazo de
siete días tendría que hacer ver a algún conocido o familiar que esta mosca era
yo. Sin embargo, seguía sin comprender eso de los cuatros intentos, ¿si no me
reconocían a la primera, entonces tendría que probar con otra persona distinta?
Si fuera así la cosa, se complicaba demasiado.
Fuera como fuera había de darme prisa. Volé vigorosamente
hacia la casa donde estaba mi madre, la cual estaba a escasas manzanas del quiosco, y busqué alguna
ventana que hubiera dejado abierta. Bingo. Entré en la cocina y recorrí todas
las habitaciones hasta dar con ella en la sala de estar. Me posé en su hombro y
llamé su atención revoloteando previamente próxima a su oído.
De un manotazo me aplastó. Fue tarde para percatarme que
esto era lo más probable que podría haber sucedido, y no el que hubiera
adivinado de quién se trataba el bicho en cuestión.
Por fortuna, pronto averigüé qué quería decir ese diamante
con lo de las cuatro oportunidades. Aparecí nuevamente en aquel habitáculo,
aunque esta vez tuve la suerte de que dicho cristal destellante fuera algo más
comunicativo.
-Has gastado un
intento. Para los tres siguientes eres libre de elegir el insecto con el que
quieres regresar a tu mundo.

-Esta vez seré una
araña.
-Muy bien.
Por segunda vez oscuridad y una sacudida que me reanimó al
lado de ese mismo árbol. Cuando me reactivé por completo inicié la marcha sin
perder ni una pizca de tiempo, pues ahora no podía volar.
Alcancé la pared de mi antiguo hogar y ascendí hasta el
marco de la cocina. Mi madre seguía en la sala de estar, por lo que pude
suponer que apenas había transcurrido tiempo entre mi “asesinato” y mi “reencarnación”.
No obstante, algo había cambiado. Escuché una voz distinta a
la de ella, pero familiar. Era mi hermano mayor, al parecer acababa de venir de
visita, seguramente para hacer compañía a nuestra madre en estos momentos en
los que mi defunción aún era bastante reciente.
Para ella sería reconfortante verle, en cambio para mí era
todo lo contrario por una razón concreta: aracnofobia. Tendría que esconderme
de él y a la par hacerme notar a los ojos de mi madre. Lo mejor sería dibujar
algo con mis telarañas.
Desgraciadamente eso de dibujar con esta tela era mucho más
complicado de lo que pensaba, y, enfrascada en crear alguna seña para ella, no
me fijé en que mi hermano me había detectado, a pesar del brusco grito que dio
al primer contacto visual.
No supe qué hacer, me desesperé. Lo arriesgué todo y me
dirigí rauda a su cobijo, pero de un pisotón desaparecí. Lo último que escuché
fue una regañina por parte de ella hacia mi hermano. Quién le diría que acababa
de cometer un “fratricidio”…
Era mi tercer intento, así que opté por desistir en casa de
mi madre. Mi hijo, que vivía a varios kilómetros, había heredado su filia por
los arácnidos, por lo que podría probar este mismo plan con él. No obstante, el
diamante tenía algunas… discrepancias.
-No se puede repetir
una especie ya utilizada.
-¿Aunque sea otro tipo
de araña?
-No. Solamente se
emplean especies genéricas y comunes. Habrás de escoger otra.
Con todo en mi contra, escogí una mariposa, que tampoco le
desagradaría a mi hijo. Sin embargo, no tuve algo en cuenta… De nuevo había ido
a parar a ese dichoso árbol, a una distancia abrumadora del lugar al que
pretendía viajar.
Crucé los dedos, metafóricamente hablando, y volé hasta la
estación de tren, para, a partir de ahí, seguir las vías que conducían hasta la
localidad donde él residía… Pero, como si el destino no quisiera poner de su
parte, al cabo de unas veinte horas de vuelto ininterrumpido, mi energía empezó
a agotarse. Y, aunque paré para descansar un poco, el agotamiento no se
esfumaba, es más, continuaba acrecentado. ¿Qué me pasaba?
Sin apenas poder moverme ya, caí en la cuenta de que, tal y
como dijo el diamante, todas eran especies comunes, por lo que me había
convertido en un ser que no iba a durar más allá de un día. En resumen: no era extenuación,
sino el preludio de mi muerte.
Entre lágrimas regresé a la blanca habitación. Al final no
iba a conseguirlo, me era imposible lograr tal hazaña, cuya compleja
simplicidad me consternaba… Ya daba igual que tuviera un último intento, no se
me ocurría ninguna idea que me hiciera superar este retorcido reto. Parecía que
estaba marcada para sufrir ese terrorífico desvanecimiento…
-Te queda otra
oportunidad más. ¿Qué eliges?
-Da igual. Renuncio.
-No se te permite
hacer eso. Debes elegir.
-Lo que sea.
Sorpréndeme –respondí con tono arisco.
El diamante cedió y me devolvió al árbol. Me notaba rara, y
caminaba de manera bastante lenta en comparación con las otras tres veces. Me
arrastré hasta un espejo y vi que el azar había optado por que fuera un gusano
de seda.
Cansada y rendida decidí pasar los días que me quedaban
entre las hierbas de algún parque. Total, poco se podía hacer ya al respecto…
Pero, pese a mi pesimismo, recibí una última muestra de
esperanza. Precisamente de un niño, al cual reconocí más tarde como el hijo de
una amiga mía de ese barrio. Él me agarró y me puso sobre la palma de su mano,
sonriéndome y diciéndome que me haría una casa y me alimentaría.
A pesar de lo cotidiano que podía resultar aquello, la típica
situación del gusano en la caja de zapatos y el niño aguardando a su
metamorfosis, algo curioso sucedió cuando me miró fijamente.
-Sé que suena raro,
pero hace unos días murió una amiga mía y de mi madre…
Con esa frase creí que no todo estaba perdido, que aún
podría convencer a alguien de que seguía con vida y que la muerte no era el
fin. Pero no hizo falta.
-…Yo suelo tener ideas
un poco descabelladas –prosiguió–. Y
considero que parte de ella se ha quedado aquí, junto a ti y a mí… junto a todo
lo que rebose vida en general. Por eso te voy a llevar a casa. Quiero creer que
tú eres ella.
No podía creérmelo, una persona que ni siquiera se me había
pasado por la cabeza para esto acababa de salvarme. Quizás fuera por la extensa
imaginación de los niños, que no negaban nada, aunque resultase inverosímil, o
tal vez fuera una forma de enfrentarse a mi fallecimiento; no importaba, el
caso era que técnicamente alguien me había reconocido, y eso era el mejor
regalo que me podían haber hecho tras mi ida de este mundo…
-Enhorabuena. Ya
puedes marchar en paz.
Esa fue la última frase que escuché del diamante, una vez ya
me había acomodado en la casa de aquel niño, donde me había preparado un gran
montón de hojas de morera en una caja de cartón perforada.
.jpg)
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario