Aquel bosque, el Bosque de la Penuria,
era famoso por su gran cantidad de posadas. Era el punto de reunión de
cualquier viajero, el corazón de descanso de toda travesía. Se encontraba justo
en el centro del bosque y, a pesar de su
nombre, de bosque no tenía nada esa zona. Tiempo atrás, un Ancestro, una clase
de hechicero extinguida en la actualidad, no fue capaz de controlar su odio e
invocó un enorme meteorito que impactó contra el bosque arrebatando al terreno
toda su fertilidad. Jamás volvió a crecer nada allí. Los Druidas de los
alrededores intentaron revivir la tierra, pero estaba totalmente exenta de
vida. Poco a poco una capa de polvo grisáceo invadió la zona enterrando los
restos chamuscados de los árboles y demás flora. Una vez que los Druidas abandonaron el sitio,
mercaderes y posaderos, informados del suceso, vieron de esa zona un lugar
perfecto para aquellos que quisieran adentrarse en el bosque, ellos vendrían
escasos de víveres y cansados y entonces estarían ellos para saciar sus
necesidades. El sitio fue bautizado como el Bosque de la Penuria y poco a poco
se fueron construyendo posadas y tiendas. Y, aunque por lo contado, el sitio
parezca pequeño, la extensión del impacto fue enorme, de hecho, entre una
posada y otra pueden haber kilómetros de distancia. Además, sin explicación alguna,
cada año el efecto del meteorito marchita la flora de los alrededores del
Bosque de la Penuria, por lo que lentamente este se va haciendo más y más
grande.
El Consejo de los Seis Puñales había llegado hasta allí. Estaban cansados, así que decidieron dividirse e ir cada escuela de magia a una posada distinta, así por ejemplo los Brujos de Hex Mal Fario fueron a la Posada del Cuervo y los Brujos de Inanis la Abisálica optaron por dormir en la Casa Sombría, ambas posadas en extremos opuestos del Bosque de la Penuria.
Acordaron junarse todos en el Descanso
del Muerto, posada que se hallaba exactamente en el centro del lugar y donde
descansarían los Brujos de Nexus el Aespacial. Tendrían que hablar sobre dónde
ir cada uno para instruir a sus aprendices. No volverían a verse durante mucho
tiempo, así que tenían que estar bien despiertos ese día, se hablarían cosas
muy serias.
Ignis llevó a sus Brujos a la Posada
Telaraña, una de las peores posadas que podían encontrarse allí. Él les dijo a
sus aprendices que lo hacía por su bien, pues lo que iban a vivir no iba a ser
un cuento de hadas, iban a ser perseguidos por aquellos que repudiaban el maná
y seguramente muchas lunas tendrían que pasarlas huyendo, en soledad y en
condiciones pésimas. En parte, tenía razón, pero podría haber hecho como los
otros Grandes Brujos y haberles llevado a una buena posada. Incluso Inanis lo
había hecho. Mañana sería un día agotador…
-Muy bien, buscad un sitio en el que dormir, yo… me
quedaré hablando con el posadero. Espero que disfrutéis de esta noche, será de
las pocas que tengáis tranquilas si queréis seguir el camino de un Brujo de la
Llama.
Realmente Ignis no iba a hablar con
nadie. Aún en su cabeza rondaba su fallido enfrentamiento con Tenebra. Quería
saldar cuentas, pero por desgracia el Escondite Aullante, posada donde estaban
ella y sus Brujos de la Oscuridad, se encontraba bastante lejos de la Posada
Telaraña.
En vez de ir en su busca, Ignis optó por
quedarse en el exterior de la posada y practicar su magia. Estaba claro que si
una novata Bruja era capaz de matarle con un solo hechizo, él seguía siendo
débil, muy débil. Pero no se percataba de que toda persona debe dormir, y esa
noche sin descanso sí que le haría realmente débil frente al día de mañana.
Podía tener en su interior una llama perenne, pero esta no era capaz de quemar
su ego. Si tenía que estar toda la noche haciendo conjuros, a pesar de que eso
le dejara para el arrastre y su propio corazón incandescente corriera peligros,
Ignis lo haría.
Recogió unos cuantos escombros del suelo
y los colocó a doscientos metros de distancia. Seguidamente con unas llamas
frías hizo levitar otro montón de escombros a distintas altitudes. Agarró el Puñal Llameante y lo lanzó al aire para que
invocara una lluvia de fuego del Núcleo. Este fuego requería mucha energía por
parte del taumaturgo, y además era un fuego capaz de dañar a aquellos que
dominaran la magia ígnea. En pocas palabras, Ignis había invocado una lluvia
ígnea que podía dañarle. Hubiera sido demasiado fácil disparar a los objetivos
sin tener que moverse del sitio. Ahora no sólo tendrías que buscar las dianas,
sino que tendría que estar atento a las inmensas rocas de fuego que caían del
cielo.
Con agilidad esquivó la incesante lluvia
mientras disparaba bolas de fuego a sus objetivos. Sus pies y sus manos dejaban
una estela de fuego, se movía a una velocidad sobrehumana. Confiado, dejó de
observar el cielo y fue directamente a por los escombros, pero ese fue su
error. Una roca ígnea impactó a escasos centímetros de él y la onda expansiva
le hizo caer al suelo. Conmocionado, no tuvo tiempo de reacción para esquivar
otra roca que iba a colisionar contra él en pocos segundos. Cerró los ojos por
puro instinto y se preparó para lo peor.
Sin embargo, una garra de oscuridad
desintegró por completo la roca. Seguidamente agarró a Ignis y lo arrastró a
una zona segura de esa lluvia. Lo soltó y se dirigió al Puñal Llameante para que cesara de invocar el fuego del Núcleo.
Lo cogió, lo enfrió y se lo devolvió a Ignis.
Ignis persiguió con la mirada la estela
sombría que había dejado esa garra. En la lejanía se distinguía con dificultad
una silueta. El Brujo lanzó al aire una llama para iluminar la zona. Entonces
fue cuando se dio cuenta de que su salvadora no era otra que Tenebra Corazón de
Ébano.
-¿¡Se puede saber qué haces aquí!? ¡Has interrumpido
mi entrenamiento!
-No quería molestar… Simplemente vine para pedirte
disculpas por lo que pasó horas atrás. Vi que estabas ocupado y esperé a que
acabaras, pero como te vi en peligro quise ayudarte…
-¿Y quién te ha dicho que necesitara ayuda? Si no
era capaz de sobrevivir a un mero entrenamiento, entonces debería haber sido
perforado por esa roca.
-¡Oh! No digas eso… fallar no significa abandonar.
¿Ibas a morir por tan sólo un simple traspié? Yo no hubiera sido capaz de
aguantar tanto tiempo en ese entrenamiento, y creo que ninguno de los otros
Grandes Brujos.
-¿Y no es síntoma de debilidad el haberse rendido y
haberse dejado morir?
Ignis enmudeció. Le costaba admitirlo,
más aun proviniendo de su enemiga, pero tenía razón. Ese acto de no haber hecho
nada por esquivar la roca sí era un síntoma de debilidad y no el haber recibido
un golpe, sobre todo cuando fue culpa suya por no haber prestado atención. Por
primera vez la furia de Ignis se calmó un poco.
-Puede… puede que tengas razón. Después de todo,
tampoco puedo caer derrotado ante el primer golpe. Supongo que… supongo que
tengo unos aprendices que esperan aprender de mí este caótico arte.
-Eso está bien. –dijo Tenebra
sonriendo. –Por cierto, entonces… ¿aceptas mis
disculpas?
-Las acepto con una condición. Te propongo un duelo.
Yo confeccionaré un tipo de entrenamiento para ti y tú uno para mí. Veamos
quién acaba antes.
Tenebra aceptó. Clavó el Puñal Sombrío en el suelo e invocó un vórtice de
oscuridad. Creó unas cuantas garras que levantaron varios trozos de tierra y
los colocó encima del vórtice a diferentes distancias, siendo el más alto en el
que se hallaba su puñal.
-No te preocupes, si caes, el vórtice solamente te
escupirá a pocos metros de aquí.
Ignis, por su lado, invocó una gran
cantidad de muros de fuego y formó un laberinto flameante. Después lanzó dentro
su puñal. Desde un principio tenía pensado un reto más difícil y letal para
ella, pero en vistas de que Tenebra se lo había puesto fácil, supuso que
tendría que ser un poco más blando con la prueba.
-Ten cuidado con llegar a un callejón sin salida.
Estas llamas perciben el movimiento, si estás mucho tiempo en el pasillo
equivocado las llamas te devorarán. Espero que sepas defenderte.
-¡Sin problema! –contestó con
seguridad.
Tenebra se colocó en la entrada del
laberinto e Ignis en la orilla del vórtice. Contaron hasta tres y se prepararon
para comenzar la prueba, pero en ese momento un grito les interrumpió. Alguien
se acercaba y por el tono de su voz parecía que huía espantado por algo.
-¡Por favor! ¡Alguien tiene que ayudarme! ¡Alguien
ha de detenerle!
Ignis y Tenebra optaron por posponer las
pruebas. Hicieron desaparecer sus hechizos y recuperaron sus puñales. Fueron
en dirección del vocerío y encontraron a un hombre con dos heridas brillantes
en su pecho. Ignis supo enseguida que esas heridas estaban hechas por magia
magmática, muy similar a la ígnea, sólo que esta también puede manejar las
rocas. Cuando se aproximaron un poco más, pudo detectar sus prendas. Un Tahúr,
tal vez sería un engaño todo aquello. Ignis dijo a Tenebra que guardara las
distancias y que se quedara en guardia por si era una emboscada. Él siguió
corriendo hacia él.
-¿Se encuentra bien?
-¿Eres… hechicero?
-Sí, soy un Brujo. Veo que tus heridas son
profundas, pero no hay hemorragia.
-Un Brujo… he oído hablar un poco de vosotros. Supongo que podrás hacerle frente. ¿Sabes
manejar el fuego?
-Por supuesto. Soy Ignis el Moldeabrasas, Gran Brujo
de la Llama, vengo de la Tierra y luché en el frente de batalla en la Guerra de
los Arcanos.
Pero Trug había dejado de escucharle
cuando vio en su cinturón aquella arma. No podía creer lo que veían sus ojos. No
era posible que uno de los Puñales de la Insania siguiera existiendo. Y todo
empeoró cuando Tenebra, al ver que Ignis tardaba en regresar, se aproximó a
ellos. Vio que de su cinturón también colgaba otro de los Puñales de la
Insania. Trug fue uno de los testigos de su destrucción. ¿Cómo era posible que
dos siguieran intactos?
-¿Sois… sois sucesores de los Hermanos Penumbra? –preguntó
mientras daba varios pasos hacia atrás.
-¿Cómo? ¡Ah, no! Verás… resulta que…
Tenebra no tuvo tiempo de acabar la
frase. Una enorme hoz atravesó el cuello de Trug decapitándole. Detrás del
Tahúr había alguien, alguien que se dejó ver enseguida, cuando el cuerpo de su
víctima cayó al suelo. Rápidamente los dos, al ver ese maltrecho rostro,
supieron quién era. Shan el Insano había encontrado a dos de los Brujos que
estaba buscando, dos que, según él, estaban provocándole todo ese dolor.
-¡Shan! ¿Qué le ha pasado a tu… aspecto?
-Lo he mejorado. Pero no vengo a conversar. Entregadme los
Puñales.
Ambos se negaron. Shan se rió como un
desquiciado y empuñó su hoz en señal de ataque. Tenebra invocó una bola de
sombras e Ignis una esfera ígnea. Los dos hechizos se dirigieron rápidamente
contra Shan, pero fue en vano, los dos fueron absorbidos por la hoja de su hoz.
No tenían nada que hacer frente a un Segador, un Segador corrupto.
Ignis le dijo a Tenebra que fuera a
pedir ayuda, que despertara a todo Brujo o hechicero que pudiera enfrentarse al Insano. El
Moldeabrasas sabía muy bien de lo que era capaz un Segador, y su aspecto
empoderado empeoraba las cosas. Agarró su puñal para potenciar su magia y alzó
entre él y Shan un muro de fuego similar a los que había creado en el
laberinto, pero más alto y ardiente.
Sin embargo, y con el mínimo esfuerzo,
Shan el Insano lo atravesó sin sufrir quemadura alguna. Estaba claro que el
misterioso hechicero que había causado las heridas de Trug era él, manejaba la
magia magmática e Ignis lo único que podía hacer era resistir su magia, pero no
contratacar. Ninguno de los dos podía dañarse, eso era lo malo de un
enfrentamiento magma-fuego. Pero Ignis se equivocaba, Shan no sólo era capaz de
usar el magma. Enseguida lo comprobó cuando un rayo de oscuridad surgió de su
dedo índice y perforó el corazón de Ignis.
El mecanismo de defensa de Ignis se activó
ipso facto, se envolvió en llamas y se convirtió en cenizas. Era perfecto,
ahora sólo debía concentrarse en no materializarse y permanecer así. Ahora se
camuflaba con el resto de cenizas del terreno. Tenebra ya estaba lejos así que
no corría peligro, podía huir tranquilo.
Lo malo fue que Shan podía oler su maná
y sabía que seguía vivo. Empezó a clavar frenéticamente una y otra vez su hoz
en el suelo para intentar dar con él. El Brujo, en ese estadío, era muy débil,
una pequeña estocada podría matarle para siempre porque ahora mismo su llama
estaba apagada, y sin llamas no hay resurrección alguna. Por suerte Ignis podía
moverse rápido por ese terreno, así que su plan era cansar a Shan, resucitar y
contratacar aunque fuera apuñalándole con el Puñal
Llameante.
-Me canso de estos juegos.
Shan apuntó con su hoz justo en el lugar
donde se encontraba Ignis. Levantó toda la ceniza del lugar y le obligó a
materializarse. Y justo antes de que pudiera reaccionar, le clavó la hoz en su
vientre.
-Veamos cuánto calor eres capaz de soportar…
Las manos de Shan se prendieron en
llamas para después hacerlo la hoja de su hoz. Ignis, para protegerse de
aquello, se prendió fuego a sí mismo. Mientras la hoja aumentaba su
temperatura, el cuerpo del Moldeabrasas también. Ahora tenía que aguantar. Si
por algún motivo la hoz del Insano llegaba a una temperatura que Ignis no
pudiera alcanzar, entonces estaría perdido.
Mientras tanto, Tenebra, que en vez de
haber ido a por ayuda se había quedado observando en la lejanía el combate,
pues algo la decía que su compañero iba a salir mal parado, fue tan rápido como
pudo a socorrerle. Invocó en sus manos cuatro cuchillos formados por sombras y
se los lanzó en la cabeza a Shan. Esto hizo que se distrajera y así Ignis tuvo
ventaja en el duelo de la temperatura el suficiente tiempo como para quitarse
con sus propias manos la hoz de su vientre. Se cauterizó la herida y poco a
poco, con el fuego, se fue regenerando. Pero esto a Shan no le importaba,
ahora su objetivo era Tenebra. Lanzó cientos y cientos de rocas de lava en su
dirección, pero rebotaban en un escudo oscuro que ella había conjurado.
-Se acabó el tiempo…
-Se acabó el tiempo…
Cuando Shan pronunció estas palabras.
Clavó el extremo opuesto a la hoja de su hoz en el suelo. Miles de rayos en
distintas tonalidades de azul brotaron del arma. Ignis y Tenebra no pudieron
hacer absolutamente nada para evitarlos. Cada rayo que impactaba contra ellos
les debilitaba más y más, cada uno les arrebataba parte de su poder. Quisieron
escapar, pero se encontraban con muy pocas fuerzas. Ya no podían hacer nada,
estaban acabados, habían perdido.

Confeccionó con el maná interdimensional
unas jaulas en las que metió a Tenebra y a Ignis. Enterró el cadáver de Trug y
se adentró en el bosque para dormir. Había que reponer fuerzas. Mañana podría
enfrentarse a todo un ejército entero de Brujos, aunque no sería ningún reto
para él.
Solamente tocaba esperar…
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