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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

lunes, 25 de febrero de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Insania [6]



Aquel bosque, el Bosque de la Penuria, era famoso por su gran cantidad de posadas. Era el punto de reunión de cualquier viajero, el corazón de descanso de toda travesía. Se encontraba justo en el centro del bosque y,  a pesar de su nombre, de bosque no tenía nada esa zona. Tiempo atrás, un Ancestro, una clase de hechicero extinguida en la actualidad, no fue capaz de controlar su odio e invocó un enorme meteorito que impactó contra el bosque arrebatando al terreno toda su fertilidad. Jamás volvió a crecer nada allí. Los Druidas de los alrededores intentaron revivir la tierra, pero estaba totalmente exenta de vida. Poco a poco una capa de polvo grisáceo invadió la zona enterrando los restos chamuscados de los árboles y demás flora.  Una vez que los Druidas abandonaron el sitio, mercaderes y posaderos, informados del suceso, vieron de esa zona un lugar perfecto para aquellos que quisieran adentrarse en el bosque, ellos vendrían escasos de víveres y cansados y entonces estarían ellos para saciar sus necesidades. El sitio fue bautizado como el Bosque de la Penuria y poco a poco se fueron construyendo posadas y tiendas. Y, aunque por lo contado, el sitio parezca pequeño, la extensión del impacto fue enorme, de hecho, entre una posada y otra pueden haber kilómetros de distancia. Además, sin explicación alguna, cada año el efecto del meteorito marchita la flora de los alrededores del Bosque de la Penuria, por lo que lentamente este se va haciendo más y más grande.


El Consejo de los Seis Puñales había llegado hasta allí. Estaban cansados, así que decidieron dividirse e ir cada escuela de magia a una posada distinta, así por ejemplo los Brujos de Hex Mal Fario fueron a la Posada del Cuervo y los Brujos de Inanis la Abisálica optaron por dormir en la Casa Sombría, ambas posadas en extremos opuestos del Bosque de la Penuria.

Acordaron junarse todos en el Descanso del Muerto, posada que se hallaba exactamente en el centro del lugar y donde descansarían los Brujos de Nexus el Aespacial. Tendrían que hablar sobre dónde ir cada uno para instruir a sus aprendices. No volverían a verse durante mucho tiempo, así que tenían que estar bien despiertos ese día, se hablarían cosas muy serias.

Ignis llevó a sus Brujos a la Posada Telaraña, una de las peores posadas que podían encontrarse allí. Él les dijo a sus aprendices que lo hacía por su bien, pues lo que iban a vivir no iba a ser un cuento de hadas, iban a ser perseguidos por aquellos que repudiaban el maná y seguramente muchas lunas tendrían que pasarlas huyendo, en soledad y en condiciones pésimas. En parte, tenía razón, pero podría haber hecho como los otros Grandes Brujos y haberles llevado a una buena posada. Incluso Inanis lo había hecho. Mañana sería un día agotador…

-Muy bien, buscad un sitio en el que dormir, yo… me quedaré hablando con el posadero. Espero que disfrutéis de esta noche, será de las pocas que tengáis tranquilas si queréis seguir el camino de un Brujo de la Llama.

Realmente Ignis no iba a hablar con nadie. Aún en su cabeza rondaba su fallido enfrentamiento con Tenebra. Quería saldar cuentas, pero por desgracia el Escondite Aullante, posada donde estaban ella y sus Brujos de la Oscuridad, se encontraba bastante lejos de la Posada Telaraña.

En vez de ir en su busca, Ignis optó por quedarse en el exterior de la posada y practicar su magia. Estaba claro que si una novata Bruja era capaz de matarle con un solo hechizo, él seguía siendo débil, muy débil. Pero no se percataba de que toda persona debe dormir, y esa noche sin descanso sí que le haría realmente débil frente al día de mañana. Podía tener en su interior una llama perenne, pero esta no era capaz de quemar su ego. Si tenía que estar toda la noche haciendo conjuros, a pesar de que eso le dejara para el arrastre y su propio corazón incandescente corriera peligros, Ignis lo haría.
Recogió unos cuantos escombros del suelo y los colocó a doscientos metros de distancia. Seguidamente con unas llamas frías hizo levitar otro montón de escombros a distintas altitudes. Agarró el Puñal Llameante y lo lanzó al aire para que invocara una lluvia de fuego del Núcleo. Este fuego requería mucha energía por parte del taumaturgo, y además era un fuego capaz de dañar a aquellos que dominaran la magia ígnea. En pocas palabras, Ignis había invocado una lluvia ígnea que podía dañarle. Hubiera sido demasiado fácil disparar a los objetivos sin tener que moverse del sitio. Ahora no sólo tendrías que buscar las dianas, sino que tendría que estar atento a las inmensas rocas de fuego que caían del cielo.

Con agilidad esquivó la incesante lluvia mientras disparaba bolas de fuego a sus objetivos. Sus pies y sus manos dejaban una estela de fuego, se movía a una velocidad sobrehumana. Confiado, dejó de observar el cielo y fue directamente a por los escombros, pero ese fue su error. Una roca ígnea impactó a escasos centímetros de él y la onda expansiva le hizo caer al suelo. Conmocionado, no tuvo tiempo de reacción para esquivar otra roca que iba a colisionar contra él en pocos segundos. Cerró los ojos por puro instinto y se preparó para lo peor.

Sin embargo, una garra de oscuridad desintegró por completo la roca. Seguidamente agarró a Ignis y lo arrastró a una zona segura de esa lluvia. Lo soltó y se dirigió al Puñal Llameante para que cesara de invocar el fuego del Núcleo. Lo cogió, lo enfrió y se lo devolvió a Ignis.

Ignis persiguió con la mirada la estela sombría que había dejado esa garra. En la lejanía se distinguía con dificultad una silueta. El Brujo lanzó al aire una llama para iluminar la zona. Entonces fue cuando se dio cuenta de que su salvadora no era otra que Tenebra Corazón de Ébano.

-¿¡Se puede saber qué haces aquí!? ¡Has interrumpido mi entrenamiento!

-No quería molestar… Simplemente vine para pedirte disculpas por lo que pasó horas atrás. Vi que estabas ocupado y esperé a que acabaras, pero como te vi en peligro quise ayudarte…

-¿Y quién te ha dicho que necesitara ayuda? Si no era capaz de sobrevivir a un mero entrenamiento, entonces debería haber sido perforado por esa roca.

-¡Oh! No digas eso… fallar no significa abandonar. ¿Ibas a morir por tan sólo un simple traspié? Yo no hubiera sido capaz de aguantar tanto tiempo en ese entrenamiento, y creo que ninguno de los otros Grandes Brujos.

-¡Fallé la prueba! Eso es síntoma de debilidad.

-¿Y no es síntoma de debilidad el haberse rendido y haberse dejado morir?

Ignis enmudeció. Le costaba admitirlo, más aun proviniendo de su enemiga, pero tenía razón. Ese acto de no haber hecho nada por esquivar la roca sí era un síntoma de debilidad y no el haber recibido un golpe, sobre todo cuando fue culpa suya por no haber prestado atención. Por primera vez la furia de Ignis se calmó un poco.

-Puede… puede que tengas razón. Después de todo, tampoco puedo caer derrotado ante el primer golpe. Supongo que… supongo que tengo unos aprendices que esperan aprender de mí este caótico arte.

-Eso está bien. –dijo Tenebra sonriendo. –Por cierto, entonces… ¿aceptas mis disculpas?

-Las acepto con una condición. Te propongo un duelo. Yo confeccionaré un tipo de entrenamiento para ti y tú uno para mí. Veamos quién acaba antes.

Tenebra aceptó. Clavó el Puñal Sombrío en el suelo e invocó un vórtice de oscuridad. Creó unas cuantas garras que levantaron varios trozos de tierra y los colocó encima del vórtice a diferentes distancias, siendo el más alto en el que se hallaba su puñal.

-No te preocupes, si caes, el vórtice solamente te escupirá a pocos metros de aquí.

Ignis, por su lado, invocó una gran cantidad de muros de fuego y formó un laberinto flameante. Después lanzó dentro su puñal. Desde un principio tenía pensado un reto más difícil y letal para ella, pero en vistas de que Tenebra se lo había puesto fácil, supuso que tendría que ser un poco más blando con la prueba.

-Ten cuidado con llegar a un callejón sin salida. Estas llamas perciben el movimiento, si estás mucho tiempo en el pasillo equivocado las llamas te devorarán. Espero que sepas defenderte.

-¡Sin problema! –contestó con seguridad.

Tenebra se colocó en la entrada del laberinto e Ignis en la orilla del vórtice. Contaron hasta tres y se prepararon para comenzar la prueba, pero en ese momento un grito les interrumpió. Alguien se acercaba y por el tono de su voz parecía que huía espantado por algo.

-¡Por favor! ¡Alguien tiene que ayudarme! ¡Alguien ha de detenerle!

Ignis y Tenebra optaron por posponer las pruebas. Hicieron desaparecer sus hechizos y recuperaron sus puñales. Fueron en dirección del vocerío y encontraron a un hombre con dos heridas brillantes en su pecho. Ignis supo enseguida que esas heridas estaban hechas por magia magmática, muy similar a la ígnea, sólo que esta también puede manejar las rocas. Cuando se aproximaron un poco más, pudo detectar sus prendas. Un Tahúr, tal vez sería un engaño todo aquello. Ignis dijo a Tenebra que guardara las distancias y que se quedara en guardia por si era una emboscada. Él siguió corriendo hacia él.

-¿Se encuentra bien?

-¿Eres… hechicero?

-Sí, soy un Brujo. Veo que tus heridas son profundas, pero no hay hemorragia.

-Un Brujo… he oído hablar un poco de vosotros.  Supongo que podrás hacerle frente. ¿Sabes manejar el fuego?

-Por supuesto. Soy Ignis el Moldeabrasas, Gran Brujo de la Llama, vengo de la Tierra y luché en el frente de batalla en la Guerra de los Arcanos.

Pero Trug había dejado de escucharle cuando vio en su cinturón aquella arma. No podía creer lo que veían sus ojos. No era posible que uno de los Puñales de la Insania siguiera existiendo. Y todo empeoró cuando Tenebra, al ver que Ignis tardaba en regresar, se aproximó a ellos. Vio que de su cinturón también colgaba otro de los Puñales de la Insania. Trug fue uno de los testigos de su destrucción. ¿Cómo era posible que dos siguieran intactos?

-¿Sois… sois sucesores de los Hermanos Penumbra? –preguntó mientras daba varios pasos hacia atrás.

-¿Cómo? ¡Ah, no! Verás… resulta que…

Tenebra no tuvo tiempo de acabar la frase. Una enorme hoz atravesó el cuello de Trug decapitándole. Detrás del Tahúr había alguien, alguien que se dejó ver enseguida, cuando el cuerpo de su víctima cayó al suelo. Rápidamente los dos, al ver ese maltrecho rostro, supieron quién era. Shan el Insano había encontrado a dos de los Brujos que estaba buscando, dos que, según él, estaban provocándole todo ese dolor.

-¡Shan! ¿Qué le ha pasado a tu… aspecto?

-Lo he mejorado. Pero no vengo a conversar. Entregadme los Puñales.

Ambos se negaron. Shan se rió como un desquiciado y empuñó su hoz en señal de ataque. Tenebra invocó una bola de sombras e Ignis una esfera ígnea. Los dos hechizos se dirigieron rápidamente contra Shan, pero fue en vano, los dos fueron absorbidos por la hoja de su hoz. No tenían nada que hacer frente a un Segador, un Segador corrupto.

Ignis le dijo a Tenebra que fuera a pedir ayuda, que despertara a todo Brujo o hechicero que pudiera enfrentarse al Insano. El Moldeabrasas sabía muy bien de lo que era capaz un Segador, y su aspecto empoderado empeoraba las cosas. Agarró su puñal para potenciar su magia y alzó entre él y Shan un muro de fuego similar a los que había creado en el laberinto, pero más alto y ardiente.

Sin embargo, y con el mínimo esfuerzo, Shan el Insano lo atravesó sin sufrir quemadura alguna. Estaba claro que el misterioso hechicero que había causado las heridas de Trug era él, manejaba la magia magmática e Ignis lo único que podía hacer era resistir su magia, pero no contratacar. Ninguno de los dos podía dañarse, eso era lo malo de un enfrentamiento magma-fuego. Pero Ignis se equivocaba, Shan no sólo era capaz de usar el magma. Enseguida lo comprobó cuando un rayo de oscuridad surgió de su dedo índice y perforó el corazón de Ignis.

El mecanismo de defensa de Ignis se activó ipso facto, se envolvió en llamas y se convirtió en cenizas. Era perfecto, ahora sólo debía concentrarse en no materializarse y permanecer así. Ahora se camuflaba con el resto de cenizas del terreno. Tenebra ya estaba lejos así que no corría peligro, podía huir tranquilo.

Lo malo fue que Shan podía oler su maná y sabía que seguía vivo. Empezó a clavar frenéticamente una y otra vez su hoz en el suelo para intentar dar con él. El Brujo, en ese estadío, era muy débil, una pequeña estocada podría matarle para siempre porque ahora mismo su llama estaba apagada, y sin llamas no hay resurrección alguna. Por suerte Ignis podía moverse rápido por ese terreno, así que su plan era cansar a Shan, resucitar y contratacar aunque fuera apuñalándole con el Puñal Llameante.

-Me canso de estos juegos.

Shan apuntó con su hoz justo en el lugar donde se encontraba Ignis. Levantó toda la ceniza del lugar y le obligó a materializarse. Y justo antes de que pudiera reaccionar, le clavó la hoz en su vientre.

-Veamos cuánto calor eres capaz de soportar…

Las manos de Shan se prendieron en llamas para después hacerlo la hoja de su hoz. Ignis, para protegerse de aquello, se prendió fuego a sí mismo. Mientras la hoja aumentaba su temperatura, el cuerpo del Moldeabrasas también. Ahora tenía que aguantar. Si por algún motivo la hoz del Insano llegaba a una temperatura que Ignis no pudiera alcanzar, entonces estaría perdido.

Mientras tanto, Tenebra, que en vez de haber ido a por ayuda se había quedado observando en la lejanía el combate, pues algo la decía que su compañero iba a salir mal parado, fue tan rápido como pudo a socorrerle. Invocó en sus manos cuatro cuchillos formados por sombras y se los lanzó en la cabeza a Shan. Esto hizo que se distrajera y así Ignis tuvo ventaja en el duelo de la temperatura el suficiente tiempo como para quitarse con sus propias manos la hoz de su vientre. Se cauterizó la herida y poco a poco, con el fuego, se fue regenerando. Pero esto a Shan no le importaba, ahora su objetivo era Tenebra. Lanzó cientos y cientos de rocas de lava en su dirección, pero rebotaban en un escudo oscuro que ella había conjurado.

-Se acabó el tiempo…

Cuando Shan pronunció estas palabras. Clavó el extremo opuesto a la hoja de su hoz en el suelo. Miles de rayos en distintas tonalidades de azul brotaron del arma. Ignis y Tenebra no pudieron hacer absolutamente nada para evitarlos. Cada rayo que impactaba contra ellos les debilitaba más y más, cada uno les arrebataba parte de su poder. Quisieron escapar, pero se encontraban con muy pocas fuerzas. Ya no podían hacer nada, estaban acabados, habían perdido.

Al cabo de un rato, los dos Brujos perdieron la consciencia. Shan, en un principio, había venido a matar a los seis, pero sabía que los otros cuatro podían estar bastante lejos de allí, así que optó por reducir a estos dos y usarlos como señuelos. Sería mejor esperar a que comenzaran a buscarles y entonces Shan tendría su momento. Con el Consejo de los Seis Puñales muerto y los Puñales de la Insania destruidos, al fin podría descansar.

Confeccionó con el maná interdimensional unas jaulas en las que metió a Tenebra y a Ignis. Enterró el cadáver de Trug y se adentró en el bosque para dormir. Había que reponer fuerzas. Mañana podría enfrentarse a todo un ejército entero de Brujos, aunque no sería ningún reto para él.

Solamente tocaba esperar…

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