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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 31 de marzo de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Regreso [7]


El aullido de una bestia despertó a Hex. Durante toda la noche no había conseguido entrar en un sueño profundo, y ese penetrante sonido había logrado desvelarle completamente. No era muy normal, según lo que le había contado el posadero de la Posada del Cuervo, que los animales del lugar estuvieran activos durante la noche. Eran inteligentes y sabían que en la oscuridad las manifestaciones arcanas ponían en peligro sus vidas. No era el típico bosque en el que debías tener cuidado de los animales nocturnos, al contrario, la noche era el momento perfecto para no morir de un mordisco, aunque podías morir de otras formas…
                                                              
Además del aullido, había una gran duda que rondaba la cabeza de Hex. ¿Qué pasaría en la reunión de mañana? Lo más seguro es que acabaran yendo cada uno por su lado hasta que pasasen unos cuantos años. Y era precisamente esto lo que le provocaba tanta incertidumbre. Él podría arreglárselas en solitario, pero había Brujos como Inanis o Ignis que eran demasiado inestables. Si no acababan autodestruyéndose, seguramente destrozarían a sus aprendices. De entre los seis, estos dos eran claramente los que más se beneficiaban del Consejo. Incluso Luzbel, el cual había creado esto por mera supervivencia, podría valérselas por sí mismo en el caso de que se disolviera el Pacto.

Y Nexus… Cada uno de ellos tenía sus rarezas. La irascibilidad de Ignis, el mutismo de Tenebra, la apatía de Inanis, el humor de Luzbel… hasta él mismo, Hex, destacaba por su meticulosidad. Por su lado, Nexus, parecía tan normal, comprensivo, con dotes de líder y tolerante. No encajaba como Brujo. Aunque tal vez era ese ocultismo el que justamente le catalogaba como tal. Quizás, después de todo, escondiera algo a los otros cinco, él fue el que invocó a todos esos hechiceros moribundos; compartió la magia demoníaca y no se la guardó para él solo. Al fin y al cabo eso podría tener el mismo rasgo conveniente que tenía la idea del Consejo propuesta por Luzbel. Pero claro, lo de Luzbel era razonable, huía de sus predadores, formar una alianza con alguien era esencial. Sin embargo, ¿cómo se beneficiaría Nexus de esto? Era imposible que sólo lo hiciera por mero orgullo, no podía ser por el simple de hecho de dar a conocer a unos hechiceros que habían permanecido años en la sombra. ¿Fama? ¿Poder? ¿Qué destacaba en Nexus?

Otro aullido interrumpió sus pensamientos. El Bosque estaba intranquilo, desde luego. Habría que salir a investigar. Agarró de la mesilla su faltriquera y su Puñal Agónico y bajó las escaleras. Abrió la puerta y en la lejanía contempló a alguien envuelto en llamas que caminaba arrastrando algo. ¿Ignis? No, imposible, la forma en la que fluía esa clase de fuego no era la misma que la que los Brujos eran capaces de invocar. Esa magia la había visto escasas veces, pero podía reconocerla, un fuego tan espeso, tan viscoso, era como lava. ¿Podría ser un Vulcano? También era poco probable. Esos hechiceros eran completamente diurnos, se alimentaban de la radiación que rebotaba de la tierra, del calor. Una fría noche como la de hoy no podría proporcionarle tanta energía como para rodear su cuerpo de magia.

Fuera como fuera, había algo que sí era seguro: peligro. Hex invocó un minúsculo conjuro imperceptible que se adhería a su objetivo para que el taumaturgo que lo creara pudiera saber en todo momento la ubicación del otro. Esperó unos segundos hasta que en la palma de su mano izquierda se dibujara una runa verde, señal de que el hechizo se había realizado con éxito, y fue en dirección al Féretro Cenizo, la posada más cercana a la suya, donde dormían Luzbel y sus Brujos Infernales.

Mal Fario no comprendía por qué Luzbel había elegido justamente esa posada. Estaba en una zona verdaderamente peligrosa del Bosque de la Penuria, su nombre lo decía todo, aquel sitio estaba en un lugar rodeado de árboles muertos, pero que aún permanecían de pie, ramas retorcidas y corteza putrefacta creaban el panorama que podía observase a través de sus ventanas. Era con diferencia la zona de descanso donde más viajeros habían perecido por causas extrañas. Pero claro, era Luzbel, le gustaban los riesgos, aunque Hex no sabía con total certeza si sus aprendices compartían esa misma afinidad.

Enseguida supo que se aproximaba al lugar, la oscuridad se volvía más espesa y asfixiante. Tenía que ampliar su campo de visión, así que encendió su mano derecha con fuego vil, verde. Comenzó a escuchar alaridos de almas en pena. La temperatura del lugar descendió drásticamente. Hex sonrió, sabía que iban a atacarle, pero sus agresores estaban en desventaja, era el Gran Brujo Profano, estaba más próximo a la muerte que a la vida, ningún maleficio que aquellos espíritus pudieran lanzarle a él le haría el más mínimo efecto.

-Adelante. ­–dijo mientras desenvainaba el Puñal Agónico con gesto desafiante.

Un enorme grito vacío fue el aviso de que los espíritus iban a por él. Hex se rodeó de una esfera de un tenue tono verde y sonrió. Cada espectro que intentó tocarle estalló en miles de pedazos. Aquella burbuja no era un simple escudo protector, sino que, al entrar en contacto con alguien que no fuera el conjurador, le inyectaba una sobredosis de maná que le hacía reventar. Nadie podía resistirlo, pues aunque pudieras expulsar tu maná para evitar el exceso, a la sobredosis se le añadía una maldición que coagulaba tu maná sanguíneo. Era el hechizo defensivo-ofensivo perfecto. La Esfera Penitenciaria.

Siguió avanzado hasta que su vista divisó el Féretro Cenizo. Llamó a la puerta y el posadero le abrió. Preguntó si Luzbel aún permanecía aquí y este respondió que no, hasta sus aprendices se habían marchado. Por suerte Luzbel le había dicho hacia dónde iba, parece que ya se dirigía al Descanso del Muerto. Hex le agradeció la información con unas monedas y se marchó. Parece que durante la vuelta los espíritus le habían cogido miedo, ninguno decidió atacarle esta vez, ni siquiera hicieron ningún alarido, el Brujo volvió a sonreír victorioso.

Lo mejor ahora sería avisar a sus Brujos Malditos, en la Posada del Cuervo, e ir también al centro del Bosque. Cuando llegó se encontró en la puerta a Inanis y sus Brujos del Abismo. Le pareció raro que Inanis hubiera decidido recorrer el Bosque de una punta a otra para llegar hasta él cuando era más sencillo ir ya de camino al Descanso del Muerto.

Inanis le explicó que habían llegado tan rápido mediante un hechizo de distorsión espacial, había difuminado el terreno para que la distancia fuera menor. Tenía que hablar con Hex, ella también había percibido una gran alteración y había visto a aquel hombre extraño en llamas. Le costó reconocerlo, pero de entre todos los del Consejo de los Seis Puñales, al que veía más sensato era a Hex, incluso más que a Nexus.

Tras el halago, Mal Fario se quedó pensando. Al final concluyó que lo mejor sería viajar ya al centro. Inanis asintió y se dispuso a realizar el hechizo de antes para distorsionar la realidad, pero un grito de alguien conocido la hizo parar. Esa voz grave e iracunda era inconfundible, algo le pasaba a Ignis. Después escucharon otro grito, esta vez más agudo, de mujer… Tenebra.

Todos, aprendices inclusive, fueron al lugar de procedencia de aquellos chillidos, primero un hombre arrastrando un objeto, y ahora Tenebra e Ignis estaban en el mismo lugar y gritando de dolor. Al final las sospechas de Hex eran ciertas, aquel desconocido emanaba peligro.

Y aquello fue lo que le hizo recordar que él sabía perfectamente su localización. Observó la palma de su mano, casualmente el individuo estaba próximo a ellos. Efectivamente el extraño en llamas estaba con sus compañeros. Cuando estaban cerca de él, Hex pudo ver sorprendido como la runa de su mano se borraba. ¡Imposible! Era fácil disipar el hechizo, pero para ello tendría que haberlo…
Descubierto.

El extraño apareció de repente delante de todos, haciéndoles parar en seco. A pesar de sus ropas rasgadas y su cuerpo incinerado y esquelético, supieron reconocerlo. Shan había cambiado, como si se hubiera corrompido.

El Insano no les dejó tiempo para reaccionar, envió una gran ola de magma hacia ellos. Inanis invocó un gran vórtice abisal y Hex construyó un muro anulamaná. Todos los que estaban detrás de esos dos conjuros sobrevivieron al ataque, pero muchos otros fueron carbonizados. Al unísono, Hex e Inanis obligaron a sus aprendices a huir; estos, aterrados, asintieron y corrieron lo más rápido posible.

-No me importan esas alimañas. Os quiero a vosotros dos.

Ambos ignoraron las palabras de Shan. Estaban atentos a la imagen que había tras él. Estaban intentando escapar de la jaula donde estaban metidos, pero el maná que conformaba la jaula era irrompible, más duro que el propio titanio. Cada vez que tocaban los barrotes sufrían una descarga eléctrica.

Intentaron correr hacia ellos, trataron de esquivar a Shan, pero este, viendo lo que pretendían, alzó sus demacrados brazos, con los que empuñaba su gran hoz, e invocó un hechizo que hizo que la tierra bajo sus pies se arremolinara alrededor de ellos y les impidiera el avance.

-¿¡Pero en qué clase de hechicero se ha convertido!? –se preguntó Inanis con furia.

-Inanis, observa. Ya no es un simple Segador. Algo ha pasado en el mercado que le ha transformado en esa aberración. Fíjate en la jaula, también controla la electricidad, y dudo que se haya convertido en un Electromante. Tal vez…

-¿Tal vez qué?

-Tal vez… no sea un hechicero en concreto, sino que domine todos los tipos de magia… Fíjate en el maná de la jaula, mira atentamente y descubrirás que es una composición de todos los colores y texturas que un maná puede tener, es como… un maná universal…

-Bien observado. Una pena que tu cerebro tenga que perecer junto a ti… Por cierto, me gustaría quedarme y acabar la faena, pero amanecerá pronto, y aún tengo que dar muerte a otros dos de los vuestros.

-¿Acaso piensas que un simple geohechizo nos va a matar?

-Por supuesto que no. ¡Esto sólo es la bienvenida!

Tras ello, Shan clavó la hoja de su hoz en el suelo. Un temblor comenzó a propagarse hasta alcanzar los cadáveres de los Brujos quemados. Hilos negros rodearon los muertos y empezaron a levitar. Las hebras se introdujeron en los cuerpos y los rompieron en cientos de trozos. Después fueron transportados a un mismo sitio donde formaron una gran bola de carne.

-Y ahora el toque final… Os presento a vuestro hijo, Inanex.

Hex e Inanis se quedaron de piedra. Shan empujó un disco de magia de las sombras que atravesó a los dos. No les hizo daño alguno, pero pudieron sentir como parte de su maná les era arrancado. Se giraron y vieron como el disco iba ahora a la gran masa de carne. El impacto fue devastador, tanto que incluso lograron desprenderse de las garras de tierra que les paralizaban. El único que parecía inmutarse ante la colisión era Shan, el cual ya se estaba preparando para marcharse. Levantó con magia la jaula, no sin antes provocar una enorme descarga para dejar inconscientes de nuevo a Ignis y a Tenebra, y echó un último vistazo a la situación de los futuros cadáveres.

-Luego volveré a por los Puñales.

Fue precisamente esa última palabra la que encajó la última pieza en el puzle mental que Hex tenía. Si Shan iba en busca de los Puñales de la Insania, seguramente ellos habrían provocado tal atrocidad en su esencia, y si han podido hacer eso, el efecto podrá ser revertido o, en el peor de los casos, podrá destruirse su carcasa corrupta. Se incorporó y se dio la vuelta para atacarle con su Puñal, pero por desgracia ya se había marchado… era veloz.

-Hex, creo que es tontería ir tras él. Tenemos aquí nuestro problema personal.

El impacto mágico había hecho que todos esos cuerpos descuartizados formaran uno nuevo. La palma de su mano derecha desprendía magia violeta y su palma izquierda emanaba maná verde. Shan había creado un monstruo que poseía sus hechizos, maestro del vacío y de los maleficios, algo más poderoso que un Gran Brujo.

Sin embargo, cuando Inanex dejó de levitar, al tocar el suelo, los pocos hierbajos vivos que había en el Bosque se secaron ipso facto al estar cerca de sus pies, como si desprendiera un aura de pura muerte. Ese efecto en concreto le llamó especialmente la atención a Hex.

-Interesante… No es tan sólo un muerto con hechizos nuestros. Shan ha mezclado nuestros poderes, y de ambos no podía salir nada más que magia relacionada con el olvido y la muerte. Lo que hay delante de nosotros es un Infecto. Al parecer no es que tan solo Shan pueda manejar todo tipo de magia, sino que encima puede crear hechiceros nuevos.

-Un Infecto… Siempre creí que no existían.

-Hasta hoy yo creía lo mismo. Siempre me fascinó su historia. También les llaman “Hijos de los Nigromantes”, pues la única forma de que alguien sea un Infecto es siendo un hechicero en vida y luego resucitar de entre los muertos. Aunque esto es grosso modo, hay un montón de condiciones más… Y es justamente esa dificultad la que hace que sea un hechicero peligroso.

Una calavera sombría, que pasó por en medio de los dos, interrumpió la conversación. Parece que la voluntad estaba controlada por Shan, aunque estuviera formado por siete aprendices de ellos, ninguno controlaba ese amasijo cárnico, no había posibilidad de que recapacitara, habría que luchar.

Los dos entraron en acción. Inanex seguía lanzando hechizos, pero por suerte eran sencillos de esquivar, aún faltaba bastante tiempo hasta que el Infecto recuperara la total movilidad. Hex e Inanis empezaron a crear algunos hechizos ofensivos leves, no querían causarle mucho daño a la aberración, después de todo, estaba formado por sus aprendices, quizás ellos aún podrían sentir el dolor. Mientras “bailaban”, Hex continuó hablando.

-Los Infectos, aunque tengan que ser creados por Nigromantes, son mucho más poderosos que estos. Los Nigromantes han de gastar energía para invocar hechizos de muerte, los Infectos, sin gasto alguno, tienen un aura de escasos metros que provoca la Muerte Perenne, un tipo de muerte que ni los Resucitadores ni los Nigromantes son capaces de revertir. Pero lo más importante es el contacto visual, son como Medusa, no le mires nunca o tu piel y tus órganos se pudrirán en cuestión de segundos. Lo demás es pura magia de las sombras, aunque seguramente posea una mezcla del vacío y las maldiciones.

-Ya veo. Así que habrá que emplear la intuición. Supongo que no será incauto, si se da cuenta de que estamos fijando la mirada en él, de inmediato buscará con sus ojos nuestra mirada.

-Lo has entendido a la perfección.

-¿Y cuál es la mejor forma para matarle?

-Ninguna. Está muerto, no puede volver a morir… Lo único que podemos hacer es alejarle de sus fuentes de poder… Es decir, Shan, tú y yo. El Segador ya se habrá alejado y no podemos ir a ayudar a Luzbel y a Nexus. Si traemos al Infecto a las proximidades de Shan, lo único que conseguiremos será reforzarle. La única forma es…

-Escapar.

Hex asintió. Por mucho que les doliera, no podían ir a alertar al Aespacial y al Lengua Vil. Primero tendrían que huir, esperar a que Inanex perdiera toda su energía y, después, ir veloces al Descanso del Muerto, aunque fuera para ayudarles a combatir contra Shan. Al menos estaba Inanis, que con la distorsión espacial podría acortar el tiempo que tardarían en alejarse. Sin embargo, con las incesantes oleadas de magia que lanzaba Inanex, la Abisálica no podría concentrarse para realizar el conjuro.

Pero no estaba todo perdido, Inanis tenía otra forma de desplazarse, algo parecido a los portales de Nexus, pero que llevaban a distancias más cortas, su número de viajeros era mucho menor y había un gran riesgo de muerte. También requería un tiempo de canalización, pero bastante menor comparada con la distorsión.

Mal Fario la convenció para que le dejara a él luchar y así distraerle. Inanis tuvo que ceder, no había otra forma de salvar a los otros cuatro. Hex creó una humareda tóxica y se abalanzó contra el Infecto. Inanis no podía creérselo, estaba tocando ahora mismo al no-muerto y su piel no se pudría. ¿Cómo?

Era simple, ella no lo sabía, pero Hex se había maldecido a sí mismo fechándose su muerte. Era una maldición que por un lado podía usarse como bendición. Cinco minutos después de ser maldecido morías, sin embargo, este hechizo también evitaba que murieras antes de ese tiempo. Por eso Hex, aunque estuviera en pleno contacto físico con Inanex, no era afectado por el Aura de Muerte Perenne.

Con esa ventaja, infundió de pleno poder su Puñal y le apuñaló sin parar en el torso. Eso no iba a detenerle, pero las repetidas puñaladas le provocarían tal molestia que haría que se olvidara de Inanis y la permitiera crear el Agujero de Vacío. Mientras continuaba, Hex, por curiosidad, ahora que tenía cinco minutos de inmortalidad, decidió mirarle a los ojos. Fue una sensación extraña, percibió cien veces su muerte, pero en ninguna de ellas sintió dolor, al contrario, sentía paz y tranquilidad. Paró de apuñalarle y cayó al suelo. Ante el sonido contundente, Inanis, que ya estaba acabando de crear el portal, desvió la cabeza hacia Hex, sus ojos estaban emitiendo una intensa luz verde. Durante un segundo optó por cancelar el conjuro e ir en su ayuda, no obstante la voz de Hex invadió su cabeza, seguramente por un hechizo que él habría invocado por si ocurría algo semejante.

-Continúa. Estoy viendo. No puedo morir tan fácilmente.

Y estaba en lo cierto, Hex se levantó. Así como le brillaban los ojos, la esmeralda de su Puñal Agónico también emitía un destello. Este siguió moviéndose por los humos venenosos y volvió a provocar a Inanex para que se fijara en él. No podía correr riesgos ahora, había anulado su maldición de Muerte Segura y ahora el aura si podía afectarle. Pero tenía un as en la manga, con el Puñal potenciando sus hechizos, lanzó contra el Infecto un maleficio Imitador. Ahora todo lo que hiciera Hex lo haría Inanex. Mal fario simplemente se quedó quieto y así logró inutilizar al enemigo.

No obstante, justo cuando ya el Agujero de Gusano estaba creado e Inanis le avisaba para la retirada, una hebra surgió de la nada y agarró a Hex. No había tenido en cuenta un pequeño detalle, imitaba los movimientos del hechicero, pero no de sus magias. Inanis quiso detener el hechizo con un Desvanecedor, un pequeño conjuro que destruía los conjuros simples, pero fue demasiado tarde, la pierna derecha de Mal Fario entró en contacto con el Aura de Muerte Perenne. Sí, segundos después había sido liberado y pudo alejarse de Inanex, pero el contacto era irremediable. Poco a poco la putrefacción se iba extendiendo por su cuerpo, en cuestión de diez segundos ya alcanzaba su rodilla.

-No le des importancia a esto. Entremos en el vórtice, estoy seguro de que si pierde su energía, entonces los efectos de su aura perecerán con él. ¡Vamos!

Hex sabía que las probabilidades de que eso ocurriera eran realmente escasas, aunque no había nada que hacer, preocuparse sólo pondría en riesgo la vida de otros,  ahora lo primordial era alejarse y hacer que Inanex regresara a la tumba.

Los dos se adentraron y fueron escupidos a una verde colina, podía aún divisarse el Bosque de la Penuria en el horizonte, pero seguramente estaban lo suficientemente lejos como para que Inanex se quedase sin fuentes de energía. El aterrizaje fue bastante brusco. Inanis estaba acostumbrada a esos viajes y aun así todavía no había conseguido caer de pie, por lo que seguramente Hex habría sufrido algunos daños.

Inanis no lo veía en la cima de la colina. Empezó a llamarle y no respondía, así que se puso a buscarle. Lo encontró abajo, había impactado contra un árbol. Se acercó corriendo había él y vio su piel totalmente putrefacta, aunque aún estaba vivo, respiraba, y una muy tenue voz salía de su boca. Estaba pidiéndole un favor a ella, decía que extrajese de su faltriquera todas las vendas mágicas que tenía. En cuanto desenrolló las vendas, aparentemente, cortas, pudo ver que su longitud era casi hectométrica. Hex dijo que estaban empapadas en maná de un antiguo amigo suyo Curandero, así que posiblemente si vendaba su cuerpo con ellas, su estado volvería a la normalidad.

La Abisálica fue vendándole con cuidado, pero cada segundo que pasaba podía observar su piel asemejarse más a la de un cadáver. Ahora mismo parecía un muerto viviente. A pesar de ello, ella no se dio por vencida y siguió vendándole. Cuando estuvo completamente rodeado por ellas, Inanis observó que Mal Fario había cerrado los ojos. Intentó despertarle pero no conseguía nada… Hex Mal Fario había muerto.

Aunque aún había una última oportunidad. Una última imagen de su compañero blandiendo su Puñal hizo que pensara en el suyo, en el Puñal Ignoto. Si este era capaz de hacer desaparecer todo, quizás podría hacer desaparecer la muerte. Sin embargo, esa pequeña luz de esperanza se apagó cuando recordó lo que Hex la había contado acerca de los Infectos: eran hechiceros resucitados… Pero esto sólo se cumplía si la resurrección se llevaba a cabo por un Nigromante o un Resucitador. Ni siquiera sabía si su idea iba a funcionar, y si funcionaba no iba a ser ella realmente la que le despertara de la muerte, sino su Puñal… No perdía nada, si se alzaba como un Infecto, tan sólo tendría que alejarse de él antes de que cobrara no-vida completamente.

Así que se puso manos a la obra. Agarró el Puñal con las dos manos y se puso de rodillas frente a Hex. Se concentró y canalizó toda su magia hacia el Puñal, el cuarzo de la empuñadura brilló con tanta fuerza que ni siquiera sus párpados pudieron evitar el impacto de la luz. Siguió canalizando magia del Vació hasta que quedó exhausta. Finalmente, cuando vio que la hoja estaba completamente violeta y desprendía vapor de maná, clavó el Puñal Ignoto en el corazón de Hex.

Una gran explosión arcana surgió cuando la hoja penetró en su pecho. Todo se nubló debido a la gran cantidad de vapor de maná que había surgido a causa de la liberación de tanta energía mágica. Inanis fue repelida varios metros atrás. No lograba ver nada y tuvo que esperar con impaciencia a que el ambiente se volviera más nítido.

Poco a poco pudo distinguir las siluetas de lo que la rodeaba y enseguida se llevó una gran alegría al ver que la resurrección había sido efectiva. La silueta de Hex Mal Fario estaba de pie, definitivamente estaba vivo. Ahora quedaba eliminar otra intriga, Inanis debía ver si era un Infecto o seguía siendo el Gran Brujo Profano.

Cuando al final casi todo el vapor desapareció, Inanis supo que ya no era como antes. Aunque tampoco era un Infecto. Sus prendas grises aún permanecían, así como las vendas, pero ya no tenía carne, todo su cuerpo había sido sustituido por magia pura. Hex era como un fantasma de maná, pero no estaba muerto, Inanis podía oírle murmurar mientras observaba su mano. Aun así, ella debía cerciorarse de que seguía siendo él mismo… al menos por dentro. Y fue una única palabra, típica de él, lo que lo corroboró.

-Fascinante…


sábado, 30 de marzo de 2013

Pequeño diario de una pequeña alma #4


Esperaba tu visita Borja… Tenía ganas de contarte algo verdaderamente importante… ¿Recuerdas a esa chica que decía que me admiraba? Bueno… podría decirse que ha despertado algo dentro de mí.

¡No! No es amor, te lo puedo asegurar. Ha hecho algo… ha conseguido despertar interés en mi lado maléfico. No sé cómo lo ha hecho, no sé cómo pasó, pero Samanta tiene más cosas en común conmigo de las que en un principio pensaba…

Dos días después de lo sucedido, tras San Valentín, estaba en casa descuartizando los cadáveres de aquellas “felices parejas”.  Al principio todo iba normal, lo típico, cortaba la carne con el cuchillo jamonero y luego, cuando llegaba al hueso (refiriéndome a las extremidades), ablandaba la zona y después lo quebraba con extrema facilidad. La zona del tórax y el abdomen me era más difícil por el tema de las vísceras y tal… Dios… los órganos son nauseabundos cuando llevan ya unos pocos días inertes, pero bueno… qué te voy a contar a ti que no sepas, después de todo eres un intento fallido de la Muerte… ¡Oh! No te lo tomes a mal, te respeto, al menos una parte de mí lo hace…

Siento ser así de directo… ya sabes que no era yo. O tal vez sí. Presumes de conocerme perfectamente, así que dejaré que lo averigües por tu cuenta. Oh… perdóname. Cada vez me vuelvo más inestable… podría volverme más amable si… ¡me ayudaras con estos putos cadáveres! ¡Llévatelos al Vacío de las Almas o como tú le llames a ese basurero de ánimas!

¿Qué, no puedes hacerme nada? Una lástima. Te dije que recopilé información acerca de tu “mundillo”. Técnicamente estás muerto, y como tal, habitas en un Plano distinto al mío. Lo que yo veo de ti es un holograma, así como tú lo que ves de mi mundo es una simple ilusión que traspasa los Planos… ¿Ocurre algo Borja? ¿El aprendiz está venciendo al maestro? Perfecto.

Por favor, te pido mil disculpas… Será mejor olvidar estas estupideces y centrarme en la historia. Después de todo es a por esto a por lo que vienes. No deseas nada más… sólo una recopilación de la biografía de un muerto en potencia… Está bien, prosigamos.

Mientras hacía mi “trabajo” llamaron a la puerta. Me sobresalté, pues no estaba acostumbrado a recibir visitas. Metí los cuerpos en el cuarto de baño de la habitación de mi madre, eché el cerrojo y yo salté por la ventana que daba a la terraza. Me limpié con una toallita los restos de sangre de mis dedos y tiré la toallita a la basura de la cocina. Cogí un cuchillo y lo escondí bajo mis pantalones, sujeto por mi cinturón. Abrí la puerta y me encontré con un señor trajeado muy serio que portaba un fichero.

Me quedé un momento quieto observándole, pensaba en añadirle en mi lista de muertos por el simple hecho de que daba vergüenza ajena, pero justo antes de darle un tirón y meterlo en casa para ensañarme con él, el desconocido habló.

-Buenos días, señor. Mi nombre es Santiago. Me interesaría hacerle unas preguntas, será un momento. Es para un trabajo de máster de psicología, necesito personas que participen.

-¿Y me has elegido a mí por…?

-Bueno, hice unas cuantas seleccionas al azar en el mapa de mi móvil. Una de las ubicaciones elegidas fue este bloque. Tiré un dado y salió tu piso. Lo de la letra, bueno, soy diestro, simplemente al llegar al piso giré a la derecha y… aquí estoy. Simple y puro azar, señor.

-Muy bien… Primero, no soy señor… puedes llamarme Bruno. Segundo, espero que esto tarde menos de dos minutos, estoy ocupado. Tercero, exijo ser informado de los resultados, ya sean inmediatos o no. Y cuarto, deja de hacer el tonto ahí y pasa.

Me sonrió amablemente y yo le devolví la sonrisa por pura cortesía. Le llevé al sofá y nos sentamos. Me explicó que iba a realizarme una serie de preguntas en las que debía de responder lo más rápido que pudiera para así sacar como resultado un perfil de personalidad… Personalidad… ¡entonces vas a necesitar dos test distintos!

-Muy bien, señ… digo Bruno. Comenzaremos cuando digas.

-Dispara.

-¿Odio, felicidad o tristeza?

-Odio.

-¿Brazos, tronco o piernas?

-Hmm… tronco, supongo.

-¿Líquido, sólido o gas?

-Líquido.

-¿Acepta la venganza?

-Por supuesto.

-¿Cometería una agresión?

-Seguramente…

-¿Y un homicidio?

Esa última pregunta me dejó los ojos como platos. Realmente no era del todo extraño que un test psicológico te preguntara sobre eso, pero… las preguntas anteriores también tenían su jugo. No respondí. Me negué y esperé a ver su respuesta. En cuanto vi que mi silencio le provocó una mueca de afirmación supe que algo iba mal. No. No estaba haciendo un máster de nada. Ese tal Santiago sabía, o al menos sospechaba, que era un asesino. Fuera como fuera no podía seguir viviendo. Además… ya llevaba dos días sin matar a nadie, tenía que tranquilizar a mi maldad y él era perfecto. Matar dos pájaros de… una (o varias) puñalada.

Rápidamente permití a mi otro yo que tomase el control de mi cuerpo. Enseguida extraje de mi cinturón el cuchillo y cargué contra él. No obstante me equivoqué al creer que sería una presa indefensa como los demás. Con un movimiento fugaz metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una jeringuilla. Esquivó hábilmente mi cuchillada y me clavó la aguja en el cuello. El fluido de la jeringuilla, mientras viajaba por mi torrente sanguíneo, me provocó un doloroso ardor.

Y mientras me retorcía agónicamente en el suelo, Santiago me explicó que ahora por mis venas corría un potente veneno que provocaría una vasodilatación, lo cual explicaba el calor, para después liberar de las células todo el calcio que almacenaban para así provocarme una espantosa muerte por contracción muscular masiva.

Quise gritar para alertar a algún vecino, pero la inyección había sido en el cuello, mi aparato fonador fue el primero en sufrir las consecuencias del veneno. No tenía nada que hacer salvo observar con impotencia, mientras mis músculos ciliares me lo permitieran, a Santiago… El asesino asesinado… Era el fin.

Pero entonces un atisbo de esperanza surgió. Mi lado oscuro volvió a “charlar” conmigo. Otra conversación de esas que no recuerdo salvo el mensaje en sí. Simplemente dijo algo así como que si nos intercambiábamos repetidas veces el control de mi cuerpo, podríamos solucionar el problema del calcio, pues cada vez que mi cuerpo era controlado por el otro, este entraba en un pequeño y rápido trance en el que toda mi musculatura y mi sistema nervioso se relajaban. Si hacíamos esto varias veces podríamos conseguir la suficiente distensión en los músculos como para incorporarme y huir a pedir ayuda.

Nos pusimos manos a la obra y poco a poco fue funcionando. Primero la lengua y las extremidades, luego el abdomen y la cara, y, por último, el nervio vago movió el resto. Suerte que el diafragma ni siquiera estaba aún contraído. Aunque pudiera mover los músculos, el movimiento dejaba mucho que desear y me costaba bastante, era como si de repente pesase cuarenta kilos más. Si hubiera quedado afectado el diafragma… Creo que ahora seguiría hablando contigo, pero en otro… Plano.

El cuchillo estaba cerca de mí. Lo lancé al aire para distraerle y me incorporé raudamente. No le dio tiempo a atraparme. De momento estaba a salvo. Y no debía arriesgar llamando a la puerta del algún vecino, Santiago estaría pisándome los talones, así que decidí bajar las escaleras para llegar a la calle, él no me haría nada con gente delante…

¿Gente? ¡No había ni un alma allí! Y lo peor de todo era que perdía fuerzas a cada instante. Cada ve sentía más presión, más tensión, mi propio cuerpo se negaba a obedecer mis órdenes. Nos fuimos intercambiando más rápidamente, pero era imposible superar la velocidad contráctil del veneno. Caí de rodillas y escuché las pisadas cercanas de alguien… Viendo su sombra vi que era Santiago, aquí estaba de vuelta.

Bueno, no le culpo del todo. Lo más seguro es que fuera el familiar o el amigo de alguna de mis presas. Yo también hubiera tomado represalias si hubieran asesinado a algún ser querido. Ser querido… buen chiste ese. Si fuera así tendría que haberme suicidado, pues yo mismo he acabado con personas que quería… Y a saber de lo que hubiera sido capaz en un futuro. Sí, lo mejor será que me ejecute. Al menos no duele, sólo siento unos ligeros tirones y poco más. Eso sí, a ver qué pasa cuando el veneno alcance el diafragma y el nervio frénico. Creo que lo voy a pasar mal…

Sin embargo, cuando ya estaba todo perdido, un sonido casi imperceptible fue la llave que me liberaría de aquella tortura. Fue el sonido del corte del viento, del corte de la carne. El filo de una katana asomó por el vientre de Santiago, recorrió horizontalmente todo su abdomen. Su cara de victoria cambió ipso facto a una de sorpresa. Suerte que tenía los brazos alzados sujetando la jeringuilla y mi cuchillo, pero hubiera estado divertido haberle visto con cara de miedo mientras veía que sus antebrazos se desprendían limpiamente del resto de su extremidad.

Los primeros signos de su muerte comenzaron a aparecer. Primero una pequeña línea roja que enseguida dio paso a una gran mancha emanante de sangre. Su parte superior empezó a deslizarse hacia un lado y unos finos hilos sanguinolentos salieron de su boca….

Pero no todo era diversión con el espectáculo de su muerte. Atrás veía unas piernas, y pronto, cuando el torso de Santiago cayera al suelo, vería la cara de mi salvador… Y no hubo que esperar mucho tiempo. La presión sanguínea colaboró empujando a ese medio Santiago.

¿Adivinas quién era? ¡Efectivamente! Si me hubieran hecho una foto en ese instante creo que hubiera valido para una enciclopedia gráfica. Yo sería la definición del vocablo “sorpresa”. Ni más ni menos que Samanta. Tenía una mirada desquiciada y una respiración violenta.

Con una voz dulce me dijo que me relajara y que no me preocupase. Se dirigió hacia mí y me inyectó en el mediastino la dosis. Me dijo que era el antídoto para el veneno de mi interior, que antes de ir a matar a Santiago había subido a mi piso a buscar en su maletín alguna cura, y en efecto la había hallado. Ahora en cuestión de un par de minutos estaría sano y salvo.

Samanta, mientras tanto, cogió las dos mitades del, ya muerto, Santiago y las metió en lo que parecía ser su coche. Se disponía a irse. ¿Solamente había venido aquí para evitar mi muerte o había sido pura casualidad? Tenía que averiguarlo… Se acercó una vez más a mí y me dio un beso en la frente. No quería que se fuera, quería hablar con ella, tenía un montón de preguntas que hacerla… Desafortunadamente mi laringe fue lo último en volver a la normalidad y no pude hablar. Así que tuve que ver como se iba en su coche.

Un minuto después más o menos ya podía controlar todo mi organismo como siempre. Subí a mi casa y cogí varios trapos para limpiar la sangre del suelo. Se habría llevado el cuerpo, pero aún persistían restos de un brutal ataque. Mientras quitaba las manchas carmesíes no paraba de pensar en ella. ¿Habría sido su primer asesinato o ya dominaba el tema? Lo había matado con tal facilidad… Además poseía una katana, ¿la habría “estrenado” hoy? Eran tantas incógnitas…

Tras dejar el suelo impecable decidí regresar y descansar un rato en el sofá, estaba un poco exhausto… El sueño me venció enseguida y, tal y como y yo esperaba, tuve una pesadilla en la que moría paralizado totalmente. Y pensar que hace escasos minutos mi corazón estaba a punto de pararse para siempre… Horripilante.

Desperté tres horas después y me puse nuevamente manos a la obra con los cuerpos. Aún me quedaban dos piernas por cortar y terminaría la jornada laboral de hoy. La mañana había sido corta, pero dura, bastante dura. Tras seccionar dichas extremidades tendría que investigar un poco acerca de ese tal Santiago. Sí, ya no era una amenaza, pero tenía que asegurarme de que su muerte no llamaría la atención de más “justicieros”. Y supongo que también tendría que buscar algo de información sobre Samanta. Después de todo, y siendo realistas, una chica de 18 con instintos asesinos no es nada normal. Vale, yo también he asesinado inocentes, pero estamos hablando de normalidad, creo que quedó claro hace tiempo que yo carecía de eso…

Así que me dispuse a ir a la terraza para saltar por la ventana (te recuerdo que conducía al cuarto de baño donde estaban los cadáveres) cuando entonces me percaté de que en el cristal de esta había una nota pegada…

Espero que no te haya sentado mal mi forma de irme. Supongo que ya estarás exento del veneno. Me alegro mucho de que estés bien. De momento creo que será mejor mantener este ocultismo. Y no te preocupes por lo de la otra noche, lo entiendo, de verdad. Creo que soy la que mejor puede entenderte. Quizás mis actos hayan aflorado en ti miles de dudas. Yo te prometo que la próxima vez que nos veamos yo estaré más receptiva y contestaré con gusto a todo lo que me preguntes. De momento descansa. Te he dado una sustancia especial para que te sea más fácil blandecer los cuerpos. Qué la disfrutes.

Con cariño. Samanta.

Definitivamente ella tampoco era novata en esto de los homicidios… Una disolución con cal viva y sulfuros enriquecidos con hidrogeniones… Este tipo de disolventes ni siquiera se vendían en las tiendas de construcción. ¿De dónde lo habría obtenido?

Tengo muchas cosas que hacer, así que por hoy ya está. Será mejor que marches, Borja. Pero no te distancies mucho. Tal y como se expresaba en esa carta, me parece que pronto volveremos a encontrarnos. Y te recuerdo que aún hay algo que quiere acabar con Samanta. Que mi maldad tenga interés por alguien no augura nada bueno… Pronto lo averiguaré… pronto…

Muy pronto…

martes, 19 de marzo de 2013

Especial Día del Padre: Ouija [1/2]

No era un buen día para Dani, aún era reciente la muerte de su padre como para que justamente hoy, el Día del Padre, pasara desapercibido para el chico. En todos lugares observaba hijos felicitando a sus padres, regalándoles cosas, y él ni siquiera podía hablar con el suyo… Hace dos años que sufrió un accidente de coche y murió desangrado, no pudo ni despedirse de él…

Sus ánimos estaban por los suelos… Su madre lo sabía, ella tampoco había superado del todo la muerte de su marido, pero de los dos era Dani quien peor lo llevaba. Tenía que hacer que se distrajera como fuera ese día. Mientras pensaba algo le dijo que fuera al trastero a buscar una caja de objetos antiguos, así podría ganar tiempo.

Dani aceptó sin rechistar y se dirigió con desganas al trastero. Agarró la caja ignorando esa curiosidad innata que poseía y volvió a la puerta, pero justo cuando se disponía a salir un objeto que yacía en un taburete maltrecho le llamó la atención. Acababa de encontrarse con un objeto que justamente aparecía este día en concreto, parecía una broma de mal gusto del destino. Se aproximó para cerciorarse de que lo que sus ojos veían era cierto, y sí, era precisamente lo que pensaba: había una tabla ouija en su trastero.

La colocó con cuidado encima de la caja y llevó todo al salón y preguntó a su madre si sabía que había una ouija en el trastero. Su madre no sabía nada sobre aquello, pero supuso que tal vez quienes vivían antes en la casa lo habrían dejado allí y ella no se había dado cuenta. Fuera como fuera a su madre no le gustaban esos temas y le obligó a Dani a deshacerse de eso lo antes posible.

Dani asintió ipso facto, aunque sus verdaderos planes no eran tirar la ouija a la basura… Esperó a que se marchara su madre a trabajar y lo subió a su habitación. Quería saber si todo eso que decían sobre la ouija era cierto, quería averiguar si se podía contactar con los muertos del Más Allá realmente, y, sobre todo, quería intentar comunicarse con Juan Antonio, su difunto padre.

Tras una hora de amarga tensión, finalmente Dani se quedó solo en casa. Subió a su cuarto y cerró las persianas, trajo consigo un pequeño vaso de cristal de la cocina y encendió cuatro velas blancas para iluminar el cuarto lo suficiente para ver la tabla. Se cercioró de que todo estaba tranquilo y silencioso y entonces procedió con la primera pregunta.

-¿Hay alguien ahí?

No ocurrió nada. Tal y como pensaba Dani esas cosas no existían. Volvió a preguntarlo tres veces más, a cada cual con un volumen de voz mayor, pero nada, el vaso no se movía ni un milímetro.

Quizá fuera porque la ouija requiere de más participantes… o porque simplemente todo es una mentira para dar miedo. A Dani poco le importaba, tenía cosas que hacer y no podía perder el tiempo. Se levantó del suelo y fue a abrir las persianas. Regresó a recoger la tabla ouija una vez la luz había invadido la habitación y cuál fue su sorpresa al ver que el vaso se había movido… ahora estaba sobre la palabra Sí.

El chico se asustó, no se podía haber movido sólo… Se sentó de nuevo y preguntó otra vez si había alguien. Puso su dedo índice izquierdo en el vaso y este, terroríficamente, se deslizó lentamente hasta el centro de la tabla para volver de nuevo al vocablo Sí. Definitivamente Dani acababa de contactar con un espíritu.

­-¿Quién eres? –preguntó mientras tragaba saliva.

El vaso se movió. Primero la J, luego la A y la C, por último la K. Jack.

-Hola… Jack. Siento molestarte. ¿Podría hacerte otra pregunta?

De nuevo en el Sí.

-¿Conoces a mi padre? Se llama… llamaba Juan Antonio, murió hace dos años en un accidente de coche…

El vaso no se movió, pero Dani fue paciente. Al cabo de un minuto más o menos, el vaso bailó por todo el abecedario formando una frase: Él reside aquí, como todos nosotros, ¿querrías verle?

Esa pregunta le puso los pelos de punta. Ver a un muerto… ¿cómo sería aquello? Quizá tendría forma humana, pero sería traslúcido, como los fantasmas benevolentes de las películas… aunque a lo mejor era todo lo contrario y un espectro era la imagen más horrorosa jamás vista… Pero, al fin y al cabo, era su padre, no importaba su aspecto, él quería volver a verle. Aceptó la petición de Jack y esperó su respuesta.

Las nuevas palabras de Jack fueron breves: Abre la puerta. Y tras decir eso, finalmente, el vaso se posó sobre el Adiós.

Una leve brisa se coló por la pequeña apertura que había en la ventana. Un frío punzante impactó contra su cara. La verdad es que no le apetecía mucho ahora precisamente abrir la puerta. ¿Qué podría haber tras ella? No obstante, la desobediencia de un fantasma podría ser peor que cumplir su petición. Estaba jugando con cosas que él no comprendía, y no seguir las reglas podría traer consecuencias catastróficas… Aún recordaba Dani la extraña noticia que apareció en todos los medios sobre la leyenda de la Doncella Ciega. Una gran cantidad de jóvenes probaron a jugar con esa web y de muchos de ellos no se volvió a saber. Aún recuerda la desaparición de su amigo Lucas tras decirle que iba a probar a entrar… jamás volvió a tener noticias de él, la madre de Lucas dijo que se había ido a vivir al extranjero, pero Dani sabía que no era cierto…

Así que Dani se armó de valor y colocó su mano en el pomo de la puerta, la giró rápidamente y abrió la puerta de golpe. Ante él se mostró un panorama totalmente distinto al que solía ver con normalidad. No era un pasillo, ni ninguna otra estructura normal de cualquier casa urbanita. Sólo veía un terreno gris y un cielo oscuro, ni siquiera era de noche, ¿cómo podía estar en un sitio tan… horripilante? Lo mejor que podía hacer en ese momento era llevarse consigo la tabla ouija y el vaso. Si para reencontrarse con su padre tenía que vagar por aquel terreno extraño la única forma de no perderse del todo sería intentando volver a contactar con Jack. Así que cogió la mochila de su perchero, la cual solía llevar a las excursiones, y guardó todo lo necesario: el vaso y la ouija, por supuesto, y, además, una botella de agua y un paquete de galletas que siempre tenía en la mesilla de su habitación si la jornada de videojuegos se alargaba demasiado y le entraba el gusanillo. Ahora tocaba lo difícil: pisar aquel terreno nuevo, desconocido, silencioso… Pensó en el reencuentro con su padre con todas sus fuerzas y dio el primer paso. La textura del suelo era semejante a la de pisar una playa, pero… ¿arena gris?

Ceniza era lo que pisaba, ceniza de muertos… Pudo comprobarlo cuando tras los primeros metros de recorrido vio unos cuantos huesos que asomaban medio enterrados. Eso confirmaba que Jack, o cualquier otro espíritu, le había traído aquí. Definitivamente, si se trataba de muertos, este sitio era idóneo, estaba pisando un cementerio tal vez olvidado.

Al cabo de un rato, cansado, decidió sentarse y volver a llamar a Jack. Creía que con caminar un corto periodo de tiempo hallaría a su padre, pero era como si no se moviera del lugar, siempre el mismo panorama… y el miedo estaba empezando a recobrar fuerzas…

Colocó la ouija y puso el vaso en el centro. Entonces preguntó: “Jack, ¿estás ahí?”. Enseguida el vaso se dirigió al Sí para después formar la frase “Siempre estoy aquí”. Aunque Jack no fuera hostil a Dani no le gustaba mucho la forma en la que respondía… Después de todo podría tener en consideración que estaba hablando con un vivo, un vivo que ahora mismo vagaba por un territorio totalmente inerte.

Continúa recto. Adiós.

Dani estaba un poco desorientado. ¿Recto? ¿Sabía Jack cuál era el trayecto correcto? Fuera a donde fuera parecía que todo era igual, un vasto desierto cenizo… Pero no era momento de discutir, y menos con un fantasma. Aunque aún le quedaba la opción de volver sobre sus pasos y regresar a casa. Sin embargo el volver a su habitación no le aseguraría el estar sano y salvo. Había molestado a un espíritu, si este veía que las molestias causadas no habían servido para nada seguramente se enojaría… No tenía otra, entonces, que seguir avanzando… hacia la nada.

Pero después de subir una duna pudo ver en el horizonte una especie de edificación, como un castillo o algo parecido. Seguramente era lo que Jack esperaba que encontrara, así que ni se molestó en volver a hablar con él en la ouija, tal vez contactaría con él tras acercarse lo suficiente como para ver mejor dicha estructura.

Mientras se dirigía al lugar un espeluznante susurro invadió sus tímpanos. Era como una voz lejana y que se repetía, cada vez se podía escuchar mejor, al principio algunas palabras sueltas, las más fuertes, después toda la frase al completo. Estaba claro que alguien estaba contactando con Dani, tal vez Jack, y todo sin ayuda de la tabla ouija…

-¿Realmente deseas ir? Es mejor que te gires primero…

Analizando la frase no parecía que proviniera de Jack, pero eso sí, a este espectro también le gustaban los mensajes inquietantes… Dani estaba dispuesto a girarse a pesar de que sentía como si alguien le observara a sus espaldas, no sabía qué había, aunque era mejor tener ahora la primera vista de un muerto que después, cuando este podría ser su padre.

No obstante, al girarse, lo que contempló no fue nada extraño, al contrario, ante él se mostraba alguien de aspecto humano pero como si estuviera hecho de algún gas blanquecino. Todo era traslúcido en él a excepción de una venda negra opaca que tapaba sus ojos. Dani, lleno de curiosidad, aproximó sus manos a la cara del muerto. El humo se arremolinó entre sus dedos y entonces miles de alaridos e imágenes espantosas irrumpieron en su cabeza. Rápidamente retiró las manos y miró, tembloroso, al fantasma.

-Por favor, no vuelvas a hacerlo. Hay cosas aquí que quebrarían la mente a los que son como tú. -dijo el espíritu con la misma voz que antes, un susurro sibilante.

-¿Co…como yo? –preguntó Dani aún atónito.

-Aquí os llamamos Dricaos, pero me refiero a los vivos. Por cierto, siento que nos presentemos así… Aquí, aunque lleves un minuto, ya olvidas cómo era ser un Dricao… un vivo.

-Aquí… Siento ser pesado con tantas preguntas… ¿Dónde es aquí?

-Si hundes la mano en el terreno te responderás tú mismo. Esto es el Paraverso, más conocido en tu mundo como el Reino de los Muertos.

-¿Estás diciéndome que he accedido a un lugar totalmente desconocido por los humanos, una dimensión ajena a la mía, a través de la puerta de mi habitación?

-Sé que mi hermano no debería haberlo hecho. Es afortunado por conservar algunos sentimientos que los Dricaos poseéis, pero no entiende que no puede ir ayudando a todos los que quieren ver a sus seres queridos difuntos…

-Así que Jack es tu hermano… ¡Oh! Perdón… Yo soy Dani, ¿cómo te llamas tú?

-Ya conocía tu nombre, Dani, y mi nombre es Jeff. Ambos, mi hermano y yo, fuimos asesinados… Nuestro propio cuerpo se rebeló contra nosotros. Unas células dejaron de funcionar tal y como deberían y entonces todo de nubló… Poco después despertamos aquí.

-Vaya… lo siento de verás… -contestó Dani entristecido –supongo que esa clase de enfermedades deben ser horrorosas.

-No fue técnicamente eso… Pero bueno, prefiero no hablar de ello. Las imágenes y gritos que viste antes es lo que me persigue tras aquello. Cuanto más en el olvido consiga dejarlo mejor será… Así que mejor vayamos al grano.

Dani asintió.

-Muy bien… Escúchame. No deberías continuar. Al principio dejé a Jack que te permitiera cruzar al Paraverso. No suele hacerlo al no ser que el alma con la que quieras hablar no pueda de ningún modo contactar contigo a través de instrumentales de transcomunicación. Muy pocas veces ocurre, y siempre el reencuentro es emotivo, pero esta vez me temo que tengo que pedirte que vuelvas a tu habitación… Yo me encargaré de cerrar la falla multiversal.

-Jeff, entiéndelo, era… ES mi padre. Si se me ha concedido una segunda oportunidad para verle yo te aseguro que la exprimiré al máximo. Me da igual la razón, que esté encadenado, que no pueda hablar, que no se pueda mover… ¡no me importa! Tan sólo quiero verle… una última vez más.

-Dani, estás en un mundo que ni los residentes llegamos a comprender del todo. Si te digo que es mejor que te vayas, hazme caso. No es un impedimento de ese estilo, si un espectro no puedo contactar de forma tradicional y no puede desplazarse por el Paraverso, créeme, la causa es mayor.

-¿Quieres decir que mi padre ni siquiera ha hallado la paz tras morir? –preguntó Dani con una gran preocupación.

-Dani, por favor… vete.

-¡No!

Dani salió corriendo intentando ignorar los susurros que seguían circulando alrededor de sus oídos. Por mucho que se alejara Jeff seguía hablándole con el mismo tono de volumen. Le era imposible dejar de escuchar sus advertencias.


Mientras tanto, la ouija, la cual llevaba agarrada fuertemente contra su pecho, empezó a brillar intensamente. A medida que la iluminación era más fuerte, esta se hacía más y más ligera. Algo emanaba de la tabla, algo compuesto de la misma materia que Jeff, ¿podría ser tal vez otro muerto? Dani no tenía tiempo para averiguarlo, ya no necesitaba la ouija, así que simplemente la dejó caer y no miró atrás.


Aunque por su bien debería hacerlo hecho. Él no se dio cuenta, pero de ella apareció Jack, el cual había permanecido todo el tiempo escondido en la tabla para estar cerca de Dani. Sin embargo ahora había escapado para detener a Jeff. Jack se abalanzó contra él y lo hundió contra las cenizas. Pero Jeff no se iba a detener por un simple placaje, tenía que detener al chico a toda costa, así que dividió su cuerpo y engañó a Jack. No obstante, él tampoco era simple fuerza bruta, y después de todo era su hermano, sabía que no iba a detenerle con un solo golpe. Jack fingió que no se había percatado de que parte del espectro de su hermano iba en camino de parar a Dani. Estaba desesperado, sería mejor dejarle hacer, Jeff pensaba que desvelarle el secreto de su padre le detendría, pero Jack conocía mejor a Dani, eso tan sólo provocaría que fuera a buscarle con más determinación.



Y así fue. Finalmente Jeff alcanzó a Dani y con unas finas hebras que surgieron por todo su espectral cuerpo lo paralizó. Tras unos inútiles esfuerzos por liberarse, Dani cedió y le escuchó.



-Dani, por favor. No vayas. Regresa, intentaré borrar estos recuerdos una vez llegues a tu habitación, así no tendrás que preocuparte por nada de lo sucedido. –suplicó Jeff.


-¿¡Qué es lo que ocurre con mi padre para que evites que le vea!? ¿Es que ha hecho algo malo, está sufriendo una condena? ¡Él no se merecería eso!

Jeff se mantuvo en silencio durante unos segundos. Después, viendo la desesperación de Dani, le desveló la verdad.

-Eso no es cierto… del todo. Dani, tu padre se ha convertido en el Rey Osario, es decir, el Rey del Paraverso…

-¡Eso es genial! –respondió inmediatamente Dani, con alegría. Pero luego la curiosidad regresó a él al ver que no parecía una buena noticia por el tono de voz de Jeff. –Espera… ¿qué implica ser Rey Osario?

-Hasta hace poco no implicaba ninguna carga, pero tras unos años eso cambió. A nuestro mundo vino un alma peculiar… No se aferraba a las reglas que gobiernan el Paraverso, era un alma deformada… y lo peor era que conservaba su esencia total de Dricao. El único que podía evitar que campara a sus anchas era el Rey Osario, pero para él eso era horrendo. Tenía que estar constantemente en un letargo, viajando en compañía de esa alma oscura. Nosotros veíamos como día tras día el Rey Osario ennegrecía su alma, enloquecía, aullaba. Sufría la condena de mil infiernos diariamente… Entonces un día se rindió y estuvo a punto de dejar el Paraverso sin Rey, pero entonces, Juan Antonio, tu padre, se ofreció voluntario. El Rey Osario le nombró su sucesor y desde entonces es tu padre quien nos gobierna y quien controla… esa alma renegada… Por eso no quiero que veas a tu padre, enorgullécete de su sacrificio, pero no me gustaría que vieras su estado…

Dani quedó enmudecido y cayó de rodillas al suelo. No podía creerse lo que Jeff le había contado. Se suponía que las almas descansaban en paz, pero su padre estaría agonizando constantemente hasta que fuera relevado de su cargo, cosa que nadie haría… ¿quién querría ser Rey si eso conllevaba un dolor infinito? Su barbilla temblaba, no paraba de pestañear, se le había hecho un nudo en la garganta… estaba a punto de llorar…

¿Llorar? No, no era el momento, no debía comportarse como un crío. Se levantó y con una mirada penetrante le exigió nuevamente a Jeff que le dejara verle. Este se quedó sorprendido. No esperaba que su reacción fuera esa. No era como las otras veces que se había negado a regresar, no era la rabieta de un niño… era la decisión de un adulto. Jack por fin alcanzó a los dos, miró a su hermano y asintió. Entonces Jeff rodeó con sus brazos a Dani.

-Suerte, pequeño.

Y tras decir eso una luz cegadora conmocionó a Dani. No pudo ver nada, sin embargo sintió unos zarandeos incesantes. ¿Qué estaba sucediendo? Cada movimiento brusco que recibía le hacía perder el equilibrio hasta que finalmente cayó al suelo. Y enseguida pudo notarlo, era más duro, no era ceniza, era alguna especie de roca. Se incorporó y sus sospechas fueron aclaradas. Jeff le había transportado al lugar donde residía el Rey Osario, su padre.

Se giró y pudo verle. Seguía siendo como en vida, pero su piel estaba totalmente pálida y demacrada. A pesar de estar durmiendo, sus brazos y piernas no paraban de temblar y de vez en cuando se oían unos leves gemidos de dolor. Esa imagen destrozó a Dani, pero continuó hacia delante. Había unas cuantas escaleras que dirigían al trono. En cuanto puso un pie en el primer escalón, dos esqueletos con armadura, los cuales Dani pensaba que eran simples estatuas, saltaron contra Dani empuñando unas afiladas y oxidadas espadas.

Pero justo antes de que le degollaran, un grito imperante hizo detenerse en seco a los esqueletos. Era la voz de su padre. Al parecer su sueño no era del todo profundo y permitía mantenerlo alerta, pero aun así, en su voz también podía notarse el agotamiento. Emanaba puro dolor.

El Rey Osario no tardó en identificarlo, era su hijo, y en un principio se asustó al pensar que había muerto, pero Dani le explicó enseguida todo lo ocurrido. Juan Antonio, un poco enfadado, le exigió que se fuera, que ya había visto suficiente, ningún Dricao tiene permitido observar el Paraverso. Pero Dani sorprendió a su padre cuando le confesó que ya no era precisamente una visita…

-Papá. Sé que ningún vivo es capaz de comprender las reglas de este mundo, pero creo que con lo poco que he estado aquí ya he visto suficiente. Tu eres mi padre y tu muerte me trastornó completamente… Hay cosas que hice… cosas que ni Jack y Jeff, esa pareja de hermanos que asegura conocerme del todo, se imaginan… Indagué sobre el Más Allá, sabía la forma de contactar con los muertos… ¡Me hice el ignorante! Sí, padre, yo sabía todo esto, conocía la existencia del Paraverso, sé perfectamente la razón de que nos llaméis Dricao… es un anagrama de Cardio, corazón. Fui yo mismo el que colocó una tabla ouija en el trastero y fingí que la había encontrado por accidente… Sabía que había un fantasma, Jack, que me vigilaba desde hace tiempo. Yo provoqué todo para que me permitiera entrar en este mundo sin morir.

El Rey Osario no tenía palabras, ¿era posible que un vivo manejara mejor las reglas del Paraverso que el propio Rey de los Muertos? Quiso responder a su hijo pero este continuó.

-Quiero que reflexiones acerca de un pequeño asunto. Si esa alma tiene la pura esencia de un Dricao, ¿no sería mejor que otro Dricao estuviera controlándola? Es por eso… padre… que me ofrezco voluntario para ser proclamado el Nuevo Rey Osario.

-¿Y tú madre? ¿No tiene ya suficiente con mi muerte?

-Como Rey Osario tengo el poder de devolver a la vida a cuatro personas cada Ciclo. Te devolveré a la vida. Quizá pienses que el shock será enorme, pero soy un Dricao después de todo, puedo manejar mejor a los vivos que cualquier espectro, alteraré su memoria para que piense que el que murió fui yo y no tú... Padre, esto es personal, lo que me contó Jeff fue la última pieza del puzle, soy el único que puede tratar con esa alma. En mi mundo se hacía llamar Alpha y causó muchos estragos. Si alguien puede detener a una esencia que nunca muere, ese soy yo…

En todo el templo se hizo el silencio tras lo que Dani dijo. Muchos habían oído hablar de los asesinatos de un experimento humano conocido como Alpha. Todos esperaban que la víctima a la que hipnotizó, Álex, viniera al Paraverso, pero ni él ni el resto de almas que a posteriori fue controlando bajaron aquí. Alpha las devoraba y era muy posible que si había llegado al Reino de los Muertos era para seguir con su caza. Tal vez la única esperanza era admitir a un Dricao en el trono, no tenían más alternativas…

Tras esa pausa el Rey Osario se levantó y se dirigió lentamente hacia su hijo. Con sus esqueléticas manos se quitó la corona y la depositó en la cabeza de Dani. Juan Antonio observó un brillo en los ojos de su hijo. Quizás esta fuera la decisión más sabia que había tomado como Rey.

Nada más Dani obtuvo los poderes del Rey Osario, este transportó a su padre al mundo de los vivos. Pero justo antes de desaparecer del Paraverso escuchó unas breves palabras de su hijo.

-Tal vez las generaciones futuras no existan para perpetuar la especie, sino para fortalecer a las del pasado.

Ahora a Juan Antonio le quedaba un duro camino por delante. Tendría que acostumbrarse a una realidad alterada donde era su hijo el que había muerto y no él. Y lo peor de todo… pasarían muchos años antes de volver a ver a su hijo, el Rey Osario.

Aunque quizá fueran menos de los que él pensaba.

domingo, 17 de marzo de 2013

Especial San Patricio: Cuatro

Para Trevor, el día de hoy, San Patricio, era un día como otro cualquiera. No era un tipo de celebrar muchas fiestas. Además, era domingo, mañana ya era lunes, no estaba con ganas de festejar nada… 

Salió a la calle a dar un paseo para despejarse un poco del trabajo. Todo estaba teñido de verde, y él iba completamente vestido de negro. No solía resaltar mucho, pero ese día, era como un insecto en mitad de un fresco césped.

Miraba de reojo toda esa felicidad, esas risas, esa alegría… todo aquello le repugnaba. No le gustaba mucho ver a la gente feliz cuando él no podía serlo. ¿Y por qué no podía? Simplemente porque no quería. Hace tiempo empezó a odiar, sin razón aparente, a toda la sociedad. Aun admitiendo que poseía cierto grado de sociopatía, él se negó a ir a un psicólogo. No quería ayuda, no la necesitaba, sabía que, si su mente había comenzado a acumular odio hacia los demás, habría un buen motivo de por medio. Él no quería entrometerse en los asuntos de su encéfalo.

Sin parar de acumular inquina, Trevor decidió bajar hasta el paseo marítimo para observar un rato el mar. Al contrario que los humanos, el resto de entes que residían este mundo sí le agradaban; los animales y la naturaleza le encantaban, consideraba que todo aquello no se merecía la desgracia de convivir con el ser humano, ellos no tenían razón alguna para sufrir todas las atrocidades, todo el dolor y toda la destrucción que causaba el hombre…

Una vez llegó al paseo marítimo, no pudo quedarse mucho tiempo contemplando el mar, pues esa clase de pensamientos agresivos contra el ser humano regresaron en incesantes oleadas a su cabeza. Debía despejarse, distraerse con algo. Elevó su brazo y miró la hora en su reloj. Las tres menos cuarto. Era hora de comer, estaría bien darse un paseo hasta algún sitio de la zona donde sirviera buena comida.

Trevor caminó despacio disfrutando de la suave brisa que acariciaba su cara. Él cerraba los ojos y se imaginaba un lugar sin humanidad, sin edificaciones ni ruidos molestos, un lugar donde la naturaleza crecía sin impedimentos y todos los animales a excepción del humano vivían en paz. No obstante, aquella utopía era realmente imposible.

Iba tan absorto en sus pensamientos que no dio cuenta de que estaba andando por el carril bici. Fue entonces cuando una bicicleta se aproximó a él. El ciclista intentó llamar su atención tocando el timbre de la bici, pero Trevor ni lo escuchaba. Al final, el ciclista hizo una maniobra para esquivarlo, aunque no pudo evitar chocar su manillar contra el codo izquierdo de Trevor.

Ese golpe, aunque no muy fuerte, fue suficiente para que Trevor perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Incluso antes de caer, su cabeza ya creó teorías paranoides del tipo “nadie me va a ayudar a levantarme, ni siquiera a preguntarme si me he hecho daño”.

Obviamente no ocurrió eso. El primero de todos fue el ciclista que inmediatamente frenó su bicicleta y fue a socorrerle. Lo que se esperaba de nuestro protagonista en esa situación, como cualquier otra persona, sería aceptar la ayuda, pero él se negó contestando con un tono agresivo y malhumorado. Nadie, entonces, se dispuso a ayudarle. Este, por su parte, continuó en el suelo hablando furiosamente entre dientes hasta que sus ojos se clavaron en una pequeña planta que asomaba tímidamente entre el cemento del suelo: un trébol, y no uno cualquiera, nada más y nada menos que un trébol de cuatro hojas.

No podía creérselo. Siempre había soñado con encontrarse con algo así, no por el hecho de que se decía que traía suerte, sino porque era una espectacular mutación genética. A veces los genes, a pesar de que tuvieran fallos en la codificación del fenotipo, creaban rarezas que podían catalogarse como maravillas. Y para Trevor lo que tenía delante era una mutación perfecta.

No quería arrancar la planta así sin más, aunque dejarla ahí tampoco aseguraría una vida más longeva, estaba muy cerca al carril bici y era probable que en algún momento algún descuidado aplastara el trébol. Así que, con un poco de lástima, arrancó el trébol del suelo, lo guardó con cuidado en su pañuelo y lo depositó en su mano derecha.

Cambió de decisión, no había tiempo para comer fuera, había que volver a casa para dejar al trébol en un sitio mejor. Aceleró el paso y puso rumbo calle arriba mirando fijamente a toda persona con la que se iba cruzando. Ahora no sólo sentía desprecio por todos, ahora también desconfiaba de todos, pensaba que cualquiera de aquellos asesinos en potencia que pasaban a su lado podría cometer un error y hacer que el trébol, a causa de un tropiezo, un golpe o algo por el estilo, se marchitara. Tenía que llevarlo en perfecto estado hasta su casa costase lo que costase.

Al final consiguió llegar a casa a salvo. Se sentía aliviado… pero cuando quitó el pañuelo vio que solamente estaba el tallo del trébol, las cuatro hojas se habían desvanecido. Era imposible, lo único que podía haber entrado en contacto con el trébol, aparte de él, era el viento, y era imposible que un viento tan débil arrancase las hojas. Conmocionado, extendió el pañuelo para ver si se encontraban en él. Lo único que halló fue una tela blanca y nada más.

Sumido en la desesperación salió de nuevo a la calle y fue mirando detenidamente el suelo por donde él había pasado. No encontró absolutamente nada, ninguna hoja verde, y regresó con desilusión hacia su hogar.

Por el camino se encontró a un niño llorando, su rostro reflejaba una gran preocupación. Trevor, a pesar de despreciar a la raza humana, sintió el impulso de preguntar al niño qué le ocurría. Se dirigió hacia él y le preguntó. Él le contestó que había perdido a su madre. Trevor le tranquilizó y le cogió de la mano. Los dos se metieron en todos los establecimientos cercanos hasta que al final, afortunadamente, dieron con la madre del niño. La mujer se lo agradeció mucho, aunque Trevor no le dio importancia, al fin y al cabo era una pequeña acción que sería eclipsada por la atrocidad del hombre.

Sin embargo, cuando regresó a casa, boquiabierto pudo observar que, aquel tallo que había dejado muerto en la mesa de su recibidor, había recobrado la vida, ahí estaban sus cuatro hojas de nuevo.

Trevor no podía entenderlo, vivía solo y había cerrado con llave antes de irse, así que nadie podía haber venido a dejar otro trébol de cuatro hojas en su mesa. Además, encontrar uno es difícil y ya estaba descontada la posibilidad de que el viento hubiera arrastrado uno justamente hasta esa mesa precisamente. ¿Cómo entonces podía explicarse aquello?

Cogió el trébol por el extremo inferior de su tallo y lo miró fijamente… ni siquiera las hojas estaban pegadas, definitivamente es como si le hubieran vuelto a crecer. Lo único que se le ocurrió fue pintar una minúscula marca en el borde con un rotulador y salir fuera de casa, si por algún motivo volviera a cambiar el trébol, entonces sólo tendría que mirar el tallo, si hay marca es el mismo, si no la hay es que alguien está jugando con él.

Agarró un rotulador del lapicero de su habitación y dibujó con cuidado una fina línea negra. Lo depositó en el mismo sitio de la superficie de la mesa y se marchó a dar un paseo. Ahora sólo faltaba esperar, supuso que con cinco minutos, más o menos lo que tardo la otra vez, sería suficiente.

Mientras daba vueltas por el lugar vio como un sintecho, sentado en el suelo, apoyando la espalda contra la pared y sujetando un pequeño cartel de cartón en el que había unas letras mal trazadas, pedía dinero para comer. Trevor le miró con asco y rabia. Estaba claro que no pedía dinero para comer, sino para drogas. Todos los que acababan así eran por las drogas, por supuesto, y no hay nada más terrible que alguien que se autodestruye y no pone remedio, aunque hacía un favor al mundo si quería morirse…

Tenía algunas monedas sueltas en su bolsillo, pero se negó a dárselas, de hecho, para hacerle sufrir más, las sacó de su pantalón y jugó con ellas mientras se fijaba de reojo en su cara. Disfrutó viendo como seguía con la mirada las monedas, era un perro mirando su comida. Así estaba bien, el sufridor recibirá sufrimiento si es lo que desea.

Tras cinco minutos más volvió a su bloque. Abrió su puerta y volvió a ver un trébol sin hojas sobre la mesa. Lo agarró y lo acercó a su cara para comprobar si la marca de rotulador estaba, y efectivamente ahí se encontraba el trazado. Ahora Trevor se estaba enfadando de verdad, alguien estaba jugando con él y no le gustaba.

Mientras refunfuñaba, llamaron a la puerta. Era un vecino que venía a pedir un poco de aceite para cocinar. En cualquier otro momento Trevor habría dicho que no, pero sabía que si decía eso podía crear una larga discusión, y justo ahora no necesitaba perder el tiempo con tonterías, así que sin pensárselo dos veces sacó el aceite del mueble de la cocina y llenó un vaso que le entregó a su vecino. Este, a pesar de rostro serio de Trevor, le agradeció el acto con una amplia sonrisa.

Una vez el vecino se había marchado y Trevor volvía a estar profundamente metido en el asunto del trébol, este notó un sonido extraño que provenía del lugar donde había dejado a esa planta. Nada más llegar vio una tenue luz verde que brotaba del tallo. Las hojas estaban regenerándose como por arte de magia. No daba crédito a lo que estaba viendo. No había nadie tras el misterio, simple y llanamente tenía en su posesión un trébol… mágico. ¿Pero cómo? No podía existir aquello…

Además, fuera como fuera aún quedaba parte del misterio por resolver: ¿cuál era el patrón que seguía el trébol para estar con o sin hojas? Trevor aún tenía que averiguar aquello, a lo mejor cuando se quedaba sin hojas lo que pasaba era que se moría, y no era capaz de ver ningún ser vivo sufriendo… salvo al homo sapiens.

Lo guardó de nuevo en su pañuelo y salió a la calle a buscar aquello que dañaba a su nuevo amigo mágico. Lo primero que pensó era en el sol, hoy no había un cielo precisamente despejado y de vez en cuando alguna que otra densa nube tapaba al astro rey provocando un descenso de la intensidad lumínica bastante considerable. Quizás esos cambios repentinos de luz provocaban que el trébol perdiera sus hojas.

Pero, cuando una gran nube tapó el sol y vio que el trébol aún conservaba sus cuatro hojas, su teoría se fue de su cabeza. Envuelto en sus pensamientos, no se percató de que iba directo a chocar contra una chica que también estaba distraída mientras tecleaba en su móvil. Ambos chocaron bruscamente y a ella se le cayó el bolso al suelo con tal mala suerte que gran parte de su contenido salió de él. Lo normal sería que él la ayudara a recoger todo aquello, pero Trevor simplemente pasó, solamente se dignó a pedir disculpas.

Segundos después pudo ver como su trébol desprendía un brillo del mismo color que antes, aunque esta vez dejaba atrás sus hojas, volvía a ser un solitario tallo. Aquello que provocaba cambios en el trébol acababa de suceder y Trevor no pudo estar atento debido al estúpido accidente de antes con esa mujer…


Esa mujer… ese accidente… Trevor se paró un momento a reflexionar… Era el momento de probar una cosa, corrió hacia donde aún estaba ella recogiendo sus pertenencias. Él se agachó y la ayudó a recoger a la par que se disculpaba por haberla ignorado anteriormente. Ella aceptó sus disculpas y le agradeció la ayuda.

Lo mejor de todo ocurrió después, su teoría era cierta, observó cómo poco a poco el trébol recuperaba sus hojas. Ahora sabía lo que pasaba: todo acto malo dejaría al trébol moribundo, pero todo acto bueno le mantendría con vida.

Al principio lo consideró una especie de condena, tendría que ayudar a la especie que más odiaba para evitar la muerte de otra. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba y hacía buenas acciones, empezó a percatarse de que muchas personas eran realmente buenas… Al fin y al cabo no todos estaban definidos según el concepto que tenía Trevor para el ser humano.

Un día, cuando la mente rencorosa de Trevor había cambiado por completo, él echó un vistazo a su pasado. Antes trataba con agresividad a aquellos que, supuestamente para él, estaban masacrando la naturaleza. Podría tener razón, pero no todos eran unos asesinos, existía gente como él que afortunadamente después fue conociendo y ahora incluso, de algunos, era un gran amigo. Ahora, si por algún casual se encontraba con alguien que realmente era así, Trevor no se volvía violento con él, en absoluto, simplemente intentaba conversar, convencerle de sus actos equívocos. Y si no lograba nada así, simplemente le ignoraba, no merecía la pena gastar energías, ni positiva ni negativamente.

Porque después de todo, si quieres cambiar el mundo, si estás cansado de su estado actual, lo peor que puedes hacer es comportarte de forma vengativa con esos que hacen el mal, pues al final tú serás igual de destructivo que ellos… Haz lo contrario, haz de tu mundo el mundo que deseas para todos, porque cuando menos te lo esperes, esas pequeñas acciones que hagas repercutirán en los de tu alrededor y entonces podrás ver que, grano a grano, conseguiste cambiarlo, tal vez no hoy, ni mañana, pero tarde o temprano, ten por seguro que lo habrás logrado.

Sona Naomh Pádraig!