Esperaba
tu visita Borja… Tenía ganas de contarte algo verdaderamente importante…
¿Recuerdas a esa chica que decía que me admiraba? Bueno… podría decirse que ha
despertado algo dentro de mí.
¡No! No
es amor, te lo puedo asegurar. Ha hecho algo… ha conseguido despertar interés
en mi lado maléfico. No sé cómo lo ha hecho, no sé cómo pasó, pero Samanta
tiene más cosas en común conmigo de las que en un principio pensaba…

Siento
ser así de directo… ya sabes que no era yo. O tal vez sí. Presumes de conocerme
perfectamente, así que dejaré que lo averigües por tu cuenta. Oh… perdóname.
Cada vez me vuelvo más inestable… podría volverme más amable si… ¡me ayudaras
con estos putos cadáveres! ¡Llévatelos al Vacío de las Almas o como tú le llames
a ese basurero de ánimas!
¿Qué,
no puedes hacerme nada? Una lástima. Te dije que recopilé información acerca de
tu “mundillo”. Técnicamente estás muerto, y como tal, habitas en un Plano
distinto al mío. Lo que yo veo de ti es un holograma, así como tú lo que ves de
mi mundo es una simple ilusión que traspasa los Planos… ¿Ocurre algo Borja? ¿El
aprendiz está venciendo al maestro? Perfecto.
Por
favor, te pido mil disculpas… Será mejor olvidar estas estupideces y centrarme
en la historia. Después de todo es a por esto a por lo que vienes. No deseas
nada más… sólo una recopilación de la biografía de un muerto en potencia… Está
bien, prosigamos.
Mientras
hacía mi “trabajo” llamaron a la puerta. Me sobresalté, pues no estaba
acostumbrado a recibir visitas. Metí los cuerpos en el cuarto de baño de la
habitación de mi madre, eché el cerrojo y yo salté por la ventana que daba a la
terraza. Me limpié con una toallita los restos de sangre de mis dedos y tiré la
toallita a la basura de la cocina. Cogí un cuchillo y lo escondí bajo mis
pantalones, sujeto por mi cinturón. Abrí la puerta y me encontré con un señor
trajeado muy serio que portaba un fichero.
Me
quedé un momento quieto observándole, pensaba en añadirle en mi lista de
muertos por el simple hecho de que daba vergüenza ajena, pero justo antes de
darle un tirón y meterlo en casa para ensañarme con él, el desconocido habló.
-Buenos días, señor. Mi nombre es Santiago. Me
interesaría hacerle unas preguntas, será un momento. Es para un trabajo de
máster de psicología, necesito personas que participen.
-¿Y me has elegido a mí por…?
-Bueno, hice unas cuantas seleccionas al azar
en el mapa de mi móvil. Una de las ubicaciones elegidas fue este bloque. Tiré un
dado y salió tu piso. Lo de la letra, bueno, soy diestro, simplemente al llegar
al piso giré a la derecha y… aquí estoy. Simple y puro azar, señor.
-Muy bien… Primero, no soy señor… puedes
llamarme Bruno. Segundo, espero que esto tarde menos de dos minutos, estoy
ocupado. Tercero, exijo ser informado de los resultados, ya sean inmediatos o
no. Y cuarto, deja de hacer el tonto ahí y pasa.
Me
sonrió amablemente y yo le devolví la sonrisa por pura cortesía. Le llevé al
sofá y nos sentamos. Me explicó que iba a realizarme una serie de preguntas en
las que debía de responder lo más rápido que pudiera para así sacar como
resultado un perfil de personalidad… Personalidad… ¡entonces vas a necesitar
dos test distintos!
-Muy bien, señ… digo Bruno. Comenzaremos
cuando digas.
-Dispara.
-¿Odio, felicidad o tristeza?
-Odio.
-¿Brazos, tronco o piernas?
-Hmm… tronco, supongo.
-¿Líquido, sólido o gas?
-Líquido.
-¿Acepta la venganza?
-Por supuesto.
-¿Cometería una agresión?
-Seguramente…
-¿Y un homicidio?
Esa
última pregunta me dejó los ojos como platos. Realmente no era del todo extraño
que un test psicológico te preguntara sobre eso, pero… las preguntas anteriores
también tenían su jugo. No respondí. Me negué y esperé a ver su respuesta. En
cuanto vi que mi silencio le provocó una mueca de afirmación supe que algo iba
mal. No. No estaba haciendo un máster de nada. Ese tal Santiago sabía, o al
menos sospechaba, que era un asesino. Fuera como fuera no podía seguir
viviendo. Además… ya llevaba dos días sin matar a nadie, tenía que tranquilizar
a mi maldad y él era perfecto. Matar dos pájaros de… una (o varias) puñalada.
Rápidamente
permití a mi otro yo que tomase el control de mi cuerpo. Enseguida extraje de
mi cinturón el cuchillo y cargué contra él. No obstante me equivoqué al creer
que sería una presa indefensa como los demás. Con un movimiento fugaz metió la
mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó una jeringuilla. Esquivó hábilmente
mi cuchillada y me clavó la aguja en el cuello. El fluido de la jeringuilla,
mientras viajaba por mi torrente sanguíneo, me provocó un doloroso ardor.
Y
mientras me retorcía agónicamente en el suelo, Santiago me explicó que ahora
por mis venas corría un potente veneno que provocaría una vasodilatación, lo
cual explicaba el calor, para después liberar de las células todo el calcio que
almacenaban para así provocarme una espantosa muerte por contracción muscular
masiva.
Quise
gritar para alertar a algún vecino, pero la inyección había sido en el cuello,
mi aparato fonador fue el primero en sufrir las consecuencias del veneno. No
tenía nada que hacer salvo observar con impotencia, mientras mis músculos
ciliares me lo permitieran, a Santiago… El asesino asesinado… Era el fin.
Pero
entonces un atisbo de esperanza surgió. Mi lado oscuro volvió a “charlar”
conmigo. Otra conversación de esas que no recuerdo salvo el mensaje en sí.
Simplemente dijo algo así como que si nos intercambiábamos repetidas veces el
control de mi cuerpo, podríamos solucionar el problema del calcio, pues cada
vez que mi cuerpo era controlado por el otro, este entraba en un pequeño y
rápido trance en el que toda mi musculatura y mi sistema nervioso se relajaban.
Si hacíamos esto varias veces podríamos conseguir la suficiente distensión en
los músculos como para incorporarme y huir a pedir ayuda.
Nos
pusimos manos a la obra y poco a poco fue funcionando. Primero la lengua y las
extremidades, luego el abdomen y la cara, y, por último, el nervio vago movió
el resto. Suerte que el diafragma ni siquiera estaba aún contraído. Aunque
pudiera mover los músculos, el movimiento dejaba mucho que desear y me costaba bastante, era como si de repente pesase cuarenta kilos más. Si hubiera quedado
afectado el diafragma… Creo que ahora seguiría hablando contigo, pero en otro…
Plano.
El
cuchillo estaba cerca de mí. Lo lancé al aire para distraerle y me incorporé
raudamente. No le dio tiempo a atraparme. De momento estaba a salvo. Y no debía
arriesgar llamando a la puerta del algún vecino, Santiago estaría pisándome los
talones, así que decidí bajar las escaleras para llegar a la calle, él no me
haría nada con gente delante…
¿Gente?
¡No había ni un alma allí! Y lo peor de todo era que perdía fuerzas a cada
instante. Cada ve sentía más presión, más tensión, mi propio cuerpo se negaba a
obedecer mis órdenes. Nos fuimos intercambiando más rápidamente, pero era
imposible superar la velocidad contráctil del veneno. Caí de rodillas y escuché
las pisadas cercanas de alguien… Viendo su sombra vi que era Santiago, aquí
estaba de vuelta.
Bueno,
no le culpo del todo. Lo más seguro es que fuera el familiar o el amigo de
alguna de mis presas. Yo también hubiera tomado represalias si hubieran
asesinado a algún ser querido. Ser querido… buen chiste ese. Si fuera así
tendría que haberme suicidado, pues yo mismo he acabado con personas que quería…
Y a saber de lo que hubiera sido capaz en un futuro. Sí, lo mejor será que me
ejecute. Al menos no duele, sólo siento unos ligeros tirones y poco más. Eso
sí, a ver qué pasa cuando el veneno alcance el diafragma y el nervio frénico.
Creo que lo voy a pasar mal…
Sin
embargo, cuando ya estaba todo perdido, un sonido casi imperceptible fue la
llave que me liberaría de aquella tortura. Fue el sonido del corte del viento,
del corte de la carne. El filo de una katana asomó por el vientre de Santiago,
recorrió horizontalmente todo su abdomen. Su cara de victoria cambió ipso facto
a una de sorpresa. Suerte que tenía los brazos alzados sujetando la
jeringuilla y mi cuchillo, pero hubiera estado divertido haberle visto con cara
de miedo mientras veía que sus antebrazos se desprendían limpiamente del resto
de su extremidad.
Los
primeros signos de su muerte comenzaron a aparecer. Primero una pequeña línea
roja que enseguida dio paso a una gran mancha emanante de sangre. Su parte
superior empezó a deslizarse hacia un lado y unos finos hilos sanguinolentos
salieron de su boca….
Pero no
todo era diversión con el espectáculo de su muerte. Atrás veía unas piernas, y
pronto, cuando el torso de Santiago cayera al suelo, vería la cara de mi
salvador… Y no hubo que esperar mucho tiempo. La presión sanguínea colaboró
empujando a ese medio Santiago.
¿Adivinas
quién era? ¡Efectivamente! Si me hubieran hecho una foto en ese instante creo
que hubiera valido para una enciclopedia gráfica. Yo sería la definición del
vocablo “sorpresa”. Ni más ni menos que Samanta. Tenía una mirada desquiciada y
una respiración violenta.
Con una
voz dulce me dijo que me relajara y que no me preocupase. Se dirigió hacia mí y
me inyectó en el mediastino la dosis. Me dijo que era el antídoto para el veneno
de mi interior, que antes de ir a matar a Santiago había subido a mi piso a
buscar en su maletín alguna cura, y en efecto la había hallado. Ahora en
cuestión de un par de minutos estaría sano y salvo.
Samanta,
mientras tanto, cogió las dos mitades del, ya muerto, Santiago y las metió en
lo que parecía ser su coche. Se disponía a irse. ¿Solamente había venido aquí
para evitar mi muerte o había sido pura casualidad? Tenía que averiguarlo… Se
acercó una vez más a mí y me dio un beso en la frente. No quería que se fuera,
quería hablar con ella, tenía un montón de preguntas que hacerla… Desafortunadamente
mi laringe fue lo último en volver a la normalidad y no pude hablar. Así que
tuve que ver como se iba en su coche.
Un
minuto después más o menos ya podía controlar todo mi organismo como siempre. Subí
a mi casa y cogí varios trapos para limpiar la sangre del suelo. Se habría
llevado el cuerpo, pero aún persistían restos de un brutal ataque. Mientras
quitaba las manchas carmesíes no paraba de pensar en ella. ¿Habría sido su
primer asesinato o ya dominaba el tema? Lo había matado con tal facilidad…
Además poseía una katana, ¿la habría “estrenado” hoy? Eran tantas incógnitas…
Tras
dejar el suelo impecable decidí regresar y descansar un rato en el sofá, estaba
un poco exhausto… El sueño me venció enseguida y, tal y como y yo esperaba,
tuve una pesadilla en la que moría paralizado totalmente. Y pensar que hace
escasos minutos mi corazón estaba a punto de pararse para siempre…
Horripilante.
Desperté
tres horas después y me puse nuevamente manos a la obra con los cuerpos. Aún me
quedaban dos piernas por cortar y terminaría la jornada laboral de hoy. La
mañana había sido corta, pero dura, bastante dura. Tras seccionar dichas
extremidades tendría que investigar un poco acerca de ese tal Santiago. Sí, ya
no era una amenaza, pero tenía que asegurarme de que su muerte no llamaría la
atención de más “justicieros”. Y supongo que también tendría que buscar algo de
información sobre Samanta. Después de todo, y siendo realistas, una chica de 18
con instintos asesinos no es nada normal. Vale, yo también he asesinado
inocentes, pero estamos hablando de normalidad, creo que quedó claro hace
tiempo que yo carecía de eso…
Así que
me dispuse a ir a la terraza para saltar por la ventana (te recuerdo que conducía al cuarto de baño donde estaban los cadáveres) cuando entonces me
percaté de que en el cristal de esta había una nota pegada…
Espero que no te haya sentado mal mi forma de
irme. Supongo que ya estarás exento del veneno. Me alegro mucho de que estés
bien. De momento creo que será mejor mantener este ocultismo. Y no te preocupes
por lo de la otra noche, lo entiendo, de verdad. Creo que soy la que mejor
puede entenderte. Quizás mis actos hayan aflorado en ti miles de dudas. Yo te
prometo que la próxima vez que nos veamos yo estaré más receptiva y contestaré
con gusto a todo lo que me preguntes. De momento descansa. Te he dado una
sustancia especial para que te sea más fácil blandecer los cuerpos. Qué la
disfrutes.
Definitivamente
ella tampoco era novata en esto de los homicidios… Una disolución con cal viva
y sulfuros enriquecidos con hidrogeniones… Este tipo de disolventes ni siquiera
se vendían en las tiendas de construcción. ¿De dónde lo habría obtenido?
Tengo
muchas cosas que hacer, así que por hoy ya está. Será mejor que marches, Borja.
Pero no te distancies mucho. Tal y como se expresaba en esa carta, me parece
que pronto volveremos a encontrarnos. Y te recuerdo que aún hay algo que quiere
acabar con Samanta. Que mi maldad tenga interés por alguien no augura nada
bueno… Pronto lo averiguaré… pronto…
Muy
pronto…
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