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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 9 de marzo de 2013

Hipoxia

Alicia observó desde la ventana de su habitación el panorama. Menudo asco. Era sábado por la tarde y había quedado con sus amigos, pero el cielo había decidido ponerse en su contra. Una espesa niebla había invadido toda la ciudad. Podían distinguirse con dificultad los objetos distantes, aunque lo cercano se veía con total nitidez.

Su madre la había obligado a quedarse en casa por seguridad. No era por el hecho de que tuviera algún agente tóxico aquella neblina, sino porque con tal incapacidad visual, era muy posible que delincuentes salieran de caza. Sin embargo, Alicia quería salir, necesitaba salir. Hacía mucho tiempo, más de dos meses, que no quedaba con sus amigos. Los echaba de menos. No era lo mismo hablar con ellos por escrito que hablar cara a cara, eso era obvio. Si no le quedaba otra alternativa que no fuera escaparse, así lo haría.

Lo primero de todo era hablar con Víctor. Él ya se encargaría de comunicárselo al resto. Quizás alguno no pudiera salir tampoco, pero Alicia sabía muy bien que todos y cada uno de ellos poseía sus propios trucos evasivos. Con gran seguridad acabarían reunidos donde siempre: el parque del Retiro. Un parque que, curiosamente, se encontraba más o menos a la misma distancia de las casas donde vivían. Una vez hecho eso, posterior confirmación de Víctor, ahora faltaba algo bastante importante…

Alicia salió de su habitación tras haber elegido la ropa que iba a llevar, aunque aún no se la había puesto, no debía cometer ningún paso en falso frente a su madre. Sabía que era muy perspicaz, así como autoritaria. Si de verdad quería tener alguna oportunidad para que la dejara salir, entones debería comportarse como la mejor niña del mundo, cosa que realmente no era cierto.

Fue al salón y no la encontró. Tal vez en la cocina, pues se acercaba la hora de la cena, pero tampoco… Sin embargo, observó una pequeña nota en la encimera de la cocina. Al acercarse vio que la letra era la de su madre.  “Hija, he salido a comprar a la tienda que hay enfrente, me faltaban unas cuantas cosas para preparar la cena. No me he llevado el teléfono. Enseguida vuelvo. Un beso”.


Su madre, por mucho que dijera la nota que iba a volver pronto, mentía. Ella siempre se quedaba charlando con el tendero o con algún vecino que pasaba. Y hoy precisamente Alicia no estaba para perder el tiempo, era cuestión de minutos que Víctor la enviara un mensaje con la confirmación de toda la pandilla. No debía retrasarse. Así que, por lo tanto, optó por ir a buscarla.

Se dirigió al recibidor, esta vez vestida con lo que había escogido, pues ya tenía una excusa, y se dispuso a salir. Pero cuál fue su sorpresa al ver que la puerta estaba abierta. Supuso que con las prisas su madre la había dejado así, por lo que no le prestó mucha atención al detalle. Cogió sus llaves y cerró.

Ante ella se mostraba ahora una densa niebla, la cual, los únicos objetos que permitía visualizar en la lejanía eran aquellos luminosos. Más por orientación que por visión, fue caminando hasta la tienda. Al llegar a la calle donde se hallaba dicho establecimiento, pudo notar que aquella niebla, como por arte de magia, se había vuelto más negra, más oscura, e incluso como más asfixiante.

Anduvo casi a ciegas hasta que percibió que estaba próxima a la tienda. Esta, extrañamente, estaba cerrada, y dentro no había luz alguna. Un poco nerviosa, Alicia intentó abrir la puerta, cosa que hizo con facilidad, pues parece ser que el dueño había olvidado echar la llave.

-¿Mamá? –fue lo primero que dijo nada más poner un pie en la tienda.

Inmediatamente pensó que preguntar eso era una tontería, puesto que claramente su madre no se habría quedado en una tienda cerrada… pero estaba tan asustada y había tanto silencio que el miedo instintivo había surgido en su interior. Tal vez su madre hubiera llegado a casa por otro camino o se había parado en algún lugar a hablar con alguien. No obstante, muy dentro de Alicia, había algo que negaba esas hipótesis.
De repente, entre todo ese silencio, un sonido agudo hizo que se sobresaltara dando un fuerte grito de terror. Era su móvil, acaba de recibir un mensaje de Víctor, todos habían aceptado y en veinte minutos irían al Retiro.

Alicia debería de darse prisa. Salió de la tienda y volvió al portal de su edificio. Sacó sus llaves del bolsillo de sus vaqueros y abrió la puerta. Ella esperaba encontrarse un interior más nítido, pero al parecer, no sabía cómo, la niebla se había filtrado dentro del edificio, incluso podría decirse que era más densa que la de afuera. Agarró su móvil y le puso el máximo brillo a su pantalla para usarlo de linterna.

Con el brazo extendido fue en busca de los escalones para llegar a su casa. Fue subiendo lentamente, pues hasta con la máxima potencia del teléfono, apenas podía verse algo, ni siquiera algo tan cercano como podían ser sus brazos.

Fue entonces, a tan sólo un piso de llegar a su hogar, cuando un golpe, como un manotazo, desprendió el móvil de su mano. Cayó en el borde de un escalón, haciendo que botara escaleras abajo. Los repetidos golpes provocaron que el teléfono se apagara. Alicia no se preocupó del extraño impacto (podría haber sido la pared) y se dispuso a bajar las escaleras cuidadosamente, pero esa idea cambió súbitamente cuando otro golpe, esta vez un crujido, surgió justo por donde su móvil se encontraba. No había que ser muy inteligente para saber que alguien la estaba siguiendo y acababa de aplastar con uno de sus pies su teléfono.

Alicia corrió como pudo hasta arriba, confió en que su cerebro pudiera calcular bien la distancia entre cada escalón y no se tropezara, no podía permitirse un fallo así. Fuera quien fuera el que estaba con ella en esas escaleras, ahora que se había percatado de su presencia y huía, la estaba persiguiendo, sus pasos se oían como un eco vacío.

Los últimos diez escalones y llegaría. Palpó con atención el filo de las llaves hasta que dio con la de la puerta. La dispuso en vertical, subió el último peldaño y se pegó con fuerza a la puerta. No realizó muchos intentos de meter la llave, al tercero consiguió introducirla en la cerradura. Ya sólo quedaba dar dos giros y entraría sana y salva.

Ojalá hubiera sido así de fácil. Justo antes de escuchar el “click” de la salvación, una gruesa mano rodeó su cuello y la alzó escasos centímetros del suelo. Definitivamente, todo resquicio de esperanza de que fuera una broma, bastante pesada, de su madre, acaba de ser finiquitado. Aquella mano apretaba cada vez con más fuerza. Alicia pataleó y quiso agarrar al agresor, pero lo único que agarraba era su mano y el antebrazo, como si no existiera el resto de su cuerpo, como si fuera un brazo levitando, aquel miembro terminaba en la articulación del codo, a partir de ahí sólo notaba la fría y húmeda niebla.

Alicia, impotente, sólo podía esperar mientras sentía su cabeza arder por la acumulación de sangre y sufría una dolorosa constricción en su cuello. No obstante siguió retorciéndose. No podía ser real, si un brazo la ahogaba, entonces no muy lejos estaría el resto del cuerpo. Quiso gritar, pero apenas salía aire de su boca, sus cuerdas vocales se quebraban. Era tan grande el esfuerzo por escapar que hasta varios capilares de sus conjuntivas estallaron. También tuvo varios tirones musculares. Alicia daba el máximo de su potencial para escapar de aquella situación, aunque era imposible, necesitaba oxígeno para reponer energía y no recibía mora alguna. Intentó clavar las uñas en la única parte del agresor que podía alcanzar, pero tampoco surtía efecto. Aquel brazo cedía ante la presión de sus dedos, como si se desmaterializase y se volviera a materializar. ¿Acaso ese brazo era humano, acaso estaba… hecho de carne…?

Apenas viva, un atisbo de esperanza resurgió en su corazón cuando los gritos de su madre rebotaron por el edificio. La voz se hacía más próxima con cada segundo que pasaba, sin embargo el brazo no cedía. Y justo cuando ya Alicia iba a vencerse por el “sueño”, ella pudo observar de manera borrosa el rostro de su madre moviéndose a una velocidad vertiginosa hasta que sintió sus manos en el cuello, pero no para ahogarla, sino para separar la mano de ese extraño.

En poco más de cinco segundos la mano soltó su cuello y Alicia cayó de rodillas aspirando todo el aire que le fuera posible, tosió y escupió saliva, hasta lloró una vez que el susto había pasado, pero no era tiempo de quedarse conmocionada, tenía que actuar, ahora su madre se enfrentaba a un violento desconocido. Se incorporó raudamente y buscó con la mirada a la pareja.

No vio nada, ni siquiera escuchó signos de pelea. Fue soltar su cuello y es como si ellos dos se hubieran desvanecido en la niebla. ¿Desvanecerse? Imposible, quizá mientras ella yacía en el suelo de rodillas hubo tiempo suficiente para que su madre arrastrara escaleras abajo al agresor.

Pues si era así tendría que darse prisa. Abrió finalmente la puerta de casa y sacó del cajón superior del mueble del recibidor una linterna. Como una centella fue bajando las escaleras, no sin antes cerciorarse de que había cerrado la puerta, pues no quería más sorpresas amargas con esa inquietante niebla, hasta llegar al portal… Había recorrido todos los pisos y en ninguno de ellos se encontraban… ¿Tal vez en la calle?

Nada más abrir, una gran ola de frío impactó contra su pálida piel de marfil. Aunque no podía quejarse en ese sentido, al menos la atmósfera se había descargado un poco, había disminuido considerablemente la densidad, pero eso no quitaba que aún necesitase la linterna para moverse por el lugar.

Giró la cabeza de una lado a otro intentado ver si los encontraba. Afinó también el oído, pero no había ningún rastro del dúo. Tendría que ponerse a buscar y encontrarlos, aunque no hizo mucha falta. Una mano helada se posó en su hombro izquierdo, justo el que no tapaba su camisa, una sensación metálica y dura en uno de los dedos calmó su miedo, sin necesidad de girarse supo que esa mano pertenecía a su madre. No obstante se preguntaba cómo había aparecido detrás de ella, dentro del edificio, si lo había recorrido ella por completo.

Inmediatamente lo comprendió.

-Huye de aquí.

Un suave susurro de su madre que la puso los pelos de punta provocó que girara su rostro para verla. Sus cabellos flotaban, su piel era de color gris, más arrugada de lo normal, sus pupilas no tenían color, completamente blancas, y, al igual que el otro, también faltaba parte de su cuerpo, tan solo era una cabeza que se mantenía suspendida en el aire. Alicia, aún en shock, se llevó su mano derecha a su hombro izquierdo para palpar la mano de su madre, pero en cuanto la tocó, esta se evaporó fusionándose con la niebla. Volvió a dirigir la mirada a su cara y vio que los pocos rasgos humanos que preservaba estaban mostrando preocupación. No sabía qué le había ocurrido a su madre, pero ya la había salvado la vida, y si ahora decía que huyera, entonces tendría que hacerla caso. No era momento de llorar, era el momento de correr lo más rápido que pudiera.

A ese ritmo llegaría al Retiro en pocos minutos. A mitad de camino pudo escuchar los alaridos de su madre. A pesar del dolor, Alicia no debía mirar atrás y mucho menos retroceder, tenía que continuar, debía avisar a sus amigos de que regresaran a sus casas. No estaba muy segura de que era aquello que había matado a su madre y había intentado ahogarla a ella, pero algo estaba claro: no era humano y esa niebla no era muy normal, era el campo de caza de aquel monstruo.

Mientras avanzaba se dio cuenta de que la niebla era tan densa que incluso ofrecía resistencia a su paso. La temperatura cada vez era más baja, algunas de sus lágrimas incluso llegaban a congelarse. Seguramente todo eso sería obra de la criatura, modelaba la niebla a su antojo, y ahora estaba enfriando el ambiente para paliar las energías de Alicia. No obstante, lo que seguramente no sabía el depredador es que había tanto miedo circulando en la sangre de Alicia que su cuerpo desprendía el suficiente calor para mantenerse viva y seguir adelante. Perder a su madre de esa forma tan atroz, sin ni siquiera despedirse de ella como es debido, había sido un duro golpe, pero aún estaba su padre, que ahora estaba fuera del país por asuntos laborales… quedaba la esperanza de que toda esta niebla sólo estuviera en su ciudad, su padre estaría a salvo… seguro. Además, ahora tenía que pensar en alertar a sus amigos. Alicia debería ser fuerte a pesar de las horrendas circunstancias.

Finalmente, gracias a un repentino descenso de la niebla, y con ayuda de la luz de su linterna, Alicia consiguió vislumbrar la entrada del parque. Empezó a gritar para llamar la atención de sus amigos, pero, aun estando el Retiro completamente deshabitado, exceptuando a ellos, nadie contestó. Comenzó a preocuparse, aunque aún era un poco temprano, habían quedado a las ocho y veinte y eran las ocho y diecisiete, ninguno de ellos solía llegar puntual y mucho menos pronto.

Si hubiera agarrado con fuerza su móvil y no se le hubiera caído ahora podría haber mandado un mensaje a Víctor para preguntar dónde estaban… La única opción que tenía era moverse sin cesar por el Retiro y esperar a que llegasen. No podía quedarse quieta, si aquella criatura dominaba a su antojo la niebla, el que se hubiera despejado seguramente sería un plan de él para que Alicia entrase al Retiro. Podría haber caído en una trampa, sí, pero no tenía otra alternativa, dentro estaban o llegarían en cualquier momento sus amigos. Nadie más debe morir por aquella atmósfera asesina.


Llegó al estanque, zona donde normalmente solían reunirse. Tampoco había nadie. Ella siguió corriendo rodeando el estanque y gritando de vez en cuando el nombre de alguno de sus amigos. Tras la tercera vuelta el crujido de una rama de un árbol próximo llamó su atención. Enfocó con su linterna, temblorosa, el lugar de procedencia de dicho crujido, y vio una sombría silueta colgando en la rama. Alicia tragó saliva y se preparó para lo peor. Se aproximó lentamente y, a medida que estaba más cerca de la silueta, la temperatura se iba haciendo más y más baja.


Sus ojos se encharcaron en lágrimas cuando la niebla la permitió ver con total nitidez a aquel colgado. Era su mejor amiga Mamen. Una gruesa soga apretaba su cuello, había sido ahorcada recientemente, hasta sus párpados estaban abiertos. Su cuerpo se mecía con el viento y los crujidos de la rama eran cada vez más continuos. Por algunas partes estaba desprendiendo una especie de humo gris que se mezclaba con la niebla.

Ante tal imagen, Alicia sintió una debilidad emocional apabullante, poco a poco sus energías se consumían. No podría seguir adelante si el resto de sus amigos también había perecido. Nadie aseguraba que aún estuvieran con vida si ante ella ya había el cadáver de uno de ellos.


Pero dejó de llorar cuando la rama se partió y el cuerpo de Mamen, al impactar con el suelo, se disolvió completamente en la niebla. Un gran remolino gris surgió formando su rostro. Este miró a Alicia y, con el mismo sonido que un viento aullador, la habló.

-No llores. Salva al resto.

Quedaban tres.

Ahora tendría que hacer uso de su agilidad mental; pensando en frío, ahora entendía todo. Aquel monstruo la había permitido entrar en el Retiro para que corriese de un lado para otro buscando a sus amigos como una desesperada. No, no tenía que comportarse así. Debería pensar e ir a lugares del parque que ellos solían frecuentar. A Mamen la encantaba montar en barca, tal vez Víctor no específicó el lugar de reunión y ella optó por esperar al resto aquí. Ahora tendría que pensar en algún lugar cercano al estanque que a Víctor, Frank o Javi les gustase visitar.

¡Ya lo tenía! A Frank le gustaba mucho la música orquestal. Un poco al oeste de allí se encontraba el templete de música. Enseguida se puso en marcha, veloz como una centella, hacia el lugar sin parar de gritar el nombre de Frank. Aunque tampoco serviría de mucho, normalmente iba escuchando música en su mp4…

No obstante, hubo suerte, la risa lejana de Frank calmó a Alicia, se encontraba bien. Cuando ambos se encontraron, Alicia le dio un fuerte abrazo mientras se les escapaba alguna lágrima. Frank, por su lado, seguía riéndose preguntándola por qué tanta angustia. Alicia ignoró su pregunta y le dijo que si sabía dónde estaban Javi y Víctor. Pero, desgraciadamente, justo antes de que pudiera contestar, Frank, debido al enorme ataque de risa, comenzó a toser descontroladamente hasta el punto en el que tuvo arcadas. Alicia pudo ver que de su boca brotaban finos hilos de sangre mezclados con la saliva. Frank continuaba sin parar de toser hasta que llegó a vomitar. Él no se percató, pero Alicia sí; junto con esa bilis, una pequeña bola de humo grisáceo salió de su boca. En cuanto la expulsó de su interior dejó de toser.

Alicia supo inmediatamente que le había salvado la vida al hacerle reír, eso que había vomitado era precisamente lo que iba a matarle, pues pocos segundos después la bola de humo levitó hasta ponerse a la altura de sus cabezas. Empezó a realizar un sutil contoneo justo enfrente de Frank. Él se fascinó antes ese efecto de la niebla. Alicia quería apartarle de allí, pero la curiosidad hizo que ignorara los consejos de su amiga. Tiró de él con fuerza, mas un frío puntiagudo se clavó en el dorso de la mano de Alicia provocando que le soltara. Ella gritó imperante obligándole a dejar en paz aquella bola, aunque lo único que consiguió con esa actitud fue que Frank se riera y se despreocupara más de aquel asunto.

Ella sólo pudo observar con rabia como ese humo, cuando Frank lo tocó con sus dedos, se ennegrecía y se hacía más grande hasta que envolvió completamente a Frank. Ni siquiera con la luz de la linterna Alicia pudo ver a través de ese humo. Al principio quiso despejarlo del cuerpo de su amigo, pero un breve sonido parecido al de una gaseosa mezclado con los gritos de Frank la hizo retroceder. Segundos después, la niebla se difuminó dejando la nada a su paso. Exacto, Frank se había desintegrado. Un leve viento meció los cabellos de Alicia, eran las manos de Frank. Y, entonces, escuchó su susurro.


-Lo siento.

Quedaban dos.

Casi sin fuerzas, Alicia pensó en el lugar favorito de Javi y Víctor. Por suerte ambos vivían en la misma calle, así que habrían llegado juntos al Retiro. Los dos eran de hobbies sencillos, así que seguramente se habrían sentado en un banco próximo a la entrada oeste del Retiro mientras se ponían a charlar.

Con determinación, corrió hacia la Puerta de Hernani esta vez sin gritar, no quería causar ningún desastre como el de antes. Aunque realmente no le habría servido de mucho los gritos si hubiera optado por ello, porque, en cuanto se alejó un poco del templete de música, Alicia oyó un terrible llanto, y a juzgar por el tono de la voz, era Javi.

Llegó hasta él y pudo contemplar como Javi estaba de rodillas agarrando el cuerpo mutilado de Víctor a la par que este se iba difuminando poco a poco con la atmósfera. Alicia le preguntó qué había pasado. La respuesta de Javi fue desconcertante: Víctor notó un insoportable y repentino picor en sus brazos, así que comenzó a rascarse, sin embargo el picor persistía y él se rascó con más fuerza. En ese momento Javi observó que en algunos puntos de los brazos de Víctor se formaron minúsculos puntos de los que salía un poco de sangre. Algo normal cuando te rascas una zona con fuerza y repetidas veces. Pero lo extraño sucedió después, cuando esa sangre se volvió cristalina, como si se hubiera congelado a causa de la temperatura, los pequeños cristales se desprendieron de la piel de Víctor y empezaron a deslizarse por todo el brazo. Ambos se quedaron sorprendidos y Víctor intentó apartar esos cristales de su piel, pero si los tocaba le hacían más daño. Javi quiso ayudarle, pero lo único que conseguían los dos es que los cristales profundizaran más en su carne. Y al final, cuando brotó más sangre, esta también se transformó en pequeños cristales hasta que sus dos brazos fueron hechos picadillo por los reiterados cortes. No murió desangrado, sino que algunos cristales se introdujeron en las nuevas “vías de entrada” formadas por la mutilación y congelaron toda la sangre que poseía. Su corazón se detuvo al instante, así como sus pulmones y su cerebro.

Javi quería mostrar a Alicia los restos de los brazos de Víctor, pero la explicó que extrañamente se evaporaron.  A Alicia no le hacía falta ver esos brazos, ya había visto demasiada muerte por hoy. Al menos había conseguido llegar a tiempo para salvar a alguien. Le dijo que se levantara, pero cuando Javi lo intentó no pudo. Se había quedado pegado al suelo, o mejor dicho, a la niebla. La niebla que le rodeaba se había vuelto más grisácea formando un charco gaseoso a su alrededor. Aunque Javi no entendiese nada, Alicia sí sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo… No había llegado a tiempo, Javi iba a ser devorado por ese charco, podía ver como sus piernas desprendían un humo idéntico al del cuerpo inerte de Mamen.

Alicia ya se había rendido y no le quedaban lágrimas. Se arrimó a Javi y le dio un fuerte abrazo de despedida. De entre todos ellos, Javi era el más inteligente, y con ese acto de parte de Alicia ya había entendido que no había esperanza para él, que era una tontería llorar y suplicar clemencia ante una muerte inminente. Al menos podía alegrarse de que no fuera tan dolorosa como la de Víctor, de hecho no sentía nada, era como sumergirse lentamente en una piscina, sólo que todo lo que quedaba bajo el agua dejaba de sentirlo, una sensación fría y todo se desvanecía.

Su amiga se quedó con él hasta que se sumergió por completo en el charco, entonces fue a su lugar preferido, el teatro Casa de Vacas. Caminó con lentitud esperando a que aquel monstruo asesino diera fin a su vida. No lloraba, no reía, su rostro mostraba completa seriedad, absoluto abandono de la esperanza, conformismo, rendición…

De repente un ruido la sacó de sus pensamientos, era el crujido de un cristal que había pisado. E, irónicamente, aquello que la había arrancado de su mente, la volvió a inundar en ella. Tal vez no tendría que esperar a que la matara, a lo mejor su muerte sería dolorosa, puede que pudiera optar por una muerte menos violenta, más dulce, al fin y al cabo, quién mejor para decidir cómo has de morir que tú mismo. Así que cogió un trozo de cristal del suelo y se sentó en el césped. Sin pensárselo dos veces se provocó un profundo tajo en ambas venas radiales. Se tumbó y esperó.

Pero algo ocurrió… Una luz en el cielo la cegó. ¿Era la llamada del cielo? No, era la luz de la Luna. La niebla se estaba despejando muy lentamente. Ya no le importaba aquello, seguramente la criatura habría asesinado a muchas más gente antes que a ellos, le daba igual que decidiera permitirla ver por última vez el Retiro, si aquel lugar se había transformado por su culpa en un parque abandonado muerto…

…O eso creía ella. Cuando ya casi no había niebla, Alicia escuchó ruido a su alrededor, risas, charlas, voces... Era gente. Alzó la cabeza y vio que el Retiro estaba lleno de personas, como cualquier otro día. ¿Cómo era posible? ¿Tal vez un engaño de esa asfixiante niebla?

Para Alicia ya era demasiado tarde, había perdido mucha sangre. Fuera quien fuera el que manejara toda esa neblina, había esperado al momento justo para que, si alguien fuera a socorrerla, no llegara a tiempo para evitar su muerte. Tan solo le enseñaba que durante todo este tiempo había estado en un sitio lleno de gente, pero nublado por la niebla. Se estaba mofando de ella, mostrando que al final, de una forma u otra, Alicia había caído en sus garras. Aunque, como he dicho antes, a Alicia no le importaba, sólamente se preguntaba una cosa:

¿Se desvanecería ella también?

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