Su
madre la había obligado a quedarse en casa por seguridad. No era por el hecho
de que tuviera algún agente tóxico aquella neblina, sino porque con tal
incapacidad visual, era muy posible que delincuentes salieran de caza. Sin
embargo, Alicia quería salir, necesitaba salir. Hacía mucho tiempo, más de dos
meses, que no quedaba con sus amigos. Los echaba de menos. No era lo mismo
hablar con ellos por escrito que hablar cara a cara, eso era obvio. Si no le
quedaba otra alternativa que no fuera escaparse, así lo haría.
Lo
primero de todo era hablar con Víctor. Él ya se encargaría de comunicárselo al
resto. Quizás alguno no pudiera salir tampoco, pero Alicia sabía muy bien que
todos y cada uno de ellos poseía sus propios trucos evasivos. Con gran
seguridad acabarían reunidos donde siempre: el parque del Retiro. Un parque
que, curiosamente, se encontraba más o menos a la misma distancia de las casas donde
vivían. Una vez hecho eso, posterior confirmación de Víctor, ahora faltaba algo
bastante importante…
Alicia
salió de su habitación tras haber elegido la ropa que iba a llevar, aunque aún
no se la había puesto, no debía cometer ningún paso en falso frente a su madre.
Sabía que era muy perspicaz, así como autoritaria. Si de verdad quería tener
alguna oportunidad para que la dejara salir, entones debería comportarse como
la mejor niña del mundo, cosa que realmente no era cierto.
Fue al
salón y no la encontró. Tal vez en la cocina, pues se acercaba la hora de la
cena, pero tampoco… Sin embargo, observó una pequeña nota en la encimera de la
cocina. Al acercarse vio que la letra era la de su madre. “Hija, he salido a comprar
a la tienda que hay enfrente, me faltaban unas cuantas cosas para preparar la
cena. No me he llevado el teléfono. Enseguida vuelvo. Un beso”.
En poco
más de cinco segundos la mano soltó su cuello y Alicia cayó de rodillas
aspirando todo el aire que le fuera posible, tosió y escupió saliva, hasta
lloró una vez que el susto había pasado, pero no era tiempo de quedarse
conmocionada, tenía que actuar, ahora su madre se enfrentaba a un violento
desconocido. Se incorporó raudamente y buscó con la mirada a la pareja.
Inmediatamente lo comprendió.
-Huye de aquí.
A ese ritmo llegaría al Retiro en pocos minutos. A mitad de camino pudo escuchar los alaridos de su madre. A pesar del dolor, Alicia no debía mirar atrás y mucho menos retroceder, tenía que continuar, debía avisar a sus amigos de que regresaran a sus casas. No estaba muy segura de que era aquello que había matado a su madre y había intentado ahogarla a ella, pero algo estaba claro: no era humano y esa niebla no era muy normal, era el campo de caza de aquel monstruo.
Mientras avanzaba se dio cuenta de que la niebla era tan densa que incluso ofrecía resistencia a su paso. La temperatura cada vez era más baja, algunas de sus lágrimas incluso llegaban a congelarse. Seguramente todo eso sería obra de la criatura, modelaba la niebla a su antojo, y ahora estaba enfriando el ambiente para paliar las energías de Alicia. No obstante, lo que seguramente no sabía el depredador es que había tanto miedo circulando en la sangre de Alicia que su cuerpo desprendía el suficiente calor para mantenerse viva y seguir adelante. Perder a su madre de esa forma tan atroz, sin ni siquiera despedirse de ella como es debido, había sido un duro golpe, pero aún estaba su padre, que ahora estaba fuera del país por asuntos laborales… quedaba la esperanza de que toda esta niebla sólo estuviera en su ciudad, su padre estaría a salvo… seguro. Además, ahora tenía que pensar en alertar a sus amigos. Alicia debería ser fuerte a pesar de las horrendas circunstancias.
Su
madre, por mucho que dijera la nota que iba a volver pronto, mentía. Ella
siempre se quedaba charlando con el tendero o con algún vecino que pasaba. Y
hoy precisamente Alicia no estaba para perder el tiempo, era cuestión de
minutos que Víctor la enviara un mensaje con la confirmación de toda la
pandilla. No debía retrasarse. Así que, por lo tanto, optó por ir a buscarla.
Se
dirigió al recibidor, esta vez vestida con lo que había escogido, pues ya tenía
una excusa, y se dispuso a salir. Pero cuál fue su sorpresa al ver que la puerta
estaba abierta. Supuso que con las prisas su madre la había dejado así, por lo
que no le prestó mucha atención al detalle. Cogió sus llaves y cerró.
Ante
ella se mostraba ahora una densa niebla, la cual, los únicos objetos que
permitía visualizar en la lejanía eran aquellos luminosos. Más por orientación
que por visión, fue caminando hasta la tienda. Al llegar a la calle donde se
hallaba dicho establecimiento, pudo notar que aquella niebla, como por arte de
magia, se había vuelto más negra, más oscura, e incluso como más asfixiante.
Anduvo
casi a ciegas hasta que percibió que estaba próxima a la tienda. Esta,
extrañamente, estaba cerrada, y dentro no había luz alguna. Un poco nerviosa,
Alicia intentó abrir la puerta, cosa que hizo con facilidad, pues parece ser
que el dueño había olvidado echar la llave.
-¿Mamá? –fue lo primero que dijo nada más poner un
pie en la tienda.
Inmediatamente
pensó que preguntar eso era una tontería, puesto que claramente su madre no se
habría quedado en una tienda cerrada… pero estaba tan asustada y había tanto
silencio que el miedo instintivo había surgido en su interior. Tal vez su madre
hubiera llegado a casa por otro camino o se había parado en algún lugar a
hablar con alguien. No obstante, muy dentro de Alicia, había algo que negaba
esas hipótesis.
De
repente, entre todo ese silencio, un sonido agudo hizo que se sobresaltara
dando un fuerte grito de terror. Era su móvil, acaba de recibir un mensaje de
Víctor, todos habían aceptado y en veinte minutos irían al Retiro.
Alicia
debería de darse prisa. Salió de la tienda y volvió al portal de su edificio.
Sacó sus llaves del bolsillo de sus vaqueros y abrió la puerta. Ella esperaba
encontrarse un interior más nítido, pero al parecer, no sabía cómo, la niebla
se había filtrado dentro del edificio, incluso podría decirse que era más densa
que la de afuera. Agarró su móvil y le puso el máximo brillo a su pantalla para
usarlo de linterna.
Con el
brazo extendido fue en busca de los escalones para llegar a su casa. Fue subiendo
lentamente, pues hasta con la máxima potencia del teléfono, apenas podía verse
algo, ni siquiera algo tan cercano como podían ser sus brazos.
Fue
entonces, a tan sólo un piso de llegar a su hogar, cuando un golpe, como un
manotazo, desprendió el móvil de su mano. Cayó en el borde de un escalón,
haciendo que botara escaleras abajo. Los repetidos golpes provocaron que el
teléfono se apagara. Alicia no se preocupó del extraño impacto (podría haber
sido la pared) y se dispuso a bajar las escaleras cuidadosamente, pero esa idea
cambió súbitamente cuando otro golpe, esta vez un crujido, surgió justo por
donde su móvil se encontraba. No había que ser muy inteligente para saber que
alguien la estaba siguiendo y acababa de aplastar con uno de sus pies su
teléfono.
Alicia
corrió como pudo hasta arriba, confió en que su cerebro pudiera calcular bien
la distancia entre cada escalón y no se tropezara, no podía permitirse un fallo
así. Fuera quien fuera el que estaba con ella en esas escaleras, ahora que se
había percatado de su presencia y huía, la estaba persiguiendo, sus pasos se
oían como un eco vacío.
Los
últimos diez escalones y llegaría. Palpó con atención el filo de las llaves
hasta que dio con la de la puerta. La dispuso en vertical, subió el último
peldaño y se pegó con fuerza a la puerta. No realizó muchos intentos de meter
la llave, al tercero consiguió introducirla en la cerradura. Ya sólo quedaba dar
dos giros y entraría sana y salva.
Ojalá
hubiera sido así de fácil. Justo antes de escuchar el “click” de la salvación,
una gruesa mano rodeó su cuello y la alzó escasos centímetros del suelo.
Definitivamente, todo resquicio de esperanza de que fuera una broma, bastante
pesada, de su madre, acaba de ser finiquitado. Aquella mano apretaba cada vez
con más fuerza. Alicia pataleó y quiso agarrar al agresor, pero lo único que
agarraba era su mano y el antebrazo, como si no existiera el resto de su
cuerpo, como si fuera un brazo levitando, aquel miembro terminaba en la
articulación del codo, a partir de ahí sólo notaba la fría y húmeda niebla.
Alicia,
impotente, sólo podía esperar mientras sentía su cabeza arder por la
acumulación de sangre y sufría una dolorosa constricción en su cuello. No
obstante siguió retorciéndose. No podía ser real, si un brazo la ahogaba,
entonces no muy lejos estaría el resto del cuerpo. Quiso gritar, pero apenas
salía aire de su boca, sus cuerdas vocales se quebraban. Era tan grande el
esfuerzo por escapar que hasta varios capilares de sus conjuntivas estallaron.
También tuvo varios tirones musculares. Alicia daba el máximo de su potencial
para escapar de aquella situación, aunque era imposible, necesitaba oxígeno
para reponer energía y no recibía mora alguna. Intentó clavar las uñas en la
única parte del agresor que podía alcanzar, pero tampoco surtía efecto. Aquel
brazo cedía ante la presión de sus dedos, como si se desmaterializase y se
volviera a materializar. ¿Acaso ese brazo era humano, acaso estaba… hecho de
carne…?
Apenas
viva, un atisbo de esperanza resurgió en su corazón cuando los gritos de su
madre rebotaron por el edificio. La voz se hacía más próxima con cada segundo
que pasaba, sin embargo el brazo no cedía. Y justo cuando ya Alicia iba a
vencerse por el “sueño”, ella pudo observar de manera borrosa el rostro de su
madre moviéndose a una velocidad vertiginosa hasta que sintió sus manos en el
cuello, pero no para ahogarla, sino para separar la mano de ese extraño.

No vio
nada, ni siquiera escuchó signos de pelea. Fue soltar su cuello y es como si
ellos dos se hubieran desvanecido en la niebla. ¿Desvanecerse? Imposible, quizá
mientras ella yacía en el suelo de rodillas hubo tiempo suficiente para que su
madre arrastrara escaleras abajo al agresor.
Pues si
era así tendría que darse prisa. Abrió finalmente la puerta de casa y sacó del
cajón superior del mueble del recibidor una linterna. Como una centella fue
bajando las escaleras, no sin antes cerciorarse de que había cerrado la puerta,
pues no quería más sorpresas amargas con esa inquietante niebla, hasta llegar
al portal… Había recorrido todos los pisos y en ninguno de ellos se encontraban…
¿Tal vez en la calle?
Nada
más abrir, una gran ola de frío impactó contra su pálida piel de marfil. Aunque
no podía quejarse en ese sentido, al menos la atmósfera se había descargado un
poco, había disminuido considerablemente la densidad, pero eso no quitaba que
aún necesitase la linterna para moverse por el lugar.
Giró la
cabeza de una lado a otro intentado ver si los encontraba. Afinó también el
oído, pero no había ningún rastro del dúo. Tendría que ponerse a buscar y
encontrarlos, aunque no hizo mucha falta. Una mano helada se posó en su hombro
izquierdo, justo el que no tapaba su camisa, una sensación metálica y dura en
uno de los dedos calmó su miedo, sin necesidad de girarse supo que esa mano
pertenecía a su madre. No obstante se preguntaba cómo había aparecido detrás de
ella, dentro del edificio, si lo había recorrido ella por completo.
Inmediatamente lo comprendió.
-Huye de aquí.
Un
suave susurro de su madre que la puso los pelos de punta provocó que girara su rostro
para verla. Sus cabellos flotaban, su piel era de color gris, más arrugada de
lo normal, sus pupilas no tenían color, completamente blancas, y, al igual que
el otro, también faltaba parte de su cuerpo, tan solo era una cabeza que se
mantenía suspendida en el aire. Alicia, aún en shock, se llevó su mano derecha a su
hombro izquierdo para palpar la mano de su madre, pero en cuanto la tocó, esta
se evaporó fusionándose con la niebla. Volvió a dirigir la mirada a su cara y
vio que los pocos rasgos humanos que preservaba estaban mostrando preocupación.
No sabía qué le había ocurrido a su madre, pero ya la había salvado la vida, y
si ahora decía que huyera, entonces tendría que hacerla caso. No era momento de
llorar, era el momento de correr lo más rápido que pudiera.
A ese ritmo llegaría al Retiro en pocos minutos. A mitad de camino pudo escuchar los alaridos de su madre. A pesar del dolor, Alicia no debía mirar atrás y mucho menos retroceder, tenía que continuar, debía avisar a sus amigos de que regresaran a sus casas. No estaba muy segura de que era aquello que había matado a su madre y había intentado ahogarla a ella, pero algo estaba claro: no era humano y esa niebla no era muy normal, era el campo de caza de aquel monstruo.
Mientras avanzaba se dio cuenta de que la niebla era tan densa que incluso ofrecía resistencia a su paso. La temperatura cada vez era más baja, algunas de sus lágrimas incluso llegaban a congelarse. Seguramente todo eso sería obra de la criatura, modelaba la niebla a su antojo, y ahora estaba enfriando el ambiente para paliar las energías de Alicia. No obstante, lo que seguramente no sabía el depredador es que había tanto miedo circulando en la sangre de Alicia que su cuerpo desprendía el suficiente calor para mantenerse viva y seguir adelante. Perder a su madre de esa forma tan atroz, sin ni siquiera despedirse de ella como es debido, había sido un duro golpe, pero aún estaba su padre, que ahora estaba fuera del país por asuntos laborales… quedaba la esperanza de que toda esta niebla sólo estuviera en su ciudad, su padre estaría a salvo… seguro. Además, ahora tenía que pensar en alertar a sus amigos. Alicia debería ser fuerte a pesar de las horrendas circunstancias.
Finalmente,
gracias a un repentino descenso de la niebla, y con ayuda de la luz de su
linterna, Alicia consiguió vislumbrar la entrada del parque. Empezó a gritar
para llamar la atención de sus amigos, pero, aun estando el Retiro
completamente deshabitado, exceptuando a ellos, nadie contestó. Comenzó a preocuparse,
aunque aún era un poco temprano, habían quedado a las ocho y veinte y eran las
ocho y diecisiete, ninguno de ellos solía llegar puntual y mucho menos pronto.
Si
hubiera agarrado con fuerza su móvil y no se le hubiera caído ahora podría
haber mandado un mensaje a Víctor para preguntar dónde estaban… La única opción
que tenía era moverse sin cesar por el Retiro y esperar a que llegasen. No
podía quedarse quieta, si aquella criatura dominaba a su antojo la niebla, el
que se hubiera despejado seguramente sería un plan de él para que Alicia
entrase al Retiro. Podría haber caído en una trampa, sí, pero no tenía otra
alternativa, dentro estaban o llegarían en cualquier momento sus amigos. Nadie
más debe morir por aquella atmósfera asesina.
…O eso
creía ella. Cuando ya casi no había niebla, Alicia escuchó ruido a su
alrededor, risas, charlas, voces... Era gente. Alzó la cabeza y vio que el Retiro
estaba lleno de personas, como cualquier otro día. ¿Cómo era posible? ¿Tal vez
un engaño de esa asfixiante niebla?
Llegó al
estanque, zona donde normalmente solían reunirse. Tampoco había nadie. Ella
siguió corriendo rodeando el estanque y gritando de vez en cuando el nombre de
alguno de sus amigos. Tras la tercera vuelta el crujido de una rama de un árbol
próximo llamó su atención. Enfocó con su linterna, temblorosa, el lugar de
procedencia de dicho crujido, y vio una sombría silueta colgando en la rama.
Alicia tragó saliva y se preparó para lo peor. Se aproximó lentamente y, a
medida que estaba más cerca de la silueta, la temperatura se iba haciendo más y
más baja.
Sus ojos
se encharcaron en lágrimas cuando la niebla la permitió ver con total nitidez a
aquel colgado. Era su mejor amiga Mamen. Una gruesa soga apretaba su cuello,
había sido ahorcada recientemente, hasta sus párpados estaban abiertos. Su
cuerpo se mecía con el viento y los crujidos de la rama eran cada vez más
continuos. Por algunas partes estaba desprendiendo una especie de humo gris que
se mezclaba con la niebla.
Ante
tal imagen, Alicia sintió una debilidad emocional apabullante, poco a poco sus
energías se consumían. No podría seguir adelante si el resto de sus amigos
también había perecido. Nadie aseguraba que aún estuvieran con vida si ante
ella ya había el cadáver de uno de ellos.
Pero
dejó de llorar cuando la rama se partió y el cuerpo de Mamen, al impactar con
el suelo, se disolvió completamente en la niebla. Un gran remolino gris surgió
formando su rostro. Este miró a Alicia y, con el mismo sonido que un viento
aullador, la habló.
-No llores. Salva al resto.
Quedaban
tres.
Ahora
tendría que hacer uso de su agilidad mental; pensando en frío, ahora entendía
todo. Aquel monstruo la había permitido entrar en el Retiro para que corriese
de un lado para otro buscando a sus amigos como una desesperada. No, no tenía
que comportarse así. Debería pensar e ir a lugares del parque que ellos solían
frecuentar. A Mamen la encantaba montar en barca, tal vez Víctor no específicó el lugar de reunión y ella optó por esperar al resto aquí. Ahora tendría que
pensar en algún lugar cercano al estanque que a Víctor, Frank o Javi les
gustase visitar.
¡Ya lo
tenía! A Frank le gustaba mucho la música orquestal. Un poco al oeste de allí se
encontraba el templete de música. Enseguida se puso en marcha, veloz como una
centella, hacia el lugar sin parar de gritar el nombre de Frank. Aunque tampoco
serviría de mucho, normalmente iba escuchando música en su mp4…
No
obstante, hubo suerte, la risa lejana de Frank calmó a Alicia, se encontraba
bien. Cuando ambos se encontraron, Alicia le dio un fuerte abrazo mientras se
les escapaba alguna lágrima. Frank, por su lado, seguía riéndose preguntándola
por qué tanta angustia. Alicia ignoró su pregunta y le dijo que si sabía dónde
estaban Javi y Víctor. Pero, desgraciadamente, justo antes de que pudiera
contestar, Frank, debido al enorme ataque de risa, comenzó a toser
descontroladamente hasta el punto en el que tuvo arcadas. Alicia pudo ver que
de su boca brotaban finos hilos de sangre mezclados con la saliva. Frank
continuaba sin parar de toser hasta que llegó a vomitar. Él no se percató, pero
Alicia sí; junto con esa bilis, una pequeña bola de humo grisáceo salió de su
boca. En cuanto la expulsó de su interior dejó de toser.
Alicia
supo inmediatamente que le había salvado la vida al hacerle reír, eso que había
vomitado era precisamente lo que iba a matarle, pues pocos segundos después la
bola de humo levitó hasta ponerse a la altura de sus cabezas. Empezó a realizar
un sutil contoneo justo enfrente de Frank. Él se fascinó antes ese efecto de la
niebla. Alicia quería apartarle de allí, pero la curiosidad hizo que ignorara
los consejos de su amiga. Tiró de él con fuerza, mas un frío puntiagudo se
clavó en el dorso de la mano de Alicia provocando que le soltara. Ella gritó
imperante obligándole a dejar en paz aquella bola, aunque lo único que
consiguió con esa actitud fue que Frank se riera y se despreocupara más de
aquel asunto.
Ella
sólo pudo observar con rabia como ese humo, cuando Frank lo tocó con sus dedos,
se ennegrecía y se hacía más grande hasta que envolvió completamente a Frank.
Ni siquiera con la luz de la linterna Alicia pudo ver a través de ese humo. Al
principio quiso despejarlo del cuerpo de su amigo, pero un breve sonido
parecido al de una gaseosa mezclado con los gritos de Frank la hizo retroceder. Segundos
después, la niebla se difuminó dejando la nada a su paso. Exacto, Frank se
había desintegrado. Un leve viento meció los cabellos de Alicia, eran las manos
de Frank. Y, entonces, escuchó su susurro.
-Lo siento.
Quedaban
dos.
Casi
sin fuerzas, Alicia pensó en el lugar favorito de Javi y Víctor. Por suerte
ambos vivían en la misma calle, así que habrían llegado juntos al Retiro. Los
dos eran de hobbies sencillos, así que seguramente se habrían sentado en un
banco próximo a la entrada oeste del Retiro mientras se ponían a charlar.
Con determinación,
corrió hacia la Puerta de Hernani esta vez sin gritar, no quería causar ningún
desastre como el de antes. Aunque realmente no le habría servido de mucho los
gritos si hubiera optado por ello, porque, en cuanto se alejó un poco del
templete de música, Alicia oyó un terrible llanto, y a juzgar por el tono de la
voz, era Javi.
Llegó
hasta él y pudo contemplar como Javi estaba de rodillas agarrando el cuerpo
mutilado de Víctor a la par que este se iba difuminando poco a poco con la
atmósfera. Alicia le preguntó qué había pasado. La respuesta de Javi fue
desconcertante: Víctor notó un insoportable y repentino picor en sus brazos,
así que comenzó a rascarse, sin embargo el picor persistía y él se rascó con
más fuerza. En ese momento Javi observó que en algunos puntos de los brazos de
Víctor se formaron minúsculos puntos de los que salía un poco de sangre. Algo
normal cuando te rascas una zona con fuerza y repetidas veces. Pero lo extraño
sucedió después, cuando esa sangre se volvió cristalina, como si se hubiera
congelado a causa de la temperatura, los pequeños cristales se desprendieron de
la piel de Víctor y empezaron a deslizarse por todo el brazo. Ambos se quedaron
sorprendidos y Víctor intentó apartar esos cristales de su piel, pero si los
tocaba le hacían más daño. Javi quiso ayudarle, pero lo único que conseguían
los dos es que los cristales profundizaran más en su carne. Y al final, cuando
brotó más sangre, esta también se transformó en pequeños cristales hasta que
sus dos brazos fueron hechos picadillo por los reiterados cortes. No murió
desangrado, sino que algunos cristales se introdujeron en las nuevas “vías de entrada”
formadas por la mutilación y congelaron toda la sangre que poseía. Su corazón
se detuvo al instante, así como sus pulmones y su cerebro.
Javi
quería mostrar a Alicia los restos de los brazos de Víctor, pero la explicó que
extrañamente se evaporaron. A Alicia no
le hacía falta ver esos brazos, ya había visto demasiada muerte por hoy. Al
menos había conseguido llegar a tiempo para salvar a alguien. Le dijo que se
levantara, pero cuando Javi lo intentó no pudo. Se había quedado pegado al
suelo, o mejor dicho, a la niebla. La niebla que le rodeaba se había vuelto
más grisácea formando un charco gaseoso a su alrededor. Aunque Javi no entendiese nada,
Alicia sí sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo… No había llegado a
tiempo, Javi iba a ser devorado por ese charco, podía ver como sus piernas
desprendían un humo idéntico al del cuerpo inerte de Mamen.
Alicia
ya se había rendido y no le quedaban lágrimas. Se arrimó a Javi y le dio un
fuerte abrazo de despedida. De entre todos ellos, Javi era el más inteligente,
y con ese acto de parte de Alicia ya había entendido que no había esperanza
para él, que era una tontería llorar y suplicar clemencia ante una muerte
inminente. Al menos podía alegrarse de que no fuera tan dolorosa como la de
Víctor, de hecho no sentía nada, era como sumergirse lentamente en una piscina,
sólo que todo lo que quedaba bajo el agua dejaba de sentirlo, una sensación
fría y todo se desvanecía.
Su
amiga se quedó con él hasta que se sumergió por completo en el charco, entonces
fue a su lugar preferido, el teatro Casa de Vacas. Caminó con lentitud
esperando a que aquel monstruo asesino diera fin a su vida. No lloraba, no
reía, su rostro mostraba completa seriedad, absoluto abandono de la esperanza,
conformismo, rendición…
De
repente un ruido la sacó de sus pensamientos, era el crujido de un cristal que
había pisado. E, irónicamente, aquello que la había arrancado de su mente, la
volvió a inundar en ella. Tal vez no tendría que esperar a que la matara, a lo
mejor su muerte sería dolorosa, puede que pudiera optar por una muerte menos
violenta, más dulce, al fin y al cabo, quién mejor para decidir cómo has de morir
que tú mismo. Así que cogió un trozo de cristal del suelo y se sentó en el
césped. Sin pensárselo dos veces se provocó un profundo tajo en ambas venas
radiales. Se tumbó y esperó.
Pero
algo ocurrió… Una luz en el cielo la cegó. ¿Era la llamada del cielo? No, era la luz de la Luna. La niebla se estaba despejando muy lentamente. Ya no le importaba
aquello, seguramente la criatura habría asesinado a muchas más gente antes que
a ellos, le daba igual que decidiera permitirla ver por última vez el Retiro,
si aquel lugar se había transformado por su culpa en un parque abandonado
muerto…

Para
Alicia ya era demasiado tarde, había perdido mucha sangre. Fuera quien fuera el
que manejara toda esa neblina, había esperado al momento justo para que, si
alguien fuera a socorrerla, no llegara a tiempo para evitar su muerte. Tan solo
le enseñaba que durante todo este tiempo había estado en un sitio lleno de
gente, pero nublado por la niebla. Se estaba mofando de ella, mostrando que al
final, de una forma u otra, Alicia había caído en sus garras. Aunque, como he
dicho antes, a Alicia no le importaba, sólamente se preguntaba una cosa:
¿Se
desvanecería ella también?
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