
En la
lejanía vio llegar a Luzbel junto con sus Brujos Infernales. Parecía, por su
aspecto, que Luzbel estaba preocupado. Y tenía varias razones. Incluso a Nexus
le extrañó que fuera solo, ya que, a juzgar por la localización de su posada y
el resto del trayecto, tendría que haber venido junto con Hex. Además, si él ya
estaba llegando, era imposible que Ignis tardase tanto, pues su posada estaba
más próxima al Descanso del Muerto en comparación con las de los demás. Estaba
claro que algo iba mal, el Bosque de la Penuria cobraba vida durante la noche.
En
cuanto se acercaron lo suficiente, Nexus manifestó su intranquilidad. Al final,
la idea de adelantar la reunión había tenido un efecto negativo. Deberían haber
esperado a la mañana, después de todo, aún no eran todos unos Brujos totalmente
instruidos. Podría considerarse que a todo buen Brujo le es indiferente la
muerte ajena, a pesar de que esta sea la de un aprendiz, pero, para ellos,
provenientes de otro Plano, cada muerte era un eslabón menos en su cadena.
-¿Ha ocurrido algo
grave, Luzbel?
-Me temo que sí.
Realmente no estoy del todo seguro, pues aún no puedo interpretar con total
exactitud los estímulos que percibo con mis dotes demoníacas, pero… siento como
si algo nos acechara. Además, justo en el momento en el que comencé a sentir
esto, el aroma del maná de nuestros compañeros se hizo más tenue. Es muy
probable que ambas cosas estén relacionadas.
-Ignis ya debería
haber llegado, al igual que Tenebra y tu hermana. No se hospedaban lo
suficientemente lejos como para retrasarse a la hora. Podría esperármelo de
Inanis y Tenebra, aún no las conozco bien, pero no puedo decir lo mismo de
Ignis. Siempre ha sido muy puntual.
-Parece que ni aquí
podemos tener descanso, ¿eh? Nos va a costar bastante caro el seguir esta
oscura senda…
-Desgraciadamente,
hasta en este Plano, la brujería sigue siendo mal vista por una minoría. No
obstante esa minoría es cuantiosa… Y dime, supongo que dicha amenaza también
será algún hechicero. ¿Eres capaz de identificar su maná?
-He ahí lo
interesante. No consigo… aclararme. Es como si mil hechiceros estuvieran en un
mismo lugar. O eso o…
-Un hechicero que
posee mil clases de maná. –respondió
Nexus interrumpiéndole.
-Pero Nexus, nunca
se ha dado ese caso. Y estás hablando con un Lengua Vil. He visto cosas que
superarían la lógica. Conozco a toda clase de hechicero que se alza en este y
en otros mundos… Nunca en mi vida he visto algo como lo que insinúas, no creo
que hoy sea el día que lo vea…
-Luzbel, algo que
aprendí hace mucho tiempo es que por muy seguro que estés de la realidad que te
rodea, esta puede rasgarse con suma facilidad. Por supuesto que puedes
sorprenderte, pero nunca te sorprendas de tu propia sorpresa… Será mejor que vayamos
en busca de los demás.
-De acuerdo.
Tanto
Nexus como Luzbel decidieron dejar a sus aprendices en el Descanso del Muerto
por si aquella situación se tornaba peligrosa. Tras ello, Luzbel, potenciando
su olfato, guió a ambos al lugar donde más rastro de la fragancia había, justo
por donde se encontraban las posadas de Hex y de él.
Durante
el camino Nexus también fue notando algo. Se percibía con extrema dificultad,
pero lo poco que notaba era increíble. Alguien había retorcido el espacio.
Había partes de la zona que no pertenecían al lugar, distintas extensiones del
bosque se hallaban allí, mezcladas. Sólo dos sujetos podrían haber empleado un
conjuro de ese calibre. Uno seguramente sería aquel desconocido, y la otra, por descartes, Inanis, capaz de manejar el Vacío. Sin embargo, fuera quien
fuera, no auguraba nada bueno, pues, aunque fuera Inanis, emplear ese hechizo
sólo indicaba que huía de algo o que buscaba rápidamente a alguien.
En
cuanto informó de esto a Luzbel, los dos aceleraron la marcha. Nexus invocó un
pequeño portal que les condujo inmediatamente a la Posada del Cuervo. Luzbel
pudo olerlo, estaban más cerca, y lo que era mejor, recientemente habían estado
ahí Hex e Inanis. La presencia de la Abisálica corroboraba las sospechas de
Nexus: estaban en peligro.
Nexus se
sumergió en un trance para intentar buscarles a través de las interacciones del
maná con el espacio. Poco a poco fue consiguiéndolo, el espectro trascendental
creado se dirigía con velocidad hacia ellos. Pero desgraciadamente, cuando
estaba a punto de averiguar su posición, una especie de cortocircuito le
interrumpió. Abrió los ojos súbitamente y volvió en sí. Aquello le había dejado
paralizado, incluso debilitado, no había sido un simple hechizo bloqueador,
sino que, además de eso, el taumaturgo fue capaz de hallar su verdadero cuerpo
y arremeter contra él. Desde luego por aquel bosque estaba rondando alguien con
un potencial bastante superior al de cualquier otro hechicero con el que se
hubieran topado con anterioridad.
Y no hubo
que esperar mucho tiempo hasta que el extraño se presentó. Elevándose en los
cielos, como una roca envuelta, apareció Shan. Luzbel lo identificó enseguida,
estando tan cerca, pudo detectar el poco maná que conservaba de su antiguo yo.
Pero no tuvo tiempo alguno para sorprenderse. Shan se abalanzó contra ellos
dos. El impacto fue brutal. Sobrevivieron al golpe debido a que la estela
flamígera no era otra cosa que maná, y a pesar de ello, la onda expansiva, así
como el propio hechizo, les había dejado para el arrastre. Nexus tuvo que
ayudarse del Puñal Omnipresente para transportar
a ambos a un lugar seguro.

Por
fortuna, aunque Shan hubiera evitado que se completase el transporte, habían
logrado alejarse unos cuantos metros, los suficientes como para ir en busca de
los demás Brujos. Pero no todo podía ser bueno, el impacto contra el suelo
acrecentó sus heridas y aumentó el cansancio. Deberían levantarse rápidamente.
Ahora todo segundo era un grano de arena más que caía en sus relojes.
Luzbel abrió sus alas y las imbuyó de magia
demoníaca. Seguidamente, agarró a Nexus y se preparó para lo que pudiera
ocurrir. Por supuesto que no alzó el vuelo, pero empleó la fuerza de sus alas
para propulsarse y correr más raudo. Aunque, de todas formas, sabía el poder
que tenía Shan, a pesar de que desconociera la causa de su transformación,
intuía que algo tenían que ver los famosos Puñales de los Hermanos Penumbra, ya
que su Puñal Poseído vibraba cuando el
Insano estaba próximo. Y, aparte de eso, la fragancia de maná que emanaba de
dicha arma se asemejaba un poco a toda la mezcolanza aromática que él
desprendía. En definitiva, para lograr derrotarle tendría que estar presente
todo el Consejo.
El
Lengua Vil corría todo lo que podía guiado por las indicaciones que Nexus le
decía, las cuales recordaba vagamente de su búsqueda trascendental. No eran
pistas muy fiables, pues el trayecto de tal conjuro se completaba al alcanzar
el objetivo, si eso no ocurría las probabilidades de que la dirección fuera
errónea eran bastantes altas.
En el
horizonte podían ver el límite del Bosque de la Penuria. Era bastante
probable que Inanis y Hex hubieran salido de aquí, así que tal vez no irían mal
encaminados. A Nexus y a Luzbel solamente les quedaban unos escasos metros para
dejar atrás esas grisáceas tierras, y no había rastro de Shan por ningún lado.
Y, a pesar de que esto último pudiera ser algo bueno, el verdadero matiz era
totalmente oscuro. Un Segador era el mejor de los depredadores si este se
disponía a perseguirles, y, al no darse el caso, eso indicaba que estaban
actuando tal y como él pretendía. La cuestión, entonces, era: ¿seguir avanzando
o retroceder?
Ni una
cosa ni otra. Tuvieron que parar. Otro hechicero, distinto al Insano, emergió
de las cenizas. Luzbel olfateó su maná, por una parte percibía un toque similar
al de Hex y al de Inanis, pero por otro lado olía un hedor digno de cualquier
fosa común. Eso no auguraba nada bueno: era un Infecto, sin duda, y los restos
mágicos de sus compañeros otorgaban la sospecha de que estuvieran involucrados
en su creación, aunque no fuera cien por cien seguro que lo hiciesen a voluntad
propia. Demasiadas dudas y muy poco tiempo…
Luzbel
desenrolló un papiro en el que estaban inscritas algunas runas. Se disponía a
atacarle. Mientras tanto, Nexus, escaso de fuerzas, creó a duras penas unos
minúsculos portales alrededor del Infecto para evitar su huida. Tendría que
dejar el golpe de gracia a Luzbel.
-No vengo con
intenciones hostiles.
-Vaya. Jamás en la
vida he escuchado a un Infecto. Es extraño escuchar a alguien cuyas cuerdas
vocales están atrofiadas.
-No he sido creado
de una forma muy ortodoxa, dentro de los límites que la nigromancia permite.
-¿Fuiste creado por
Shan, aquel semi-cadáver envuelto en fuego, o por alguien más?
-Es esa la intención
de mi llegada… Fui bautizado como Inanex, creado a partir de la energía de
Inanis y Hex. Shan, como le llamáis, quebró parte de sus almas y ahora esos
fragmentos me pertenecen. Veo lo que ellos ven, escucho lo que ellos escuchan…
siento lo que ellos sienten. Hasta hace poco el control que él tenía sobre mí
era feroz, pero pasó por alto un gran factor: fui modelado por Brujos. Mi carne
pertenece a aprendices de Hex e Inanis, y mi conciencia y magia a ellos dos. En
cuanto Shan se alejó lo suficiente, pude liberarme de sus ataduras.
-Me cuesta creerte,
¿sabes? Verás… Sé que es irónico que un Lengua Vil desconfíe de alguien, pero…
deberías mirarte, eres un amasijo de carne muerta. He visto a cientos como tú y
nunca en la vida he escuchado ni un mísero ruido gutural salir de vuestras
bocas. ¿Y ahora tú eres capaz de completar más de una frase y de forma bien
estructurada? Muestra tus verdaderas intenciones. Estas runas están sedientas
de maná…
Inanex
se quedó callado durante varios segundos. Por su lado, Nexus, estaba
sorprendido ante la reacción de Luzbel. Él ya había puesto su plena confianza
en el Infecto, pero los argumentos de Luzbel eran bastantes contundentes como
para finiquitar toda seguridad. Tenía razón en todo. Los únicos muertos que
pueden comunicarse son los de las Oscuras Llanuras, y tan sólo son atendidos
por Nigromantes. Así, sin nada más que añadir, Nexus mostró su incredulidad
acrecentando el poder de sus portales. Ante ello, Inanex suspiró y habló
nuevamente.
Tras
ello, con una velocidad abrumadora, evocó desde sus manos dos potentes rayos
sombríos que mutaron en dos gruesos lazos negros que inmovilizaron a Nexus y a
Luzbel. Los Infectos no eran conocidos precisamente por la resistencia mágica
de sus hechizos defensivos, pero ni siquiera las vigorosas alas del Lengua Vil
consiguieron romper el lazo. Parecía ser que la mezcla del maná de Inanis y el
de Hex resultaba en un explosivo mejunje mágico de dotes inquebrantables.
Así que,
si las intenciones de Inanex eran las obvias en cualquiera de su índole:
propagar la muerte, sólo era cuestión de varios pasos el que un pequeño
contacto físico entre ellos y él les hiciera perecer de inmediato. Quién lo iba
a decir, acababan de empezar como Brujos, huyendo de su propio Plano etiquetados
como hechiceros renegados, y ahora, pensando que estaban a salvo, un simple
cadáver parlante los iba a derrotar sin ni siquiera haber empleado ellos una
sola gota de maná de manera ofensiva. Sólo quedaba hacer el testamento mental.
-Bien hecho, Inanex. –era la voz de Shan. Había aparecido de la nada
detrás de ellos. –Y vosotros, si me entregáis los Puñales sin oponer mucha
resistencia, os prometo que vuestras muertes serán rápidas. Es más de lo que os
merecéis.
-Sabía que algo malo
iba a ocurrir. Un simple mercader no sería capaz de manejar el maná proveniente
de unos puñales con un pasado tan macabro…
-Shan, te conozco
desde hace muchos años. Recapacita, sé que aún hay algo de tu verdadero ser en
tu interior.
-Sigo siendo Shan, estúpido.
Seguidamente el Insano envolvió su pierna derecha con lava y le dio una
fatídica patada a Luzbel en la cabeza. La magia magmática se adhirió a su piel
y le estaba abrasando. Tuvo que redirigir el maná de su sangre hacia los poros
para luchar contra una inminente cremación. Nexus también ayudó. Se concentró en
crear minúsculos agujeros de gusano cercanos a su faz para absorber parte del
magma, pero era algo peligroso, debía mantener cierta distancia o podría
despellejarle.
Mientras tanto, Shan observaba, con deleite, a los dos Brujos luchando
contra lo irremediable. Sin embargo, repentinamente, una deflagración de
sombras implosionó en su hombro izquierdo arrancándole de cuajo el brazo. El
hechizo había sido invocado por ni más ni menos que Inanex. Parece que al final
sí decía la verdad.
-¿¡Qué se supone que
acabas de hacer, pedazo de escoria!? –gritó Shan, aún conmocionado.
-De nosotros cuatro,
soy yo el que mejor conoce el Otro Lado. Aún oigo las almas de todos los Brujos
que has encerrado en mi interior. Gritan, agonizan, esta situación es peor que
vagar eternamente por las Oscuras Llanuras. Yo SÍ estoy lleno de dolor. Tú sólo
estás repleto de pura venganza. No voy a ayudar a alguien que quiere un final
similar al mío. No sé por qué actúas así, pero no hay nada que lo excuse…
-Increíble. Eres el
primer Infecto capaz de hablar. Incluso te has librado de mi control. ¿Sabes lo
que significa eso? Tienes más poder que cualquier otro no-muerto existente.
¿Realmente quieres destrozar el futuro próspero que puede esperarte?
-No puedes
persuadirme, Shan. Esto no es un juego.
-Y, entonces, ¿por
qué nos has capturado? ¿Por qué no nos has dejado escapar? –contestó Nexus aún sin confiar en él del todo.
-Por esto…
Inanex
alzó los brazos, una gran onda sónica emergió lanzando varios metros atrás a
Shan. Después redirigió una canalización oscura a las ataduras de Luzbel y de Nexus transformándolas en un caparazón opaco. La propia oscuridad del conjuro
apagó en un abrir y cerrar ojos las flamas de Luzbel y curó sus quemaduras, el
último acto dador de vida a manos de un cadáver. Ahora los dos Grandes Brujos
se quedaron con la duda de lo venidero. ¿Qué tramaba Inanex?
No
pudieron verlo pero, en cuanto él comprobó que los caparazones se habían
formado por completo y no había peligro alguno para los residentes, hundió los pies en la tierra y miles de hebras
oscuras se arremolinaron en el cuerpo de Shan arrastrándolo hacia el Infecto.
Shan, en contrapartida, se prendió fuego para intentar matar las hebras, pero
eran tan frías que no consiguió nada, sólo debilitarse. Pensó, entonces, en
combatir con su propia medicina. Sus ojos se tornaron totalmente oscuros y de
sus manos fluyeron vapores negros. Shan se convirtió en pura sombra. Su cuerpo
estuvo a punto de alcanzar el cero absoluto. Sin embargo, no había nada que
pudiera hacer, poco a poco estaba más cerca de Inanex y estaba comenzando a
espantarse de verdad, aunque controlara todo tipo de magia, si aquel hechicero
le tocaba, aunque fuera con la yema del dedo, se desplomaría al suelo como
cualquier otro saco de carne y hueso.
No
obstante, las intenciones de Inanex no eran tan sólo la de matarle, eso sería
un regalo en comparación con lo que se había granjeado. En cuanto estuvo lo
suficientemente cerca, un anillo de sombras rodeó el cuello de Shan y lo
levantó del suelo obligándole a mirar a los ojos a Inanex.
-¿Los ves? Mira a
través de mis inertes pupilas… Todas las almas que masacraste y obligaste a
convivir en este cuerpo. Me diste poder al juntar tantos muertos, pero no sólo
sumaste fuerza y maná, también mezclaste odio y este se ha ido acrecentando
cada segundo. No te enfrentas tan sólo a un Infecto, te enfrentas a la furia de
Siete Brujos capaces de manejar a su antojo la propia muerte…
-¡No has contado con
algo crucial! –exclamó con terror. –Yo
he conformado tu cuerpo… Si muero, tu magia desaparecerá, pues los Brujos que
te otorgaron tu maná están muy distantes. Piénsatelo bien. No hay forma de que
me venzas sin que tú salgas perjudicado.
-Es un poco cómico
que mi razonamiento, a pesar de que poseo un cerebro sin funcionamiento, sea
más eficaz que el tuyo… ¿Quién quiere vivir así? ¿Por qué crees que el número
de Infectos es totalmente escaso y con frecuencia no suelen durar mucho? Yo no
quiero poder a cambio de una condena… Hasta aquí hemos llegado…
Shan
siguió intentando convencerle, pero este atravesó con finas sombras su boca y
se la cosió. Ni siquiera salía sangre, estaba demasiado congelada como para que
fluyera como cualquier otro líquido. Después de eso, cerró sus ojos y se
mantuvo en silencio. Poco a poco, a través de las fisuras que su piel tenía, se
pudo contemplar el brillo de su maná, cuya intensidad acrecentaba más y más
conforme pasaban los segundos. Shan ya había visto con anterioridad a otro
hechicero hacer eso. Era el Sacrificio. Estaba acelerando la velocidad del
flujo de su maná para transformarse en una bomba viva, y, dependiendo de la
clase de maná, el efecto posterior a la explosión tenía un resultado u otro. Jamás
había visto hacer eso a un Infecto, pero una detonación de maná muerto
seguramente traería consecuencias nefastas.
No pudo
hacer nada, tan sólo contemplar inútilmente el transcurso del conjuro. Eso
podían ser con casi total seguridad sus últimos momentos de vida. Pataleaba, se
imbuía de toda clase de magia: vacío, sombras, magma, magia terránea…e incluso
nigromántica, lo más cercano que podía estar del maná muerto, no obstante no
conseguía nada. Su final era inminente.
Nexus y
Luzbel escucharon una hecatómbica explosión. Segundos después, las esferas se
desvanecieron mostrando una imagen ante sus ojos repleta de sangre y carne. Lo
primero que pensaron ambos es que Shan había vencido a Inanex, pero cuando
vieron la hoz del Insano, aún agarrada por su brazo seccionado, supieron que
todo había terminado. Los residuos de maná que flotaban en el ambiente,
analizados por Luzbel, eran la prueba de que se había empleado un Sacrificio.
Era inédito, un Infecto rebelándose contra su creador y venciéndole a pesar de
las consecuencias…
Ambos se
levantaron y se limpiaron las motas de ceniza de sus togas. Ahora tendrían que
continuar con la búsqueda, ya no había nada que hacer allí, tan sólo clavaron
una pequeña cruz, hecha con dos palos de madera que había por la zona y una
vieja cuerda que guardaba Luzbel, en el lugar donde Inanex había muerto. Un
pequeño homenaje no comparable a la grandeza de tal hechicero.
Y antes
de emprender el viaje, justo a los que buscaban, Inanis y Hex, se presentaron
mediante el hechizo de distorsión de la Abisálica. Los dos se quedaron
estupefactos al admirar la nueva forma de Hex. Los cuatro compartieron
información de lo sucedido. Ahora Nexus concluyó que había que llevar la
búsqueda a Ignis y a Tenebra, pero Inanis quebró sus planes. Había algo que los
dos habían visto antes de llegar allí. Entre el lugar en el que les expulsó el
Agujero de Gusano y el campo de batalla entre Inanex y Shan, de camino, se
toparon con el Moldeabrasas y la Corazón de Ébano. Quisieron llevarles con
ellos, pero había un pequeño detalle que lo evitó.
Los dos
han regresado a la Tierra.
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