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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 30 de mayo de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Traición [8]

Nexus aguardaba con impaciencia la llegada de los otros Brujos. Podría haber invocado un portal para traerlos, pero prefería que llegasen por su propio pie. Además, no quería decírselo a los demás, pero necesitaba conservar energías, se estaba quedando sin ellas. En el ritual de conversión estuvo a punto de morir por las sombras. Tuvo que traer a su lado, invocándolo, a otro Brujo para que luchara junto a él, sólo así venció, aunque no pudo decirse lo mismo de su compañero. De los seis Grandes Brujos, él era el más débil, y su única arma era el disfraz, tendría que ocultarle al resto aquello o podría ser destituido. Tendría que esperar a que llegase el momento, su escasa fuerza sólo era momentánea.

En la lejanía vio llegar a Luzbel junto con sus Brujos Infernales. Parecía, por su aspecto, que Luzbel estaba preocupado. Y tenía varias razones. Incluso a Nexus le extrañó que fuera solo, ya que, a juzgar por la localización de su posada y el resto del trayecto, tendría que haber venido junto con Hex. Además, si él ya estaba llegando, era imposible que Ignis tardase tanto, pues su posada estaba más próxima al Descanso del Muerto en comparación con las de los demás. Estaba claro que algo iba mal, el Bosque de la Penuria cobraba vida durante la noche.

En cuanto se acercaron lo suficiente, Nexus manifestó su intranquilidad. Al final, la idea de adelantar la reunión había tenido un efecto negativo. Deberían haber esperado a la mañana, después de todo, aún no eran todos unos Brujos totalmente instruidos. Podría considerarse que a todo buen Brujo le es indiferente la muerte ajena, a pesar de que esta sea la de un aprendiz, pero, para ellos, provenientes de otro Plano, cada muerte era un eslabón menos en su cadena.

-¿Ha ocurrido algo grave, Luzbel?

-Me temo que sí. Realmente no estoy del todo seguro, pues aún no puedo interpretar con total exactitud los estímulos que percibo con mis dotes demoníacas, pero… siento como si algo nos acechara. Además, justo en el momento en el que comencé a sentir esto, el aroma del maná de nuestros compañeros se hizo más tenue. Es muy probable que ambas cosas estén relacionadas.

-Ignis ya debería haber llegado, al igual que Tenebra y tu hermana. No se hospedaban lo suficientemente lejos como para retrasarse a la hora. Podría esperármelo de Inanis y Tenebra, aún no las conozco bien, pero no puedo decir lo mismo de Ignis. Siempre ha sido muy puntual.

-Parece que ni aquí podemos tener descanso, ¿eh? Nos va a costar bastante caro el seguir esta oscura senda…

-Desgraciadamente, hasta en este Plano, la brujería sigue siendo mal vista por una minoría. No obstante esa minoría es cuantiosa… Y dime, supongo que dicha amenaza también será algún hechicero. ¿Eres capaz de identificar su maná?

-He ahí lo interesante. No consigo… aclararme. Es como si mil hechiceros estuvieran en un mismo lugar. O eso o…

-Un hechicero que posee mil clases de maná. –respondió Nexus interrumpiéndole.

-Pero Nexus, nunca se ha dado ese caso. Y estás hablando con un Lengua Vil. He visto cosas que superarían la lógica. Conozco a toda clase de hechicero que se alza en este y en otros mundos… Nunca en mi vida he visto algo como lo que insinúas, no creo que hoy sea el día que lo vea…

-Luzbel, algo que aprendí hace mucho tiempo es que por muy seguro que estés de la realidad que te rodea, esta puede rasgarse con suma facilidad. Por supuesto que puedes sorprenderte, pero nunca te sorprendas de tu propia sorpresa… Será mejor que vayamos en busca de los demás.

-De acuerdo.

Tanto Nexus como Luzbel decidieron dejar a sus aprendices en el Descanso del Muerto por si aquella situación se tornaba peligrosa. Tras ello, Luzbel, potenciando su olfato, guió a ambos al lugar donde más rastro de la fragancia había, justo por donde se encontraban las posadas de Hex y de él.

Durante el camino Nexus también fue notando algo. Se percibía con extrema dificultad, pero lo poco que notaba era increíble. Alguien había retorcido el espacio. Había partes de la zona que no pertenecían al lugar, distintas extensiones del bosque se hallaban allí, mezcladas. Sólo dos sujetos podrían haber empleado un conjuro de ese calibre. Uno seguramente sería aquel desconocido, y la otra, por descartes, Inanis, capaz de manejar el Vacío. Sin embargo, fuera quien fuera, no auguraba nada bueno, pues, aunque fuera Inanis, emplear ese hechizo sólo indicaba que huía de algo o que buscaba rápidamente a alguien.

En cuanto informó de esto a Luzbel, los dos aceleraron la marcha. Nexus invocó un pequeño portal que les condujo inmediatamente a la Posada del Cuervo. Luzbel pudo olerlo, estaban más cerca, y lo que era mejor, recientemente habían estado ahí Hex e Inanis. La presencia de la Abisálica corroboraba las sospechas de Nexus: estaban en peligro.

Nexus se sumergió en un trance para intentar buscarles a través de las interacciones del maná con el espacio. Poco a poco fue consiguiéndolo, el espectro trascendental creado se dirigía con velocidad hacia ellos. Pero desgraciadamente, cuando estaba a punto de averiguar su posición, una especie de cortocircuito le interrumpió. Abrió los ojos súbitamente y volvió en sí. Aquello le había dejado paralizado, incluso debilitado, no había sido un simple hechizo bloqueador, sino que, además de eso, el taumaturgo fue capaz de hallar su verdadero cuerpo y arremeter contra él. Desde luego por aquel bosque estaba rondando alguien con un potencial bastante superior al de cualquier otro hechicero con el que se hubieran topado con anterioridad.

Y no hubo que esperar mucho tiempo hasta que el extraño se presentó. Elevándose en los cielos, como una roca envuelta, apareció Shan. Luzbel lo identificó enseguida, estando tan cerca, pudo detectar el poco maná que conservaba de su antiguo yo. Pero no tuvo tiempo alguno para sorprenderse. Shan se abalanzó contra ellos dos. El impacto fue brutal. Sobrevivieron al golpe debido a que la estela flamígera no era otra cosa que maná, y a pesar de ello, la onda expansiva, así como el propio hechizo, les había dejado para el arrastre. Nexus tuvo que ayudarse del Puñal Omnipresente para transportar a ambos a un lugar seguro.

Parecía que estaban a salvo, pues habían conseguido entrar en el portal. No obstante, durante el camino, así como antes se perdió la conexión trascendental de Nexus, el viaje fue interrumpido repentinamente, provocando que salieran del enlace entre portales y cayeran destartaladamente al cenizo suelo.

Por fortuna, aunque Shan hubiera evitado que se completase el transporte, habían logrado alejarse unos cuantos metros, los suficientes como para ir en busca de los demás Brujos. Pero no todo podía ser bueno, el impacto contra el suelo acrecentó sus heridas y aumentó el cansancio. Deberían levantarse rápidamente. Ahora todo segundo era un grano de arena más que caía en sus relojes.

Luzbel  abrió sus alas y las imbuyó de magia demoníaca. Seguidamente, agarró a Nexus y se preparó para lo que pudiera ocurrir. Por supuesto que no alzó el vuelo, pero empleó la fuerza de sus alas para propulsarse y correr más raudo. Aunque, de todas formas, sabía el poder que tenía Shan, a pesar de que desconociera la causa de su transformación, intuía que algo tenían que ver los famosos Puñales de los Hermanos Penumbra, ya que su Puñal Poseído vibraba cuando el Insano estaba próximo. Y, aparte de eso, la fragancia de maná que emanaba de dicha arma se asemejaba un poco a toda la mezcolanza aromática que él desprendía. En definitiva, para lograr derrotarle tendría que estar presente todo el Consejo.

El Lengua Vil corría todo lo que podía guiado por las indicaciones que Nexus le decía, las cuales recordaba vagamente de su búsqueda trascendental. No eran pistas muy fiables, pues el trayecto de tal conjuro se completaba al alcanzar el objetivo, si eso no ocurría las probabilidades de que la dirección fuera errónea eran bastantes altas.

En el horizonte podían ver el límite del Bosque de la Penuria. Era bastante probable que Inanis y Hex hubieran salido de aquí, así que tal vez no irían mal encaminados. A Nexus y a Luzbel solamente les quedaban unos escasos metros para dejar atrás esas grisáceas tierras, y no había rastro de Shan por ningún lado. Y, a pesar de que esto último pudiera ser algo bueno, el verdadero matiz era totalmente oscuro. Un Segador era el mejor de los depredadores si este se disponía a perseguirles, y, al no darse el caso, eso indicaba que estaban actuando tal y como él pretendía. La cuestión, entonces, era: ¿seguir avanzando o retroceder?

Ni una cosa ni otra. Tuvieron que parar. Otro hechicero, distinto al Insano, emergió de las cenizas. Luzbel olfateó su maná, por una parte percibía un toque similar al de Hex y al de Inanis, pero por otro lado olía un hedor digno de cualquier fosa común. Eso no auguraba nada bueno: era un Infecto, sin duda, y los restos mágicos de sus compañeros otorgaban la sospecha de que estuvieran involucrados en su creación, aunque no fuera cien por cien seguro que lo hiciesen a voluntad propia. Demasiadas dudas y muy poco tiempo…

Luzbel desenrolló un papiro en el que estaban inscritas algunas runas. Se disponía a atacarle. Mientras tanto, Nexus, escaso de fuerzas, creó a duras penas unos minúsculos portales alrededor del Infecto para evitar su huida. Tendría que dejar el golpe de gracia a Luzbel.

-No vengo con intenciones hostiles.

-Vaya. Jamás en la vida he escuchado a un Infecto. Es extraño escuchar a alguien cuyas cuerdas vocales están atrofiadas.

-No he sido creado de una forma muy ortodoxa, dentro de los límites que la nigromancia permite.

-¿Fuiste creado por Shan, aquel semi-cadáver envuelto en fuego, o por alguien más?

-Es esa la intención de mi llegada… Fui bautizado como Inanex, creado a partir de la energía de Inanis y Hex. Shan, como le llamáis, quebró parte de sus almas y ahora esos fragmentos me pertenecen. Veo lo que ellos ven, escucho lo que ellos escuchan… siento lo que ellos sienten. Hasta hace poco el control que él tenía sobre mí era feroz, pero pasó por alto un gran factor: fui modelado por Brujos. Mi carne pertenece a aprendices de Hex e Inanis, y mi conciencia y magia a ellos dos. En cuanto Shan se alejó lo suficiente, pude liberarme de sus ataduras.

-Me cuesta creerte, ¿sabes? Verás… Sé que es irónico que un Lengua Vil desconfíe de alguien, pero… deberías mirarte, eres un amasijo de carne muerta. He visto a cientos como tú y nunca en la vida he escuchado ni un mísero ruido gutural salir de vuestras bocas. ¿Y ahora tú eres capaz de completar más de una frase y de forma bien estructurada? Muestra tus verdaderas intenciones. Estas runas están sedientas de maná…

Inanex se quedó callado durante varios segundos. Por su lado, Nexus, estaba sorprendido ante la reacción de Luzbel. Él ya había puesto su plena confianza en el Infecto, pero los argumentos de Luzbel eran bastantes contundentes como para finiquitar toda seguridad. Tenía razón en todo. Los únicos muertos que pueden comunicarse son los de las Oscuras Llanuras, y tan sólo son atendidos por Nigromantes. Así, sin nada más que añadir, Nexus mostró su incredulidad acrecentando el poder de sus portales. Ante ello, Inanex suspiró y habló nuevamente.

-De verdad, siento tener que llegar a esto.

Tras ello, con una velocidad abrumadora, evocó desde sus manos dos potentes rayos sombríos que mutaron en dos gruesos lazos negros que inmovilizaron a Nexus y a Luzbel. Los Infectos no eran conocidos precisamente por la resistencia mágica de sus hechizos defensivos, pero ni siquiera las vigorosas alas del Lengua Vil consiguieron romper el lazo. Parecía ser que la mezcla del maná de Inanis y el de Hex resultaba en un explosivo mejunje mágico de dotes inquebrantables.

Así que, si las intenciones de Inanex eran las obvias en cualquiera de su índole: propagar la muerte, sólo era cuestión de varios pasos el que un pequeño contacto físico entre ellos y él les hiciera perecer de inmediato. Quién lo iba a decir, acababan de empezar como Brujos, huyendo de su propio Plano etiquetados como hechiceros renegados, y ahora, pensando que estaban a salvo, un simple cadáver parlante los iba a derrotar sin ni siquiera haber empleado ellos una sola gota de maná de manera ofensiva. Sólo quedaba hacer el testamento mental.

-Bien hecho, Inanex. –era la voz de Shan. Había aparecido de la nada detrás de ellos. –Y vosotros, si me entregáis los Puñales sin oponer mucha resistencia, os prometo que vuestras muertes serán rápidas. Es más de lo que os merecéis.

-Sabía que algo malo iba a ocurrir. Un simple mercader no sería capaz de manejar el maná proveniente de unos puñales con un pasado tan macabro…

-Shan, te conozco desde hace muchos años. Recapacita, sé que aún hay algo de tu verdadero ser en tu interior.

-Sigo siendo Shan, estúpido.

Seguidamente el Insano envolvió su pierna derecha con lava y le dio una fatídica patada a Luzbel en la cabeza. La magia magmática se adhirió a su piel y le estaba abrasando. Tuvo que redirigir el maná de su sangre hacia los poros para luchar contra una inminente cremación. Nexus también ayudó. Se concentró en crear minúsculos agujeros de gusano cercanos a su faz para absorber parte del magma, pero era algo peligroso, debía mantener cierta distancia o podría despellejarle.

Mientras tanto, Shan observaba, con deleite, a los dos Brujos luchando contra lo irremediable. Sin embargo, repentinamente, una deflagración de sombras implosionó en su hombro izquierdo arrancándole de cuajo el brazo. El hechizo había sido invocado por ni más ni menos que Inanex. Parece que al final sí decía la verdad.

-¿¡Qué se supone que acabas de hacer, pedazo de escoria!? –gritó Shan, aún conmocionado.

-De nosotros cuatro, soy yo el que mejor conoce el Otro Lado. Aún oigo las almas de todos los Brujos que has encerrado en mi interior. Gritan, agonizan, esta situación es peor que vagar eternamente por las Oscuras Llanuras. Yo SÍ estoy lleno de dolor. Tú sólo estás repleto de pura venganza. No voy a ayudar a alguien que quiere un final similar al mío. No sé por qué actúas así, pero no hay nada que lo excuse…

-Increíble. Eres el primer Infecto capaz de hablar. Incluso te has librado de mi control. ¿Sabes lo que significa eso? Tienes más poder que cualquier otro no-muerto existente. ¿Realmente quieres destrozar el futuro próspero que puede esperarte?

-No puedes persuadirme, Shan. Esto no es un juego.

-Y, entonces, ¿por qué nos has capturado? ¿Por qué no nos has dejado escapar? –contestó Nexus aún sin confiar en él del todo.

-Por esto…

Inanex alzó los brazos, una gran onda sónica emergió lanzando varios metros atrás a Shan. Después redirigió una canalización oscura a las ataduras de Luzbel y de Nexus transformándolas en un caparazón opaco. La propia oscuridad del conjuro apagó en un abrir y cerrar ojos las flamas de Luzbel y curó sus quemaduras, el último acto dador de vida a manos de un cadáver. Ahora los dos Grandes Brujos se quedaron con la duda de lo venidero. ¿Qué tramaba Inanex?

No pudieron verlo pero, en cuanto él comprobó que los caparazones se habían formado por completo y no había peligro alguno para los residentes, hundió los pies en la tierra y miles de hebras oscuras se arremolinaron en el cuerpo de Shan arrastrándolo hacia el Infecto. Shan, en contrapartida, se prendió fuego para intentar matar las hebras, pero eran tan frías que no consiguió nada, sólo debilitarse. Pensó, entonces, en combatir con su propia medicina. Sus ojos se tornaron totalmente oscuros y de sus manos fluyeron vapores negros. Shan se convirtió en pura sombra. Su cuerpo estuvo a punto de alcanzar el cero absoluto. Sin embargo, no había nada que pudiera hacer, poco a poco estaba más cerca de Inanex y estaba comenzando a espantarse de verdad, aunque controlara todo tipo de magia, si aquel hechicero le tocaba, aunque fuera con la yema del dedo, se desplomaría al suelo como cualquier otro saco de carne y hueso.

No obstante, las intenciones de Inanex no eran tan sólo la de matarle, eso sería un regalo en comparación con lo que se había granjeado. En cuanto estuvo lo suficientemente cerca, un anillo de sombras rodeó el cuello de Shan y lo levantó del suelo obligándole a mirar a los ojos a Inanex.

-¿Los ves? Mira a través de mis inertes pupilas… Todas las almas que masacraste y obligaste a convivir en este cuerpo. Me diste poder al juntar tantos muertos, pero no sólo sumaste fuerza y maná, también mezclaste odio y este se ha ido acrecentando cada segundo. No te enfrentas tan sólo a un Infecto, te enfrentas a la furia de Siete Brujos capaces de manejar a su antojo la propia muerte…

-¡No has contado con algo crucial! –exclamó con terror. –Yo he conformado tu cuerpo… Si muero, tu magia desaparecerá, pues los Brujos que te otorgaron tu maná están muy distantes. Piénsatelo bien. No hay forma de que me venzas sin que tú salgas perjudicado.

-Es un poco cómico que mi razonamiento, a pesar de que poseo un cerebro sin funcionamiento, sea más eficaz que el tuyo… ¿Quién quiere vivir así? ¿Por qué crees que el número de Infectos es totalmente escaso y con frecuencia no suelen durar mucho? Yo no quiero poder a cambio de una condena… Hasta aquí hemos llegado…

Shan siguió intentando convencerle, pero este atravesó con finas sombras su boca y se la cosió. Ni siquiera salía sangre, estaba demasiado congelada como para que fluyera como cualquier otro líquido. Después de eso, cerró sus ojos y se mantuvo en silencio. Poco a poco, a través de las fisuras que su piel tenía, se pudo contemplar el brillo de su maná, cuya intensidad acrecentaba más y más conforme pasaban los segundos. Shan ya había visto con anterioridad a otro hechicero hacer eso. Era el Sacrificio. Estaba acelerando la velocidad del flujo de su maná para transformarse en una bomba viva, y, dependiendo de la clase de maná, el efecto posterior a la explosión tenía un resultado u otro. Jamás había visto hacer eso a un Infecto, pero una detonación de maná muerto seguramente traería consecuencias nefastas.

No pudo hacer nada, tan sólo contemplar inútilmente el transcurso del conjuro. Eso podían ser con casi total seguridad sus últimos momentos de vida. Pataleaba, se imbuía de toda clase de magia: vacío, sombras, magma, magia terránea…e incluso nigromántica, lo más cercano que podía estar del maná muerto, no obstante no conseguía nada. Su final era inminente.

Nexus y Luzbel escucharon una hecatómbica explosión. Segundos después, las esferas se desvanecieron mostrando una imagen ante sus ojos repleta de sangre y carne. Lo primero que pensaron ambos es que Shan había vencido a Inanex, pero cuando vieron la hoz del Insano, aún agarrada por su brazo seccionado, supieron que todo había terminado. Los residuos de maná que flotaban en el ambiente, analizados por Luzbel, eran la prueba de que se había empleado un Sacrificio. Era inédito, un Infecto rebelándose contra su creador y venciéndole a pesar de las consecuencias…

Ambos se levantaron y se limpiaron las motas de ceniza de sus togas. Ahora tendrían que continuar con la búsqueda, ya no había nada que hacer allí, tan sólo clavaron una pequeña cruz, hecha con dos palos de madera que había por la zona y una vieja cuerda que guardaba Luzbel, en el lugar donde Inanex había muerto. Un pequeño homenaje no comparable a la grandeza de tal hechicero.

Y antes de emprender el viaje, justo a los que buscaban, Inanis y Hex, se presentaron mediante el hechizo de distorsión de la Abisálica. Los dos se quedaron estupefactos al admirar la nueva forma de Hex. Los cuatro compartieron información de lo sucedido. Ahora Nexus concluyó que había que llevar la búsqueda a Ignis y a Tenebra, pero Inanis quebró sus planes. Había algo que los dos habían visto antes de llegar allí. Entre el lugar en el que les expulsó el Agujero de Gusano y el campo de batalla entre Inanex y Shan, de camino, se toparon con el Moldeabrasas y la Corazón de Ébano. Quisieron llevarles con ellos, pero había un pequeño detalle que lo evitó.

Los dos han regresado a la Tierra.

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