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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 5 de mayo de 2013

Especial Día de la Madre: Ouija [2/2]


Juan Antonio regresó sin problemas al Mundo de los Vivos. Cayó en un sueño profundo y entonces se despertó aquí, en la Tierra, en su cama, junto a su mujer. Todo parecía normal, pero sabía que se hallaba en una realidad distorsionada, donde ahora el que había fallecido no era él, sino Dani, su hijo.

Observó que absolutamente todo había cambiado… sobre todo las fotos de la casa, había muchas más fotos que antes, y en todas ellas Dani salía. Fue en una de ellas donde Juan Antonio pudo ver en los ojos de Dani la misma mirada de determinación que tuvo cuando se ofreció para ascender a Rey Osario.

Paseando por la casa detectó, sin embargo, algo que su hijo había decidido no cambiar. Lo único que aún dejaba presencia de que él estaba vivo y Juan Antonio había muerto era una serie de papeles depositados en la mesa del recibidor. En ellos había escrito una especie de poema.

Juan Antonio, al acabar de leerlo, comprendió la razón, se había cambiado la realidad justo el primer domingo de mayo, en el día de la madre. Dani había querido preservar el regalo que la hizo el año pasado. A pesar de que, según esta nueva realidad, Dani llevaría el mismo tiempo muerto que su padre, él, al lado del regalo, también había depositado una nota dirigida a su padre.

Entrégaselo a mamá. La hará llorar, pero también la reconfortará. Ha de luchar por ti y por vuestras otras dos hijas, mis hermanas.

Cuando Juan Antonio le dio el regalo a su mujer, esta, tras leer unas pocas estrofas, tal y como predijo Dani, rompió a llorar. Pero esas lágrimas no sólo eran de tristeza, también eran de alegría, de emoción.

Él, ante tal imagen, quiso decirla la verdad, sin embargo, estaba seguro de que no la creería. Lo único que podía hacer era consolarla y esperar a que todos descansaran en paz, para así volverse a reunir con su hijo. Al menos, mientras tanto, tendría ese pequeño pedazo de la verdadera realidad, aquella que le aseguraría, siempre que dudara, que Dani estaba bien y que velaba por ellos. Siempre quedarían sus últimas palabras grabadas en esos papeles. Aquellas palabras que dicen así:



Nació hace unos años
entre lágrimas y sangre
y sabiendo de primeras
su esencia como madre.

Eran años de penuria,
tristes, grises, desmembrados.
Una vida en desventura
ahora había comenzado.

Carmen fue su nombre,
de seis hermanos, última.
Mas en romper cadenas
fue primera y única.

Con sus ojos aceituna
reflejando la esperanza,
optimismo y locura
por cambiar la balanza.

No vio nunca de pequeña
que toda esa inocencia
quedaría destrozada
por la terrible fiereza.

 Su único objetivo:
un mundo mejor hacer.
Su única herramienta:
de la armonía su poder.

Mas no sabía cuánto
el humano sabe dañar
para los sueños del ajeno
llegar a ejecutar.

Y llegada a la infancia
contemplando alrededor,
su sonrisa de marfil
de negro se tintó.

Preguntó a la alegría.
“Fea, enana, ratón”
Y he ahí su respuesta…
Su corazón se destruyó.

Pero hay que recordarlo,
los eslabones rompió.
Y del doloroso suelo
de nuevo se levantó.


 Y un aspecto destacaba:
su altruismo radical.
Que a veces era bien,
pero otras muchas mal.

Llegaba a casa y no veía
ese afecto familiar,
por lo que un buen par de veces
se tuvo que cuestionar:

¿Y si yo no he provenido
de esta casta singular
y en secreto me guardan
que me tuvieron que adoptar?

Porque a veces no entiendo
la razón de estar aquí.
Pues contemplo en mi refugio
un emulado sinvivir.

¿Acaso llevo sus sangres,
la misma saña yo tendré?
¿Acaso será inevitable
y yo nada podré hacer?

Pero nunca se rindió
e intentándolo siguió
con dientes y uñas
su objetivo defendió.

No querer dañar a nadie
y a todos querer cuidar.
Desde siempre fue madre,
no se puede negar.

Mas entonces la desdicha
a su alma se amarró
cuando por orgullo
se tomó una decisión.

Marchóse de su casa
entre el frío y el dolor
con atmósfera grisácea
el tiempo enlenteció.

Arraigó oscuridad
y salidas no vio
¿Era este el destino,
era su perdición?


 Aunque ella no sabía
que, como ángel inmortal,
por mucho que se hundiera
se volvería siempre a alzar.

Un amigo desconocido
que la mano la tendió
hizo que el gris se fuera
y entonces resucitó.

Meses y años pasaron
entre luz y oscuridad.
luchando por su meta:
el mundo al fin cambiar.

Fue del setenta y cinco,
aquella que nació
y el nombre de madre
a ella le regaló.

Sin creérselo aún
abrazando a su hija
con brillante corazón
cual dorada sortija.

 Diecinueve meses
pasaron después
para entonces dar a luz
a un segundo bebé.

Se olvidó de sus males
y con una gran labor
a las dos sacó adelante
con mimos, cariño y amor.

Y finalmente llegó
de los tres el varón
que años tardó en optar
por salir al exterior.

En su infancia, el último,
en su madre observó
que hasta cuando sufría
ocultaba su dolor.

Por eso este pequeño
que de ti es aprendiz
te obliga desde hoy
a aprender a sonreír.


 Parturientas hay muchas
pero madres escasean
y, de entre todas las joyas
tú la que más destella.

Dicen que no es profesión,
que es sólo una función
de otro ciudadano
de esta triste nación.

Pero no entienden que tú
que trabajas sin parar
has conseguido incluso
a profesionales superar.

Psicóloga del ajeno,
hasta sus lágrimas atiendes,
compartes sus problemas,
les escuchas, les entiendes.

Guardaespaldas maternal,
defendiendo sin cesar
a aquellos que cayeron
y ayuda piden sin parar.

 Profesora eficaz
que siempre nos enseñaste
sabiduría, educación
y por la senda nos guiaste.

Filósofa del todo
e intolerante de la nada.
Preocupada por lograr
nuestra vida bien labrada.

Veterinaria, limpiadora,
consejera y enfermera.
Abogada, terapeuta,
economista y cocinera.

Siempre que algo faltaba,
a pesar del sacrificio,
no importaba, tú ayudabas,
igualabas a un hospicio.

Como madre y como padre,
no te quedó otra opción
cuando el fatal destino
optó por la defunción.


Mas me llevaste adelante.
Aun fingiendo la sonrisa
para no verme llorar,
la desdicha fue omisa.

Y más cosas te surgieron
con las que comprendí
que una fuerza imparable
se hallaba dentro de ti.

Pero no quiero que mientas,
no siempre eres feliz,
y sólo ocultas tus males
para verme sonreír.

Mamá, por eso has de saber
que no debes anteponer
la felicidad de un tercer
a la de tu propio ser.

Que aunque ahora mismo
yo me halle ausente
mis ojos pueden verlo,
ellos leen tu mente.

Heroína como pocas,
a todos quieres salvar,
ha llegado el momento
de por otra vida luchar.

Y me refiero a la tuya,
ahora te debes cuidar
y ponerla donde merece:
arriba, en un pedestal.

Utiliza esa fuerza
y no te dejes caer.
Busca ayuda, si quieres,
nos tienes a los tres.

Tu destino fue ser madre,
y ahora un equipo formamos,
así que no lo dudes,
te ofrecemos nuestra mano:

Aunque a veces falle,
conmigo podrás contar,
pues te debo la vida.
Te quiero, mamá.



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