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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

viernes, 31 de mayo de 2013

Pequeño diario de una pequeña alma #6

Bienvenido, veo que la intriga te ha hecho venir pronto. De momento nos hemos mantenido vivos durante todo el mes, sí, pero cada día nuestra esperanza de supervivencia merma, es por ello que esta semana llevaremos a cabo una decisión que tornará nuestro modo de vida de una manera brusca: nos marchamos de aquí.

La locura empezó un día después de que te fueras. Las cosas se pusieron interesantes. Samanta estaba segura de que disponíamos de un poco más de una semana antes de que Santiago regresara. No entiendo la razón de que nos permitiera tal margen de preparación, pero no voy a negarme ante la ventaja que me ofrece mi enemigo. Ni siquiera cuestioné las palabras de Samanta, después de todo ella había trabajado con él, conocería su modus operandi a la hora de cazar.

Hacía días que mi maldad no se manifestaba, y eso que él pretendía matar a Samanta. Pensé que había entrado en razones y había comprendido que ella era necesaria para mantenerme con vida. Si la única forma de que yo no la mate es viéndola como una simple herramienta, tendré que seguirle la corriente a mi malicia.

Por su parte, ella parecía ignorar todo lo acontecido antes de que me desvelara la verdadera naturaleza de Santiago. Intenté hablarlo, pero ella rehuía, tan solo sonreía y cambiaba de tema. Eso sí que me parecía totalmente extraño. Si por algún casual ella suponía que yo, o algo de mi interior, quería verla muerta, ¿por qué seguía aquí? A ver, no soy un erudito del conductismo, pero si yo veo que alguien intenta asesinarme y sé que a ese sujeto le están buscando para matarle, creo que obviamente no ofrecería ayuda al primero y le dejaría a la intemperie. Aunque… por otro lado, puede que ella también me vea a mí como otra herramienta, después de todo Santiago también va a por ella.

Desde luego, por incógnitas que no falte. Tanta incertidumbre me hubiera vuelto loco en otro momento, pero gracias a su presencia ya sabes que mi lado bueno cobra fuerza. No obstante, cuantos más días estoy sin matar a nadie, más ira surge en mi maldad. ¿Cómo iba a explicarle eso a Samanta? Ya me imagino la situación:

-Oye Samanta, bajo un momento a la calle.

-¿Vas al supermercado?

-Oh, no. Voy a matar a alguien para saciar a mi otro yo y así no ser dominado por él, evitando que te apuñale repetidas veces en el tórax.

-Ah, ¡de acuerdo!

Es de locos…

Sinceramente, siempre vi nimias las consecuencias que acaecía el ser un vampiro o un hombre lobo. ¿Matar por ser alguien todopoderoso? ¡Eso está hecho! Sin embargo, ahora que esa maldición recae sobre mí, no encuentro ventajas importantes por ningún sitio. Me he percatado de que tener dos mentes en un mismo cerebro potencia tu astucia e intelecto, y lo agradezco, pero este tipo de simbiosis es horrenda. Al menos los monstruos de las películas pueden negarse a cometer homicidios. Si yo me negara sería peor… perdería el control y podría segar la vida de más personas de las que pueda imaginar. Y ni siquiera puedo acabar con esto. Él me protege ante todo tipo de muerte, sea cual sea, y eso incluye el suicidio… Empiezo a ver que no sólo la oscuridad reside en mi lado maléfico… mi verdadero yo también tiene algunos residuos de ébano.

Cada mañana, al levantarme, lo primero que veo es el rostro de Samanta a mi lado. Un pensamiento de dulzura me abarca. Pero eso sólo los primeros segundos. Seguidamente su voz, la de mi otro yo, retumba en mi cabeza como si saliera de una cueva. Me pide que la mate. Yo me niego y él continúa con la petición. La discusión mental se mantiene hasta que ella despierta y me da los buenos días con un abrazo. Es en ese momento, con el antídoto administrado, cuando su voz frena en seco y regresa a las profundidades de mi ser.

Después desayunamos y planeamos el resto del día. No salimos a comprar muy a menudo, y si lo hacemos es con precaución. Primero salgo yo y, tras diez minutos, me sigue ella, así controlamos cualquier tipo de emboscada. Por lo demás, no hay motivo alguno para salir, a excepción del primer día del mes, cuando compramos utensilios para defendernos. Poca cosa, chuchillos de cocina, sprays, mecheros, combustible, clavos… Puede sonar a chiste, pero no teníamos alcance a más, esto no es una película, no podemos ir a la tienda de la esquina y comprar un lanzallamas, hay que improvisar con la llama de un mechero y la inflamabilidad del spray. Sólo es cuestión de ingenio.

Una vez planificado todo, habiendo terminado el desayuno, vamos al cuarto de baño a lavarnos los dientes. Y es justo aquí donde “las cosas interesantes” ocurrieron. Tras la higiene bucal, el resto del día era poco importante, veíamos la tele, nos hacíamos preguntas; yo, sin que ella lo supiera, seguía esforzándome al máximo por evitar que mi maldad volviera a mi mente; comíamos, salíamos a la terraza a disfrutar de las vistas de la montaña y la playa. Echábamos una pequeña siesta. Volvíamos a charlar, cenábamos, un poco de tele y a dormir. Y vuelta a empezar. ¿Monótono? Sí, pese a ello, me sentía a gusto.

Pero vayamos a lo importante. Entre todo ese ciclo, un día, creo que sucedió transcurrida poco más de una semana, mientras me cepillaba los dientes, empecé a fijarme demasiado en mi reflejo frente al espejo, más concretamente en mis pupilas. Durante unos instantes pude ver mi rostro dentro de ellos. Estaba cambiado, lleno de líneas negras por toda mi cara. Aunque, en realidad, ese no era yo, sino “el otro”. Me dijo que esperara a que Samanta se fuera porque quería enseñarme algo. No me fiaba mucho de él, y por supuesto le ignoré, pero entonces me llamó la atención afirmando que era un trato para que dejara de pedirme tan a menudo matar a un inocente. No aumentó mucho mi confianza, pero al fin y al cabo ese yo seguía poseyendo mi esencia, no sería capaz de soltar una mentira tan ruin.

Así que acepté su propuesta y le dije a Samanta que me iría a duchar. Esperé unos minutos y abrí el grifo de la ducha. Justo al girarme de nuevo para verme en el espejo, el reflejo que vi de Bruno no fue el propio, sino el que contemplé dentro de mis pupilas.

Honestamente me asusté un poco, pero enseguida caí en la cuenta de que podría haber entrado en el área cerebral de la visión, el córtex visual, para distorsionar la información que recibía de mi reflejo y así hacer ver que era él. Dicho de otra manera, en un lado del espejo el Yang, en el otro lado el Yin.

Al principio creí que era un simple truco, pero era algo más. Me enseñó los dientes en una mueca repleta de ironía. Alzó su mano derecha (mi izquierda) para señalar al salón, donde estaba Samanta, y con la otra mano hizo el gesto de cortarse el cuello. Todo esto sin que yo no hiciera nada. ¿Podría ser que realmente se encontrara en el otro lado del espejo?

Tras hacer la “broma” me miró en completo silencio un par de segundos y me saludó. Posó sus manos en la superficie del cristal y con los ojos me indicó que hiciera lo mismo. Nada más juntar las manos sentí cómo toda la memoria y pulsión oscura que almacenaba se vertía afuera de mi cerebro para circular a través de mis manos y llegar al interior del espejo, rodeando, en espirales y hebras negras, todo mi reflejo. En cuanto el proceso se completó, una gran implosión me apartó del espejo. A punto de caer recuperé el equilibrio y vi cómo mi reflejo ni se había inmutado. Permanecía ahí, inmóvil, ahora envuelto en oscuridad.

-Muy bien. Será mejor que empiece a aclararte unas cuantas cosas.

Sí, era él. Me había pedido que juntara las manos a las suyas para alimentarse de mi maldad. Sólo había tenido la fuerza necesaria para proyectarse en el espejo, pero necesitaba de mí para desencadenarse y poder hacer algo más que movimientos carentes de sonido. Ahora se comunicaba de una forma más real.

-Para empezar, creo que ambos compartimos la filosofía de que cosas opuestas deben coexistir, así que te agradecería que dejaras de nombrarme como “el otro”, “mi otro yo” y similares. A partir de ahora, si quieres, yo seré Yin y tú Yang. Hasta en el color nos asemejamos. Tú tan pálido y yo abrazado por un embozo sombrío. ¿Qué me dices?

-Estoy de acuerdo – asentí –. Supongo que ya conocerás todas mis dudas acerca de esta dualidad, pero, antes de todo. ¿Que hayas hecho esto significa que ya no volverás a habitar dentro de mí?

-Todo a su debido tiempo… Yang. – respondió –. Primero te descubriré nuestro origen. Como sabrás, somos más que una persona con doble personalidad, y no te preocupes, no padecemos bipolaridad. Somos dos personas distintas, con la singularidad de que habitamos un mismo cuerpo.

-¿Quieres decir que somos gemelos?

-Más o menos… Es cierto que el fenómeno ocurrió en el vientre materno, que somos genéticamente idénticos y que presentamos la simetría propia de hermanos monocigóticos, pero el asunto trasciende a algo más… paranormal. Yang, yo soy tu doppelgänger.

No podía creérmelo. Ahora sé a qué se debía toda esa malicia. Un doppelgänger… un “clon” que sólo augura agonía, maldad, muerte… ¿Pero cómo? Se dice que se presentan ante su gemelo para traer la desgracia, nunca he oído que conviva con este desde que nace, y menos aún que se introduce en su cuerpo cual posesión fantasmal… Yin continuó explicándolo.

-Levemente recuerdo la razón de deshacerme de mi cuerpo y entrar en el tuyo. Me parece que me di cuenta de alguna anomalía en nuestras carcasas que impediría nuestra plena supervivencia. Creo que tu carecías de pulmones y yo de corazón. Fíjate, ya desde pequeño, siendo un simple embrión, supe que solos moriríamos. Fue entonces cuando abrimos los ojos y nos vimos. Lo mismo que viste en tus pupilas hace unos minutos fue lo que vimos en ese instante. No sé cómo, pero empezamos a absorbernos mutuamente. Como sabrás, en plena gestación, los pulmones son irrelevantes, pero el corazón no, era más débil que tú y acabaste arrancándome de mi cuerpo. Este se marchitó, y con mi presencia en tu interior empezaron a formarse los pulmones.

-Así que te maté… – respondí consternado –. Quién me iba a decir que la primera víctima de mi lista me la cobraría yo… Yang.

-¡Ey! Sin rencores. Yo también intenté matarte. Ni siquiera sabíamos las consecuencias de un asesinato en ese momento, sólo luchábamos por no desaparecer. Aunque… como verás, no desaparecí… Aguardé en tu interior. Veía a través de tus ojos y sentía todo con lo que tu piel entraba en contacto. No se estaba mal.

-Pero no hacías acto de presencia como ahora. Es decir, que yo recuerde, de pequeño nunca quise cometer las atrocidades que ahora ansío.

-Te confundes, Yang. Esto es la vida real. Ser tu “gemelo malvado” no significa que no tuviera una infancia. Por supuesto que desprendía maldad, pero no como la de un adulto. Simplemente echa un vistazo a algunos de tus recuerdos. Esos dibujos de muertos que hacías, el interés por las películas de gore. Los roleplays que hacías de cadáver. ¿Tú crees que eso se correspondía con tu verdadera faceta de niño curioso que jugaba a los coches y devoraba libros de fantasía? Quizás pensaste que el intento de suicidio de Nochevieja me liberó. No… eso sólo hizo que me enfadara contigo. Yo siempre he estado presente. En todo momento te preguntaste cómo alguien que llora en las escenas sensibleras de las películas, que tiene tanta empatía, que desea un mundo infestado por la paz, también quiera ver a todos muertos, que sonría ante la defunción de personajes de películas, que disfrute con el dolor y le atraiga el aspecto más sombrío de la vida. Pues aquí tienes la respuesta, era tu doppelgänger el que estaba influyendo en todo aquello.

Quise responderle, pero nuestra conversación se vio interrumpida por un grito de Samanta. Alguien había tirado la puerta abajo y la estaba agrediendo. No hacía falta que fuera al salón para averiguar la identidad del agresor. Era Santiago. Sin embargo, justo antes de ir, Yin me lanzó la propuesta.

-¿A dónde vas? No sobrevivirías… A duras penas has podido contra él cuando yo habitaba dentro de ti, ni siquiera podrás golpearle en tu estado. Escúchame… Bruno. Gracias a todo el mal que me has permitido realizar lo he conseguido, sí. Esto no es tan sólo un truco mental. Si lo deseas, abandonaré tu cuerpo y cada uno seguirá su camino. No obstante, aunque te parezca raro, me siento mal por haberte hecho sufrir. Y no me gustaría verte morir hoy, ni nunca. Así que te propongo volver a fusionarnos, sin trucos, dejaré que me vuelvas a absorber. Pero una cosa, una vez dentro, no podré ser tan permisivo como ahora. Ya conoces mi naturaleza… Tú decides.

Fue una de las decisiones más difíciles que tuve que tomar. No tendría que volver a matar y cabía la posibilidad de que venciera a Santiago sin su ayuda, pero teniendo al doppelgänger en mi interior tendría la fuerza de dos, la inteligencia de dos, la resistencia de dos… El enfrentamiento, y la salvación de Samanta, sería más fácil. Yin me miraba en completa tranquilidad, en contraste con mi desesperación. Los gritos de auxilio cada vez retumbaban más y más en mi cabeza… No me quedaba otra. Entrecerré los ojos y Yin lo supo de inmediato…

Aparecí en el salón con dos cuchillos y me lancé a la espalda de Santiago. Estaba tendido en el suelo, intentando ahogar a Samanta, ella pataleaba impotente. En cuanto las dos hojas se hundieron en su espalda, del inmenso dolor la soltó y se levantó para lanzarme por los aires. Ahora sabía por qué nos había dejado una semana de margen, había estado entrenando.

Ahora iba a por mí… a por los dos. Yo permanecía en el suelo y él avanzaba lentamente. Se extrajo los cuchillos sin inmutarse y me los apuñaló en el abdomen. La siguiente puñalada iba directa a mi cabeza, pero justo en ese momento apareció Samanta y le golpeó con fuerza con una silla rompiéndola en pedazos y tirándole a él al suelo.

-No te preocupes. Sufriré el dolor de la puñalada por ti, ahora no debes perder la concentración.

En un abrir y cerrar de ojos el dolor se desvaneció. Pese a ello pude oír en mi mente los gemidos de Yin. Me sorprendió el cambio que estaba dando, al final no iba a ser pura maldad.

Me incorporé, agarré el cuchillo que había soltado debido al impacto y le rajé el cuello. Había matado dos pájaros de un tiro. Había salvado a Samanta y había saciado la sed de sangre de Yin.

Ambos sabíamos que ese corte no iba a conseguir nada y que Santiago volvería a la vida… otra vez. Pero a Samanta se le ocurrió la idea de encadenarle. Gracias a ello tuve la excusa perfecta para matar sin que sospechara nada. Día a día me ofrecí para volver a matarle y así Yin dejaba a un lado las ideas homicidas con respecto a ella.

Pero era obvio que no podríamos estar así por siempre…

Un día, ya casi terminando este mes. Santiago, justo antes de morir a mis manos por enésima vez, cambió sus gritos y palabras malsonantes por una amenaza.

-¿Pensáis que esto es suficiente, que estáis a salvo? Yo no soy la gran amenaza que os acecha, ni mucho menos… Sólo hago lo que me ordenan, aunque eso no quita que lo haga con gran placer. Vosotros dos seguís estando en peligro. Pronto hará un mes que no doy señales de vida y ÉL querrá saber qué ocurre. Sabe perfectamente que al último lugar al que fui era a tu casa, Bruno, y no tiene ningún reparo en haceros una… visita personal. Seguid matándome, dentro de poco será la última…

Samanta, que estaba a mi lado, me quitó el cuchillo de la mano y le degolló ipso facto. Supo de inmediato a quién se refería, al extraño que vio en el accidente de coche que sufrió Santiago antes de su “conversión”. Nunca la había visto así antes, se puso a temblar… Sentía auténtico pánico ante la idea de que se presentara aquel hombre, y eso que no sentía miedo alguno frente a Santiago, un hombre inmortal con dotes asesinas letalmente eficaces.

Ahora me tocaba a mí preparar un plan. Y así fue. Aquí me ves. Hablándote en la última noche en la que residiremos en mi hogar. Tenemos dinero de sobra para viajar lejos. Suerte que ella heredó toda la fortuna de su padre y yo soy cotitular en la cuenta bancaria de mi madre. Hemos dejado a Santiago atado, aunque esta vez le hemos preparado una sorpresa para cuando despierte: le hemos arrancado la mandíbula y la hemos escondido, así, cuando el otro hombre venga y quiera hablar con Santiago, ambos tendrán que ponerse a buscar el hueso que le falta. No es mucho, pero nos dará tiempo de ventaja…

Mañana será un día movido y me gustaría regresar a la cama para descansar. Creo que ya tienes buen material de mi vida. Maté al embrión de un doppelgänger, comprendí que no todo el mal reside en Yin, he visto que no sólo su naturaleza se basa en matar y que hay alguien más poderoso que nos quiere ver muertos… Sólo al repasar todo esto se me encoge el corazón...

Espero verte pronto… y verte siguiendo yo con vida, con las dos.

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