Bienvenido,
veo que la intriga te ha hecho venir pronto. De momento nos hemos mantenido
vivos durante todo el mes, sí, pero cada día nuestra esperanza de supervivencia
merma, es por ello que esta semana llevaremos a cabo una decisión que tornará
nuestro modo de vida de una manera brusca: nos marchamos de aquí.
La
locura empezó un día después de que te fueras. Las cosas se pusieron
interesantes. Samanta estaba segura de que disponíamos de un poco más de una
semana antes de que Santiago regresara. No entiendo la razón de que nos
permitiera tal margen de preparación, pero no voy a negarme ante la ventaja que
me ofrece mi enemigo. Ni siquiera cuestioné las palabras de Samanta, después de
todo ella había trabajado con él, conocería su modus operandi a la hora de
cazar.
Hacía
días que mi maldad no se manifestaba, y eso que él pretendía matar a Samanta.
Pensé que había entrado en razones y había comprendido que ella era necesaria
para mantenerme con vida. Si la única forma de que yo no la mate es viéndola
como una simple herramienta, tendré que seguirle la corriente a mi malicia.
Por su
parte, ella parecía ignorar todo lo acontecido antes de que me desvelara la
verdadera naturaleza de Santiago. Intenté hablarlo, pero ella rehuía, tan solo
sonreía y cambiaba de tema. Eso sí que me parecía totalmente extraño. Si por
algún casual ella suponía que yo, o algo de mi interior, quería verla muerta,
¿por qué seguía aquí? A ver, no soy un erudito del conductismo, pero si yo veo
que alguien intenta asesinarme y sé que a ese sujeto le están buscando para
matarle, creo que obviamente no ofrecería ayuda al primero y le dejaría a la
intemperie. Aunque… por otro lado, puede que ella también me vea a mí como otra
herramienta, después de todo Santiago también va a por ella.
Desde
luego, por incógnitas que no falte. Tanta incertidumbre me hubiera vuelto loco
en otro momento, pero gracias a su presencia ya sabes que mi lado bueno cobra
fuerza. No obstante, cuantos más días estoy sin matar a nadie, más ira surge en
mi maldad. ¿Cómo iba a explicarle eso a Samanta? Ya me imagino la situación:
-Oye Samanta, bajo un momento a la calle.
-¿Vas al supermercado?
-Oh, no. Voy a matar a alguien para saciar a
mi otro yo y así no ser dominado por él, evitando que te apuñale repetidas
veces en el tórax.
-Ah, ¡de acuerdo!
Es de
locos…
Sinceramente,
siempre vi nimias las consecuencias que acaecía el ser un vampiro o un hombre
lobo. ¿Matar por ser alguien todopoderoso? ¡Eso está hecho! Sin embargo, ahora
que esa maldición recae sobre mí, no encuentro ventajas importantes por ningún
sitio. Me he percatado de que tener dos mentes en un mismo cerebro potencia tu
astucia e intelecto, y lo agradezco, pero este tipo de simbiosis es horrenda.
Al menos los monstruos de las películas pueden negarse a cometer homicidios. Si
yo me negara sería peor… perdería el control y podría segar la vida de más
personas de las que pueda imaginar. Y ni siquiera puedo acabar con esto. Él me
protege ante todo tipo de muerte, sea cual sea, y eso incluye el suicidio…
Empiezo a ver que no sólo la oscuridad reside en mi lado maléfico… mi verdadero
yo también tiene algunos residuos de ébano.
Cada
mañana, al levantarme, lo primero que veo es el rostro de Samanta a mi lado. Un
pensamiento de dulzura me abarca. Pero eso sólo los primeros segundos.
Seguidamente su voz, la de mi otro yo, retumba en mi cabeza como si saliera de
una cueva. Me pide que la mate. Yo me niego y él continúa con la petición. La
discusión mental se mantiene hasta que ella despierta y me da los buenos días
con un abrazo. Es en ese momento, con el antídoto administrado, cuando su voz
frena en seco y regresa a las profundidades de mi ser.
Después
desayunamos y planeamos el resto del día. No salimos a comprar muy a menudo, y
si lo hacemos es con precaución. Primero salgo yo y, tras diez minutos, me
sigue ella, así controlamos cualquier tipo de emboscada. Por lo demás, no hay
motivo alguno para salir, a excepción del primer día del mes, cuando compramos
utensilios para defendernos. Poca cosa, chuchillos de cocina, sprays, mecheros,
combustible, clavos… Puede sonar a chiste, pero no teníamos alcance a más, esto
no es una película, no podemos ir a la tienda de la esquina y comprar un
lanzallamas, hay que improvisar con la llama de un mechero y la inflamabilidad
del spray. Sólo es cuestión de ingenio.
Una vez
planificado todo, habiendo terminado el desayuno, vamos al cuarto de baño a
lavarnos los dientes. Y es justo aquí donde “las cosas interesantes”
ocurrieron. Tras la higiene bucal, el resto del día era poco importante,
veíamos la tele, nos hacíamos preguntas; yo, sin que ella lo supiera, seguía
esforzándome al máximo por evitar que mi maldad volviera a mi mente; comíamos,
salíamos a la terraza a disfrutar de las vistas de la montaña y la playa.
Echábamos una pequeña siesta. Volvíamos a charlar, cenábamos, un poco de tele y
a dormir. Y vuelta a empezar. ¿Monótono? Sí, pese a ello, me sentía a gusto.
Pero
vayamos a lo importante. Entre todo ese ciclo, un día, creo que sucedió
transcurrida poco más de una semana, mientras me cepillaba los dientes, empecé
a fijarme demasiado en mi reflejo frente al espejo, más concretamente en mis
pupilas. Durante unos instantes pude ver mi rostro dentro de ellos. Estaba cambiado,
lleno de líneas negras por toda mi cara. Aunque, en realidad, ese no era yo,
sino “el otro”. Me dijo que esperara a que Samanta se fuera porque quería
enseñarme algo. No me fiaba mucho de él, y por supuesto le ignoré, pero
entonces me llamó la atención afirmando que era un trato para que dejara de
pedirme tan a menudo matar a un inocente. No aumentó mucho mi confianza, pero
al fin y al cabo ese yo seguía poseyendo mi esencia, no sería capaz de soltar
una mentira tan ruin.
Así que
acepté su propuesta y le dije a Samanta que me iría a duchar. Esperé unos
minutos y abrí el grifo de la ducha. Justo al girarme de nuevo para verme en el
espejo, el reflejo que vi de Bruno no fue el propio, sino el que contemplé
dentro de mis pupilas.
Honestamente
me asusté un poco, pero enseguida caí en la cuenta de que podría haber entrado
en el área cerebral de la visión, el córtex visual, para distorsionar la
información que recibía de mi reflejo y así hacer ver que era él. Dicho de otra
manera, en un lado del espejo el Yang, en el otro lado el Yin.
Al
principio creí que era un simple truco, pero era algo más. Me enseñó los
dientes en una mueca repleta de ironía. Alzó su mano derecha (mi izquierda) para
señalar al salón, donde estaba Samanta, y con la otra mano hizo el gesto de
cortarse el cuello. Todo esto sin que yo no hiciera nada. ¿Podría ser que
realmente se encontrara en el otro lado del espejo?
Tras
hacer la “broma” me miró en completo silencio un par de segundos y me saludó.
Posó sus manos en la superficie del cristal y con los ojos me indicó que
hiciera lo mismo. Nada más juntar las manos sentí cómo toda la memoria y
pulsión oscura que almacenaba se vertía afuera de mi cerebro para circular a
través de mis manos y llegar al interior del espejo, rodeando, en espirales y
hebras negras, todo mi reflejo. En cuanto el proceso se completó, una gran
implosión me apartó del espejo. A punto de caer recuperé el equilibrio y vi
cómo mi reflejo ni se había inmutado. Permanecía ahí, inmóvil, ahora envuelto
en oscuridad.
-Muy bien. Será mejor que
empiece a aclararte unas cuantas cosas.
Sí, era
él. Me había pedido que juntara las manos a las suyas para alimentarse de mi
maldad. Sólo había tenido la fuerza necesaria para proyectarse en el espejo,
pero necesitaba de mí para desencadenarse y poder hacer algo más que
movimientos carentes de sonido. Ahora se comunicaba de una forma más real.
-Para empezar, creo que ambos
compartimos la filosofía de que cosas opuestas deben coexistir, así que te
agradecería que dejaras de nombrarme como “el otro”, “mi otro yo” y similares.
A partir de ahora, si quieres, yo seré Yin y tú Yang. Hasta en el color nos
asemejamos. Tú tan pálido y yo abrazado por un embozo sombrío. ¿Qué me dices?
-Estoy de acuerdo – asentí –. Supongo que ya conocerás todas mis dudas acerca de esta dualidad, pero,
antes de todo. ¿Que hayas hecho esto significa que ya no volverás a habitar
dentro de mí?
-Todo a su debido tiempo… Yang.
– respondió –. Primero te
descubriré nuestro origen. Como sabrás, somos más que una persona con doble
personalidad, y no te preocupes, no padecemos bipolaridad. Somos dos personas
distintas, con la singularidad de que habitamos un mismo cuerpo.
-¿Quieres decir que somos gemelos?
-Más o menos… Es cierto que el
fenómeno ocurrió en el vientre materno, que somos genéticamente idénticos y que
presentamos la simetría propia de hermanos monocigóticos, pero el asunto
trasciende a algo más… paranormal. Yang, yo soy tu doppelgänger.
No
podía creérmelo. Ahora sé a qué se debía toda esa malicia. Un doppelgänger… un “clon”
que sólo augura agonía, maldad, muerte… ¿Pero cómo? Se dice que se presentan
ante su gemelo para traer la desgracia, nunca he oído que conviva con este
desde que nace, y menos aún que se introduce en su cuerpo cual posesión fantasmal…
Yin continuó explicándolo.
-Levemente recuerdo la razón de
deshacerme de mi cuerpo y entrar en el tuyo. Me parece que me di cuenta de
alguna anomalía en nuestras carcasas que impediría nuestra plena supervivencia.
Creo que tu carecías de pulmones y yo de corazón. Fíjate, ya desde pequeño,
siendo un simple embrión, supe que solos moriríamos. Fue entonces cuando
abrimos los ojos y nos vimos. Lo mismo que viste en tus pupilas hace unos
minutos fue lo que vimos en ese instante. No sé cómo, pero empezamos a absorbernos
mutuamente. Como sabrás, en plena gestación, los pulmones son irrelevantes,
pero el corazón no, era más débil que tú y acabaste arrancándome de mi cuerpo.
Este se marchitó, y con mi presencia en tu interior empezaron a formarse los
pulmones.
-Así que te maté… – respondí consternado –. Quién me iba a decir que la primera víctima
de mi lista me la cobraría yo… Yang.
-¡Ey! Sin rencores. Yo también
intenté matarte. Ni siquiera sabíamos las consecuencias de un asesinato en ese
momento, sólo luchábamos por no desaparecer. Aunque… como verás, no desaparecí…
Aguardé en tu interior. Veía a través de tus ojos y sentía todo con lo que tu
piel entraba en contacto. No se estaba mal.
-Pero no hacías acto de presencia como ahora.
Es decir, que yo recuerde, de pequeño nunca quise cometer las atrocidades que
ahora ansío.
-Te confundes, Yang. Esto es la
vida real. Ser tu “gemelo malvado” no significa que no tuviera una infancia.
Por supuesto que desprendía maldad, pero no como la de un adulto. Simplemente
echa un vistazo a algunos de tus recuerdos. Esos dibujos de muertos que hacías,
el interés por las películas de gore. Los roleplays que hacías de cadáver. ¿Tú
crees que eso se correspondía con tu verdadera faceta de niño curioso que
jugaba a los coches y devoraba libros de fantasía? Quizás pensaste que el
intento de suicidio de Nochevieja me liberó. No… eso sólo hizo que me enfadara
contigo. Yo siempre he estado presente. En todo momento te preguntaste cómo alguien que
llora en las escenas sensibleras de las películas, que tiene tanta empatía, que
desea un mundo infestado por la paz, también quiera ver a todos muertos, que
sonría ante la defunción de personajes de películas, que disfrute con el dolor
y le atraiga el aspecto más sombrío de la vida. Pues aquí tienes la respuesta,
era tu doppelgänger el que estaba influyendo en todo aquello.
Quise
responderle, pero nuestra conversación se vio interrumpida por un grito de
Samanta. Alguien había tirado la puerta abajo y la estaba agrediendo. No hacía
falta que fuera al salón para averiguar la identidad del agresor. Era Santiago.
Sin embargo, justo antes de ir, Yin me lanzó la propuesta.
-¿A dónde vas? No sobrevivirías…
A duras penas has podido contra él cuando yo habitaba dentro de ti, ni siquiera
podrás golpearle en tu estado. Escúchame… Bruno. Gracias a todo el mal que me
has permitido realizar lo he conseguido, sí. Esto no es tan sólo un truco
mental. Si lo deseas, abandonaré tu cuerpo y cada uno seguirá su camino. No obstante,
aunque te parezca raro, me siento mal por haberte hecho sufrir. Y no me
gustaría verte morir hoy, ni nunca. Así que te propongo volver a fusionarnos,
sin trucos, dejaré que me vuelvas a absorber. Pero una cosa, una vez dentro, no
podré ser tan permisivo como ahora. Ya conoces mi naturaleza… Tú decides.
Fue una
de las decisiones más difíciles que tuve que tomar. No tendría que volver a
matar y cabía la posibilidad de que venciera a Santiago sin su ayuda, pero
teniendo al doppelgänger en mi interior tendría la fuerza de dos, la
inteligencia de dos, la resistencia de dos… El enfrentamiento, y la salvación
de Samanta, sería más fácil. Yin me miraba en completa tranquilidad, en
contraste con mi desesperación. Los gritos de auxilio cada vez retumbaban más y
más en mi cabeza… No me quedaba otra. Entrecerré los ojos y Yin lo supo de
inmediato…
Aparecí
en el salón con dos cuchillos y me lancé a la espalda de Santiago. Estaba
tendido en el suelo, intentando ahogar a Samanta, ella pataleaba impotente. En cuanto
las dos hojas se hundieron en su espalda, del inmenso dolor la soltó y se
levantó para lanzarme por los aires. Ahora sabía por qué nos había dejado una
semana de margen, había estado entrenando.
Ahora
iba a por mí… a por los dos. Yo permanecía en el suelo y él avanzaba
lentamente. Se extrajo los cuchillos sin inmutarse y me los apuñaló en el abdomen.
La siguiente puñalada iba directa a mi cabeza, pero justo en ese momento
apareció Samanta y le golpeó con fuerza con una silla rompiéndola en pedazos y
tirándole a él al suelo.
-No te preocupes. Sufriré el
dolor de la puñalada por ti, ahora no debes perder la concentración.
En un
abrir y cerrar de ojos el dolor se desvaneció. Pese a ello pude oír en mi mente
los gemidos de Yin. Me sorprendió el cambio que estaba dando, al final no iba a
ser pura maldad.
Me
incorporé, agarré el cuchillo que había soltado debido al impacto y le rajé el
cuello. Había matado dos pájaros de un tiro. Había salvado a Samanta y había
saciado la sed de sangre de Yin.
Ambos
sabíamos que ese corte no iba a conseguir nada y que Santiago volvería a la
vida… otra vez. Pero a Samanta se le ocurrió la idea de encadenarle. Gracias a
ello tuve la excusa perfecta para matar sin que sospechara nada. Día a día me
ofrecí para volver a matarle y así Yin dejaba a un lado las ideas homicidas con
respecto a ella.
Pero
era obvio que no podríamos estar así por siempre…
Un día,
ya casi terminando este mes. Santiago, justo antes de morir a mis manos por
enésima vez, cambió sus gritos y palabras malsonantes por una amenaza.
-¿Pensáis que esto es suficiente, que estáis
a salvo? Yo no soy la gran amenaza que os acecha, ni mucho menos… Sólo hago lo
que me ordenan, aunque eso no quita que lo haga con gran placer. Vosotros dos
seguís estando en peligro. Pronto hará un mes que no doy señales de vida y ÉL
querrá saber qué ocurre. Sabe perfectamente que al último lugar al que fui era
a tu casa, Bruno, y no tiene ningún reparo en haceros una… visita personal.
Seguid matándome, dentro de poco será la última…
Samanta,
que estaba a mi lado, me quitó el cuchillo de la mano y le degolló ipso facto. Supo de
inmediato a quién se refería, al extraño que vio en el accidente de coche que
sufrió Santiago antes de su “conversión”. Nunca la había visto así antes, se
puso a temblar… Sentía auténtico pánico ante la idea de que se presentara aquel
hombre, y eso que no sentía miedo alguno frente a Santiago, un hombre inmortal
con dotes asesinas letalmente eficaces.

Mañana
será un día movido y me gustaría regresar a la cama para descansar. Creo que ya
tienes buen material de mi vida. Maté al embrión de un doppelgänger, comprendí
que no todo el mal reside en Yin, he visto que no sólo su naturaleza se basa en
matar y que hay alguien más poderoso que nos quiere ver muertos… Sólo al
repasar todo esto se me encoge el corazón...
Espero
verte pronto… y verte siguiendo yo con vida, con las dos.
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