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Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

viernes, 13 de septiembre de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Sangre [9]

Los Cuatro Brujos fueron al lugar donde Tenebra e Ignis habían iniciado su viaje. Nexus esperaba que Inanis y Hex hubieran entablado una conversación con ellos dos antes de marcharse, pero ni siquiera tuvieron tiempo para acercarse. Inanis sabía que la esfera azul eléctrico que sostenía Ignis tenía algo que ver. Como cualquier otro Brujo, ambos eran capaces de crear portales, pero no del calibre suficiente como para ir a otra Dimensión, incluso Nexus, Gran Brujo del Vínculo, tuvo que bañarse en magia pura para enlazar dos mundos.

Les pillaron in fraganti. Los dos estaban completamente concentrados, canalizando sus magias hacia el portal que se hacía cada vez más amplio. Inanis preguntó qué pretendían hacer, pero no obtuvo respuesta de ninguno. Hex quiso aproximarse a ellos, sin embargo, una especie de barrera invisible les bloqueaba. Una vez que el portal estaba completo, abrieron los ojos y les miraron. Tenían una mirada taciturna, con una expresión facial rendida. Algo les tendría que haber ocurrido.

Nexus si se lo pensó dos veces y propuso a los demás el viajar a la Tierra. A pesar de la grandeza del mundo, las partículas residuales de maná formadas recientemente por el portal que abrieron ellos provocarían una inevitable conexión entre la Dimensión Demoniaca y la Tierra llevándoles al punto exacto donde ellos han concluido el viaje. En otras palabras, sería cuestión de minutos, quizá un par de horas, el encontrarles.

Según lo que Inanis había contado, habían regresado por voluntad propia, pero Nexus era incapaz de replantearse la opción de una traición al Consejo. Y eso era otra… ¿qué harían con los aprendices de sus respectivas escuelas de magia? Aún permanecían en las posadas. En absoluto los dejarían allí. Tal y como estaban las cosas, y con tantos enemigos al acecho, el potencial mágico, Grandes Brujos inclusive, estaba muy por debajo de sus auténticas capacidades, así que tenían que mantenerse unidos. Si la calidad no era efectiva, emplearían la cantidad.

Inanis y Nexus eran los más veloces, así que la Abisálica fue a por los Brujos de la Llama y el Aespacial a por los Brujos de la Oscuridad. No tardarían mucho en regresar. Mientras tanto, Hex y Luzbel recorrieron las tierras cercanas para cerciorarse de que nada más que ellos, a pesar de que hubiera empezado a amanecer, anduviesen por el Bosque de la Penuria.

El Lengua Vil comenzó a percibir restos de maná distintos a los del portal. Le eran familiares, pero aquel que hubiera dejado el rastro también había evocado un aura que dificultase sus “huellas”. Este alertó a Hex y le comentó que había un hechizo bloqueador por los alrededores. Por suerte Hex sabía cómo contrarrestar eso. Le pidió plena confianza a Luzbel y este aceptó. Le dijo que se tumbara y, tras ello, se puso de rodillas y colocó su mano izquierda en la frente del Lengua Vil. Mal Fario se concentró plenamente en unas palabras, las cuales pertenecían al conjuro que estaba a punto de realizar. Luzbel aún desconocía qué iba a hacer, pero ya le había sorprendido antes el arsenal de hechizos que se decía que Hex conocía. Tenía un contrahechizo para todo, así como una cura. Habría que esperar para ver qué sucedía.

En cuestión de segundos Hex volvió a abrir los ojos y separó bruscamente la mano de su frente, agarrando en ella lo que parecía una réplica morada traslúcida de la cabeza de Luzbel. Lo que había hecho fue arrancarle un trozo de su alma compuesta de puro maná, así el hechizo bloqueador sería inmune para él y podría olfatear el rastro. Luzbel al principio se asustó un poco al verse a sí mismo tendido en el suelo, pero Hex, aguantando una pequeña carcajada, se lo explicó con paciencia. Ahora era turno del Lengua Vil el averiguar quién había rondado… o aún rondaba por allí. Ya habían cometido demasiados pasos en falso, no podían permitirse que, en sus estados, otro hechicero se pusiera a darles caza.

-¿Hallas algo?

-De momento no, pero sé paciente. De lo único que no estoy seguro es de quién anda por aquí. Pese a la incógnita, tengo una ligera sospecha de que ronda un Asceta.

-¿Se puede saber qué hace un Asceta en estos lares, en esta Dimensión? – preguntó incrédulo Hex –.

-A mí también me resulta raro… Podría esperarme hasta a un Cruzado por aquí, pero un Asceta… Ni siquiera van a estos mundos para destruir lo que ellos consideran el Mal. Totalmente tranquilos, apacibles y precavidos. Lo único que se me ocurre es que…

-Un demonio haya aprendido esas artes. Interesante, y no se me hace muy extraño, después de todo yo ahora mismo soy de todo menos humano, y sin embargo preservo mis dotes de hechicero. Quizá estemos siendo testigos de la desconocida grandeza del maná. No discrimina.

-Sí, estás en lo cierto. No obstante, estas suposiciones son secundarias, sea humano o demonio, si actualmente está por aquí más le vale que sea por simple turismo y no esté metiendo la nariz donde no le llaman…

La voz de Luzbel se volvió grave y aterradora en esas últimas palabras. Hex se fijó en su mirada, sus pupilas eran las de un demonio. Desde luego si veía al Asceta por aquí sólo le haría una pregunta para saber sus intenciones, y eso con suerte. Viendo lo que le había hecho a un Ilusionista, un Asceta, aunque gran hechicero espiritual, en contra de toda atadura material, no sobreviviría a las afiladas garras de su lado demoníaco.

El alma de Luzbel siguió rondando contacto cada tres minutos con Hex. Estuvieron veinte minutos así hasta que regresaron Inanis y Nexus. Entonces, cuando todos los Brujos hicieron un círculo alrededor de los Cuatro Grandes Brujos aguardando la invocación del portal que les llevara de vuelta al hogar, cuatro muros de luz se alzaron encerrándolos. Uno de ellos, más transparente, descubrió una silueta tras de sí, la cual se presentó nada más los gritos y preguntas de los Brujos cesaron.

-Ha sido un buen intento el del Demonólogo, pero  uno de los tuyos no podría ni percatarse de mi presencia aunque estuviera en frente de él. Estaba fusionado con la luz y en el Plano Sagrado no tienes poder alguno. Lo del hechizo bloqueador, un mero señuelo… Pero vosotros dos no decaigáis, no había posibilidad de que me encontrarais, así al menos os he entretenido la espera.

-Entonces sí eres un Asceta. Y ya que no tienes peligro con nosotros atrapados… ¿Te importa mostrarte ante tus presas?

-¿No te ha dejado clara mi superioridad la trampa de antes? – le preguntó entre risas –. Si me mostrara, ante el más mínimo contacto ocular con tu amigo el Profano, podría caer víctima de una de sus mil y una maldiciones. Soy un Asceta, podría disipar sus hechizos, pero este ocultismo es de mayor garantía.

No era como los otros hechiceros a los que se habían enfrentado, y dado que ya conocía a dos de ellos por su título de Gran Brujo, la única posibilidad de Hex y Luzbel barajaban era que o bien era uno de los Brujos que otrora era un Mago maestro en la magia sagrada, o estaba contactando con alguno de los aprendices. Eran sólo días los que habían transcurrido desde que habían formado el Consejo, y eso hacía casi improbable que el Asceta perteneciera a la Tierra. Sin embargo, si Ignis había empleado una esfera que le permitía regresar, podría ocurrir al revés y que alguien, usando algún instrumento parecido, viajara hasta aquí. Era improbable que la raza del Asceta fuera humana, pero aún era más imposible que fuera un demonio.

Dejando eso a un lado, al menos no iba a matarles de momento. Lo único que podían hacer ahora mismo era compartir toda la información con Nexus e Inanis, tal vez ellos tuvieran una nueva teoría o hubieran visto algo extraño durante la ida a por los aprendices de los otros Grandes Brujos. Intentaron, mediante susurros, hallar alguna forma de escapar. Hacer un muro de defensa mientras Nexus creaba el portal no era posible, el Asceta había sido listo, esas barreras de luz no eran simples barrotes de una cárcel, sino que anularían todo uso de magia negra, la cual emplea todo Brujo. La única opción era idear algo que anulara su magia sacra o directamente le matara.

Fue cuando Inanis preguntó a Nexus si era capaz de invocar el Puñal Omnipresente en cualquier lugar, aunque se hallara en otra Dimensión. Ante su respuesta afirmativa ella le arrebató el puñal y con una cadena mágica lo ató a su Puñal Ignoto. Seguidamente imbuyó de maná su puñal y lo lanzó hacia el Asceta. Todos se quedaron sin palabras pensando que era una ofensiva sinsentido y sin estrategia alguna. Pero pronto sabrían que la agilidad mental de Inanis era más fascinante de lo que creían.

Con el poder del vacío, así como los agujeros negros devoran la luz, el Puñal Ignoto atravesó sin dificultad alguna el muro de luz e impactó en el Asceta. Como era de esperar, eso debilitó su concentración y los muros se atenuaron permitiendo un uso más potente de la magia negra, lo suficiente como para que Nexus creara el portal. Sin embargo, para ello necesitaba su puñal, y este estaba atado al de Inanis, en el pecho del Asceta.

Inanis insistió en que empezara a canalizar la creación del portal, pues el poder arcano del Puñal Agónico y el Puñal Poseído podrían otorgarle la energía que necesitaba. Y estaba en lo cierto. Sin otra alternativa Hex y Luzbel potenciaron sus puñales y se los dieron a Nexus. Inanis, mientras tanto, seguía transmitiendo magia a su puñal para que el Asceta tardara más en levantar nuevamente los muros.

Dos minutos después el portal se abrió. Primero entraron los aprendices, luego Nexus y Hex. Cuando era el turno de Luzbel, este se paró en seco queriendo acercarse antes al Asceta para ver su aspecto, pero Inanis le imperó que entrase ya que apenas le quedaban fuerzas para seguir manteniéndolo en el suelo. El Lengua Vil no insistió, ya regresaría para tener un enfrentamiento digno. Por último ella entró y el portal se cerró.

El viaje no duró mucho y enseguida aterrizaron en unos terrenos áridos, unas vastas llanuras donde el único sonido que se oía era el soplar del viento. Eso… y el choque de placas de metal.

No habían cambiado mucho la situación. Aparecieron rodeados por cientos de soldados que les apuntaban con el filo de la espada al cuello. Ni siquiera el más veloz de los hechizos podría evitar que les rebanaran la cabeza. Y repentinamente, de entre la multitud, una voz fuerte se escuchó.

-¡Nada de piedad! Ante el más mínimo movimiento, ante el mínimo contacto visual sospechoso, ante cualquier palabra que ellos reciten, les cortáis a todos la cabeza. Recordad que no estáis tratando con personas normales… son hechiceros.

Nexus observó los alrededores y en la lejanía pudo ver a Ignis y a Tenebra, estaban quietos, sin ataduras, expectantes. ¿Serían de verdad traidores? Ni en sus miradas había pena ni remordimiento. La esfera que usó Ignis ya había abierto muchas dudas entre los Brujos, pero Nexus se negó a creerlo, aunque ahora, viendo la situación, únicamente podía agachar la cabeza, decepcionado.

Poco a poco, mientras aguardaban a que el posible líder de esos soldados se abriera paso hasta llegar a los Brujos para dar la orden de ejecución, muchos de ellos fueron dándose cuenta de que los dos Grandes Brujos desaparecidos se encontraban allí. Se mordían los labios, impotentes, sin poder gritarles.

En cuestión de segundos, el número de hechiceros terrícolas se reduciría drásticamente. Cada vez los pasos del líder se aproximaban y ya se veía asomar entre las cabezas del pelotón el gran mango de la espada que reposaba en su espalda, enfundada. Sin embargo, justo antes de llegar a los apresados Nexus vio que a los pies de los soldados se estaban arremolinando sombras. Le parecía imposible, miró a Tenebra y sus sospechas se cumplieron. Con los brazos alzados, ella estaba invocando todas esas sombras. Y nada más se formaron bajo cada soldado, a una velocidad vertiginosa surgieron hebras que se amarraron en las espadas y brazos de ellos impidiéndoles el manejo del arma. Justo después, Ignis conjuró una potente lluvia ígnea que abrasó sin tiempo de respuesta a todos.

-¿¡Se puede saber qué es esto!?

El único superviviente, aparte de los Brujos, fue el líder, al que ahora, estando el resto de soldados en el suelo, muertos, sí se le pudo reconocer. Todo su rostro y su pecho, el cual estaba al descubierto, se encontraba inundado de gruesas cicatrices azules. En cuanto Inanis alzó la cabeza y le vio, no pudo evitar sobrecogerse.

-No puede ser… Entonces la leyenda era cierta…

-¿Qué leyenda, hermana?

-A juzgar por sus marcas, ese debe ser Androk el Descuajeringador. Perteneció a la última casta de Bárbaros, los Descuajeringadores. Como ya sabéis, estos eran los únicos luchadores cuerpo a cuerpo que no huyeron cuando los hechiceros iniciaron la Guerra de los Arcanos. Por supuesto estaban en contra de la magia, pero, irremediablemente, los residuos de maná se adhirieron a sus cuerpos dotándoles de una fuerza y resistencia descomunales. Los pueblos, atemorizados ante su creciente poder, decidieron acabar con ellos. Los Magos más poderosos del momento crearon bombas de energía pura que evaporarían toda materia que se encontraran en el radio de la explosión. Fueron lanzándoles una por una en las casas donde residían. Fue una masacre… Pero se dice que un Descuajeringador joven sobrevivió. Tenía tanto maná en su cuerpo que la explosión sólo le provocó cientos de heridas no mortales. Dichas heridas albergaron un poder increíble en su interior con el cual ningún hechizo podría dañarle. Y si esto es cierto y el Bárbaro que hay delante es Androk… Creo que la muerte de su ejército no ha servido de mucho.

-Preciosa biografía, Inanis, déjame escribir las últimas líneas… ¡con tu sangre!

Era la segunda persona que conocía a alguien del Consejo. Definitivamente había alguien compartiendo información. Por su parte, Androk, nada más terminar la frase, desenfundó su espada y arremetió contra la Abisálica. Ella creó una barrera de vacío para evitar el ataque. Lo logró, pero no como esperaba, la barrera se quebró y desencadenó una violenta explosión esparciendo a todos los Brujos por el terreno.

Tenebra, por medio de garras sombrías, arrastró a todos al lugar donde ella e Ignis se encontraban. Mientras, Ignis, encerró a Androk en una cúpula flamígera. Sabía que no le encerraría durante mucho tiempo, pero el suficiente para dar ciertas explicaciones.

-Como habréis pensado todos, por no decir la mayoría, no, no somos traidores. Hemos regresado a la Tierra porque un demonio Clarividente que pasaba por el Bosque, ya nosotros libres de Shan, supo que éramos del Consejo. Él nos avisó de que en nuestro Plano de origen se estaba formando un pelotón de asalto para darnos caza en el que se encontraban algunos poderosos hechiceros, como el Ilusionista que nos hizo retrasar el viaje.

-Él nos dio una esfera mágica – prosiguió Ignis –. Con ella nos aseguró que iríamos a un punto cercano del sitio donde se encontraba dicho ejército. Lo que no nos esperábamos era que íbamos a aparecer justo a su lado, sin más opción que fingir rendición. Nos reconocieron enseguida, y claramente hubiéramos muerto si no llega a ser porque conseguimos convencerles para que nos dejaran vivos a cambio de traer al resto de Brujos. Por suerte, la decisión de no buscaros para viajar juntos a la Tierra nos había salvado la vida.

-Y conociéndoos, era cuestión de tiempo que vinierais a buscarnos. Por esa razón ignoramos a Inanis y a Hex, para que la intriga acelerara el proceso. En cuanto os tenían atrapados, sólo tuvimos que esperar a que todos nos dieran la espalda para ejecutar el plan. No obstante, parece que el líder ha sobrevivido, y por lo que has contado, Inanis, no hay otra opción que escapar.

-Sí… al final, por desgaste, acabaría matándonos. Me fastidia que seamos mayoría y aun así no tengamos posibilidades…

Como ya sabía Ignis, la cúpula acabó por romperse. Nexus invocó rápidamente su Puñal Omnipresente, atado aún al de Inanis, este se lo entregó a ella y con el suyo, con suma celeridad, invocó un portal que les trasladaría lo suficientemente lejos como para que Androk no les encontrase.

Todo salió a la perfección, aunque algunos acabaron mareados. No era muy recomendable viajar a través de portales durante mucho tiempo, y recientemente ya habían viajado en uno. Ya sanos y salvos, Luzbel quiso saber más acerca de ese Clarividente.

-Oye, Tenebra, ¿por casualidad el demonio que os dio la esfera os dijo su nombre?

-Eh… sí. Creo recordar que se llamaba… Um… Tathis Portaluz. ¿Por qué?

-¿Y os mostró el rostro?

-Ahora que lo mencionas, no. No pudimos verle.

-Genial, tanto en un Plano como en otro nos quieren ver muertos…

Tenebra no entendió la última frase de Luzbel. Él les contó a Ignis y a ella todo lo ocurrido hasta que consiguieron crear un portal de regreso. Esas dos preguntas dejaban claro que el Asceta les había dado la esfera con la intención de matarles. No había sido un simple error que aparecieran justo en frente de los soldados de Androk. Dividiendo a los Brujos entre un Plano y el otro era mucho más sencillo el acabar con ellos. No podía saber aún si era realmente el primer demonio Asceta o Tenebra lo aseguraba por residir en el Plano Demoníaco, pues al fin y al cabo no le habían visto la cara. Pero una cosa estaba clara… Tathis y Androk, Luz y Sangre, eran aliados.

E iban a por ellos.

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