-Vayamos por partes. ¿Por qué desde que hemos sido
imbuidos con maná demoníaco nos quiere ver tanta gente durmiendo en un
camposanto?

-Tal vez yo pueda responder a ello…
Por primera vez Nexus mostraba un rostro
que rezumaba preocupación. Se mordía sus labios y tragaba saliva sin parar.
Ahora mismo tenía la inquietud de uno de los aprendices. Antes de contestar,
ya que necesitaba calmarse, hizo una breve pausa, la cual impacientó a Inanis y
a Ignis, que ansiaban cualquier cosa que respondiera a la incógnita de las
razones de la actitud hostil de Tathis y Androk.
-Supongo que muchos, por no decir todos, os habréis
preguntado por qué os convoqué y compartí con vosotros aquella fuente que nos
alzó como los Brujos que somos. Puede que pensaseis que era por un mero motivo
de la unión hace la fuerza. Puede que creyeseis que os usaba como experimentos
antes de imbuirme a mí mismo con el maná. Pero la verdadera razón es otra…
Ignis –dijo mientras giraba su mirada hacia él –,
sabes que antes de separarnos en la Guerra de los Arcanos, desaparecí
misteriosamente y a las pocas semanas regresé. Durante ese tiempo aparentemente
corto tuve más vivencias de las que pude tener a lo largo de un año
medianamente tranquilo.
-Hermano, ve al grano, por favor, porque estás
empezando a asustarme.
-Muy bien. Lo contaré desde el principio. En esa
época era un Mago de Retaguardia. Irónicamente era el comandante del pelotón de
invocación, así que mis hombres y yo nos encargábamos de vigilar el frente,
trayendo por un gran portal de inmediato a los heridos graves, además de traer
refuerzos en un santiamén. Sin embargo, tras un nefasto periodo de batallas
perdidas contra el ejército dirigido por Hex…
Justo en ese momento Mal Fario no pudo
evitar mirar para otro lado con una ligera mueca risueña.
-…decidí buscar nuevas fuentes de poder. Sabía que
no tenía el suficiente potencial para mejorar mi escaso repertorio de conjuros
ofensivos. No obstante, en contraposición, mis conocimientos tanto en defensa
como en invocación eran brillantes. Y ya sabemos que hasta con imaginación una
hoja puede ser letal. Simplemente tendría que buscar al hechicero adecuado que
reforzara mis puntos fuertes y redujera los débiles. A sabiendas de que existía
en mi pelotón un Mago de Retaguardia casi tan poderoso como yo, no habría
problema si abandonaba la Guerra por unos días. Aunque claro, no podía
dirigirme al Maestro de Batalla y decir que me tomaba unas “vacaciones”,
tendría que desaparecer sin dejar rastro alguno. Recogí lo poco que tenía en
una faltriquera, preparé las runas de invocación para adelantar el trabajo del
día siguiente en la batalla, y me marché cuando la oscuridad devoraba todo
resquicio de luz…
Todo comienza aquí.
Nexus echó un último vistazo al
campamento antes de partir, desde la lejanía contemplaba las llamas de la
antorchas ondeando y el campo violeta de contención arcana, para evitar
emboscadas nocturnas. Tras una pausa para la meditación, creó un portal y viajó
hasta el Puerto del Comercio.
El dinero no le sonreía, pero tenía las
suficientes monedas de oro como para pagar a una pequeña tripulación para que
le llevaran a Las Tierras Exánimes, un archipiélago norteño donde le contaron
que se encontraba el último de los Trece, un grupo de Magos veteranos que
otrora se encargaron de redirigir los flujos de maná para que alcanzaran
cualquier parte del mundo. Por fortuna el capitán del navío que le llevaría le
conocía, pues su hermano era aprendiz de Mago de Retaguardia y algunas veces
había visitado los campos de batalla para analizar las facultades mágicas de
los más expertos. Gracias a ello, no sólo le acompañarían en el viaje, sino que
también le escoltarían hasta dar con Kami Vista Oscura, Mago de los Trece.
De entre la tripulación, uno de ellos
destacaba. Uno que siempre se mantenía alejado del resto y con asiduidad
extraía de su bolsillo un pequeño saco de terciopelo rojo del que sacaba dos esferas
brillantes con las que jugaba.
Nexus sintió curiosidad y preguntó al
capitán, Rek Garfio de Oro, por qué se comportaba de tal forma aquel grumete.
Este le respondió que realmente no pertenecía a la tripulación como tal. Así
como Nexus, él pagó hace tiempo por un viaje, sin embargo nunca llegó a hallar
en las tierras de su destino el objeto que buscaba. Sabía que si no estaba
allí, en algún otro lugar de la Tierra se encontraría. Y, conociendo las ansias
de estos Corsarios por recorrer los mares, a voluntad propia se unió a ellos
sin importarle que no se repartiera el botín con él.
Seguidamente Nexus le preguntó a Rek
sobre su nombre. Contestó enseguida tras una pausa para una carcajada. De
inmediato comprendió la razón: era un Lengua Vil, aquellos viajeros del Plano
Demoniaco. Era, junto con Luzbel, el último en pie de todos los que trajeron
riquezas de dicho Plano. No obstante, así como Luzbel tenía algunos rasgos
demoniacos, este, llamado Pherxilus, solamente poseía un ojo derecho con una
pupila rasgada; lo demás era totalmente humano.
Los días pasaron, y cada vez era más
grande la curiosidad de Nexus. Siempre que Pherxilus se encontraba en la
cubierta estaba toqueteando esas esferas. Al viaje aún le quedaba una semana
aproximadamente, y poco se podía hacer por allí salvo mirar el oleaje o jugar
al machete borracho, que consistía en lanzar un machete, desde varios metros de
distancia, a una jarra de hidromiel. Si lograbas colar el arma, la bebida era
tuya, por el contrario, si fallabas, debías de trazarte un fino corte en el
brazo. Al parecer la tripulación era bastante mala jugando, tal vez porque
antes de empezar ya estaban demasiado ebrios, pero la cuestión era que sus
brazos, ambos, presentaban cientos de cicatrices debidas al juego.
Fuera como fuera, tenía tiempo de sobra
para intentar conversar con Pherxilus.
-Hola, Pherxilus, mi nombre es Nexus. ¿Te gustaría
charlar un poco?
-Me es indiferente…
-Está bien. Oye, ¿aquello que buscas tiene relación
con esas dos esferas de tu mano?
Nada más señaló con la mirada las
esferas, Pherxilus cerró el puño y escondió la mano detrás de él.
-¿Por qué lo preguntas? ¿Conoces el paradero de la
Tercera Joya? –preguntó totalmente nervioso –.
-Desgraciadamente no. Pero soy un Mago especializado en la abertura de portales. Quizás con un poco de información podría concentrarme y enlazar mi alma con esa joya para traerla aquí.
-Desgraciadamente no. Pero soy un Mago especializado en la abertura de portales. Quizás con un poco de información podría concentrarme y enlazar mi alma con esa joya para traerla aquí.

El Lengua Vil rápidamente comenzó su historia. La Tercera Joya pertenecía a las Tres Alhajas, unos objetos encantados que habían emergido de las profundidades de la Tierra tras unos cataclísmicos movimientos tectónicos. Junto con la Primera Perla y el Segundo Orbe, ya en su posesión, sólo le quedaba hallar la última Alhaja para engarzarlas y liberar el potencial del encantamiento. Las propias leyendas sobre estos objetos habían alcanzado el Plano Demoniaco, y fue allí donde oyó hablar por primera vez de las Tres Alhajas. Se decía que quién las juntara recibiría una bendición que le permitiría alcanzar una fuerza devastadora dependiendo del maná que este tuviera en su sangre. Justo por esto, ningún mortal no hechicero podría juntarlas nunca. El poder se liberaría, pero el desdichado no tendría maná alguno en sus venas con que absorberlo y acabaría despedazado. Puede que todo fuera falso, pero esto último no. Aún había minúsculos resquicios de sangre, imposibles de limpiar, de algún antiguo poseedor que logró reunir las Alhajas, pero que, en vez de bendición, recibió una maldición.
Pherxilus no quería el poder por pura
codicia, sino porque como hechicero especializado en la transformación
demoniaca, carente de un alma sana, capaz de sufrir, sin inmutarse, las
quemaduras del mismísimo Infierno, con la bendición de las Tres Alhajas podría
redimir a todos los Lengua Vil que cayeron víctimas de sus metamorfosis y
acabaron muertos. Él había estado confeccionando un hechizo que quebraría su
alma, sin matarle, y traspasaría los fragmentos, mediante una metempsicosis, a
los cadáveres de sus hermanos, ya libres de residuos demoniacos, para
devolverles a la vida. Era un plan ambicioso y pincelado de demencia, pero ante
la desesperación no encontraba otra salida y si, por algún motivo, las Alhajas
no funcionaban, solamente le quedaría vagar hasta morir, ya que su otro único hermano
vivo, Luzbel, se encontraba en situación desconocida.
Con aquella información Nexus no podía
hacer nada por él. No obstante, le sugirió que le acompañara a Las Tierras
Exánimes para hablar con Kami, pues tal vez supiera algo más acerca de la
Tercera Joya.
Pherxilus aceptó y le agradeció la ayuda
con su protección. Ahora sería una especie de guardaespaldas para Nexus. El
resto de la tripulación quedó completamente sorprendida cuando, en los días
siguientes, veían como aquel que antes se mantenía aislado, ahora no paraba de
hablar con un extraño. Rek supuso que esa amistad entre ambos estaba
relacionada con las dos esferas mágicas de Pherxilus. Podría haber saqueado mil
y un botines, pero lo que el Corsario veía inexcusable era el empleo
indiscriminado de magia, y algo le decía que los planes de alguien proveniente del Plano Demoniaco eran de todo
menos bondadosos.
Así que, sin que ninguno de los dos le
viera, usó su Emblema Arcano, un medallón que se les otorgaba a los viajeros
más renombrados para que contactaran con Hechiceros Guardianes si lo requerían.
Garfio de Oro entabló conversación con algún Guardián capaz de hacer frente a
posibles magias oscuras.
Su llamada recibió respuesta de
inmediato. En pocos días llegaría a las costas de Las Tierras Exánimes el apoyo
que había solicitado. Mientras tanto, el Asaltante Marino, barco en el que
iban, se situaba ya a escasos kilómetros del archipiélago. En cuestión de tres
días habrían atracado.
Esas setenta y dos horas estuvieron llenas de
sospechas y alguna que otra paranoia. No pasó mucho tiempo hasta que Nexus supo
que algo iba mal, pues las formas de los Corsarios habían cambiado bruscamente,
notaba falsedad en sus sonrisas, conversaciones más insustanciales y demasiadas
preguntas acerca de Pherxilus, cuando ellos habían estado más meses con él que
Nexus.
Fue de noche cuando alcanzaron las
costas. Tanto él como el Lengua Vil dormían en ese momento, algo crucial para
Rek y su contacto. Con cuidado, los grumetes descolgaron las camas colgantes
donde yacían y los transportaron a los pies del Guardián, que no era otro que
Tathis Portaluz, el Asceta.
Los movimientos sacaron a Nexus del
estado rem. Vagamente escuchaba una conversación. Poco a poco volvía a la
realidad y entonces abrió los ojos. Se encontraba maniatado en un poste de
madera, y a su lado estaba Pherxilus, también atado, despierto, pero
completamente mudo. Cuando se percató de que Nexus se había despertado, aún con
la cabeza agachada y la mirada perdida le respondió.
-Me has traicionado…
A lo que se refería Pherxilus era a que
Tathis le había confiscado la Primera Perla y el Segundo Orbe afirmando que si
de verdad concedían un poder inimaginable, un hereje infectado por magia negra
no tenía derecho alguno de disfrutarlo. Nexus trató de explicar que él no tenía
nada que ver y que el verdadero traidor era Rek y su tripulación, pero él hacía
caso omiso a sus palabras.
Sabiendo que no había manera alguna de
hacerle entrar en razón, optó por dirigirse a Tathis y a Rek y exigir
explicaciones. Tathis rio, mientras que Rek puso una mueca de remordimiento en
su rostro.
-¡Tú, el Asceta! Tienes la obligación de no ocultar
nada. ¿Qué piensas hacer con las Alhajas?
-Oh, realmente nada en especial. Al igual que tú, sé
perfectamente que pronto vendrá el único residente de esta pequeña isla a ver
por qué hay tanto alboroto en la costa. Sí, me refiero a Kami. Pero lo que
desconoces es que posee un aura llamada Rompecabezas. Involuntariamente su maná
se vincula a todo objeto mágico que no esté completo e, instantáneamente, a su
mente llega la ubicación del trozo que falta. Así que, en cuanto se
teletransporte hasta aquí, sólo tendremos que “pedirle por favor” que nos
indique la localización de la Tercera Joya. Con el poder de las Tres Alhajas,
podré ser ascendido a algo más que un simple Guardían, algo más acorde con mis…
cualidades.
-¿Y tú luchas en nombre de la Luz? Tus actos son peores que los de un Nigromante. Mi compañero tan sólo quiere emplear la bendición para revivir a sus hermanos, tú únicamente lo quieres por pura sed de poder. Rek, ¿es que no lo ves? Él sí que lo quiere para una finalidad deleznable. ¡Ayúdame!
Rek se mantuvo en silencio, meditando. Cada vez se avivaba más y más en su interior un sentimiento de engaño. Había sido manipulado por alguien corrompido por la codicia. No podía consentirlo. Alzó el brazo y dio orden de ataque a sus camaradas. Pero desgraciadamente, antes de que pudiera acabar de decir la orden, un látigo de luz había girado alrededor del cuerpo de Tathis y había rebanado a todos por la mitad. Nexus no daba crédito a aquello. Era imposible emplear la magia sacra para tales actos.
-Sí, sí… entiendo tu
sorpresa. Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que de verdad
conocen el funcionamiento de este tipo de magia. Achacáis la Luz con la bondad
y la erradicación de todo lo malo. Sin embargo, la herramienta que mueve mi
maná, como sabrás, es la Fe. Y creo que estarás de acuerdo conmigo en que la Fe
no se basa ni en la ética ni en la moral, simplemente en pura convicción ciega.
Controlo mi mente a mi antojo, y he llegado a autoconvencerme de que mis acciones
alcanzan un fin exento del Mal. Por ello, cualquier cosa que haga, ya sea un
asesinato o un robo, la Luz atenderá a mi llamada y luchará a mi lado… Un poder
tan divino, capaz de moldearse y alienarse. ¿No es maravilloso?
Nexus se había quedado sin palabras.
Nunca jamás se habría imaginado que un Asceta pudiera actuar así por voluntad
propia. Sólo le quedaba la esperanza de que Kami llegara pronto e impartiera
justicia.
Sin embargo, la justicia se volvió en su
contra. Al rato llegó Kami, pero ni siquiera tuvo tiempo para hacer nada. En
cuanto apareció entre el Asceta y los cautivos, Tathis estranguló el cuello de
Kami con un aro sagrado. Una estrategia inteligente, puesto que, aunque los
Trece fueran poderosos, al ser de los hechiceros más antiguos, sus conjuros
requerían de sus potentes voces para ser conjurados, y con la garganta
obstruida, ahora Vista Oscura era tan vulnerable como cualquier otro mortal del
montón.
-Kami, ni se te ocurra mentirme. Puede que no sepas
por qué, pero a tu mente ha venido la imagen de un lugar. Dime ahora mismo qué
has visto y prometo dejarte vivir. Ahora, cesaré de apretarte el cuello y me
prometerás que no harás nada que yo considere amenazador. Al más mínimo
indicio, créeme que acabarás rebanado y ni te darás cuenta. ¿De acuerdo?
Kami echó un breve vistazo a Nexus y a
Pherxilus, volvió a mirar a Tathis y asintió. Lentamente el Asceta fue
aflojando el aro. En cuanto no hubo presión alguna, lo primero que hizo Kami
fue toser descontroladamente. Tras unos segundos, ya recuperado. Explicó que
había visto una de las islas próximas a esta, vio una esfera brillante
enterrada a los pies de un gran árbol carente de hojas, muerto. Tathis
agradeció su colaboración atravesando al Mago con un potente Rayo Sacro
propulsándole varios metros hacia atrás haciéndole impactar contra un tronco
cercano a los postes de Pherxilus y Nexus. Después de eso, el Portaluz hizo
levitar su cuerpo, irradiante de luz, y se marchó a buscar la última Alhaja.
Cuando todo se calmó un poco, Kami
reaccionó a los lamentos de Nexus. Este le tranquilizó asegurando que conocía
perfectamente la situación y que le había mentido acerca de la localización de
la Tercera Joya, ya que tiempo atrás ya la había descubierto él y desde
entonces la llevaba consigo. En sus últimos momentos de vida se concentró e
invocó en su mano las dos Alhajas que había robado Tathis. Pronto se daría
cuenta del hurto, así que el tiempo era valioso en dicha situación.
Se incorporó débilmente y desató a los
dos. Metió la Tercera Joya en el pequeño saco donde se hallaban sus hermanas y
les dijo que tocaran el contenedor a la vez. Tanto Pherxilus como Nexus lo
hicieron sin rechistar. En cuanto la fusión de las Alhajas surtió efecto, ambos
comenzaron a sentir una potente energía subiendo por sus brazos. Al parecer, la
bendición no se le otorgaba tan sólo a una persona, sino a todos los presentes
durante la unión de las tres Alhajas.
Al final Nexus cumplió su cometido.
Había ido a Las Tierras Exánimes en busca de potenciar sus hechizos para
defender a su ejército con la ayuda de Kami e, indirectamente, fue el Mago
quien le concedió el poder necesario. Lo consiguió, así como también logró
ayudar a su compañero.
Vista Oscura, durante el proceso de la
bendición, se quedó sin fuerzas y acabó muriendo por culpa del Rayo Sacro.
Pherxilus y Nexus lo enterraron y se despidieron de él, agradeciendo lo que
había hecho por ellos, pues al final la verdadera bendición había sido su
llegada. Sin él nunca habrían dado con la Tercera Joya.
Desafortunadamente, estando a punto de
partir mediante un portal que estaba invocando Nexus, el cual sólo puede
conducir a lugares que el taumaturgo ha visitado previamente, Tathis apareció
repentinamente ocasionando una fuerte Nova de Luz que interrumpió el conjuro y
lanzó por los aires al Lengua Vil y al Mago de Retaguardia.
-¿Qué es eso que percibo? Esa energía remanente…
¡Así que habéis usado las Alhajas! Muy astutos, pero aún puedo mataros con un
único golpe. Así que, si no queréis acabar como Kami, dejadme a mí recibir la
bendición.
-Llegas tarde, Asceta. ¿No sabes que una vez
ungidas, las Alhajas se destruyen y su magia vuela libre hasta dar lugar con
tres elementos similares esparcidos por la Tierra? Si de verdad ansías poder,
déjanos en paz y vete a buscar las esferas.
Sin apenas mostrar aparente
enfurecimiento, Tathis encadenó con aros de luz los pies de ambos. Seguidamente
se dispuso a canalizar un potente hechizo llamado Pacificador. Nexus lo había
visto varias veces en algunas escaramuzas. Tras la batalla se acercaba un
Asceta o un Cruzado neutral y se ponía en el centro del terreno para pacificar la
zona. Una enorme explosión sacra barría el lugar y consumía todo, incluso los
cadáveres, dejando únicamente un terreno llano y al conjurador. La única
desventaja de un Pacificador era que tardaba un par de minutos en ser evocado.
Nexus tendría tiempo de crear un portal suficientemente amplio para que él y
Pherxilus pudiera acceder, pero las cadenas de sus pies, más fuertes que la
absorción del portal, amputarían sus extremidades inferiores. La única
alternativa de escape era el Teletransporte, pero no quería dejar a su
compañero frente a una muerte segura. Justo en ese momento, desesperado,
Prexilus habló.
-Nexus, si eso es un Pacificador no me queda otra
que poner en práctica la Transferencia de Alma. Te mentí, no sólo puedo resucitar a los de mi sangre, sino que, aquel que no tenga parentesco alguno
conmigo, será poseído. Sé que es un hechizo prohibido, la manipulación mágica
es tabú, pero prefiero morir intentando poner algún remedio. Si algo sale mal,
tienes mi permiso para que te teletransportes, sin rencores.
Nexus no tuvo tiempo ni para replicar.
De inmediato, del pechó de Pherxilus emergió un fragmento cristalizado morado
de su alma. Aprovechando la concentración de Tathis, lo lanzó con fuerza contra
su tórax y la canalización del Pacificador paró en seco. Lo había conseguido,
ahora el Lengua Vil tenía total control sobre el cuerpo del Asceta y Pherxilus
sabía perfectamente qué hacer. La espada que tenía envainada en su cintura
sería suficiente para atravesarle el corazón.
Pero, ¿de verdad lo había conseguido? En
absoluto, ya lo había dicho Tathis, todo radica en una convicción ciega. Se dejó
morir y esperó a que el fragmento de alma, ahora bañado en luz y, por tanto,
impregnado de la esencia de Tathis, regresara al cuerpo de Pherxilus. Fue
entonces cuando la magia sacra estalló en su interior y el Asceta “resucitó”.
El fragmento contenía por completo el alma de Tathis. El intento de
manipulación del Lengua Vil era perfecto para él, pues así podría tomar un
cuerpo bendecido por las Tres Alhajas sin tener que emprender la tediosa tarea
de buscarlas de nuevo.
El cuerpo seguía siendo el de Pherxilus,
pero Nexus se percató de la luz que emanaba de sus ojos. Algo iba mal. Ni
siquiera las ataduras se habían roto, y ningún hechizo puede prevalecer estando
su conjurador muerto. El Portaluz intentó fingir que no había ocurrido nada,
pero Nexus fue rápido y comenzó, con suma velocidad, a preparar su
Teletransporte.
Tathis no pudo evitarlo de ningún modo.
La forma corpórea de Nexus se desvaneció, aunque antes de desaparecer en su
totalidad de Las Tierras Exánimes, pudo escuchar una amenaza.
-Con este cuerpo se me ha abierto un abanico de
posibilidades, pero estando tú vivo, sabiendo la verdad, me obstaculizas todo.
Puedes huir, Nexus, pero pronto te encontraré…
Nexus concluía con la historia.
-Aquellas palabras me
provocaron escalofríos. Un semidemonio capaz de manipular la Luz. Juré dar
descanso a tu hermano, Luzbel, aunque solo no podría conseguir nada. Pasó el
tiempo y el Pacto de la prohibición de la magia me pilló de improvisto. Me
quedaba sin ayuda, así que busqué a los pocos proscritos que aún tenían maná en
sus venas y los convoqué. Me refiero a vosotros. Y cuando Luzbel se presentó
ante nosotros un camino de esperanza apareció.
-Así que el hermano que creía vivo, realmente no lo
está…

-Tal vez… yo pueda responder a eso.
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