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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 13 de octubre de 2013

El Consejo de los Seis Puñales: Supervivencia [10]

-Vayamos por partes. ¿Por qué desde que hemos sido imbuidos con maná demoníaco nos quiere ver tanta gente durmiendo en un camposanto?

-Buena pregunta. Lo de Shan se llegaba a entender… Parece que el aura de estos Puñales es más poderosa de lo que aparenta. Pero, ¿y estos dos, y el Ilusionista y su ejército? ¿Cómo es posible que tanta gente ya conozca nuestra existencia, nuestro potencial?  Si ni siquiera ha transcurrido un mes desde nuestra conversión.

-Tal vez yo pueda responder a ello…

Por primera vez Nexus mostraba un rostro que rezumaba preocupación. Se mordía sus labios y tragaba saliva sin parar. Ahora mismo tenía la inquietud de uno de los aprendices. Antes de contestar, ya que necesitaba calmarse, hizo una breve pausa, la cual impacientó a Inanis y a Ignis, que ansiaban cualquier cosa que respondiera a la incógnita de las razones de la actitud hostil de Tathis y Androk.

-Supongo que muchos, por no decir todos, os habréis preguntado por qué os convoqué y compartí con vosotros aquella fuente que nos alzó como los Brujos que somos. Puede que pensaseis que era por un mero motivo de la unión hace la fuerza. Puede que creyeseis que os usaba como experimentos antes de imbuirme a mí mismo con el maná. Pero la verdadera razón es otra… Ignis –dijo mientras giraba su mirada hacia él –, sabes que antes de separarnos en la Guerra de los Arcanos, desaparecí misteriosamente y a las pocas semanas regresé. Durante ese tiempo aparentemente corto tuve más vivencias de las que pude tener a lo largo de un año medianamente tranquilo.

-Hermano, ve al grano, por favor, porque estás empezando a asustarme.

-Muy bien. Lo contaré desde el principio. En esa época era un Mago de Retaguardia. Irónicamente era el comandante del pelotón de invocación, así que mis hombres y yo nos encargábamos de vigilar el frente, trayendo por un gran portal de inmediato a los heridos graves, además de traer refuerzos en un santiamén. Sin embargo, tras un nefasto periodo de batallas perdidas contra el ejército dirigido por Hex…

Justo en ese momento Mal Fario no pudo evitar mirar para otro lado con una ligera mueca risueña.

-…decidí buscar nuevas fuentes de poder. Sabía que no tenía el suficiente potencial para mejorar mi escaso repertorio de conjuros ofensivos. No obstante, en contraposición, mis conocimientos tanto en defensa como en invocación eran brillantes. Y ya sabemos que hasta con imaginación una hoja puede ser letal. Simplemente tendría que buscar al hechicero adecuado que reforzara mis puntos fuertes y redujera los débiles. A sabiendas de que existía en mi pelotón un Mago de Retaguardia casi tan poderoso como yo, no habría problema si abandonaba la Guerra por unos días. Aunque claro, no podía dirigirme al Maestro de Batalla y decir que me tomaba unas “vacaciones”, tendría que desaparecer sin dejar rastro alguno. Recogí lo poco que tenía en una faltriquera, preparé las runas de invocación para adelantar el trabajo del día siguiente en la batalla, y me marché cuando la oscuridad devoraba todo resquicio de luz…

Todo comienza aquí.

Nexus echó un último vistazo al campamento antes de partir, desde la lejanía contemplaba las llamas de la antorchas ondeando y el campo violeta de contención arcana, para evitar emboscadas nocturnas. Tras una pausa para la meditación, creó un portal y viajó hasta el Puerto del Comercio.

El dinero no le sonreía, pero tenía las suficientes monedas de oro como para pagar a una pequeña tripulación para que le llevaran a Las Tierras Exánimes, un archipiélago norteño donde le contaron que se encontraba el último de los Trece, un grupo de Magos veteranos que otrora se encargaron de redirigir los flujos de maná para que alcanzaran cualquier parte del mundo. Por fortuna el capitán del navío que le llevaría le conocía, pues su hermano era aprendiz de Mago de Retaguardia y algunas veces había visitado los campos de batalla para analizar las facultades mágicas de los más expertos. Gracias a ello, no sólo le acompañarían en el viaje, sino que también le escoltarían hasta dar con Kami Vista Oscura, Mago de los Trece.

De entre la tripulación, uno de ellos destacaba. Uno que siempre se mantenía alejado del resto y con asiduidad extraía de su bolsillo un pequeño saco de terciopelo rojo del que sacaba dos esferas brillantes con las que jugaba.

Nexus sintió curiosidad y preguntó al capitán, Rek Garfio de Oro, por qué se comportaba de tal forma aquel grumete. Este le respondió que realmente no pertenecía a la tripulación como tal. Así como Nexus, él pagó hace tiempo por un viaje, sin embargo nunca llegó a hallar en las tierras de su destino el objeto que buscaba. Sabía que si no estaba allí, en algún otro lugar de la Tierra se encontraría. Y, conociendo las ansias de estos Corsarios por recorrer los mares, a voluntad propia se unió a ellos sin importarle que no se repartiera el botín con él.

Seguidamente Nexus le preguntó a Rek sobre su nombre. Contestó enseguida tras una pausa para una carcajada. De inmediato comprendió la razón: era un Lengua Vil, aquellos viajeros del Plano Demoniaco. Era, junto con Luzbel, el último en pie de todos los que trajeron riquezas de dicho Plano. No obstante, así como Luzbel tenía algunos rasgos demoniacos, este, llamado Pherxilus, solamente poseía un ojo derecho con una pupila rasgada; lo demás era totalmente humano.

Los días pasaron, y cada vez era más grande la curiosidad de Nexus. Siempre que Pherxilus se encontraba en la cubierta estaba toqueteando esas esferas. Al viaje aún le quedaba una semana aproximadamente, y poco se podía hacer por allí salvo mirar el oleaje o jugar al machete borracho, que consistía en lanzar un machete, desde varios metros de distancia, a una jarra de hidromiel. Si lograbas colar el arma, la bebida era tuya, por el contrario, si fallabas, debías de trazarte un fino corte en el brazo. Al parecer la tripulación era bastante mala jugando, tal vez porque antes de empezar ya estaban demasiado ebrios, pero la cuestión era que sus brazos, ambos, presentaban cientos de cicatrices debidas al juego.

Fuera como fuera, tenía tiempo de sobra para intentar conversar con Pherxilus.

-Hola, Pherxilus, mi nombre es Nexus. ¿Te gustaría charlar un poco?

-Me es indiferente…

-Está bien. Oye, ¿aquello que buscas tiene relación con esas dos esferas de tu mano?

Nada más señaló con la mirada las esferas, Pherxilus cerró el puño y escondió la mano detrás de él.

-¿Por qué lo preguntas? ¿Conoces el paradero de la Tercera Joya? –preguntó totalmente nervioso –.

-Desgraciadamente no. Pero soy un Mago especializado en la abertura de portales. Quizás con un poco de información podría concentrarme y enlazar mi alma con esa joya para traerla aquí.

Pherxilus no cabía de su asombro. Sus ojos brillaban como si estuviera contemplando frente a él a una deidad. Se arrodilló y, aún un poco incrédulo pero esperanzado, suplicó que le ayudara. Nexus aceptó encantado, no sin antes reiterar que necesitaba más información acerca de dichas esferas.


El Lengua Vil rápidamente comenzó su historia. La Tercera Joya pertenecía a las Tres Alhajas, unos objetos encantados que habían emergido de las profundidades de la Tierra tras unos cataclísmicos movimientos tectónicos. Junto con la Primera Perla y el Segundo Orbe, ya en su posesión, sólo le quedaba hallar la última Alhaja para engarzarlas y liberar el potencial del encantamiento. Las propias leyendas sobre estos objetos habían alcanzado el Plano Demoniaco, y fue allí donde oyó hablar por primera vez de las Tres Alhajas. Se decía que quién las juntara recibiría una bendición que le permitiría alcanzar una fuerza devastadora dependiendo del maná que este tuviera en su sangre. Justo por esto, ningún mortal no hechicero podría juntarlas nunca. El poder se liberaría, pero el desdichado no tendría maná alguno en sus venas con que absorberlo y acabaría despedazado. Puede que todo fuera falso, pero esto último no. Aún había minúsculos resquicios de sangre, imposibles de limpiar, de algún antiguo poseedor que logró reunir las Alhajas, pero que, en vez de bendición, recibió una maldición.

Pherxilus no quería el poder por pura codicia, sino porque como hechicero especializado en la transformación demoniaca, carente de un alma sana, capaz de sufrir, sin inmutarse, las quemaduras del mismísimo Infierno, con la bendición de las Tres Alhajas podría redimir a todos los Lengua Vil que cayeron víctimas de sus metamorfosis y acabaron muertos. Él había estado confeccionando un hechizo que quebraría su alma, sin matarle, y traspasaría los fragmentos, mediante una metempsicosis, a los cadáveres de sus hermanos, ya libres de residuos demoniacos, para devolverles a la vida. Era un plan ambicioso y pincelado de demencia, pero ante la desesperación no encontraba otra salida y si, por algún motivo, las Alhajas no funcionaban, solamente le quedaría vagar hasta morir, ya que su otro único hermano vivo, Luzbel, se encontraba en situación desconocida.

Con aquella información Nexus no podía hacer nada por él. No obstante, le sugirió que le acompañara a Las Tierras Exánimes para hablar con Kami, pues tal vez supiera algo más acerca de la Tercera Joya.

Pherxilus aceptó y le agradeció la ayuda con su protección. Ahora sería una especie de guardaespaldas para Nexus. El resto de la tripulación quedó completamente sorprendida cuando, en los días siguientes, veían como aquel que antes se mantenía aislado, ahora no paraba de hablar con un extraño. Rek supuso que esa amistad entre ambos estaba relacionada con las dos esferas mágicas de Pherxilus. Podría haber saqueado mil y un botines, pero lo que el Corsario veía inexcusable era el empleo indiscriminado de magia, y algo le decía que los planes de alguien  proveniente del Plano Demoniaco eran de todo menos bondadosos.

Así que, sin que ninguno de los dos le viera, usó su Emblema Arcano, un medallón que se les otorgaba a los viajeros más renombrados para que contactaran con Hechiceros Guardianes si lo requerían. Garfio de Oro entabló conversación con algún Guardián capaz de hacer frente a posibles magias oscuras.

Su llamada recibió respuesta de inmediato. En pocos días llegaría a las costas de Las Tierras Exánimes el apoyo que había solicitado. Mientras tanto, el Asaltante Marino, barco en el que iban, se situaba ya a escasos kilómetros del archipiélago. En cuestión de tres días habrían atracado.

Esas setenta y dos horas estuvieron llenas de sospechas y alguna que otra paranoia. No pasó mucho tiempo hasta que Nexus supo que algo iba mal, pues las formas de los Corsarios habían cambiado bruscamente, notaba falsedad en sus sonrisas, conversaciones más insustanciales y demasiadas preguntas acerca de Pherxilus, cuando ellos habían estado más meses con él que Nexus.

Fue de noche cuando alcanzaron las costas. Tanto él como el Lengua Vil dormían en ese momento, algo crucial para Rek y su contacto. Con cuidado, los grumetes descolgaron las camas colgantes donde yacían y los transportaron a los pies del Guardián, que no era otro que Tathis Portaluz, el Asceta.

Los movimientos sacaron a Nexus del estado rem. Vagamente escuchaba una conversación. Poco a poco volvía a la realidad y entonces abrió los ojos. Se encontraba maniatado en un poste de madera, y a su lado estaba Pherxilus, también atado, despierto, pero completamente mudo. Cuando se percató de que Nexus se había despertado, aún con la cabeza agachada y la mirada perdida le respondió.

-Me has traicionado…

A lo que se refería Pherxilus era a que Tathis le había confiscado la Primera Perla y el Segundo Orbe afirmando que si de verdad concedían un poder inimaginable, un hereje infectado por magia negra no tenía derecho alguno de disfrutarlo. Nexus trató de explicar que él no tenía nada que ver y que el verdadero traidor era Rek y su tripulación, pero él hacía caso omiso a sus palabras.

Sabiendo que no había manera alguna de hacerle entrar en razón, optó por dirigirse a Tathis y a Rek y exigir explicaciones. Tathis rio, mientras que Rek puso una mueca de remordimiento en su rostro.

-¡Tú, el Asceta! Tienes la obligación de no ocultar nada. ¿Qué piensas hacer con las Alhajas?

-Oh, realmente nada en especial. Al igual que tú, sé perfectamente que pronto vendrá el único residente de esta pequeña isla a ver por qué hay tanto alboroto en la costa. Sí, me refiero a Kami. Pero lo que desconoces es que posee un aura llamada Rompecabezas. Involuntariamente su maná se vincula a todo objeto mágico que no esté completo e, instantáneamente, a su mente llega la ubicación del trozo que falta. Así que, en cuanto se teletransporte hasta aquí, sólo tendremos que “pedirle por favor” que nos indique la localización de la Tercera Joya. Con el poder de las Tres Alhajas, podré ser ascendido a algo más que un simple Guardían, algo más acorde con mis… cualidades.


-¿Y tú luchas en nombre de la Luz? Tus actos son peores que los de un Nigromante. Mi compañero tan sólo quiere emplear la bendición para revivir a sus hermanos, tú únicamente lo quieres por pura sed de poder. Rek, ¿es que no lo ves? Él sí que lo quiere para una finalidad deleznable. ¡Ayúdame!


Rek se mantuvo en silencio, meditando. Cada vez se avivaba más y más en su interior un sentimiento de engaño. Había sido manipulado por alguien corrompido por la codicia. No podía consentirlo. Alzó el brazo y dio orden de ataque a sus camaradas. Pero desgraciadamente, antes de que pudiera acabar de decir la orden, un látigo de luz había girado alrededor del cuerpo de Tathis y había rebanado a todos por la mitad. Nexus no daba crédito a aquello. Era imposible emplear la magia sacra para tales actos.

-Sí, sí… entiendo tu sorpresa. Se pueden contar con los dedos de una mano las personas que de verdad conocen el funcionamiento de este tipo de magia. Achacáis la Luz con la bondad y la erradicación de todo lo malo. Sin embargo, la herramienta que mueve mi maná, como sabrás, es la Fe. Y creo que estarás de acuerdo conmigo en que la Fe no se basa ni en la ética ni en la moral, simplemente en pura convicción ciega. Controlo mi mente a mi antojo, y he llegado a autoconvencerme de que mis acciones alcanzan un fin exento del Mal. Por ello, cualquier cosa que haga, ya sea un asesinato o un robo, la Luz atenderá a mi llamada y luchará a mi lado… Un poder tan divino, capaz de moldearse y alienarse. ¿No es maravilloso?

Nexus se había quedado sin palabras. Nunca jamás se habría imaginado que un Asceta pudiera actuar así por voluntad propia. Sólo le quedaba la esperanza de que Kami llegara pronto e impartiera justicia.

Sin embargo, la justicia se volvió en su contra. Al rato llegó Kami, pero ni siquiera tuvo tiempo para hacer nada. En cuanto apareció entre el Asceta y los cautivos, Tathis estranguló el cuello de Kami con un aro sagrado. Una estrategia inteligente, puesto que, aunque los Trece fueran poderosos, al ser de los hechiceros más antiguos, sus conjuros requerían de sus potentes voces para ser conjurados, y con la garganta obstruida, ahora Vista Oscura era tan vulnerable como cualquier otro mortal del montón.

-Kami, ni se te ocurra mentirme. Puede que no sepas por qué, pero a tu mente ha venido la imagen de un lugar. Dime ahora mismo qué has visto y prometo dejarte vivir. Ahora, cesaré de apretarte el cuello y me prometerás que no harás nada que yo considere amenazador. Al más mínimo indicio, créeme que acabarás rebanado y ni te darás cuenta. ¿De acuerdo?

Kami echó un breve vistazo a Nexus y a Pherxilus, volvió a mirar a Tathis y asintió. Lentamente el Asceta fue aflojando el aro. En cuanto no hubo presión alguna, lo primero que hizo Kami fue toser descontroladamente. Tras unos segundos, ya recuperado. Explicó que había visto una de las islas próximas a esta, vio una esfera brillante enterrada a los pies de un gran árbol carente de hojas, muerto. Tathis agradeció su colaboración atravesando al Mago con un potente Rayo Sacro propulsándole varios metros hacia atrás haciéndole impactar contra un tronco cercano a los postes de Pherxilus y Nexus. Después de eso, el Portaluz hizo levitar su cuerpo, irradiante de luz, y se marchó a buscar la última Alhaja.

Cuando todo se calmó un poco, Kami reaccionó a los lamentos de Nexus. Este le tranquilizó asegurando que conocía perfectamente la situación y que le había mentido acerca de la localización de la Tercera Joya, ya que tiempo atrás ya la había descubierto él y desde entonces la llevaba consigo. En sus últimos momentos de vida se concentró e invocó en su mano las dos Alhajas que había robado Tathis. Pronto se daría cuenta del hurto, así que el tiempo era valioso en dicha situación.

Se incorporó débilmente y desató a los dos. Metió la Tercera Joya en el pequeño saco donde se hallaban sus hermanas y les dijo que tocaran el contenedor a la vez. Tanto Pherxilus como Nexus lo hicieron sin rechistar. En cuanto la fusión de las Alhajas surtió efecto, ambos comenzaron a sentir una potente energía subiendo por sus brazos. Al parecer, la bendición no se le otorgaba tan sólo a una persona, sino a todos los presentes durante la unión de las tres Alhajas.

Al final Nexus cumplió su cometido. Había ido a Las Tierras Exánimes en busca de potenciar sus hechizos para defender a su ejército con la ayuda de Kami e, indirectamente, fue el Mago quien le concedió el poder necesario. Lo consiguió, así como también logró ayudar a su compañero.

Vista Oscura, durante el proceso de la bendición, se quedó sin fuerzas y acabó muriendo por culpa del Rayo Sacro. Pherxilus y Nexus lo enterraron y se despidieron de él, agradeciendo lo que había hecho por ellos, pues al final la verdadera bendición había sido su llegada. Sin él nunca habrían dado con la Tercera Joya.

Desafortunadamente, estando a punto de partir mediante un portal que estaba invocando Nexus, el cual sólo puede conducir a lugares que el taumaturgo ha visitado previamente, Tathis apareció repentinamente ocasionando una fuerte Nova de Luz que interrumpió el conjuro y lanzó por los aires al Lengua Vil y al Mago de Retaguardia.

-¿Qué es eso que percibo? Esa energía remanente… ¡Así que habéis usado las Alhajas! Muy astutos, pero aún puedo mataros con un único golpe. Así que, si no queréis acabar como Kami, dejadme a mí recibir la bendición.

-Llegas tarde, Asceta. ¿No sabes que una vez ungidas, las Alhajas se destruyen y su magia vuela libre hasta dar lugar con tres elementos similares esparcidos por la Tierra? Si de verdad ansías poder, déjanos en paz y vete a buscar las esferas.

Sin apenas mostrar aparente enfurecimiento, Tathis encadenó con aros de luz los pies de ambos. Seguidamente se dispuso a canalizar un potente hechizo llamado Pacificador. Nexus lo había visto varias veces en algunas escaramuzas. Tras la batalla se acercaba un Asceta o un Cruzado neutral y se ponía en el centro del terreno para pacificar la zona. Una enorme explosión sacra barría el lugar y consumía todo, incluso los cadáveres, dejando únicamente un terreno llano y al conjurador. La única desventaja de un Pacificador era que tardaba un par de minutos en ser evocado. Nexus tendría tiempo de crear un portal suficientemente amplio para que él y Pherxilus pudiera acceder, pero las cadenas de sus pies, más fuertes que la absorción del portal, amputarían sus extremidades inferiores. La única alternativa de escape era el Teletransporte, pero no quería dejar a su compañero frente a una muerte segura. Justo en ese momento, desesperado, Prexilus habló.

-Nexus, si eso es un Pacificador no me queda otra que poner en práctica la Transferencia de Alma. Te mentí, no sólo puedo resucitar a los de mi sangre, sino que, aquel que no tenga parentesco alguno conmigo, será poseído. Sé que es un hechizo prohibido, la manipulación mágica es tabú, pero prefiero morir intentando poner algún remedio. Si algo sale mal, tienes mi permiso para que te teletransportes, sin rencores.

Nexus no tuvo tiempo ni para replicar. De inmediato, del pechó de Pherxilus emergió un fragmento cristalizado morado de su alma. Aprovechando la concentración de Tathis, lo lanzó con fuerza contra su tórax y la canalización del Pacificador paró en seco. Lo había conseguido, ahora el Lengua Vil tenía total control sobre el cuerpo del Asceta y Pherxilus sabía perfectamente qué hacer. La espada que tenía envainada en su cintura sería suficiente para atravesarle el corazón.

Pero, ¿de verdad lo había conseguido? En absoluto, ya lo había dicho Tathis, todo radica en una convicción ciega. Se dejó morir y esperó a que el fragmento de alma, ahora bañado en luz y, por tanto, impregnado de la esencia de Tathis, regresara al cuerpo de Pherxilus. Fue entonces cuando la magia sacra estalló en su interior y el Asceta “resucitó”. El fragmento contenía por completo el alma de Tathis. El intento de manipulación del Lengua Vil era perfecto para él, pues así podría tomar un cuerpo bendecido por las Tres Alhajas sin tener que emprender la tediosa tarea de buscarlas de nuevo.

El cuerpo seguía siendo el de Pherxilus, pero Nexus se percató de la luz que emanaba de sus ojos. Algo iba mal. Ni siquiera las ataduras se habían roto, y ningún hechizo puede prevalecer estando su conjurador muerto. El Portaluz intentó fingir que no había ocurrido nada, pero Nexus fue rápido y comenzó, con suma velocidad, a preparar su Teletransporte.

Tathis no pudo evitarlo de ningún modo. La forma corpórea de Nexus se desvaneció, aunque antes de desaparecer en su totalidad de Las Tierras Exánimes, pudo escuchar una amenaza.

-Con este cuerpo se me ha abierto un abanico de posibilidades, pero estando tú vivo, sabiendo la verdad, me obstaculizas todo. Puedes huir, Nexus, pero pronto te encontraré…

Nexus concluía con la historia.

­-Aquellas palabras me provocaron escalofríos. Un semidemonio capaz de manipular la Luz. Juré dar descanso a tu hermano, Luzbel, aunque solo no podría conseguir nada. Pasó el tiempo y el Pacto de la prohibición de la magia me pilló de improvisto. Me quedaba sin ayuda, así que busqué a los pocos proscritos que aún tenían maná en sus venas y los convoqué. Me refiero a vosotros. Y cuando Luzbel se presentó ante nosotros un camino de esperanza apareció.

-Así que el hermano que creía vivo, realmente no lo está…

-Siento decirte que así es. Por eso os pido disculpas por este ocultismo. Pero os aseguro que la conversión en Brujos no fue exclusivamente por este motivo, sino porque de otra manera nos habrían dado caza sin poder poner oposición alguna. Aparte de eso, creía que Tathis se llevaría una sorpresa al ver que no sólo me hallaría a mí, también se toparía con un ejército de Brujos… Sin embargo, parece que él también ha reunido un ejército propio… ¿Cómo habrá persuadido a Androk y a sus hombres? Dudo que su simple odio hacia la magia le haya hecho aceptar nuestra búsqueda y captura.

-Tal vez… yo pueda responder a eso. 

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