Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 20 de octubre de 2013

Pequeño diario de una pequeña alma #8

[Tal vez no debería sacar a la luz esta cosecha, pues me arriesgo a las sentencias de las propias Deidades del Más Allá. He violado una gran cantidad de normas por seguir mis más oscuras esperanzas. Pero si la anarquía ya ha cundido, no hay nada que perder. No soy de los que piensa que, hasta cuando el enemigo hace trampas, debes de seguir jugando limpiamente. En la guerra todo vale, hasta ignorar las leyes de la mismísima naturaleza. Ha comenzado una nueva realidad, las pautas causales se han distorsionado. Quizá mañana sea obligado a sufrir un juicio, pero yo seré quien estipule cuándo han de golpear el martillo.

Hoy yo seré el narrador]

Empecemos desde el principio, justo cuando Bruno ofreció todo su ser, casi mostrándose como una simple herramienta, para salvar a Samanta. Acepté desde el primer momento, aunque, en ese instante, lo que me empujaba a colaborar era el simple hecho de la traición de Óscar.

Como ya habréis imaginado la mayoría, si el inmunólogo apareció en una de mis cosechas, en cuyo final claramente perdía su total integridad psicológica, es porque había hallado su alma y la había traído a mi habitáculo en la Oscuridad. Sin embargo, la ambición, pecado que no debería albergar un ente no corpóreo, seguía encontrándose en su interior. Por ello, escapó y regresó al mundo mortal.

El proceso siempre es el mismo. Un alma es encontrada, o ella me encuentra a mí. Yo la guio con la luz de mi guadaña hasta mis aposentos y allí ella exhala todo lo que impide que pueda ver la entrada al Paraverso. A cambio de esta ayuda, pues según lo que indican las Leyes, es el mismo alma quien, por cuenta propia, debe deshacerse de aquello que la bloquea, ella permite que me quede con esos recuerdos y los plasme en un portal pseudoonírico que conecta la Oscuridad con la Tierra. Cuantas más cosechas recojo, más conexiones se crean. Cada vez hay más energía y es difícil apartar la mirada de esas demenciales imágenes, otrora recuerdos de almas atormentadas.

Han sido muchos, a lo largo de este tiempo, los que me han preguntado si, al ser enlaces con el mundo mortal, sería posible adentrarse en uno de ellos y volver a la Tierra “resucitado”. La respuesta es que sí, es posible hacerlo. Sin embargo, al contrario de lo que se piensa, las almas pierden todo sentimiento humano. Lo único que retienen son esas últimas memorias que les atan a la Oscuridad, una vez se deshacen de ellas desconocen otro motivo para volver a la vida. No recuerdan a sus familiares ni a sus amigos. Simplemente ven la Tierra como el lugar donde murieron, y por ello rehúyen de regresar a allí, a expensas de volver a sufrir una muerte igual o peor. Así que, sin otra alternativa, descienden hasta el Paraverso para disfrutar un merecido descanso hasta el fin de los tiempos.

Pero siempre hay excepciones. Y una de esas es Óscar. Su muerte no fue muy normal que se diga. Su alma estuvo varias horas atrapada en su interior obligada a ver a su carcasa siendo controlada por las células NK. Pese a que ya había muerto, aún seguía sufriendo. Me imagino que sería desesperante ver cómo tu cuerpo se va pudriendo poco a poco sin remedio alguno. Cada trozo de carne desprendida, cada coagulo reventado, sintió todo hasta que sólo quedaron cenizas y polvo…

Puede que por esta razón su alma no fuera como las demás y aún retuviera algo del mundo mortal. Cuando lo encontré parecía del montón, pero cuando le traje aquí, sintió una curiosidad por los portales que jamás otra alma había tenido.

Y llegó el momento. Concluyó su historia, quedó liberado. Me despedí de él tendiéndole la mano, aún consternado por sus últimas vivencias. Pero entonces, confiado, en vez de ofrecerme su mano, me empujó y saltó al portal de los recuerdos de Santiago, el Flebotomista. Si no me hubiera asestado tal golpe, hubiera podido pararle con la hoja de mi guadaña, pero fue hábil y astuto. Ni siquiera me esperaba esa reacción. ¿Acaso no sabía que volviendo a la Tierra su cuerpo quedaría de nuevo infectado por esas células? Aunque eso sí, el efecto podría ser distinto… Quizás sea precisamente eso lo que le haya hecho dejar de ser un científico ansioso por salvar al mundo a ser un no-muerto imbuido por maldad.

No obstante, esto no acaba aquí. Recientemente otras siete almas encontré. Era extraño que estuvieran las siete reunidas en un mismo lugar de la amplia Oscuridad. Fue en junio cuando poco a poco me fueron narrando sus últimos minutos de vida. Tres de ellas enseguida viajaron hacia el Paraverso, pero otras tres decidieron esperar a que la última, la cual estaba cubierta por un extraño embozo con una oscuridad incluso demasiado densa para este entorno, terminara su historia. Me pareció extraño, para qué mentir, pero lo permití.

Sin embargo, una vez terminó y las puertas del Paraverso se volvieron a abrir, las manos de los tres que se marcharon emergieron y me inmovilizaron. Entonces el resto comenzó a buscar entre los portales aquel que la última alma denominaba “la indebida”. No me hizo falta pensar mucho para concluir que hacía referencia a las vivencias de Bruno, pues era el único que sin morir y quedar atrapado en la Oscuridad tenía la oportunidad de mostrar a los demás su sufrimiento y poder librarse un poco de las cargas del silencio.

Repentinamente, tras hallar ese portal, el alma que lideraba a las demás disipó su embozo y mostró su rostro. No sé cómo, pero Óscar había vuelto a morir. En su nueva cosecha, Virofilia, no especificaba nada, y en un principio la había catalogado como un Aullador. Pero parece ser que todo era un engaño. Lo que ahora me preguntaba era la razón de que las otras seis almas hubieran aceptado ayudarle en una causa irracional. ¿Inmortalidad, poder, qué les habría prometido? ¿Y por qué perseguía a Bruno?

No sería hoy cuando averiguaría todo aquello. Al partir, para no dejar atrás a nadie, Óscar metió una mano en el portal y con la otra agarró a Lillith, esta agarró a Carlos y él al Insurrecto, formando una cadena humana que alcanzaba a los tres que ahora residían en el Paraverso: Hugo, el Insomne y el Atemporal. Tiraron de ellos y los siete desaparecieron. Y yo, nuevamente, sin poder hacer nada…

Ahora la cosa se ponía peor. Nunca jamás se había dado el caso de la resurrección de un alma que ya se albergara en el Paraverso. Las consecuencias de que esto sucediera serían inestablemente… curiosas. Tendría que observar con detenimiento, buscar por cualquier esquina. Pero no fue fácil, les perdí la pista de inmediato. Se separaron nada más aterrizar en el mundo mortal. Lo único que podía reducir el riesgo potencial del posible asesinato de Bruno era estar más pendiente de él. Pero nada se ponía de mi parte y Santiago volvió a la vida por medio de artes nigrománticas. Arrebatado en contra de su voluntad del Mundo de los Muertos. Ahora todo se había convertido en una lucha a dos bandas entre un equipo compuesto por muertos resucitados ilícitamente y otro de vivos ahogados por un entorno mortecino.

Y hasta aquí lo que ha pasado. Ahora lo que ocurrió al decir…

-Está bien. Te ayudaré, pero te recuerdo que tengo mis limitaciones –le contesté a Bruno –.

Juraría que por el entusiasmo no prestó mucha atención a la historia de Óscar, líder de Los Siete. Me cercioré de que se había enterado, pero la euforia le podía, no conseguiría mucho. Simplemente me materialicé por completo en el mundo mortal.

Hacía demasiado tiempo que no pisaba mi mundo… En cuanto puse un pie en el suelo todas las sensaciones características de los humanos me invadieron. Pero de entre todas, lo primero que me vino fue la pena y el dolor. Y, aunque sé que es imposible, diría que hasta escuché en mi interior un sonido parecido al de un latido. Me llevé de inmediato la mano al pecho, asustado. Carente de sangre, fuera del peligro de hemorragia, hundí la mano y busqué entre las vísceras torácicas. Negativo, ahí no había ningún músculo. Tras esta pequeña paranoia volví a lo que me concernía.

Me dirigí a donde Santiago se encontraba. No hizo falta ninguna presentación, enseguida me reconoció. Aunque esperaba algo de respeto, me saludó con mofa, comenzó a reírse.

-¿Quién viene a ayudarte, el intento fallido de Parca?

Extendí mi guadaña y le levanté del suelo. Poco a poco se hundía en su tórax. Su rostro palideció y se puso más serio. No había sufrido amnesia alguna al regresar al mundo mortal, sabía perfectamente que por muy inmortal que fuera, el arma de un nigromante te podía arrastrar a la Oscuridad por toda la eternidad.

-Al chico le eres de utilidad, a mí no. Por desgracia no es él quien empuña la guadaña. Dame una razón para no atravesarte con ella.
-¡Está bien! ¿Buscáis a Siete, no es así?

-¿Por Siete te refieres a Óscar, el inmunólogo, el que ha traído seis almas de la Oscuridad?

-No sé su nombre, pero sí, es el mismo que ha hecho eso…

-Perfecto, de momento llevas un uno de dos, vayamos a la prueba final… ¿Qué haces vivo si hace tiempo vagabas como alma en pena?

-Él se apareció cuando estaba a punto de morir desangrado. Me dijo que me salvaría de aquella situación si hacia ciertos retoques en mi mente. Créeme, nunca me importó morir, pero no lo ves igual cuando tu vida pende de un hilo, entonces te agarras a lo que sea. Sé que antes era distinto, aunque mis recuerdos estén borrosos. Además, conozco a quien han raptado, pero no sé sus intenciones. Me enviaron para asustar al chaval, simplemente hacerle huir y que Siete hiciera el resto del trabajo.

-¿Algo más? –pregunté, apretando el arma con más fuerza –.

-¡No sé nada más!

-Muy bien…

Perdiendo toda su utilidad, di un último apretón y la hoja penetró en su pecho. Nada más entró en contacto con su corazón. Su cuerpo se volvió grisáceo y estalló en miles de virutas de ceniza. Un obstáculo menos, quedaban siete.

Bruno se enfadó por unos instantes, creyendo que podría guardar algún secreto. Me hizo gracia, era aún muy inocente, desconocía el potencial del miedo, más efectivo que cualquier suero de la verdad. La Inquisición era experta en ello, hasta te hacían convertir mentiras en verdades. No, ya había compartido toda la información que sabía, dejarlo vivo sería un error, pese a que aún pudiera conservar algo del verdadero Santiago, tal y como él dijo, Óscar le había manipulado la mente, el riesgo era grande si le perdonaba la vida. No soy el bueno de la película, puedo matar a quien me plazca…

Una vez recogimos las cenizas y ayudé a descuartizar las últimas piezas del cadáver del taxista, ahora tocaba rastrear a Siete. El primer sitio a visitar sería, por supuesto, el lugar del accidente del tren.

Obviamente no podía salir con estas vestimentas. Por desgracia, tendría que adoptar mi apariencia posterior a la desdicha narrada en Metanoia. Y a juzgar por la reacción de Bruno, creo que se esperaba cualquier técnica de camuflaje excepto esta. Mis indumentarias, así como la guadaña, se transformaron lentamente en pura sombra y descendieron hasta difuminarse con el suelo. Tras de sí dejaron a la vista un chico con unas ojeras considerables, pelo, iris, labios y uñas negras, una larga gabardina negra y unos vaqueros llenos de imperdibles de los que colgaban pequeñas calaveras plateadas, además de unas Converse negras de cuero.

-Pero… ¿cuántos años tienes? –me preguntó Bruno, incrédulo –.

-Los suficientes para arrancarte el alma de un mordisco. Puede que sólo sea un año mayor que tú, pero he visto cosas que han envejecido demasiado mi esencia…

-Perdón por la pregunta…

Sí, realmente así no intimidaba tanto, aunque mi aspecto siguiera estando demacrado, el rostro juvenil, casi semejante al de un quinceañero, quitaba seriedad al asunto, y eso a veces me enervaba… hasta límites insospechados.

Después de un silencio incómodo, partimos. Por fortuna Bruno había guardado las llaves del taxista, así que hice uso de mis escasos conocimientos de conducción y, como pude, nos llevé a la estación de tren. Habían transcurrido pocos días, pero ya habían movido todos los vagones, cualquier prueba que hubiera dentro de ellos quedaba ahora fuera de nuestro alcance.

A pesar del infortunio, parece que íbamos por el buen camino. Escondiéndonos entre los escombros restantes, conseguimos llegar a la región donde Bruno aseguraba que se encontraba su vagón. Recordaba que justo al bajar había una persona cortada por la mitad, sólo habría que buscar una gran mancha de sangre seca.

Entre las piedras y el raíl la divisamos. Justo cuando Bruno se puso encima de la mancha, cayó de rodillas llevándose las manos a la cabeza. Al descubierto, entre los dedos, pude verle el ojo derecho. Era Yin. Nunca me había imaginado que cuando decía que le cedía el cuerpo a su doppelgänger ocurría esto. Era una situación realmente angustiosa, parecía que en cualquier momento la cabeza estallaría en mil pedazos. Abría la boca para intentar gritar, pero no salía voz alguna, una especie de protuberancias, similares a una mano, rodeaban su cuello, como si lo estrangularan… Esta imagen era impactante.

Tras unos segundos, todo cesó, Bruno se incorporó y me mostró su colmillo izquierdo. Estaba claro que era Yin quien ahora tomaba las riendas.

-A partir de aquí te guiaré yo.

-¿De verdad sabes hacia dónde han ido?

-Óscar se lo susurró mientras dormía. Le oculté la información porque sería capaz de ir directo a la boca del lobo. Ahora, con tu ayuda, podemos ir más seguros.

Asentí y fui detrás de Yin. El trayecto, en su mayoría, seguía las vías del tren. Pero, cuando llegamos a una zona donde se encontraban un par de edificios abandonados, Yin se desvió y fue directo a uno en el que ondeaba una bandera rasgada y quemada con un símbolo difícil de distinguir… para alguien normal. Era el símbolo del dólar de color rojo. Ese edificio, por tanto, era una antigua empresa de Blood Services. Íbamos por buen camino entonces.

Llegamos a la entrada, Yin se despidió de mí y Yang regresó.  Se había encargado de dejarle inconsciente para que creyera que quien le había llevado hasta allí había sido yo y no su otro yo. Sería mejor así.

Los dos entramos y una línea de sangre nos dio la bienvenida. Eso era una mala señal. Pese a que fuera una trampa, era mejor ir a lo seguro. Volví a mi forma de sombra, empuñé con firmeza la guadaña y le ordené a Bruno que se quedara en la entrada.

Seguí el rastro carmesí. Era demasiado larga la línea, supondrían ya unos cuatro litros… Si todo aquel líquido correspondía a una única persona, muy posiblemente ya estaría muerta o debilitada hasta el punto del último adiós.


Subí las escaleras y el rastro terminó manchando el picaporte de una puerta. Me preparé para lo peor y la abrí. Dentro me esperaba una sala totalmente oscura excepto el centro, donde una pequeña bombilla iluminaba a alguien sentado en una silla metálica, amordazado. Tenía la cabeza baja, no sé si por defunción o por inconsciencia. Pronto lo averiguaría.

Antes de poder aproximarme para identificar al desconocido. Una voz grave me paralizó. Me era familiar, quería averiguar de quién era, pero no podía. Odiaba esa sensación, rozar el recuerdo con la yema de los dedos y no poder rememorar absolutamente nada. Era la voz de Óscar, aunque no era como la recordaba, se me asemejaba a la de otra persona, pero, ¿a la de quién?

-¡Bienvenido, Borja! Ansiaba tu visita, pero no te preocupes. No llegas con mucho retraso.

-Óscar, sea lo que sea lo que fluye por tu mente, no concierne ni a Bruno ni a Samanta, déjalos en paz. Me entregaré si hace falta.

-¡Por favor, no me hagas reír! Aún mi cuerpo no se ha acostumbrado a un segundo resurgimiento y una carcajada podría romperme la musculatura facial. Siento decirte que no puedo dejar en paz a ninguno de los dos. Esto es personal, y va por los tres.

-¿A qué te refieres? La gente muere, la gente nace, contigo no fue diferente a excepción de tu muerte atroz. ¿Qué te ha hecho renegar de la acogida del Paraverso?

-Esto no funciona así, Borja. Aunque estos sean tus últimos segundos de vida, no voy a desvelarte la razón, no me sería extraño que regresaras de entre los muertos, después de todo, llevas mucho tiempo con un pie en la tumba buscando algo en el sitio equivocado…

-¡Recapacita! ¡Deja vivir a los chicos!

-¿Vivir? Bruno aún puede saborear eso… Me temo que su amiga ya no.

Justo entonces la intensidad de la bombilla aumentó y destapó las sombras que ocultaban al individuo de la silla. Era Samanta, y a juzgar por el tono de su piel llevaba muerta un buen rato, así que no cabía duda: la sangre era suya.

No tenía tiempo para quedarme inmóvil por el shock. Había fallado dos veces ante las trampas de Óscar, pero esta vez no me dejaría atrapar. Transcurrió un segundo, pero fue realmente valioso para mí y lo exprimí al máximo. En ese tiempo calculé todo lo que pasaba a mi alrededor. Si todo iba según el plan de Óscar, su intención era que dejara solo a Bruno… solo para que los otros seis fueran a por él. Por eso él, Siete, era el único que se hallaba en esa sala.

Me desmaterialicé e hice lo impensable. Atravesé las paredes, las puertas. Fui, veloz como un rayo, en dirección a Bruno. Allí se encontraba él, acurrucado y casi temblando. Uno, Dos, Tres, Cuatro, Cinco y Seis le rodeaban, y estaban a punto de asestarle el golpe de gracia. Sin embargo…

Fui yo el que se lo di. Así es. Mi guadaña danzó en el aire y le decapité. Seguidamente agarré su cabeza y me la llevé lo más rápido que pude de aquel edificio. Escuché los gritos de impotencia y rabia de todos… los de Óscar inclusive. Algo me decía que descubrió en Santiago, al resucitarle, una dotación sobrehumana increíble, y quería probarla en Bruno, único vivo que habla conmigo, y Samanta, hija del íntimo amigo de Santiago. Aparte de ello, yo también debo de ser un factor clave. Tal vez el proceso de resurgimiento, como él dice, por medio de mis cosechas, es también lo que dota a los humanos de esa peculiar inmortalidad. Sea como sea no tenía otra alternativa que matar a Bruno. Si no me hubiera desmaterializado no habría llegado a tiempo y, desafortunadamente, lo único que puede entrar en contacto con los vivos en ese estado es mi guadaña, la cual ya existía cuando estaba íntegramente vivo. Una vez muerto, ya podía recoger los restos, y es la cabeza lo que me interesa, donde la mayor parte de las esencias de Yin y Yang se encuentran.

Minutos después regresé a la Oscuridad. Bruno ya era tan sólo un alma, y me resultó curioso que, incluso así, fuera una única persona, albergando dos personalidades. Verdaderamente sí que estaban unidos él y su doppelgänger. De primeras él no comprendía nada. Así que poco a poco le fui calmando y le expliqué todo.

Cuando llegó el momento de revelarle la muerte de Samanta, yo esperaba que no sintiera emoción alguna. Sin embargo, y ante mi asombro, se echó a llorar desconsoladamente. Con ese sentimiento de dolor lo demás vino después. Nunca antes había pasado eso, lo único que ahora le diferenciaba de un humano vivo era la transparencia de su cuerpo, por lo demás era idéntico a uno, sentía, gesticulaba, su voz no era un eco vacío. Estaba presenciando un alma potencialmente abrumadora, posiblemente con la capacidad de oponerse a la tiranía del plan de Los Siete.

Si hubiera pasado algo… más normal, no hubiera dudado, me hubiera despedido de él y le hubiera mandado al Paraverso. Ya me hubiera encargado yo de ellos y de una Samanta trastornada. Pero ese no era el caso. Pese a que en un principio tuve que tratarle como un alma desconocida, ahora volvía a ser el Bruno de siempre, hasta con sus cambios repentinos de humor.

Y entonces llegó la pregunta que siempre temía.

-Oye, Borja. ¿Por qué no empleo mi propia cosecha para volver atrás en el tiempo y evitar que todo esto ocurra?

Tendría que haberme negado, lo sé. Ahora, de lo mismo que me quejaba sobre Óscar, era lo que estaba incumpliendo. Pero la mirada de este chico… había algo en él, en sus vivencias, que me haría perdonarle cualquier calamidad que cometiera (y que de hecho ya ha cometido).

Por tanto, sí. Le di un par de consejos de los que todos conocemos, el efecto mariposa y derivados. Eso sí, antes de marchar, solidifiqué una pequeña cantidad de sombras y las convertí en una minúscula piedra. La cerré en su puño y le dije que con esto, al morir, volvería a este tiempo, con la intención de que pudiera repetir el proceso tantas veces como fuera necesario hasta dar con la clave. Asimismo, esa piedra contenía mis propias memorias para que mi yo del pasado se pusiera al día por si acaso Bruno precisaba de su ayuda, aunque le dije que a priori se encontrarían tan solo él y Samanta. Constantemente con cada norma asentía en completo silencio, como un alumno ante su profesor.

Le pregunté en qué momento exacto quería aparecer y decidió el día en el que Santiago se presentó en su casa fingiendo que quería hacerle unas preguntas. Le di un fuerte apretón de manos y entró en el portal. Ahora tocaba esperar…

No se me haría la espera muy larga mientras seguía reuniendo cosechas, pero sabía que durante ese tiempo en mi mente circularía sin parar una incógnita que no había pasado desapercibida durante mi conversación con Óscar.

¿Qué quería decir con que buscaba en el sitio equivocado?

No hay comentarios:

Publicar un comentario