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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 31 de mayo de 2014

Juventud de ceniza

Imagina que hoy es tu cumpleaños. Es un día lleno de júbilo, de auténtica felicidad. Regalos, felicitaciones, alegría, amigos, familiares, es tu día. Llega la tarta, soplas las velas y pides un deseo. Hasta ahí todo es perfecto. ¿Pero de verdad es así, todo es como lo deseas? Lo sabes muy bien, lo que celebras es el haberte mantenido con vida un año más, lo cual, por extensión conlleva el haber envejecido 365 (ó 366) días.

Puede que no sea un motivo estrambóticamente importante para fastidiar tu aniversario, pero es tan sólo cuestión de darle tiempo, de esperar a que pasen las horas y sean más de las doce de la noche, ya transcurrido tu cumpleaños. Este será el momento preciso para que la melancolía aflore y regrese a tu mente con más fuerza que nunca aquello que has estado evadiendo: te haces mayor.

Y es que, conforme pasan los años y abandonas tu juventud para dar la bienvenida a la adultez, el anhelo por poder viajar al pasado va acrecentando. Sí, te encantaría regresar a cuando tenías diez años y preparabas esos magníficos trabajos de plástica, o a cuando eras un crío de unos cinco años cuya única intranquilidad era el no levantarte muy tarde para así no perderte los dibujos que echaban por la mañana en la televisión. Esos eran momentos de gloria, de pura despreocupación.

Sin embargo, aúllas frente al espejo, replicando al mismísimo Dios del Tiempo que te dé una tregua, pero pronto te percatas de que esta deidad no es nada piadosa y que, a medida que los años pasan, la velocidad de los mismos transita de manera vertiginosa. Estás inyectado con un virus de aceleración constante. No hay ninguna forma de curarte, cada vez tu cuerpo evoluciona de forma más rápida y sabes, aterrado, que es cuestión de tiempo que un día, al levantarte de tu cama, lo que veas reflejado sea un decrépito ser al borde de la defunción.

Habrás perdido tu energía, tu belleza, tus reflejos, tus ganas de divertirte… Sólo quedan restos cremados de aquello en tus recuerdos. Ahora sólo permanece un humano arrugado al que le tiemblan las extremidades y que únicamente espera a que su biología se apague para siempre…

Eres consciente de que para ese aliento final quedan muchos años todavía, pero, aun así, sabes que ya no quedan tantos como hace una década, cuando aún ni siquiera podías presumir de tu mayoría de edad. El tren en el que vas montando cada vez adquiere más velocidad, te guste o no. No obstante, sigues convencido de que la solución a este miedo que posees es continuar lamentándote, no sin antes haberte cerciorado de que empuñas tras de ti una pequeña bandera blanca, ya que con esta táctica no tardarás mucho en mostrar rendición.

Cuán equivocado estás, pues, como en cualquier otro problema, la verdadera forma de enfrentarse a aquello que te incomoda es plantándole cara hasta el punto de que el que ahora cause auténtico miedo seas tú. ¿Qué debes hacer? Sencillo, tan sólo asumir que es imposible recuperar esos días pasados.

Sé que es triste percatarse de que lentamente vas soltando las manos de la juventud con la intención de dejarla caer al vacío para reunirse con los dos cadáveres flotantes de los que no hace mucho también te desprendiste: la niñez y la adolescencia.

Cada día que pasa es una puñalada que magulla tus manos y debilita tus nudillos. Se vuelve más y más complicado seguir sujetando a esa compañera de la que no te quieres deshacer. Volteas un segundo la cabeza y vislumbras a la adultez, llamando tu atención. Es una señora gris, apática, con nada que destacar positivamente. Y para colmo, detrás de ella, aguarda una compañera peor a la cual apodan sus hermanas El Preludio a la Muerte. Con tan sólo mirar a estas dos un sabor amargo recorre tus papilas gustativas. Queda poco para que ya no haya nada más interesante por lo que vivir, faltando únicamente los episodios más monótonos y estáticos.

Pero, pensémoslo de este modo, ¿hay algo en concreto que te obligue a actuar así a partir de ahora? ¿Acaso alguien te ha puesto una pistola en la sien obligándote a transformarte en un ser aburrido embutido en un traje incoloro de empresario? ¿Es que van a lobotomizarte para trastocar tu comportamiento y convertirte en un código de barras viviente?

Veamos, ¿con qué relacionas la juventud? Vigor, felicidad, socialización… El buen vivir en general. Pero, ¿realmente estos rasgos están ligados única y exclusivamente a esta etapa de la vida? ¿O tal vez simplemente así es como lo asignas tú?

Sintiéndolo mucho esta última pregunta es la real. Solamente tú eres el encargado de destruir tu futuro al considerarlo una inutilidad en comparación a tu presente. En cambio, así como eres el culpable de marchitarte volitivamente, también tienes el poder necesario para seguir de manera invariable con el modus vivendi que has llevado a cabo durante estos años. Porque, si te olvidas de pensar día sí y día también que estás envejeciendo, ¿tu cerebro se dará cuenta de ello o continuará, divertido, distrayéndose?

La vejez no tiene relación con la biología, sino con la psicología. Tú has estado todo este tiempo pudriendo tus células, quebrando tus tendones, atrofiando tus músculos, oxidando tus huesos, demacrando tu estado anímico. Eres el reflejo decrépito de tu fobia a los años, un sujeto que preferiría derrochar la mitad de su vida en fallar estrepitosamente tras miles de intentos en encontrar la pócima de la juventud en vez de disfrutar de ese tiempo que es tan valioso.

Por supuesto que no será lo mismo, se habrá cambiado tu carcasa por otra, pero eso conlleva algo tan beneficioso como una mejoría del interior. No lo veas como un “me hago más mayor”, míralo más bien como un “consigo más experiencia”. Porque olvidamos que envejecer también tiene sus pros, los cuales son bastante más numerosos que los contras.

¿Pero sabes lo que pasa? Te has acostumbrado demasiado a esta carcasa a la que pronto tendrás que decir adiós. Te has encariñado con ella, y gran parte de esto es ajeno a ti… No hay más que ver la publicidad de cualquier índole. Los actores más allá de la treintena hacen el papel de personas con algún tipo de problema, mientras que los más jóvenes comparten el plano con momentos y productos que son sinónimo de diversión y felicidad. Este mundo gira en torno a un canon manchado de sangre mediática. No me extrañaría que un día se impusiera un límite de edad y fuera ejecutado aquel que lo sobrepasara. Normalmente las pocas películas futurísticas que aciertan con el curso de nuestra línea temporal son las de carácter catastrófico. Una pena.

Desafortunadamente, mis palabras no son ningún tipo de antídoto para esa fobia incongruente que todos, yo inclusive en mi época, tenemos. La depresión seguirá acechando la apacibilidad de tu mente, el pánico permanecerá disfrazado distorsionando tu concepto de adultez, y la ansiedad continuará estrangulando tu ideal de futuro. ¿Permitirás que maten a ese niño que todos llevamos dentro?

No, no lo hagas. Arráncate esos filtros desgastados que están cosidos a tus córneas y frótate los ojos para limpiarlos. No dejes que los demás te digan cuándo has de parar de vivir y cuándo tienes que comportarte como un androide adiestrado. Sólo tú puedes dictaminarlo, y espero que la sabiduría que has ido reuniendo estos escasos años que llevas con vida te haga reflexionar. Yo no voy a conseguir nada si tú no cedes a las plegarias de tu cerebro, aquel que te pide de rodillas que no le obligues a volverte un ente inanimado.

Puede sonar raro, puede resultar extraño, parece imposible lo que digo, ¿mantenerse joven por siempre? Es de locos… Sin embargo, reitero, tiene que ver más con cómo te tomes el transcurso de los años que con el aspecto físico.

“Me ha salido una pata de gallo”. “Tengo una cana nueva”. ¿Y qué? ¿Eso va a ser suficiente para detener a esa persona que antes tenía la energía necesaria como para comerse el mundo entero? ¿Van a derrotarte un par de cambios que tienen menos importancia que el ciclo vital de las amebas? Aún estás a tiempo de cambiar tu modo de ver tu envejecimiento. Las cosas como son, el vaso tan solo está a la mitad, ni medio lleno ni medio vacío.

Así que continúa el camino sin enlentecer ni un ápice, mantén el ritmo e ignora las habladurías. Que las falacias no te aprisionen, lo que dejas atrás no es más que polvo, ceniza, que dará lugar a una carcasa nueva, reluciente… Siempre y cuando así lo desees y no agaches la cabeza mostrando una pereza conformista, porque entonces tu pesadilla se hará realidad, y la próxima vez que te veas reflejado sólo verás un cadáver viviente…

Una vez dicho todo esto, es evidente que simplemente el pavor te ha engañado y te ha hecho ver una realidad que puede ser bastante diferente según la actitud que tomes a medida que el valor de tu edad vaya aumentando… Ya te has percatado de que ser viejo no es cuestión de tiempo, sino de ti mismo.

Así que tú decides, mi joven cenizo.

domingo, 25 de mayo de 2014

El Consejo de los Seis Puñales: Agua [14]

El destello fue perdiendo fuerza y mostró una densa niebla ajena atípica con respecto a la atmósfera de Voltium Nekro. Luzbel transformó sus ojos para recobrar sus alargadas pupilas demoníacas, de tal forma que consiguiera ver con más nitidez. 

Distinguió en la lejanía una mancha. Era la silueta de alguien. Trató de preguntar quién era, pero nada más abrir la boca la niebla inundó su boca, como si fuera un agresivo parásito, impidiéndole hablar. Sin embargo, aún sin decir nada, obtuvo una curiosa respuesta de ese supuesto desconocido.

Un rayo fue disparado contra Luzbel, lanzado por el susodicho extraño. Afortunadamente parecía ser que también tenía dificultades con la visión, ya que el ataque no llegó a alcanzarle… quedándose a escasos centímetros de su mejilla izquierda, sintiendo durante unos instantes hasta el calor momentáneo de la electricidad.

Afinó la vista y se percató de que ese disparo podría no tener intenciones hostiles, pues esta persona continuaba lanzando rayos por doquier, sin tener una diana específica. ¿Qué pretendía hacer, entonces? Seguramente, si el Lengua Vil se acercaba para verle mejor, no correría la misma suerte que antes y sería alcanzado por uno de esos aparentes ataques.

Pero tenía otra opción en mente para averiguar qué sucedía. No sospechaba que fuera un enemigo, de hecho, si estaba en lo cierto y eso eran hechizos, ya se hacía una idea de quién se trataba. Pese a ello, había de ser precavido, así que empuño el Puñal Poseído y lo potenció con toda la magia posible, provocando que la amatista que había engarzada brillara de manera desorbitada. Acto seguido, liberó sus alas y drenó el poder del arma para dotarlas de una fuerza desmedida. Con la amatista como faro, dio fuertes batidas con las alas creando una potente corriente de aire en dirección al extraño. La niebla, tal y como previó Luzbel, se fue despejando y pronto el desconocido advirtió la lumínica señal, dejando de disparar inmediatamente.

Al cabo de unos segundos ya se podían apreciar los detalles del entorno, y por extensión los de aquella silueta. Luzbel acertó con su suposición, era el Señor Zrak, con una expresión en su cara de completo pavor.

-Oh, menos mal. Estaba al borde del colapso mental.

-¿Por qué te has puesto a lanzar conjuros sin ton ni son? ¿No ves que es peligroso? Podrías habernos dado a alguno de nosotros.

Tras ello, Luzbel volteó la cabeza de un lado a otro, tratando de buscar al resto de hechiceros que habían acudido a la reunión en la Torre Volta, pero no encontró a nadie más.

-Un momento… ¿y el resto?

-No hay nadie más. Sólo estamos nosotros dos, rumbo a las Marismas. Y… mis disculpas por esa actitud tan caótica. Tenía mis… motivos.

-¿Motivos? Casi me matas. ¿Qué te ha impulsado a hacer eso? Si puede saberse…

El Electromante se mordió el labio inferior y seguidamente se rascó la nuca. Estaba incómodo. Verdaderamente le era difícil explicarle al Brujo la razón de aquel comportamiento.

-Te puede resultar raro… e incluso cómico e inverosímil, pero… no soporto la niebla, simple y llanamente me da miedo.

-Cada uno tiene sus temores. No hay motivo por el que me tenga que parecer cómico. No por ser un Rey has de ser impávido.

-…

-Y, bueno, ¿qué es eso de que ya estamos de camino a nuestro destino? Lo último que recuerdo fue esa luz que invocó Amach.

-Con ese conjuro rematerializó nuestro cuerpos, enviando a priori sus moléculas a una región cercana al lugar al que vamos. Ese hechizo por desgracia tiene un rango límite, y por ello no ha podido enviarnos directamente a las Marismas, así que nos ha trasladado lo más cerca posible. Un fastidio que hayamos ido a parar justamente a las Colinas Pálidas. Podría habernos enviado a una zona colindante por lo menos… aunque se encontrase más lejos.

-¿Este sitio se llama las Colinas Pálidas? Nunca antes he oído hablar de ese nombre, pero si esta región ha sido bautizada es porque tiene algo de importancia, ¿estoy en lo cierto?

-Me temo que sí. Estos terrenos son conocidos por estar invadidos de forma perenne por niebla. No importa que haga calor, viento o lluvia. Una densa atmósfera siempre recae sobre este lugar. Más de un viajero se ha perdido aquí y ha sido encontrado días después como un amasijo de huesos… Quizá por eso me disgusta en demasía la niebla, tan silenciosa y desconocida, con esa letalidad insidiosa... Se me pone el vello de punta.

-¿Y si tanto te aterra la niebla, sabiendo que próximo a las Marismas Cinéreas hay un terreno de este tipo, por qué no le sugeriste a Amach otro destino para ti?

-¿Cómo podría hacer eso? Como monarca quedaría en evidencia y deshonraría a los míos mostrando tal asustadizo comportamiento. Además… confiaba en que nos llevaría a otro lugar que no fuera este… incluso creía que directamente nos iba a dejar al lado del desembarcadero de los Aguas Turbias, que tampoco es que esté precisamente muy lejos de Voltium Nekro.

-Bueno, al menos el mal rato ya ha pasado y no ha sido para tanto, ¿no?

-No puedo quitarte la razón, sobre todo porque podría haber resultado bastante peor este asunto. Si hubiera llegado a darte con alguno de esos rayos… no me lo hubiera perdonado en la vida.

-No te preocupes, esa realidad alternativa en la que me matas quedará en el olvido. Y… cambiando de tema, ¿por dónde se va a las Marismas?

-Buena pregunta. En teoría deberíamos poder ver a lo lejos una montaña partida en dos. A través de su fisura iremos directos a parar a la costa. La cuestión es –añadió mientras miraba a su alrededor –que no veo nada parecido por aquí.

-¿Estás seguro de que estamos en las Colinas Pálidas?

-¡Por supuesto que sí! No puede haber otro lugar con una niebla tan densa. Así que no, no es que estemos en el lugar equivocado, sino que de alguna forma algo nos impide visualizar la montaña de la que te hablo.

-Pues ya me explicarás qué puede impedirlo. Es una montaña, no puede ocultarse tan fácilmente.

-Salvo por magia –respondió Muerte Fugaz con total convicción –.

-¿A qué te refieres? ¿De verdad existe algo así?

-Chico, ¿qué es exactamente la niebla?

-Técnicamente son nubes a un nivel más bajo de lo normal y en una aglomeración desmesurada. Es tan sólo un cúmulo de agua en estado gaseoso… No entiendo la pregunta.

-Exacto. Agua…


De repente, una fuerte corriente de aire, mucho más potente que la que desató Luzbel con sus alas para despejar el lugar, trajo consigo una gran masa de niebla, la cual era tan espesa que a ambos hechiceros les pareció que estaba rodeando sus extremidades y les estaba maniatando como si de enredaderas se tratase. Sin embargo, esto último no era precisamente una falsa sensación. Era real.

-Hacía tiempo que no aparecían intrusos por estos lares –dijo la joven voz de una mujer, con un tono claramente amenazador –. Y bien, ¿qué os trae? Meditad vuestra respuesta.

Ninguno de los dos era capaz de hablar, si abrían la boca la neblina se filtraría en sus árboles bronquiales y correrían el riesgo de morir asfixiados. En cambio, esto parecía que era ignorado por la depredadora. Exigía que hablasen, pero no podían, y cuanto más tardaban en responder más densa e inmovilizadora se volvía la niebla. Un círculo vicioso que desembocaría en muerte al no ser que alguno de los dos encontrara una solución.

Por fortuna, así fue. El Señor Zrak, obviando en ese momento su acérrimo terror a ese tipo de atmósfera, desprendió de la yema de sus dedos finos y minúsculos relámpagos que se adhirieron a las cargas eléctricas de las moléculas de agua de ese vapor y trazaron un mensaje.

“Suéltanos. Sólo queremos hablar.”

-¿Y hay algún motivo por el que deba fiarme de tus palabras? –inquirió, apretando con más vigor sus extremidades –.

Otra oleada de rayos formó la respuesta a su pregunta. “Amach el Sabio”. Confiaba en que el nombre del Clarividente fuera suficiente para sacarles de ese apuro.

-¿Qué quiere ese viejo ahora de nosotros?

Afortunadamente el Señor Zrak jugó bien sus cartas. Tras un leve suspiro por parte de la desconocida, en señal de molestia, fue reduciendo la presión de esos grilletes gaseosos. Una vez libres, la niebla se fue arremolinando en un punto concreto del aire hasta crear una silueta grisácea que lentamente dio forma a una hechicera vestida con una armadura azulada de mallas con pinceladas grises. No obstante, lo que destacaba de verdad era su pelo, el cual era de una pigmentación aguamarina, coloración nunca antes vista por los otros dos en lo referente a tonalidades capilares. Entre ese color y esa asombrosa longitud, llegando su cabello hasta sus talones, parecía que de su cabeza brotaba un manantial de agua puramente cristalina.

-Nos ha dicho que buscásemos a los Aguas Turbias para avisarles de que puede que dentro de poco les llegue una desagradable visita.

-¿Va a venir alguien más?

-Sí. Y este viajero sí que puede traer problemas. Nosotros sólo somos mensajeros. Queríamos ir a las Marismas Cinéreas para avisar a los Nerónicos, pero nos hemos perdido aquí… Ni siquiera hemos podido vislumbrar la montaña que sirve como conexión entre el desembarcadero y las Colinas Pálidas… ¿Serías tan amable de llevarnos? De verdad que no tenemos ninguna intención hostil, es simplemente informativa.

-Yo misma les entregaré esta información sin necesidad de que avancéis más. Por si no os habéis percatado, yo también soy una Nerónica. Mi nombre es Mei Aliento Gélido.

-¡Tú! –exclamó Luzbel con fascinación –.

-¿La conoces? –preguntó el Electromante alzando el ceño –.

-De los hermanos Aliento Gélido. Es la hechicera de su clase que mejor controla el hielo, aunque al ser hermana de Sag Aliento Gélido, el mejor Nerónico dominando el vapor, también posee una asombrosa maestría con el agua en estado gaseoso.

-Así que no era una Nerónica simplona quien nos estaba acechando. Puedo suponer entonces que eres tú quien ha mantenido esta niebla todos estos años en las Colinas Pálidas, ¿cierto?

-Te equivocas, monada.

Esa respuesta provino de la nada, o eso creyeron el Señor Zrak y Luzbel hasta que una especie de fantasma compuesto de humo abrazó por la espalda a Muerte Fugaz para después atravesarle y colocarse en frente de él, mirándole fijamente con dos huecos vacíos que marcaban la localización de los ojos de aquel espectro vaporoso.

-Y tú debes ser –dijo el Lengua Vil señalando a la figura gaseosa –… Sag. Se me haría raro que estuviera equivocado. El hermano pequeño de Mei siempre está a su lado.

-Se ve que no tengo motivos para continuar en este estado –contestó tras realizar un proceso similar al de su hermana, volviendo tangible su cuerpo y mostrando a un chico de no más de veinte años con una armadura idéntica a la de Mei y un peinado corto de un color azul pálido–. ¿Os gusta cómo he dejado este lugar? Da miedo, ¿eh, Electromante?

-Un respeto, joven. No estás hablando con un Electromante cualquiera. Soy el Señor Zrak Muerte Fugaz. Rey máximo de los Electromantes. No toleraré otra falta semejante.

-¿Y qué harás, cobarde? ¿Quieres volver a verte envuelto en una niebla capaz de oprimir tu cuerpo y hacerte estallar?

-Basta ya, Sag –intervinó la Nerónica –. Aun si fueran enemigos de verdad, siempre hay que mantener la educación. Sobre todo si estamos frente a un hechicero de tal calibre.

Su hermano no respondió, tan sólo se limitó a convertirse nuevamente en vapor y difumanirse con el entorno. Mei afirmó que siempre hacía lo mismo en este tipo de situaciones en las que ella le regañaba, yéndose él hacia las Marismas. Pidió disculpas y despejó finalmente el terreno, mostrando, esta vez sí, la montaña que buscaban los dos hechiceros.

-No puede ser. Mi compañero antes también apartó la niebla y no fuimos capaces de hallar esa montaña. Y a la vista está que su tamaño hace imposible no detectarla… ¿Cómo lo has hecho?

-Si únicamente hubiera estado rondándoos mi hermano, eliminar esas nubes hubiera resultado más que suficiente para continuar vuestro viaje, pero por ello yo también me encargo de salvaguardar este sitio. Yo no evoco solamente niebla, sino que además le añado microscópicos fragmentos de hielo para que esta sea más mortífera. Cuando tú, Brujo, apartaste la niebla, dichos cristales quedaron flotando en el aire debido a su ínfimo peso. Para mí fue absolutamente sencillo manejarlos para que formaran un imperceptible espejo que impidiera que mantuvierais contacto visual con el horizonte, teniendo cuidado, por supuesto, de que vosotros mismso no quedaseis reflejados, para que así fuese menos evidente que estabais siendo engañados.

-Ya decía yo que se trataba de algún hechizo.

-En efecto, acertaste. Por esta misma razón me vi obligada a intervenir. Un alivio que no haya acabado esto en tragedia, ¿no pensáis?

-Sí… Aunque esa fatídica sensación de muerte no me la va a quitar nadie.

-Hay que pagar un precio por haberos adentrado en los dominios de unos hechiceros tan desconfiados como nosotros. Tiempo atrás nos hicieron mucho daño y ahora nos cuesta no mantenernos a la defensiva cuando alguien ajeno a la hidromagia se aproxima.

-Entonces… ¿has cambiado de opinión y nos permitirás ir al desembarcadero?

-Podría decirse que en estos pocos minutos he reflexionado. No había más que ver a Sag, aunque su actitud puede quedar justificada por su constante infantilismo, no creáis que el comportamiento del resto de Nerónicos difiere mucho del suyo… Estaría bien que os conocieran y se percataran de que hay gente que incluso quiere ayudarnos.

-Eso es fantástico, pero si vamos a ser amenazados de muerte nada más poner un pie en las Marismas nos vamos a tener que ver obligados a rechazar la oferta.

-No os preocupéis lo más mínimo. Si os ven conmigo no os tocarán. Nadie se atrevería a enfadar a la capitana de la Tripulación Aguas Turbias.

-No es posible. ¿Y el antiguo capitán, Quid Mareas Nocturnas?

-Murió hace cuatro años de una inexplicable enfermedad que también le arrebató la vida a varios Nerónicos de las Marismas. Fue su voluntad que yo tomara el puesto de capitán, así que desde entonces yo he estado al cargo de todos esos valientes que decidieron vivir fuera de Acqua Hospitium, nuestro refugio subacuático. Desde aquel día opté por encargarme personalmente, junto con Sag, del mantenimiento de la neblina de las Colinas Pálidas, reforzando su seguridad. Es por eso que ya ni los más temerarios se atreven a adentrarse, puesto que la letalidad de este lugar ha aumentado con creces.

-Vaya, no me gustaría pensar que Amach nos condujo aquí a propósito, en el caso de que conociera la hostilidad de estas tierras.

-Más que intenciones homicidas, lo que puso fue confianza en nosotros. Él sabía que no nos iba a suceder nada malo, y ha acertado. De hecho ha creado la oportunidad perfecta para que podamos llegar a las Marismas Cinéreas sin que nos volatilicen.

-Ahora que lo dices es verdad. Sin esta cadena de acontecimientos nunca te habríamos conocido, Mei, y, en el caso de haber localizado la montaña, nos habríamos adentrado en el desembarcadero sin saber que los Aguas Turbias podrían atacarnos.

-Puede que no me agrade mucho ese hombre, pero por algo le llaman el Sabio. Todo lo hace por una razón en concreto, y sus decisiones siempre atraen a la buena suerte.

Sin perder más el tiempo, los tres marcharon en dirección a la fisura de aquella quebrada montaña. En cuestión de veinte minutos ya estaban caminando a través de ella, esquivando las pequeñas piedras que se desprendían desde arriba y saltando las grandes rocas que se interponían en su camino. ¿Qué o quién provocó tamaña grieta? Esta era una pregunta que nadie sabía responder, aunque, como muchas otras cicatrices de esta índole, se le solía achacar a los últimos momentos de un Ancestro.

Poco a poco se iba percibiendo el sonido del oleaje y el inconfundible aroma costero. Sin embargo, no fue precisamente esto lo que hizo que comenzaran a acelerar la marcha, sino la contemplación en la lejanía de una larga columna negruzca de humo que se alzaba una considerable cantidad de metro hacia el cielo. Algo estaba ardiendo.

-Me adelantaré –contestó Mei mientras se transformaba de nuevo en vapor, con la finalidad de llegar más rápido a las Marismas –. No tardéis mucho, por favor. Me temo lo peor.

Luzbel y el Señor Zrak se miraron mutuamente. Habían venido a hablar con los Aguas Turbias debido a la sospecha de que el objetivo al que rastreaban en Voltium Nekro hubiera puesto rumbo a su territorio. Por lo tanto, cabía la posibilidad de que…

No, les parecía imposible que hubiera llegado ya, no había forma humana de que les hubiera adelantado y, para colmo, hubiera evadido de forma tan sigilosa la trampa de las Colinas Pálidas. Sin embargo era evidente que había ocurrido algo en el desembarcadero.

Ambos asintieron, el Lengua Vil se convirtió íntegramente en un Demonio y empleó sus alas y sus pezuñas para adquirir una velocidad vertiginosa. Por su parte, Muerte Fugaz se fue teletransportando cada varios metros conjurando relámpagos caídos del propio cielo, tal y como hizo la primera vez que se presentó al Consejo de los Seis Puñales.

El Gran Brujo Demonólogo, al valerse solamente de su fuerza física para aumentar su velocidad, fue el último en llegar. Lo que contempló fue descorazonador. El muelle entero había sido reducido a cenizas, barcos inclusive. Las pequeñas casas de los alrededores habían sido sustituidas por grandes montículos de ceniza. Además de ello, entre toda esa destrucción calcinada, había por el suelo un gran número de cadáveres envueltos en llamas. Y aún quedaba algo más…

Mei permanecía de rodillas al lado del Electromante. Era como si sujetase algo entre sus brazos. Luzbel se acercó con lentitud, todavía en shock por tal imagen. Pero la conmoción acrecentó súbitamente cuando descubrió que lo que sostenía la Nerónica era ni más ni menos que su hermano, aquel joven al que habían visto escasos minutos antes, tan repleto de vida… Ahora era otro cuerpo inerte que adornaba ese paisaje asolado por el fuego. Su rostro, intacto, mostraba una fúnebre paz que hacía confundir su muerte con un simple letargo. Por el contrario, su cuerpo había sido devorado por las llamas y había quedado decrépito y ennegrecido, aún caliente.

-¿Qué… qué ha pasado aquí?

-A juzgar por esta devastación masiva, esto es obra de un hechicero. Y viendo que Sag también… Ejem, sin duda alguna el atacante ha pasado por aquí hace poco tiempo.

-¿Un hechicero que controla el fuego contra toda una legión de Nerónicos? ¿Cómo ha podido vencerles? Y, aunque fuera más de uno, es imposible que la magia ígnea cause tantos estragos en un entorno en el que predomina la hidromagia. No lo entiendo…

-Es fuego del Núcleo –respondió la Aliento Gélido con una voz apagada –. Lo sé porque cuando he llegado aún había pequeñas llamas devorando el cuerpo de mi hermano. Quise apagarlas, pero fue en vano. Ni siquiera un conjuro de agua con una concentración abundante de maná fue capaz de extinguirlas. Tuve que esperar a que la propia energía de las mismas se consumiera… La hidromagia es inútil contra hechizos de fuego del Núcleo. Quien haya venido a atacarnos sabía muy bien cuál era nuestro punto débil.

-Señor Zrak, ¿crees que esto lo puede haber hecho el mismo al que rastreamos?

-No puedo decir que sí, pero tampoco puedo negarlo. De todas formas, suponiendo que sea así, ¿lo que estamos buscando es un Vulcano? Me extraña que exista uno que posea tanta agresividad.

-¿Y si regresamos a Voltium Nekro y le decimos a Amach que nos lleve a hablar con Rubí Termoclastia? Sea nuestro objetivo o no, es evidente que uno de los suyos está fuera de control. Este ataque a los Aguas Turbias no tiene razón alguna de ser.

-Podría ser una opción, aunque…

El diálogo de ambos se vio interrumpido por Mei, quien repentinamente, cabizbaja, dejó a su hermano en el suelo y se incorporó, limpiándose las lágrimas y dirigiéndose hacia la orilla.

-Oye, Mei, ¿a dónde vas?

Se giró y enseñó a los dos una expresión repleta de sed de venganza. Sus dientes rechinaban por el odio, y en sus pupilas podía detectarse cuánto deseaba ver la cabeza cercenada del hechicero que había cometido esta atrocidad.

-A Acqua Hospitium. El Hidrófilo ha de saber lo que ha pasado hoy aquí.

domingo, 18 de mayo de 2014

Pequeño diario de una pequeña alma #14

[Volver a relatar las vivencias de Bruno puedo hacer suponer que, ante todo pronóstico, ha fracasado, muriendo y siendo enviado por última vez a la Oscuridad… Pero no, parece ser que se marchó de aquí con mucha más determinación de la que aparentaba, o tal vez el riesgo de serle imposible resucitar le hizo tomarse más en serio el asunto. De una forma o de otra, el caso es que ha logrado mantenerse con vida hasta el día de hoy, aunque eso no quiere decir que Yang se haya visto rodeado de dicha… más bien lo contrario.

Fue ayer mismo cuando me dio por subir al mundo de los vivos. Al principio estaba extrañado, sabía que el collar que le di a Bruno había impregnado en su alma suficiente oscuridad como para ir directamente al Paraverso si moría, así que descendí un momento a este lugar y pregunté al Rey Osario acerca de las nuevas almas que habían accedido a sus dominios.

Me resultó extraño que Bruno no se hallara entre ellos. Normalmente, por no decir siempre, cuando un alma viaja al pasado, ya sea a través de una de mis cosechas con ciertas herramientas como sombras materializadas o por medio de metempsicosis temporales desde el Paraverso, se guarda en su esencia la fecha del presente, es decir, el tiempo exacto en el que emprende el viaje. Finalmente, si muere, cosa que asiduamente ocurre antes de lo que espera, el proceso se revierte. Sin embargo, al tenerse que desplazar un alma, exenta de cuerpo, sin protección alguna, el viaje se ralentiza, y por ello no regresan al punto temporal exacto del que partieron, sino que tardan aproximadamente un mes. En resumen, poniendo un ejemplo, si Bruno hizo su primer viaje en Octubre del año pasado, no fue raro que regresase a la Oscuridad en Noviembre, y no en el mismo mes de ida. Sé que al principio es un poco complicado entender este caos de reglas que sobrepasan lo normal para los mortales, pero después de tanto tiempo uno lo memoriza sin siquiera poner empeño en ello.

Por esta razón comencé a preocuparme sobre el paradero del chico. Siendo honesto, no tenía muchas esperanzas en que hubiera sobrevivido después de haber sido derrotado tantas veces, por lo que creía que al final Óscar (o Alpha, que ahora pululaba a sus anchas por estos mundos) se había apropiado de su esencia para lo que fuera que pretendiera hacer con ella. No obstante, aún tenía que hacer uso de todas las alternativas existentes, y había una con bastantes posibilidades de resultar en éxito, pese a que me disgustara la idea de llevarla a cabo.

Tuve que regresar allí arriba tras haber estado tanto tiempo sin que me incordiara ese nocivo y vívido entorno. Con lo cómodo que me resultaba que Bruno me contara sus desventuras en mi propio territorio… Otra vez, expuesto al dolor de los últimos resquicios de mi yo humano… Pero el sacrificio merecía la pena.

No me entretuve y directamente puse rumbo al hogar donde él vivía. Convertido en sombra pura, trepé por la pared y me deslicé por una ventana que estaba abierta. Y entonces… como una escena digna de una película, me topé con Bruno, al cual pillé in fraganti cortándole los brazos ni más ni menos que a Santiago, mientras Samanta, asombrosamente viva, contemplaba la sanguinaria imagen.

Los dos me miraron fijamente. Mientras ella se impresionó al ver surgir una silueta humanoide tan lúgubre, el chico, mostrando sus colmillos en una sádica sonrisa, me saludó cordialmente, afirmando que llevaba bastante tiempo esperando mi visita.

Yo, aún un poco trastocado por ese inesperado presente debido a mis equívocas expectativas, me dirigí al pequeño calendario que había en la mesa del salón. Había de comprobar la fecha, me seguía siendo increíble que eso estuviera sucediendo de verdad. Miré el calendario y…

Efectivamente, era 17 de Mayo del 2014, así que no había la más mínima duda: Bruno había conseguido cambiar ese fatídico destino que tanto le costó derrocar antaño.

-Comprendo que estés asombrado… Yo también lo estaría… mi yo del pasado dejaba mucho que desear. Por cierto, Samanta, este es el amigo del que te he hablado tanto tiempo.

-Un… un placer. No me lo imaginaba de esa… forma.

-Bueno, Borja, supongo que tendrás muchas preguntas, y despedazar este cuerpo me va a llevar un rato. ¿Nos ponemos al día?]

El proceso fue el de siempre, salvo por ciertos detalles que ahora te diré. Me desperté poco a poco conforme la intensidad de la luz que se colaba a través de las cortinas de la ventana de mi habitación incrementaba. Me recuperé de mi ligera amnesia de inmediato. Y el corazón me dio un vuelco cuando fui consciente de que la muerte de Yin no había sido un sueño causado por ese letargo.

¿Que por qué lo supe? Es sencillo saber que falta algo al explorar tu interior y ver que hay un hueco vacío, inerte, el cual solía estar habitado por algo tan vívido que podría decirse que era una parte extremadamente importante para que mi motor funcionase de forma correcta ininterrumpidamente.

Por último, la fecha a la que había ido a parar vino a mi mente: 31 de Mayo del año pasado. Fue entonces cuando un atisbo de esperanza surgió en ese mismo melancólico espacio abismal de mi ser. Me quedé sentado en la cama y traté de rememorar todo lo que sucedió aquel día. Ya había ocurrido una vez, el Yin que se manifestaba provenía del pasado, así que había posibilidades de que los acontecimientos se desenvolvieran de la misma manera, máxime cuando hoy era el primer día en el que se manifestaba ante mí con total consciencia. Solamente tenía que reproducir todos los pasos a la perfección y tal vez podría “resucitarle”.

Había transcurrido casi un año y a cualquier persona le resultaría tarea imposible el recordar con total exactitud las acciones de un día entero. Sin embargo, para mi sorpresa, mi cerebro recuperó todos y cada uno de los recuerdos albergados acerca de finales de mes.

Lo primero que hice, obviamente, fue dirigir mi mirada hacia el otro lado de la cama. No me había caído hasta ese preciso momento, pero era cierto que por aquel entonces estaba conviviendo con Samanta.

Fue extraño… muy pero que muy extraño verla ahí, durmiendo tan plácidamente a mi lado… emanaba quietud y belleza… Y no pude evitarlo, no sabía si lo que iba a hacer a continuación iba a fastidiar mi única oportunidad de revivir a mi doppelgänger, pero tenía que hacerlo.

Entre lágrimas, me eché sobre ella, estrechándola entre mis brazos y pidiendo sin parar que me perdonara. La respiración se me entrecortaba, era inevitable… me sentía tan culpable por mi comportamiento hacia su persona. Sé que ella no entendería en absoluto mis lamentos. Aun así, debía disculparme por el trato que la había propiciado en mi último viaje al pasado.

Desconocía por completo si esa Samanta a la que magullé sin compasión era una distorsión temporal de la verdadera, pero, en esencia, fuera quien fuera, en mi mente permanecería grabada por toda la eternidad la imagen de mis puños ensangrentados deformando su calavera golpe a golpe…

Como era de esperar, una vez despierta y algo molesta por ello, me preguntó que a qué venía esa actitud tan poco usual en mí. Ignorando que me tomase como un loco, le conté todo lo que había pasado, incluyendo tu existencia, Borja. Naturalmente, no se lo creyó ni por asomo y hasta dejó escapar una pequeña risa.

Vislumbrado mi enojo por no creerme, quiso consolarme devolviéndome un abrazo, aún más fuerte que el mío, y acurrucándome cerca de su pecho, sugiriendo que me quedara ahí una hora más, ya que todavía era demasiado temprano como para levantarse a desayunar.

Y todo hubiera sido perfecto… de no ser por su última frase.

-Por cierto, no sé en qué momento lo has hecho, pero me gusta ese mechón blanco.

Más recuerdos se amontonaron en mi cerebro sin cesar, a pesar de que pensase que ya no podía haber más. No obstante, estos pertenecían a los instantes previos a mi viaje, justo cuando te estaba relatando todo lo que me había ocurrido de vuelta a Febrero del año pasado. Parecía ser que había olvidado completamente que ese mechón pudiera ser una señal desde el Más Allá de mi hermano. La forma en la que había aparecido, dejándome manipular por la misma agresividad que él mismo tenía, indicaba, sin lugar a dudas, que era una marca de Yin, hubiera sido creada por él a voluntad o de forma fortuita.

Pero, pese a esa súbita revolución mental que acababa de sufrir, podía tranquilizarme un poco, haciendo caso a las palabras de Samanta. No podía levantarme aún, ya que no era la hora del desayuno, y, si de verdad quería reconstruir todas mis acciones, no tenía más opción que aguardar. Qué remedio, ¿eh? Tendría que sacrificarme y “soportar” una hora entera esa situación afectiva.

Era curioso… Marché al pasado repleto de dolor y sed de venganza, dispuesto a arrasar con cualquiera que se interpusiera en mi camino, fuera amigo, enemigo, conocido o desconocido. En cambio, era obvio que el poder amansador que Samanta tenía sobre mí no había sido modificado ni un ápice por muchas veces que la línea temporal hubiera quedado trastocada por mis andanzas ilícitas. Ahora mismo me encontraba en el mismísimo cielo, exento de preocupaciones, deseando con todas mis fuerzas que los segundos se congelaran, que ni la propia Muerte fuera capaz de arrebatarnos esa felicidad, que la eternidad nos rodeara con un lazo para que no nos afectara si quiera el fin de los días. Pero entre todo ese júbilo placentero se encontraba una minúscula semilla oscura a punto de germinar…

Por mucho que me doliera, tenía que mentalizarme que dicha situación probablemente sería efímera y de nuevo la tragedia nos empalaría con sus afiladas garras, pues sólo debía ver todo lo que tenía en mi contra, analizando mis pasados intentos fallidos por reparar esta sucesión de horrores… Únicamente podía atesorar ese momento y encadenarlo en un delicado cofre para que nunca fuera engullido por el olvido, nada más…

Entre tantas lamentaciones y demás pensamientos caóticamente catastróficos, la hora transcurrió en un santiamén. Ya era el momento de levantarse y afrontar mis miedos. Hoy combatiría contra el propio destino para devolver a mi hermano a la vida.

Fuimos a la cocina y preparé unas cuantas tostadas con mermelada, así como dos vasos de zumo de naranja. Samanta, por su parte, nada más hincarle el diente a la primera rebanada, me preguntó acerca de la reacción que había tenido una hora antes. Me puse nervioso, pensando ahora en frío hubiera sido un craso error el haber logrado que ella creyera todo lo que la había contado. Sin embargo, aún no lo había olvidado y sentía curiosidad, ¿cómo podría remediarlo? Yang no era bueno para estas cosas… Aunque…

Aunque ya había conseguido evocar anteriormente parte de su conducta e inyectarla en mi cerebro a la fuerza. Solamente tenía que pedir a mi cerebro que recuperara toda la maldad que Yang pudiera albergar y así obtener la facultad del engaño.

Se me concedió mi petición. La agilidad mental se puso en marcha, asegurando a Samanta que simplemente se había tratado de un sueño, el cual fue tan real que pensaba que de verdad había pasado todo aquello, aún somnoliento sin entrar completamente en un estado de vigilia.

Mi lengua se clavó como una estaca en su credibilidad. Dudó durante unos pocos segundos, pero acabó doblegándose a mis mentiras… No pude evitar sentirme orgulloso del nivel de independencia que estaba alcanzado. Parecía ser que Yin me había dejado un buen legado.

-Oh, vaya –respondió repentinamente ella, con la intención de cambiar de tema –, ahora, con toda esta luz, puedo apreciar mejor ese mechón. Lo has hecho más grande de lo que pensaba, me encanta.

“Más grande de lo que pensaba”… No sabía la razón, pero presentía que algo no iba bien. Me giré un momento para coger el pequeño espejo imantado que tenía en el frigorífico y lo moví en mi mano hasta dar con el reflejo de mi cabellera.

Una de dos, o no recordaba bien del todo el grosor de mi mechón o de alguna forma había aumentado de tamaño, pero juraría que era más fino la última vez que le eché un vistazo. De hecho, era posible que pudiera establecer una pequeña teoría basándome en las evidencias que se me presentaban, ya que no había sido la primera vez que ocurría este fenómeno dentro de un entorno con similares factores desencadenantes.

Sí, así sucedió la vez que estaba incitando a Samanta para que me matara, manipulándola y haciendo uso de la psicología inversa. Esa fue la primera vez que actué como mi doppelgänger, la vez en la que el mechón surgió en mi cabello. Y ahora, recurriendo de nuevo a las remanencias de Yin, parecía ser que se había amplificado el número de pelos blanquecinos. Si en todo ello no había relación alguna que viniese Siete y me degollara ahí mismo.

De tal modo, quedando prácticamente comprobado que comportarme como él potenciaba mi “herencia capilar”, la cual tú asegurabas que podría contener la clave para revivirle, no podía estar más contento. Claramente, entonces, me hallaba frente a una pista importantísima para dar con Yin. La cuestión era: ¿seguir así hasta acabar con todo el pelo blanco o habría de detenerme en un calibre específico del mechón.

¡Este suspense estaba devorándome por dentro! Y a ello había que añadirle la impaciencia que tenía, viendo de manera inminente, así como lejana, la reunión con mi yo maléfico a través del espejo del cuarto del baño. Los segundos parecían eternos, era como si las manecillas del reloj se hubieran detenido.

-Sí que te has levantado con hambre –dijo ella mientras yo estaba absorto en mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad –. Lo has dejado limpio.

La respondí con una mueca de incomprensión. Entonces miré mi plato. Samanta estaba en lo cierto, su superficie estaba impoluta. Apenas habíamos empezado a desayunar y yo ya había engullido mi parte. Instintivamente me había dado prisa para ir a lavarme los dientes, pero no había tenido en consideración un impedimento crucial que me inmovilizaría allí durante unos minutos más y del cual no podía deshacerme ni aunque quisiera.

Podría decirse que era una tradición fundamentada en la educación que se me había proporcionado de pequeño, y en la actualidad se había transformado en un emulador de un veneno paralizante… Tanto a la hora de iniciar una comida como en el momento de acabar, mi cuerpo permanecía estático, sin poder levantarse del asiento, a la espera de que los demás comensales empezaran o terminasen su plato, según la situación. Así que, desgraciadamente, tendría que permanecer en la cocina hasta que Samanta deglutiera su última tostada, quien, para colmo, comía con extremada lentitud para mi gusto.

La ansiedad estaba concentrándose en mi sangre de forma abrumadora, me estaba intoxicando con tamaña angustiosa inquietud. Agitaba mis piernas y golpeaba la superficie de la mesa con mis dedos, originando un armónico sonido que se traducía en un mensaje de desesperación.

Por desgracia, lo único que conseguía con todo ello era alterarla y hacer que siguiera sopesando la veracidad de mi excusa onírica. Insistió. Exigió que la dijera la verdad si en realidad me estaba ocurriendo algo. Sus ojos estaban vidriosos, ¿tan preocupada estaba por mí?

Me resultaba doloroso, como una puya atravesándome los pulmones y ensartando mi corazón. Me gustaría decirla que eso no había sido un sueño y que todo era verídico, pero si lo hiciese pondría en peligro demasiadas cosas, su propia vida inclusive, ya que sin Yin yo sería lo suficientemente débil como para ser abatido ipso facto por cualquiera de Los Siete… o por Santiago.

¡Santiago! Casi lo pasaba por alto, sí, me acordé en ese preciso instante de que, justo después de fusionarme nuevamente con Yin, el Flebotomista irrumpió en mi casa, atacando a Samanta. Si fallaba y no me reencontraba con él, la situación podría volverse muy peliaguda, hasta el punto de que todo terminara allí, con ella y conmigo asesinados por ese hombre… Lo que me faltaba, más presión para conseguir que la reanimación de mi mal fuera exitosa.

Tenía que empezar a darme prisa. Percibía mis propios latidos, la sangre era bombeada con fuerza y pequeñas gotas de sudor brotaban en mi piel. Estaba al borde de ser poseído por el puro desasosiego… Debía serenarme o echaría todo a perder. Aguanté la respiración y probé a distraerme intentando pensar en algo ajeno a mis preocupaciones, aunque me era difícil… Había de realizar un último esfuerzo, ya faltaba poco para volver a verle. Tenía que resistir…

De repente una sacudida me revolvió el cuerpo entero. Me resultaba familiar, como cuando Yin quería tomar el control de la carcasa. ¿Pudiera ser? ¿A eso se debía mi nerviosismo? ¿Estaba reteniendo algo, o mejor dicho a alguien, dentro de mí que trataba de emerger? No… era improbable que fuera mi hermano, aún no era el momento y ni siquiera me encontraba delante del espejo del cuarto de baño. Entonces, ¿qué, otro acto de Los Siete? ¿Santiago se había anticipado y sabía que venía del futuro? ¿QUÉ?

Samanta por fin terminó de desayunar y me salvó de esa paranoica maraña de conjeturas estrafalarias. Me cogió las manos, atónita por su los inconmensurables temblores que tenían en ellos, y me apretó con fuerza, sonriéndome y sugiriendo que me fuera a descansar una vez nos cepillásemos los dientes.

Los dientes… El momento había llegado. Me sentía justamente como un niño en su primer día de clase, iba a reencontrarme con una porción de mí mismo que había perecido y no sabía cómo iba a reaccionar si realmente ignoraba lo acontecido en el futuro, es decir, si era el Yin del Bruno de ese presente o el mío.


Ya estaba frente al espejo… con la mirada clavada en mis pupilas, buscando cualquier seña de él. Pero no percibía nada… Me evadí de lo que me rodeaba y me concentré férreamente en mis ojos. Me aproximé más al cristal, despreocupándome de si Samanta se percataba de mi raro comportamiento. Más cerca, más, más…


Y sólo conseguí ver amplificados esos dos círculos negros y cristalinos. Bajé la cabeza, absolutamente decepcionado, casi a punto de llorar. Me enjuagué la boca y le dije a ella que me dejara un momento a solas, fingiendo que me encontraba mareado. Tras insistir un poco en que prefería estar solo, ella se fue.

Ahí me encontraba, con las manos apoyadas en el borde del lavabo y la cabeza gacha, con los labios temblorosos y el borla contrayéndose en un preludio melancólico. Quizás fuera cierto eso que tantas veces me replanteaba pero que repelía con tal de no aterrarme, autoengañándome, sobre la imposibilidad de devolverle a la vida.

Sin embargo, para mi asombro, cuando terminé de sollozar después de unos amargos minutos y alcé la cabeza, contemplé lo inesperado. Era yo, reflejado, sí, puede que algo normal, pero aquella imagen era distinta a la mía por dos sencillas razones: no paraba de reírse como un desquiciado y, la más importante, no mostraba ningún mechón en su pelo.

Estaba sin palabras, considerando que era simplemente una alucinación en respuesta a la desbordante tristeza que estaba manifestando. Aun así, sin importarme el actuar como un loco abarrotado por alucinaciones, tragué saliva, respiré hondo y le pregunté.

-¿E… Eres Yin, mi otro yo…, el doppelgänger, mi hermano gemelo…?

No contestó, únicamente apoyó sus manos sobre el espejo, tal y como lo hizo la primera vez. Claramente tenía hacerle caso y juntas las mías con las suyas, ya que seguramente iba bien encaminado.

No perdí ni un mísero segundo. Nuestras palmas estaban en contacto. Cerré los ojos y me dejé llevar. Mi pulso se potenció en la región craneal, me palpitaba la cabeza al compás de unos dolores punzantes e intermitentes, todo ello mezclado con una nauseas crecientes que descontrolaban mi percepción del espacio.

Definitivamente estaba sucediendo algo bastante distinto a la vez que transferí al Yin toda mi oscuridad. Estaba a punto de desmayarme, interrumpiendo esa perniciosa conexión, cuanto justamente alguien me agarró de las muñecas para que no cayera al suelo. Era… ni más ni menos que el propio doppelgänger, el cual había atravesado el espejo con sus manos. No… no entendía cómo había conseguido hacer eso, si tras esa superficie solamente había cemento.

-Ya no estás tan indefenso como antes, hermanito.

Todo el cansancio que padecía se desvaneció en un instante. Recobré la compostura. Esa frase contenía un importantísimo mensaje: era el Yin de mi trama temporal.

-Entonces… ¿¡estás vivo!?

-Si no fuera por ti no sería cierto –respondió mientras atravesaba el espejo con el resto de su cuerpo –. Has sido tú quien ha logrado que siga vivo. ¿Sabes lo que era hace un momento? Tan sólo una proyección de la malicia que por defecto albergas tú. Sin pensamientos ni conciencia propia. Me has concedido tus recuerdos y los de ese difunto Yin. Me has resucitado.

-¿Y… cómo has conseguido salir del espejo? Eso no ocurrió con anterioridad.

-Provienes de un tiempo en el que estábamos separados, ambos con más fuerza individual que nunca. Era una simple ilusión, pues en realidad estaba materializándome desde tus manos, las cuales han estado muchas veces en contacto con esa piedra que nos cedió la Sombra. Estaban capacitadas para sacarme del olvido de los abismos de la Oscuridad.

-Así que… es cierto. Eres tú de verdad, no es un sueño.

-Claro que no, idiota. Si todavía recuerdo el daño que me hice al impactar contra el pavimento con la intención de salvarte de esa chica.

-Ah, respecto a eso…

-Ya lo sé. Ya me has puesto al día de todo. No te preocupes, sé perfectamente que la Samanta que está viviendo aquí no era la misma que quiso matarte. Te dije hace tiempo que no volvería a animarte a asesinarla. Confía en mí, para mí ella es intocable.

Suspiré aliviado… aunque ese descanso no duró mucho. Un alarido de Samanta me alertó. El intervalo entre nuestra conversación y la ofensiva del Flebotomista había transcurrido de manera fugaz. Miré a Yin, era el momento de fusionarse e ir a por él, pero mi hermano tenía un plan distinto rondando en su mente.

-Yang. Lo que te voy a pedir quizá no te entusiasme demasiado, pero creo que es necesario para cambiar de verdad este fatídico destino.

-¿Qué me propones? Rápido, por favor.

-Necesito ser quien domine tu cuerpo de forma indefinida, al menos hasta que todo el asunto de Los Siete se calme.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Eso servirá de algo?

-Como me ponga a explicarlo matarán a Samanta. Decídete rápido. Sé que aceptar supone muchos riesgos, vas a dejarte controlar por un asesino psicótico, no obstante, creo que esta es la mejor opción para que al menos ella y tú viváis unos pocos meses en plena tranquilidad.

Tranquilidad… No hizo falta decir nada más. Acepté su trato y volvimos a fusionarnos. Ya era definitivo, Yin había regresado. Y parecía que de una forma más aparente de lo que imaginaba en un principio… Un último vistazo al espejo lo corroboró. Otra vez mi cabello había cambiado… Esta vez era completamente blanco, a excepción de una zona coloreada de negro, justo en la misma localización donde estaba mi antiguo mechón. Podría decirse que los colores del pelo habían intercambiado posiciones.

¡Sí, ahora iban a rodar cabezas! Desarmado, corrí hacia el salón y sin pensármelo dos veces le realicé un placaje a Santiago, quien intentaba ahogar a Samanta. Hundí mis dedos en sus cuencas y me deleité con su sangre. Continué con el ataque aporreando su caja torácica, quebrándole en pocos golpes todas y cada una de sus costillas. Lentamente iba dificultando su respiración, encharcando sus pulmones, hasta que pereció en una horrenda asfixia. Qué placentero fue hacerlo con mis propias manos…

Una vez me cercioré de que no daba señales de vida, me detuve un minuto para hacerle un breve resumen a Samanta de lo acontecido, disfrazando los aspectos más inverosímiles con mentiras del estilo de que tenía doble personalidad o Los Siete eran asesinos normales y corrientes. Esas verdades las revelaría en el debido momento, cuando al saber de tu existencia abriera su mente a la irrealidad.

Los días venideros fueron más o menos como en el pasado. Cada vez que Santiago resucitaba lo mataba de una forma fríamente sádica y sin compasión, mientras Samanta lo observaba desde un segundo plano, dándose cuenta de que yo poseía una faceta viralmente violenta y perturbada. Y así fue hasta que finalmente lanzó su ansiado discurso.

-¿Pensáis que esto es suficiente, que estáis a salvo? Yo no soy la gran amenaza que os acecha, ni mucho menos… Sólo hago lo que me ordenan, aunque eso no quita que lo haga con gran placer. Vosotros dos seguís estando en peligro. Pronto hará un mes que no doy señales de vida y ÉL querrá saber qué ocurre. Sabe perfectamente que al último lugar al que fui era a tu casa, Bruno, y no tiene ningún reparo en haceros una… visita personal. Seguid matándome, dentro de poco será la última…

-Cállate, escoria.

-¿¡Cómo dices!?

-Que cierres la maldita boca. No va a pasar nada de eso –respondí cogiéndole la mano a Samanta para que se tranquilizara–. Podría creérmelo si el antiguo Bruno siguiera aquí, bajo la mirada de Tres, el inepto predictor de futuros. Sin embargo, la realidad es muy distinta, y ya me imagino a Los Siete completamente desconcertados al darse cuenta de que no pueden anticiparse a mis movimientos. No vendrá nadie a rescatarte porque eres un mero peón, al contrario, esperarán a que yo vaya a por ellos… Cosa que ten por seguro haré, pero primero me divertiré una temporada contigo…

A partir de ahí fue bastante divertido ver cómo Santiago gritaba con auténtica desesperación, pidiendo auxilio sin que nadie acudiera en su ayuda. Día tras día era torturado, llegando incluso a suplicarme que cesara en repetidas ocasiones, y, por supuesto, yo ignorándole.

Como era de esperar, los meses se sucedieron y nunca vino nadie a mi casa. Mi plan de tomar el control del cuerpo fue un éxito. Tres conocía los posibles futuros de mi persona cuando era Yang el dominante, pero conmigo era diferente… Soy puro caos, el mensajero del albedrío. El Atemporal #011 no podría prever en ningún momento que Samanta y yo optaríamos por quedarnos en casa y no huir cogiendo ese funesto tren que desencadenaría toda la tragedia. Así que, sin más dilación, estuve aguardando tu llegada, la cual calculé que rondaría estas fechas. Y mira, acerté.

¿Qué te ha parecido? Parece que el destino ha optado por inclinarse de una puta vez a mi favor. Por cierto, aún tengo unas cuantas cosas más que contarte, algunos aspectos de mi memoria que se han aclarado ahora que yo soy Bruno. Quizás haya uno que te interese especialmente… Algo relacionado con una tal Jade…

Anda, ve a plasmar esto a la cosecha y vuelve lo más pronto que puedas. No nos moveremos de aquí, te lo prometo.

Hay diversión para rato troceando este cuerpo.