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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

domingo, 18 de mayo de 2014

Pequeño diario de una pequeña alma #14

[Volver a relatar las vivencias de Bruno puedo hacer suponer que, ante todo pronóstico, ha fracasado, muriendo y siendo enviado por última vez a la Oscuridad… Pero no, parece ser que se marchó de aquí con mucha más determinación de la que aparentaba, o tal vez el riesgo de serle imposible resucitar le hizo tomarse más en serio el asunto. De una forma o de otra, el caso es que ha logrado mantenerse con vida hasta el día de hoy, aunque eso no quiere decir que Yang se haya visto rodeado de dicha… más bien lo contrario.

Fue ayer mismo cuando me dio por subir al mundo de los vivos. Al principio estaba extrañado, sabía que el collar que le di a Bruno había impregnado en su alma suficiente oscuridad como para ir directamente al Paraverso si moría, así que descendí un momento a este lugar y pregunté al Rey Osario acerca de las nuevas almas que habían accedido a sus dominios.

Me resultó extraño que Bruno no se hallara entre ellos. Normalmente, por no decir siempre, cuando un alma viaja al pasado, ya sea a través de una de mis cosechas con ciertas herramientas como sombras materializadas o por medio de metempsicosis temporales desde el Paraverso, se guarda en su esencia la fecha del presente, es decir, el tiempo exacto en el que emprende el viaje. Finalmente, si muere, cosa que asiduamente ocurre antes de lo que espera, el proceso se revierte. Sin embargo, al tenerse que desplazar un alma, exenta de cuerpo, sin protección alguna, el viaje se ralentiza, y por ello no regresan al punto temporal exacto del que partieron, sino que tardan aproximadamente un mes. En resumen, poniendo un ejemplo, si Bruno hizo su primer viaje en Octubre del año pasado, no fue raro que regresase a la Oscuridad en Noviembre, y no en el mismo mes de ida. Sé que al principio es un poco complicado entender este caos de reglas que sobrepasan lo normal para los mortales, pero después de tanto tiempo uno lo memoriza sin siquiera poner empeño en ello.

Por esta razón comencé a preocuparme sobre el paradero del chico. Siendo honesto, no tenía muchas esperanzas en que hubiera sobrevivido después de haber sido derrotado tantas veces, por lo que creía que al final Óscar (o Alpha, que ahora pululaba a sus anchas por estos mundos) se había apropiado de su esencia para lo que fuera que pretendiera hacer con ella. No obstante, aún tenía que hacer uso de todas las alternativas existentes, y había una con bastantes posibilidades de resultar en éxito, pese a que me disgustara la idea de llevarla a cabo.

Tuve que regresar allí arriba tras haber estado tanto tiempo sin que me incordiara ese nocivo y vívido entorno. Con lo cómodo que me resultaba que Bruno me contara sus desventuras en mi propio territorio… Otra vez, expuesto al dolor de los últimos resquicios de mi yo humano… Pero el sacrificio merecía la pena.

No me entretuve y directamente puse rumbo al hogar donde él vivía. Convertido en sombra pura, trepé por la pared y me deslicé por una ventana que estaba abierta. Y entonces… como una escena digna de una película, me topé con Bruno, al cual pillé in fraganti cortándole los brazos ni más ni menos que a Santiago, mientras Samanta, asombrosamente viva, contemplaba la sanguinaria imagen.

Los dos me miraron fijamente. Mientras ella se impresionó al ver surgir una silueta humanoide tan lúgubre, el chico, mostrando sus colmillos en una sádica sonrisa, me saludó cordialmente, afirmando que llevaba bastante tiempo esperando mi visita.

Yo, aún un poco trastocado por ese inesperado presente debido a mis equívocas expectativas, me dirigí al pequeño calendario que había en la mesa del salón. Había de comprobar la fecha, me seguía siendo increíble que eso estuviera sucediendo de verdad. Miré el calendario y…

Efectivamente, era 17 de Mayo del 2014, así que no había la más mínima duda: Bruno había conseguido cambiar ese fatídico destino que tanto le costó derrocar antaño.

-Comprendo que estés asombrado… Yo también lo estaría… mi yo del pasado dejaba mucho que desear. Por cierto, Samanta, este es el amigo del que te he hablado tanto tiempo.

-Un… un placer. No me lo imaginaba de esa… forma.

-Bueno, Borja, supongo que tendrás muchas preguntas, y despedazar este cuerpo me va a llevar un rato. ¿Nos ponemos al día?]

El proceso fue el de siempre, salvo por ciertos detalles que ahora te diré. Me desperté poco a poco conforme la intensidad de la luz que se colaba a través de las cortinas de la ventana de mi habitación incrementaba. Me recuperé de mi ligera amnesia de inmediato. Y el corazón me dio un vuelco cuando fui consciente de que la muerte de Yin no había sido un sueño causado por ese letargo.

¿Que por qué lo supe? Es sencillo saber que falta algo al explorar tu interior y ver que hay un hueco vacío, inerte, el cual solía estar habitado por algo tan vívido que podría decirse que era una parte extremadamente importante para que mi motor funcionase de forma correcta ininterrumpidamente.

Por último, la fecha a la que había ido a parar vino a mi mente: 31 de Mayo del año pasado. Fue entonces cuando un atisbo de esperanza surgió en ese mismo melancólico espacio abismal de mi ser. Me quedé sentado en la cama y traté de rememorar todo lo que sucedió aquel día. Ya había ocurrido una vez, el Yin que se manifestaba provenía del pasado, así que había posibilidades de que los acontecimientos se desenvolvieran de la misma manera, máxime cuando hoy era el primer día en el que se manifestaba ante mí con total consciencia. Solamente tenía que reproducir todos los pasos a la perfección y tal vez podría “resucitarle”.

Había transcurrido casi un año y a cualquier persona le resultaría tarea imposible el recordar con total exactitud las acciones de un día entero. Sin embargo, para mi sorpresa, mi cerebro recuperó todos y cada uno de los recuerdos albergados acerca de finales de mes.

Lo primero que hice, obviamente, fue dirigir mi mirada hacia el otro lado de la cama. No me había caído hasta ese preciso momento, pero era cierto que por aquel entonces estaba conviviendo con Samanta.

Fue extraño… muy pero que muy extraño verla ahí, durmiendo tan plácidamente a mi lado… emanaba quietud y belleza… Y no pude evitarlo, no sabía si lo que iba a hacer a continuación iba a fastidiar mi única oportunidad de revivir a mi doppelgänger, pero tenía que hacerlo.

Entre lágrimas, me eché sobre ella, estrechándola entre mis brazos y pidiendo sin parar que me perdonara. La respiración se me entrecortaba, era inevitable… me sentía tan culpable por mi comportamiento hacia su persona. Sé que ella no entendería en absoluto mis lamentos. Aun así, debía disculparme por el trato que la había propiciado en mi último viaje al pasado.

Desconocía por completo si esa Samanta a la que magullé sin compasión era una distorsión temporal de la verdadera, pero, en esencia, fuera quien fuera, en mi mente permanecería grabada por toda la eternidad la imagen de mis puños ensangrentados deformando su calavera golpe a golpe…

Como era de esperar, una vez despierta y algo molesta por ello, me preguntó que a qué venía esa actitud tan poco usual en mí. Ignorando que me tomase como un loco, le conté todo lo que había pasado, incluyendo tu existencia, Borja. Naturalmente, no se lo creyó ni por asomo y hasta dejó escapar una pequeña risa.

Vislumbrado mi enojo por no creerme, quiso consolarme devolviéndome un abrazo, aún más fuerte que el mío, y acurrucándome cerca de su pecho, sugiriendo que me quedara ahí una hora más, ya que todavía era demasiado temprano como para levantarse a desayunar.

Y todo hubiera sido perfecto… de no ser por su última frase.

-Por cierto, no sé en qué momento lo has hecho, pero me gusta ese mechón blanco.

Más recuerdos se amontonaron en mi cerebro sin cesar, a pesar de que pensase que ya no podía haber más. No obstante, estos pertenecían a los instantes previos a mi viaje, justo cuando te estaba relatando todo lo que me había ocurrido de vuelta a Febrero del año pasado. Parecía ser que había olvidado completamente que ese mechón pudiera ser una señal desde el Más Allá de mi hermano. La forma en la que había aparecido, dejándome manipular por la misma agresividad que él mismo tenía, indicaba, sin lugar a dudas, que era una marca de Yin, hubiera sido creada por él a voluntad o de forma fortuita.

Pero, pese a esa súbita revolución mental que acababa de sufrir, podía tranquilizarme un poco, haciendo caso a las palabras de Samanta. No podía levantarme aún, ya que no era la hora del desayuno, y, si de verdad quería reconstruir todas mis acciones, no tenía más opción que aguardar. Qué remedio, ¿eh? Tendría que sacrificarme y “soportar” una hora entera esa situación afectiva.

Era curioso… Marché al pasado repleto de dolor y sed de venganza, dispuesto a arrasar con cualquiera que se interpusiera en mi camino, fuera amigo, enemigo, conocido o desconocido. En cambio, era obvio que el poder amansador que Samanta tenía sobre mí no había sido modificado ni un ápice por muchas veces que la línea temporal hubiera quedado trastocada por mis andanzas ilícitas. Ahora mismo me encontraba en el mismísimo cielo, exento de preocupaciones, deseando con todas mis fuerzas que los segundos se congelaran, que ni la propia Muerte fuera capaz de arrebatarnos esa felicidad, que la eternidad nos rodeara con un lazo para que no nos afectara si quiera el fin de los días. Pero entre todo ese júbilo placentero se encontraba una minúscula semilla oscura a punto de germinar…

Por mucho que me doliera, tenía que mentalizarme que dicha situación probablemente sería efímera y de nuevo la tragedia nos empalaría con sus afiladas garras, pues sólo debía ver todo lo que tenía en mi contra, analizando mis pasados intentos fallidos por reparar esta sucesión de horrores… Únicamente podía atesorar ese momento y encadenarlo en un delicado cofre para que nunca fuera engullido por el olvido, nada más…

Entre tantas lamentaciones y demás pensamientos caóticamente catastróficos, la hora transcurrió en un santiamén. Ya era el momento de levantarse y afrontar mis miedos. Hoy combatiría contra el propio destino para devolver a mi hermano a la vida.

Fuimos a la cocina y preparé unas cuantas tostadas con mermelada, así como dos vasos de zumo de naranja. Samanta, por su parte, nada más hincarle el diente a la primera rebanada, me preguntó acerca de la reacción que había tenido una hora antes. Me puse nervioso, pensando ahora en frío hubiera sido un craso error el haber logrado que ella creyera todo lo que la había contado. Sin embargo, aún no lo había olvidado y sentía curiosidad, ¿cómo podría remediarlo? Yang no era bueno para estas cosas… Aunque…

Aunque ya había conseguido evocar anteriormente parte de su conducta e inyectarla en mi cerebro a la fuerza. Solamente tenía que pedir a mi cerebro que recuperara toda la maldad que Yang pudiera albergar y así obtener la facultad del engaño.

Se me concedió mi petición. La agilidad mental se puso en marcha, asegurando a Samanta que simplemente se había tratado de un sueño, el cual fue tan real que pensaba que de verdad había pasado todo aquello, aún somnoliento sin entrar completamente en un estado de vigilia.

Mi lengua se clavó como una estaca en su credibilidad. Dudó durante unos pocos segundos, pero acabó doblegándose a mis mentiras… No pude evitar sentirme orgulloso del nivel de independencia que estaba alcanzado. Parecía ser que Yin me había dejado un buen legado.

-Oh, vaya –respondió repentinamente ella, con la intención de cambiar de tema –, ahora, con toda esta luz, puedo apreciar mejor ese mechón. Lo has hecho más grande de lo que pensaba, me encanta.

“Más grande de lo que pensaba”… No sabía la razón, pero presentía que algo no iba bien. Me giré un momento para coger el pequeño espejo imantado que tenía en el frigorífico y lo moví en mi mano hasta dar con el reflejo de mi cabellera.

Una de dos, o no recordaba bien del todo el grosor de mi mechón o de alguna forma había aumentado de tamaño, pero juraría que era más fino la última vez que le eché un vistazo. De hecho, era posible que pudiera establecer una pequeña teoría basándome en las evidencias que se me presentaban, ya que no había sido la primera vez que ocurría este fenómeno dentro de un entorno con similares factores desencadenantes.

Sí, así sucedió la vez que estaba incitando a Samanta para que me matara, manipulándola y haciendo uso de la psicología inversa. Esa fue la primera vez que actué como mi doppelgänger, la vez en la que el mechón surgió en mi cabello. Y ahora, recurriendo de nuevo a las remanencias de Yin, parecía ser que se había amplificado el número de pelos blanquecinos. Si en todo ello no había relación alguna que viniese Siete y me degollara ahí mismo.

De tal modo, quedando prácticamente comprobado que comportarme como él potenciaba mi “herencia capilar”, la cual tú asegurabas que podría contener la clave para revivirle, no podía estar más contento. Claramente, entonces, me hallaba frente a una pista importantísima para dar con Yin. La cuestión era: ¿seguir así hasta acabar con todo el pelo blanco o habría de detenerme en un calibre específico del mechón.

¡Este suspense estaba devorándome por dentro! Y a ello había que añadirle la impaciencia que tenía, viendo de manera inminente, así como lejana, la reunión con mi yo maléfico a través del espejo del cuarto del baño. Los segundos parecían eternos, era como si las manecillas del reloj se hubieran detenido.

-Sí que te has levantado con hambre –dijo ella mientras yo estaba absorto en mis pensamientos, trayéndome de vuelta a la realidad –. Lo has dejado limpio.

La respondí con una mueca de incomprensión. Entonces miré mi plato. Samanta estaba en lo cierto, su superficie estaba impoluta. Apenas habíamos empezado a desayunar y yo ya había engullido mi parte. Instintivamente me había dado prisa para ir a lavarme los dientes, pero no había tenido en consideración un impedimento crucial que me inmovilizaría allí durante unos minutos más y del cual no podía deshacerme ni aunque quisiera.

Podría decirse que era una tradición fundamentada en la educación que se me había proporcionado de pequeño, y en la actualidad se había transformado en un emulador de un veneno paralizante… Tanto a la hora de iniciar una comida como en el momento de acabar, mi cuerpo permanecía estático, sin poder levantarse del asiento, a la espera de que los demás comensales empezaran o terminasen su plato, según la situación. Así que, desgraciadamente, tendría que permanecer en la cocina hasta que Samanta deglutiera su última tostada, quien, para colmo, comía con extremada lentitud para mi gusto.

La ansiedad estaba concentrándose en mi sangre de forma abrumadora, me estaba intoxicando con tamaña angustiosa inquietud. Agitaba mis piernas y golpeaba la superficie de la mesa con mis dedos, originando un armónico sonido que se traducía en un mensaje de desesperación.

Por desgracia, lo único que conseguía con todo ello era alterarla y hacer que siguiera sopesando la veracidad de mi excusa onírica. Insistió. Exigió que la dijera la verdad si en realidad me estaba ocurriendo algo. Sus ojos estaban vidriosos, ¿tan preocupada estaba por mí?

Me resultaba doloroso, como una puya atravesándome los pulmones y ensartando mi corazón. Me gustaría decirla que eso no había sido un sueño y que todo era verídico, pero si lo hiciese pondría en peligro demasiadas cosas, su propia vida inclusive, ya que sin Yin yo sería lo suficientemente débil como para ser abatido ipso facto por cualquiera de Los Siete… o por Santiago.

¡Santiago! Casi lo pasaba por alto, sí, me acordé en ese preciso instante de que, justo después de fusionarme nuevamente con Yin, el Flebotomista irrumpió en mi casa, atacando a Samanta. Si fallaba y no me reencontraba con él, la situación podría volverse muy peliaguda, hasta el punto de que todo terminara allí, con ella y conmigo asesinados por ese hombre… Lo que me faltaba, más presión para conseguir que la reanimación de mi mal fuera exitosa.

Tenía que empezar a darme prisa. Percibía mis propios latidos, la sangre era bombeada con fuerza y pequeñas gotas de sudor brotaban en mi piel. Estaba al borde de ser poseído por el puro desasosiego… Debía serenarme o echaría todo a perder. Aguanté la respiración y probé a distraerme intentando pensar en algo ajeno a mis preocupaciones, aunque me era difícil… Había de realizar un último esfuerzo, ya faltaba poco para volver a verle. Tenía que resistir…

De repente una sacudida me revolvió el cuerpo entero. Me resultaba familiar, como cuando Yin quería tomar el control de la carcasa. ¿Pudiera ser? ¿A eso se debía mi nerviosismo? ¿Estaba reteniendo algo, o mejor dicho a alguien, dentro de mí que trataba de emerger? No… era improbable que fuera mi hermano, aún no era el momento y ni siquiera me encontraba delante del espejo del cuarto de baño. Entonces, ¿qué, otro acto de Los Siete? ¿Santiago se había anticipado y sabía que venía del futuro? ¿QUÉ?

Samanta por fin terminó de desayunar y me salvó de esa paranoica maraña de conjeturas estrafalarias. Me cogió las manos, atónita por su los inconmensurables temblores que tenían en ellos, y me apretó con fuerza, sonriéndome y sugiriendo que me fuera a descansar una vez nos cepillásemos los dientes.

Los dientes… El momento había llegado. Me sentía justamente como un niño en su primer día de clase, iba a reencontrarme con una porción de mí mismo que había perecido y no sabía cómo iba a reaccionar si realmente ignoraba lo acontecido en el futuro, es decir, si era el Yin del Bruno de ese presente o el mío.


Ya estaba frente al espejo… con la mirada clavada en mis pupilas, buscando cualquier seña de él. Pero no percibía nada… Me evadí de lo que me rodeaba y me concentré férreamente en mis ojos. Me aproximé más al cristal, despreocupándome de si Samanta se percataba de mi raro comportamiento. Más cerca, más, más…


Y sólo conseguí ver amplificados esos dos círculos negros y cristalinos. Bajé la cabeza, absolutamente decepcionado, casi a punto de llorar. Me enjuagué la boca y le dije a ella que me dejara un momento a solas, fingiendo que me encontraba mareado. Tras insistir un poco en que prefería estar solo, ella se fue.

Ahí me encontraba, con las manos apoyadas en el borde del lavabo y la cabeza gacha, con los labios temblorosos y el borla contrayéndose en un preludio melancólico. Quizás fuera cierto eso que tantas veces me replanteaba pero que repelía con tal de no aterrarme, autoengañándome, sobre la imposibilidad de devolverle a la vida.

Sin embargo, para mi asombro, cuando terminé de sollozar después de unos amargos minutos y alcé la cabeza, contemplé lo inesperado. Era yo, reflejado, sí, puede que algo normal, pero aquella imagen era distinta a la mía por dos sencillas razones: no paraba de reírse como un desquiciado y, la más importante, no mostraba ningún mechón en su pelo.

Estaba sin palabras, considerando que era simplemente una alucinación en respuesta a la desbordante tristeza que estaba manifestando. Aun así, sin importarme el actuar como un loco abarrotado por alucinaciones, tragué saliva, respiré hondo y le pregunté.

-¿E… Eres Yin, mi otro yo…, el doppelgänger, mi hermano gemelo…?

No contestó, únicamente apoyó sus manos sobre el espejo, tal y como lo hizo la primera vez. Claramente tenía hacerle caso y juntas las mías con las suyas, ya que seguramente iba bien encaminado.

No perdí ni un mísero segundo. Nuestras palmas estaban en contacto. Cerré los ojos y me dejé llevar. Mi pulso se potenció en la región craneal, me palpitaba la cabeza al compás de unos dolores punzantes e intermitentes, todo ello mezclado con una nauseas crecientes que descontrolaban mi percepción del espacio.

Definitivamente estaba sucediendo algo bastante distinto a la vez que transferí al Yin toda mi oscuridad. Estaba a punto de desmayarme, interrumpiendo esa perniciosa conexión, cuanto justamente alguien me agarró de las muñecas para que no cayera al suelo. Era… ni más ni menos que el propio doppelgänger, el cual había atravesado el espejo con sus manos. No… no entendía cómo había conseguido hacer eso, si tras esa superficie solamente había cemento.

-Ya no estás tan indefenso como antes, hermanito.

Todo el cansancio que padecía se desvaneció en un instante. Recobré la compostura. Esa frase contenía un importantísimo mensaje: era el Yin de mi trama temporal.

-Entonces… ¿¡estás vivo!?

-Si no fuera por ti no sería cierto –respondió mientras atravesaba el espejo con el resto de su cuerpo –. Has sido tú quien ha logrado que siga vivo. ¿Sabes lo que era hace un momento? Tan sólo una proyección de la malicia que por defecto albergas tú. Sin pensamientos ni conciencia propia. Me has concedido tus recuerdos y los de ese difunto Yin. Me has resucitado.

-¿Y… cómo has conseguido salir del espejo? Eso no ocurrió con anterioridad.

-Provienes de un tiempo en el que estábamos separados, ambos con más fuerza individual que nunca. Era una simple ilusión, pues en realidad estaba materializándome desde tus manos, las cuales han estado muchas veces en contacto con esa piedra que nos cedió la Sombra. Estaban capacitadas para sacarme del olvido de los abismos de la Oscuridad.

-Así que… es cierto. Eres tú de verdad, no es un sueño.

-Claro que no, idiota. Si todavía recuerdo el daño que me hice al impactar contra el pavimento con la intención de salvarte de esa chica.

-Ah, respecto a eso…

-Ya lo sé. Ya me has puesto al día de todo. No te preocupes, sé perfectamente que la Samanta que está viviendo aquí no era la misma que quiso matarte. Te dije hace tiempo que no volvería a animarte a asesinarla. Confía en mí, para mí ella es intocable.

Suspiré aliviado… aunque ese descanso no duró mucho. Un alarido de Samanta me alertó. El intervalo entre nuestra conversación y la ofensiva del Flebotomista había transcurrido de manera fugaz. Miré a Yin, era el momento de fusionarse e ir a por él, pero mi hermano tenía un plan distinto rondando en su mente.

-Yang. Lo que te voy a pedir quizá no te entusiasme demasiado, pero creo que es necesario para cambiar de verdad este fatídico destino.

-¿Qué me propones? Rápido, por favor.

-Necesito ser quien domine tu cuerpo de forma indefinida, al menos hasta que todo el asunto de Los Siete se calme.

-¿Qué? ¿Por qué? ¿Eso servirá de algo?

-Como me ponga a explicarlo matarán a Samanta. Decídete rápido. Sé que aceptar supone muchos riesgos, vas a dejarte controlar por un asesino psicótico, no obstante, creo que esta es la mejor opción para que al menos ella y tú viváis unos pocos meses en plena tranquilidad.

Tranquilidad… No hizo falta decir nada más. Acepté su trato y volvimos a fusionarnos. Ya era definitivo, Yin había regresado. Y parecía que de una forma más aparente de lo que imaginaba en un principio… Un último vistazo al espejo lo corroboró. Otra vez mi cabello había cambiado… Esta vez era completamente blanco, a excepción de una zona coloreada de negro, justo en la misma localización donde estaba mi antiguo mechón. Podría decirse que los colores del pelo habían intercambiado posiciones.

¡Sí, ahora iban a rodar cabezas! Desarmado, corrí hacia el salón y sin pensármelo dos veces le realicé un placaje a Santiago, quien intentaba ahogar a Samanta. Hundí mis dedos en sus cuencas y me deleité con su sangre. Continué con el ataque aporreando su caja torácica, quebrándole en pocos golpes todas y cada una de sus costillas. Lentamente iba dificultando su respiración, encharcando sus pulmones, hasta que pereció en una horrenda asfixia. Qué placentero fue hacerlo con mis propias manos…

Una vez me cercioré de que no daba señales de vida, me detuve un minuto para hacerle un breve resumen a Samanta de lo acontecido, disfrazando los aspectos más inverosímiles con mentiras del estilo de que tenía doble personalidad o Los Siete eran asesinos normales y corrientes. Esas verdades las revelaría en el debido momento, cuando al saber de tu existencia abriera su mente a la irrealidad.

Los días venideros fueron más o menos como en el pasado. Cada vez que Santiago resucitaba lo mataba de una forma fríamente sádica y sin compasión, mientras Samanta lo observaba desde un segundo plano, dándose cuenta de que yo poseía una faceta viralmente violenta y perturbada. Y así fue hasta que finalmente lanzó su ansiado discurso.

-¿Pensáis que esto es suficiente, que estáis a salvo? Yo no soy la gran amenaza que os acecha, ni mucho menos… Sólo hago lo que me ordenan, aunque eso no quita que lo haga con gran placer. Vosotros dos seguís estando en peligro. Pronto hará un mes que no doy señales de vida y ÉL querrá saber qué ocurre. Sabe perfectamente que al último lugar al que fui era a tu casa, Bruno, y no tiene ningún reparo en haceros una… visita personal. Seguid matándome, dentro de poco será la última…

-Cállate, escoria.

-¿¡Cómo dices!?

-Que cierres la maldita boca. No va a pasar nada de eso –respondí cogiéndole la mano a Samanta para que se tranquilizara–. Podría creérmelo si el antiguo Bruno siguiera aquí, bajo la mirada de Tres, el inepto predictor de futuros. Sin embargo, la realidad es muy distinta, y ya me imagino a Los Siete completamente desconcertados al darse cuenta de que no pueden anticiparse a mis movimientos. No vendrá nadie a rescatarte porque eres un mero peón, al contrario, esperarán a que yo vaya a por ellos… Cosa que ten por seguro haré, pero primero me divertiré una temporada contigo…

A partir de ahí fue bastante divertido ver cómo Santiago gritaba con auténtica desesperación, pidiendo auxilio sin que nadie acudiera en su ayuda. Día tras día era torturado, llegando incluso a suplicarme que cesara en repetidas ocasiones, y, por supuesto, yo ignorándole.

Como era de esperar, los meses se sucedieron y nunca vino nadie a mi casa. Mi plan de tomar el control del cuerpo fue un éxito. Tres conocía los posibles futuros de mi persona cuando era Yang el dominante, pero conmigo era diferente… Soy puro caos, el mensajero del albedrío. El Atemporal #011 no podría prever en ningún momento que Samanta y yo optaríamos por quedarnos en casa y no huir cogiendo ese funesto tren que desencadenaría toda la tragedia. Así que, sin más dilación, estuve aguardando tu llegada, la cual calculé que rondaría estas fechas. Y mira, acerté.

¿Qué te ha parecido? Parece que el destino ha optado por inclinarse de una puta vez a mi favor. Por cierto, aún tengo unas cuantas cosas más que contarte, algunos aspectos de mi memoria que se han aclarado ahora que yo soy Bruno. Quizás haya uno que te interese especialmente… Algo relacionado con una tal Jade…

Anda, ve a plasmar esto a la cosecha y vuelve lo más pronto que puedas. No nos moveremos de aquí, te lo prometo.

Hay diversión para rato troceando este cuerpo.

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