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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 31 de mayo de 2014

Juventud de ceniza

Imagina que hoy es tu cumpleaños. Es un día lleno de júbilo, de auténtica felicidad. Regalos, felicitaciones, alegría, amigos, familiares, es tu día. Llega la tarta, soplas las velas y pides un deseo. Hasta ahí todo es perfecto. ¿Pero de verdad es así, todo es como lo deseas? Lo sabes muy bien, lo que celebras es el haberte mantenido con vida un año más, lo cual, por extensión conlleva el haber envejecido 365 (ó 366) días.

Puede que no sea un motivo estrambóticamente importante para fastidiar tu aniversario, pero es tan sólo cuestión de darle tiempo, de esperar a que pasen las horas y sean más de las doce de la noche, ya transcurrido tu cumpleaños. Este será el momento preciso para que la melancolía aflore y regrese a tu mente con más fuerza que nunca aquello que has estado evadiendo: te haces mayor.

Y es que, conforme pasan los años y abandonas tu juventud para dar la bienvenida a la adultez, el anhelo por poder viajar al pasado va acrecentando. Sí, te encantaría regresar a cuando tenías diez años y preparabas esos magníficos trabajos de plástica, o a cuando eras un crío de unos cinco años cuya única intranquilidad era el no levantarte muy tarde para así no perderte los dibujos que echaban por la mañana en la televisión. Esos eran momentos de gloria, de pura despreocupación.

Sin embargo, aúllas frente al espejo, replicando al mismísimo Dios del Tiempo que te dé una tregua, pero pronto te percatas de que esta deidad no es nada piadosa y que, a medida que los años pasan, la velocidad de los mismos transita de manera vertiginosa. Estás inyectado con un virus de aceleración constante. No hay ninguna forma de curarte, cada vez tu cuerpo evoluciona de forma más rápida y sabes, aterrado, que es cuestión de tiempo que un día, al levantarte de tu cama, lo que veas reflejado sea un decrépito ser al borde de la defunción.

Habrás perdido tu energía, tu belleza, tus reflejos, tus ganas de divertirte… Sólo quedan restos cremados de aquello en tus recuerdos. Ahora sólo permanece un humano arrugado al que le tiemblan las extremidades y que únicamente espera a que su biología se apague para siempre…

Eres consciente de que para ese aliento final quedan muchos años todavía, pero, aun así, sabes que ya no quedan tantos como hace una década, cuando aún ni siquiera podías presumir de tu mayoría de edad. El tren en el que vas montando cada vez adquiere más velocidad, te guste o no. No obstante, sigues convencido de que la solución a este miedo que posees es continuar lamentándote, no sin antes haberte cerciorado de que empuñas tras de ti una pequeña bandera blanca, ya que con esta táctica no tardarás mucho en mostrar rendición.

Cuán equivocado estás, pues, como en cualquier otro problema, la verdadera forma de enfrentarse a aquello que te incomoda es plantándole cara hasta el punto de que el que ahora cause auténtico miedo seas tú. ¿Qué debes hacer? Sencillo, tan sólo asumir que es imposible recuperar esos días pasados.

Sé que es triste percatarse de que lentamente vas soltando las manos de la juventud con la intención de dejarla caer al vacío para reunirse con los dos cadáveres flotantes de los que no hace mucho también te desprendiste: la niñez y la adolescencia.

Cada día que pasa es una puñalada que magulla tus manos y debilita tus nudillos. Se vuelve más y más complicado seguir sujetando a esa compañera de la que no te quieres deshacer. Volteas un segundo la cabeza y vislumbras a la adultez, llamando tu atención. Es una señora gris, apática, con nada que destacar positivamente. Y para colmo, detrás de ella, aguarda una compañera peor a la cual apodan sus hermanas El Preludio a la Muerte. Con tan sólo mirar a estas dos un sabor amargo recorre tus papilas gustativas. Queda poco para que ya no haya nada más interesante por lo que vivir, faltando únicamente los episodios más monótonos y estáticos.

Pero, pensémoslo de este modo, ¿hay algo en concreto que te obligue a actuar así a partir de ahora? ¿Acaso alguien te ha puesto una pistola en la sien obligándote a transformarte en un ser aburrido embutido en un traje incoloro de empresario? ¿Es que van a lobotomizarte para trastocar tu comportamiento y convertirte en un código de barras viviente?

Veamos, ¿con qué relacionas la juventud? Vigor, felicidad, socialización… El buen vivir en general. Pero, ¿realmente estos rasgos están ligados única y exclusivamente a esta etapa de la vida? ¿O tal vez simplemente así es como lo asignas tú?

Sintiéndolo mucho esta última pregunta es la real. Solamente tú eres el encargado de destruir tu futuro al considerarlo una inutilidad en comparación a tu presente. En cambio, así como eres el culpable de marchitarte volitivamente, también tienes el poder necesario para seguir de manera invariable con el modus vivendi que has llevado a cabo durante estos años. Porque, si te olvidas de pensar día sí y día también que estás envejeciendo, ¿tu cerebro se dará cuenta de ello o continuará, divertido, distrayéndose?

La vejez no tiene relación con la biología, sino con la psicología. Tú has estado todo este tiempo pudriendo tus células, quebrando tus tendones, atrofiando tus músculos, oxidando tus huesos, demacrando tu estado anímico. Eres el reflejo decrépito de tu fobia a los años, un sujeto que preferiría derrochar la mitad de su vida en fallar estrepitosamente tras miles de intentos en encontrar la pócima de la juventud en vez de disfrutar de ese tiempo que es tan valioso.

Por supuesto que no será lo mismo, se habrá cambiado tu carcasa por otra, pero eso conlleva algo tan beneficioso como una mejoría del interior. No lo veas como un “me hago más mayor”, míralo más bien como un “consigo más experiencia”. Porque olvidamos que envejecer también tiene sus pros, los cuales son bastante más numerosos que los contras.

¿Pero sabes lo que pasa? Te has acostumbrado demasiado a esta carcasa a la que pronto tendrás que decir adiós. Te has encariñado con ella, y gran parte de esto es ajeno a ti… No hay más que ver la publicidad de cualquier índole. Los actores más allá de la treintena hacen el papel de personas con algún tipo de problema, mientras que los más jóvenes comparten el plano con momentos y productos que son sinónimo de diversión y felicidad. Este mundo gira en torno a un canon manchado de sangre mediática. No me extrañaría que un día se impusiera un límite de edad y fuera ejecutado aquel que lo sobrepasara. Normalmente las pocas películas futurísticas que aciertan con el curso de nuestra línea temporal son las de carácter catastrófico. Una pena.

Desafortunadamente, mis palabras no son ningún tipo de antídoto para esa fobia incongruente que todos, yo inclusive en mi época, tenemos. La depresión seguirá acechando la apacibilidad de tu mente, el pánico permanecerá disfrazado distorsionando tu concepto de adultez, y la ansiedad continuará estrangulando tu ideal de futuro. ¿Permitirás que maten a ese niño que todos llevamos dentro?

No, no lo hagas. Arráncate esos filtros desgastados que están cosidos a tus córneas y frótate los ojos para limpiarlos. No dejes que los demás te digan cuándo has de parar de vivir y cuándo tienes que comportarte como un androide adiestrado. Sólo tú puedes dictaminarlo, y espero que la sabiduría que has ido reuniendo estos escasos años que llevas con vida te haga reflexionar. Yo no voy a conseguir nada si tú no cedes a las plegarias de tu cerebro, aquel que te pide de rodillas que no le obligues a volverte un ente inanimado.

Puede sonar raro, puede resultar extraño, parece imposible lo que digo, ¿mantenerse joven por siempre? Es de locos… Sin embargo, reitero, tiene que ver más con cómo te tomes el transcurso de los años que con el aspecto físico.

“Me ha salido una pata de gallo”. “Tengo una cana nueva”. ¿Y qué? ¿Eso va a ser suficiente para detener a esa persona que antes tenía la energía necesaria como para comerse el mundo entero? ¿Van a derrotarte un par de cambios que tienen menos importancia que el ciclo vital de las amebas? Aún estás a tiempo de cambiar tu modo de ver tu envejecimiento. Las cosas como son, el vaso tan solo está a la mitad, ni medio lleno ni medio vacío.

Así que continúa el camino sin enlentecer ni un ápice, mantén el ritmo e ignora las habladurías. Que las falacias no te aprisionen, lo que dejas atrás no es más que polvo, ceniza, que dará lugar a una carcasa nueva, reluciente… Siempre y cuando así lo desees y no agaches la cabeza mostrando una pereza conformista, porque entonces tu pesadilla se hará realidad, y la próxima vez que te veas reflejado sólo verás un cadáver viviente…

Una vez dicho todo esto, es evidente que simplemente el pavor te ha engañado y te ha hecho ver una realidad que puede ser bastante diferente según la actitud que tomes a medida que el valor de tu edad vaya aumentando… Ya te has percatado de que ser viejo no es cuestión de tiempo, sino de ti mismo.

Así que tú decides, mi joven cenizo.

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