Imagina que hoy es tu cumpleaños. Es un día lleno de júbilo,
de auténtica felicidad. Regalos, felicitaciones, alegría, amigos, familiares,
es tu día. Llega la tarta, soplas las velas y pides un deseo. Hasta ahí todo es
perfecto. ¿Pero de verdad es así, todo es como lo deseas? Lo sabes muy bien, lo
que celebras es el haberte mantenido con vida un año más, lo cual, por
extensión conlleva el haber envejecido 365 (ó 366) días.
Puede que no sea un motivo estrambóticamente importante para
fastidiar tu aniversario, pero es tan sólo cuestión de darle tiempo, de esperar
a que pasen las horas y sean más de las doce de la noche, ya transcurrido tu
cumpleaños. Este será el momento preciso para que la melancolía aflore y
regrese a tu mente con más fuerza que nunca aquello que has estado evadiendo:
te haces mayor.
Y es que, conforme pasan los años y abandonas tu juventud
para dar la bienvenida a la adultez, el anhelo por poder viajar al pasado va
acrecentando. Sí, te encantaría regresar a cuando tenías diez años y preparabas
esos magníficos trabajos de plástica, o a cuando eras un crío de unos cinco
años cuya única intranquilidad era el no levantarte muy tarde para así no
perderte los dibujos que echaban por la mañana en la televisión. Esos eran
momentos de gloria, de pura despreocupación.
Sin embargo, aúllas frente al espejo, replicando al
mismísimo Dios del Tiempo que te dé una tregua, pero pronto te percatas de que
esta deidad no es nada piadosa y que, a medida que los años pasan, la velocidad
de los mismos transita de manera vertiginosa. Estás inyectado con un virus de
aceleración constante. No hay ninguna forma de curarte, cada vez tu cuerpo
evoluciona de forma más rápida y sabes, aterrado, que es cuestión de tiempo que
un día, al levantarte de tu cama, lo que veas reflejado sea un decrépito ser al
borde de la defunción.
Habrás perdido tu energía, tu belleza, tus reflejos, tus
ganas de divertirte… Sólo quedan restos cremados de aquello en tus recuerdos.
Ahora sólo permanece un humano arrugado al que le tiemblan las extremidades y que
únicamente espera a que su biología se apague para siempre…
Eres consciente de que para ese aliento final quedan muchos
años todavía, pero, aun así, sabes que ya no quedan tantos como hace una
década, cuando aún ni siquiera podías presumir de tu mayoría de edad. El tren
en el que vas montando cada vez adquiere más velocidad, te guste o no. No
obstante, sigues convencido de que la solución a este miedo que posees es
continuar lamentándote, no sin antes haberte cerciorado de que empuñas tras de
ti una pequeña bandera blanca, ya que con esta táctica no tardarás mucho en
mostrar rendición.
Cuán equivocado estás, pues, como en cualquier otro
problema, la verdadera forma de enfrentarse a aquello que te incomoda es
plantándole cara hasta el punto de que el que ahora cause auténtico miedo seas
tú. ¿Qué debes hacer? Sencillo, tan sólo asumir que es imposible recuperar esos
días pasados.
Sé que es triste percatarse de que lentamente vas soltando
las manos de la juventud con la intención de dejarla caer al vacío para
reunirse con los dos cadáveres flotantes de los que no hace mucho también te
desprendiste: la niñez y la adolescencia.
Cada día que pasa es una puñalada que magulla tus manos y
debilita tus nudillos. Se vuelve más y más complicado seguir sujetando a esa
compañera de la que no te quieres deshacer. Volteas un segundo la cabeza y
vislumbras a la adultez, llamando tu atención. Es una señora gris, apática, con
nada que destacar positivamente. Y para colmo, detrás de ella, aguarda una
compañera peor a la cual apodan sus hermanas El Preludio a la Muerte. Con tan
sólo mirar a estas dos un sabor amargo recorre tus papilas gustativas. Queda
poco para que ya no haya nada más interesante por lo que vivir, faltando
únicamente los episodios más monótonos y estáticos.
Pero, pensémoslo de este modo, ¿hay algo en concreto que te
obligue a actuar así a partir de ahora? ¿Acaso alguien te ha puesto una pistola
en la sien obligándote a transformarte en un ser aburrido embutido en un traje
incoloro de empresario? ¿Es que van a lobotomizarte para trastocar tu
comportamiento y convertirte en un código de barras viviente?

Sintiéndolo mucho esta última pregunta es la real. Solamente
tú eres el encargado de destruir tu futuro al considerarlo una inutilidad en
comparación a tu presente. En cambio, así como eres el culpable de marchitarte
volitivamente, también tienes el poder necesario para seguir de manera
invariable con el modus vivendi que has llevado a cabo durante estos años.
Porque, si te olvidas de pensar día sí y día también que estás envejeciendo,
¿tu cerebro se dará cuenta de ello o continuará, divertido, distrayéndose?
La vejez no tiene relación con la biología, sino con la
psicología. Tú has estado todo este tiempo pudriendo tus células, quebrando tus
tendones, atrofiando tus músculos, oxidando tus huesos, demacrando tu estado
anímico. Eres el reflejo decrépito de tu fobia a los años, un sujeto que
preferiría derrochar la mitad de su vida en fallar estrepitosamente tras miles
de intentos en encontrar la pócima de la juventud en vez de disfrutar de ese
tiempo que es tan valioso.
Por supuesto que no será lo mismo, se habrá cambiado tu
carcasa por otra, pero eso conlleva algo tan beneficioso como una mejoría del
interior. No lo veas como un “me hago más mayor”, míralo más bien como un
“consigo más experiencia”. Porque olvidamos que envejecer también tiene sus
pros, los cuales son bastante más numerosos que los contras.
¿Pero sabes lo que pasa? Te has acostumbrado demasiado a
esta carcasa a la que pronto tendrás que decir adiós. Te has encariñado con
ella, y gran parte de esto es ajeno a ti… No hay más que ver la publicidad de
cualquier índole. Los actores más allá de la treintena hacen el papel de
personas con algún tipo de problema, mientras que los más jóvenes comparten el
plano con momentos y productos que son sinónimo de diversión y felicidad. Este
mundo gira en torno a un canon manchado de sangre mediática. No me extrañaría
que un día se impusiera un límite de edad y fuera ejecutado aquel que lo
sobrepasara. Normalmente las pocas películas futurísticas que aciertan con el
curso de nuestra línea temporal son las de carácter catastrófico. Una pena.
Desafortunadamente, mis palabras no son ningún tipo de
antídoto para esa fobia incongruente que todos, yo inclusive en mi época,
tenemos. La depresión seguirá acechando la apacibilidad de tu mente, el pánico
permanecerá disfrazado distorsionando tu concepto de adultez, y la ansiedad
continuará estrangulando tu ideal de futuro. ¿Permitirás que maten a ese niño
que todos llevamos dentro?
No, no lo hagas. Arráncate esos filtros desgastados que
están cosidos a tus córneas y frótate los ojos para limpiarlos. No dejes que
los demás te digan cuándo has de parar de vivir y cuándo tienes que comportarte
como un androide adiestrado. Sólo tú puedes dictaminarlo, y espero que la
sabiduría que has ido reuniendo estos escasos años que llevas con vida te haga
reflexionar. Yo no voy a conseguir nada si tú no cedes a las plegarias de tu
cerebro, aquel que te pide de rodillas que no le obligues a volverte un ente
inanimado.
Puede sonar raro, puede resultar extraño, parece imposible
lo que digo, ¿mantenerse joven por siempre? Es de locos… Sin embargo, reitero,
tiene que ver más con cómo te tomes el transcurso de los años que con el
aspecto físico.
“Me ha salido una pata de gallo”. “Tengo una cana nueva”. ¿Y
qué? ¿Eso va a ser suficiente para detener a esa persona que antes tenía la
energía necesaria como para comerse el mundo entero? ¿Van a derrotarte un par
de cambios que tienen menos importancia que el ciclo vital de las amebas? Aún
estás a tiempo de cambiar tu modo de ver tu envejecimiento. Las cosas como son,
el vaso tan solo está a la mitad, ni medio lleno ni medio vacío.

Una vez dicho todo esto, es evidente que simplemente el
pavor te ha engañado y te ha hecho ver una realidad que puede ser bastante
diferente según la actitud que tomes a medida que el valor de tu edad vaya
aumentando… Ya te has percatado de que ser viejo no es cuestión de tiempo, sino
de ti mismo.
Así que tú decides, mi joven cenizo.
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