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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 6 de marzo de 2014

El Consejo de los Seis Puñales: Electricidad [12]

Un gran número de personas avanzaban por el horizonte en dirección a los Brujos. Era un batallón dirigido por dos figuras pintorescas, una se encontraba rodeada de rayos y la otra llevaba lo que parecía una armadura con varias piezas que flotaban.

Se movían a gran velocidad, no había forma posible de escapar que no fuera tras enfrentarse a esos nuevos allegados. Se prepararon para lo que pudiera ocurrir, enervaron su energía y encendieron sus manos con una muy débil magia.

Justo entonces un gran relámpago atravesó de arriba abajo a la primera silueta que lideraba el pelotón para, a los pocos segundos, aparecer al lado de los Brujos mediante otro relámpago similar.

-No pensaba adelantarme al resto, pero al veros en tamaña actitud ofensiva me he visto obligado a intervenir.

El extraño portaba una gruesa toga azul oscuro con casi una centena de rayos negros dibujados en ella, de los cuales provenía la electricidad que le envolvía. Asimismo llevaba una corona compuesta en su totalidad de ese mismo elemento.

Ante la sorpresa de la presentación, algunos Brujos aprendices dispararon sus magias contra él. Aunque no llegaron a hacerle ni el más mínimo daño, ya que él venía preparado, defendido por una cúpula eléctrica que desintegró todos y cada uno de los ataques.

-Obviaré estos intentos de asesinato hacia mi persona… dadas las circunstancias, pero un poco de más cuidado la próxima vez… La Bóveda Elektro podría enfurecerse con vosotros…

-Creo que podemos bajar nuestras manos. No parece que vengan con intención de matarnos…

-Vaya, un espectro con vendas de momia que habla.

-Obviaré estos intentos de asesinato hacia mi autoestima…

-Era una broma. Os conocemos bastante bien. Nos habéis quitado una gran cantidad de obstáculos del medio viniendo vosotros mismos aquí.

-Esto empieza a cansarme –contestó Ignis echándose las manos a la cara. ¿Quién eres? Y más importante aún, ¿por qué tú también nos conoces, es que acaso lo difícil va a ser encontrar a alguien que no sepa de nosotros?

-Mi nombre es Zrak Muerte Fugaz, Señor Zrak Muerte Fugaz. Rey máximo de los Electromantes.

-¿¡Electromantes!? –gritó Luzbel sobresaltado – Yo pensaba que fuisteis exterminados por completo. ¿Cómo es posible que sigáis…?

-¡Silencio, Luzbel! Aún debe contestar a mi otra pregunta.

-Calma, calma. Contestaré a todo, pero esas otras dos cuestiones son largas de narrar y requieren de un tiempo que no tenemos.  No vamos a obligaros a venir con nosotros, sois libres de morir aquí… Pero sé que sois sabios, el Consejo no puede morir de esta forma tan patética, perdidos en estas llanuras, despachados uno por uno por Androk. ¿Queréis vivir? Gustosamente os llevaré con Eida.

-Compañeros. Nuevamente nos vemos entre la espada y la pared. Pero hasta ahora nuestras decisiones, aunque a duras penas, nos han mantenido vivos. Aceptasteis convertiros en Brujos ante mi propuesta de la conversión en el lago. Seguimos a Luzbel por el Plano Demoníaco. Y aceptamos los regalos de Shan. No soy un Clarividente, pero yo, por lo menos, no veo amenaza en las palabras de Zrak.

-Señor Zrak –recalcó él–.

-Vale… Señor Zrak. Sois libres de hacer lo que queráis, el Consejo no se disolverá aunque a partir de ahora vayamos por caminos distintos, pero no me gustaría veros luchar contra un Bárbaro que ahora mismo nos sobrepasa sobremanera en poder.

-Si es la Eida que me imagino, me intriga ver cómo nos va a ayudar. Yo acepto.

-Sí, sí, sí. No es por conveniencia, sino por pura necesidad. Tengo que conocer más sobre lo que les ocurrió a los Electromantes.

-Si no queda otra alternativa segura…

-Yo voy si ninguno de mis aprendices se queda atrás.

-En fin… No seré el único inepto que se quede aquí a combatir contra una muerte segura… Iré.

Por efecto dominó, los aprendices también aceptaron, así que el Señor Zrak asintió y alzó sus brazos, invocando un relámpago, como el que le teletransportó a él antes, sobre cada uno de ellos.

Fue cuestión de una décima de segundo. Ni siquiera sintieron nada, era como si lo que en realidad hubiera cambiado de posición hubiera sido la tierra que les rodeaba. Ahora se postraban delante de ese grupo de hechiceros, encabezados por una risueña mujer con una armadura compuesta por engranajes que giraban, chispas que saltaban aquí y allá, piezas que levitaban por propulsores de energía y alguna que otra luz llamativa.

-¡Saludos! Soy Eida la Curiosa, aunque seguramente Zrak…

-Señor Zrak.

-Ay, sí… el Señor Zrak ya os haya dicho mi nombre. Es un placer conoceros a todos.

-El placer es nuestro.

-Y bien, ¿qué tenéis planeado? Espero que sea derrotar a Androk con ese admirable ejército que se halla a tus espaldas.

-Cierto es que podríamos defendernos, pues somos un número considerable, pero me disgusta que sugieras eso. La posibilidad de resistir no implica la victoria. Por desgaste acabaría ejecutándonos. Me imagino que sabréis que sobrevivió a uno de los inventos que quedó para la posteridad en la Historia negra de nuestros hechiceros, los Magotrones. Si una bomba de tal calibre no le debilitó sino que le empoderó, ¿de verdad podríamos hacerle frente?

-Anda, Tenebra. Creo que en este caso el mérito es tuyo.

La Corazón de Ébano agachó la cabeza, avergonzada.

-No importa. Simplemente quiero haceros ver que nuestro mejor movimiento es la huida. No obstante, os prometo que se presentarán nuevas oportunidades para luchar contra él, si es lo que deseáis, pero de momento, por favor, venid con nosotros.

-Antes de ir, me gustaría saber qué os interesa de unos Brujos renegados. Se puede responder con una simple frase, no perderemos nada de tiempo, ¿cierto?

-¡Oh! ¿Qué clase de ser eres tú? Un cúmulo de maná puro, pero pareces humano…

-Es que soy humano. Eida, ¿no recuerdas esta voz? Soy Hex Mal Fario.

El apacible Gran Brujo era el más desconfiado de los Seis en ese momento. Pese al aspecto inocente de la Curiosa, Mal Fario conocía su verdadera faceta. Combatió contra ella en incontables batallas, no sin antes, como buen estratega, reunir toda la información posible acerca de ella, su enemiga. Con ello descubrió que los Magotrones fueron unos de los antiguos hechiceros que se pusieron a cazar al resto, con un especial interés por Vlad y sus Sanguinos.

-Vaya… Es… un alivio que sigas con vida.

-Te pillé. El Señor Zrak afirmó que ya nos conocíais. Por lo que ya deberías haber sabido que uno de los Grandes Brujos del Consejo era yo. ¿Por qué entonces has reaccionado así?

-Ya dije que os responderíamos a todas esas dudas en cuanto os llevásemos a nuestro escondite. Sé paciente, te lo ruego.

-Eida. Me retractaré de ir con vosotros al no ser que expliques por qué has pasado de perseguir hechiceros tras el cierre de las fallas a dar cobijo a los herederos de los Hermanos Penumbra.

-Hex, esos fueron tiempos pasados. La obligaron a hacer eso, y se arrepiente de no haber podido oponerse en su momento a tales crueles mandatos. Ahora está de nuestra parte.

-Entiendo. Así que incluso al Rey de los Electromantes le has ocultado la verdad, ¿cierto?

-Qué divertido. ¿Vas a revelar otro secreto vergonzoso igual que hiciste con mi hermano?

-No compares, mira su rostro. Debe ser algo bastante grave… ¿Qué ocurre, Eida?

-No lo va a decir. Como ha señalado Inanis, tendré que repetir lo que hice con Luzbel.

-¡Está bien, está bien! Tú ganas –respondió ella con una mueca triste–. Pero puedo asegurarte de antemano que sí es cierto que me arrepiento de ese oscuro pasado… y simplemente oculté la verdad porque supuse que podía dejar desprotegida a mi gente.

-De acuerdo –contestó él tras un sonoro suspiro–. No hace falta que continúes. Veo auténtico remordimiento en tu mirada.

-Justo ahora que se ponía interesante la cosa te ablandas…

-Compañeros –interrumpió Tenebra–. Creo que sí que se va a poner interesante esto.

Apuntó hacia el cielo. Todos vislumbraron un objeto girar de forma incesante que aparentemente trazaba una trayectoria descendente yendo a parar justo a donde se posicionaban. Eida se puso las gafas y activó las lentes para emplearlas como prismáticos. Pudo apreciar lo que era: un mango robusto seguido de una amplia hoja con runas negras manchada de sangre.

-¿Una espada?

-¡Androk!

-Así es, Moldeabrasas.

El Descuajeringador había surgido de la nada aprovechando el ejército que rodeaba al Consejo, a Eida y al Señor Zrak; el cual dificultaba sus visiones de los alrededores. Cogió carrerilla y saltó lanzando una cadena a su espada para, seguidamente, con un fuerte tirón, lanzarla contra el suelo,  generando un temible impacto que esparció a los hechiceros por toda la zona. El factor sorpresa ni siquiera permitió que los Electromantes activaran la Bóveda Elektro para defenderse.

Hex se incorporó y ayudó a levantarse a los camaradas que tenía al lado. Desenfundó el Puñal Agónico y lo energizó.

-Asumo toda responsabilidad. Os hice perder el tiempo. Eida, conociéndote habrás traído un artilugio de montaje cuasi instantáneo que crea agujeros de gusano o algo similar, ¿verdad?

-Sí, así pensaba llevaros a la guarida.

-Perfecto. Actívalo, luego me reuniré con vosotros con ayuda de Nexus.

-No.

Mal Fario no se esperaba esa respuesta en absoluto. La Curiosa depositó el objeto en el suelo, ya encendido, y mientras esperaba a que se estabilizara el vórtice se acercó al Gran Brujo para tomarle la mano.

-Me quedaré contigo. Es la única forma de que veas que ya no soy la de antes.

Este sonrió y asintió con la cabeza.

-¡Eh, Androk! Deja de apuntarnos a todos con la mirada tratando de determinar a quién atacarás primero. Aquí tienes a un Brujo y a una Magatrón. Te esperamos impacientemente.

Como buen Bárbaro, no rechazó el desafió y cargó contra ellos. Fue el momento preciso para que Muerte Fugaz fuera coordinando a todos para entrar en el agujero de gusano.

-¿Soy la única que está empezando a cansarse de tanto viaje entre portales?

-Cómo se nota que no fuiste una Maga de Retaguardia…

Una vez habían sido teletransportados todos, quedando solo el Señor Zrak, este les deseó buena suerte y se marchó. Eida y Hex también podrían haber entrado, pero muy probablemente aún quedaría bastante tiempo en la proyección del vórtice como para que Androk les persiguiera.

Eida, si quería reunirse con los suyos lo antes posible, tendría que someter a su cerebro a un leve sobreesfuerzo, haciendo que mantuviera los reflejos durante la pelea a la par que llevaba la cuenta atrás de su artilugio, de forma que ellos dos pudieran saltar en el último segundo sin el peligro de que el Descuarejingador fuera detrás.

-Y bien, Hex, ¿tienes algún plan en mente?

-Pues no –contestó el Gran Brujo justo antes de esquivar la embestida del Bárbaro–. De hecho aún no he luchado estando en este estado de energía. No sé si seré más fuerte o más débil. Aunque me conformo con mantenerme igual que siempre.

-Ese es precisamente tu punto frágil –aseguró Eida mientras se preparaba para el placaje que se aproximaba–. Por eso mis hombres vencieron a los tuyos. No usas ese magnífico cerebro que te concedieron los Arcanos.

-Por favor… Confundes a Prometeo con Epimeteo. Simplemente tengo una gran agilidad mental y antes de cualquier acción, aunque carezca de una idea clara, calculo las posibles variables que me otorguen alguna oportunidad de salir victorioso. Lo que hago es llevar la espada desmontada a la batalla para confeccionarla allí.

-Por eso mismo nunca fuiste capaz de derrotarme, ¿verdad? ¿O es que la espada estaba oxidada?

-Combatíamos en desventaja, Eida…

-No puedes culparnos por ser más poderosos. Realizamos técnicas muy duras para lograrlo…

Androk, que estaba comenzado a creer que se mofaban de él, ya que, mientras hablaban, esquivaban casi sin prestarle atención todos sus ataques, se cansó de tanta palabrería y se puso a gritar para concentrar el máximo de su poder en un único golpe.

Mal Fario, percatado de que se había hartado de jugar. Dejó pausada un momento la conversación y hundió su puñal en su fantasmagórico cuerpo. Al ser maná, el filo absorbió una gran cantidad de energía que potenció desmedidamente sus capacidades. Acto seguido, lo maldijo con Desesperación, un hechizo que arrebata de los cinco sentidos a la víctima durante un par de minutos, y lo lanzó directo al pecho del Decuajeringador. El Puñal Agónico, siendo un arma cortante, atravesó las defensas antimágicas de Androk, y una vez alcanzó su torrente sanguíneo, libre de las señales que le protegían de los conjuros, la maldición se desató.

Ciego y sordo, Hex pudo poner en práctica con absoluta tranquilidad en él un nuevo conjuro que estaba desarrollando. Valiéndose de su nueva carcasa, recuperó el arma, se aferró al torso del Bárbaro y comenzó a agitar cada molécula de maná hallada en su interior. A los pocos segundos se transformó en una bomba humana, que con cuya explosión mandó unos cuantiosos metros en la lejanía a Androk, permitiéndoles ahora entrar en el portal sin que este les pisara los talones.

-¿¡A qué precio, Eida!? –preguntó girándose hacia ella, retomando la conversación con un tono enfurecido– ¡Ya no hay nadie más aquí, deja los ocultismos!

-No estarás contento hasta que lo diga, ¿eh? ¡Muy bien, sí! ¡Mucho antes de perseguir de manera lícita a los Sanguinos, nosotros, Magotrones, los cazábamos para usar sus potentes sangres como combustible! ¿Contento?

-¿Por qué? Dame una buena explicación para que pueda perdonarte por la muerte de mi mejor amigo. Por él inicié la ofensiva contra los Magotrones, por él he sufrido tanto tiempo…

-¡Espera! Nosotros… a pesar de los kilolitros de sangre que recolectamos, muy pocos Sanguinos fueron los que murieron. Nuestro Decodificador de Identidad nos mostró el nombre de estos desafortunados. Dime cómo se llamaba, necesito salir de dudas.

Hex estuvo a punto de decirlo, pero se vio interrumpido por Nexus, cuyo enlace sensorial desmaterializaba su cuerpo. Estaba transportándolo a la localización del resto. La Curiosa esperó a que le sucediera lo mismo, pero parecía ser que el Aespacial se olvidó de ella. Su creador de agujeros de gusano acababa de apagarse y, siendo de un solo uso, añadiendo que en breves segundos Androk volvería a la carga, Mal Fario tenía la gran oportunidad de tomar su venganza.

-Me abandonarás aquí –asimiló angustiada–. Es lo que harás, ¿no es cierto?

Pero el Gran Brujo Profano tendió sus dos manos con el fin de estrecharla entre sus brazos.

-Viniste personalmente para llevarnos a vuestro escondite. Además de ello, te quedaste conmigo para distraer a Androk. E incluso si no hubieras hecho nada de eso, la muerte no es una venganza apropiada. Así que te vienes conmigo.

Eida dejó escapar un par de lágrimas y corrió hacia él. Los dos se desmaterializaron y a los pocos segundos aparecieron al lado del Gran Brujo del Vínculo.

-Oh, ya llegaron los últimos dijo Muerte Fugaz con sarcasmo–. Muy bien, ya puedo iniciar la presentación… Ejem. Ahora mismo sólo veis oscuridad, pero es una simple ilusión creada por los electrones del entorno. Dejadme “iluminaros” el camino.

El Señor Zrak se quitó la corona eléctrica y la lanzó al aire. Esta giró sin cesar, cada vez de manera más rápida, hasta formar un relampagueante orbe azulado, el cual se posó lentamente en las manos del Electromante. Tras ello, electrificó sus manos y lanzó la esfera con fuerza contra el suelo. Esta estalló y se convirtió en millones de minúsculos rayos que revolotearon por el aire arrancando poco a poco toda esa oscuridad y mostrando las siluetas de unas extravagantes construcciones.

No pasó mucho tiempo cuando se podía ver la guarida a la perfección. Altas torres metálicas, con las paredes adornadas con bobinas, engranajes y tuercas. Un falso cielo iluminado por electricidad yacía sobre ellos, alimentado por cientos de hilos de cobre unidos a cintas mecánicas y demás parafernalia electrocinética.

Y eso era la primera vista. Las dimensiones eran monstruosas, quedaban muchos recovecos que explorar y lugares que admirar de esa amalgama metropolitana. Algo que seguramente sería pronto con el guía que se acababa de autoproclamar. Sí, Zrak… el Señor Zrak se subió a una pequeña roca, a modo de pedestal, y alzó los brazos en señal de grato recibimiento.

-Bienvenidos a Voltium Nekro.

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