[La extensión de las vivencias que tanto
Bruno como yo hemos tenido durante Febrero y Marzo requieren una división del
trabajo para la elaboración de esta cosecha. Comenzaré, por supuesto, con lo
que me ha contado él, pero aproximadamente a la mitad introduciré parte de lo
que me ha sucedido a mí. Creedme, merece la pena hacerlo así. Aunque cada uno
hemos ido por caminos distintos, los acontecimientos nos han proporcionado una
nueva visión de nuestros mundos, tanto de la Tierra como de la Oscuridad. Hay
cosas que Bruno debe afrontar, y cosas que yo no he sido capaz de ver…]
Es una
historia larga de relatar. Esta vez sí que por poco me desvanezco para siempre.
No hace falta que me lo repitas. Sí, fui un incauto al saltar a mi cosecha sin
determinar nada de nada. No caí en la cuenta de que seguía marcado por el sueño
de Dos hasta que fue demasiado tarde. Intenté, en vano, nadar contra corriente
en ese océano de recuerdos temporales, pero me succionaba con tanta fuerza que
no tuve más remedio que dejarme llevar y rezar para que la amnesia no durase
mucho esta vez… ¿En qué fecha iría a caer esta vez?
Me
desperté en el suelo. Un potente rayo solar impactó en mi párpado izquierdo y
me hizo abandonar mi estado somnoliento. Me froté los ojos y me quedé sentado
durante un buen rato, pensativo, tratando de reestructurar mi cabeza por
tercera vez. Estos viajes empezaban a hacer mella en mi cerebro. Debería
empezar a considerar que no podía estar eternamente muriendo y volviendo al
pasado, así que tenía que ponerme las pilas y solucionar todo de una dichosa
vez. Aunque lo primero de todo era situarme cronológicamente. No sería capaz de
hacer nada si había caído en una fecha donde Samanta no me conociera aún o ya
la hubieran asesinado. Habría de cruzar los dedos en aras de solventar mi
completa imprudencia.
Me
encontraba en la cocina. Mi vista se recuperó y regresé finalmente a un estado
completo de vigilia. Con la percepción activada, me percaté de que bajo mí
había un charco de sangre fresca. Me asusté y busqué aterrorizado alguna herida
en mi cuerpo. Nada.
¿De
quién era esa sangre? A juzgar por la cantidad no habría llegado muy lejos la
víctima. ¿Estaría rondando por mi casa? Me guardé un cuchillo dentro del
pantalón y registré cautelosamente cada una de las habitaciones. Comencé por el
salón y el recibidor. No había más restos de sangre. Era extraño que no hubiera
ningún reguero que me permitiera seguir el rastro del desangrado.
De
repente escuché una horrible tos expectorante proveniente del cuarto de baño. Me
resultaba bastante familiar, aunque eso no quitaba que siguiera en guardia con
mi mano izquierda cercana al mango del arma.
La
puerta estaba abierta y la luz encendida. La bombilla proyectaba la sombra del
herido en mi campo de visión. Estaba arrodillado, desprevenido, por lo que en
el caso de que fuera un enemigo podría degollarle con suma facilidad.
Me
asomé y por un momento pensé que se había cambiado de lugar el espejo del baño.
El que estaba de rodillas era… yo. O al menos eso creí hasta que se dio cuenta
de mi presencia y me habló. Ese tono de voz tan característico era
inconfundible… La cuestión era: ¿cómo había vuelto a separarse Yin de mí?
-Buenas días, imbécil. La
próxima vez piensa detenidamente antes de lanzarte de cabeza al suicidio.
-¿Qué quieres decir?
-Idiota –respondió tras un fuerte
suspiro de decepción –. ¿Por qué no te echas las manos al cuello un segundo?
Así lo
hice, descubriendo que había perdido algo incluso más importante que mi propia
vida: el collar que evitaba mi muerte absoluta. Empecé a hiperventilar, la
amnesia se esfumó en su totalidad, acababa de acordarme de que el Insomne había
soñado conmigo y aún yo no había fallecido, por lo que la probabilidad de que
siguiera marcado para morir era bastante alta. No podía estar seguro de que
viajar al pasado me libraría de ello, después de todo ellos también se mueven
por el espacio y el tiempo como yo, así que sus habilidades también podrían
quebrar las leyes temporales.
Unos
segundos más tarde, cuando me aplaqué un poco, tratando de no perder los
estribos, me fijé en que Yin, con su mirada acusadora y decaída, esperando a
que volviera en mí, permanecía con sus dos manos sobre su tórax.
Definitivamente la sangre era suya, aunque no veía que su ropa estuviera
manchada. Algo importante me había perdido durante mi inconsciencia.
Por
suerte había tiempo para aclarar todas las dudas, Yin pudo explicármelo con
pelos y señales. Al parecer, debido a mi gran estancia en la Oscuridad, él
había recuperado una gran cantidad de fuerza y estuvo plenamente despierto
durante la travesía a través de mi cosecha. Retrocedimos bastante, más o menos
sobre principios del año pasado. Sin embargo algo raro ocurrió. El viaje no fue
como otras veces en las que aparecía la noche anterior al día seleccionado,
acostado en mi cama, sino que fui vomitado a plena luz del día sobre el suelo
de la cocina.
El
incidente hubiera sido inocuo si no hubiera sido porque caí justo encima de una
persona. Habiendo alguien en casa, en un principio Yin creyó que habíamos
regresado a una fecha en la que, por una vez más, mi hermana y mi madre aún no
habían muerto. No obstante, esta sospecha fugaz quedó excluida cuando la
intrusa gritó.
Desgraciadamente,
yo, Yang, ya me había desmayado, por lo que Yin únicamente podía actuar como
espectador, sin ni siquiera hacer uso de la visión, ya que tenía los ojos
cerrados. Y tuvo que contemplar con impotencia la risa de aquella extraña.
-¡Vaya, qué sorpresa! Así da gusto cazar a la
presa, apareciendo justo delante de ti.
La
femenina voz la conocía vagamente, pero no llegaba a relacionarla con nadie,
aunque eso ahora era lo de menos. Fuera quien fuera iba a matarme. Yin se quedó
impasible, aliviado por el resguardo del collar.
Pero la
calma se esfumó cuando escuchó el sonido de una piedra rebotar por el suelo. No
había duda, la depredadora me había arrancado el amuleto del cuello. Ahora sí
que podía cundir el pánico. Yin trató de reanimar mi cuerpo golpeándolo desde
dentro, pero no logró nada. Continuó, inútilmente, agitando mi organismo para despertarme,
mientras escuchaba el cajón de los cuchillos abrirse. Entonces se le ocurrió
una arriesgada idea. Sería un todo o nada, pero no había otra alternativa,
además de rendirse y morir.
Aguardó
al momento exacto. La chica se acercó a mi obnubilado cuerpo y sin meditar ni
un segundo clavó el cuchillo justo debajo de mi esternón. Esa fue la señal, el
instante preciso. Yin concentró toda su energía en salir por la herida. Era un
plan descabellado, cabía la posibilidad de que mi caja torácica estallase en
mil pedazos al materializarse él de dicha forma, eran demasiados riesgos los
que corrió.
Aunque
por fortuna salió adecuadamente bien. Un gran chorro de sangre fluyó como si se
tratara de una fuente carmesí. No sólo era la mía, sino la de Yin. Él también
había recibido la puñalada, para así mezclar nuestras sangres y aprovechar mi
propia energía, la de Yang.

Su
historia me había dejado un poco desconcertado. Sí que actuaban rápido Los
Siete, nada más escapar de los trucos mentales de Seis, ya habían puesto en
marcha el siguiente acto homicida. No se andaban con rodeos, pretendían a toda
costa aniquilarme. Y ni tú, Borja, sabes el porqué… Cinco, el falso traidor,
insinuó que debía sentirme afortunado acerca de esto. Bueno, a mí me da más
bien miedo, ¿qué tendré para que un demente del calibre de Óscar esté haciendo
esto?
Un
quejido me alarmó. Aún seguía sin tratarse la herida de Yin. Lo único que se me
ocurría era que volviera a introducirse en mi cuerpo, pero cómo hacerlo. Me
aproximé a él y entonces percibí ese nauseabundo olor. Ya no lo recordaba… Por
esas fechas estaba descuartizando a cuatro personas que maté en San Valentín,
las cuales había depositado en la bañera del baño principal una vez se ensució
demasiado el de mi madre. Sin embargo no recordaba que me afectara tanto ese
cadavérico hedor. ¿Sería por la ausencia de maldad en mi interior, tan débil
era sin mi hermano?
Juntamos
nuestras manos y nos centramos en el objetivo de la fusión. Nos esforzamos
hasta el punto de causarnos una severa cefalea… No íbamos a lograr mucho con
ese método. Algo estábamos pasando por alto. Algo sucedió la otra vez que permitió
que Yin volviese a entrar en mi organismo. ¿Qué fue…?
¡Lo recordé
de inmediato! Aunque en dicha ocasión no nos separamos del todo, la escisión espiritual,
la importante, se había realizado. Y el factor que tanto la provocó como la revirtió
fue, ni más ni menos, el instinto de protección, que en este caso surgió por el
peligro al que se vio expuesta Samanta. Yin se separó de mí con la intención de
no causarla más problemas, pero luego se vio forzado a unirse nuevamente por el
repentino ataque de Santiago. Por tanto…
hasta que no nos halláramos en una situación similar, lo más probable es que
continuásemos “amputados”.
Entonces
un atisbo de esperanza rezumó de entre nuestro pesimismo. El timbre sonó, me
aproximé a la terraza y me asomé para ver quién era. Ni más ni menos que
Samanta. Me indicaba con señas que bajase, tenía algo importante que decirme.
Regresé al baño y le expliqué lo acontecido a Yin. Me lanzó una mirada de
desconfianza y permaneció meditando un par de minutos hasta que echó un esputo
sanguinolento al suelo y me dio permiso para bajar, no sin antes hacerme una
rara petición.
-Antes de irte, tráeme tu
collar. Sigue tirado en la cocina.
Se lo
traje y bajé las escaleras repleto de nerviosismo. Para ella sólo habría pasado
una semana desde que nos encontramos, pero para mí ya habían sido demasiados
meses. Abrí el portal y un destello en mi cerebro desencajó mi realidad. No… no
recordaba que nos hubiéramos vuelto a ver en Febrero… la segunda vez fue a
principios de Mayo… ¿Qué hacía aquí entonces?
El filo
de su katana apuntó, veloz como una centella, a mi cuello. No podía creer lo
que veía. ¿Ahora también quería matarme ella? ¿Qué había ocurrido para ello, la
estarían controlando o lo había decidido volitivamente?
-¿Por… qué…? –pregunté tras recuperarme de la desagradable
sorpresa –.
-Por favor, no hables. No lo hagas más
difícil… He de hacerlo –contestó mientras lloraba, como si estuviera coaccionada –.
Estaba
acabado. No tenía al doppelgänger para que me defendiera, y mi bondad no era
capaz de hacer nada frente a ella… Era la razón de mi fuerza, de que siguiera
adelante y no hubiera entrado de cabeza al Paraverso, aceptando mi derrota.
Pero, pese a todo el esfuerzo tan patético que había hecho hasta ahora, esto
llegaba a su fin. Sin collar, sin agresividad, desarmado…
¿Desarmado? No… aún seguía el cuchillo oculto
en mi pantalón. La cuestión era: ¿sería capaz de usarlo contra Samanta?
Imposible. Aunque pudiese empuñarlo y tuviera la suerte de reducirla con algún
contraataque, estaba seguro de que no acabaría matándola y regresaríamos a la
misma situación, atravesándome ella la garganta, llena de dolor.
-Muy bien –concluí cabizbajo –. Haz lo que tengas que hacer… Supongo que… tendrás un motivo razonable.
Sin
embargo, la ejecución se vio interrumpida por un objeto que cayó justo encima
de Samanta. Era algo bastante pesado. Un cuerpo… ¿Quién? No… Yin… Se había
tirado desde la terraza para salvarme viendo que no llegaría a tiempo yendo por
las escaleras… Ese sonido de tantos huesos quebrados nunca se me olvidará.
Ella no
respondía, posé mis dedos en su arteria radial. Había pulso. Suspiré con alivio
y me dirigí a mi hermano. A pesar de estar consciente parecía que había salido
peor parado que Samanta. Observé su tórax, la herida se había abierto y el
sangrado era imposible de cortar, el corazón habría sufrido magulladuras
considerables… Justo tenía que dañarse el órgano más débil en él, aquel que
tuvo que copiar debido a la ausencia de este antes de que nos fusionásemos por
primera vez.
Desde
luego estaba en lo cierto. Este era el fin… al menos para uno de mis yos. Y
Yin, también percatado de ello, me llamó con el dedo para así no tener que
forzar la voz. Esperaba una despedida melancólica, aunque la realidad fue otra…
-¿Y ahora quién te va a salvar
de tus meteduras de pata?
-Vas a seguir siendo tú, no digas tonterías.
Mira, fuiste previsor, llevas el collar, no morirás. Sólo deberás pedirle a la
Sombra que te traiga a esta fecha y nos volveremos a encontrar.
-Idiota… ¿Tú crees que
funcionará igual al estar separados? Al fin y al cabo este cuerpo mío no es igual
de orgánico que el tuyo. Además… aunque vuelva a la Oscuridad… ¿quién asegura
que al entrar en tu cosecha no vaya a parar a otro pasado paralelo?
-¿Qué quieres decir?
-¿¡Pero es que no lo ves!?
Nunca antes Samanta hizo esto en este día en concreto… ¡ni en ningún otro! Y no
puede venir del mismo futuro que nosotros… Ella murió… sin que su alma llegase
al Paraverso… Por lo que, quizá por regresar tantas veces o por culpa de Los
Siete, el pasado se ha distorsionado en su totalidad
-Joder… Bueno, seamos positivos. No importa, el
peligro ya ha pasado, ataré a Samanta y me quedaré por aquí esperándote. Si permanezco
en casa estaré a salvo y cuando llegues podremos poner en marcha la
investigación de tu teoría.
-Desde luego… eres más inocente
de lo que pensaba…
-¿Ahora qué he hecho mal? No puedo
fastidiarlo más de lo que ya está –reproché llorando –.
-¿Eso piensas…? Te recuerdo…
que… sigues… marcado por… el Insomne…
Y Yin
murió.
[A partir de aquí comienza mi (des/a)ventura
por la Oscuridad.]
Acababa
de ver desaparecer a Bruno. Como de costumbre, mil dudas invadían mi mente, ¿lo
conseguiría esta vez? A veces me culpaba a mí mismo por sólo ser capaz de
ayudarle de esta forma, pero no podía hacer más, a fin de cuentas era un simple
guía que tomaba pequeños recuerdos de aquellos que se perdían por mi
territorio. Ya arriesgaba demasiado haciéndome notar como un ser potencialmente
peligroso para el Paraverso. ¿Queréis saber la razón de esto? Lo averigüé
mientras Bruno vivía lo narrado anteriormente.
Aún no
había sucedido la caótica oleada de almas sintéticas enviadas por Alpha, pero
el Rey Osario, pese a su altruista colaboración, no confiaba del todo en mí.
Podía verlo en su mirada… y en sus actos. ¿Qué razón había, si no, para enviar
a un alma aquí? Era poco creíble que fuera una simple ayuda para dar caza a tres
de Los Siete, algo que no me podía ser revelado era también un aliciente para
enviar a este vigía.
Transcurrieron
dos días y medio tras la huida de Bruno. Una fisura apareció en un abrir y
cerrar de ojos. Surgió delante de mí una grotesca figura que emanaba ceniza y
vapores fúnebres por doquier. Eclipsaba la escasa luz que brotaba de la grieta.
¿Qué clase de ser me había enviado el Rey Osario? Sin embargo, toda esa
majestuosidad tenebrosa remitió cuando la falla estuvo a punto de cerrarse. El
humo fantasmagórico, los ojos verde tóxico y los colmillos macabros fueron
aspirados, dejando tras de sí la inocente figura de una chica vestida con una
túnica negra, del mismo color que sus cabellos.
-Magnífica presentación –afirmé aplaudiendo con tono
sarcástico –.
-Tengo que modificar mi imagen en este mundo –explicó ella –. Sé que hay almas perdidas
rondando y no sería recomendable que vieran la verdadera apariencia de una
residente de élite del Paraverso.
-Comprendo. Así que, ¿debería tener miedo de
ti?
-Soy totalmente inofensiva –aseguró entre risas –. Yo sí que debería temerte. El conocedor de
mil y una historias, aclimatado a las vastas corrientes corrosivas de la
Oscuridad… Eres una leyenda de ética ambigua entre los de mis dominios.
-Vaya, empiezo a entender por qué tu Rey quiere
que alguien no me quite el ojo de encima…
Di
justo en el clavo. Sus ojos se abrieron y se elevó su ceño, no esperaba que me
diera cuenta tan pronto de una de las razones principales por las que estaba
aquí. El silencio se volvió incómodo y nuestra informal charla finalizó. Soltó
una falsa y pequeña carcajada y se aclaró la garganta para dar inicio al asunto
que nos concernía.
Lo
primero de todo fue el interrogatorio. Me llevó un buen rato contar todo lo que
había sucedido. Tuve que remontarme a la primera vez que visité a Bruno, y
aunque hice uso de su cosecha para ayudarla a la visualización del problema,
tardé casi cuatro horas en dejar todo bien definido para emprender la misión.
Finalmente
marchamos al lugar donde se vio por última vez a integrantes de Los Siete, en
aquella densa nube de oscuridad. Para mejorar nuestra orientación, creé una
piedra similar a la de Bruno e hice exactamente lo mismo que él. El rastreo se
vio apoyado por mis instintos de búsqueda, potenciados por la gran cantidad de
meses que llevaba encontrando almas por estos lares.
No
estaba muy lejos de nosotros. Y por fortuna detectaba en el interior de
aquellos sombríos vapores un alma. Muy probablemente sería Dos o Seis. Sin
embargo, un segundo antes de que me adentrara, mi compañera me paró en seco.
Había algo que yo no había percibido, unas presencias que no eran ánimas.
Estaban al acecho, deseando que pusiéramos un pie dentro de allí para
destriparnos de un zarpazo. Eran, a su juicio, monstruos creados por una mente
trastornada.
Caí en
la cuenta. El chico no llegó a vencer a todas las criaturas que Seis liberó de
su cabeza. Sin poder morir, aún estaban residiendo en ese lugar, a la espera de
que cualquier incauto con algo de curiosidad se adentrase… ¿y ahora cómo íbamos
a entrar?
Mientras
estaba abstraído, pensando algún tipo de táctica efectiva para derrotarles o,
en el peor de los casos, darles esquinazo, la chica se me adelantó y se metió
de lleno en la boca del lobo.
Gritos
y cortes se escuchaba casi de forma ininterrumpida, uno detrás de otro. Asomé
la cabeza en la nube y contemplé a una habilidosa espadachín partiendo en
trozos a los monstruos que se abalanzaban hacia su yugular. Fíjate, nunca se me
habría ocurrido ese plan tan directo. Así que blandí mi guadaña y me uní a su
ofensiva.
Nos
fuimos abriendo paso hasta el claro que Bruno mencionó, más o menos por el
centro de la densidad. Entonces comprendimos el motivo de que pareciese que
había un número infinito de esos seres de pesadilla. Dos seguía tumbado allí,
dormitando. Posiblemente, antes de que Seis le abandonara, este trastocó su
mente e hizo que de su gran letargo surgieran incesantemente esos monstruos, de
tal manera que pudiera emplear su total atención en exterminar al chaval sin
que nadie le molestara. Una lástima que no contasen con la eficiencia de
nosotros dos.
Aunque
numerosos, eran débiles y con pocas estocadas caían inertes al suelo. Enseguida
alcanzamos al Insomne y ella le atravesó el corazón para decapitarle yo
posteriormente. Sin embargo, a pesar de la facilidad de su ejecución, estábamos
un poco exhaustos debido a la gran agilidad que tuvimos que mostrar para
esquivar los feroces ataques de sus guardianes. No sabíamos con certeza qué
podría ocasionar el recibimiento directo de una dentellada o un arañazo de
estos seres.
-Bueno. Ha sido sencillo –dije, bastante contento con el
resultado –. Ya sólo quedan cinco más y
dejaremos a Óscar sin aliados.
-Tampoco cantes victoria. Hemos matado al más
débil de Los Siete, y para colmo le hemos sorprendido mientras dormía, en un
mundo hostil para su fortaleza. No obstante, pudo oponer una considerable
resistencia. ¿Te haces a la idea de lo complicado que puede ser ejecutar a
Cuatro o a Uno? Y ya no mencionemos a Tres, que será capaz de anticiparse a
todos nuestros actos.
-Pues sí que eres negativa. Vislumbras una
derrota cuando ni siquiera se ha iniciado el combate. Anima esa cara, al menos
ya no nos tendremos que preocupar por el que podía matarnos con solo dormir…
Fíjate, quién me diría a mí que el Insomne acabaría de esta forma… con lo
preocupado que era en vida por el bienestar ajeno… y ahora su alma estaba
controlada por los caprichos de un maníaco sádico.
-¿Crees que el control que ejerce sobre ellos
es tan fuerte?
-No hay otra explicación. Ninguno de los
seis, cuando aún no habían muerto, poseía intenciones maliciosas. Eran
luchadores que se vieron envueltos por la propia tenebrosidad del mundo. Dos,
en concreto, llegó a sacrificarse para no tener que matar a más gente. No se me
pasó por la cabeza en ningún momento, mientras recolectaba su cosecha, que
fuera a sufrir una catarsis tan brutal… Óscar, por el contrario, sí llegó a
presentar algo de oscuridad justo antes de perecer, tal vez por ello sea la
raíz de la atrocidad contenida en Los Siete.
-Los conoces bastante bien.
-La verdad es que sí… Y eso me lleva a pensar
que aún no sé mucho de ti. No te lo tomes como un acto de desconfianza.
Simplemente ya se ha convertido en un hábito para mí el recopilar la
información de aquellos con los que me encuentro… ¿Podría saber, al menos, y si
no es molestia, cómo te llamas?
-Son varios los nombres por los que soy
conocida… La Guardiana, el Espectro, la Cazadora… pero tú puedes llamarme
simplemente Jade.
[Pronto continuará…]
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