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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

martes, 4 de febrero de 2014

Microdemencia: Bloque

Ha llegado el día, sí… El plan ha concluido y no he dejado ningún cabo sin atar, nada puede salir mal. Cumpliré lo que me prometía a mí mismo cada año para acabar con los incordios que se hallan en mi vida. Necesito tranquilidad al llegar a casa, pero no hallo más que desorden… Así que, si los vecinos, pese a mis numerosas sugerencias amables de que cierren la boca, no ponen de su parte en este huerto de la concordia, tendré finalmente que usar como semillas sus sangres, gota a gota…

Vivo en el ático, así que saltaré por mi terraza a la casa de al lado. Serán las tres de la tarde, el feliz y repugnante matrimonio se estará echando la siesta. Arremeteré contra ellos con mi afilado cuchillo. Un rápido corte en el cuello del marido despertará, con sus gritos huecos, a su mujer, que intentará huir, pero la detendrá un cuchillo de jamonero que atravesará su pulmón derecho.

Esperaré a las tres y media. Los vecinos del piso de abajo se prepararán para comer. Tienen muy buena relación entre las cuatro casas, por lo que siempre dejan a esa hora las puertas abiertas. Hoy es martes, les toca la reunión gastronómica en el tercero B. En ese instante me colaré en las casas vacías, donde permanecen comiendo los niños, sin vigilancia alguna de un adulto.

Mi apariencia inofensiva evitará que resuenen sus aullidos hasta el momento exacto. Fingiré que vengo a jugar con ellos al escondite. Aceptarán, se esconderán y los encontraré uno a uno para súbitamente apuñalarles repetidas veces en sus cráneos.

Luego entraré sigilosamente en el tercero B. Aproximadamente serán las cuatro menos cuarto. Ocho objetivos, tres de ellos podrían poner en peligro el curso de plan. Por ello, antes de entrar habré de subir un momento a mi casa y llevarme conmigo las tres botellas de cloroformo casero, junto con una mascarilla para mí. El químico no los dormirá, pero los vapores conseguirán aletargar cualquier intento de defenderse.

El efecto narcótico aparecerá y apenas opondrán resistencia mientras danzo a su alrededor con los serrados filos. Las paredes se teñirán de rojo y sus pieles colgarán como viejas chaquetas de cuero. El reloj marcará las cuatro menos diez.

El segundo piso será el más complicado. Sus puertas están blindadas. Primero me limpiaré la sangre de mi ropa y después llamaré a sus puertas. Unos sobres falsos simularán que vengo a avisarles de que han tirado su correo al suelo y se los quiero entregar. Mentiré y diré que estoy sediento. Me invitarán a entrar para tomar un vaso de agua. Cerraré la puerta con cerrojo, el sonido les alertará. Me lanzaré contra ellos y sus corazones serán perforados en lo que sus futuros inertes ojos tardan en parpadear una vez.

La ventaja es que todos los residentes de este piso viven solos, sin embargo, tendré dificultades con el anciano del segundo C. Sé que no se fiará aunque asegure que le traigo cartas que le pertenecen. Por tanto, recurriré al engaño una vez más. Depositaré los sobres en el suelo y me ocultaré en la casa de al lado hasta que piense que me he ido. En cuanto abra la puerta su cabeza rodará por el suelo, será tan gratificante poder romper sus quebradizos huesos con unos pocos golpes. ¡Gracias, osteoporosis!

Por último, allá sobre las cuatro y cinco, quedarán las dos casas del primer piso. Una de ellas está abandonada, lleva años en venta y nadie ha querido comprarla. Una pena… Respecto al primero A, tan solo vive una universitaria de alquiler. Será bastante sencillo, diré que si me puede ayudar con unos problemas de matemáticas, ya que ella es más mayor y más inteligente. Esos elogios serán suficientes para que me permita pasar. Una vez en su habitación, mientras me da la espalda, su sangre se derramará sobre mi libro, y con ello el silencio bajará el telón.

Sí… todo hubiera resultado perfecto si no hubiera sido porque la chica del primero escogió este día en concreto para hacer lo mismo.

No debería haberle abierto la puerta, esa sierra duele…

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