Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 22 de febrero de 2014

Microdemencia: Espectáculo

Era la primera vez que iba al circo. Mis padres me traían en conmemoración por mi séptimo cumpleaños. Era fascinante, era como entrar en un pequeño mundo de fantasía y magia que te hacía olvidar tus tristezas, un lugar donde navegar a través de lo irreal y lo artísticamente exuberante.

Aquí podía ignorar que era distinto al resto de niños que correteaban entre atracción y atracción. No es la frase típica que dice todo el mundo, yo sí tenía derecho a decir que era diferente… Poseía una malformación, creo que el término médico era dipygus, lo que viene a ser que nací con cuatro piernas... Mamá decía que se debía a que su óvulo iba a separarse para formar gemelos, pero algo ocurrió, puesto que la división no resultó del todo efectiva y tan sólo se separaron las piernas, dándome a mí como resultado.

He pasado muchos días llorando, creyendo que era un monstruo infernal y que merecía ser sacrificado. Sin embargo, mis padres me consolaban y me explicaban que tener dos extremidades de más no iba a impedir que fuera buena persona, y que, mientras yo fuera respetuoso con los demás, no les defraudaría en ningún momento. Esas palabras me animaban de verdad, aunque siempre volvía a recaer en la depresión.

Pero hoy era distinto, las penas quedaban extintas ante la diversión. Primero me llevaron a ver una función en la que un valiente señor usaba un látigo para que tres leones obedecieran sus órdenes. No debía de tener miedo en su cuerpo para poder hacer eso. Después fuimos a un puesto en el que una hechicera observaba con suma atención una bola de cristal y adivinaba el futuro. Fue grandioso porque les dijo a mis padres que pronto ganarían una buena cantidad de dinero, ¡eso era una maravillosa noticia!

Sin embargo, la tercera atracción que visitamos hizo que volviera a saborear un poco de esa desolación que tenía la mayor parte del tiempo. Puede que la intención de traerme allí fuera para ver que no era el único que vivía esta angustiosa situación, pero mi empatía solamente hizo que todo empeorase. Efectivamente, era la atracción de los “freaks”. No sé por qué la llamaban así, ellos no son freaks, son personas como el resto, lo que pasa es que han tenido mala suerte a la hora de nacer, como yo cuando estaba dentro del óvulo de mamá, nada más.

El show dio comienzo y yo me estremecí, no soportaba ver al público observarles con esas miradas mitad repugnancia y mitad lástima. Cansado, grité y me fui de allí. Por desgracia, parece que causé un buen alboroto al hacer que mis padres también se levantaran de sus asientos y fueran detrás de mí, ya que el mismo maestro de ceremonias, que estaba presentando al quinto “monstruito”, paró de hablar en seco y, consecuentemente, acto seguido también lo hizo la gente de las gradas.

Mis padres pidieron perdón y salieron de allí. No se enfadaron conmigo, ya que en parte comprendían mi reacción, así que simplemente fuimos a visitar otras atracciones. Pero no paraban de repetirse mutuamente que no se tenían que olvidar de esperar a que las funciones circenses finalizaran para ir junto a aquel señor cuyo monólogo se vio interrumpido por mi revuelta, y así disculparse debidamente.

Así lo hicimos, al cabo de cuatro horas regresamos a esa horrible atracción y se acercaron al maestro de ceremonias. Yo me quedé en la entrada, aún un poco enfadado, por lo que no pude saber qué estaban hablando, aunque ese señor no paraba de mirarme, como si estuviera contemplando un cofre de esos que entierran los piratas.

No obstante, después supe que no era necesario haber estado presente en la conversación, ya que más tarde me enteré de todo… Fue como si un sueño espléndido súbitamente se llenase de sangre y oscuridad, los arcoíris se derritieran y de las flores surgiesen mandíbulas endemoniadas… El señor dio un gran fajo de billetes a mis padres y, tras ello, me agarró por la cintura y me encerró en la parte trasera de una caravana.

No podía creérmelo, era inaudito. Ahí veía a mis padres, sonrientes, saludándome con cinismo mientras dicha caravana se alejaba conforme los caballos trotaban. Cuánto odio creció en mí en ese instante. Tantas veces afirmaron que mi malformación no les suponía ningún menester, que me querrían igual y que lo que importaba era que por dentro fuera bello… Y en cuanto un cirquero de pacotilla les ofrece unas pocas monedas por llevarme como un esclavo al servicio de las risas del público, sin pensárselo dos veces, aceptan y me abandonan…

Mamá… Papá… Os quería… Pero se ve que ni la sangre te asegura la ausencia de traición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario