Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 20 de febrero de 2014

Microdemencia: Hipocondría

Dicen que estamos seguros, que no hay por qué temer al medio exterior, que es un ambiente limpio y no hay razón alguna para preocuparse de posibles peligros.

Eso son palabras vacías, sólo hay que detenerse unos segundos para analizar todas y cada una de las actividades cotidianas que realizamos. Estamos vendidos en cada momento a la Muerte, cada paso que demos, palabra que articulemos, movimiento que hagamos o decisión que tomemos puede derivar drásticamente en un destino fatídico.

Por desgracia, aun consciente de ello, no hay forma de evitar tamaña vulnerabilidad, ya que, aunque nos mantengamos inmóviles y en una habitación acolchada, nuestro propio cuerpo es sometido diariamente a decenas de pruebas que si, por alguna razón, algún día no supera, provocarán nuestra defunción inmediata y, tal vez, dolorosa.

El ejemplo más claro es cuando dormimos y nuestra actividad biológica se minimiza todo lo posible. Tu organismo reduce su consumo de energía y, por ende, los riesgos de perecer aumentan. La oxigenación disminuye y toma protagonismo un superávit de anhídrido carbónico para mantener tu somnolencia. Con ello, tus tejidos se benefician mucho menos de la fosforilación, el ATP decrece, quedas indefenso… Imagina que repentinamente explota una red completa de capilares y tu hipotálamo se encuentra indispuesto para realizar la homeostasis correspondiente. Puede que el resultado sea un hematoma sin importancia, o puede que la rotura de los vasos lleve a más y acabes con un mortal shock hipovolémico. Enhorabuena, no volverás a despertar.

Otra situación, igual de comprometedora, puede ocurrir durante la vigilia. Si de verdad aprecias tu vida, más te vale no dar nunca un apretón de manos. Tu piel conoce las bacterias de tu epidermis, pero ignora las ajenas. ¿Quién te asegura que ese desconocido no te transmitirá unos bacilos demasiado agresivos para que tus barreras inmunológicas puedan hacer algo? A partir de ese momento, es cuestión de tiempo que encuentren una abertura hacia tu torrente sanguíneo y la necrosis comience su curso. Puede que sobrevivas, a veces los incompetentes tienen suerte, o puede que te vuelvas el poseedor de un corazón completamente necrosado.

Ahora piensa en tu cómoda cama o en tu mullido sofá. Es tan plácido echarte de vez en cuando una siesta sobre ellos, ¿verdad? Pero regresemos al mundo microscópico, más en concreto a esos crustáceos tan famosos denominados ácaros. Si el erotismo de Morfeo es lo suficientemente fuerte como para desconcentrarte, tarde o temprano el bulbo raquídeo enviará órdenes de movimiento “involuntario” a tu musculatura para ir regulando los puntos de presión.  Entonces girarás y tu boca, probablemente abierta y húmeda por la acción parotídea, entrará en contacto con la superficie del mueble. A los ácaros le parecerá apetecible entrar dentro y emprender un largo viaje a través de un árbol bronquial. Es lo más habitual, sin embargo, gracias a las mucosas y demás mecanismos defensivos, estas colonias invasoras quedan exterminadas. Pero…  ten por seguro que llegará un día en el que te encuentres un poco inmunodeprimido y estos crustáceos aprovechen el momento para incrustarse en tus alveolos y así producirte lentamente una hipoxemia que no sanará si no eres rápido yendo al hospital.

Vayamos por último al ámbito más psicológico. Tú crees que estás sano, que todo está bien organizado ahí arriba, pero las situaciones traumáticas están a la vuelta de la esquina. No hay una escala concreta para medir el miedo, aunque sólo necesitas considerar que tu mayor terror ha cobrado vida para poder tomar un punto de referencia. Aquí la aleatoriedad tiene mucho que ver, pero, por norma, y experiencia, siempre hay un momento perfecto para someterte a un horror indescriptible. Sucederá tarde o temprano, no te engañes. Y cuando ocurra se desencadenarán dos reacciones:

Por un lado, tu frecuencia cardíaca aumentará y la presión de la postcarga sacudirá con fuerza las paredes arteriales. También se potenciará la frecuencia respiratoria y el consumo de oxígeno. En resumen, todo irá más rápido y con un control peor. ¿Sabes la de procesos que ha de vigilar tu cuerpo en lo que transcurre un segundo? Y si a esto le añades alguna patología que tú poseas… me temo que, si no te protege un Ángel Guardián, vas a tener que empezar a mentalizarte de tu "estancia claustrofóbica".

Por otro lado, debido a las exigencias del organismo, tu cerebro habrá de enviar los neurotransmisores necesarios para la correcta exacerbación nerviosa mientras lidia con el shock causado por el trauma. Se verá sobrepasado y tenderá a desistir. ¿Desmayo o muerte cerebral? Eso ya dependerá del carácter de tu encéfalo…

Sé que vivir obsesionado con todas estas posibilidades puede resultar enfermizo… y tal vez el estrés y la ansiedad lleguen a provocarme alguna coronariopatía y desfallezca en el suelo por muerte súbita. Ciertamente, viéndolo de un modo más existencialista, llega a resultar absurda dicha preocupación.

Porque ya estamos muertos desde el primer instante en el que nacemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario