.jpg)
Miraba mi reloj cada pocos minutos, el tiempo iba
excesivamente lento. Las tripas me rugían, si no encontraba algo que comer pronto, empezaría a ver válida la idea de la autofagia. Recordaba con arrepentimiento
aquella decisión justo antes de salir de casa de reducir las provisiones
alimenticias a la mitad para ir más ligera durante la caminata. ¿Quién quiere
ir más rápido si se está muriendo de hambre?
Como fuera. Las penas se me quitaron cuando avisté en la
lejanía lo que parecía una modesta casa con las luces encendidas. Eso
significaba que estaba habitada. Aligeré la marcha y me planté en frente de su
puerta.
Al parecer, no era la primera persona que pasaba por aquí. Al
lado había una nota que decía que antes de entrar me sirviera con gusto una
taza de té. Miré a ambos lados y hallé una pequeña bandeja reposando en la
repisa de la ventana. Esto era buena señal, viendo este acto altruista sabía
que no iban a rechazar el acogerme durante unas cuantas horas.
Tras tomar la reconfortante bebida, llamé a la puerta y enseguida
me abrió una mujer bastante delgada. Me condujo al salón y allí me dieron la
bienvenida dos personas más, uno igual de famélico que ella y otro un poco más
musculoso. Los tres eran encantadores, en cuestión de pocos minutos estaba
sentada en la mesa degustando un sabroso plato de carne asada. Y, después de
tomar un suculento postre de tarta de queso, volvieron a ofrecerme otro de esos
magníficos tés.
Me trataban como a una reina, por lo que decidí aprovecharme
un poco y quedarme allí durante una semana. Por la mañana daba paseos por los
alrededores y por las noches disfrutaba de sus compañías, de apetitosos platos
y de ese exquisito té. No sabía qué le echaban, pero era un sabor que nunca
antes había probado.
Además, en una de sus tantas amenas charlas, me contaron que
estaban tan entusiasmados con mi llegada, debido a que hacía muchísimo tiempo
que ningún viajero pasaba por aquí. Ellos creían que se había descubierto una
zona de trayecto nueva y este camino había quedado obsoleto, pero que, aun así,
no perdían la esperanza y por eso siempre colocaban un poco de té fuera de la
casa. Era conmovedor, ¿de verdad hacían todo esto por simple solidaridad? Me
parece que había dado con la benevolencia humanizada.
Sin embargo, el día que me tocaba partir no me prepararon en
ningún momento dicha bebida. Ellos afirmaron que por la noche sabría el porqué.
Y así fue. En cuanto el Sol se ocultó en el horizonte, un fugaz estupor comenzó
a trastocarme la vista. Me senté un momento y cerré los ojos esperando a que se
me pasara. Poco a poco se fue paliando, pero, cuando por fin pude abrirlos, tras
frotármelos, contemplé a tres seres con la carne completamente podrida.
–¿Y vosotros? –pregunté anonadada.
–Somos los de siempre –respondió
la que parecía una mujer–. Los mismos
que te acogieron hace siete días.
–No, no, no… esas tres
personas no parecían recién salidas de un mausoleo…
–Creo que no lo
entiendes, pequeña… Eso se debía a un ungüento casero hecho con plantas
alucinógenas, el cual introducíamos en tus queridas tazas de té. Ahora que se
ha pasado el efecto nos ves tal y como somos: muertos vivientes.
–¡Oh, intrigante! Es
la primera vez que veo a unos cadáveres ser tan hospitalarios.
–Y seremos los últimos
–añadió el más corpulento–. Hemos estado
haciendo esto para cebarte y tener más carne que devorar.
–¡Esa ha sido buena!
No… no vais a comerme.
–¿Por qué nos hablas con
tanta normalidad? ¿Acaso no te asusta que unos "zombis" vayan a descuartizarte?
Es como si ya hubieras visto a los de nuestra índole antes.
–Y así ha sido –contesté
risueña.
El trío no-muerto se quedó estupefacto. Claramente es una
gran desventaja vivir tan aislado de la civilización, pues no eres consciente
de lo que pasa en el mundo. Estos eran una prueba perfecta de ello.
–No tenéis ni idea de
los últimos acontecimientos importantes a escala global, ¿verdad?
–No… –respondió
extrañada la muerta.
.jpg)
Crují mis nudillos y di comienzo al juego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario