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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

martes, 25 de febrero de 2014

Microdemencia: Pesadilla

Un mal sueño hace que me despierte sobresaltada. Es indescriptible el alivio que se siente al saber que te encuentras a salvo, reposando en tu cama y protegida por las cuatro paredes de tu habitación.

Está demasiado oscuro, aún debe faltar bastante para que el despertador suene. Enciendo la minúscula luz del reloj y este marca las 4:35. Espléndido, todavía me quedan unas dos horas y media de magnífico y gratificante sueño.

Aunque hay algo que me inquieta. Todo se ve negro salvo una parte de la pared del pasillo que está cubierta casi en su totalidad por un brillo blanquecino. No se mueve. La absurda teoría de que haya un alienígena de una lejana galaxia queda descartada. Sin embargo, tampoco sé por dónde se ha filtrado esa proyección lumínica.

A ese pasillo dan tres puertas: mi habitación, la de mi hermano y la de mi madre y mi padre. Vayamos por partes… La ventana de mi habitación tiene la persiana echada y no hay ningún otro foco de luz. Quedan dos opciones. La puerta de mi padre y mi madre la veo desde mi cama, está cerrada a cal y a canto. Anulada también. Por eliminación debe ser alguna luz que surja del dormitorio de mi hermano.

El viento resopla con fuerza, tanto que las puertas y las ventanas vibran salvajemente. Un momento… la sacudida es por partida doble… Eso quiere decir... que la habitación de mi hermano también se encuentra cerrada. En ese caso… ¿De dónde viene esa molesta luz?

Empiezo a tener algo de miedo. Pero no debo perder el control, soy un ser racional y una escéptica con todas las de la ley. Todo fenómeno, por extraño que parezca, tiene una explicación empírica, y este no va a ser menos. Simplemente tengo que pararme a analizarlo de forma más detenida. Probablemente deba de tener en cuenta más factores además de estos tres habitáculos.

Me mantengo en silencio y espero a que mis ojos se aclimaten a la oscuridad. Tal vez así pueda apreciar mejor las siluetas de mi campo de visión y consiga dar con la clave de este galimatías nocturno.

No obstante, pasada una hora aproximadamente, la superficie bañada por esa luz seguía siendo igual de borrosa que desde el primer momento en el que abrí mis párpados. ¿Qué hay ahí? ¿Una reacción fotoquímica? ¿Un dispositivo luminoso abandonado? ¿Tengo, a lo mejor, una mancha en la retina y en realidad no hay luz alguna en la pared?

Agh… esta incertidumbre está comenzando a sacarme de quicio. Así que me dejo llevar por mi lado menos científico y con sigilo agarro un peluche para, acto seguido, lanzarlo a dicha luz. En cambio, mientras el peluche describe su trayectoria parabólica, un mal presagio me eriza el vello y hace que, por reflejos, me arrope por completo y le dé la espalda a la puerta de mi habitación.

Me quedo inmóvil y trato de olvidarlo todo. Respiro hondo y me concentró en mis pensamientos hasta que, al final, de manera inaudita, consigo conciliar el sueño. Ya me encuentro en esa fase en la que no distingues lo real de lo irreal. Creo que se llama onirismo. Sin embargo, justo antes de entrar por fin en el mundo de los sueños, un suave golpe en la cabeza me saca bruscamente de mi estado somnoliento. ¿Qué ha sido eso?

El objeto que ha impactado rueda por la almohada y queda al alcance mis manos. Rápidamente destapo una de ellas y agarro el objeto para introducirlo dentro de mi “búnker” indestructible.

No hace falta que lo palpe mucho para averiguar qué es… Es el mismo peluche que había lanzado contra la pared… Al parecer estaba equivocada, si ha regresado a mí, quiere decir que alguien lo ha lanzado y, eso, implícitamente, está relacionado con la presencia de algo vivo.

Sólo me queda cruzar los dedos para que todo se quede en un divertido lanzamiento y no en una presentación.

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