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No tenía escapatoria, todos sus camaradas ya habían perecido
antes las garras de ese ser. No podía pedir ayuda. Su única alternativa era
confiar en sus escuálidas piernas para salir corriendo del Instituto sin que
ese ente se percatase. Tarea difícil para nuestro protagonista, ya que el
pánico había conquistado su sistema nervioso hace varios minutos antes. Él
seguía acurrucado tras la débil puerta, una simple puerta verde que determinaba
la diferencia entre la supervivencia del joven o un destino fatal...
Se armó de valor y volvió a echar otro vistazo al aula.
Nada, sólo se le movían los ojos a la criatura, como un depredador esperando
el movimiento de su presa. Carne fresca...
3... 2... 1... 0,5... 0,25... Gotas de sudor resbalaban sin
parar por la faz del chico. Podía escuchar el latido de su inexperto corazón.
No se atrevía aún a terminar la cuenta atrás, pero algún día tendría que salir.
¡Cero! Por desgracia no pudo evitar llamar la atención del
monstruo incluso antes de iniciar la carrera. Tanto tiempo acurrucado hizo que,
al incorporarse, todo su esqueleto crujiera de forma brutal.
Las pupilas del ser corpulento se clavaron como estacas en
la ventana y pudo ver la cabeza del joven.
–Mierda… –maldijo
para sus adentros el chico.
Pero ya no había vuelta atrás, todo o nada, vivir o morir.
Salió corriendo hacia las escaleras y se escondió en los lavabos de la primera
planta.
Por primera vez, desde que el ente apareció en el Instituto
para darse un festín de sangre, este soltó una frase:
–No te preocupes, pequeño, también tengo un examen para ti, espero que hayas estudiado...
El chico no se lo podía creer, era la voz de uno de sus
profesores... ¿Mutación? ¿Posesión? ¡Bah! Eso ahora era irrelevante. Dejó
abierto el grifo para llamar su atención y se dirigió velozmente hacia el
patio. Ya estaba a escasos metros de la salida.
Mientras corría hacia la verja de la salida pudo escuchar
como el ser rugía, parecía ser que había caído en su trampa.
El chaval dibujó instintivamente una mueca pícara en su faz,
había engañado al monstruo, era el único superviviente y encima ya estaba
tocando la verja con sus manos. Pero en ese instante un viento estremecedor
empezó a soplar. Las manos del chico se cerraron debido al inmenso frío que se
acababa de levantar.
Su cara burlona cambió bruscamente a un rostro de asombro.
Lo que se estaba arremolinando a su alrededor no eran hojas ni nada por el
estilo... Eran las propias almas de sus compañeros que estaban impidiendo su
huida. Así que, acongojado, empezó a suplicar que le dejaran escapar. Desafortunadamente
las propias palabras se ahogaban en su boca debido a las fuertes ondas de aire.
Cayó destartaladamente al suelo y pudo observar que lentamente el monstruo se
acercaba a él, riéndose.
Y tras decir esto, el monstruo le agarró la cabeza y apretó
con tanta fuerza que el cráneo le estalló en mil pedazos. Su alma salió
chillando entre trozos de cerebro y rápidamente el ente abrió la boca y la
devoró.
Nadie más volvió a saber de este ser devorador de almas. Pero
una cosa está clara: aún ronda por los Institutos...
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