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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 15 de febrero de 2014

Microdemencia: Evaluación

El pequeño volvió a asomarse a la ventana atemorizado. Y allí seguía esa figura grotesca de cuya boca salía un reguero de baba verde que parecía no tener fin.

No tenía escapatoria, todos sus camaradas ya habían perecido antes las garras de ese ser. No podía pedir ayuda. Su única alternativa era confiar en sus escuálidas piernas para salir corriendo del Instituto sin que ese ente se percatase. Tarea difícil para nuestro protagonista, ya que el pánico había conquistado su sistema nervioso hace varios minutos antes. Él seguía acurrucado tras la débil puerta, una simple puerta verde que determinaba la diferencia entre la supervivencia del joven o un destino fatal...

Se armó de valor y volvió a echar otro vistazo al aula. Nada, sólo se le movían los ojos a la criatura, como un depredador esperando el movimiento de su presa. Carne fresca...

3... 2... 1... 0,5... 0,25... Gotas de sudor resbalaban sin parar por la faz del chico. Podía escuchar el latido de su inexperto corazón. No se atrevía aún a terminar la cuenta atrás, pero algún día tendría que salir.

¡Cero! Por desgracia no pudo evitar llamar la atención del monstruo incluso antes de iniciar la carrera. Tanto tiempo acurrucado hizo que, al incorporarse, todo su esqueleto crujiera de forma brutal. 

Las pupilas del ser corpulento se clavaron como estacas en la ventana y pudo ver la cabeza del joven.

Mierda… –maldijo para sus adentros el chico.

Pero ya no había vuelta atrás, todo o nada, vivir o morir. Salió corriendo hacia las escaleras y se escondió en los lavabos de la primera planta.

Por primera vez, desde que el ente apareció en el Instituto para darse un festín de sangre, este soltó una frase:

No te preocupes, pequeño, también tengo un examen para ti, espero que hayas estudiado...

El chico no se lo podía creer, era la voz de uno de sus profesores... ¿Mutación? ¿Posesión? ¡Bah! Eso ahora era irrelevante. Dejó abierto el grifo para llamar su atención y se dirigió velozmente hacia el patio. Ya estaba a escasos metros de la salida.

Mientras corría hacia la verja de la salida pudo escuchar como el ser rugía, parecía ser que había caído en su trampa.

El chaval dibujó instintivamente una mueca pícara en su faz, había engañado al monstruo, era el único superviviente y encima ya estaba tocando la verja con sus manos. Pero en ese instante un viento estremecedor empezó a soplar. Las manos del chico se cerraron debido al inmenso frío que se acababa de levantar.

Su cara burlona cambió bruscamente a un rostro de asombro. Lo que se estaba arremolinando a su alrededor no eran hojas ni nada por el estilo... Eran las propias almas de sus compañeros que estaban impidiendo su huida. Así que, acongojado, empezó a suplicar que le dejaran escapar. Desafortunadamente las propias palabras se ahogaban en su boca debido a las fuertes ondas de aire. Cayó destartaladamente al suelo y pudo observar que lentamente el monstruo se acercaba a él, riéndose.

Una lástima, chico... has suspendido.

Y tras decir esto, el monstruo le agarró la cabeza y apretó con tanta fuerza que el cráneo le estalló en mil pedazos. Su alma salió chillando entre trozos de cerebro y rápidamente el ente abrió la boca y la devoró.

Nadie más volvió a saber de este ser devorador de almas. Pero una cosa está clara: aún ronda por los Institutos...

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