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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Microdemencia: Óbito

-¿Pue… puedo pasar? –preguntó con timidez el joven chico–.

-Claro, adelante –contestó sonriente la adivina–.

-Verá, sé que resulta raro preguntar esto teniendo diecinueve años, pero… ¿Usted podría decirme la fecha aproximada de mi muerte?

-Joven, antes de entrar en comunión con los astros, tengo que advertirte de algo. Los poderes de la adivinación no son como los de las películas. En el caso de que visione la fecha que me pides, que tal vez no ocurra, no será totalmente precisa mi revelación. Quiero decir, no voy a decirte, por ejemplo, mes, día y hora. Quizás a mi mente llegue el año, o la estación, o un número que represente a una semana. No lo sé. Yo obtengo datos sueltos que luego por deducción conforman una adivinación aproximada de tu destino.

-Comprendo. Aun así, cualquier información es mejor que la completa incertidumbre.

-Lo sé, pero lo que quiero hacerte entender con esto es que, si por algún casual lo único que percibo es el mes de febrero, no quiero que la paranoia te haga pensar que es el febrero de este año o el del siguiente. Puede que lo sea, puede que no. O tal vez sea el mes en el que se desencadenen los sucesos que provoquen tu muerte al cabo de veinte semanas. Nunca se sabe. No obstante, te prometo que intentaré reunir la mayor información posible.

-Vale, estoy conforme. No se preocupe, cualquier cosa que me diga será bien recibida.

-De acuerdo.

La vidente posó las cartas del tarot en la mesa y puso sus dos manos sobre ellas. Se concentró en la frente del joven tratando de visualizar números o palabras. Sin embargo, un suceso inesperado la emboscó.

Ya dentro de su mundo de percepción mística, en su frente surgió un vórtice oscuro que la devoró por completo y la escupió a un cosmos de tonalidades cadavéricas. Dolor y sufrimiento se percibían por doquier. Un calambre profundo la invadió por dentro y se desataron mil descargas en su cuerpo. Cada electrocución enviaba una imagen concreta a su mente, y todas con rasgo idéntico: la atrocidad lóbrega. Pesimismo, destrucción, podredumbre; estaba viviendo horrores inconcebibles en cuestión de milésimas de segundo.

Pero nada dura para siempre. Casi a punto de caer en coma, otro vórtice, este blanco, se abrió y la absorbió para devolverla a la realidad. Regresó de sus pensamientos y volvió en sí. Le faltaba el aire y se sentía profundamente mareada. Aquel viaje astral había sido de los más caóticos que había tenido, si no el que más.

Tras tomarse unos momentos para recobrar el aliento, intentando recuperarse lo antes posible al ver que el chico empezaba a preocuparse por ella, respiró hondo y esbozó una ligera mueca. Su rostro ya lo decía todo, eran malas noticias.

-Lo siento de veras. Son casos aislados en los que ocurre esto… Casi no he recibido respuesta de los astros… He tenido que aventurarme yo misma para obtener algún dato, pero sólo me ha venido a la mente el número cuatro y un borroso mapa donde se iluminaban, creo recordar, las islas de Japón. ¿Significan algo para ti?

-Japón… Cuatro… Realmente no…

-Bueno, no pasa nada. Tarde o temprano te aseguro que tendrán relevancia para ti. De momento lo único que puedo hacer es disculparme de nuevo y compensarte, antes de que te vayas, con el objeto que más quieras de los que hay en el escaparate. No te cortes, el que más te atraiga.

-Está bien. Lo entiendo. Muchas gracias por atenderme y perdón por las molestias.

-No hay de qué. Buena suerte, ¡nos vemos!

Cuando el chico salió de la habitación, la adivina agachó la cabeza y cerró los ojos, hablando para sí misma.

-Pobre, no te habría beneficiado el saber la fecha que realmente vi. Debes percatarte por ti mismo usando las pistas que te he dado… Has de averiguar que nunca tendrás tal fecha, porque tu defunción ocurrió hace mucho tiempo atrás. Sólo estás confuso… sólo… eso…

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