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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Microdemencia: Descontrol

El vaso ha colmado. Estoy cansado de las exigencias de ese crío mimado. Parece que no aprendo, una y otra vez sometiéndome a sus caprichos, ¿y para qué? Para acabar siempre con un instinto sádico y una prepotencia monumental. Todos los días que se presentaba ante mí era para extraerme una gota más de mi paciencia. Aunque yo aceptara con una sonrisa, él habría de haberme visto a través de mis ojos, debería haber comprendido esas irritantes convulsiones de mi ira reflejadas en las pupilas.

Pero ya es tarde. Creía que iba a ser siempre así, que nunca me negaría a sus peticiones, que sería el comodín de su aburrimiento, que mostraría asertividad ante sus descabellados impulsos más efímeros que el interés interpersonal que tenía. Sí… ya es tarde. La alimaña ha evolucionado y ya no se somete a la hiena. Cambiemos las tornas… y apretemos estos tornillos.

Aún prevalecía su estado estuporoso, tenía unos minutos más para asegurarme de que los grilletes estaban bien atornillados. Al principio pensé que iba a ser una chapuza, no sabía muy bien cómo moldear esas placas de acero para redondearlas. Sin embargo, me han quedado inesperadamente bien, con el diámetro casi exacto de sus muñecas y tobillos. Puede que un poco prietos, nada con importancia.

Una vez comprobado todo, procedí a golpearle fuertemente en el hipocondrio derecho. Ese intenso dolor bastaría para despertarle. Evidentemente, su forma de darme las gracias por proveerle de una cómoda cama para su acto final fue con un descortés grito pernicioso y un escupitajo.

Tras unos momentos a la espera de que se calmara, por fin pude hablar y dejar todo claro. La única razón por la que le había despertado era para que sintiera cada mínimo dolor que estaba a punto de causarle.

¿Una medida exagerada para hacerle entender que no era justo que se aprovechara de mi amabilidad? Quizá sí… quizá no… Quién sabe, con este tipo de personas no hay otra forma de tratar que no sea con el miedo. Sin embargo, el término miedo está algo distorsionado por nuestra sociedad. Cuando alguien se refiere a aprender a base de miedo piensas en un castigo, algo que impacte y te haga escarmentar. Eso está bien… para niños que aún tartamudean sus nombres. Pero este saco pustuloso que se hace pasa por amigo simplemente me usaba como una herramienta sin ninguna finalidad simbiótica… No, el miedo que necesita él es el AUTÉNTICO, aquel que te pone en una situación de no retorno. No hay arrepentimiento alguno, el daño se cumplió hasta el fin, así que la reprimenda seguirá su mismo curso. Hoy morirá.

Por fortuna mi padre trabaja en las construcciones siderúrgicas, por lo que tengo una deleitante gama de amenos instrumentos. Lo difícil no va a ser matar a un ser humano, después de todo creo que es una de esas experiencias que todos hemos de tener antes de morir. Una pena que le prive a él de ese disfrute… Lo verdaderamente complicado va a ser decidir por dónde empezar. ¿Le aplasto las costillas con este mazo? ¿Le arranco de cuajo con estas pinzas los dedos? ¿Le hundo en la encía este taladro? Un sinfín de posibilidades para un humano con un tiempo de vida mediocremente limitado, pero, en fin.

¡Va a ser una tarde muy divertida!

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