El vaso ha colmado. Estoy cansado de las exigencias de ese
crío mimado. Parece que no aprendo, una y otra vez sometiéndome a sus
caprichos, ¿y para qué? Para acabar siempre con un instinto sádico y una
prepotencia monumental. Todos los días que se presentaba ante mí era para
extraerme una gota más de mi paciencia. Aunque yo aceptara con una sonrisa, él
habría de haberme visto a través de mis ojos, debería haber comprendido esas irritantes
convulsiones de mi ira reflejadas en las pupilas.
Pero ya es tarde. Creía que iba a ser siempre así, que nunca
me negaría a sus peticiones, que sería el comodín de su aburrimiento, que
mostraría asertividad ante sus descabellados impulsos más efímeros que el
interés interpersonal que tenía. Sí… ya es tarde. La alimaña ha evolucionado y
ya no se somete a la hiena. Cambiemos las tornas… y apretemos estos tornillos.
Aún prevalecía su estado estuporoso, tenía unos minutos más
para asegurarme de que los grilletes estaban bien atornillados. Al principio
pensé que iba a ser una chapuza, no sabía muy bien cómo moldear esas placas de
acero para redondearlas. Sin embargo, me han quedado inesperadamente bien, con
el diámetro casi exacto de sus muñecas y tobillos. Puede que un poco prietos, nada con importancia.
Una vez comprobado todo, procedí a golpearle fuertemente en
el hipocondrio derecho. Ese intenso dolor bastaría para despertarle.
Evidentemente, su forma de darme las gracias por proveerle de una cómoda cama para
su acto final fue con un descortés grito pernicioso y un escupitajo.
Tras unos momentos a la espera de que se calmara, por fin
pude hablar y dejar todo claro. La única razón por la que le había despertado
era para que sintiera cada mínimo dolor que estaba a punto de causarle.
¿Una medida exagerada para hacerle entender que no era justo
que se aprovechara de mi amabilidad? Quizá sí… quizá no… Quién sabe, con este
tipo de personas no hay otra forma de tratar que no sea con el miedo. Sin
embargo, el término miedo está algo
distorsionado por nuestra sociedad. Cuando alguien se refiere a aprender a base
de miedo piensas en un castigo, algo que impacte y te haga escarmentar. Eso
está bien… para niños que aún tartamudean sus nombres. Pero este saco pustuloso
que se hace pasa por amigo simplemente me usaba como una herramienta sin ninguna
finalidad simbiótica… No, el miedo que necesita él es el AUTÉNTICO, aquel que
te pone en una situación de no retorno. No hay arrepentimiento alguno, el daño
se cumplió hasta el fin, así que la reprimenda seguirá su mismo curso. Hoy
morirá.
Por fortuna mi padre trabaja en las construcciones
siderúrgicas, por lo que tengo una deleitante gama de amenos instrumentos. Lo
difícil no va a ser matar a un ser humano, después de todo creo que es una de
esas experiencias que todos hemos de tener antes de morir. Una pena que le
prive a él de ese disfrute… Lo verdaderamente complicado va a ser decidir por
dónde empezar. ¿Le aplasto las costillas con este mazo? ¿Le arranco de cuajo
con estas pinzas los dedos? ¿Le hundo en la encía este taladro? Un sinfín de
posibilidades para un humano con un tiempo de vida mediocremente limitado, pero, en fin.
¡Va a ser una tarde muy divertida!
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