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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 27 de febrero de 2014

Microdemencia: Futuro

Ya estábamos casi todos en el restaurante. Estaba realmente entusiasmado, hacía ya diez años que no veía a nadie de aquella clase de Segundo de Bachillerato de Ciencias, la clase B, siempre enemistada con los del A. Fue verdaderamente triste la despedida, nos esparcimos por el campus y los horarios impedían que la mayoría siguiésemos manteniendo el contacto, incluso algunos de marcharon a otras comunidades autónomas.

Como fuera, hoy no había motivo alguno para lamentarse, sino para saltar de júbilo. Cuando creíamos que nunca más volveríamos a vernos, nuestro antiguo delegado nos envió a todos y cada uno de nosotros un correo electrónico con la sorpresa de una reunión con los de la clase.

Finalmente llegaron los últimos, con un poco de tardanza, y pudimos sentarnos en las mesas para dar comienzo al banquete. Me moría de hambre, siendo un buffet ni siquiera había comido para poder amortizar el precio y comer todo lo que cupiera en mi estómago.

No obstante, antes, Rubén, el delegado, se subió a la tarima. Creo que no lo he mencionado. Aquel restaurante tenía la particularidad de que a veces hacía espectáculos, por lo que una de las zonas parecía un teatro. Lo mejor es que tras la cena podríamos divertirnos un rato subiendo a tal lugar. El restaurante, en su totalidad, estaba a nuestra disposición. Ventajas de hacer reservas.

Rubén se aclaró la garganta y habló por el micrófono. Quería agradecer a todos nuestra asistencia y desearnos mucha suerte en los proyectos que estuviésemos llevando a cabo. Añadió unas cuantas bromas para amenizar el discurso. Era fascinante, perfecto, acababa de empezar la reunión y todo marchaba genialmente bien. Tenía la impresión de que este día quedaría grabado como uno de los mejores recuerdos de mi vida…

Pero súbitamente todo cambió. La alegría fue absorbida por el pánico. El telón de detrás se movió e, inmediatamente después, del vientre del delegado surgió el filo ensangrentado de un machete. La muchedumbre enmudeció. Rubén quería emitir algún sonido, aunque fuera un grito, pero se atragantaba, la sangre refluía hasta su boca. A los pocos segundos, el asesino, que se ocultaba a sus espaldas, sacó el machete de la carne perforada y se mantuvo de pie, aguardando su presentación.

El cuerpo cayó y todos pudimos contemplarle. Nos habíamos olvidado por completo de aquel alumno. Siempre tan callado, reservado y aislado: Antonio. No dábamos crédito a lo que acababa de hacer. ¿Por qué había matado a Rubén? Él, aprovechando el shock, antes de que cundiera el horror, se aseguró de que todas las salidas estuvieran bloqueadas y, seguidamente, se explicó.

-El bicho raro… el solitario… el monstruo… el friki… el nerd… Una cantidad ingente de adjetivos circularon por las aulas durante los dos años que estuvimos juntos… Ninguno de ellos tuvo un carácter lejano al despectivo…

Pausó un momento para lanzar una daga en dirección a la frente de Marga, una de las compañeras que peor se portó con él, matándola al instante.

-Estaba cansado –continuó–. Me destrozasteis por dentro, mis ganas de vivir se esfumaron… Pero ese yo que moldeasteis con cada mofa murió el mismo día que nuestros caminos se separaron. No obstante, algo de su cadáver permaneció en mí: su resentimiento… Yo no he olvidado nada de lo que sucedió… Por el contrario, sé que vosotros sí lo habéis hecho…

En ese momento sacó un interruptor de su bolsillo e hizo que todas las luces se apagasen. Un sonido electrónico vino después. Era inconfundible, acababa de encender unas gafas de visión nocturna… Unos corrieron a ciegas, otros lloraron; yo, por mi parte, me quedé de pie, respiré hondo y esperé a que me diera el golpe de gracia. Era evidente, en el fondo estaba justificado lo que hacía, no debimos haberle tratado así… Pero ya era tarde para pedir disculpas, el daño ya se hizo. Además, sólo había que escuchar sus últimas palabras antes de iniciar la matanza. En ellas había dolor y rabia, era pura aflicción que ahora combatía a los monstruos que le atormentaron.

-Así que me encargaré de recordároslo.

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