
En épocas pasadas esto podría resultar irrelevante, pero, si
de verdad queremos avanzar con más celeridad en nuestro proceso de
humanización, debemos adoptar una serie de pautas que homogenicen a la
humanidad. La evolución está a favor de esta premisa: prevalecen los fuertes,
mueren los débiles.
Desgraciadamente, a día de hoy, muchos débiles campan a sus
anchas a sabiendas de que protecciones que no se merecen les salvaguardarán. No
es justo, si has tenido la mala suerte de nacer con alguna tara, no tienes
derecho a apropiarte de productos que otros humanos más cualificados para la
progresión podrían disfrutar.
Por eso inicié hace poco una campaña para erradicar la
debilidad del hombre. Este, pese a que se haya perfeccionado, no debería
alejarse de la naturaleza. No es así como el hombre perfecto prevalecerá. Ya es
suficiente con que otras sanguijuelas inferiores ralenticen la evolución de los
más aptos.
No obstante, tengo puestas mis esperanzas en el inexorable
destino, y, añadiendo la propaganda de mi organización para propiciar mejores
calidades a los fuertes, no habrá nadie capaz de impedir que la evolución siga
su curso.
Y si eso falla, recurriremos a la ciencia. Huelga decir que
la inteligencia es un aspecto importante, debido a ello nosotros poseemos los
cerebros más lúcidos del globo, los cuales, con orgullo, investigan en los más
complicados campos de la genética para ayudar a todos. Sabemos que no se puede
luchar en contra de la aleatoriedad, así que seguirán naciendo niños frágiles.
Sin embargo, gracias a estos investigadores, los padres ya no se tendrán que
preocupar, pues tendrán un niño sano, fuerte y apto para el nuevo mundo.
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Bueno, tengo que dejarlo por hoy. Ha llegado un nuevo camión
con judíos listos para la incineración.
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