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La cosa es simple. Una vez sueñas, tú no eres capaz de
percatarte de ello. Sin importar lo irreal que sea una situación, ya sea poder
volar, huir de un muerto viviente o ser la gobernadora suprema de un país,
pensarás naturalmente que son sucesos verosímiles.
No obstante, si reúnes la suficiente fuerza de voluntad
durante el sueño y consigues autoconvencerte de que ese no es tu mundo,
entonces ya sólo será cuestión de tiempo que tu mente pueda acomodar el entorno
tal y como tú desees.
Yo siempre soñaba, y nunca mejor dicho, con llegar a darme
cuenta algún día (o noche) de esto. En la teoría parece muy sencillo, pero a la
hora de ponerlo en práctica se presentan un par de dificultades.
Lo primero de todo es salir de ese engaño hipnótico. Tu
conciencia surgirá a mitad del sueño, por lo que aquí el tiempo es crucial. No
debes perder ni un segundo en una obsesión que desaparecerá a la mañana
siguiente.
Una vez completado esto, la segunda parte es más simple. Con
la práctica conseguirás moldear esa atmósfera ilusoria y, a un nivel avanzado,
hasta despertarte si lo deseas. Aunque no recomiendo esto último, ya que, con
sólo pensar férreamente que lo que estás viviendo es una mentira, estarás,
involuntariamente, activando tu organismo y aumentando la posibilidad de que
abandones el sueño. Por ello, hay que tener un breve equilibrio entre
asegurarse de que todo eso no existe y estar dentro de una realidad mágica.
Sin embargo, si sigues esos dos pasos al pie de la letra, acabarás como yo. Mi cama ya no es una zona de descanso, sino el portal a mil y
un mundos, a los que les doy forma y de los que yo gobierno la total causalidad
y el tiempo.
Por ejemplo, ahora mismo me encuentro en un sueño en el que camino
por mi ciudad y la gente me teme. ¿Por qué? Pues porque he aprovechado esta
oportunidad en la que aparecen personas de mis alrededores y he optado por
desahogarme matándolas. La experiencia es tan realista que hasta creo que mi
verdadero cuerpo está segregando adrenalina.
Las calles están manchadas de rojo, la muchedumbre grita y
huye de mí. Mientras tanto, a sabiendas de que aquí el tiempo es distinto,
empleo cada segundo y no hago excepciones entre las personas con las que me
cruzo. El cuchillo se hunde con extrema facilidad en sus carnes, penetra y un
llanto ahogado les finiquita el alma.
Pero lo gracioso ocurre al doblar la esquina. Me topo con
nada más y nada menos que mi mejor amiga. Se acerca con algo de miedo y me pregunta
el porqué de este genocidio. Vaya, vaya… mi cerebro ha sabido captar al
instante todas las posibles variables, justo como sucedería en la vida real.
Sé que la chica que tengo delante es un producto de mi
mente, pero mejor seguir el juego y contarle lo que ocurre, aunque corro el
riesgo de despertarme… No obstante, opto por revelarle el truco y le explico
que esto no es nada más que un sueño.
Tuve que contenerme la risa ante su respuesta, lo juro. Cayó
de rodillas al suelo y se puso a llorar asegurando que había enloquecido. A
ver, se puede entender su reacción, después de todo soy el único elemento de
este mundo que es consciente de su índole falaz.
Bueno, para calmarla le mostraré que puedo despertar. No es
ella de verdad, pero, aun así, pese a ser un espejismo, no soporto ver una
imagen afligida suya. La miro, sonrío y cierro los ojos con fuerza,
concentrándome en regresar a mi realidad.

Exacto… me está engañando mi cerebro. Seguro… seguro que si
me apuñalo y muero… despertaré, ¿verdad?
¿¡Verdad!?
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