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Esto para mí es realmente curioso, ya que trabajo como
médica forense. Y puedo asegurar de primera mano que todos y cada uno de los
cadáveres que llegan a mi gélida habitación recibieron dicha llamada. Puede ser
una coincidencia, después de todo cada día se realizan millones de llamadas, y,
con la tecnología tan avanzada que hay en los aspectos de la comunicación, es difícil
no recibir alguna interacción en tu móvil en menos de veinticuatro horas.
Pero… yo siempre estoy abierta al completo abanico de las
posibilidades, ¿y si de verdad esas llamadas y el fallecimiento del receptor
están relacionados? ¿Y si hay de verdad un mensajero de la Muerte?
Mi trabajo no es como lo plasman en libros o películas, es absurdamente
aburrido. Cuando entré estaba entusiasmada, lo admito. Eso de estar diariamente
rodeada por muñecos que una vez se movían es bastante atrayente. Pero una ya
tiene sus años, el hedor a muerte se ha impregnado en mis células, apesto a
formol y cuando veo a gente viva no puedo evitar transformar sus cuerpos, desde
mi mente, en títeres inertes.
Desearía que esto no hubiera acabado así, ojalá hubiera
podido pararlo cuando era posible. No haber llegado al final, sí… eso hubiera
estado tan bien. Pero ya no hay vuelta atrás, estoy repleta de putrefacción y
mi alma está necrosada. No tengo nada que perder, no sé si hay algo
sobrenatural tras esta leyenda, pero… llevo demasiados años oculta en el falso
arrepentimiento de maravillarme por mi fúnebre monotonía. Hoy haré algo de
provecho, no por los muertos, sino por los vivos.
Así pues, me puse manos a la obra. Como forense, tenía
permiso para indagar en los perfiles de mis “pacientes” con la misma libertad
que un policía revisa el expediente de un delincuente.
Por suerte fui previsora y mi yo del pasado apuntaba todas y
cada una de las acciones que realizaban los cadáveres en su último día por aquí. Únicamente
debía colocarme las gafas y preparar a mi vista. Me esperaban cientos y cientos
de informes forenses que me acompañarían durante toda la noche.
Abandoné mi despacho junto con los cuatro pesados
archivadores y me fui al mortuorio. Avisé de mi paradero a una compañera de
trabajo por si había una urgencia y me encerré allí, en aquella sala que,
mientras a una persona normal la perturbaría, a mí me tranquilizaba.
Abrí el primer archivador y revisé todos los fragmentos del
apartado de “Actuación final”. Algunos consistían en un par de líneas, otros,
por el contrario, tenían escritas hasta una cara entera. Sin embargo, fueran
muchas o pocas las acciones de ese día, todos y cada uno de ellos presentaban
la misma similitud: una llamada recibida de un número oculto.
El análisis de sus fallecimientos indicaba causas muy
variopintas. Accidentes, asesinatos, suicidios… Es decir, era imposible que
aquel que se encontrara al otro lado del teléfono fuera un homicida. Como mucho
podría ser alguien que les preparaba para la última función.
De entre todas las fichas, me encontré con una reciente que
había olvidado. Era un adolescente que apuntaba en un cuaderno, el cual llevaba
siempre consigo, todo lo que hacía, con pelos y señales, intimidades inclusive.
Por supuesto, yo apunté por completo lo que escribió acerca
del día de su muerte. Fue curioso saber que hasta había escrito algo cinco
minutos antes de ser arrollado por un camión fuera de control. Lo más relevante
fueron los tres párrafos finales.
“[12:15]: Vuelvo a
pensar en aquella extraña llamada. Es la primera vez que un número de estos no
vuelve a insistir. No sé qué pretendía con esa duración tan corta. No pienso
gastar saldo de mi teléfono para hablar con un desconocido. Si de verdad era
una llamada pérdida, pues que vuelva a contactar conmigo. Recibirá la misma
respuesta: indiferencia.
[13:05]: He estado
charlando con uno de mis amigos acerca de ello. Me enerva realmente. ¿A quién
se le ocurre llamarme un sábado a las seis de la mañana? Vale que fueran apenas
segundos, pero me sacó de mi plácido sueño… Respecto a lo de la charla, me ha
dicho que hay una forma de averiguar la procedencia de esta, así que dentro de
un rato iré a casa de Luis y podré saber el número de ese tipo. Ahora seré yo
quien le despierte por la noche.
[15:00]: Ha sido
realmente desconcertante… Conecté el móvil a su ordenador y él usó ese raro
programa para descodificar las llamadas. Sin embargo, cuando intentó destapar
el número, tan sólo aparecieron unos confusos dígitos. Tras ello, una imagen
parpadeante surgió en la pantalla. No sé muy bien la razón, pero era una
especie de collage de fotos de camiones. Y lo mejor fue cuando se ubicó en el
mapa la fuente de la llamada: en mi casa, desde este mismo móvil. En fin, me
imagino que el que hizo esto tiene unos conocimientos mucho más amplios que
Lucas en lo que respecta al hacking. Supongo que iré a mi casa a descansar.”
Esto es fascinante, y una gran pista. En ese momento el
chico no lo sabía, pero aquel collage representaba lo que le iba a matar. Si
pudiese encontrar al tal Lucas y pedirle información acerca de su programa
informático… tal vez podría adelantar al de la guadaña en su propio campo.
Aunque sea en el mismo día, conocer con una notoria exactitud cómo vas a morir
puede, precisamente, salvarte la vida. ¿Habré dado con la clave que todo
científico que se precie busca, con el primer escalón hacia la inmortalidad?
-Perdón que te
moleste, pero deberías pasarte un momento por tu despacho, hay una llamada para
ti.
-¿Sabes de quién?
-No, lo siento. Era un
número oculto.
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