Siempre que se acercaba la fecha de su cumpleaños no soñaba
con otra cosa que no fuera esa espeluznante pesadilla. Desde que tenía 7 años,
cada vez que llegaba noviembre, Víctor se adentraba en ese retorcido mundo
onírico.
El sueño era una especie de tráiler de una película de terror.
Un hombre sin ojos, nariz ni boca perseguía a Víctor hasta que le convertía en
piedra y le asesinaba. Hasta aquí podría parecer una pesadilla como otra
cualquiera. Pero lo curioso era que, cuando el hombre mataba a nuestro
protagonista, el sueño no acababa, sino que, al igual que el final de todos los tráileres,
aparecía una fecha de su día de estreno: 18 de noviembre de 20... Nunca
conseguía leer por completo el año.
De todas las pesadillas que tenía el chico, esta era la que
más le aterraba. No era una mera casualidad que la pesadilla tuviera tantos
detalles. Y era por eso que no le agradaba mucho cumplir años, no le importaba
lo de hacerse más mayor ni que no le gustara un regalo, no, tan solo esperaba
con terror que un día apareciese el ''sin rostro''.
17 de noviembre de 2011. Las pesadillas continuaban cada
noche. Sin embargo, Víctor ya estaba cansado de esperar y esperar todos los años
para que al final no ocurriera nada.
Y llegó el día. Se despertó para ir al Instituto y la casa
estaba completamente a oscuras. Víctor se dirigió a la cocina para desayunar
algo. Sacó un cuchillo para juguetear con él, como de costumbre, pero la gracia
de manejar el filo no le divirtió demasiado cuando vio reflejada una sombra en
la hoja del cuchillo. Se giró rápidamente hacia la nevera y vio una nota
colgada.
Feliz Cumpleaños.
Su madre se lo habría escrito para que lo leyera por la
mañana, aunque no era muy normal que hiciera felicitaciones tan
breves. Víctor olvidó todo y se fue al Instituto.
El día laboral pasó normal, como otro cualquiera.
Felicitaciones de sus amistades y el típico cantar del cumpleaños feliz. Pero en
la mente de Víctor rondaba la idea de que este iba a ser su último cumpleaños
vivo. Su intuición lo sospechaba.
Terminaron las clases y se puso sus auriculares para
volver a casa. Misteriosamente los auriculares se rompieron y tuvo que marchar
sin la compañía de la música.
El día estaba nublado y se veía completamente igual que a
las siete de la mañana, todo oscuro. Cada vez se estaba aterrando más. No
le daba miedo ser brutalmente asesinado, pero la idea de que la última cara que
viera fuera la de alguien que precisamente no tiene nada en ella no es que
le agradase mucho.
Sólo faltaba una calle más y llegaría a casa sano y salvo. A
pesar de ello no se calmó. No había nadie en las calles y el silencio absoluto
era demasiado... extraño. Optó por acelerar el paso para salir cuanto antes de
esa siniestra situación.
Pero fue demasiado tarde. Algo le golpeó la cabeza por
detrás haciendo que cayera bruscamente al suelo. Por suerte, no perdió el
conocimiento… ¿por suerte? Cuando se giró, Víctor vio que su pesadilla era igual
de real que la sangre que circulaba por sus vasos sanguíneos.
Allí estaba el sin rostro materializado. Las constantes
pesadillas le habían hecho real y ahora estaban los dos a escasos centímetros.
Víctor intentó gritar, pero sus cuerdas vocales no respondían. Tan sólo tuvo
fuerzas para incorporarse de nuevo e intentar huir.
El sin rostro salió a su caza lentamente, como si supiera
que él no tenía escapatoria. Por su lado, Víctor llegó al portal de su casa y
rápidamente introdujo las manos en su mochila buscando las llaves. Pálida se le
quedó la tez cuando vio que las había perdido. Y el plan de llamar al portero
tampoco funcionaría, ya que este estaba estropeado...
Víctor podía escuchar sus propios latidos, el corazón estaba
a punto de reventarle. De entre miles y miles de monstruos y millones y millones
de viles personas, tenía que querer matarle un hombre sin cara.
Empezó a gritar para alertar a su madre, pero todo era en
vano, sólo salían de su boca palabras sin sonido, no conseguía alzar la voz lo
suficiente. Comenzó a llamar a las puertas vecinas, pero tampoco obtuvo
respuesta. Parecía que era su fin...
El sin rostro le agarró del cuello y le estampó contra
la pared. Víctor ya empezaba a sentir su piel endurecerse, el monstruo le estaba
convirtiendo en piedra. Y de repente, cuando ya sólo quedaba con carne su
cabeza, el ente le habló. N se sabe cómo, pero habló.
-He dejado lo mejor
para el final, Víctor... aquí tienes mi regalo...
Y finalmente el chico logró gritar, aunque ya era demasiado
tarde. Todo se oscureció para él. ¿Lo último que vio? Un ser sin cara... ¿Lo
último que escuchó? El cortar del viento ¿Lo último que saboreo y olió? Su
propia sangre... ¿Y lo último que sintió? Un filo rebanando su cuello...

Misteriosamente nadie consiguió quitar la cabeza de allí,
por lo cual desistieron y optaron por dejarla empalada en la bandera por
siempre.
Cuenta la leyenda que por la noche se oyen cantos
fantasmales en el Instituto y, curiosamente, lo que cantan no es otra cosa que
una felicitación espectralmente armoniosa. Una canción…
…de cumpleaños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario