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Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

sábado, 15 de febrero de 2014

Microdemencia: Pétalos

Ocurrió todo hace varios días. Puede que al principio parezca otra fiesta de cumpleaños como otra cualquiera, pero el simple acto de un mimo hizo que, la fiesta de cierta chica, Rosa, fuera una macabra aventura.

Los doce amigos iban caminando por las retorcidas calles de Málaga, en busca de un sitio donde tomar algo para continuar el viaje.

Unos metros más adelante un mimo mostraba su número artístico a su público. Hasta ahora todo normal. Sin embargo, cuando el grupo pasó cerca de él, el mimo clavó la mirada en la cumpleañera. Paró en seco su número y se fue hasta ella cortándole el paso.

Todos se extrañaron por la reacción del mimo, pero la tensión se esfumó al ver que el mimo sacaba una rosa negra de su guante y se la entregaba a Rosa junto con una tarjeta en la que ponía ''Feliz Cumpleaños''.

Fue intrigante, ¿cómo pudo saber el mimo que era su aniversario? Tan sólo se rieron y continuaron su camino. Y, a medida que se alejaban del mimo, este sonreía de forma cada vez más malévola…

Pasó rápida la noche y decidieron ir ya a coger el tren para regresar a sus casas. Pero, por cosas del destino, pareció ser que iban con retraso, y encima era el último tren de la noche. Sin alternativa alguna, los amigos aceleraron el paso. No obstante, por culpa de las prisas, la rosa negra se desprendió de las manos de Rosa.

-Seguid adelante, voy a recogerla –dijo mientras se agachaba–.

Ocho de los amigos continuaron el trayecto, mientras que otros tres se quedaron junto con Rosa para ayudarla, ya que, desgraciadamente, por causa de la caída, la rosa había perdido ocho de sus pétalos.

Uno de ellos recogió los pétalos rápido y salió corriendo para alcanzar al octeto. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación le dejó paralizado. Justo a escasos metros de alcanzarles, un autobús arrolló a los ocho amigos que se habían adelantado.

Los otros cuatro no podían creérselo. Y el que había cogido los pétalos, velozmente, girándose hacia los otros tres, con la cara embadurnada en sangre, sólo dijo una cosa:

-Se aproxima mi hora.

Pasaron varias semanas y los cuatro amigos empezaron a recuperarse de los recuerdos de ese fúnebre día.

A pesar de ello, el chico que estuvo a punto de ser atropellado también no volvió a acudir a clase. Por eso, un día Rosa decidió llamar a su casa para ver qué le pasaba. Tras varios intentos de llamada, el chico optó por descolgar. Rosa preguntó qué le ocurría, pero el chico contestó con brevedad.

-Me he visto todas las películas de Destino Final, sé perfectamente lo que me va a suceder. Así que se lo pondré difícil.

-¿Se lo pondrás difícil a quién? –preguntó Rosa–.

-¿A quién va a ser? A la Parca…

Y entonces el chico colgó.

Rosa se dirigió hacia el salón a contemplar un rato la rosa negra que yacía en un vaso medio lleno/vacío. Otro pétalo acababa de desprenderse del tallo...

La mañana siguiente fue sábado y Rosa encendió la tele para ver si había nuevas noticias sobre el conductor del autobús que, curiosamente, estaba en paradero desconocido. Pero eso no fue lo que salió. La noticia relevante del día fue la decapitación accidental de un chico en el barrio donde ella vivía.

Rosa ya supuso quién era la víctima. Así que salió corriendo para alertar a las otras dos amigas que sobrevivieron a ese fatídico día.

Casualmente se cruzó por el camino con ellas dos. Rosa se calmó al ver que estaban bien. Les contó todo lo sucedido hasta entonces, pero ellas se echaron a reír.

-¿Cómo vamos a morir de repente? Eres afortunada de haber sobrevivido al atropello, ¡disfruta! –contestaron justo antes de retomar su camino en dirección a la heladería–.

Rosa regresó a casa preocupada, preocupación la cual aumentó bruscamente al observar que otros dos pétalos se habían caído de la rosa negra. Salió disparada en dirección a la heladería, pero ya era tarde. La zona estaba acordonada por la policía. Al parecer, dos chicas habían sido apuñaladas por un atracador...

Transcurrieron varios meses y el último pétalo de la rosa seguía sujeto al tallo. Rosa se pasaba la gran parte de su tiempo esperando que se desprendiera. Sin embargo, un día, cansada de la espera, decidió quemar la rosa. No quería saber cuándo iba a llegar su hora.

Al día siguiente, tras tocar la alarma del recreo, Rosa se dirigió como de costumbre a su taquilla, la abrió y... allí estaba de nuevo la rosa negra, junto con otra carta del... ¿mimo? 

''Espero que te haya gustado mi regalo.”

Y, tras acabar de leerlo, las patas de la taquilla se doblaron haciendo que todo el conjunto inmobiliario cayera sobre ella. El impacto fue brutal y no consiguió sobrevivir. Sólo se podía observar un enorme charco de sangre y uno de sus brazos sobresaliendo. Un brazo con una mano llena de sangre. Y una mano en cuyo interior, misteriosamente, apareció el último pétalo de la rosa negra...

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