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Los doce amigos iban caminando por las retorcidas calles de
Málaga, en busca de un sitio donde tomar algo para continuar el viaje.
Unos metros más adelante un mimo mostraba su número artístico
a su público. Hasta ahora todo normal. Sin embargo, cuando el grupo pasó cerca
de él, el mimo clavó la mirada en la cumpleañera. Paró en seco su número y se
fue hasta ella cortándole el paso.
Todos se extrañaron por la reacción del mimo, pero la tensión
se esfumó al ver que el mimo sacaba una rosa negra de su guante y se la
entregaba a Rosa junto con una tarjeta en la que ponía ''Feliz Cumpleaños''.
Fue intrigante, ¿cómo pudo saber el mimo que era su
aniversario? Tan sólo se rieron y continuaron su camino. Y, a medida que se
alejaban del mimo, este sonreía de forma cada vez más malévola…
Pasó rápida la noche y decidieron ir ya a coger el tren para
regresar a sus casas. Pero, por cosas del destino, pareció ser que iban con
retraso, y encima era el último tren de la noche. Sin alternativa alguna, los
amigos aceleraron el paso. No obstante, por culpa de las prisas, la rosa negra
se desprendió de las manos de Rosa.
-Seguid adelante, voy
a recogerla –dijo mientras se agachaba–.
Ocho de los amigos continuaron el trayecto, mientras que
otros tres se quedaron junto con Rosa para ayudarla, ya que, desgraciadamente,
por causa de la caída, la rosa había perdido ocho de sus pétalos.
Uno de ellos recogió los pétalos rápido y salió corriendo
para alcanzar al octeto. Sin embargo, lo que ocurrió a continuación le dejó
paralizado. Justo a escasos metros de alcanzarles, un autobús arrolló a los
ocho amigos que se habían adelantado.
Los otros cuatro no podían creérselo. Y el que había cogido
los pétalos, velozmente, girándose hacia los otros tres, con la cara embadurnada
en sangre, sólo dijo una cosa:
-Se aproxima mi hora.
Pasaron varias semanas y los cuatro amigos empezaron a
recuperarse de los recuerdos de ese fúnebre día.
A pesar de ello, el chico que estuvo a punto de ser
atropellado también no volvió a acudir a clase. Por eso, un día Rosa decidió
llamar a su casa para ver qué le pasaba. Tras varios intentos de llamada, el
chico optó por descolgar. Rosa preguntó qué le ocurría, pero el chico contestó
con brevedad.
-Me he visto todas las
películas de Destino Final, sé perfectamente lo que me va a suceder. Así que se
lo pondré difícil.
-¿Se lo pondrás
difícil a quién? –preguntó Rosa–.
-¿A quién va a ser? A
la Parca…
Y entonces el chico colgó.
Rosa se dirigió hacia el salón a contemplar un rato la rosa
negra que yacía en un vaso medio lleno/vacío. Otro pétalo acababa de desprenderse
del tallo...
La mañana siguiente fue sábado y Rosa encendió la tele para
ver si había nuevas noticias sobre el conductor del autobús que, curiosamente,
estaba en paradero desconocido. Pero eso no fue lo que salió. La noticia
relevante del día fue la decapitación accidental de un chico en el barrio donde ella vivía.
Rosa ya supuso quién era la víctima. Así que salió corriendo
para alertar a las otras dos amigas que sobrevivieron a ese fatídico día.
Casualmente se cruzó por el camino con ellas dos. Rosa se
calmó al ver que estaban bien. Les contó todo lo sucedido hasta entonces, pero
ellas se echaron a reír.
-¿Cómo vamos a morir
de repente? Eres afortunada de haber sobrevivido al atropello, ¡disfruta! –contestaron
justo antes de retomar su camino en dirección a la heladería–.
Rosa regresó a casa preocupada, preocupación la cual aumentó
bruscamente al observar que otros dos pétalos se habían caído de la rosa negra.
Salió disparada en dirección a la heladería, pero ya era tarde. La zona estaba
acordonada por la policía. Al parecer, dos chicas habían sido apuñaladas por un
atracador...
Transcurrieron varios meses y el último pétalo de la rosa
seguía sujeto al tallo. Rosa se pasaba la gran parte de su tiempo esperando que
se desprendiera. Sin embargo, un día, cansada de la espera, decidió quemar la
rosa. No quería saber cuándo iba a llegar su hora.
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''Espero que te haya
gustado mi regalo.”
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