Noticias desde la Oscuridad

06-07-2015
Cardiofagia está concluido.

13-07-2015

22-07-2015

28-07-2015

09-08-2015

03-09-2015

22-09-2015
Suerte está concluido.

28-09-2015

Lamento del día

Mientras que yo soy un ciego que ha aceptado su propia invidencia, tú eres uno que aún cree que simplemente tiene una venda tapándole los ojos.

jueves, 27 de febrero de 2014

Microdemencia: Digestión

Pretendíamos, mis nueve amigos y yo, realizar una excursión a la nieve. Contratamos a un piloto para que nos llevara al pequeño aeropuerto situado entre la cadena montañosa con la intención de ahorrar tiempo de transporte.

Sin embargo, esto fue una mala opción. Al parecer, el piloto no estaba muy habituado a este tipo de viajes. La niebla lo dificultó todo y, antes de que nos diésemos cuenta, una de las alas había quedado destrozada a causa de un intento fallido por evitar colisionar contra el pico de una montaña. A los pocos segundos habíamos impactado contra el nevado suelo. Todos salimos con heridas medianamente leves, excepto un fallecido: el piloto.

Cuando nos recuperamos de las magulladuras regresamos a los escombros para buscar algo de utilidad. La caja con los alimentos, desgraciadamente, no había sobrevivido al viaje; el lugar donde se encontraba estaba completamente calcinado. Además de ello, tampoco hallamos ningún dispositivo de comunicación que no hubiera sufrido daños. Esperar a que la suerte estuviera de nuestra parte era lo único que podíamos hacer, aparte de mantenernos calientes y con fuerzas.

Transcurrió una semana y no había ningún indicio de que estuvieran rastreándonos. Podíamos saciar la sed con la nieve del lugar, pero no había forma alguna de aplacar nuestra hambre. Fue entonces cuando a uno del grupo se le ocurrió una macabra, y, sin embargo, racional, idea para sobrevivir: el canibalismo.

Al principio el resto nos opusimos con firmeza, pero él, muy detenidamente y con calma, explicó que analizando nuestra situación sólo había dos salidas. La primera era obviar el canibalismo y aguardar a la muerte, la cual se toparía con nueve cadáveres refrigerados. La otra opción era recurrir cada dos semanas a un “juego” en el que había que elegir unas cuerdas que había encontrado en el avión. El que sacara la cuerda más corta debería sacrificarse y no comer hasta morir, para así formar parte del alimento que mantendría con vida al resto.

Explicado así algo fallaba. Lo de las cuerdas podía aplicarse una vez tuviésemos alimento, pero ¿qué comida iba a entrar en juego en la primera “ronda” si no había nada? Ahí fue cuando su determinación nos dejó atónitos. No tardó ni un segundo en señalar hacia el avión, justo donde se encontraba el gélido cuerpo del piloto. Jugaríamos a la cuerda más corta, y el que la sacara no podría comerse su carne.

Angustiados por la muerte, el azar nos parecía una salida viable para sobrevivir. Acordamos que, pasara lo que pasara, todos aceptaríamos el resultado. Fue horrible ver las caras de los desafortunados cada vez que tocaba seleccionar el próximo muerto.

Cada dos semanas alguien era sentenciado por un insignificante trozo de cuerda. No obstante, los demás, aunque alimentándonos, nos nutríamos de manera deficiente, y, por mucha carne que pudiésemos consumir, cuya ración individual aumentaba conforme pasaba el tiempo, no se podía evitar el debilitamiento que teníamos.

En cambio, había alguien que parecía igual de sano que el mismo día del accidente. Era, precisamente, aquel que ideó esto del canibalismo. Era mi amigo, sí, pero eso no impedía que sospechara que algo raro ocurría, ¿o acaso su metabolismo le proporcionaba una absorción más eficaz de los nutrientes que consumía?

Éramos ya solamente él y yo cuando vimos un helicóptero sobrevolar la zona. Nos habían divisado. Un megáfono resonó. Afirmaban que en cuestión de un día nos sacarían de allí. Habíamos conseguido sobrevivir después de los meses de pesadilla que habíamos vivido. Nunca se me quitaría el sabor de sus cadáveres en mi boca… Esa experiencia quedaría en mis memorias para siempre… imborrable.

Pero aún tenía una espina clavada. A pesar del inminente rescate, quería llegar al quid de la cuestión con respecto a la vitalidad de mi compañero. Había llegado a la conclusión de que su truco lo ponía en marcha por la noche, cuando los demás, ahora solo yo, dormíamos. Así que fue tan fácil como hacerle creer que estaba plácidamente dormido.

Le vi dirigirse a un pequeño montículo y remover el terreno para sacar algo. Después me dio la espalda, por lo que no pude ver el resto. No obstante, con eso me era suficiente. Aguanté un par de horas, ya una vez había vuelto a su saco, hasta comprobar que ya no estaba despierto y me dirigí al montículo.

Escarbé en la nieve. Mis sospechas se confirmaron. La caja de alimentos no se había carbonizado, sino que él la había escondido. No quedaban muchos productos, por lo que seguramente, además de la carne humana, había estado recurriendo a esta nevera cuando le aumentaba el apetito… Tenía que hablarle muy seriamente; esta acción, indirectamente, había provocado, o acelerado a lo sumo, la defunción de ocho personas. Me aproximé a su saco de dormir y le desperté, de mal humor.

-¡Por eso eres el único que aún no está débil! –aseguré sosteniendo en mi mano una lata de melocotones en almíbar–. ¿Por qué escondías estos víveres? Podríamos haber aplazado el canibalismo…

-Eso hubiera estado muy mal –afirmó con altivez–. ¿Para qué iba a ofreceros alimentos? Eso os mantendría con vida, y a mí lo que me interesaba era mataros por inanición.

-Tío… ¿qué estás diciendo? Te… te está afectando este aislamiento… sí, debe ser eso.

-Mi dieta se ha basado principalmente en azúcares. Mi cerebro sigue completamente funcional. Sé lo que digo, pero me parece que tú no sabes quién soy. Recuerda, camarada, recuerda… Todas esas veces que lamía con placer la sangre de mis heridas, mi apetencia por la carne extremadamente cruda, mis mordiscos “de broma”…


-Quieres decir que…

-Eres la última persona que queda, y ya no puedo contenerme más. Vendrán a rescatarnos pronto y, al parecer, mis cálculos han resultado erróneos. Tu tejido graso te ha mantenido con energía más tiempo del que creía… Somos amigos, al fin y al cabo. Tenía planeado esperar a que tú por tu cuenta te murieses, pero… las cosas han cambiado. He de poner ciertas medidas en práctica…

-Espera, espera… ya has devorado a ocho personas. Por favor… Deja ese pico en el suelo… No… ¡No! ¡NO!

-No veo el momento de hincarte el diente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario